Visitas al brujo
Por Fernando González Restrepo *
Yo soy Fernando, hijo de Fernando González, y tengo un gran cariño por Estanislao Zuleta, tanto padre como hijo, porque los recuerdos son muy bonitos. Primero conocí yo a Estanislao en la Bolivariana, estábamos jugando un partido de fútbol y tengo esa imagen de él, de futbolista, me acuerdo que era callado, un poco pesado para correr, pero pateaba duro, esa era la imagen de deportista.
Luego vuelvo a ubicarlo entrando aquí a Otraparte, venía los sábados por la tarde en camión de escalera de esa época, se bajaba aquí y siempre traía libros bajo el brazo, era de caminar lento, entraba y cuando se le decía a mi papá: «Vino Estanislao», gozaba mucho, y entonces se sentaban ahí en una mesa que había pertenecido a Carlos E. Restrepo que era el padre de mi madre, era de un cedro viejo. Esa mesa la menciono porque fue el lugar de reunión de mi padre con sus amigos y hay en ella cierto cordón umbilical de todo lo que ha pasado en esta casa.
A Estanislao lo recuerdo sentado en un ángulo del extremo y mi papá en la cabecera. Él sacaba los libros que traía y comenzaba a comentar con mi papá, que si los había leído, que tal cosa, intercambiaban libros y había una relación, diría uno, casi fraterna, era más bien una comunión. Por eso cuando me preguntan cómo influyó mi papá en Estanislao, hombre, yo no creo que haya influido en ese sentido de maestros y esas cosas, sino que había una afinidad, una armonía, que era no solamente por el lado del padre, Estanislao viejo (mi papá decía que era el único amigo que había tenido en la vida), sino por el mismo espíritu rebelde, buscador, caminador, valiente, solitario, que se enfrenta a la realidad, la denuncia sin amargura sino con un gran valor y una gran lucidez, que fue lo que representó.
Como Rendón y todo ese grupo, el mismo León de Greiff que tanto quería Estanislao, solos se autoexiliaron porque Estanislao al fin se aisló también, según me cuentan, y lo mismo fue mi papá, mi papá se exilió porque desde que escribe El maestro de escuela en el 41 y firma ex Fernando González, se metió aquí a Otraparte y se dedicó a escribir sus últimos libros que fueron el Libro de los viajes o de las presencias, La tragicomedia…, y ya era una lucha no contra lo social, ni lo económico ni lo político sino contra él mismo, entonces por eso quienes lo siguen o lo leen hasta la etapa de lo revolucionario, social y económico al final dicen: «Fernando González se volvió místico», pero no ven que ya estaba en otra cosa. Entonces, no sé, generacionalmente y en esa convivencia fueron fraternos. Sí, inicialmente sobre todo, pero Estanislao era un culto y un lector tremendo, porque en esa época los grandes amores de mi papá eran Nietzsche, Schopenhauer, Spinoza, sobre todo. Recuerdo que mi papá le decía a Estanislao: «Hombre, Estanislao, acuérdese en ese postulado 33 de Spinoza de la Ética, cuando dice: “porque la beatitud no es premio a la virtud, sino la virtud misma”». Desfasa todo el criterio ético, que venía vigente a través del Antiguo Testamento, de que había más mérito ético en cuanto más tenía que violentarse el hombre para cumplir con algo o actuar de determinada manera. No, el verdadero virtuoso siente los mandamientos o la armonía, esa ley divina connatural, no tiene que esforzarse para no robar, para no hacer daño al prójimo, en fin, eso es muy lindo. A Spinoza por eso lo apedrean allá en Róterdam, porque él dijo: no señores, qué cuento de que el hombre tiene que ser virtuoso para ganarse el cielo, no: la virtud es en cuanto no necesita premio para ser.
Bueno, Estanislao después de que vino aquí (lo recuerdo unas diez veces), y óigalo bien, eso es muy bonito porque cuando Estanislao después de ese contacto con mi papá, y haber coincidido, abierto los ojos ambos, pasó a la Universidad de Antioquia a enseñar y recuerdo que una vez una discípula de él muy linda me dijo: «Hombre, Fernando, yo quiero mucho a Estanislao, Estanislao en la universidad tuvo una época en la cual no hablaba bien de tu papá, era un lector crítico de una parte de su obra». Entonces fue una forma de amor y fue una dialéctica vital porque después hay un reportaje que le hacen a Estanislao, allá en Cali, salió en la prensa, y él dice: «Fernando González me enseñó a amar a mi padre y es como mi padre», y dice que el mejor libro que él haya leído de mi padre es Viaje a pie.
La última vez que vi a Estanislao fue en la Biblioteca Pública Piloto, él entraba, yo iba de paso y lo vi allá y fui a saludarlo. Hacía como diez años que no lo veía: «Hombre, Estanislao, qué has hecho», ¡qué cariño!, iba con unos de los discípulos que lo querían mucho y veían en Estanislao a su maestro, entonces apenas entré yo, dijo el acompañante de Estanislao: «Fernando, lástima que tu papá fuera un gran escritor pero que nunca escribiera poesía», entonces Estanislao se enojó y dijo: «Hombre, toda la obra de Fernando está impregnada de poesía», y la conversación a otra cosa. Eso fue unos meses antes de morir Estanislao. Entonces, ¿qué hay entre ellos dos?, pues una afinidad como esas de la naturaleza, afinidades que uno llamaría en la búsqueda, en la rebelión, en la gana de claridad, en el gran fastidio de lo circundante, en la afirmación de la distancia que hay entre este medio colombiano y una persona que sea libre y piense; porque creo que hoy la soledad colombiana es más vigente que nunca, somos absolutamente exilados en una cosa hedionda.
Mi papá hace cincuenta años en la revista Antioquia dice, criticando a López y a los Santos y a Ospina: «Si los gobernantes de Colombia siguen así, llegará el momento en que ni siquiera en las cárceles estaremos seguros». Vea lo de hoy: todo profetizado. Entonces no solamente los unía ese ardor en la lucha, esa lucidez, esa soledad, sino en cierto sentido algo de premonitorio, de profético, porque la prueba es que hoy la gente se emociona con Estanislao, ven en él un camino, lo mismo es con lo de mi papá, pero a pesar de todo, porque ellos no tuvieron grupo político ni social ni económico que los impulsara, ellos surgen por la misma vida que representan, por el mismo futuro, claro que la vida se empeña y se muestra a sí misma. Ellos eran muy cercanos, quienes tratan hoy de hacer una escisión, de esquematizarlos, algunos inclusive oponiéndolos, de eso no hay nada, yo diría que hay una comunión, pero con mayúsculas.
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* Fragmento de una entrevista a Fernando González hijo realizada en video por Antonio Dorado en diciembre de 1999. La transcripción es de Sandra Salazar.
Fuente:
González Restrepo, Fernando. «Visitas al brujo». Periódico Universo Centro, n.º 103, Medellín, diciembre de 2018.