Fernando González y Manuel Mejía Vallejo en Otraparte a principios de la década del sesenta. Foto cortesía de Valeria Mejía.
Revolcador de existencias planas, amansador de vanidades, pastor de vientos y paisajes, queredor de las cosas, sembrador. El rebelde sin causa común con las pequeñas causas. Cuando le hacíamos grandes preguntas, él nos respondía incertidumbres serenas, seguro de que la verdad es más esquiva que el pez en una mano enjabonada. Como el amor. Me parece maravilloso esto de ser experto en desorientaciones, porque nos obligó a pensar. Y si la vida venía de atrás, él nos hizo creer en los años que pasaban y en los que podrían venir, con una fe desgarrada en esta Colombia todavía por hacer.
Manuel Mejía Vallejo