Basquiat

Dirigida por Julian Schnabel
EE. UU., 1996 – 108 minutos

Durante los años setenta Basquiat era un desconocido grafitero que volcaba sobre las paredes del Soho su carácter rebelde, insatisfecho, con una gran carga filosófica. En aquella época firmaba sus obras como SAMO, acrónimo de Same Old Shit (“la misma vieja mierda” o “la misma vieja porquería”), y empezó a captar la atención del mundo del arte. Aquel joven se convirtió casi de la noche a la mañana en una figura mundial. De pintar en la calle logró que sus exposiciones en los ochenta fuesen acontecimientos a tener en cuenta en la agenda cultural de Nueva York. Sus cuadros empezaron a ser cotizados por los grandes museos y se pagaron enormes cantidades por ellos. Un éxito para el que quizá no estuviera preparado un joven sensible y frágil como Basquiat, que se sumergió todavía más en el mundo de las drogas en el que se movía desde antes, y que le llevó a una muerte prematura en 1988, con tan sólo 27 años. El suceso ocurrió unos meses después del fallecimiento de Andy Warhol, su descubridor.

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