Celebración
Taller de Artes
de Medellín
40 años arando en el fuego
—Marzo 7 de 2017—
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Taller de Artes”
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Taller de Artes
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A 40 años de la creación del Taller de Artes de Medellín, celebraremos desde la música, la poesía, las artes plásticas y el teatro, esa mirada nueva, libre y sustancial que bajo la dirección de Samuel Vásquez sus artistas brindaron a nuestro país, al mismo tiempo que reafirmaban su obra y su compromiso intransferible con las necesidades poéticas, estéticas y vitales de un entorno y una época. Hoy, cuatro decenios después, algunos de ellos continúan “arando en el fuego”, enriqueciendo —sin duda— el panorama cultural de nuestro país…
Lectura de poemas por
Pablo Montoya,
Yenny León,
David Marín
y Lucía Estrada.
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Pablo Montoya
Pablo Montoya obtuvo la maestría y el doctorado en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de la Nueva Sorbona – París 3. Por su notable trabajo ha recibido varios premios y reconocimientos, entre los cuales se encuentran: Primer Premio del Concurso Nacional de Cuento “Germán Vargas” (1993); la beca para escritores extranjeros en 1999, otorgada por el Centro Nacional del Libro de Francia por su libro Viajeros; en 2000 el premio Autores Antioqueños por su libro Habitantes; su libro Réquiem por un fantasma fue premiado por la Alcaldía de Medellín en 2005; ganador de la beca de creación artística de la Alcaldía de Medellín en 2007 para escribir el libro El beso de la noche; en 2008 obtuvo la beca de investigación en literatura, otorgada por el Ministerio de Cultura, que le permitió escribir Novela histórica en Colombia, 1988-2008: entre la pompa y el fracaso; y en 2012 obtuvo la beca de creación literaria, en la modalidad de novela, de la Alcaldía de Medellín. En 2015 le fue otorgado el Premio Rómulo Gallegos por su novela Tríptico de la infamia, siendo el quinto colombiano en obtener dicho reconocimiento. En 2016 fue merecedor del Premio José Donoso a toda su obra, siendo el primer colombiano en recibirlo. Actualmente es profesor de literatura de la Universidad de Antioquia y docente invitado en la Universidad Eafit, donde aborda el curso de Novela Histórica de la maestría en Hermenéutica Literaria. Ha sido, igualmente, profesor invitado en las universidades de Mar del Plata y la Nueva Sorbona – París 3. Coordina un taller de ensayo literario en la Universidad de Medellín.
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Aquí la información exhaustiva, la erudición histórica confiere época y paisaje al poema, y no demanda ser el documento que demuestre nada; le otorga credibilidad a la fábula, y no presume ser el testimonio que confirme ninguna verdad histórica: su autenticidad es poética. Y su verdad es poética: “Lo está contando bien, luego es verdad”, decía Mario Palomeque en la soledad infinita de Dipurdú de los Indios, en la lluviosa selva del Chocó.
Aquí se investiga para figurar, para pintar, no para reproducir el dato escueto, la cita precisa; no se utiliza el carbono 14, se aplica el carboncillo. Aquí, el poema es puente generoso entre la memoria y la imaginación. Por el contrario la Historia, con su presunción científica y su arrogancia de juez inapelable, da relevancia a la coherencia de los sucesos, pero suprime al hombre y a sus gestos; da voz al tiempo, pero calla al individuo y suprime su ritmo; da luz a los acontecimientos de gran tamaño, pero sume en la oscuridad los deseos humanos y los felices momentos. Aquí se hace preciso recordar que la poesía es una contrahistoria que siente y que presiente, que agrega deseo a la palabra.
Mientras la Historia es el territorio de la prueba, la poesía es el país de la huella. Huella que nos permite soñar. Y sólo a un sueño debemos fidelidad.
Samuel Vásquez
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Magallanes
—Pablo Montoya—
La tierra por fin será redondeada. Lo difícil ha quedado atrás. El hambre, la sed del Pacífico, la incertidumbre en el paso donde no existe nadie. Pero la tripulación vacila combatir ahora. Les repito que en esta insignificante isla mil paganos no pueden contra una sola de nuestras armaduras. Ni siquiera el rey Manuel pudo detenerme. Ni la derrota y el olvido padecidos entre los infieles de Malaca. Ni la traición de los amotinados en la bahía de San Julián. Ni siquiera mi sórdida tendencia a desaparecer, para que hoy la rebeldía de un monarca indio venga a impedir mi propósito. Los convenzo y somos cuarenta los que bajamos en esta playa surcada de corales. Se inicia, entonces, una batalla que no tiene nada de siniestra. Una hora acaso y la insurgencia será borrada. Los indios gritan. Son bestias que corretean, acosadas. Nuestras armas empiezan a imponerse. Uno tras otro van cayendo. De pronto, siento que de cada uno que matamos surgen cinco, diez, cien, mil flechas, piedras, fango endurecido. El cansancio se cierne sobre mí como un golpe seco. Otro ramalazo de dolor se establece en una de mis piernas. La rabia me crece. Arremeto en vano. Ordeno una retirada, muchos la hacen en desorden. Pigafetta está a mi lado, y el agua es como una mancha de aceite que en vez de unirnos nos separa. Una lanza fustiga mi rostro. Hundo mi espada en el infame y algo me paraliza el brazo. Por un momento, detenida, veo una marea de miradas salvajes lanzarse sobre mí. El mar, insoportablemente azul, se me clava en todo el cuerpo. La luz del día se despedaza entre mis manos. Me tasajean la otra pierna. Me desmorono. El mundo comienza a oscurecerse, y no lo creo.
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Yenny León
Yenny León es filóloga hispanista de la Universidad de Antioquia. Ha trabajado como docente en la Red de Escritores de la misma universidad. Obtuvo el I Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín, convocado por la revista Prometeo y el Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2011, con su poemario Tríptico. También ocupó el primer puesto en el I Premio Nacional de Poesía Joven Andrés Barbosa Vivas (2011) con su poema “Mujer de agua”. En 2012 ganó la IX Beca a la Creación Artística y Cultural Ciudad de Medellín, Modalidad Poesía. En 2015 la Editorial Planeta publicó su libro Entre árboles y piedras. Varios de sus escritos han sido publicados en revistas literarias nacionales e internacionales.
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El libro de Yenny León parece afiliarse a la vieja relación hombre-tierra, en la búsqueda expresiva de ese diálogo a menudo trágico. Iniciar la búsqueda. Tener delante la naturaleza, en su doble faz de piedra y árbol. La solidez rotunda y las ligeras músicas del viento que se tornarán “este fuego entrecortado / con el que mi voz te llama”. Recalcar cómo se percibe dolor y tumbas en la pesquisa por una nueva palabra, aquella con que Yenny León funda su territorio contra la lluvia. Es un espacio calcinado donde “las flores encanecen”. Así la naturaleza aspira a consustanciarse con la humanidad de los vencidos: “Cuando los ojos sufren el hambre de quedarse ciegos”.
Juan Gustavo Cobo Borda
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Su cabello revela—Yenny León—su cabello revela ve en la ventana la ruindad se espesa |
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David Marín
David Marín realizó estudios de literatura en la Universidad de Antioquia (2008-2013). Es autor de los libros Abro la noche (Fundación Arte y Ciencia, 2011), Sórdida verba (Astrolabio Editores, 2013) y Remanencia (Corazón Negro Editores, 2014). En 2010 recibió la Beca de Creación de la Alcaldía de Medellín por su libro Abro la noche. Publicaciones suyas han aparecido en la Revista Universidad de Antioquia y El Pequeño Periódico. Escritor y profesor universitario. En 2014 el Festival Internacional de Poesía de Medellín le otorgó el Premio de poesía Joven por su libro Remanencia. Actualmente se desempeña como docente de la Red de Escritores Ciudad de Medellín.
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No es fácil ese camino sutil y delicado, sin concesiones a la gradería. No hay maromas ni trucos para sorprender al desprevenido lector. No hay conejos en el sombrero, porque no hay sombrero siquiera, y no hay monedas en la manga. Tal vez lo que me sorprende es la calma de esta escritura que parece la de un poeta viejo. Pero ya lo había dicho en alguna ocasión: todo poeta es viejo. Mozart a los catorce años era viejo. Rimbaud a los dieciséis era viejo. Cuando se habla de obra de juventud de un poeta se está desvalorizando dicha poesía, se están perdonando sus imperfecciones, es decir, su falta de poesía. El poema tiene la edad de la lengua, la edad del ser humano. ¿Qué diferencia hay entre un dios niño y un dios viejo si su luz es igual? No importa si dios existe o no: la plegaria lo crea.
Samuel Vásquez
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V
—David Marín—
Nunca es vasto el silencio. Por gracia de los árboles nunca es pleno el silencio. En la aventura de las hojas, en su excéntrica monotonía, la luz asesta otra incisión de laminillas de plata. Es un entresueño inmóvil, alborotos tenues que no arrecian, sino que justifican el vacío completo de las duraciones. Es una algarabía cercana a la sangre, que adquiere apariencia en la caída ensimismada de los párpados. Como un desfile secreto al que han sido convocados para transitar en la plena disolución, así arriban al rumor los múltiples sobresaltos de la carne. Diríase un derrumbamiento sobre el borde de la levedad, en caída vertiginosa, sobre el dorso desnudo de las criaturas que apenas se instalan en la convulsión. Tentación sonora de la luz que desciende segundo a segundo en el fondo del acoplamiento.
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Lucía Estrada
Lucía Estrada formó parte de la organización del Festival Internacional de Poesía de Medellín durante cinco años. Cofundadora de la editorial Pequeña Alejandría. Su primer poemario, Fuegos nocturnos, apareció en Medellín en 1997. A esta publicación le siguieron Noche líquida, Maiastra, Las hijas del espino, El ojo de Circe, El círculo de la memoria, La noche en el espejo, Cenizas de Pasolini y Cuaderno del ángel. Textos suyos han aparecido también en diversas antologías y publicaciones de Colombia y del exterior tales como Palabras de agua (Antología poética, Colombia, 2002), Seis voces celestes (Antología de poetas latinoamericanas, España, 2004), Punto de partida – Doce poetas colombianos (Universidad Autónoma de México, 2007), El libro de las celebraciones (Bogotá, 2007), Ellas escriben en Medellín (Antología, Secretaría de Cultura, Alcaldía de Medellín, Colombia, 2008), Posdata – Antología de poetas jóvenes colombianos (Universidad de Nueva León, México, 2009) y Párrafos de aire (Medellín, 2010). Sus poemas han sido publicados en antologías virtuales de Colombia, México, Argentina, Brasil, España y Estados Unidos y han sido parcialmente traducidos al inglés, francés, japonés, italiano y alemán. Obtuvo el Premio de Poesía Ciro Mendía en 2002. Con su libro Las hijas del espino le fue otorgado el Premio de Poesía Ciudad de Medellín en 2005. Con su poemario Cuaderno del ángel obtuvo la Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008. Ganó el Premio Ciudad de Bogotá 2009 con el libro La noche en el espejo. En 2009 fue nominada por la UNESCO al Premio Mundial de Poesía Joven (Struga). Actualmente se desempeña como Coordinadora Cultural en la Casa Museo Otraparte.
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Las hijas del espino es uno de los más bellos libros que se hayan escrito en Colombia, desde la Madre Josefa a nuestros días. Sutil, dulceamargo, reposado, evocador e inquietante. Lucía Estrada sabe, como lo sabía Alma Mahler, que es “más bella la mano / al pulsar una cuerda invisible”. Leer este libro es un adentrarse en un cortejo de mujeres a las que la autora les otorga como heráldica un arbusto sencillo, sin mucha alcurnia vegetal, un pequeño árbol trigado de espinas cuyas flores blancas aroman las distancias.
Juan Manuel Roca
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Voy por la ciudad desierta—Lucía Estrada—Voy por la ciudad desierta. |