Koyaanisqatsi
Dirigida por Godfrey Reggio
EE. UU., 1982 – 87 minutos
Excavar riquezas de la Tierra es cortejar al desastre. Al acercarse el día de la Purificación, se tejerán telas de araña de un extremo al otro del cielo. Podría ser que algún día sea arrojado del cielo un receptáculo de cenizas que queme la tierra y evapore los océanos.
Godfrey Reggio inició un estilo singular en la realización del cine documental a comienzos de la década de 1980. Ya no el documental informativo sostenido en entrevistas o en la voz en off de un locutor, pues Koyaanisqatsi posee una particularidad: carece completamente de palabras. Quizás esto se relacione con el hecho de que su director vivió 14 años en silencio y plegaria cuando estudiaba para ser monje. Pero la ausencia de las palabras no limita su arte. La película prescinde totalmente de ellas y se despliega como una selección aguda de imágenes, fotografiadas por el ojo sensible de Ron Fricke, que también junto a Alton Walpole realiza una edición precisa y compuesta al son de la música minimalista de Philip Glass. Todos estos elementos producen una alquimia que embarca al observador en un viaje hacia la locura del mundo contemporáneo y hacia su propio mundo interior. El espectador presenciará una multitud de vertiginosas imágenes, un torrente visual que expresa la oposición entre el arcaico mundo natural y el perturbador vértigo de la vida moderna. El título es una palabra hopi que en una de sus acepciones significa “vida fuera de equilibrio”, pero también “vida loca”, “vida en turbulencia”, “vida que lleva a la desintegración”, o un “estado de vida que clama por otro modo de vivir”. Significados todos que se ajustan a una descripción perfecta del mundo moderno. Koyaanisqatsi es el primer filme de la trilogía Qatsi.
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