Boletín n.º 213
24 de septiembre de 2024

Eladio Cañas Restrepo

Homenaje en el vigésimo
aniversario de su muerte

~ 2004 • 2024 ~

Isabel Cristina López Muñoz

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Jueves 26 de septiembre

~ Casa Museo Otraparte ~

Hora: 7:00 p.m.

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Ver transmisión en vivo:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Eladio Cañas Restrepo (1970-2004) fue el séptimo de una familia de ocho hermanos y el creador y único integrante de Cine Andariego, iniciativa cultural que lo llevó a proyectar en espacios como El Ágora, Stultifera Navis («La Nave de los Locos»), El Callejón, Luna Tucumana, Teatro Lido, Universidad Nacional, Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia y la Casa Museo Otraparte, entre otros, además de barrios, parques y cantinas. Luego de desertar de sus estudios universitarios, que no lograron convertirlo ni en ingeniero mecánico ni en comunicador social, entró a un taller de apreciación cinematográfica de la Corporación Región, dirigido por el cineasta y guionista chileno Dunav Kuzmanich, y allí tomó la decisión definitiva de dedicarle su vida al cine. Participó en la creación de la Corporación Primera Mirada, institución con la cual produjo el argumental «Cara y crisis», además de incursionar en otros proyectos como coguionista, camarógrafo y hasta extra en un cortometraje, pero luego decidió enfocarse en la difusión, y así, con auténtica vocación de servicio, se echó literalmente el cine al hombro con proyectores y cintas de 16 y 35 milímetros para materializar un noble plan de vida sin más ambición que brindar espacios para el ocio, la cultura y el conocimiento. Uno de sus sueños fue ser el proyeccionista oficial del futuro Parque Cultural Otraparte, proyecto que se hizo realidad 15 años después de la trágica madrugada del 1.º de enero de 2004, cuando la muerte lo sorprendió andareguiando por las calles del sur del valle del Aburrá.

Exposición de proyectores, proyección de «Cara y crisis» y conversación con familiares y amigos bajo la moderación de Miguel Ángel Cañas Restrepo.

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Se pierde Cine Andariego y con eso la posibilidad de ver buen cine. Una sociedad que se vaya despojando de personas como Eladio se va volviendo fría, menos humana, invivible.

Luis Miguel Rivas

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Hay seres que se pasan la vida teniendo una insaciable sed de algo. Algunos se pasan con sed de sí mismos buscándose, otros que no necesitan buscarse porque se tienen, y entonces enfocan su sed absoluta en algo específico y cada minuto lo pasan con una avidez que los posee. Eladio Cañas no tuvo que buscarse, él era, se descubrió y se mostró en su pasión, en su oficio: el cine.

Sergio Restrepo Jaramillo

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Ahora la muerte nos ha tocado más cerca. Esta semana fue asesinado nuestro amigo Eladio Cañas. Lo registramos con dolor y desconcierto. Sólo sabemos que Eladio salió a caminar por esas calles que amaba y donde presentaba cine. Porque lo conocimos bien, podemos decir que era un hombre bueno y noble. Recordamos con nostalgia el hermoso proyector que él mismo restauró y con el que iba por teatros y parques presentando su Cine Andariego.

Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia

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Eladio Cañas supo entender la misteriosa secuencia de la luz y el movimiento. Imágenes que fueron para él una certeza, un destino inaplazable, la urgencia de levantar en medio de la sombra su propio mundo a partir de incontables películas en las que su corazón acompañaba cuadro a cuadro el laberinto caleidoscópico del amor y de la muerte, de la risa y la inocencia, del miedo y de la noche, de la bondad y el espanto, de la realidad y el sueño. […] Ahora sabemos que Eladio camina como siempre al encuentro de sus amigos, y se dispone a proyectar el corto más largo de su vida: su amor por el cine, su profunda convicción de andariego, su permanencia en cada uno de nosotros.

Lucía Estrada

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Eladio, ¿cómo encontrarte?

~ Fragmento ~

En una de las tantas proyecciones programadas en las calles de Envigado, a Eladio se lo llevó una película. De pronto miramos hacia atrás y la cinta rodaba y rodaba continuamente…

José Fernando Saldarriaga

Por Miguel Ángel Cañas Restrepo

Y continúa rodando. Después de veinte años reemprendemos tu rollo, Eladio Cañas Restrepo.

Salgo a tu encuentro en la maravillosa historia de un visionario solitario que lidió en un lugar «equivocado» —paisa, traqueto y conservador—, que también te alimentó en múltiples fuentes, nutriendo tus inquietudes y tu proyecto de cine arte con criterio propio. Nos diste alas.

Este es un ejercicio de memoria común. Aquí hablamos muchos de tus admirados seguidores y de nuestra familia, en un ejercicio de intersubjetividades. Lo que no encontré, lo he hecho certezas. Cofradía de amigos. Gracias.

La historia de un mártir, no en el sentido cristiano, sino como testimonio de una vida de nobles esfuerzos y principios, que murió en su causa.

Eladio

Una vertiginosa vida de aprendizajes y acciones en tan solo 33 añitos. A los siete muere su hermano Pedro Pablo, a los 19 su padre y a los 24 Leo. Es proyeccionista del municipio de los 23 a los 26, realiza el cortometraje Cara y crisis a los 29, conoce La Nave a los 30, construye su proyector a los 31. Vivió intensamente y, como nadie, lo hizo todo en el cine: creación, producción, distribución, curaduría, transporte, proyección, disfrute, mantenimiento, reparaciones técnicas, amplificación, gestión, espectadores, conversa…

Fue el séptimo de ocho hijos de José Arcenio y María Consuelo: Miguel Ángel, Leonardo, Pedro Pablo, Gloria Patricia, Juan José, Elkin Mauricio y Cristina. En tanto fue creciendo y los hermanos mayores saliendo de casa, se fue haciendo responsable en las tareas domésticas, pendiente de qué hacía falta en la cocina, las facturas por pagar, especialista en arreglar. Apoyó a nuestra madre después de la muerte de nuestro padre, y sobre todo después del asesinato de Leo, compartiendo momentos cruciales de su vida con ella y con Cristina, sus mujeres cercanas en las buenas y en las malas. Fue a ellas a quienes más duro golpeó su ausencia sorpresiva, que se sumó a una saga de muertes absurdas que ya llegaban a tres en nuestra familia, que quedaba convulsionada y perpleja.

Se demoró mucho para hablar. Nuestra madre recuerda que «en la casa de una muchacha que me ayudaba, arreglaban el pichoncito (de paloma), me lo traían para dárselo a comer sin sal, porque no hablaba ni chicha». Él no habla, pero entiende todo muy bien, es cuestión de tiempo doña Consuelo (la amiga).

Eladio no era el más aplicado en el colegio JOMAR, pero sacó el mejor puntaje de las pruebas del icfes en 11.º y le dieron en la ceremonia de grados, justo el día en que velábamos a nuestro padre el 7 de diciembre de 1989, un pírrico reconocimiento, un libro insignificante, que rechazó indignado y públicamente.

Después de uno o dos años, empezó Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional, pero no encontró allí lo que buscaba. Tampoco llenaría sus expectativas la carrera de Comunicación Social, en la Universidad de Antioquia, porque tenía un enfoque periodístico y nada de audiovisual (Nelson Restrepo).

Una mujer en su vida fue Marta Mejía Calle. Fue su novia por años, cómplice y mucho apoyo. Cuenta nuestra madre que lo acompañó por muchos años. Con Cristina, recogía las moneditas en un sombrero después de las proyecciones en El Callejón y Luna Tucumana.

La mecánica y las máquinas estuvieron en nuestra cuna: taladro, torno, sierra, sinfín, cizalla, temple del acero, soldadura, esmeril, taladro, troqueles, palancas, piñones, cortes, lubricación, toma de medidas, alambres, conducción del carro. Por el taller de nuestro padre pasamos todos.

Físicamente tan parecido a nuestro padre, que no olvidamos la cara de asombro que ponían las tías cuando lo veían: ¡es igualito! También se parecían mucho en sus labores manuales y creativas de una época anterior, como la carpintería, la metalurgia y la mecánica, que inventaban una pieza que faltaba o la adaptaban y encontraban lo que necesitaban. Tan organizados por sus herramientas, tan metódicos y con esa creatividad para adaptar y crear artefactos con lo impensable. Así como como nuestro padre inventó las sillas de peluquería mirando las extranjeras, él armó y reparó su máquina de 35mm. Nuestro sensible padre, como a todos, lo apoyó. Lo suyo estaba en el cine.

Siempre fue un ‘casasola’, era un sentimental, pero de la misma forma, un rebelde —dice nuestro hermano Mauricio. Gonzalo Santamaría lo define como una persona activa pero silenciosa, prudente, respetuosa, curiosa. Gustavo Restrepo de Otraparte, por los días de su muerte comentó que era «… un regalo de Dios. De risa fácil, siempre con barba a media caña, de gafas y bluyines. Amable, tranquilo, controlado, buen conversador… Un bacán completo».

Su memoria prodigiosa le permitía recordar nombres, fechas, países, temas, repuestos, historias…. Ya se lo imaginan con su información y sus sueños. Sus parceros de Stultifera Navis bromeando le decían «El Radio», así le decía José a Consuelo: «Mandame otro muchacho que este Radio no me sirve».

Con un cigarrillo en la mano, un tinto, una cerveza, más allá del tiempo y el espacio.

Trajinado llegaba en la noche, descargaba, guardaba la máquina ahí en la pieza y volvía a salir. Pasaba la noche afuera y llegaba por la mañana… «Perdón, mamá; perdón, mamá», caminaba hasta su habitación, que quedaba al fondo, y se acostaba. Él mismo preparaba y rebuscaba su comida.

Un fisonomista que recordada muchas imágenes de películas y reconocía en el porte de la persona si podía confiar en ella. Al llegar a la casa una noche, advierte que dejó los papeles en el taxi. Ese señor me los trae. A los tres días aparece el señor con los papeles. Ingenuo, de buenas…, ¡se salva deba unas! Otra, llega sin papeles ni platica a la casa, llaman de un local, reclamamos los papeles y la platica por la mañana, cuando Eladio se levantó, ni cuenta se dio que los había extraviado en la noche. Buenos días.

Nos cuenta Patricia:

Eladio me parecía muy inteligente, sensible, creativo, tenaz y llamaba mucho la atención la suavidad para tratar a las personas y resolver las situaciones, muy amoroso. Su forma de apreciar y sentir tenía que ver con la serie Heidi, una de las primeras animaciones a las que tuvimos acceso en un canal nacional, con unas acuarelas y dibujos muy bellos abordados con una sensibilidad humana muy bonita, que tiene relación con Tumba de luciérnagas en sus paisajes preciosos y una forma de narrar, el cuidado de un joven a su hermanita más pequeña, las situaciones para sobrevivir después de haber perdido a su madre en plena guerra y solos, también se tienen que proteger de los bombardeos. Resulta que un día me invita a ver una película, me pareció muy especial y yo me vine desde El Retiro, era ésta. Cuando llegué me dijo, qué casualidad, ese mismo día era aniversario de la explosión de la bomba atómica. Eso da cuenta de una conexión de un mundo más grande, más atemporal, de todos los lugares que se podría llamar intuición o inspiración, eso en el arte y para la vida es bien importante, conectarse con esa red de las personas, los tiempos, los lugares. Actuar, tomar las decisiones y hacer los proyectos desde esa conexión es un don y él lo tenía.

Habría que ver la película porque al contarla se pierde la esencia. Esa delicadeza y sentimiento de los dos hermanos del uno hacia el otro, en los pequeños detalles es conmovedora. Llegan a refugiarse como en una cueva donde se podía habitar, pero era como muy aparte de la congregación humana y cuando llega la noche el muchacho recoge luciérnagas en cesticos y telitas y se las da como regalo a la hermanita, soltar esas luciérnagas, últimas indicadoras de vida, en esa cueva es una cosa hermosísima, ellos se quedan dormidos y las luciérnagas de van muriendo porque el lugar está contaminado, ellos quedan contagiados y la niña, que es más vulnerable muere. Eso es de una dimensión que no es lo más común para nosotros en occidente, la manera cómo transcurre el tiempo en situaciones de empatía, solidaridad y hermandad, en detalles como un tarrito que tiene dos o tres dulcecitos que rescataron por ahí, el cuidado de esos confiticos y cuando se acaban los dulces y el tarrito queda untado de esos dulces, el cuidado para que la niña se tome esa agüita con la mezcla de esos sabores…, eso es una cosa estremecedora.

Mi relación con él fue desde el silencio, porque nos conectábamos en la forma de percibir. Para un cumpleaños de regalo me proyectó en 16 mm, en el salón de la casa grande en El Retiro, una película sobre el origen del cine, una cosa experimental y juguetona de descubrir la construcción del movimiento de la imagen. Eso nunca se me va a olvidar porque eran cosas que me interesaban, yo hacía juguetes y esculturas con movimiento, él veía esa indagación y por eso me dio ese regalo de algo que para mí era un tesoro.

Definitivamente vivía en otra dimensión que le permitía valorar el pasado, lo artesanal, lo mecánico, de otro tiempo porque esas cosas necesitan tiempo, y a la vez lograba visualizar el futuro y a nivel tecnológico sabía cómo se iba a transformar todo lo del cine, la fotografía, el video, y también se maravillaba de esas nuevas formas de hacer todo más fácil y económico. Una vez me dijo, no se ponga a pagar por esa edición, espérese que en unos pocos años eso podrá ser gratis y cualquiera lo podrá hacer.

Alguna vez ya en los últimos días, estábamos reunidos y él andaba muy callado y me preguntó: «Patri, ¿sí será verdad que en la segunda parte de la vida uno se la pasa borrando la primera parte, negando lo que uno afirmó y luchó?». Como si en la segunda parte de la vida uno hiciera lo contrario a lo que era antes. Yo le dije, eso puede ser porque si uno está viendo un asunto como desde un punto como muy polarizado, la misma dinámica lo lleva a uno a otro punto como para tener una experiencia más completa sobre ese asunto. Como si todo eso que él era con su proyecto andariego, de pronto le tocara negarlo o hacer lo que no quería, como contratar con el municipio o hacer política.

Él era un poeta. Porque una manera puede ser pensando, reflexionando desde la palabra, otros somos los visuales que tenemos otro lenguaje, hay culturas que valoran más a uno o a otro según sus raíces. Ese silencio de Eladio es un silencio de poesía, vital, esencial. Si no tengo capacidad de silencio no se me ocurre hacer eso que cuenta la mamá, de las proyecciones con quienes eran público en los barrios llenos de chinches, no se me ocurre contar eso a los mismos protagonistas, es lo más lindo. Que sean protagonistas y público de esas imágenes es de una hermosura que da cuenta de ese silencio.

Patricia se refiere a la experiencia de un bocado poético, un evento extracotidiano, vanguardista e inédito, con el proyector, la cámara y la comunidad. Cuenta nuestra madre que «tenía que ir a esos cajones a mirar cómo era que se quitaba la luz, para después volver y ponerla. Además, mientras hacía el montaje filmaba a los del barrio, todos jugando y noveleriando alrededor, y después de la proyección se las ponía ahí en la pantalla y a los muchachos les encantaba. Cuando ya presentaba la peli, él les ponía eso y a los muchachos les daba una euforia y una risa, de no creer el verse ahí. Eso lo hacía aquí en la calle y lo hacía en Perico y por esas partes donde iba, que era cuando trabajaba con el municipio». Valoro sobremanera esta performance sublime de participación, en las márgenes. Valdría la pena analizar este happening mutlirrealista en los barrios de una ciudad en zozobra.

Descargar aquí el texo
completo en formato pdf…

Fuente:

Comunicación personal.

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