La travesía
del emperador
Dirigida por Luc Jacquet
Francia, 2005 – 85 minutos
Sucede cada año, a 40 grados bajo cero, en los paisajes impenetrables de la región antártica. Cientos de miles de pingüinos emperador (los únicos capaces de aguantar 22 minutos bajo el agua, de nadar a 565 metros de profundidad y de reproducirse en el frío más inclemente del planeta) viajan al lugar en donde nacieron con el propósito de encontrar una pareja. Marchan a siete kilómetros por hora como soldados de película. Soportan los ataques de las aves carnívoras, los asaltos de las focas leopardo y los embates de un viento helado que alcanza velocidades inverosímiles. Pero llegan, finalmente, al sitio que buscaban. Y entonces comienza la seducción. Llega el matrimonio. La hembra le pasa al macho el huevo que ha puesto para que sea él quien se encargue de la incubación. Y así comienza una aventura —tan bien contada por este documental sorprendente— que nos llevará de vuelta a la idea de que la vida tiene mucho de milagro. La travesía del emperador es, después de Fahrenheit 9/11, el documental más taquillero de la historia del cine: sólo en Estados Unidos ha recaudado 78 millones de dólares. Detrás de su éxito se encuentran, por supuesto, la monumentalidad de la narración, la paciencia de sus cámaras y la belleza de todas sus imágenes. Pero también un público que se ha empeñado en verlo como un canto a la unidad de la familia. Nada dice esto, sin embargo, sobre su calidad. Su calidad resiste las interpretaciones forzadas. Su calidad es a prueba de sectas. —Ricardo Silva Romero
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