Padre Alberto Restrepo,
un año de ausente presencia
Por Ernesto Ochoa Moreno
El lunes pasado, 20 de marzo, se conmemoró el primer aniversario de la muerte del padre Alberto Restrepo González, cuya ausente presencia sigue viva entre nosotros. Más viva e inquietadora, y, por ende, igualmente consoladora e iluminadora. Más tal vez que cuando trasegaba a paso largo, casi a zancadas, las calles del Envigado que lo vio nacer.
No se puede dejar caer en el olvido lo que fue Alberto Restrepo como sacerdote, como escritor, como profundo conocedor de la vida y obra del pensador envigadeño Fernando González Ochoa. Por eso me propongo evocar su vida, sus obras, su labor de sacerdote y maestro cuando aún está vivo su recuerdo. Sé que ofendo su bondadosa y proverbial humildad, porque nadie como él era enemigo de gloriolas y vanidades.
Alberto Restrepo González, hijo del conocido y reverenciado médico envigadeño Francisco Restrepo Molina y de doña Graciela González Ochoa, hermana del pensador antioqueño Fernando González, nació el 8 de octubre de 1939. De él escribió su hermano Daniel, también sacerdote, en 1962:
«Es el hombre más agudo, penetrante, analítico e inteligente que he conocido. Devorador de libros, profundamente ilustrado. Se ordenó de sacerdote en Manizales, el 23 de agosto de 1964, de manos de monseñor Arturo Duque Villegas. Fue párroco en San Diego, Arboleda, Montebonito, Filadelfia, Palestina y María Auxiliadora en el barrio Aranjuez de Manizales. Fue Vicario Coadjutor en Chinchiná. Ejerció su ministerio sacerdotal en Panamá, con los padres Sulpicianos, donde trabajó con excelentes resultados en el Seminario Conciliar. Magníficas fueron sus relaciones con los Sulpicianos y con el arzobispo panameño Marcos McGrath (1924-2000). Ha publicado cinco libros, originales, profundos, agudos e interesantes todos ellos: Para leer a Femando González (1997), Testigos de mi pueblo (1978, 1996), Raíces aldeanas de la corrupción (1994, 2016), Realidad latinoamericana y Escuelita (2004), selección esta última de algunas de sus columnas del mismo nombre que sostuvo por once años en el periódico El Colombiano, de Medellín. Tiene otras obras inéditas, eruditas y profundas. Lástima que no se hayan dado a la estampa. Son ellas: Los ciclos del olvido, El otro, El silencio empieza mañana, Laudes y vísperas, La cuenta del Otario, Mi dulce Monseñor, Icnocuicatl (que es Los cantos tristes), Versos (dos volúmenes), Cosmovisión I, II, y III, y varios otros sin titular aún. Cráneo poderoso, Alberto es sabio y hondo, gran filósofo y teólogo, versado en antropología, en cosmovisión, en sociología, en literatura y en todo lo que pueda llamarse “saber”. Ha sido siempre admirado y reconocido por sus discípulos, que lo buscan, lo consultan y lo aclaman…».
Transcribo este texto tomado de la biografía del doctor Restrepo Molina, de tan grata recordación en Envigado, para que no se borre el testimonio de su hermano Daniel sobre Alberto en su no muy conocida biografía de su padre e historia de su familia. Si Dios nos da vida, ánimos y fuentes documentales, en posteriores columnas continuaremos esta semblanza del padre Alberto. No solo para rendir un homenaje al amigo que nos dejó hace ya un año, sino porque nuestra sociedad está sedienta de ejemplos. Y de acicates para seguir siendo fieles a la vida. Eso es creer en la resurrección de los muertos.
Fuente:
Ochoa Moreno, Ernesto. «Padre Alberto Restrepo, un año de ausente presencia». El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 25 de marzo de 2023.