Presentación
Héroes decadentes
—Julio 2 de 2009—
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Francesco Giuseppe Vitola Rognini (Barranquilla) es comunicador social y periodista de la Universidad del Norte (2005) y máster en periodismo de la Universidad de Barcelona, España (2006). Fue profesor catedrático de periodismo durante dos años en la Universidad del Norte (2006 – 2008) y le interesan especialmente el periodismo ciudadano, el periodismo digital y la narrativa de ficción. Ha publicado en las revistas Labrapalabra, Quilla y Escaleta. Actualmente corrige su primera novela, “Nunca caces sin hambre”, y planea un segundo libro para 2010 con cuentos de humor negro: “Freak TV”.
Presentación del autor
por Luis Miguel Rivas
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Las historias que hacen parte de “Héroes decadentes” surgen en una época asfixiante, donde los medios de comunicación venden desde el dolor ajeno hasta la privacidad, y comercializan de manera más disimulada con las perversiones y los miedos.
Este libro se escribió pensando en que todos necesitamos tomar un receso de las actividades diarias; todo ser pensante debe permitirse un respiro a lo habitual. Es una forma de avanzar, de superarse a sí mismo, de vivir heroicamente el día a día.
La primera parte recoge historias de ciudadanos en sus peripecias por seguir con vida, evitando ser aplastados por la maquinaria productiva.
La segunda parte, “Superhéroes fuera de foco”, cuenta cómo sería realmente el mundo de los semidioses modernos de ser cierta su existencia.
La ciudad consume, destruye sueños, y, paradójicamente, luchar contra eso hace que surjan personajes auténticos, que no pierden el tiempo y se hacen un espacio en la memoria colectiva. Los triunfadores fueron marginados en el pasado, ahora han vuelto para quedarse y enseñar unas cuantas lecciones: sin dolor no hay victoria. Lo que cuentan son los hechos, no las palabras. El humor es la salvación a los males urbanos.
Unos pocos viven sus sueños, otros muchos ya dejaron de creer en todo, incluidos ellos mismos. Este libro es para vitalistas, soñadores, pero, sobre todo, para creyentes en la ideas, en el humor, en el impulso creativo.
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Ilustración por Roberto Rodríguez
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Flash y Superman
se van de vacaciones
Por Francesco Vitola
Flash y Superman salieron a correr desde el desierto del Sahara. El problema de Flash es que no es de acero. Superman puede correr la tierra y saltarse los Himalayas de un vuelo. Flash, que sí es humano, evita los matorrales y las selvas. A Superman le da igual.
Terminan en una esquina de Barranquilla, bebiendo cervezas a las 4 de la tarde. Flash se quitó el antifaz, al segundo estaba vestido con ropas que no eran suyas. Superman se elevó y aterrizó en medio de un tumulto de personas. La gente comenzó a saludarlo, las mujeres lo agarraban, los niños les gritaban emocionados a sus padres por el Superman que había llegado, los ancianos se preguntaban dónde estaba la cámara escondida, y las fanáticas espontáneas llenaban el espacio de gritos histéricos. El Man repartió firmas, besos, muestras de fuerza, de inteligencia, de velocidad. A los veinte minutos había logrado lo que buscaba: un par de lentes chinos oscuros RayIban que le entregó un tipo a cambio de varias fotos junto a su héroe; una guayabera que le regaló un viejo de los Montes de María, que cuando lo vio le dijo:
—Por mi nieto, que se lo imagina salvando el mundo, pá que venga y se pase una temporada por acá.
Recibió una bermuda beige, de unos empresarios que le ofrecieron trabajar en publicidad para un nuevo centro comercial; sandalias Hawaianas verdes de una chica moderna de ojos claros que deseó ser la Mujer Maravilla; y una mochila amarilla estampada con un logo de Águila, que unas chicas uniformadas le entregaron, junto con la birra, y unas fotos de ellas en pelota con su número al respaldo. Flash en la espera pudo hasta dormir. Casi lo atracan mientras dormía, la rata se llevó una descarga eléctrica y asunto arreglado.
Luego de beber siete canastas de cerveza Superman se proclamó campeón absoluto del eructo más largo. Se puso la capa de turbante fingiendo ser un gringo con problemas mentales. Le hablaba a un Flash borracho, que se caía y levantaba del suelo a una velocidad, aún en estas condiciones, increíble. Habían estado bebiendo a la sombra un par de horas. Cuando Flash se repuso del mareo y pudo coordinar la cabeza, soltó el eructo, que sirvió también como señal de escape. Pagaron con una exhibición de velocidad y dejaron viendo chispas al tendero. Frenaron en una playa a ponerse los atuendos.
Superman deseaba darse una vuelta por el Medio Oriente.
—Así sudamos lo que nos queda en el sistema, lleguemos hasta Argentina, cenamos y nos vamos.
Flash se lo quedó mirando, y luego de analizar todo dijo con una sonrisa maliciosa:
—Mejor vamos hasta Venezuela.
A Superman no le gusta contradecir al jefe del país donde reside. Así que respondió con un chiste.
—No, yo mejor me mantengo fuera, no vaya a ser que me vuelva comunista.
En su cabeza sabía que era otra tontería de extraterrestre. Era un periodista luchando por la verdad y la justicia. Muchos de los problemas que le ponían a resolver eran domésticos. En las noches volaba sobre el planeta, dejaba tres horas el mundo en manos de la muerte y el destino.
—¿Tú crees qué será buena la publicidad comunista? ¿Seré yo un posible héroe para el público joven? Supe que los rusos crearon un Frankenstein durante la guerra fría. Pero no era extraterrestre, no podría volar, ni era indestructible. El único extraterrestre que yo conocí en manos de ellos parecía una agua mala gigante.
—Eres Gringo como yo —dice Flash—. Quedémonos una temporada y dejemos que en el norte trabajen Linterna Verde y el Halcón. Mueve influencias y traemos a algunos de Marvel. Montamos una cuadrilla entrenada por el Punisher y arreglamos esta situación. Yo creo que si montamos aquí un centro de operaciones salvamos el mundo desde Sur América. Mira, traemos a Aquaman, tenemos dos salidas oceánicas cerca. Traemos una cuadrilla de mutantes de los X-Men, y los metemos a la selva. Mejor dicho, los contratamos por períodos cortos, que hagan lo suyo y reciban un pago. Superhéroes mercenarios. Sacamos todo el oro que encontremos y construimos una civilización eco-tecnológicamente más avanzada. Mira viejo, aquí puedo estar disfrazado casi todo el año y a las chicas les encanta el rojo.
—Mejor vámonos al Medio Oriente —responde Superman—, por aquí se las arreglan a su modo, allá está explotando todo, puedo oírlo desde acá… ¿Y ese humo de dónde viene?
—Tranquilo, que esto no explota. Ahora relájate un poco, busquemos ropa holgada y disfrutemos la playa. Yo no voy a ningún lado.
Acto seguido Flash desaparece en una nube de arena, al segundo está de vuelta con un atuendo de surfer. Superman lo analiza de pies a cabeza, sonríe y se eleva para aterrizar en mitad de la playa. Los bañistas se acercan a tomarse fotos junto al héroe, para ofrecerle cervezas, mango verde con sal y limón. Un par de chicas en bikinis rojos lo seducen y se lo llevan junto con Flash a una fiesta electrónica que dura tres días. Luego de lo cual ninguno de los dos superhéroes vuelve a tomarse el trabajo de salvar al mundo a la ligera. A Superman le da por limpiar el mundo y a Flash por volver a la tierra, tienen un viaje hippie metido en la cabeza y no hay quien se los saque. Las dos chicas se volvieron locas de tanto sexo que tuvieron esos días. Los videos están en porntube. Busquen “Flash y Superman contra las caribeñas en bikini”.
Fuente:
Vitola Rognini, Francesco Giuseppe. Héroes decadentes. Ediciones Labra Palabra, Barranquilla, 2009.