La eternidad
y un día
Dirigida por Theo Angelopoulos
Grecia, 1998 – 127 minutos
La eternidad y un día es una película de fronteras, entre la vida y la muerte, entre el pasado y el presente. Su protagonista, Alexandros, es un escritor sexagenario que atraviesa, cabizbajo y lento, esa misma encrucijada. Lo afecta una dolencia indefinida, aunque a todas luces terminal, por la que está a punto de ingresar en una clínica de la que ya no saldrá caminando. El filme se concentra en esas últimas 24 horas de “libertad”, de despedida. Y las confronta con los recuerdos que, una y otra vez, invaden el presente de Alexandros. Así, entre las calles lluviosas de la ciudad costera de hoy y las espléndidas playas soleadas de ayer, acunado por la melancolía y la nostalgia, oscila este relato. Aunque al principio Alexandros deambula solo, no tarda en toparse con uno de esos chicos de la calle que (en Grecia como en Colombia) limpian parabrisas de automóviles en los semáforos. El niño es refugiado albano, perseguido por la policía y de algún modo un alma gemela del protagonista. La pareja por momentos marcha, imponiendo la sensación de que Alexandros encontró en el muchacho a un compañero de ruta, a ese contacto humano que tanta falta le hacía (su esposa murió y su hija no lo quiere casi nada). Es domingo y cae una lluvia oscura sobre Salónica. La película obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1998). —Cineismo.com
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