Celebración
Taller de Artes
de Medellín
33 años arando en el fuego
—Diciembre 15 de 2008—
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El Taller de Artes de Medellín, a 33 años de su fundación, permanece vigente en la obra de muchos artistas plásticos, actores y músicos que compartieron allí sus inicios bajo la cálida y necesaria atmósfera de una formación humana y estética sin precedentes. Sea esta una oportunidad para celebrarlo y para compartir nuevamente con el público algunas de las actividades que dieron vida a este importante proyecto cultural.
Se presentará, así mismo, el segundo tomo del libro “El abrazo de la mirada” de Samuel Vásquez, poeta, dramaturgo, ensayista, músico y pintor. Fue curador de la Bienal de Arte de Medellín y Comisario de la Bienal de Pintura de Montevideo. Invitado a inaugurar el Museo de Arte Moderno de Cartagena con teatro, y el Museo de Arte Moderno de Medellín con pintura. Exposiciones en Colombia y el exterior en los años 60s y 70s.
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Escrito en el agua
Taller de Artes de Medellín
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“Es fundamental un sentido esencial de vacío para poder crear. Un vacío que es un espacio atemporal donde no cabe el espectador que siempre carga su espacio cotidiano. Ese sentido de vacío nos libera de la tentación de ahorrar y acumular que, más que un principio artístico, es un principio económico. Sólo así una obra es, a cada instante, esa especie de comienzo constante que hace la creación una auténtica práctica de libertad”, decía en 1989 para el Magazín Dominical, después de la presentación de “El Bar de la Calle Luna” en el Festival de Manizales. Y es que lo primero que todo creador crea es la nada, es decir, el espacio para la creación. Es en esa nada donde la obra vivirá. Como en la poesía, antes que el sonido hay que escuchar el silencio de las palabras: su escritura es la sombra de ese silencio.
El Taller de Artes de Medellín se fundó con el propósito de que convivieran, e interactuaran cuando fuese deseable, el teatro, la música y las artes plásticas, con la poesía.
No teníamos el menor afán por inscribirnos en las vanguardias internacionales de entonces. Explorábamos e investigábamos diariamente en laboratorios de pintura, música y danza pero no nos interesaba adherimos al Fluxus ni a la Danza-Teatro. No buscábamos sumarnos a las estéticas establecidas y reconocidas del teatro colombiano: su realismo socialista, nacionalista y brechtiano, con su actuación farsesca y sus soluciones políticas (partidistas y simplistas), nunca nos atrajeron. No adoptamos la difundida “creación colectiva” como método para la puesta en escena de nuestras obras. (Pensábamos que, salvo escasísimas excepciones, toda obra teatral, con textos pre-existentes o performados, con improvisaciones analógicas previas o con partituras de movimientos impuestas por el director, es colectiva). Opinábamos que ningún método garantiza un resultado poético: con un mismo método se pueden hacer las mejores o las peores obras.
Tampoco adoptamos la estética hiperrealista del Teatro Libre de Bogotá, que era en aquella época la “oposición estética” y política al poder omnímodo de la Corporación Colombiana de Teatro. Creíamos que el cine había liberado al teatro de ciertas formas de representación y de narración, de análoga manera a como lo había hecho la fotografía con respecto a la pintura. Pensábamos con Apollinaire que “cuando el hombre quiso imitar el andar creó la rueda, que no se asemeja a la pierna”.
¿Por qué el teatro que se hacía en Colombia era heredero directo y comprometido de la estética del realismo socialista de Bertold Brecht, y dejaba de lado el rico legado de Jarry, Artaud, Beckett, Kantor, Müller, Wilson, Grotowsky y otros?
Seguramente este fragmento de una descripción del trabajo de nuestro grupo de música publicado en un programa de mano de un concierto, tiene que ver con Kantor:
“(…) El proceso creativo de nuestro grupo de música es tomado del procedimiento utilizado durante años por algunos grupos de teatro. No se usa la partitura como un destino ineludible que el músico tiene obligatoriamente que cumplir y que tiraniza su expresión. Nuestra música no tiene una partitura previa, y ésta nacerá de los diamantes de la inspiración que estallan en los ensayos, como estrellas que caen en un campo cultivado. En vez de la rígida memoria estática de la partitura, nos movemos en una atmósfera de memoria y esto conlleva un alto sentido de presente. Primero se explora la música, se descubren sus posibilidades tímbricas y rítmicas, se intuyen sus necesidades de silencio, se juega con sus posibilidades humorísticas, etcétera, y todos estos encuentros, más tarde, se consignan en la partitura afinando los dúos, tríos o cuartetos instrumentales dentro del ámbito armónico elegido. Hay partitura, sí, pero partitura con vacíos. Partitura hecha para ser transgredida. La partitura es la cuerda floja que sostiene al músico, pero éste siempre tiene la posibilidad de saltar con alegría al vacío. Sólo lo podrá salvar la red armónica y rítmica del grupo. El instrumento musical es, así, una máquina de libertad” (…).
Era una aventura que pedía aquel presente. Que deseaba vivir ese presente. Ya sabemos que el presente es el único tiempo capaz de desear.
Y en las aventuras uno crea, no por la novedad de lo creado, sino para realizar un deseo, para satisfacer una necesidad. Y en las aventuras uno inventa, no por un prurito ingenioso, sino para mantener viva la aventura, para no naufragar.
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“El abrazo de la mirada”
Segundo tomo
“Mientras la mentada universidad apelmaza el idioma —y los medios de comunicación lo envilecen— su libertad y su fuerza se refugian en la poesía y en el ensayo literario. Como en el reciente libro de Samuel Vásquez, El abrazo de la mirada: crónica, entrevista, crítica de arte… ensayo. El rigor no tiene por qué ser antiestético, tieso, estéril, sino que puede ser también dúctil, hermoso, humano y fecundo”.
Santiago Mutis