Ciclo de Conferencias
El mapa de los
objetos perdidos
El útero, órgano de control
Del sujeto al objeto
—29 de marzo de 2023—
Ilustración de Anna y Elena Balbusso
para el libro The Handmaid’s Tale
de Margaret Atwood.
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Ver grabación del evento:
YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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A partir de las obras «El cuento de la criada» y «Los testamentos» de Margaret Atwood se hará un análisis con el fin de evidenciar cómo el sujeto se despersonaliza y pasa a convertirse en un objeto. En este preciso caso, el útero es el objeto que el régimen político de Gilead toma bajo su control para imponer sus ideologías patriarcales, exponiendo de esta manera la biopolítica.
El mapa de los objetos perdidos responde a una preocupación por el territorio hispanoamericano y las formas de construcción memorística en torno a elementos concretos de nuestra realidad. Por ejemplo, ¿qué nos contaría una victrola si le diésemos voz? ¿Hablaría bambuco, son cubano o quizá tango? Y ¿acaso estos lenguajes no contienen en sí una gran parte de lo que es Hispanoamérica? Al mirar una construcción cusqueña, cualquier paseante avisado notará que en la piedra comulgan la cultura inca y la española; el pasado y el presente unidos por el mestizaje en forma de muro. ¿Por qué no hablar entonces de las piedras y la historia de un pueblo? ¿Por qué no hablar de los ríos y la guerra, ya en nuestro contexto más cercano? Para establecer dichas relaciones empezaremos por caminar un sendero que nos es familiar y conocido: el de lo literario. El programa de Estudios Literarios debe cruzar a la otra orilla y explorar diferentes instancias con el fin de enriquecer su entramado discursivo y fortalecer la divulgación de los productos académicos, tanto del cuerpo docente como estudiantil.
Expositora:
Eclipse Agudelo Martínez (Medellín, 1997) es estudiante del último semestre del programa Estudios Literarios en la Universidad Pontificia Bolivariana. Cuenta también con estudios en Equidad de Género en la Universidad Nacional de Colombia y sobre Masculinidades Corresponsables en la Universidad de Antioquia. Trabaja en Amor y Arte Fundación, entidad donde coordina eventos de ciudad, exposiciones y contenido virtual, además de dirigir el club de lectura. Ha publicado cuentos y poemas con ITA Editorial y en 2022 publicó su primer libro con la Editorial Valinor, titulado Los hablares de mis cuerpos.
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Invita:
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«Nosotras somos recipientes, lo único importante es el interior de nuestros cuerpos».
«Somos matrices con patas, eso es todo: recipientes sagrados, cálices ambulantes».
Margaret Atwood
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¿Qué es la contra-sexualidad?
~ Fragmento ~
Por Paul B. Preciado
La contra-sexualidad no es la creación de una nueva naturaleza, sino más bien el fin de la Naturaleza como orden que legitima la sujeción de unos cuerpos a otros. La contra-sexualidad es, en primer lugar: un análisis crítico de la diferencia de género y de sexo, producto del contrato social heterocentrado, cuyas performatividades normativas han sido inscritas en los cuerpos como verdades biológicas (Judith Butler, 2001). En segundo lugar: la contra-sexualidad apunta a sustituir este contrato social que denominarnos Naturaleza por un contrato contra-sexual. En el marco del contrato contra-sexual, los cuerpos se reconocen a sí mismos no como hombres o mujeres, sino como cuerpos parlantes, y reconocen a los otros como cuerpos parlantes. Se reconocen a sí mismos la posibilidad de acceder a todas las prácticas significantes, así como a todas las posiciones de enunciación, en tanto sujetos, que la historia ha determinado como masculinas, femeninas o perversas. Por consiguiente, renuncian no solo a una identidad sexual cerrada y determinada naturalmente, sino también a los beneficios que podrían obtener de una naturalización de los efectos sociales, económicos y jurídicos de sus prácticas significantes.
La nueva sociedad toma el nombre de sociedad contra-sexual, al menos, por dos razones. Uno, y de manera negativa: la sociedad contra-sexual se dedica a la deconstrucción sistemática de la naturalización de las prácticas sexuales y del sistema de género. Dos, y de manera positiva: la sociedad contra-sexual proclama la equivalencia (y no la igualdad) de todos los cuerpos-sujetos sujetos parlantes que se comprometen con los términos del contrato contra-sexual dedicado a la búsqueda del placer-saber.
El nombre de contra-sexualidad proviene indirectamente de Foucault, para quien la forma más eficaz de resistencia a la producción disciplinaria de la sexualidad en nuestras sociedades liberales no es la lucha contra la prohibición (como la propuesta por los movimientos de liberación sexual anti-represivos de los años setenta), sino la contra-productividad, es decir, la producción de formas de placer-saber alternativas a la sexualidad moderna. Las prácticas contra-sexuales que van a proponerse aquí deben comprenderse como tecnologías de resistencia, dicho de otra manera, como formas de contra-disciplina sexual.
La contra-sexualidad es también una teoría del cuerpo que se sitúa fuera de las oposiciones hombre / mujer, masculino / femenino, heterosexualidad / homosexualidad. Define la sexualidad como tecnología, y considera que los diferentes elementos del sistema sexo/género denominados «hombre», «mujer», «homosexual», «heterosexual», «transexual», así como sus prácticas e identidades sexuales no son sino máquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicaciones, programas, conexiones, flujos de energía y de información, interrupciones e interruptores, llaves, leyes de circulación, fronteras, constreñimientos, diseños, lógicas, equipos, formatos, accidentes, detritos, mecanismos, usos, desvíos…
La contra-sexualidad afirma que en el principio era el dildo. El dildo antecede al pene. Es el origen del pene. La contra-sexualidad recurre a la noción de «suplemento» tal como ha sido formulada por Jacques Derrida (1967); e identifica el dildo como el suplemento que produce aquello que supuestamente debe completar.
La contra-sexualidad afirma que el deseo, la excitación sexual y el orgasmo no son sino los productos retrospectivos de cierta tecnología sexual que identifica los órganos reproductivos como órganos sexuales, en detrimento de una sexualización de la totalidad del cuerpo.
Es tiempo de dejar de estudiar y de describir el sexo como si formara parte de la historia natural de las sociedades humanas. La «historia de la humanidad» saldría beneficiada al rebautizarse como «historia de las tecnologías», siendo el sexo y el género aparatos inscritos en un sistema tecnológico complejo. Esta «historia de las tecnologías» muestra que «La Naturaleza Humana» no es sino un efecto de negociación permanente de las fronteras entre humano y animal, cuerpo y máquina (Donna Haraway, 1995), pero también entre órgano y plástico.
Fuente:
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