Presentación

Antología

Jaime Siles
(1969 • 2022)

—26 de octubre de 2023—

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Jaime Siles (Valencia, 1951) es doctor en Filología Clásica de la Universidad de Salamanca. Becado por la Fundación Juan March, amplió estudios en la Universidad de Tübingen y fue investigador contratado de la de Colonia. Ha sido secretario de redacción de la «Revista de Occidente», profesor en la universidades de Salamanca, Alcalá de Henares, La Laguna (Tenerife), Madison-Wisconsin, Viena, Graz, Salzburgo, Bérgamo, Berna, St. Gallen, Turín, Ginebra, l’École Normale Supérieure de Lyon, Clermont-Ferrand, Orleáns y Marne-La Vallée, director del Instituto Español de Cultura en Viena, agregado cultural en la Embajada de España en Austria, asesor de cultura en la Representación Permanente de España ante la Oficina de la Organización de las Naciones Unidas y presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. Libros suyos han obtenido, entre otros, los siguientes premios: Ocnos, de la Crítica Nacional, Loewe, Generación del 27, José Hierro, Jaime Gil de Biedma y, por el conjunto de su obra, el Teresa de Ávila, el Premio Bienal de las Letras Valencianas, el Premio Andrés Bello y el Premio Unesco España. Actualmente es catedrático emérito de Filología Latina en la Universidad de Valencia.

El proyecto editorial de libros digitales Alfabeto del mundo es impulsado por los sellos editoriales independientes Ediciones de la Línea Imaginaria de Quito, Ecuador, y el Centro Editorial La Castalia de Mérida, Venezuela.

Presentación del autor y su
obra por Edwin Madrid
y José Gregorio Vásquez.

Jaimesiles.com

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La obra de Jaime Siles que presentamos bajo el portento de esta Antología que reúne sus libros desde el año 1969, hasta los publicados en 2022, nos permite abrazar una profunda tarea que sigue impulsándonos a la cercanía de la tradición clásica, pero también a una muy especial que nos revela a un poeta que protege y nos protege intactos en el poema: sólo es la suntuosidad del verbo en el tiempo y su infinito don de transparencia. Él ha sabido resguardar de igual forma en la escritura, en la música toda del poema, en el viaje por el antiguo destello que la palabra poética de otro tiempo le depara, aquello que sigue siendo sagrado en la palabra y que, aún hoy día, sigue despertando el aire todo de un fuego que aún hiere su más íntimo e inseparable deseo en el poema, ese que le otorga un brillo intacto a la palabra que trae su tiempo más velado e inconmensurable a la Poesía.

Deslumbrados por esta furia de celebraciones, por el tránsito por estas pequeñas y grandes aventuras, o por el encuentro con impulsos que se advienen en la palabra de cada instante, los poemas de Siles, que hoy nos acompañan, nos siguen habitando bajo muchos nombres, intermitentes ciudades de la memoria, magias recónditas en las sílabas de otros amaneceres, secretos, enamoramientos, pasiones todas que nos acercan al poema y a la vida misma del poeta, esa que hoy nos ofrenda en cada línea, en cada tiempo con sus libros, en cada momento con su incansable afán de seguir hilvanando el verbo de cada poema para volverlo aún más cercano y majestuoso. Es ese el habitar cercano que nos da con esos días de ayer y hoy, es ese el habitar que nos permite atrapar algo de ese impulso que desborda el poema y su luminosidad.

El oscuro silencio tallado sobre el tacto
golpea sin tocar la luz de esta materia,
de esta altura perdida persiguiendo
la eternidad donada a sus figuras.

Siles nos ha sabido encontrar, desde su profunda palabra, desde el delicado instante de cada sílaba, desde la musicalidad que guarda en sus líneas y en sus años, con el poema capaz de reconocer aquello que sigue estando entre nosotros sin que el tiempo haya causado en ellos un pliegue de distancia u olvido.

Su camino, su trasiego, su espléndido tránsito por la docencia, desde su mundo enriquecido por esos otros conocimientos profundos del estudio, o su paso por los distintos cargos culturales, académicos…, o su legado todo de esos otros trabajos tan meritorios y especiales en el ámbito de la Poesía, se ven reflejados en este viaje que nos entrega desde su anhelo poético para hacer así más profunda su labor en la palabra: la misma que nos enseña, en uno u otro camino, a mirar por dentro de la poesía, a vigilar por dentro de la música del poema o a respirar intactos el aire todo de las tradiciones y sus alegrías o sus penas, o los esplendores que hoy aún están entre nosotros.

Los Editores

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Jaime Siles - Foto © José Aleixandre

Jaime Siles
Foto © José Aleixandre

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Tres poemas
de Jaime Siles

Música extremada

A Pablo García-Baena

La luz fundamenta el aire,
leve lámina exterior
que en sus columnas sostiene,
sonido sólo, su son.

Nunca silencio: sonido,
suma de sones que son
la cantidad encantada
de las veces de su voz.

Suma de sones que suenan
en un vez y una voz,
columnas que no sostiene
sino sólo, sí, su son.

(Columnae, 1987)

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Unívoca gramática celeste

Unívoca gramática celeste,
diluida, dispersa, derramada
en la redonda luz acidulada
del Norte y Sur, del Este y del Oeste,

estás allí y estás también en este
cielo de zinc sonoro tatuada
y entre la nieve de la voz nimbada
pones color de cal de aquél en éste.

Universal, unísona, hertziana
onda de sal disuelta en la mañana
de azul arquitectura de mi ayer.

Equinoccial, eléctrica, lejana
tu memoria marina en la mesana
ondea fondeada al sur del ser.

(Poemas al revés, 1987)

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Paisaje acústico

Dios lee cada mañana el listín telefónico
y apunta los nombres y los números
de aquellos de nosotros
a los que, a lo largo del día, llamará.
A veces se le olvida comprobar los prefijos,
o el teléfono está comunicando
o no hay nadie en la casa
y deja su mensaje en el contestador.
Dios nos habla siempre por teléfono
pero nadie reconoce su voz,
nadie la ha oído, nadie
sabe por qué, ni cuándo, ni cómo le llamó.
Nadie lo sabe. Por eso
todos estamos pendientes del teléfono.
Por eso
todos sabemos que al otro lado del teléfono
estamos también nosotros mismos,
bajo forma de prójimo
y lo oímos llegar hasta nosotros,
bajo forma de Dios.
Cuando nada se oye
Dios es lo que hay al otro lado del teléfono.
Cuando nada se escucha, eso
que se escucha es —y es sólo—
el sonido de Dios
cuando nos llama, sin que nosotros lo sepamos,
por teléfono.

(Pasos en la nieve, 2004)