Teatro Santísimo
Bálsamo Presenta
Yo, Porfirio
(Basada en la biografía
novelada de Mario Melguizo)
—Marzo 8 de 2019—
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Gustavo Adolfo Montoya Sánchez es actor y fundador de la Corporación Alquimia Teatro en 1992 (miembro activo hasta 2005). Ha formado parte de la Asociación Colectivo Teatral Matacandelas (1983-1991), Corporación Teatro La Hora 25 (2007-2017) y actualmente del Teatro Santísimo Bálsamo. Entre su repertorio actoral se cuentan, entre otras, las obras «Ricardo III», «Electra», «The New Gangsters BFA», «De dos amores», «Romeo y Julieta», «Hécuba y las troyanas», «Hamlet en los tiempos del ruido», «Rey Lear», «Porfirio barba Jacob», «El diario de un ladrón», «Ensayando Shakespeare», «Eros y Thanatos», «¿Dónde estás amor?», «La zapatera prodigiosa», «Confesionario», «La cantante calva», «Viaje compartido» y «Cajón de muertos». Como director ha llevado a escena «Teatro bravo para gente brava» (Tony Fergo), «Canción de Navidad» (Charles Dickens), «Dios» (Woody Allen), «El Flecha» (David Sánchez Juliao) y «Yo, Porfirio» (Mario Melguizo). Ha participado en numerosos festivales y en marzo de 2018 recibió el reconocimiento a su vida actoral en el marco de la Semana Internacional de Teatro Ciudad de Medellín.
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Iré a los hospitales como Verlaine… Después un viento… un viento… un viento… y en ese viento mi alarido.
Porfirio Barba Jacob
El Teatro Santísimo Bálsamo propone un experimento con elementos interactivos en el que el público, mediante sus aportes, apreciaciones y comentarios, ayuda a construir la obra función tras función. Bien puede entenderse este acto como un performance (por las acciones verbales del público en determinado momento), cuyos componentes son lectura dramática, puesta en escena y participación de los asistentes.
Dada mi experiencia como actor, considero de gran valía escuchar a los espectadores, rompiendo y tumbando esa barrera que existe tan pronto como se ha terminado la función. Los comentarios acerca de la obra no serán para entrar en un debate de quién tiene la razón o no, sino para permitirme el ejercicio de llevar la obra a su máxima consagración, incluyendo en las funciones los aportes del público como una puesta en escena en continua transformación.
Se trata entonces de consumar la función ritual del teatro haciendo participes a los espectadores del proceso catártico. Yo, Porfirio será la obra donde he de permitirme cruzar el cielo y el infierno.
Gustavo Montoya
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