Réquiem por un sacerdote

Por Ernesto Ochoa Moreno

A la misma hora en que llegaba a Colombia el papa Francisco se celebraron en Envigado las exequias del padre Daniel Restrepo González. Creo que hoy, que visita a Medellín el pontífice, exaltar la memoria del conocido y admirado sacerdote envigadeño es el mejor tributo que se pueda hacer a la Iglesia que orienta el papa Bergoglio.

Muy al estilo del padre Daniel, la homilía de su entierro la escribió él mismo y fue leída, en la misa de cuerpo presente, por el padre Eduardo Toro. Se palpó en el templo el silencio tenso de las despedidas. Fue como si se hubiera reeditado la antigua costumbre de dejar por escrito y de leer en voz alta el testamento. Así se moría antaño, así se debería morir siempre: con plena conciencia de lo que es la muerte, ese agotarse de la existencia y nacer a la eternidad en Dios. Que eso era el morir en el cristianismo primitivo: un dies natalis, un nacimiento.

Valdría la pena que se conociera este testamento, no solo como colofón de la producción literaria del padre Daniel, sino como un texto bellísimo para meditar en los novísismos —así llamábamos a los misterios postreros y póstumos que nos esperan— y también como testimonio de vida y entrega sacerdotal, de amor a la Iglesia, del incansable empeño de este envigadeño descalzo por dejar un buen legado a la juventud.

Francisco Daniel Restrepo González nació en Envigado en 1932, hijo del médico Francisco Restrepo Molina, de tan honda recordación en el pueblo envigadeño, y de Graciela González Ochoa, hermana del gran escritor Fernando González. Tanto Daniel, como su otro hermano Alberto, también sacerdote, son dignos herederos de nuestro filósofo, del que han sido profundos estudiosos.

Ordenado sacerdote en 1958, ejerció el ministerio parroquial en La Tasajera (Copacabana), Fredonia y Cisneros, y desarrolló una larga labor de pastoral juvenil y de orientación espiritual en el Seminario de Medellín. Ya mayor, como misionero en el Amazonas por varios años, rescató de las garras oficiales, para devolver a los indios Uitotos, grandes extensiones de tierra.

Publicó, entre otros libros, Mitología Uitota (en coautoría con Ángel Kuyoteca), El doctor Francisco Restrepo Molina, Mis cuentos para muchachos, La historia chiquita del Seminario Menor de Medellín, Putumayo, caucho y sangre (con texto de Roger Casement), San Fernando González, Doctor de la Iglesia y las biografías de tres santicos antioqueños: El padre Marianito, El padre Toñito y El padre Danielito.

Fue un incansable trabajador el padre Daniel. Como dato curioso vale señalar que tradujo al latín casi todos los libros de Fernando González. Además, nunca cejó en su inagotable tarea de pintar mariposas, primero en los pueblos en que ejerció su ministerio, a lápiz o con pincel, al final a punta de mouse. Bellísima colección que, junto con sus escritos, se puede consultar en el portal Webpadargo.com

En el Refugio Bernarda Uribe Restrepo, en Envigado, del que fue capellán los últimos años, un cáncer mató al padre Daniel tras penosa enfermedad. Como dijo Fernando González: “No se dirá murió, sino lo recogió el Silencio. Y no habrá duelos, sino la fiesta silenciosa, que es Silencio”.

Fuente:

Ochoa Moreno, Ernesto. “Réquiem por un sacerdote”. El Colombiano, sábado 9 de septiembre de 2017, columna de opinión Bajo las ceibas.