Conferencia
Relectura crítica de
América Latina
desde Los negroides
de Fernando González
—Abril 28 de 2011—
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Carlos Andrés Londoño Agudelo (Medellín, 1979) es magister en filosofía contemporánea de la Universidad de Antioquia. Actualmente se encuentra en la etapa final de la maestría, realizando la tesis de grado “Filosofía de lo virtual – El pensamiento en la era de la información”. Se desempeña como profesor de cátedra en filosofía y ciencias sociales en el Instituto de Filosofía de la U. de A., Politécnico Jaime Isaza Cadavid y Colegio CEDEPRO, entre otras instituciones. Sus cursos en filosofía, análisis socio-político de Colombia, historia contemporánea e historia del arte, se caracterizan por integrar diferentes tipos de documentos al análisis de las problemáticas propuestas, considerando como referentes teóricos de primera mano, además de libros y artículos de revistas, producciones cinematográficas y videos documentales. Entre sus publicaciones se cuentan “El tiempo, los signos y el poetizar” (ensayo, Revista de Filosofía Euphorion, 2005), “Paganismo y heteronimia en la obra plural de Fernando Pessoa” (conferencia, 2005), Selección de poemas (Revista Quitasol, 2005) y “La ciudad y su desaparición” (ensayo, Revista de Filosofía Euphorion, 2009). Es miembro del Grupo de Investigación Filosofía y Literatura de la Universidad de Antioquia.
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Lectura crítica de
América Latina
desde Los negroides
de Fernando González
Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España.
José Martí
Por medio de esta ponencia me propongo:
I
Mostrar que lo original de los planteamientos de Fernando González no radica precisamente en los conceptos filosóficos que propone, sino en los casos concretos, acontecimientos “actuales” y personajes locales que elige para desplegar su sentido. Y es que la distinción entre vanidad y orgullo por ejemplo, que el filósofo envigadeño expresa en un tono aparentemente tan propio en Los negroides, fue desarrollada cabalmente por Schopenhauer en su Eudemonología, de donde muy seguramente éste la tomó. Así mismo, la oposición entre el solitario y el rebaño, que sirve a nuestro filósofo para entablar su lucha contra el carácter inauténtico del instinto social, es extraída básicamente de los planteamientos de Nietzsche, en obras como Así habló Zaratustra, entre otras.
Pienso entonces que la originalidad de Fernando González consistió en aplicar los conceptos legados por los filósofos europeos al análisis del contexto sudamericano, una actitud ciertamente distinta a la de los académicos y eruditos (de ayer y de hoy), incapaces en su mayoría de aplicar los conceptos tomados en préstamo a los teóricos extranjeros para investigar acerca de su realidad particular. Este elemento dotó de un color singular a su pensamiento, haciendo que el autor se destacara como un escritor de estilo original, capaz de reflexionar sobre el mundo cotidiano y desde ahí ascender hacia los problemas metafísicos que lo obsesionaron o descender a las profundidades pasionales contra las que se levantó. González se enfrentó al pensamiento autoritario, a la filosofía de universidad, conservadora, petrificada y le opuso un pensamiento “liberal”, anarquista o izquierdista, que exalta la evolución de la conciencia humana hacia una conciencia individual universal, libre y creadora.
Sin embargo, no hay que formarse una falsa imagen de autenticidad de la filosofía de Fernando González, pues, al igual que sucedió a otros eminentes pensadores latinoamericanos, su obra partió de ideas o conceptos que ya habían sido fabricados en Europa, aunque es innegable que les otorgó una coloración singular, redimensionándolos a la luz de su propio pensamiento. Esta aclaración nos obliga a plantear de nuevo la pregunta por las condiciones de posibilidad de un pensamiento auténticamente latinoamericano.
II
Proponer una lectura crítica de la actualidad sudamericana a partir de los elementos señalados por Fernando González en Los negroides, actualizando los ejemplos ofrecidos por el autor y contrastando la realidad de los años treinta del siglo pasado (1930) con los acontecimientos que configuran la actualidad social, política y espiritual de nuestro continente. Así pues, tomaré algunos ejemplos vivientes y actuales de la vanidad latinoamericana, intentando establecer además quiénes de entre nosotros podrían encarnar actualmente lo que Fernando González llamaba la personalidad o egoencia. Tendremos muy en cuenta el papel negativo que han jugado los líderes vanidosos a lo largo de nuestra historia: “En la Grancolombia nunca ha habido un día de democracia; ni un solo día se ha gobernado por el pueblo y para el pueblo. Este ha sido conducido por vanidosos, a la europea, con métodos fines y hombres europeos”. La pregunta es: ¿Continúa siendo éste el panorama político sudamericano?
A propósito, me parece útil retomar el esquema de las etapas de la conciencia humana (en relación a la forma de propiedad socialmente establecida) ofrecido por Fernando González en el libro de publicación póstuma Nociones de izquierdismo (1936-37), para mostrar la relación directa entre el subdesarrollo material de Suramérica y una conciencia inferior que “no pasa de los calzones” (conciencia pronominal), la cual hace que nuestros pueblos “vendan las riquezas potenciales, arreglen los conflictos internacionales sin atender a la herencia moral de los descendientes, sino a la tranquilidad de los gobernantes y al bienestar económico del presente”. Esta distinción se puede aplicar muy bien a la situación actual de un país como Colombia, en el que la mayor parte de las personas gravitan entre la conciencia visceral y la pronominal (mío, tuyo), haciendo que se encuentre muy lejos de nosotros el verdadero desarrollo social, que implica el ascenso de los individuos hacia una conciencia universal. Colombia, pensaba González: “pasa por el período de la conciencia pronominal, de lo mío y lo tuyo, en que el hombre se siente enemigo del hombre, enemigo de los bienes del prójimo, en que no se ama al niño sino al hijo, al hombre sino al pariente”.
Por otra parte, es importante revisar el papel que han jugado los Estados Unidos en la configuración geo-política del hemisferio. Fernando González tenía al respecto una posición que considero sumamente discutible: “Pero hay que amar al yanqui. Sin él, no tendríamos la posibilidad de llamarnos libres y cultos algún día. Porque el yanqui compra a la casta vanidosa que gobierna nuestros países, y la compra porque ella se ofrece. Nos ha dejado la posibilidad de libertar al pueblo, oprimido por los vanidosos; el día en que hagamos esto, el yanqui será nuestro hermano”. ¿Tiene sentido esta afirmación a la luz de la historia reciente?
III
Señalar lo problemática que puede llegar a ser la definición de cultura ofrecida por Fernando González al principio de Los negroides. A mi modo de ver, alcanzar la plena manifestación de la personalidad, lo propio o auténtico, constituye un acto de superación de la cultura, un verdadero sobrevuelo del individuo por encima del rebaño. Pues la cultura tiene necesariamente un carácter social, y lo social pondrá siempre en juego la simulación, es decir, la máscara, el vestido, el encubrimiento (convenciones sociales). Me parece que la auto-expresión del individuo constituye más bien el resultado de un proceso de ‘desterritorialización’ de lo cultural. Cuando Fernando González afirma que la cultura “consiste en desnudarse, en abandonar lo simulado, lo ajeno, lo que nos viene de fuera, y en auto-expresarse”, me parece que está describiendo aquello que precisamente no es la cultura.
Quien vive para sí mismo, obedeciendo a su más íntima esencia, se encuentra evidentemente más allá de los límites sociales, no puede ser de ningún modo un hombre culto. Uno no desviste su alma por medio de la educación, los libros o las costumbres, por eso la definición de cultura acuñada por nuestro filósofo me parece francamente contradictoria. Como decía el poeta de la desnudez Alberto Caeiro: “¡Tristes de nosotros que llevamos el alma vestida!”. Salir de la cultura significa precisamente romper con esa condición propia del nosotros, esto es, de la sociedad, que exige la simulación, el trajearse, en palabras de Fernando González, la vanidad.
IV
Indagar, basándome en algunos datos históricos concretos, qué tan idealizada resulta la imagen de personajes como Simón Bolívar y Juan Vicente Gómez ofrecida por Fernando González. Es pertinente echar un vistazo a Bolívar como ser humano, más allá del carácter heroico que ha cobrado su figura, sobre todo a partir de los años treinta, época en la cual los partidos políticos tradicionales echaron mano de ciertos “próceres de la patria” para apadrinar mitológicamente sus ideologías. Como militante del partido liberal, Fernando González defendió a Bolívar, distanciándose de los santistas, olayistas y lopistas que reivindicaban a Santander como padre del liberalismo. Porque, según él, Bolívar era un liberal verdadero, un hombre que ponía la libertad en acción, entregándose durante años “a realizar en sí mismo al héroe”. De este modo, el filósofo de Otraparte intentaba raspar el barniz conservador con el que recubrieron la figura de Bolívar personajes como Marco Fidel Suárez o Laureano Gómez, al tiempo que oponerla a la imagen del liberal ‘leguleyo’ encarnada por Santander. No obstante, más allá del significado evidentemente político de las figuras de Bolívar y Santander, lo que hizo Fernando González fue convertir a estos dos hombres en auténticos personajes conceptuales, a través de los cuales desarrolló buena parte de su filosofía. Eso, me parece, no ha sido señalado todavía por ningún estudioso de su obra.
Pero hay que aprovechar el debate en torno a estos personajes emblemáticos para criticar a fondo el caudillismo, un fenómeno tremendamente enquistado en el acontecer político latinoamericano, que ha constituido sin duda un serio obstáculo para la consolidación de una democracia verdadera en nuestro continente, como si la transformación social dependiera de un solo hombre. Sin embargo, existe una relación coherente entre la teoría de la egoencia de Fernando González y su exaltación de personalidades influyentes como las de Bolívar o Vicente Gómez. Pues los individuos, al auto-expresarse, influencian al resto de los hombres con su ejemplo y hacen avanzar la historia. Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones sociales actuales, nos vemos obligados a ir más allá de esta teoría, es decir, a ser mucho más radicales en nuestro liberalismo anarquista, desconfiando de los caudillos y replanteando el mito de los padres fundadores. Hay que preguntar entonces: ¿Por qué sigue siendo vigente la figura de Bolívar aún después de su desmitificación? ¿Necesitamos todavía héroes y caudillos que nos enseñen el camino para alcanzar la libertad?
V
Examinar el fenómeno del mestizaje propio de nuestra América, a través de Los negroides. En esta obra se percibe inmediatamente el auge del ‘biologismo’ europeo del período de entreguerras, que en el caso particular de Fernando González inspira apreciaciones bastante sugerentes sobre la constitución racial de Suramérica y su influencia directa en el destino de nuestras naciones. Éste consideraba por ejemplo que la mezcla de razas era un factor determinante en el subdesarrollo de Latinoamérica, pero que, a futuro, constituiría un elemento bastante prometedor. Estas apreciaciones, sin embargo, se deben revisar concienzudamente, plantearnos por ejemplo la vigencia de la ‘raza’ (en este caso la ‘raza suramericana’), un término muy utilizado en la época en que González escribió Los negroides, pero que actualmente es bastante criticado desde la biología y la antropología. Nos adentraremos pues en la mezcla cultural y racial de nuestro continente para sopesar, con Fernando González, las ventajas y desventajas de constituir un continente multicolor.
Fuente:
Comunicación personal.