Cabeza borradora
Dirigida por David Lynch
EE. UU., 1977 – 90 minutos
La película transcurre en un mundo post-industrial, desolado y kafkiano. Henry, su protagonista —cuyos rasgos físicos coinciden en gran medida con los del propio director— es un hombre lastimero que vive acosado por la sociedad, por su novia y la entrometida familia de ella. En medio de los delirios y alucinaciones que sufre, teme que con su cabeza se fabriquen lapices para borrar, ser una “cabeza borradora”. La trama, compleja y no muy lógica, importa menos que la atmósfera de pesadilla que Lynch imprime a la cinta, moviéndose entre la realidad y la fantasía de una forma que a buen seguro hubiera agradado a Cocteau o a Buñuel. A tono con ello, y a pesar de los pocos medios de que dispuso, las imágenes poseen una cuidada plástica en blanco y negro, sugerente, extraña y surrealista, en las que se entrevé el influjo de pintores como Francis Bacon o Edward Munch. La banda de sonido, fundamental igualmente a la hora de crear atmósfera, también se halla concebida con esmero.
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