Pieza dramatizada
de Itziar Rekalde
Pensar en piedra
—Octubre 18 de 2012—
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Itziar Rekalde (Bermeo, 1955) llegó al mundo del teatro en 1996, estudió en el Taller de Artes Escénicas de Vitoria-Gasteiz y realizó la práctica en el grupo Divertente. Pertenece al grupo Kuku Bazar y desde 2006 dirige la compañía Doke de Mondragón. Como narradora, desde 1998 ha participado en festivales, impartido cursos, conferencias y actualmente lidera un proyecto de recuperación de la memoria oral en Bermeo. En sus propias palabras:
“Cada atardecer nuestro abuelo ponía encima de la mesa de la cocina dos cajas de zapatos. Se sentaba y comenzaba su particular ritual: abría la primera y sacaba las estampas recordatorios de las personas queridas que se le habían muerto. Era un acto íntimo. Miraba las estampas deteniéndose en cada una de ellas como evocando, como rezando, como preguntando, como diciendo, como contando. Nosotras, sus nietas, esperábamos a que terminara y cerrara la tapa, y, cuando lo hacía, nos acercábamos y esperábamos con ansiedad a que abriera la segunda para sentarnos a su alrededor. En esta segunda caja guardaba el tabaco de liar y el librillo de papel; mientras preparaba sus cigarros nos contaba sus cuentos que nos hacían navegar meciéndonos con las historias de naufragios, sirenas, ballenas y piratas.
Nuestra abuela, mientras esto sucedía, preparaba la cena, y cuando el abuelo se retiraba a guardar sus cajas nos contaba el cuento de Filomenita en el que la abuela hacia picadillo de carne con el cuerpo de la niña. Nuestra abuela ilustraba el cuento con un cuchillo en la mano mientras picaba el ajo y el perejil. El tema culinario era su preferido para los cuentos y el de María que sacaba las entrañas de su marido cadáver para comérselas era el más solicitado por nosotras. Después venía la cena y a soñar con los angelitos.
¿Es por esto que me dedico a contar historias? No está nada claro. Lo que sí os puedo decir es que soy fumadora, me gusta navegar, en varias singladuras he colaborado con la creación de censos de ballenas (en los dos sentidos: siendo una más en el océano y haciendo recuentos de los cetáceos en cuestión). Me encanta comer y dar de comer. No soy vegetariana”.
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Pensar en piedra
Me gusta viajar cuando el mundo duerme porque así consigo ver las cosas respirando naturalmente. Sólo se es natural cuando se duerme. Todo vive en el sitio que le corresponde y observamos las cosas desde lo alto. Soy capaz de ver. Por eso es que me gusto tanto. Me gusto tanto porque todo duerme, nadie me ve y yo me veo.
Pensar en piedra es un alto en el camino; un momento de vida congelado. Es un empeño en buscar una explicación a la existencia que queda siempre aplastado por la fuerza de la existencia misma. La piedra simboliza tanto el peso que inmoviliza como la herramienta para trazar el camino, el puente para seguir avanzando. Es el conflicto y la protección.
Atentos, muy atentos. A las señales, a las llamadas, a los toques de atención. A todo, a todos, a uno mismo. Estar presentes en nuestra vida. No tener que preguntarnos tanto: ¿por qué me pasa lo que me pasa? Todo sucede simultáneamente. Todos los mundos están bullendo aquí y ahora. Pero no los percibimos todos. Más atentos. Percibimos aquello que nos importa, cuando nos importa, cuando nos llega sin que sea necesario el concurso de nuestra voluntad. No es un acto de voluntad, ni acto de fe. Nos toca lo que nos toca, y no se puede eludir.
Solos no somos más que estancamiento. Estamos con los demás para avanzar. Cada encuentro, cada desencuentro, cada relación nos da la verdadera dimensión de nosotros mismos, es la marca que fija nuestra estatura en las paredes del alma, es el lápiz que prospera en el canto de una puerta, cuando no es la puerta misma, que comunica con la siguiente estancia, infierno o paraíso, pero siempre particulares.
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