Harry Potter
Y el prisionero
de Azkabán
Dirigida por Alfonso Cuarón
Reino Unido, 2004 – 142 minutos
Por la cicatriz que lleva en la frente, sabemos que Harry Potter no es un niño como los demás, sino el héroe que venció a Lord Voldemort, el mago más temible y maligno de todos los tiempos, culpable de la muerte de los padres de Harry. Desde entonces, Harry no tiene más remedio que vivir con sus pesados tíos y su insoportable primo Dudley, todos ellos muggles, o sea, personas no magas, que desprecian a su sobrino debido a sus poderes. Igual que en las dos primeras partes de la serie —“La piedra filosofal” y “La cámara secreta”— Harry aguarda con impaciencia el inicio del tercer curso en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Tras haber cumplido los trece años, solo y lejos de sus amigos de Hogwarts, Harry se pelea con su bigotuda tía Marge, a quien convierte en globo, y debe huir en un autobús mágico. Mientras tanto, de la prisión de Azkabán se ha escapado un terrible villano, Sirius Black, un asesino en serie con poderes mágicos que fue cómplice de Lord Voldemort y que parece dispuesto a eliminar a Harry del mapa. Y por si esto fuera poco, Harry deberá enfrentarse también a unos terribles monstruos, los dementores, seres abominables, capaces de robarles la felicidad a los magos y de borrar todo recuerdo hermoso de aquellos que osen mirarlos. Lo que ninguno de estos malvados personajes sabe es que Harry, con la ayuda de sus fieles amigos Ron y Hermione, es capaz de todo y mucho más.
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