La visión crítica y provocadora de Fernando González sobre la independencia de Colombia, Simón Bolívar y Santander

Por Frank David Bedoya Muñoz

Desde que Fernando González comenzó a hablar y a escribir sobre Simón Bolívar y Santander, la oligarquía colombiana se encolerizó lo indecible con ese montañero de Envigado que se atrevía a cuestionar los discursos históricos oficiales que con tanto esfuerzo habían propagado los pensadores godos de nuestra república. Igual se escandalizarían cuando Gabriel García Márquez publicó su novela El general en su laberinto, donde recreaba magistralmente la personalidad de Bolívar y develaba la perfidia de Santander.

A Fernando González en 1935 le habían bastado tan sólo dos párrafos para poner a tambalear el capítulo de la independencia, de la llamada historia patria:

“Aquellos treinta años, de 1795 a 1825, son un punto luminoso en nuestra historia; el recuerdo y el estudio de las personalidades de aquellos hombres de entonces, es la única palanca que veo para sacar a Suramérica de la miseria en que vive. Sobre todo, Bolívar, sus modos, sus regímenes, sus ideas, sus esperanzas: hay que mamar mucho de ese genio. Ahí está la fuente de una motivación nueva para la juventud.

A ello se opone, en Colombia, la personalidad de Santander. Fue y continúa siendo un gran obstáculo. En Bogotá viven aún de su herencia. La literatura, la enseñanza, las costumbres, los ideales todos están envenenados por este hombre. La diplomacia colombiana, tan ruin, y que se opone a la unidad suramericana, procede de Santander” (1).

Ahora, cuando la oficialidad sólo enarbola algunos símbolos patrios en “rutas libertadoras” y otras conmemoraciones triviales, que aseguran el sepultamiento total de la reflexión crítica… Ahora, que los doctores y especialistas universitarios cada vez le dan más la espalda a la sociedad… Ahora que la enajenación del pensamiento se hace más efectiva…., qué oportuno y qué vigencia cobra, en época del Bicentenario, el pensamiento de Fernando González. Aún hoy, esa oligarquía rancia, que sigue ostentando el poder, quisiera que no se escucharan las ideas de ese incomodo pensador de Otraparte.
 
En la década del treinta del pasado siglo XX, Fernando González salió a recorrer el país como conferencista de Simón Bolívar, o mejor dicho, como un buhonero del espíritu, experiencia que muchos años después nos la recordaría su nieta Sara Lina González (2). Hoy en su casa, ese “vendedor ambulante del espíritu” (3), como se llamaba a sí mismo en ese entonces, vuelve a develar el alma de los protagonistas de nuestra trágica independencia.

* * *

Cuando encontré una definición de lo que era un filósofo en la obra Más allá del bien y del mal de Friedrich Nietzsche, inmediatamente se me vino a la mente el nombre de Fernando González.

Dice allí Nietzsche:

“Un filósofo: es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tormenta que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo: ay, un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia se tiene miedo a sí mismo, pero que es demasiado curioso para no ‘volver a sí mismo’ una y otra vez…” (4).

Esta es pues la definición exacta para nombrar a nuestro filósofo Fernando González, parece que hubiera sido escrita para él.

Pero miremos cómo se definió Fernando González a sí mismo:

“Me definiré: creo ser detective de la filosofía, de la teología y de la virtud. Mi madre me parió cabezón, pero infiel; Dios me atrae, pero las muchachas no me dejan. Me explicaré: unas diez veces he creído acercarme a la verdad, y las muchachas me han hecho caer. Ocho por ciento tengo, pues, de filósofo. El resto está entregado al mundo y al demonio, pero nunca he dicho una mentira. Resumiendo, diré que soy un hombre, espíritu que desde la carne y por medio de los sentidos atisba con fruiciones a la verdad desnuda. Soy, pues, retratista” (5).

Retratista de nuestra alma, de nuestra personalidad, de nuestra historia. Sus obras-retratos siempre le hicieron honor a la verdad, como él mismo decía, a la verdad desnuda; honor a la autenticidad, a la jovialidad, a la crítica. Su obra fue siempre vital, sus Pensamientos de un viejo, su Viaje a pie, su Simón Bolívar, su Maestro de escuela, su Revista Antioquia… Por sólo mencionar algunas de sus obras… Obras llenas de psicología, de sabiduría, de bufonadas… en ellas siempre encontraremos la verdad desnuda acompañada de una carcajada… Su sabiduría parte de su desgarrador conocimiento de sí mismo. De su capacidad para, en primer lugar, reírse de sí mismo. De tomar distancia y retratar con gran maestría nuestras muchas tragedias y comedias.

Nada más exacta que la presentación que hace Ernesto Ochoa Moreno sobre el filósofo de Otraparte:

“Fue Fernando González un espíritu rebelde y pugnaz, pero al mismo tiempo hondamente amador de la vida y de la realidad colombiana que fustigó. Logró forjar un pensamiento filosófico a partir de nuestra idiosincrasia, utilizando un lenguaje tan propio de nuestro pueblo que le valió ser calificado de mal hablado. Fue un ‘maestro de escuela’ que escandalizó y al mismo tiempo abrió derroteros hacia la autenticidad. Lo condenaron por ateo y, no obstante, fue un místico. Escribió en una prosa limpia e innovadora, pero ‘para lectores lejanos’. Se proclamó maestro pero, según sus mismas palabras, no buscaba crear discípulos, sino solitarios. Su obra es siempre nueva, fresca y conturbadora. Y su vida fue eso: un viaje de la rebeldía al éxtasis” (6).

¿Quién fue Fernando González? El filósofo más auténtico y vital que ha tenido Suramérica. En Colombia, la mayoría de personas aún no conocen sus obras, pues la enajenación del pensamiento aún permanece. Pero todo aquel que ha leído alguna obra de Fernando González se ha sentido liberado y si no, por lo menos, provocado a pensar. Yo me atrevería a decir que la mejor escuela de jóvenes que podría llegar a tener Colombia sería aquella que incitara a leer la obra de Fernando González, o mejor dicho, si me fuera encomendada la educación de un joven, lo retiraría algunos años del colegio, y lo pondría a leer, en primer lugar, todos los libros de Fernando González.

Su obra es incitante, liberadora, y provocadora, despierta siempre en sus lectores la crítica, la jovialidad y la inteligencia. Hoy nos acercaremos a sus dos libros: Mi Simón Bolívar y Santander, espero que el momento y lo dicho sean dignos de él.

En 1930, cien años después de la muerte del Libertador, Fernando González publicó Mi Simón Bolívar e inmediatamente desató las más ruidosas polémicas, por las críticas a Santander. En 1940, cien años después de la muerte de Santander, ahora publica su polémico libro titulado simplemente Santander. Ahí el escándalo de la oligarquía es peor. La polémica es tanta que el gobierno intenta recoger la edición e impedir su difusión, algo parecido a lo que ya había hecho la iglesia en 1929 cuando decretó sobre el libro Viaje a pie lo siguiente:

“El libro del doctor Fernando González, ‘Viaje a pie’, está vetado por derecho natural y eclesiástico, y por tanto su lectura es prohibida bajo pecado mortal. El presente Decreto será leído en todas las iglesias y capillas de la ciudad arzobispal y publicado por la prensa para conocimiento de los fieles” (7).

El libro Santander desató pues igual o más indignación en la conservadora sociedad intelectual y política de la época, y hoy, casi 100 años después, sospecho yo, que tampoco hace mucha gracia que se reviva la palabra de Fernando González sobre la independencia en Colombia, no vaya a ser que le dañe el festejo del Bicentenario a la aún conservadora oficialidad.

* * *

¿Cómo analizó Fernando González la independencia de Colombia?

Hace más o menos un año, en mi conferencia Bicentenario de Colombia: 200 años de la frustración del proyecto político de Bolívar, expresé:

“Acá celebramos los 20 de julios, sin mucha claridad al respecto, la inmensa mayoría no entiende que esta fecha simplemente fue un preludio de una patria boba, que con justa razón se llamó así puesto que los tales gritos de independencia que se dieron en esa fecha, fueron gritos de criollos privilegiados que simplemente querían ocupar el poder de los españoles para su propio beneficio, y peor aún, que todavía juraban lealtad a un rey español. Efectivamente, nuestra verdadera independencia y nacimiento de nuestra república se dio el 17 de diciembre de 1819, pero esta fecha es ignorada por la mayoría de los colombianos, y sospecho que este olvido no es casual ni gratuito” (8) .

Sigo pensado lo mismo, pero hoy dejaré que lo diga Fernando González, de una manera más contundente y en tan sólo un párrafo:

“20 de julio. Francisco Morales y José González Llorente, chapetón y criollo, se habían agarrado y dado de trompadas en una tienda, por motivo de un florero: ¡Cabildo abierto! Los chapetones, sorprendidos, fraternizan. Junta Suprema: presidente, el virrey, pero ejerce el vicepresidente, don José Miguel Pey. Bailes populares, discursos: ¡Ya mandamos nosotros!… ¡Viva Fernando VII!..” (9).

El 20 de julio es en verdad una fecha que recuerda la sociedad bogotana que ha imperado en Colombia, por eso diría yo, que ahí, en ese tal grito, que terminaba con la frase “¡Viva Fernando VII!”, no se inicia la independencia, sino la comedia de la triste Nueva Granada. Nuestra verdadera independencia comenzó en un hombre llamado Simón Bolívar, Nariño pasó la mitad de su vida en la cárcel, Camilo Torres fue fusilado por Morillo, Santander se escondía en los llanos… Y bueno, sabemos más del tal florero que de las heroicas vidas de Policarpa Salavarrieta, Ricaurte o Girardot.

Pero la situación era más compleja. Con su gran genio psicológico Fernando González retrata la sociedad de la época, los motivos conscientes e inconscientes de las clases sociales existentes, del racismo, de los complejos y de la vanidad… En fin, un gran cuadro de lo que fue la patria boba, escuchemos a Fernando González:

“Téngase presente que la emancipación suramericana no fue decretada por los pueblos, los cuales no tenían aún existencia, pues estaban en la esclavitud de la ignorancia. Fue obra de aristocracias criollas, en las que había influido la revolución francesa, a través de lecturas ocultas. Por eso la facilidad con que los pacificadores ahogaron los primeros movimientos, valiéndose precisamente de los mismos pueblos. […] En la Nueva Granada todos eran hijos de seminario y rábulas. El cura y el rábula son primos hermanos. Es evidente que los conventos y las leyes florecen en las tierras altas y frías de los Andes. La región poblada de la Nueva Granada era el lomo andino: ciudades aisladas y frías; frailejón, lana, hábitos talares, clérigos de visita en la casa, vírgenes coloradotas y arropadas, señorones de mucho ropaje y leyes, escasa luz, iglesias sombrías, confesionarios en rincones… ¿No seremos todos descendientes de curas? Por lo menos todos somos doctores utroque, mitad canónicos y mitad civiles, confesionario y congreso. Voltaire un día y el Reverendo Padre al otro. La nueva Granada olía toda ella a hijo de dañado y punible ayuntamiento. […] Camilo Torres, Emigdio Benítez, Frutos Gutiérrez, Custodio García Rovira… Había mucho viejo bondadoso, jurisperito y pendejo en Santafé y en Popayán, que eran las ciudades universitarias. Viejitos embobados de tanto estudiar en libros, acerca de jurisdicciones, competencias, derechos, deslindes y deberes. […] Apenas fundaron en España Junta Suprema para defender los derechos de Fernando VII contra Napoleón, a los viejos jurisconsultos de Santafé se les alborotó la jurisdicción y cada uno quiso formar una Junta Suprema. Las disputas entre ellos, entre aldeas, regiones, acerca de jurisdicción, hasta que llegó Morillo y los mató, es lo que se llama grito de independencia, años heroicos y patria boba”.

Lo importante es entender que no había espíritu de emancipación y que las muchas castas y divisiones sociales creaban un panorama muy adverso para un sueño de libertad. Más aún que los criollos no tenían la visión para la creación de una nación, sino que simplemente aspiraban, por vanidad, a tener el mismo poder del español, sobre los negros, indios y mulatos.

Sigamos a Fernando González en su relato:

“Llegamos a la esencia del problema: que esta sociedad de que tratamos se compone de castas, con matices intermedios innumerables. Comenzando por abajo, están el indio y el negro, esclavos, cuya composición de cuerpo y alma discuten los teólogos. Clase media son los criollos, descendientes ya lejanos de los conquistadores y primeros inmigrantes. Y la casta superior son los altos funcionarios, que vienen, ejercen y retornan. Los matices provienen de que tanto el negro como el español son sensuales y se juntan con indias, blancas y negras. Pero los españoles con remordimiento a escondidas. Tenemos así mulatos, mestizos y zambos. Es un horno. Los padres tienen vergüenza del hijo mezclado, y el hijo se jacta del padre blanco y se avergüenza de la madre. De ahí la vanidad, la susceptibilidad del mulato y del mestizo. […] ¿Qué encontramos en las almas de Custodio García, Camilo Torres, los Restrepos, Lozanos y Francisco José de Caldas? Vergüenza de las castas inferiores. Los desprecian aun más que los españoles, pues se sienten humillados al saber que están con ellos dentro del término colonos. Odian a los chapetones y se sienten injuriados al ver que éstos disfrutan de los altos empleos del gobierno. Sienten que es injusticia que les hace el Rey el no tenerlos de inmediatos delegatarios de su poder divino sobre negros, indios y hombres de color. Creen en el poder divino de los reyes, pues una religión que muere como verdad sigue viviendo aún por mucho tiempo como sentimiento. Mestizos, mulatos, indios y negros odian a los criollos porque estos se avergüenzan de ellos. Al chapetón le admiran y le aman; se ama lo que nuestro enemigo odia. No estaba, pues, madura Suramérica para la emancipación. Los criollos quisieron apenas quitar el poder a los chapetones, para ejercerlo ellos en nombre del Rey, para explotar en representación del Rey”.

Es por ello que la independencia de Colombia es un proceso que crea Bolívar, que la conciencia de ser suramericanos, que la idea de crear una Colombia libre, es de Bolívar. Lo demás es una historia de la colonial Nueva Granada. Pero acá hasta eso se le ha querido robar al Libertador: dice Fernando González:

“Como Bolívar es el único que dio grandeza épica a la emancipación, vivificando las montoneras del continente americano, ha resultado preciso robarle, aminorarle, para que sean posibles los héroes nacionales. ¿Cómo hacer grande a Santander si no disminuyen a Bolívar? ¡Robémosle, pues, la campaña de Boyacá!… ¿Cómo engrandecer a Páez, al llanero valentón? ¿Cómo gestar a San Martín, sino a expensas del Libertador?”.

En este punto, muchos podrían preguntar que este relato no es objetivo, que el señor González y ahora, este Frank Bedoya, que lo cita con tanta emoción, hacen una historia amañada de la historia… y lo que podría decir yo por el momento, es que se vuelva a leer, que cada uno investigue y lea biografías, lea las cartas de la época y que constate todo esto… Varias personas que se han dedicado a indagar quién era verdaderamente Santander, inmediatamente me han reconocido que sí era un miserable. Basta con leer El General en su laberinto de Gabriel García Márquez para comenzar a conocer las dimensiones de esta historia.

Pues bien, la independencia de Colombia puede estudiarse en cuatro momentos: la patria boba, la guerra de independencia, la creación y fin de Colombia, y después de la muerte de Bolívar, la vuelta de la Nueva Granada con el gobierno de Santander. Bueno, y siguen dos siglos donde no hemos parado de sufrir. No es este el momento para explicar todos los complejos procesos de esta época, pero valga la exhortación para que de acá todos hoy salgamos con avidez por volver a revisar nuestra historia, y que nada mejor, que comenzar con Fernando González.

Sigamos con el filósofo de Otraparte:

“Afortunadamente, como lo vimos, Bolívar desde el primer instante se presentó con la idea de que Suramérica fuera teatro de nuevas representaciones, e hizo guerra de montoneras. Murieron los criollos, mezcló sangres, ennobleció indios, negros y mestizos. Casó la sobrina con hombre de color. Libertad de los esclavos, guerra a muerte: formó un pueblo y le dio conciencia. Repitamos que nadie entenderá el drama sino cuando comprenda que no estaba preparada la sociedad para la independencia, y que ésta es obra de Bolívar, en esfuerzo sobrehumano de 20 años. […] La libertad de Suramérica no estaba preparada en absoluto: no había pueblo, conciencia de pueblo. Sólo las circunstancias que fueron ocurriendo después de 1810 por obra de la constancia de Bolívar y del devenir histórico, hicieron posible vencer a España. […] Facilísimo fue para España reprimir los movimientos revolucionarios de 1810, obra exclusiva de la nobleza criolla. La población suramericana apoyaba a los españoles, guiada por frailes y por guerrilleros de aquí, ignorantes y feroces. Fue una matanza de criollos jactanciosos. La mala política de los pacificadores, enviados posteriormente, y la constancia de Bolívar en sus continuas derrotas, hicieron el milagro de crear el sentimiento de independencia en la población. Puede decirse que para 1816 estaban pacificadas las colonias. Pero Bolívar reunía una montonera aquí y otra allá; de la Guaira a Curazao; de Jamaica a Cartagena; sube a Cúcuta, penetra a Caracas; vuelve en derrota a Cartagena; es arrojado a las Antillas; desembarca en Ocumare; huye y aparece en el oriente venezolano; consigue piratas; compra armas; Angostura, como su puerto atlántico, sobre el Orinoco; marcha y contramarcha en los llanos; atraviesa estos inundados; penetra a Bogotá… Guerra a muerte, libertad a los esclavos, honores divinos a todo héroe, blanco o negro. Mueren casi todos los blancos; hace mezclar las razas; eleva al hombre de color, en un palabra, para 1820, Bolívar había creado la conciencia suramericana”.

Finalmente Fernando González insiste en señalar la pobreza espiritual de aquel 20 de julio de 1810:

“El primer actor obra así durante la Patria Boba: el deseo de mandar en su tierra y a los suyos queda satisfecho con el nombramiento de la junta suprema; no se trata de desconocer al Rey; se trata de que sus representantes aquí cesen y dejen el puesto a los criollos. La necesidad subconsciente de ver padecer a los poderosos queda satisfecha con la prisión momentánea de los Virreyes y Oidores; caídos, se les ama. No se derrama una gota de sangre. Se ocupa a los españoles en los empleos públicos; si lo desean, pueden salir de Santafé. Sámano llega el 20 de julio, presta juramento de fidelidad a la junta y le dejan partir, ¡al cruel Sámano!… Misas diarias con asistencia de Nariño. Este comulga diariamente. […] Mientras esta pelea de hombrecillos en la tierra fría y alta de Santafé, unos rumores y unos jinetes emisarios, requemados los rostros, se esparcen por la Nueva Granada… Se habla de un coronel Bolívar y de un manifiesto. […] ¿Qué sucede? ¿Quién se atreve a perturbar la monotonía de esta patria boba, conventual y humanitaria?”.

* * *

¿Cómo sintió Fernando González a Simón Bolívar?

Fernando González siempre fue un hombre muy apasionado, y su admiración por Bolívar también fue en verdad muy pasional… Por eso Mi Simón Bolívar no era un libro más de Bolívar, era que el filósofo de Otraparte en su libro toma posesión de Bolívar, de su espíritu.

“Recorrió Lucas (alter ego de Fernando González, quien es el protagonista de la primera parte del libro) hacia el norte y hacia el mediodía, al levante y al poniente, en busca inútil de la belleza humana. Entonces fue al pasado y halló que en Santiago de León de Caracas había nacido, a la una de la mañana del veinticuatro de julio de mil setecientos ochenta y tres, un español criollo, heredero de toda la energía de los conquistadores, y que en su corta vida de cuarenta y siete años, cuatro meses y veinticuatro días había cumplido los siguientes principios en que se resume la actuación de la energía humana:

I. —Saber exactamente lo que se desea:
II. —Desearlo como el que se ahoga desea el aire;
III. —Sacrificarse a la realización del deseo.

Este hombre fue Simón Bolívar”.

Decía tomar posesión de Bolívar:

“Vivo en Simón Bolívar, asimilándome su conciencia cósmica. […] Ahora no me interesa sino el Libertador. Desde hace algunos días estoy sentado a su puerta y no la abandonaré hasta que me entregue toda su grandeza, el secreto de su actividad. […] Y la vida no se debe escribir sino vivir. A mí no me importa Simón Bolívar sino como un estímulo para sentirme más vivo, para absorber más energía, porque yo soy también una gota de conciencia. ¿Qué me importa ser un espejo y devolver la imagen muerta, llena de flechas? Quiero sentirlo vivo a mi lado. Me interesa este hombre que vivió al aire libre, que nadó en el Orinoco, en el Apure, en todos los ríos de Suramérica; que vivió una vida con ritmo acelerado, voluntarioso; el hombre que más ha montado a caballo y que más se ha mecido en hamacas. Esto último revela la influencia en mí de los yanquis, para quienes todo es lo más: la mujer más gorda, el hombre más flaco del mundo. Pues bien: nosotros, los suramericanos, ¡señores yanquis!, tenemos el hombre que más ha montado a caballo”.

El libro es muy íntimo. Para los que no están familiarizados con la obra de Fernando González, se les hace extraño encontrar que la mitad del libro, si acaso se mencione un par de veces a Bolívar, y todo sea el periplo intelectual y emocional de Lucas Ochoa… Los lectores que llegan a la mitad irán descubriendo a Bolívar, cómo éste se mete en el alma de Lucas, en el alma de Fernando González. Y encontramos un ensayo sobre Bolívar que quizá dice mucho más que 10 biografías extensas.

En este punto, no me queda otra opción que dejar hablar sólo a Fernando González. Cuando leía estas ideas sobre Bolívar, me di cuenta de que no estaba yo tan loco… Que ya mucho antes, un gran filósofo había señalado la grandeza de Bolívar, ¡y en qué términos! Observemos:

“Bolívar fue el que cumplió uno de los actos más trascendentales en la humanidad, lo cual se reconocerá cuando en los siglos se realicen los hechos. Se dirá entonces que el Libertador creó y dio carácter a uno de los capítulos más complicados y preñados de consecuencias en el desarrollo del hombre hacia su fin, que es la conciencia universal”.

Individuo es el que forma parte de la comunidad, es el que está completamente deslindado por cercos firmes de calicanto. ¿Qué son estos cercos? Son las ideas y deseos y odios y amores sólidos, rotundos, propios. ¿Y cuál es el hombre más individuo que ha tenido la tierra?: Simón Bolívar. Nadie influyó en él; era un gran centro de conciencia. Llegó a tener, no solamente conciencia continental, sino ratos de conciencia cósmica”.

“El grande hombre no resulta sino en grandes pueblos; es una florescencia y necesita de tiempo y disciplina racial. Bolívar, por ejemplo, era español; su grandeza hay que buscarla en la vieja raza vasca. Los pueblos se pueden clasificar por el grado de conciencia a que ha llegado la mayoría de sus habitantes. El tipo propio de Suramérica es el mulato, y no puede suministrar aún sino conciencias orgánicas, a lo sumo conciencias de montoneras errantes y dispersas. Ahí está uno de los elementos de la tragedia bolivariana: una conciencia continental, Bolívar, en medio de mulatos. Estos alcanzan a lo sumo a producir el tipo Páez, cuya patria se reduce al río Apure. Páez, Padilla, Piar, Infante, etc., son hombres muy inferiores, situados al comienzo de la escala humana”.

“El Libertador fue el hombre de las dificultades, el hombre de las mujeres y de los ejércitos que le resistían: la gloria poseída, la arrojaba; arrojaba el amor casero ya. No pudo arrojar a Doña Manuelita Sáenz, porque se agarraba a él hasta con las uñas. En 1825, conseguida toda la gloria, durante una enfermedad se lamentaba de que la muerte no lo cubriera con sus alas”.

“‘¡Carajo!; esta mujer tiene que ser mía’: ¡Esa es toda la psicología amorosa del Libertador! Así era también en la guerra, pues, según frase de Morillo, era más terrible derrotado que vencedor”.

“Únicamente en Simón Bolívar estaba personificada la fundación de una patria, la creación de una conciencia colectiva, la creación de un nuevo continente político”.

“La acepción en que toman el vocablo romanticismo al aplicarlo a Bolívar es la de propensión a lo sentimental y fantástico. Es cierto, si por fantástico se entiende la realidad futura, pues fue el realizador. Es cierto, si por sentimental se entiende que la acción proviene de la emoción: el Libertador creaba en sí mismo y en los demás la emoción precisa para el cumplimiento de su destino; pero jamás soñó vanamente; soñó para diez siglos; sus escritos y actos están preñados, a lo menos, para ese tiempo”.

“Bolívar no escribía historia, sino que hacía vida”.

“Libertar al hombre es abrirle el camino de la propia expresión, de la futura expresión humana; que no sea explotado y rebajado, que sea ascendido, aun por la fuerza. El gobierno de la nobleza y de la dignidad en cada pueblo, con el fin de crear hombres; eso es lo que llamaba Bolívar tiranía activa. España trataba a América como un campo de producción, como un potrero, y Bolívar deseaba que fuese el mejor teatro de la expresión humana”.

“El hombre es el dios de la tierra, y toda ella está destinada para su señorío, y todo hombre debe ser un señor. Allí está el ideal bolivariano. Que no haya pueblos ni hombres oprimidos por otros; que todos sean libres para llegar a expresarse cada vez mejor. La tiranía activa es el derecho que reside en cada pueblo para obligarse a sí mismo a ser teatro de la gloria humana”.

“Todo en Bolívar es libertad: el modo como redactaba, el modo como pensaba, como dormía, como guerreaba”.

“Bolívar en América es un fenómeno muy raro. ¿No fue, en el desespero, el precursor de Nietzsche, al ver a la humanidad tan baja aún?”.

“Fue Bolívar el que luchó durante cuarenta y siete años, cuatro meses y veinticuatro días para libertarse de las trabas que impiden ascender, y por libertar todo un continente y toda la humanidad. La lucha con España fue para él un medio; quería verdaderamente libertad espiritual, mejoramiento”.

“Queda probado que Simón Bolívar dirigía las fuerzas sociales y percibía el futuro, el pasado y el presente de su tierra, por tener un alto grado de conciencia. Sólo así pueden explicarse su vida y su obra”.

“Bolívar era una fatalidad que tenía que recorrer, ir y venir a través de miles y miles de kilómetros de tierra esclava, bregando por formar hombres”.

“Se convirtió en el dispensador de la gloria. Apenas terminó la lucha, lo devoraron las furias. Los mulatos tomaron en serio la igualdad en el sentido de ser todos presidentes: por eso lo llamaban tirano”.

En Colombia estas ideas escritas en 1930 no tuvieron tanto revuelo. Quizá dirían algunos: “Un bolivariano más”… Y era pecado leer a Fernando González…, ese “montañero mal hablado” según otros… Pero 10 años después, y ahora en medio de las conmemoración de los 100 años de la muerte de Santander, sale otra vez Fernando González a recordarle a Colombia quién era quién en ese drama llamado independencia, y ahora sí, los doctos se enojaron porque se metieron con su héroe nacional: Santander.

Pero antes de mirar cómo destapó Fernando González al traidor, miremos cómo analizó este escenario de los héroes de la independencia, y cómo diferencia a Bolívar de todos ellos:

“La actividad de Bolívar es el círculo grandioso del cóndor, dentro del cual vuelan otras aves de menor plumaje y, a pesar de que el círculo las comprende, revolotean en sentidos opuestos las unas de las otras. O bien, es como flechas que se dirigen al norte, al sur, al oriente… pero que están dentro de la circunferencia. Bolívar es el Libertador, lo cual significa quebrantador de fronteras: formas históricas y psíquicas.

San Martín, Santander, O’ Higgins y Washington son creadores de fronteras, héroes nacionales. Bolívar representa el impulso latente que va unificando al género humano a través de la historia; los demás, al elemento conservador. La historia es el drama resultante del conflicto entre esas dos fuerzas. Los semejantes a Bolívar se llaman semidioses; los otros son héroes nacionales.

¿Cuál es el impulso bolivariano? Libertar todo el Continente; unificarlo, y unirlos a otros; Panamá, centro de confederación universal; influir en el mundo entero; crear nuevas formas universales.

¿Cuál es el impulso de los héroes nacionales? Libertar la Nueva Granada y gobernarla tras el escudo de las leyes y la intriga electoral.

Con las batallas de Boyacá y Carabobo, Santander y Páez quedaron satisfechos. Inducidos por el genio tuvieron que ayudarlo en su vuelo al sur, pero cada día con mayor desgano; y el genio envejeció, gastóse, y se apagó en San Pedro Alejandrino. Su legado fue incitación para siglos”.

* * *

¿Cómo destapó Fernando González a Santander?

Fernando González hace un estudio psicológico bastante incisivo de la figura de Santander. Analiza su vida desde sus orígenes, hasta la creación de Colombia. Lamentablemente la biografía quedó incompleta, y los últimos años de Colombia y la traición y la mayor perfidia de Santander, que se dio entre 1820 y 1840, quedo sin ser documentada… Pero aunque el libro haya quedado por la mitad…, Santander ya estaba develado, destapado.

Miremos un ejemplo. Dice Fernando González:

“Santander asesina al General Barreyro y a sus treinta y ocho compañeros, prisioneros en la batalla de Boyacá, y le escribe esta carta al Libertador: ‘Al fin fue preciso salir de Barreyro y de sus treinta y ocho compañeros. Las chispas me tenían loco. El pueblo estaba resfriado y yo no esperaba nada, nada favorable de mantenerlos arrestados. El expediente está bien cubierto; pero como ni usted (por desgracia de la América) es eterno, ni yo puedo ser siempre gobernante, es menester que su contestación me cubra para todo tiempo. De ella protesto no hacer uso sino cuando este remoto e inesperado caso pueda llegar. La gloria de usted, su reputación, su honor, me interesan más de lo que usted lo imagina’.

‘El expediente está bien cubierto. Envíeme una contestación que me cubra para todo tiempo’:

¡Ecce homo! Todo el archivo Santander se compone de boletas, cartas, recibos… conseguidos para cubrirse”.

Allí está todo Santander.

Fernando González es muy claro y precisó cuál era el fin de este libro:

“Como Santander es un falso héroe nacional, el propósito de este libro es destaparlo. Colombia, guiada por él y sus hijos, que hoy nos gobiernan, van por torcido y oscuro camino que conduce a la enajenación de almas y tierra, cielo, mar y subsuelo. Un instinto poderoso, atracción por la verdad, nos guía en esta obra. Ella sería antipatriótica si realmente el Mayor Santander fuera representativo de los colombianos que poblamos este territorio. Pero no lo es, y una voz nos ordena destaparlo, para que la juventud lo evite”.

Sé que muchos colegas historiadores desaprobarían ideas como las que voy a mostrar a continuación, pero así era Fernando González… Y fue el único que se atrevió a decir esto por ejemplo:

“Yéndonos lejos en la prehistoria o historial racial de Santander, encontramos, no que descendiera de Mercurio o Marte, sino algo mejor: ¡era antioqueño!… […] Hijo y padre a un mismo tiempo de esta república. Padre de conservatismo y liberalismo, los cuales apenas se diferencian en que éste tiene remordimientos en la hora de la muerte, y, por eso, el hijo predilecto de Santander. […] El feto se nutrió de emociones de gobierno y quería ser gobernante, como efectivamente lo fue. Y como todo eso acaecía en la villa del Rosario de Cúcuta, precisamente en los linderos de la Nueva Granada con la Capitanía General de Venezuela, mojón de encuentros y contiendas entre vecinos, en los que tenía que intervenir el gobernador, con preocupaciones de Manuela, induciremos también que el feto se nutrió de emociones de frontera. Y efectivamente eso fue lo que nació: el hombre de las fronteras, el que odiaba a los venezolanos, el que deshilachó la Gran Colombia y alinderó la Nueva Granada material y psíquicamente. […] Tenemos, pues, que el bulto que llevaba Manuela Omaña Rodríguez era nada menos que la conspiración de septiembre contra el Libertador, y la actual República de Colombia, partidos conservador y liberal, Ospinas, Obandos, López, Olayas, y Santos: era un bulto de dinamita: Manuela gestaba el hombre de las leyes. […] De su niñez lejana no quedaron documentos. Debieron existir, pero él arregló su historia, rompió comprobantes, pidió certificados, reunió cartas y boletas; todo para alindarse voluntariamente, para alindar su historia. Nos encontramos ante caso único, él de un hombre que tenía el sentimiento hiperestesiado de su figura histórica y que hizo todo lo posible para imponerla, tal como él la ambicionaba. […] ¡Era muy duro, muy frío, muy cubierto, el hijo del alcalde de San Faustino de los Ríos! Podemos inducir su lejana niñez: desde que principió a gatear, sus padres admiraban la limpieza: cagaba pero se comía la caca. No dejaba rastros. Hombre cubierto siempre se comió la caca; nunca dejó las pruebas. […] Igual sucede a quienes han leído su historia, que sienten que él fue el autor de la conspiración de septiembre contra el Libertador, del odio a los venezolanos en 1826, de la muerte de Infante, acusación de Páez, muerte de Bolívar y de la Gran Colombia, asesinatos de Sarday y Mariano París, etc. Pero tartamudean, no encuentran las pruebas. Donde éstas deberían estar, aparece un documento suyo de expresiones morales rimbombantes: respeto a la ley; obediencia a la voluntad soberana; mi corazón sangrante de dolor por cumplir el deber; respeto a la constitución, etc…”.

Efectivamente, dejó todo arreglado para que nunca lo descubrieran, sus traiciones, sus planes para asesinar a Bolívar… Pero siempre quedaba limpio. Pero Bolívar lo descubrió. En 1817 a Urdaneta le escribió: “Santander es un pérfido… yo no puedo seguir más con él; no tengo confianza ni en su moral ni en su corazón”. Y días después a
Soublette: “Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me escriba más porque no quiero responderle ni darle título de amigo… ¡Ingrato mil veces!”.

Fernando González poco a poco nos va destapando a Santander… Cómo logró evadir los peligros de la guerra…, cómo se logró fugar al Casanare, cómo no fue capaz de atravesar la frontera como un Girardot, o un Ricaurte, cómo logró cautivar a Bolívar con falsas adhesiones, cómo logró satisfacer su ambición de dinero y poder…, cómo conspiró en contra del Libertador, cómo encendió el fuego de la división entre los colombianos, cómo logró crear todas las trabas políticas para que la unidad que proclamaba Bolívar fuera acabada.

En mi concepto, nadie lo describió mejor que Fernando González:

“El General Santander, la envidia hecha método, tenía conciencia orgánica del dinero. ¡Cuán parecido a todos los abogados de la Nueva Granada!”.

“Santander es un amago de héroe nacional con que quiere estafarnos la moribunda Nueva Granada”.

“Santander era de suyo de inteligencia hábil y mimética, y en ese seminario aprendió que el pecado se tapa con una actitud y que está produce éxito social. Aprendió a reprimirse en público, a ejecutar en la soledad y a tapar con actitudes: el gran cómico”.

“Santander es producto perfecto de su ambiente prenatal, infantil, colegial y de la guerra civil. Es la perfecta encarnación de la hipocresía”.

“¡Qué hombre tan curioso! A los veintiocho años era más genial que una araña; poseía un sentido del enredo, del ropaje, de la falsificación, que lo coloca entre los raros de la humanidad. Sólo un país seminarista y andino puede explicarse el fenómeno de su nacimiento. ¡Genio de la simulación!”.

“Santander es superior a César Borgia: más lento y más limpio en el asesinato. Lo que sucede es que por aquí no hay artistas pintores como en Italia”.

“Adelantémonos a 1837. Bolívar ha muerto. El hombre de las leyes está hepático; ha asesinado a muchos, atisbando siempre las agonías a través de los visillos de palacio. Está entregado al clero. Pretende engañar a Dios: cree que Dios está en Pao, en la villa de Pao, donde encontrara a Bolívar en 1817, y que le ascenderá de general de división al grado que tuvo Sucre, otra de sus víctimas”.

* * *

Epílogo

“El sitial de Bolívar es olímpico. Le sentimos entre los dioses que vivifican el universo. De la guerra que le inició Santander y de donde surgieron estas repúblicas que perdieron el istmo de Panamá, deseamos mostrar cómo le hizo detener en su marcha al Río de la Plata y la unificación del continente: le trajo a Bogotá, al frío lomo andino, y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el de la pequeñez: elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas… Fue como ágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y viniendo, andando más allá, picándole los ijares… El león corre, desespera y muere precipitado: así fue como el Mayor Santander venció al Libertador”.

Este fue el comienzo de nuestra tragedia. Se impuso la Colombia de Santander. De los leguleyos, y codiciosos, de los asesinos, de los oligarcas. Sí, la Colombia que padecemos actualmente es la de Santander. Nuestros gobernantes han sido todos del estilo de Santander… Hace poco leí consternado que José Obdulio quería comparar a Uribe Vélez con Bolívar… Qué irrespeto y qué atropello a la verdad y a la historia… Pero si nos vamos a poner en comparaciones a propósito del bicentenario, hoy le quiero contestar al asesor del gobierno que su presidente más bien se parece es a Santander… Los parecidos son evidentes, su ambición por el poder, su puritanismo, su solapado y continuo encubrimiento… O acaso estas frases patrioterías no parecen ser también de Uribe: “Respeto a la ley; obediencia a la voluntad soberana; mi corazón sangrante de dolor por cumplir el deber”.

Hace poco en mi oficio de historiador me topé con un panfleto de los paramilitares, cuando comenzaron a amedrentar a los estudiantes de la Universidad Nacional. Y una línea antes de firmar, escribieron esto: “Ustedes Bolívar, nosotros Santander”. Qué paradoja, pensé, estos asesinos están bien en historia.

Colombia, la de ahora, es la de Santander, no me queda la menor duda… Pero también hay una Colombia esperando, la de Bolívar…

Sé que es difícil rescatar a Bolívar para los colombianos. Los godos comenzaran a señalarnos como chavistas o guerrilleros… Pero los hombres y las mujeres del arte, de las letras, de la cultura, aquellos que amamos la filosofía, y que deploramos la guerra, no podemos permitir que a Bolívar también nos lo quieran volver “terrorista”, y que por eso no le podamos estudiar y rescatar.

Bolívar aún tiene mucho que enseñarnos, y qué mejor que empezar a encontrarlo, por ejemplo, en la obra de Fernando González.

Escuchemos una vez más al filósofo de Otraparte:

“Bolívar, seco, requemado, ojinegro, en llamas. Santander, adiposo, lanudo, ojillos grises y fríos. Aquél, en las vecindades del mar, tibios valles de Aragua, entre negros esclavos, a caballo, dominante; primas hermanas ardorosas, consumidas por el fuego, de ésas de Caracas. Santander habita sobre el lomo andino, tierra de lana cubierta; viejas beatas Colmenares, Conchas, Fourtoules, Santanderes; y le educan curas, entre el seminario, lejos del mar, confesándose. Bolívar, rico, libérrimo, buscándose a sí mismo en compañía del maestro casi de su misma edad. Este, sobrino del clérigo, pobre, pedigüeño, monago, compungido y penitente, simulador. Al uno le repiten que todo el mundo lo tiene dentro de sí, que todo lo puede extraer de sí mismo. Al otro le enseñan la forma de proseguir, definir y terminar los juicios ejecutivos y ordinarios, tanto civiles como criminales. Bolívar, loco de libertad: el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; la libertad es para manifestarse. Santander, viejos jurisconsultos, teólogos; el hombre se hizo para la forma. Al uno: loco es el que pretenda estorbar que nazcan las pasiones. Al otro: peca, pero confiésate. A Bolívar: acepta la muerte porque es necesidad. Al otro: Dios te juzgará. La montaña fría y aislada; el mar; viaje a México; vida en Madrid; Napoleón coronado; ruinas de Roma. Al uno los códigos. Al otro el libro del universo. Santander pedirlo todo con astucia; Bolívar, obtenerlo todo y darlo todo; libertar a América y dar la representación americana original. El otro, independizar la Nueva Granada y… el que tenga más votos será el presidente. Muere el uno rico, llorando, gritando, refregándose cordones de frailes. El Libertador se apaga desnudo y como un sonido”.

Si fuese posible que los colombianos descubrieran a Bolívar, no al del las estatuas que mandó a erigir el partido conservador, sino el Bolívar forjador de libertad, al Bolívar, espíritu libre, que fustigó a las tiranías, y que creó hombre nuevos… Si fuese posible que los colombianos descubrieran a ese Bolívar, la oligarquía santanderista que se ha prolongado en casi ya 200 años comenzaría a temblar.

Muchas gracias.

Notas:

(1) Fernando González, Cartas a Estanislao.
(2) Sara Lina González, Fernando González, Buhonero del espíritu.
(3) Ibíd. p. 14.
(4) Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal.
(5) Fernando González, Mi Compadre.
(6) Ernesto Ochoa Moreno, De la rebeldía al éxtasis.
(7) Prohibición de Viaje a pie.
(8) Frank David Bedoya Muñoz, Bicentenario de Colombia: 200 años de la frustración del proyecto político de Bolívar.
(9) En adelante todas las citas pertenecen a los libros Mi Simón Bolívar y Santander.

Fuente:

Ponencia elaborada por Frank David Bedoya Muñoz, presentada en el Pequeño Teatro en el marco de las tertulias de Cedetrabajo, Medellín, 6 de julio de 2009. Segunda versión ampliada para presentar en la Casa Museo Otraparte en octubre 22 de 2009.