Lectura y Conversación

Homenaje a
Federico García Lorca

En los 80 años de su muerte

Lectura en voz alta de
Poeta en Nueva York

—Agosto 25 de 2016—

Federico García Lorca (1898 - 1936)

Federico García Lorca
(1898 – 1936)

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Lectura en voz alta de
“Poeta en Nueva York”
y otros poemas por
Inés Posada y Lucía Estrada

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Federico García Lorca no ha muerto. Su voz sigue  arando la tierra y acompañando el verde de las hojas, la luz del cielo de verano, el canto de los hombres trashumantes y la sirena angustiada de la ciudad. En su corta estancia supo celebrar el corazón de su época, y se comprometió, hasta el último aliento, con la poesía y con ese horizonte común a todos: el de la libertad y la dignidad. A 80 años de haber sido fusilado por la guardia civil, nos reunimos en torno a su nombre, a su gitanería, a sus guitarras, a sus ríos, a sus noches, a sus atmósferas, a su “duende”… Federico García Lorca vive en sus palabras, y en ellas le rendimos un discreto homenaje…

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Hace ochenta años asesinaron al poeta andaluz Federico García Lorca por “rojo y maricón”. Sus asesinos se olvidaron de sus maravillosos versos y abandonaron su cuerpo en una fosa común. Lo mataron a balazos cuando la madrugada se rompía con el bofetón de Doña Alba. Fue el 18 de agosto, eran los primeros días de la Guerra Civil Española. Todo el país olía a matadero, a pólvora y a majadería.

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.

Antonio Machado
El crimen fue en Granada

Su poesía siempre es brava y preñada de colores, es viva como el nacimiento del azahar, y juvenil como la curiosidad de un gato. Es pasional y enfebrecida como navajas buscando el sabor de la sangre, es triste como el lamento de un otoño, honda como una charca sin reflejos, es viajera y caminante como un titiritero. Es musical como un detalle, aromática como la hierba buena y pálida como la muerte.

Manel Dalmau

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Leer “El balcón abierto”
en Universo Centro

Ver “Take this Waltz”
de Leonard Cohen

Oír “Nana de Sevilla”
de Lorca y “La argentinita”

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Poemas de la soledad
en Columbia University

Intermedio

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.

Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.

Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.

No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

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Fábula y rueda de
los tres amigos

Enrique,
Emilio,
Lorenzo.

Estaban los tres helados:
Enrique por el mundo de las camas;
Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos,
Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique.

Estaban los tres quemados:
Lorenzo por el mundo de las hojas y las bolas de billar;
Emilio por el mundo de la sangre y los alfileres blancos;
Enrique por el mundo de los muertos y los periódicos abandonados.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique.

Estaban los tres enterrados:
Lorenzo en un seno de Flora;
Emilio en la yerta ginebra que se olvida en el vaso;
Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique,

fueron los tres en mis manos
tres montañas chinas,
tres sombras de caballo,
tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas
por los palomares donde la luna se pone plana bajo el gallo.

Uno
y uno
y uno.

Estaban los tres momificados,
con las moscas del invierno,
con los tinteros que orina el perro y desprecia el vilano,
con la brisa que hiela el corazón de todas las madres,
por los blancos derribos de Júpiter donde meriendan muerte los borrachos.

Tres
y dos
y uno.

Los vi perderse llorando y cantando
por un huevo de gallina,
por la noche que enseñaba su esqueleto de tabaco,
por mi dolor lleno de rostros y punzantes esquirlas de luna,
por mi alegría de ruedas dentadas y látigos,
por mi pecho turbado por las palomas,
por mi muerte desierta con un solo paseante equivocado.

Yo había matado la quinta luna
y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos,
Tibia leche encerrada de las recién paridas
agitaba las rosas con un largo dolor blanco.

Enrique,
Emilio,
Lorenzo.

Diana es dura.
pero a veces tiene los pechos nublados.
Puede la piedra blanca latir con la sangre del ciervo
y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo.

Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.

* * *

Federico García Lorca (1898 - 1936)

Salvador Dalí, José Moreno Villa, Luis Buñuel, Federico García Lorca y José Antonio Rubio Sacristán en 1926.