Presentación

Caramanta

—23 de mayo de 2024—

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Robinson Quintero Ossa (Caramanta, 1959) es licenciado en Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Externado de Colombia. Ha publicado obras de poesía, ensayo, entrevistas, lúdicas e investigaciones literarias. Sus libros de poemas son, entre otros: «La poesía es un viaje» (Colección de Poesía Universidad Nacional de Colombia, 2004), «Los días son dioses» (Universidad Externado de Colombia, antología, 2013), «El poeta da una vuelta a su casa» (Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2016), «Invitados del viento – Poemas reunidos» (Editorial Universidad de Antioquia, 2020), «El lápiz del poeta – Antología en prosa» (Colección de Poesía Hispanoamericana Alfabeto del Mundo, 2020), «Por la poesía» (Ulrika-Instituto Caro y Cuervo, 2021), «Diversa» (Fundación Domingo Atrasado, 2023) y «Caramanta» (Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango 2023). Sus libros de ensayo son: «Libro de los enemigos» (Beca de la Alcaldía de Medellín 2012), «El lector que releyó a Eugenio Montejo – Arte poética de la lectura» (Beca del Ministerio de Cultura) y «Confesión de un granuja – Vida y poesía de Sergéi Esenin». Sus libros de entrevistas son: «13 entrevistas a 13 poemas colombianos [y una conversación imaginaria]» (Beca del Ministerio de Cultura 2014), «El país imaginado: 37 poetas responden» y «El primer libro del poeta – Conversación con Jaime Jaramillo Escobar» (2016).

Presentación del autor y su
obra por Gustavo Adolfo Garcés.

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En Caramanta se evidencia el oficio de poeta y se refleja la casa como un lugar donde sucede la epifanía de la palabra, la casa como el gran personaje de una historia que se cuenta en fragmentos de luz y de sombra, de pérdidas y hallazgos, de asombros e incertidumbre. La cohesión, el ritmo secreto que nos ofrece el libro en cada una de sus páginas, el tono y las atmósferas, le hacen merecedor de este reconocimiento.

Jurado XII Premio Nacional
de Poesía José Manuel Arango

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Los textos de Caramanta cuentan el asombro de un niño sorprendido en el presente, no el regreso imposible en el recuerdo que se vuelve nostalgia. No buscan el recuento detallado de una experiencia sino, más bien, transmitir la impresión de esa experiencia. Con sus extrañamientos elementales, con sus entrevistos y sugestiones, expresan la curiosidad y el instinto del niño que cifra y descifra su primer entorno. O como diría el poeta griego Odysséas Elýtis, el principio de «la luz, la hora primera/ en la que los labios aún en el barro/ prueban las cosas del mundo». En Caramanta está la fábula que vivió el poeta sin saber que era la fábula, o, dicho de otra manera, la poesía que fue sin saber que era la poesía.

Robinson Quintero Ossa

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Robinson Quintero Ossa

Robinson Quintero Ossa

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Ocho poemas de
Robinson Quintero Ossa

Una mujer

Una mujer orina en un cuarto de la noche, en la llovizna que moja las ventanas, en la gotera que riega la sombra, en el agua de las tuberías y los grifos medio cerrados; orina en las charcas que abundan los canales, en las corrientes de los resumideros y los estanques que rebosan en el patio; una mujer orina en los pozos del jardín, en los chorros que filtran los zarzos, en los desagües por donde se vierte la casa: orina en el silencio, sin pausa, sin que tenga fin su surtidor.

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Conversación en el corredor

A Orlanda y Javier

Tal vez las plantas de los materos saben que el agua que las remoja viene del surtidor más limpio y, complacidas, con un ademán de las hojas, con un leve gesto de las flores, de algún ramoso modo, muestran gratitud por la diligencia que las cuida, conversan a quien atiende la sequedad de sus canteros. Y así, en la medianía mañanera, por corredores y ventanas, por rincones y barandales, charladoras, alargan la visita del habla que las riega.

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Bañista

La tía desnuda en el baño, por la puerta entreabierta, se muestra, y yo no debería permanecer ante la hendija. Pero en el chorro sus nalgas brillan en un extremo de lo blanco y, mientras las mece, ciñe el agua.

Por los corredores de la casa merodea alguien —tal vez me sorprenda—. Pero en el baño la tía se descubre para que vea cómo abunda, en la luz de la entrepierna, el vello.

De pronto me apunta con sus ojos: prueba que sigo, tras la puerta, mirando.

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Acodado

Tal vez nadie percató el color intenso en la blancura del bordado, tal vez su tono vivo pasó desapercibido por el afán y otras labores, todo hace pensar que ninguno vio en la rutina la pinta inesperada, el viso encendido en la planicie del lienzo, en la limpia llaneza del tejido, pues sigue allí en la mesa puesta, discreta, pero visible.

Hay una mancha de mora en el mantel blanco.

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Muchachas sonrojadas

Un día las muchachas no volvieron a bañarse en los estanques, no volvieron a correr casi sin prendas por los patios y los corredores soleados, no volvieron a hacer los oficios por la casa desceñidas de ropas ni a descansar en la charla de los nidos descuidadas de atuendos. Un día las muchachas de pronto crecieron y, lejos de todas las miradas, empezaron a desvestirse a solas en los cuartos, cerrando las puertas, descorriendo las cortinas, angostando las rendijas, desnudas apenas para los espejos.

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Mirador

A la anciana desnuda en el patio la bañan las hijas con aguas tibias de una ponchera grande, la bañan en el día sin sol, en la mañana que se escurre en los alambres. Los niños miramos desde un alto sobre el patio sin ver vistos, miramos sin tener mucho qué decir, miramos sin mirarnos. Alguien propone entonces que hagamos otra cosa, tal vez saltar los muros por las terrazas, tal vez jugar por los escondijos de las casas. Y todos corremos.

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Espejería

En la noche peina el espejo, le alarga los cabellos, una y otra vez le alarga los cabellos. Acodado sobre el tocador, absorto en el reflejo, el niño se pregunta cuánto tiempo más demorará alisando el pelo, cuánto tiempo más quitando por las puntas las horquillas. Sueño tiene en los párpados, sueño tiene en los ojos que no están en su rostro.

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Los viejos

Antes de que el día se angoste y no les dé paso, se levantan muy temprano a aspirar el aire más limpio del parque los viejos. Visitan la primicia más fresca de los árboles, la brisa de las primeras hojas antes de que el mundo se encorve, antes de que el día se vuelva más viejo que ellos. De pronto un ventarrón arrastra en remolino una polvareda de hojas resecas y parece que, de tan frágiles, con la hojarasca fueran arrastrados muy lejos, sin vuelta, los viejos. Pero siguen allí, conversando a solas con las palomas.

Fuente:

Quintero Ossa, Robinson. Caramanta. XII Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango, Instituto de Cultura de El Carmen de Viboral, 2024.