Esa primera columna
Por Ernesto Ochoa Moreno
Cuando en 1980 empecé a colaborar como columnista en las páginas de opinión del periódico El Mundo de Medellín, que había nacido en los últimos días de 1979, me hice el propósito de escribir sobre Fernando González apenas se conmemorara el aniversario de su muerte. Y así publiqué una columna titulada «De la rebeldía al éxtasis», que apareció el 15 de febrero de 1980. El maestro murió, como bien se sabe, el 16 de febrero de 1964. Comparto ahora con mis lectores la primera de muchas otras columnas publicadas tanto en El Mundo como en El Colombiano y otros medios, dedicadas al escritor de Envigado en estos 43 años. Decía así el articulito de marras:
«La oposición y resistencia que, en vida y en muerte, recibe todo pensamiento original, es un tributo que cobra la grandeza. Todo hombre grande crea a su alrededor, sin proponérselo —y esa es su cruz—, mediocridad y medianía. En el tiempo y en el espacio. La incomprensión y el olvido no son solo sentimientos desatados que una sociedad criticada vuelve contra los profetas que la desnudan, sino también actitudes mentales. El que no entiende prefiere olvidar a reconocer su ignorancia. En torno a Fernando González han surgido múltiples y encontradas actitudes de rechazo y admiración. Pero la más preocupante de todas es esa ignorancia, ese confuso miedo de entender sus obras, de llegar hasta el fondo. Es sintomático que hasta ahora no exista un estudio completo y profundo sobre sus escritos. Sólo notas periodísticas, suplementos literarios, trabajos más o menos largos pero parciales. Posibles esquemas de su pensamiento, sin la rigidez científica y sistemática que éste merece.
Es que el pensamiento de González no admite medias tintas. Tiene en sí gérmenes de destrucción de todo lo que suene a componenda, indefinición, diplomacia mental. Con el loco de Otraparte o se va hasta las últimas consecuencias o todo se vuelve añicos. Mejor, para iniciar el viaje, hay que estar dispuestos a perderlo todo, a tirarlo todo por la borda, navegar a la deriva, naufragar. Es un viaje de la rebeldía al éxtasis, que es la singladura de toda experiencia metafísica o mística. Desde Una tesis, hasta La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, este maestro de escuela que busca el primer principio, todo lo destruye, porque todo es mentira, hasta topar de bruces con el misterio, frente a frente, cara a cara, en desnudez total.
Pero todavía falta mucho para que esta Colombia, catecúmena y colonial, descubra a Fernando González. Como dice Alberto Restrepo G., en su libro Testigos de mi pueblo, el ensayo quizás más serio y profundo que sobre él se haya intentado: “Hasta hoy, operantes aún los sistemas político-culturales, los moldes sociales, las mentiras sociales que él puso al descubierto y criticó sonreído y solitario, su obra permanece desconocida y olvidada. El día en que el acontecer histórico y la evolución cultural maduren los pueblos americanos, se entenderá su mensaje y se le mirará como un profeta iluminado, cuyos reflejos se perdieron en un caliginoso mundo simulador y egoísta”. Al cumplirse un año más de la muerte de Fernando González, uno siente que lo invade una indefinible tristeza. Una serena soledad de ceiba al mediodía. ¿Será que todavía somos incapaces de la autenticidad, de la egoencia, de la aventura de ser rebeldes? Desgraciadamente, bajo las ceibas, es más fácil sestear que descubrir el rostro de un Dios escondido».
(Eso escribí hace 43 años. Con la creación de la Corporación Otraparte, que dirige Gustavo Restrepo Villa, hoy el panorama es distinto. Dejo para otra ocasión un balance, mostrar todo lo que se ha hecho en Otraparte. Que es mucho y bueno. Loor a Fernando González).
Fuente:
Ochoa Moreno, Ernesto. «Esa primera columna». El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 11 de febrero de 2022.