Lectura y Conversación

Escribir poesía con
el agua al cuello

—4 de julio de 2024—

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Incógnito Editores es un sello artesanal y minimalista dedicado a difundir literatura colombiana de autores que se identifican como anacrónicos. Lectura y conversación del editor Eddie Vélez Benjumea con Alba Luz Cano Zapata, David Marín Cano y Leonor Gil Ibargüen.

@incognitoeditores

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Alba Luz Cano Zapata (Caldas) es comunicadora, periodista y escritora. Fundadora y directora de los colectivos Atenea, de Medellín, y Mooma, de Caldas. Gestora cultural con múltiples años de experiencia y servicio a la cultura. Ha firmado en múltiples escenarios artísticos bajo el pseudónimo «Antel, tejedora de palabras». Siente que el mundo ha sido, desde siempre, un nicho para recrear su imaginación. Ha publicado en diversas antologías poéticas alrededor del mundo. Es autora de los libros Mujer, mil batallas y La flor de loto. Teje palabras, sin mayor pretensión que la de vaciar su alma.

David Marín Cano (Caldas, 1996) es escritor, poeta, estudiante de Historia en la Universidad Nacional de Colombia y luthier en formación. Ha sido publicado en la antología Alquimias de la palabra y es autor del libro Lové. Está adscrito al colectivo músico-poético «Los perros callejeros» y al colectivo Mooma, de Caldas. En su escritura se preocupa por rescatar la cotidianidad del entorno en el que vive y trabaja. Abarca temas como el ser, la vida, las relaciones económicas y la tradición musical y literaria del país. Ha sido descriptor de documentos coloniales del Archivo General de la Nación y del Archivo Histórico Judicial de Jericó. Es manguero profesional.

Leonor Gil Ibargüen es escritora, docente y poeta. Devela los sentimientos más profundos en sus creaciones literarias. Ha prestado varios de sus años de vida a las letras cantadas a voces y a la creación de una narrativa poética irreverente y manifiesta en la revolución cultural. Es autora de los libros Con el corazón abierto, Sin cara de culo por favor y Abril, esta malparidez es mía.

Eddie Vélez Benjumea (Itagüí, 1993) es escritor, editor, poeta y periodista, autor de los libros Diccionario Mutante n.º 3, Inmarcesible y La vida en un soplo. Escritos suyos han sido incluidos en antologías en Colombia, Argentina, México, España y Perú. Asimismo, ha colaborado en medios informativos y culturales como El Espectador, La Cola de Rata, El Colombiano, La Oreja Roja y Las 2 Orillas. Bajo el seudónimo Haruma Shimizu, en 2022 obtuvo la II mención en el XXV Premio Latinoamericano de Poesía Ciro Mendía de Caldas, Antioquia, con su obra Madremonte en olvido.

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Alba Luz Cano, David Marín,
Leonor Gil y Eddie Vélez.

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No usaréis la IA para escribir la poesía, puesto que los robots no toleran el agua. El artificio, que bien puede sí ser de ellos, no les sirve para sentir, como a nosotros, la lluvia y la soga apretando el cuello con tanto hastío. Y entonces os digo que podéis vivir todo vuestro organismo de manera poética: por ejemplo, la brisa entrando por la nariz; el petricor, furioso, levantándose hasta el color de la aurora; la música atravesando los tímpanos con tanto poderío; el ron, arrojándose todo por el despeñadero de vuestras gaznates; la tristeza, volviéndose una la sal por las mejillas; el sexo, consumándose todo en cada lamida y jadeo, con esa cadencia, con esos jugos, con esas uñas en las espaldas de carne y de hueso y de nervios y de vida. Tanta vida. Tanto desasosiego tras los jugos. Usaréis, entonces, la IA como ejemplo para saber que entre más palabras mecánicas la tinta brotada de las manos de polvo se hará costosa, y valiosa como el tesoro metafísico de todos los días, y todas las noches. Por eso, con este público presente, de la mano de los poetas en la mesa del brujo de Otraparte, y con el permiso de correr desde la tierra del poeta aguardientero, escribir la poesía con el agua al cuello es una muestra de que se vale tanto ver las letras nacer desde la desgarradura, como de la vida sin sentido, pero que ya estando aquí no haya más cosa que gozarla, porque no hay más remedio.

Benjamin Charcoft
4 de julio de 2024

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Cuatro poemas de
Incógnito Editores

Versos para la muerte

~ Alba Luz Cano Zapata ~

¡Oh, Muerte!
No serás nunca más que eso;
en cambio yo, he nacido,
he sufrido, pero también he amado.
Yo soy madre porque he parido.
Tú, estéril eres,
desde el principio del tiempo
siempre has sido La Muerte.
He juntado las más bellas flores silvestres,
y he inventado besos prodigiosos.
Tú no tienes un amante
que te colme de caricias
y de palabras dulces
que asemejen melodías.
Es cierto, algunos te desean,
pero solo a un loco no amedrentarías.
Sé que un día, a la hora señalada,
me encontraré contigo,
y hasta en eso te llevo yo ventaja.
–Seguiré por mi camino–.
Tú, la rutinaria eternidad.
Yo, mal o bien, he sido libre.
Tú, mi vieja dama, no tienes libertad.

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Llueve…

~ David Marín Cano ~

Llueve…
El pueblo de mis ventas está hecho
una gran masa blanca de niebla y agua.

Llueve…
Una lluvia fría
que me hace nacer el recuerdo de su blanca cara.

¿Acaso te encuentras tras el paso del agua?
¿Detrás del cielo empalidecido de ángeles meados?

¿Acaso son tus años el desvelo de mis venas por correr sobre el cielo?
O es la fantasía desgarrada de la lluvia
que hace sentirme envejecer

en cada uno de los rastros de tus días bendecidos.

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Así fue

~ Leonor Gil Ibargüen ~

No estaba escrito, lo imaginaba.
Anduvo, atrevido, en mi cabeza;
borrando, sin remordimiento,
cada hilo negro dejado por mi madre.

Ansioso y cobarde,
dibujó en sus instantes mi abatimiento.
Como la posada del menesteroso.
Se comió todo, luego con desgano,
muerto de la risa, disfrutó mi frustración.

La novela que se apagó sobre mis sienes,
cuyo título: dolor.

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Dolor de cuello

~ Eddie Vélez Benjumea ~

               hoy ha sido la noche de las cadenas,
como los muros que se yerguen
y hacen doler el cuello
de tanto mirar al infinito arriba

–y no encontrar la línea final–

por ver el ripio gris que desprende el hormigón.

tanta la penitencia del muro,
que de tan arriba alzarse
las enredaderas no alcanzan a treparse

como si del infierno
le hubieran pegado una patada
a la corteza,
y entonces crecido una costra
                              [enorme,
como un volcán,
y amplia como esa luz
que se divisa detrás de las montañas
                              [tanto ruido.

tan largo es el hastío,
que me ahoga la costumbre de andar
con el cuello encumbrado rozando las nubes.