Presentación
El tiempo y
otras despedidas
—Abril 11 de 2019—
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Cenedith Herrera Atehortúa (Medellín, 1981) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Ha sido músico, teatrero y titiritero, y ha publicado «De cuerdas, palos y tambores – Estudiantina Casa de la Cultura Caldas, Antioquia, 1996-2011» (2014), «¡Entre campesinos, obreros y emprendedores! – Hitos y huellas de la historia del desarrollo económico del Aburra Sur, 1881-1992» (coautor, 2017), «En vidrio, loza, montes, puente y río» (2006) y «El tiempo y otras despedidas» (2018), libro ganador de la Convocatoria Pública a la Creación y Circulación de la Gobernación de Antioquia. Ha recibido diversas menciones en concursos de cuento nacionales.
Presentación del autor y su
obra por Marco A. Mejía Torres.
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Las palabras tienen también sus terribles espejos donde luchan contra su propia extrañeza. No se reconocen a veces en la cosa que nombran y se revelan, quieren hablar para sí mismas. Por momentos se dejan ver como son —intratables y huidizas—, obligando a quien convive con ellas a desviarse, a jugar su juego absurdo. El pintor traza una línea, pelea con algún color y poco a poco se pierde entre líneas y colores, que por los límites del lienzo concluyen en un cuadro. Las palabras, ondulantes, planas, coloridas, terminan en eso que llaman libro: allí, junto con otras, cuentan una historia o proyectan una imagen, pero no sin experimentar la tensión que las deja solas ante sí mismas, sin respaldo en el mundo de las representaciones; solas ante el espejo de la página, donde al fin se descubren como cosas que suenan, y que por su sonido empiezan a vivir. Enigmáticas «Vocales» de Rimbaud: toda palabra sufre su alquimia.
Jonatan Echeverri
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Cenedith Herrera Atehortúa
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El tiempo y otras despedidas
—Un cuento—
Balada de la «H»
h
1. f. Octava letra del abecedario español, que en la lengua estándar actual no representa sonido alguno.RAE
La «H» es una letra que sabe a silencio pero está al comienzo de hospitalidad; está también a la puerta de entrada del horror y se hace honda y herida. Es, así mismo, la habitación en la que caben todos los hados. Huele a tiempo cuando se hace hora y a ausencia cuando se trasparenta en el hielo. Y es horca y huso, la fortuna signada en el horóscopo; se hace hartazgo en la herrumbre, hollín en el fuego sanador del holocausto; es hipócrita también, huraña y hez cuando hila halagos viles, hastíos, hipérboles, histerias.
Pero también es huella y hogar cuando no para de hurgarte las entrañas y no deja de hacerte y rehacerte; se vuelve hallazgo y se hace hecho, profunda hendidura, cicatriz.
Y es habla que mira a los ojos, habilísima en menesteres numéricos, a veces un tanto hiperestésica, no sabe de hospicios, hospitales u holgaduras; nunca heterodoxa o hipotética, siempre tiene en alta estima sus buenos hábitos, habituada como está a sus heroicas hazañas; hermana, hermosa, hilomorfa, muy honesta, nunca horizontal y bien puesta siempre en la horma de su único zapato; de un ácido humor y nunca hosca; honorable, habituada, heliotrópica, a veces como el humo; halagada siempre por su séquito de helvéticos, hipnótica, enigmática, hojeable, nunca dispuesta a la huida; húmeda, de buena hogaza, bien hilvanada, de sólido herraje y habitada.
Es la «H» el final en mi nombre, el comienzo y el intersticio en mis apellidos.
Fuente:
Herrera, Cenedith. El tiempo y otras despedidas. Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia / Editorial Manuel Arroyave, Medellín, 2018.