El Nobel de
Fernando González
Se dice que fue recomendado por Sartre y Wilder. ¿Dónde están las pruebas?
Por Ernesto Ochoa Moreno
En este año, en el que se conmemoran las bodas de plata del otorgamiento del premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, no está por demás recordar que algo más de veinticinco años antes, en 1955, otro escritor colombiano, Fernando González Ochoa, estuvo nominado para recibir tan importante galardón.
Traigo a colación esta historia no sólo porque el pasado 24 de abril se conmemoró otro aniversario del nacimiento del filósofo envigadeño (1895-1964), sino porque quiero solicitar a quien tenga algún documento o pueda, con base en una fuente fidedigna, aportar algún testimonio al respecto, hacérnoslo saber a mí, o a la Corporación Otraparte, de manera que pueda ser documentalmente confirmado un dato que hasta ahora se conoce apenas de oídas.
Quien más ampliamente se ha referido al tema ha sido Javier Henao Hidrón, en su libro Fernando González, filósofo de la autenticidad, (págs. 233-234 de la 4.ª edición, Ed. Marín Vieco, 2000). Ese año, 1955, en el que nuestro escritor se desempañaba como cónsul de Colombia en Bilbao, donde había llegado en 1954, luego de una fugaz estadía en el consulado de Rotterdam (Holanda), fue nominado para el Premio Nobel de Literatura por dos reconocidos escritores, el francés Jean Paul Sartre y el estadounidense Thornton Wilder.
La Academia Sueca pidió la opinión de la Academia Colombiana de la Lengua, presidida entonces por el conocido filólogo jesuita Félix Restrepo, que descalificó a nuestro escritor y sugirió el nombre del filólogo español, Ramón Menéndez Pidal, ya octogenario, quien tampoco fue escogido y, como se buscaba, por lo visto, un escritor de habla hispana, el galardón fue concedido en 1956 al poeta Juan Ramón Jiménez.
Un testimonio
Henao Hidrón aporta el testimonio de Guillermo Mora Londoño, quien fue embajador de Colombia en Suecia algunos años después y le contó que en 1960, en una recepción ofrecida por la embajada alemana en Estocolmo, uno de los miembros del Comité encargado de seleccionar a los aspirantes le comentó que un compatriota suyo, el escritor Fernando González, había sido incluido entre los candidatos en dos ocasiones, «a propuesta de personalidades no colombianas» y que había sido un candidato «con posibilidades».
En 1983, en un librito publicado por la Corporación Editorial Universitaria de Colombia con motivo del Nobel para García Márquez, escribió Fernando Cruz Kronfly un bello ensayo, «La soledad del Nobel», en la que trae a cuento lo de la nominación de González:
«Varias décadas atrás, Fernando González el de Otraparte, había sido propuesto por un filósofo europeo que se encandiló con su obra sin antecedentes en nuestro medio.
Sin embargo, algunos académicos colombianos sintieron pánico en sus vientres, adelantaron en silencio sus pies y colocaron la zancadilla. Y allá, en Estocolmo, jamás se conoció la causa. Más tarde se habría de saber que aquellos académicos de la contrapatria estaban convencidos de que el otorgamiento del Nobel convertiría a Fernando González en un peligro mayor del que ya representaba entonces.
Y todo se olvidó, se silenció para su olvido. A cambio, nuestros académicos sugirieron a Menéndez Pidal. Y allá, en Estocolomo, pensaron que aquello era el colmo, parpadearon y olvidaron el gesto».
Wilder y Sartre
El novelista y dramaturgo norteamericano Thornton Wilder estuvo en Envigado en 1941 visitando a nuestro escritor, de quien era admirador. Fernando González le dedicó El maestro de escuela, y Wilder le escribió, el 4 de abril de ese año, luego de leer el libro: «Como obra de arte, qué original. Usted ha reinventado la novela. Usted ha creado la novela siglo veinte. Esta es la nueva novela». (Cfr. Prólogo de Miguel Escobar a Don Benjamín, jesuita predicador, edición Colcultura, 1982; Henao Hidrón, op. cit., págs. 218-219).
De Sartre se cuenta que alguna vez dijo a un grupo de estudiantes latinoamericanos en París, en alusión a Fernando González: «Ustedes tienen el único escritor existencialista de América», según refiere Helena Araújo de Albrecht en la reseña que del Libro de los viajes o de las presencias hizo en la revista Semana el 8 de septiembre de 1959.
No parece que hubiera habido una relación directa de González con Sartre, a quien dedicó su última obra, La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera. Con todo, el escritor antioqueño fue bien conocido en los círculos intelectuales franceses y justamente apreciado por escritores de fama, como Francis de Miomandre, traductor del Viaje a pie, Auguste Bréal, traductor de Pages Choisies, Larbaud, entre otros.
¿Qué gano yo?
Fernando González, al parecer, no se enteró de su nominación al Nobel sino años más tarde, después de su regreso a Colombia en 1957, aunque no se conoce una referencia suya concreta al respecto. Con todo, en la Tragicomedia…, en la escena viii del Acto i, (pág 70 de la edición príncipe) hay un indicio interesante, cuando habla de una conferencia dictada en Medellín: «Por último, habló el doctor Luis López de Mesa, y les dijo que escucharan al padre Elías, que era esto y aquello (cosas deleitosas para mi vanidad); que pertenecía a una antiquísima escuela, muy desconocida hoy, la Escuela de los Sofistas Presocráticos, para quienes el Ser y el aparecer…, que de Suecia preguntaban por él…, etc.».
Según me lo ha hecho saber Alberto Restrepo González, quien transcribió las libretas manuscritas del maestro para la Corporación Otraparte, en una de ellas, de 1958, con fecha 20 de octubre, se encuentra esta anotación:
«Me envió Gonzalo Arango el Primer manifiesto nadaísta con Fernando, a quien contó que el escritor o pintor Rojas Erazo les había dicho que en París, junto con otros colombianos, había ido a visitar a Sartre y que éste les había preguntado por mí.
¿De dónde me conocerá Sartre? ¿Por Miomandre? ¿Por Bréal? ¿Por Valery Larbaud? Yo no puedo creer que él me conozca, a menos que por uno de esos haya leído algo mío… También puede que Thornton Wilder, que viaja tanto, le haya prestado algún libro mío. Pero más bien creo que éste es algún sueño inventado por Gonzalo Arango o por Rojas Erazo. Y si fuere cierto ¿qué gano yo? ¿Qué saco yo con que eso guste o no? Vanidad, pues mañana me iré, pronto me iré. Y olvidado, y si no soy olvidado, qué a mí que estaré o lejos o en ninguna parte. ¿Qué a mí fuera de la Intimidad?».
Queda, pues, abierta la inquietud sobre los términos reales e históricos de este primer Premio Nobel colombiano que no fue. Cualquier aporte nuevo será bien recibido. En verdad, a estas alturas de la vida, o de la eternidad, lo del Nobel para Fernando González ni quita ni pone al vigor de su pensamiento y a los logros de su trabajo literario. Queda bien claro en el último texto citado: nuestro «envigadeño descalzo» no tenía, porque nunca tuvo, vanidad para esas «gloriolas» que siempre despreció. No sobra, de todas maneras, como compromiso con la historia, aclarar las cosas. La mejor manera de desmitificar la historia es historiar el mito.
Fuente:
Generación, suplemento dominical de El Colombiano, domingo 6 de mayo de 2007.
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Nota de Otraparte.org:
En agosto de 2009, Peter Schultze-Kraft, traductor alemán de las obras de Tomás González, escribió a la Academia Sueca preguntando por la supuesta nominación de Fernando González al premio Nobel, y recibió la siguiente respuesta, firmada por Madeleine Broberg:
Regarding your request for information about Fernando González, I can inform you that Mr González was not nominated for the literature prize neither in 1954 nor in 1955.
Sincerely,
Madeleine Broberg
Archivist
The Swedish Academy’s secretariat