Conferencia

El surrealismo

La poesía, la libertad y el amor

A cien años: 1924 • 2024

—7 de noviembre de 2024—

Montaje basado en un retrato de
André Breton por Victor Brauner.

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Óscar Jairo González Hernández es profesor, ensayista, poeta y conferenciante. Estudió el pregrado en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás y el diplomado en Problemas y Perspectivas en Filosofía en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Ha sido colaborador de los periódicos «El Colombiano», «El Espectador» y «El Mundo», así como de las revistas «Universidad de Antioquia», «Universidad Eafit», «Universidad de Medellín», «Con-Textos», «El Misterio Eleusino», «Interregno», «Prometeo», «El Innombrable» y «Cantidad Hechizada», de la cual fue su fundador. Así mismo, fundó y coordinó en la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia los proyectos radiales «La mecánica celeste» y «La trompeta de Mercurio». Creó y coordinó el programa radial «Cabaret Voltaire» en la emisora Acústica de la Universidad Eafit. Coordina el programa «Los Anillos de Saturno» en la emisora Frecuencia U y coordinó (2013-2023) el taller «Los Campos Magnéticos (Observar, leer y escribir)» en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín. Es miembro de la planta de creación de la revista «Punto seguido» y asesor literario de los grupos teatrales Colectivo Teatral Matacandelas, La Hora 25, Oficina Central de los Sueños, Teatro Elemental, Teatro El Trueque, Radio Escénica de Colombia (REC) y Anamnésico Teatro. Ha publicado «Textos nadaístas» (compilación), «La ciudad soñada» (compilación de textos sobre la ciudad), «Pincel de hierba» (a la manera del haikú), «La trompeta de Mercurio» (sobre el libro y la lectura), «En causa propia: Ernesto Volkening» (compilador), «Conversación y silencio» (entrevistas), «El libro del tratado de la melancolía», «Extimidad: gravitaciones de la luz», «Isóceles: invenciones y trayectos» (entrevistas), «De signos y fotones: de las temperaturas de la luz» (compilador), «Telos: poetas y poéticas» (compilador), «Franz Kafka: de las metamorfosis» (compilador), «Gonzalo Arango: perspectivas plurales» (entrevistas), «De intersticios e intersecciones (Ars Inveniendi)» (compilador), «Incidentes y mediaciones sobre la luz mercurial» (compilador) y «En y de la masa tentacular estética: Oscar Jairo González Hernández». Es cofundador y coeditor del periódico cultural «Mecánica Celeste».

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Surréalisme n.º 1, octubre de 1924
Trioletrarebooks.com

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La rebelión y sólo la rebelión es creadora de luz, y esa luz no puede tomar más que tres caminos: la poesía, la libertad y el amor.

André Breton

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Sin embargo, el poder de sugestión de estos encuentros arbitrarios de palabras era tan sorprendente, deslumbrante, verificaba de manera tan brillante las tesis y mentalidades surrealistas, que el juego enseguida se convirtió en un sistema, en un método de investigación, en un medio de exaltación y estimulación, finalmente en una mina de hallazgos, quizá en una droga. […] Entonces fue el delirio. Durante aquella velada inventamos para nuestro propio deleite un espectáculo fantástico, con el sentimiento de recibirlo habiendo contribuido a su composición, sintiendo la alegría de ver aparecer criaturas insospechadas y que, sin embargo, eran creación nuestra.

Simone Collinet

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No sé qué hubiese sido de no haber conocido la poesía; he dedicado mi vida a la poesía. Sé que es una liberación, que gracias a ella me purifico, me evado, encuentro un yo que, estoy seguro, es sincero, natural, sin dobleces, cuando puedo, sin circunstancias atenuantes, encontrar la poesía. Esta palabra, que para algunos no es más que un pretexto de burla u ocasión para malentendidos, para mí representa un mundo a través del cual puedo comprender por qué he nacido. Una palabra, un fulgor, un sonido, bastan, no ya para hundirme, sino para alzarme en un universo que me pertenece y al cual yo pertenezco, y con el que, si se me permite expresarme así, formo cuerpo.

Philippe Soupault

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El poeta actual no tiene otro recurso que ser revolucionario o no ser poeta, pues debe lanzarse de continuo a lo desconocido; el paso que dio el día antes no le dispensa del paso que dará mañana, puesto que todo está por comenzar a diario, y lo que ha adquirido a la hora del sueño cae hecho polvo con su sueño. Para no él no existe ninguna imposición de padre de familia, sino el riesgo y la aventura indefinidamente renovadas. Sólo a este precio puede llamarse poeta y pretender tomar legítima posición en la extrema vanguardia del movimiento cultural, allí donde no tiene que recibir alabanzas ni laureles, sino golpear con todas sus fuerzas para derribar las barreras que nacen sin cesar del hábito y la rutina.

Benjamin Péret

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Óscar Jairo González Hernández
Foto © Ángela Ospina C.

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A cien años del surrealismo

Entrevista a Óscar Jairo González H.

Por Floriano Martins

¿Cómo piensas en surrealismo respecto a tu misma producción poética?

Mis libros: Pincel de Hierba, La Trompeta de Mercurio y Libro del tratado de la melancolía, están mediados, poseídos e intervenidos por mi surrealismo. O sea, por lo que el surrealismo ha sido en mí. Por los indicios del surrealismo. Por sus indicaciones. Por sus incidentes, en todos sus vacíos e intersticios como en su forma total. Por su temperatura de una técnica basada en lo intuitivo sentido. Y realizados en mí: uno al mediodía y el otro a la medianoche. No más. Nada más, y cuando huyo la visión de mí, los libros estaban allí, donde yo ya no era nada, la nada turbulenta.

Total quiere decir aquí, lo que se hace desde una intención que se inclina ante la dimensión de lo maravilloso. Nunca desde la ortodoxia misma del surrealismo, también interesándome por ella. No dudo de ella, de su alcance y de su proyección en el movimiento surrealista. No es en la que se mueven tensionadamente mis hilos surrealistas. Los míos: la cabellera de ónix que veo en una locomotora hacia Rumania. Y lo puedo halar a través y por medio del método que he llamado: Método de Suscitación Súbita de la Sensación (MSSS).

Tensión e intención de la inquietud surrealista, es lo que los posee. Nada me es desconocido del surrealismo, en el sentido en todo lo que allí ha sido, lo que es y lo que será me involucra en lo que hace relación a mi obsesión por el surrealismo. Aquí concebida la obsesión como una metódica. Del surrealismo me interesa todo. Y sé, me lo dice el médium, que en mis libros se halla lo maravilloso interviniéndolos poderosamente, y no sé entonces hacia dónde y cómo se proyecta, sin mí, el surrealismo. No lo necesito. En ellos sé que se involucran su inquietud turbadora, su intensidad insolente e intuición elemental hacia una transformación de lo real. Lo real maravilloso como lo real del misterio. Maravilloso y misterio se mezclan en la membrana misma de ellos. Y sin mí, porque ya no son ni mi maravilloso ni mi misterio, vaciado allí porque son lo queda del instante de la revelación o de la revelación del instante. Drama del instante zodiacal. Drama de la revelación zodiacal.

¿Existe algún conflicto entre el modo como te sientes surrealista hoy y su inspiración inicial?

Considero que el surrealismo es dominado por la contradicción, por la condición crítica, por la observación escandalosa de uno mismo. Y por lo mismo entonces no es un obstáculo para mí observarlo desde esas contradicciones. La contradicción es necesaria sobre todo cuando es sobre el yo mismo que se realiza esa prueba de mayor insolencia. O sea, que yo me siento surrealista desde allí, desde la contradicción misma y no de la obtusa coherencia surrealista. Y surrealista desde los sentidos. De lo que siento y de lo que provoco sentir. Provocación entonces dialéctica de los sentidos y del sentir surrealista. Y en los momentos en que el inconsciente o la intuición extremadamente tensionada, me hacen serlo o inserlo. Nunca de un solo surrealismo. Movimiento indecible realizo entre el simbolismo y el ocultismo en el surrealismo. Medición de lo que se resuelve en lo irresoluble.

O de una sola manera de sentirse surrealista. Yo puedo serlo de muchas maneras. Mi naturaleza surrealista no está contenida en un solo surrealismo. Y sí, en realidad, como lo he sostenido en mí en todo momento de mi trayecto por el surrealismo, en cada surrealista hay un surrealismo. Y lo decide en él o ella, en la medida en que desee sí, indicar cuál es ese «su» surrealismo. Diré que el mío, es el de la contradicción esencialmente crítica. Crítica realizada desde el inconsciente surreal. O desde mi dadaísmo. O desde mi taoísmo. O desde mi insistencialismo incoherente. Ironizamos. Mi tentativa ha sido la de mantenerme al hilo insostenible e irresistible de lo uno en lo otro. De lo inabarcable para mí de una sinarquía. Y como lo mío, se realiza desde lo irrealizable mismo, entonces no se da contradicción nunca, porque es el médium quien nombra.

Cuando no es, entonces lo que se realiza es la onanística tarea del yo. Y que en realidad, no es ni será nunca la mía. Mi método aquí obedece a tensiones estéticas en las que tormentosamente se hace excavación inexorable sobre quien no sé es o no se será nunca. Me es inabarcable e inasible.

Nadie sabe qué siente. Nunca se sabe qué sentimos, porque queremos siempre transmitir lo que sentimos. Morimos para sentir. Pero la muerte tampoco tiene sentido en la vida real. Creemos que sentimos pero no sentimos porque no tenemos conocimiento de los sentidos. Deseamos sin sentir. Morimos al sentir. El sentir es un éxtasis, un clímax del instante. Cuando decimos que siento, quizá no sentimos lo que estamos sintiendo. La sensación del sentir es momentánea. Las sensaciones nos muestran la evidencia del sentido. La historia del conocimiento se incrusta en la racionalidad. La historia del sentir en la de lo instintivo. La muerte del sentido se da cuando no tenemos conciencia de lo que sentimos. Tener conciencia de lo que sentimos es tener realidad. Tener realidad es tener dimensión estética del sentido. Muere el sentido cuando este no nos indica hacia dónde tiende nuestra vida. La vida se vive sin la tensión de la sensación, por lo cual la vida es inundada por la condición del fastidio. Y nos fastidiamos de la vida porque ella no tiene conciencia del paroxismo del sentido. Y el paroxismo nos hace evidente la necesidad de sentido. No tiene economía el sentido. No observa las condiciones del interés sino de la intensidad. Necesidad de la intensidad paroxística para que no muera el sentido.

¿Cómo es tu relación con otros poetas surrealistas?

Es necesario decirlo, desde el principio mismo de mis principios estéticos: yo soy más dado a construir ilaciones que a tener relaciones. Odio los relacionismos. Y los odio porque no me causan una sola perturbación, porque no causa en mí el exceso de la inquietud que necesito para mi rebelión estética. Por entonces, a decir verdad, me inclino más a tratar con los muertos que con los que no lo están o dicen y tienen las pruebas de no estarlo. Y me resulta insultante tratar con ellos en la medida en que en todo momento se están formando, haciendo, proponiendo, exhibiendo. E incrementando su poder, incrementando obsesivamente su historia, su realidad. No sé por qué lo hacen. No sé nunca a qué se debe su interés. No me ha sido dado saberlo.

Tienen que hacer cosas en todo momento para probarlo. Y en cambio, los muertos no. Tienen toda la esencia de lo contrario. Del contrario. De la causa contraria. Es extraordinario.

Mi trato pues con surrealistas, o no surrealistas, es dado por mi temperamento. Por su eclosión. Cuando mi temperamento es surrealista, trato con ellos, con los que me transmiten, porque se trata el trato de una transmisión de lo surrealista en ellos, no del surrealismo en el que se han formado. De lo surrealista en ellos, porque eso es lo que es transmisible a mí de ellos. No la pose de surrealista para después traicionar su mismo surrealismo. Y así mismo en el surrealismo. Entonces mi trato con los muertos está dicho es la medida en que tampoco sé qué es la muerte. Dado que no sé qué es la vida. O qué es estar vivo. Y si estar vivo es hacer toda esa protuberante y preponderante exhibición, entonces desisto de serlo o estarlo. Me hundo en el mar de los sueños para mantener indestructible mi temor ante lo inasible o lo inconcebible que resuena.

No considero real la evidencia de estarlo porque me muevo o realizo tareas burdamente pedantes o humildemente humillantes para los demás. O he contratado para hacerlas. O cuando hablo a mí mismo. Yo sueño con la tumultuosidad de las tormentas. Observo tumbas en las que leo mi nombre. O busco entre los bosques de helechos a la hechicera que lleva mi máscara irascible.

Trato entonces con todos los surrealistas que son en mí, que en mí nunca cesarán de ser lo incitador. Mi método aquí: de las incitaciones. En las que combino entonces mi estética que se basa en: goce melancólico, delirio ascético e ironía exaltada. Yo trato es con las obras. Mi trato es con las obras surrealistas, de los surrealistas o de quienes así se han llamado y se llamarán en mí, entre nosotros. Con ellas y desde ellas de manera radical es con las que instalo la formación exaltada y excitada como con la turbina de un transatlántico devorante, trato. Me exonero de cualquier censura, de cualquier obtusa intolerancia.

¿Cuáles son tus restricciones al surrealismo?

Ya lo decía: me eximo de cualquier censura, de cualquier obtusa intolerancia. De cualquier exterminio. No censuro a nadie ni nada. Todo es movimiento heracliteano. Todo lo del surrealismo que me ha sido dado lo poseo. Excavo en él. Trayecto e introyecto en la surrealidad. Y me adhiero o no.

Mis adherencias tienen una condición: son en movimiento. No son extáticas, pues serían entonces las adherencias para el poder. Temo al poder de los que no lo tienen. Por eso mismo no establezco censura al surrealismo. Ni siquiera a los que las propusieron o las determinaron por una causa o sin causa. No lo sé.

Yo soy un lector turbado por una rara turbulencia del surrealismo. Lector que aún realiza su trayecto como tal, busca todavía muchas conexiones, nexos, hilos conductores que no le ha sido ni ha alcanzado a intervenir del surrealismo. Intervenirlo es lo que busco. Incidirlo es mi deseo inalienable. No cedo a ello.

En todo momento buscó esa hidroeléctrica del surrealismo. Moderna hidroeléctrica. Y también en la tradición surrealista. Por lo que es evidente, entonces, que censurar o condenar no se hallan entre mis tensiones del conocimiento. Inclusive leo más a los disidentes, a los contradictores en su rebelión inalienable.

Me interesan más quizá los disidentes del surrealismo que los surrealistas mismos o así llamados en su momento. Ya que somos resultado de una contradicción. De una dialéctica sensitiva. O iluminadora. Como me intereso por todo en el surrealismo, desde la crítica radical, puedo hacerlo con todo el surrealismo sin censor. No me censuro siquiera a mí mismo. Toda la libertad en el surrealismo. Busqué el sentido del surrealismo, pero también buscó el sinsentido (el non-sense). El surrealismo ha sido, y será, el movimiento de la modernidad, que hace eclosionar nuevas sensaciones de lo simbólico, desde lo surreal. Visión de lo surreal. Perturbadora condición de su naturaleza.

¿De qué modo es posible avaluar una actualidad del surrealismo en este comienzo de siglo?

Nunca examino las cosas de esa manera. Nunca observo la realidad de esa forma. Me observo a mí mismo como un astrónomo del ideal (Nietzsche), no como historiador de una indeterminable realidad. Y todo porque no me interesa la historia. No leo historias del surrealismo. Ni de nada. Ni la he hecho. Para mí si existe una historia del surrealismo sería la de las tormentas o de las lluvias. O del cambio del temperamento de las hélices de un hidroavión. O de las medusas barrocas. O de los hilos que dan el sentido al deseo de los iniciados en el conocimiento de lo inasible. No de la historia que indica, que establece la relación de una cosa con otra sin nunca poder determinar de qué se trata entre ellas. O como titula Péret sus relatos: Mis bellas historias se encadenan aunque no se parezcan.

En mí, el surrealismo es una masa tentacular que se mueve para que nunca sea destruida, pues quienes la hacen mover no existen todavía. Y nadie todavía sabe qué es el surrealismo. Tenemos unos indicios, evidentemente, pero nunca lo que ha sido en su totalidad, porque todavía, como ya lo he dicho, continuamos excavando en él. Excavamos en él y en nosotros. Y cada vez es nuevo lo que encontramos. Y lo que de él nos encuentra a nosotros. Es uroboros.

Fuente:

Comunicación personal.

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Breton, André. Qu’est-ce que le surréalisme? René Henriquez Editor, Bruselas, 1934. Fuente: Musee-magritte-museum.be.

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Había nacido en Tinchebray, Francia, el 18 de febrero de 1896, para gloria de la literatura.

Acaba de morir en París, el 28 de septiembre de 1966, a los setenta años, por desgracia para la literatura.

Las fechas que enmarcan su vida y su muerte terminan en días ocho, y en años seis. ¿Por qué esta útil coincidencia? No soy Dios para saber los arcanos del destino de André Breton. De él solo puedo decir que era un gran espíritu misterioso, un poeta.

Con él nos abandona uno de los poetas más lúcidos del siglo xx, de los más revolucionarios. A su genio se debe una de las aventuras más trascendentales en el campo del espíritu: el surrealismo.

En el terreno del arte y el pensamiento, equivale al descubrimiento de un nuevo mundo, del mundo deslumbrante de lo maravilloso. Abrió fronteras al conocimiento, nos abismó en los misterios del inconsciente y el sueño; nos restituyó al mundo prohibido, a la alucinación y la locura; nos participó del carácter desinteresado y espontáneo de la imaginación; liberó al arte de la tiranía estética y moral; nos dio, en suma, una formidable lección de coraje, rebeldía y dignidad intelectual.

Gonzalo Arango