Presentación
Este lugar de la noche
Homenaje a los 40 años
de su publicación
—Noviembre 26 de 2013—
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José Manuel Arango Pérez (Carmen de Viboral, 1937 – Medellín, 2002) fue poeta, traductor y ensayista, profesor de Lógica Simbólica durante varios decenios en la Universidad de Antioquia. En los años 60 residió en Estados Unidos, donde obtuvo su maestría en Filosofía y Literatura y conoció los principales movimientos poéticos contestatarios de ese momento: beatniks, imagismo y la contracultura hippie. Sin embargo, su poesía buscó raíces más hondas, desde la tradición clásica e hispanoamericana, pasando por la mejor poética anglosajona e incluso del lejano Oriente. Escritores como Walt Whitman, Emily Dickinson, William Carlos Williams, Ezra Pound y Denise Levertov tuvieron siempre en su obra una profunda ascendencia espiritual y estilística.
Fundó, junto a otros intelectuales, revistas de gran prestigio: “Acuarimántima” (1973-1982) y “DesHora” (1996-2002), y participó en el Consejo de Redacción de “Poesía” (1986-1989). En 1988 recibió el Premio Nacional de Poesía, otorgado por la Universidad de Antioquia como reconocimiento a su trabajo literario, y en 1997 el Premio a las Artes y las Letras de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia. Publicó “Este lugar de la noche” (1973), “Signos” (1978), “Cantiga” (1987), “Poemas escogidos” (1988), “Poemas” (1991), “La sombra de la mano en el muro” (1992), “Tres poetas norteamericanos” (traducciones de Whitman, Dickinson y Williams, 1993), “En mi flor me he escondido” (traducción de Emily Dickinson, 1994), “Montañas” (1995), “Poemas reunidos” (1997) y “La tierra de nadie del sueño” (póstumo, 2002). Casi toda su obra se compone de poemas cortos que recogen, de un lado, un enorme acervo cultural, y de otro, una sensibilidad que se expresa en monólogos y en alusiones herméticas.
Presentación del autor por
Guillermo Baena y Luis Hernando Vargas
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Creo que hay una manera más comprensiva de acercarse a las cosas y a los hombres, y que está justamente en la poesía. Hasta me empeño en no creer que no existan los dioses o que hayan muerto. Es un anacronismo, por supuesto, pero tal vez un anacronismo necesario, en esta hora, para la poesía. Siempre me ha acompañado la convicción de que lo sagrado, lo que Lezama Lima llama sobrenaturaleza, no puede negarse impunemente. Sólo que no es cosa del otro mundo. Son esas fuerzas que uno encuentra por todas partes: en un árbol, en un pájaro, en un niño. Hasta en los picaros y tahúres y matones que ahora nos acorralan. Tales dijo hace ya siglos que todo está lleno de diosecitos… o de demonios. Yo quisiera, si fuera posible, ser su discípulo en esa especie de politeísmo, o polidemonismo, o pandemonismo.
José Manuel Arango
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Una edición y un recuerdo
Tal vez sea José Manuel Arango uno de los poetas más apreciados en los últimos tiempos por los lectores de todo el país. Apreciado porque ha sido leído con atención y su obra, escasa si consideramos que completa cabe en un tomo de regular tamaño, ha calado hondo y se ha difundido con cierta profusión, pese también a lo mal que se difunde la poesía en Colombia, a veces sin que ello signifique gran pérdida para los lectores, dado la poca que circula de verdadera valía. Como en todas las épocas y lugares, además.
El poeta del Carmen de Viboral publicó en 1973 en Medellín, con evidente modestia y silencio, y de su bolsillo, un opúsculo en el cual reunía sus primeros poemas (los que consideraba publicables, claro), un puñado apenas, que tituló con el nombre de Este lugar de la noche. Los buenos lectores de poesía, que tampoco son muchos, muy posiblemente desde ese momento supieron de quién se trataba el poeta. En adelante publicaría otros títulos, pocos y siempre separados por lo que podría decirse mucho tiempo (lo cual es completamente irrelevante, que más habla del poco afán, tan necesario para la buena literatura), que acrecentaba la admiración de los lectores por sus poemas breves, silenciosos y hechos de una palabra extraña: seca, pero luminosa y arraigada.
Aquel ya lejano primer libro acaba de cumplir cuarenta años, motivo que nos ha parecido suficiente para querer hacerle una especie de homenaje y reproducirlo casi conservando sus iniciales características, sólo que ahora sale acompañado de un ensayo del también poeta David Jiménez, que le hace justicia a la poesía de Arango, lo cual también es escaso, aunque no lo sean los intentos. Creemos que no se publican a menudo buenos libros de poesía y, menos, libros destinados a marcar una impronta singular en una tradición o en un frondoso árbol de poetas, como es Colombia. José Manuel Arango fue un magnífico poeta desde el primer poema hasta el último. Y eso se puede decir porque no es su obra una fronda en la que uno se pueda perder, y perder la cuenta.
Para el Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia y la Corporación Cultural El Taller es un honor, pero ante todo es un gusto, estar aquí, recordando con este conjunto de poemas parte de la mejor poesía de nuestro país. El tiempo es un aliado que no nos deja equivocarnos. La cercanía del poeta y su irreemplazable obra justifican este honor que se atribuyen sus amigos.
Guillermo E. Baena L.
Luis Germán Sierra J.
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José Manuel Arango
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Poemas de
José Manuel Arango
IXvagó toda la noche por calles desiertas alguien lo llamó por un nombre que no era el suyo * * * Ascensión a las montañasel vuelo de un cóndor quemadura * * * XVIIIhora que las niñas se desvisten por las calles que tienen nombres de batallas y pienso en la dulce saliva de la doncella como de una ahogada de noche, en este parque donde tengo cuatro sombras * * * XXXVIa veces un oscuro terror quizá en la noche y la fría furia son él, repitiéndose cara detenida de mi padre |
Fuente:
Arango, José Manuel. Este lugar de la noche. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2013.