Presentación

Marsálida

Guía turística para
el visitante indefenso

—25 de abril de 2023—

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Jose Andrés Gómez (Bucaramanga, 1977), experto en filogenética cinematográfica de serie B, librocubicularista fallido y psicogeógrafo teórico aficionado, es responsable de algunos libros de humor extraño y absurdo como «Los cuadernos del Doctor Calamar», «El magazín de famosos aún no conocidos», «El catálogo Maxwell de objetos curiosos» y «Manual para cazar una idea», que han hecho levantar más de una ceja. En 2019 recibió el premio El Barco de Vapor por su libro «Cinco ramitas de higuera», en el que se pone un poco más serio (aunque tampoco tanto). Recientemente se le ha visto investigando teorías metaficcionales y envuelto en estudios sobre magia y prestidigitación. Su libro «Marsálida» fue ganador de la beca de creación literaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín.

Presentación del autor y su
obra por Mauricio Monsalve.

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Una ciudad que olvida cómo reír y debe tomar cursos para recuperarse. Dueños de automotores atascados durante días en medio de la ciudad sin poder regresar a casa. Políticos que proponen aislar a los artistas para ser observados en sus hábitats naturales. Fantasmas de edificios derribados en nombre del progreso que exigen justicia desde el más allá. Una feria infantil que exhibe como atracción los sueños terroríficos de los adultos…

Los Editores

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Jose Andrés Gómez

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Marsálida

~ Cuento ~

Un aviso daba la bienvenida a los turistas que llegaban a Marsálida, a la vez que advertía de los posibles peligros de visitar la ciudad. Dibujados en el anuncio, una mujer mareada y un hombre que la sostenía acompañaban un texto que decía: «Síndrome de Marsálida, una realidad», y a continuación indicaba el teléfono de emergencias al cual dirigirse en caso de padecerlo.

El folleto, que los turistas debían tomar obligatoriamente en la caseta de turismo junto al aviso, señalaba los pasos a seguir si se llegara a sufrir un ataque. Pero ante todo demarcaba las medidas para reducir al mínimo las posibilidades de padecerlo. La principal advertencia, la más importante a no olvidar en ningún momento del periplo citadino, era mirar siempre hacia arriba y nunca hacia el suelo.

A Marsálida llegó el señor Ikenishi, proveniente de un país oriental, a comprobar las bondades de una ciudad que empezaba a distinguirse en el panorama mundial. Luego de una ducha y un desayuno típico de Marsálida, salió, cámara al cuello, a recorrer la ciudad. Encontró puentes elevados de innumerables carriles y columnas colosales, centros comerciales de laberínticos pasillos y majestuosas construcciones de vidrio, metal y concreto que se fundían entre sí, haciéndolo sentir minúsculo y sin importancia. Sí, Marsálida vivía a la altura de su fama, concluyó el señor Ikenishi frente a tan imponentes edificaciones.

Pero luego de horas de contemplación de las alturas, el cuello del señor Ikenishi empezó a resentirse y, por cuenta propia, las vértebras cervicales decidieron enderezarse para descansar, llevando el cuello hacia abajo y la mirada hacia el suelo.

Sobre la acera, junto a él, donde se suponía que no debía mirar, los mendigos dormían con sus hijos en improvisados cambuches de cartón y plástico. Las alcantarillas, atragantadas con desechos, exhalaban un olor infecto que antes no había notado. Bolsas de plástico despanzurradas esparcían sus nauseabundos contenidos por los andenes. Pulgosos perros de tres patas rengueaban junto a sus desvalidos amos tuertos.

Súbitamente una mezcla de todas las imágenes contradictorias de la ciudad dio vueltas en la cabeza del señor Ikenishi. Una colosal ola de emociones discordantes lo arrolló, hundiéndolo en la decepción, dejándolo tumbado en la acera, en posición fetal, sin poderse mover.

Los servicios de emergencia acudieron rápidamente tras una llamada anónima que alertó de la presencia de los síntomas inequívocos del síndrome de Marsálida. El señor Ikenishi fue llevado de inmediato al hospital y aislado en el pabellón de tratamiento del síndrome, para prevenir un posible contagio a otros pacientes. Allí fue sometido al tratamiento habitual, que consistía en recorrer una enorme habitación oscura mientras una serie de postales de la ciudad, con comerciales que alababan las bondades del progreso marsalense, se proyectaban en el techo para reactivar el optimismo, reafirmar la confianza del turista en la ciudad y fortalecer su cuello. En uno o dos días podía ser devuelto a las calles para terminar sus vacaciones sin mayores contratiempos.

El tratamiento logró devolverle la seguridad al señor Ikenishi, que aprendió una terrible lección: solo debía enfocarse en lo bueno para no caer bajo el influjo demente de la realidad marsalense. Su tour terminó de confirmarle las glorias de la ciudad y días después regresó a su país de origen, a difundir al mundo el evangelio de la conversión de la urbe marsalense.

El síndrome permanece como un peligro latente para los visitantes, pero hay esperanza de encontrar una vacuna en poco tiempo. La mayoría de los habitantes de Marsálida han logrado desarrollar fuertes defensas ante la enfermedad, por lo que son inmunes a las vistas a pie de calle. Ya no tienen que mirar solo a los cielos en busca de la confirmación de su progreso e innovación, ahora ignoran fácilmente los problemas de la ciudad y acusan de pesimistas a quienes sí pueden y tratan de buscar soluciones. Los médicos marsalenses, basándose en estos descubrimientos, buscan desde hace tiempo los anticuerpos necesarios que permitan a los turistas, con una simple inyección previa, recorrer la ciudad de la misma manera que los habitantes de Marsálida, sin tener que cansar sus vértebras cervicales. A fe nuestra que pronto lo conseguirán.

Fuente:

Gómez, Jose Andrés. Marsálida: guía turística para el visitante indefenso. Tragaluz, Medellín, 2021, proyecto ganador de la beca de creación literaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín.