Grupo de Pensamiento en
Formación Médica Humanista
Cátedra de Humanismo y Civilidad

Reflexiones en
torno al sentido de la
educación universitaria
en el mundo de hoy

Invitado: Vicente Durán S. J.
—25 de septiembre de 2023—

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Vicente Durán Casas S. J. es teólogo y doctor en Filosofía de la Hochschule für Philosophie en Múnich, Alemania. Fue vicerrector de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá y actualmente es rector de la Pontificia Universidad Javeriana en Cali. Es miembro de la Sociedad Colombiana de Filosofía y de la Sociedad de Estudios Kantianos en Lengua Española – SEKLE. Ha publicado diversos artículos, capítulos de libro y traducciones, y ha sido profesor de historia de la filosofía moderna, ética, filosofía política y filosofía de la religión.

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Vicente Durán Casas S.J.

Vicente Durán Casas S. J.

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Las ciencias de la discusión

Por Vicente Durán Casas S. J.

En no pocas conversaciones con colegas universitarios procedentes de las más diversas disciplinas científicas suele aparecer y reaparecer, planteada de muchas formas, una pregunta que con renovada insistencia me ha llamado siempre la atención: ¿las discusiones científicas —supuesto que son bien llevadas— deben conducir a algún tipo de conclusión aceptada —o aceptable— por todos los que participan en ellas?

Supongamos, por ejemplo, una discusión entre matemáticos sobre algún problema nuevo o aún no resuelto. No es descabellado pensar que, de resolverse, todos estarían —o deberían estar— de acuerdo en la solución propuesta. Lo mismo podría decirse de muchas otras ciencias cuyos conocimientos aspiran a poseer significado y validez universal, como la física, la química o la biología: cualquier conocimiento nuevo en alguna de estas disciplinas debe poder ser evaluado y validado por las respectivas comunidades científicas. Se espera de ellas que zanjen, con autoridad académica, las discusiones que les son propias.

No ocurre lo mismo con las ciencias humanas y sociales. En sociología, ciencia política o antropología, sobre un mismo asunto puede haber diversos métodos de trabajo y, por tanto, también diversidad de perspectivas y puntos de vista.

Investigar, por ejemplo, acerca del significado de ciertas prácticas religiosas —o políticas— en una comunidad humana podría ser objeto de aproximaciones tan diversas o incluso contradictorias que algunos podrían concluir que ninguna de esas ciencias puede generar confianza.

Es propio de las ciencias humanas y sociales indagar por la realidad social desde los más diversos horizontes metodológicos y axiológicos. En uno de esos extremos tenemos los enfoques positivistas y su insistencia en que solo se debe confiar en datos objetivos obtenidos desde un punto de vista valorativamente neutral, y en el otro, los enfoques hermenéuticos para los cuales más allá del dato y de la precisión del concepto lo que vale es el significado para las personas desde sus propios horizontes de interpretación interesada.

Ello genera una dinámica discursiva muy interesante dentro de las ciencias humanas y sociales: comprendernos como seres humanos, sea de forma individual o social, siempre será algo dinámico y polémico.

Pero hay un tercer tipo de discusiones que no dudo en calificar de científicas, las que constituyen lo que algunos llaman las «ciencias de la discusión». Estas ciencias no buscan evacuar o finiquitar discusiones; por el contrario, buscan iniciarlas allí donde por algún motivo no se dan, provocarlas cuando parecen innecesarias y enriquecerlas cuando se limitan a alimentar clichés, prejuicios o cegueras colectivas.

El punto de partida de estas ciencias es que a toda sociedad le hace bien discutir abierta y públicamente sobre sí misma, sobre sus vulnerabilidades y sus vergüenzas, no desde la autoflagelación colectiva sino desde el legítimo interés emancipatorio del conocimiento.

Dichas ciencias, al decir del filósofo alemán Jürgen Habermas, «liberan la conciencia de poderes sedimentados ideológicamente», tienen por objeto el mundo del trabajo, el uso del lenguaje y de la comunicación, y el ejercicio del poder. Por eso generan discusiones incómodas o superfluas para algunos, pero necesarias y provechosas para todos. Son las ciencias que nos ponen a pensar desde una perspectiva más universal que la del interés propio. Y son —óigalo, Colciencias, óigalo el Gobierno, óiganlo las universidades— decisivas a la hora de tomar en serio la paz, la reconciliación y la convivencia. Sin ellas, acabaremos regresando siempre, como Sísifo, al mismo punto de partida.

Fuente:

Eltiempo.com

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El Grupo de Pensamiento en Formación Médica Humanista de la Universidad de Antioquia tiene como objetivo ayudar a la reconstrucción colectiva de la identidad del médico en la sociedad colombiana actual, particularmente del egresado de la U. de A. que incorpore en su formación los valores propuestos por la Misión de Sabios 2019, entendidos según Adela Cortina como principios que deben definir nuestras elecciones porque se convierten en la posibilidad de construir humanidad y van más allá de los aspectos cognoscitivos: solidaridad, igualdad, libertad y autonomía, pensamiento crítico, respeto activo, honestidad y transparencia, diálogo y colaboración, responsabilidad e interdisciplinariedad.

El Grupo tiene como propósito incidir en una educación médica que esté centrada en el ser humano, en la participación del paciente en sus propias decisiones de salud y en las diferentes relaciones intersubjetivas entre los estudiantes, los profesores y la sociedad con una formación humanística transversal que integre las cátedras de humanidades con el estudio de los grandes dilemas bioéticos actuales y futuros.

Nuestras actividades incluyen la realización quincenal de la Cátedra de Humanismo y Civilidad, espacio en el que se hacen debates teóricos sobre las diferentes corrientes del humanismo, la ética civil y otros temas específicos que atañen a la formación y a la práctica médica de la salud y la civilidad en el contexto colombiano.

Estamos comprometidos además con el apoyo a la Agenda de la Facultad de Medicina 21-41 de la Universidad de Antioquia, que «recoge el legado histórico y los desarrollos que la han puesto en un lugar de preminencia y que la proyecta para una época que seguramente será de alta incertidumbre, que demandará de las universidades salidas a las crisis y respuestas a las necesidades de nuestra sociedad».

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