El sol del membrillo
Dirigida por Víctor Erice
España, 1992 – 139 minutos
Durante la época de maduración de sus frutos, un artista intenta pintar un árbol —un membrillero— que hace tiempo plantó en el jardín de la casa que ahora le sirve de estudio. A lo largo de su vida, casi como una necesidad, el pintor ha trabajado sobre el mismo tema en muchas ocasiones. Cada año, con la llegada del otoño, esa necesidad se renueva. Lo que el artista no ha hecho nunca en su pintura del árbol es incluir entre sus hojas los rayos del sol. Desde el estilo que le es propio —un estilo que parte de la exactitud—, esa tentativa posee una gran dificultad, y se revela, según las circunstancias, casi como una imposibilidad. En esta ocasión decide afrontarla. Pero lo hace como es habitual en él, con una tensión razonable, sin perseguir siquiera el acabado del cuadro, sin otro afán que permanecer unas semanas junto al frágil y generoso árbol. La película da cuenta de esta experiencia y, a la vez, de todo aquello (el paso de los días, la rutina cotidiana de personas y cosas…) que gravitan sobre esa casa y ese jardín. Un espacio y un tiempo —otoño de 1990— en los que el artista trabaja y los frutos del árbol llegan al momento de su máximo esplendor. Cuando el invierno anuncia su llegada, los membrillos maduros, al caer de las ramas, ponen punto final a la labor artística, iniciando en tierra el proceso de su descomposición. Es entonces cuando en la noche el pintor nos cuenta un sueño.
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