Presentación
A la sombra del hijo
Secuela de «El ojo de la luna»
—16 de junio de 2022—
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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte
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Ivan Obolensky (Estados Unidos) creció en medio de la alta sociedad internacional, oyendo hablar de sus aristocráticos y legendarios antepasados rusos. Estas historias de intriga y aventura, que hoy son la inspiración para su escritura, despertaron su imaginación desde muy temprana edad. En su juventud adelantó estudios en el Lancing College de Sussex, Inglaterra, y en la Universidad de Boston. Actualmente es el vicepresidente de Dynamic Doingness, empresa fundada por su esposa Mary Jo Smith-Obolensky (ver «La sillita del maestro»), quien en 2011 lo animó a compartir sus experiencias y conocimientos por medio de artículos sobre actualidad, ciencias sociales y finanzas. Un año más tarde ingresó al Grupo de Escritores de Long Ridge y comenzó a escribir ficción bajo la tutela de Tom Hyman, su actual editor. Otras de sus aficiones son la fotografía y la música.
«A la sombra del hijo», su segunda novela, es la secuela de «El ojo de la luna» (Eye of the Moon), publicada por Smith-Obolensky Media. En palabras del autor: «Han pasado tres años desde la publicación de “Eye of the Moon” (El ojo de la luna). La segunda parte de la historia es “Shadow of the Son” (A la sombra del hijo). Aunque la segunda novela puede leerse por sí sola, la experiencia de su lectura mejora si “Eye of the Moon” está fresca en la mente, pues se pueden apreciar mejor los diversos matices que se extienden y tejen a través de la historia general. Depende de ti, lector, por supuesto, pero esa es mi recomendación. Una vez más, quiero reiterar que se trata de una obra de ficción. Los personajes, sus historias y diálogos son producto de mi imaginación. Espero que disfruten, gracias por leer».
Presentación del autor y su
obra por Pedro Arturo Estrada.
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A la sombra del hijo, con su mezcla de misterio, romance, intriga y unas secretas historias de familia, esos pequeños y grandes juegos de poder que son reveladores, alumbrará los días y las noches de sus lectores convirtiéndose, sin lugar a duda, en una de las mejores lecturas del año.
María Cristina Restrepo
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En este segundo tomo de la historia, A la sombra del hijo, nos encontramos otra vez con los personajes ya conocidos y hasta con los mismos escenarios, la misma casa, pero en circunstancias aún más dramáticas, si se quiere, a las que se suman elementos desencadenantes, decisivos. Rhinebeck es la metáfora de un mundo al límite, entre la tradición, el arte, el refinamiento, el lujo, y la decadencia que se cierne como una amenaza, el declive de unos valores, una concepción particular de la existencia frente a la trivialización de una época más ordinaria y escéptica. Sin embargo, el trasfondo de la obra nos vincula con una noción mucho más inquietante que lo meramente anecdótico. Lo que se revela en ella es la índole, el carácter, la naturaleza ambigua de unos personajes que ciertamente, al reunirse en ese espacio de intimidad y elegancia, se trenzan en una suerte de confrontación no solo de intereses sino de sentimientos encontrados, de emociones extremas que al final dejan al descubierto algo siniestro o una oscura verdad. Pero es justamente ese ingrediente lo que le da a esta novela una fuerza, una atmósfera fascinante que todo lector agradece y aprecia al final.
Pedro Arturo Estrada
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Ivan Obolensky
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A la sombra del hijo
~ Fragmento ~
Desde mi primera visita, la casa había proyectado un aura de misterio y una inquietante sensación de vigilancia. Corrientes profundas se movían bajo la superficie. Recordé el exterior gris oscuro de Rhinebeck asomando entre la niebla en una tarde amenazante de diciembre, justo antes de Navidad.
Johnny me había hablado de los numerosos escondites secretos de la finca, pero más que nada quería presentarme a Alice, su tía favorita. No solo tenía una extraña habilidad para frustrar las travesuras —me contó—, sino una alarmante clarividencia, que resultaba curiosamente reconfortante. En ese momento Johnny no podía articular esos sentimientos, pero sí advertirme que debía cuidar mis pensamientos, ya que podía apostar cualquier cosa a que su tía podía leer la mente, incluso la mía. Consideré las implicaciones y me sentí un poco intimidado desde el principio.
Si podía leer mi mente, sabría lo vacilante que era mi existencia y cómo anhelaba tener un sentido de pertenencia. También percibiría la soledad y la oscuridad dentro de mi alma, y eso era más de lo que estaba dispuesto a transmitirle a alguien. Esto me llenaba de inquietud mientras sufría el largo trayecto que me llevaba hacia ella.
Habíamos bajado por la pendiente hasta la glorieta que marcaba la entrada. Vi cómo se abría la puerta principal y salía una mujer alta, de cabello negro azabache y con un vestido fino de color crema que parecía desafiar al día gris. Esperaba sola en lo alto de las escaleras. Sonrió cuando el auto se acercó, pero por un momento percibí algo más. Puede que también ella esperara nuestro encuentro con una sensación de inquietud, y me pregunté por qué. Conocía a Johnny y a Raymond, el chofer de John, de modo que la razón de esa emoción pasajera debía de ser el encuentro con la nueva niñera o conmigo. Era inconcebible que yo pudiera suscitar tal sentimiento, pero en ese breve momento de vulnerabilidad sentí compasión por ella. Vi que esta mujer, aunque era adulta, estaba tan sola y temerosa como yo.
Mientras rodeábamos el camino de entrada hacia la puerta principal, vi salir a un hombre con un chaqué. Él le cubrió los hombros con un chal color índigo y luego se hizo a un lado. El auto se detuvo, pero Johnny no esperó a que Raymond abriera la puerta. La abrió él mismo mientras la niñera protestaba, y me arrastró con el entusiasmo que le produjo ser el primero en presentarme a su tía.
Johnny saltó los escalones conmigo y anunció: «Este es Percy. Se queda con nosotros». La señora sonrió y se inclinó ligeramente hacia mí mientras me tendía la mano. Inmerso todavía en ese momento de conexión, me acerqué y abracé su cintura. Ella se rio y dijo:
—Vaya, hombrecito. Aquí hacemos las cosas de forma un poco diferente, pero te lo agradezco igualmente. Soy Alice.
Retrocedí un poco nervioso, pero cuando miré sus ojos oscuros, brillaban con un placer que parecía enfocarse solo en mí.
—Me llamo Percy —dije.
—Sí, así es. Y este es Stanley —dijo volviéndose hacia el hombre del traje oscuro que estaba a su lado. Algo cruzó entre ellos y luego él me miró. Le tendí mi mano, pero no la tomó. La dejé caer a un lado. Me examinó con unos ojos azules brillantes que podrían esconder cualquier emoción o ninguna. No habló, solo asintió. Y de ese modo Stanley, unos segundos después que Alice, entró en mi vida como yo había entrado en la suya.
Fuente:
Obolensky, Ivan. A la sombra del hijo. Smith-Obolensky Media, Montevideo, 2022.
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