El filósofo de
Otraparte, en letras
Por Mónica Quintero Restrepo
Carolina Sanín publicó su primer libro, Todo en otra parte, y algunos le preguntaron si tenía que ver con Otraparte, esa palabra que en Medellín y Envigado es sinónimo de Fernando González, porque así se llama su casa. No tenía nada que ver, porque ella no sabía de él, pero fue el inicio de Pasajes de Fernando González, el más reciente libro de Carolina, donde están los textos del escritor, que ella seleccionó y comentó.
¿Qué fue lo que encontró en Fernando González que la llevó a leerlo, a investigarlo y a publicar un libro?
“Sus libros, al no pertenecer a ningún género literario, son singulares en la literatura colombiana. Antes que aspirar a construir unos objetos consistentes y coherentes, González investigó con su escritura el significado de la libertad intelectual y buscó abrir un camino que él mismo pudiera recorrer (y en el que él mismo se anonadara y a veces se perdiera) guiado por la intuición de qué cosa era un hombre y por el deseo de convertirse en el hombre que podía ser. Eso me dio curiosidad. El relativo desconocimiento de este autor y la relativa dificultad de encontrar sus libros fuera de Antioquia me llevaron a hacer una antología con la esperanza de que en otros lectores se despertara la misma curiosidad”.
¿Cómo seleccionar? ¿Este libro es leer a González a través de Carolina Sanín?
“El libro consta de una introducción más nueve partes, que corresponden a nueve libros de Fernando González. Cada una de esas partes tiene un comentario mío y está compuesta por pasajes suyos que seleccioné no solo pensando en los que me parecieran más intensos, contundentes e interesantes, sino también en los que, juntos, dieran una idea de cómo se formaba la unidad de cada libro. Mi intención era que cada capítulo fuera la versión abreviada del libro correspondiente. Y sí, el libro resultante refleja mi juicio y se puede decir que es mi Fernando González”.
Dice en el prólogo que excusar las opiniones de González sobre las mujeres, aduciendo la parroquialidad de su entorno, sería tratarlo sin el respeto que merece. Pero, ¿no se trata de leerlo en contexto?
“Una manera de considerar las obras literarias es leerlas en su contexto. A mí, esa manera de leer no me interesa mucho; me parece redundante y a veces superficial. Creo que con el escrúpulo de leer en contexto se deja de lado el texto; que se impide el descubrimiento de los contenidos más profundos y las asociaciones menos obvias y más fértiles de los textos. También creo que el hábito de leer en contexto nos hace ser condescendientes con los autores del pasado a la vez que nos hace arrogantes con respecto a las capacidades comprensivas de nuestro propio momento. Creo, adicionalmente, que el contexto de cualquier texto es la totalidad de la experiencia humana de todos los tiempos, o que todos los escritores escribimos en buena medida fuera de contexto, si por este se entiende nuestra coyuntura histórica. En cuanto a la expresa misoginia de González, me parece más interesante observar con qué términos está escrita y qué relación guarda con otros aspectos de su obra (por ejemplo, con su insistencia en feminizarse en su relación con Dios) que comentar que vivía en un contexto parroquial. Además, no puede decirse que el contexto del autor fuera parroquial por ser parroquiales Envigado y Medellín (como son parroquiales tal vez todos los lugares, tomados uno a uno). Al contexto de Fernando pertenecen todas las obras que él leyó y todo lo que tenía lugar a su alrededor, en el redondo mundo entero”.
¿Con cuál Fernando González quedó usted?
“Con un viejo amigo a quien nunca voy a conocer”.
¿Cuál es ahora el Otraparte de Carolina Sanín?
“Mi otraparte es mi misma casa, como la Otraparte de él fue la suya”.
Fernando González es un personaje de amores y desamores. Usted también. ¿Se encontró en algo en él?
“Me encontré con un autor con el que comparto algunos problemas y preguntas, algunas creencias y tal vez algún rasgo de carácter. Quizá quise por eso con este libro, de alguna manera, incorporarlo a mí o incorporarme a él. Siento que existe cierto hilo en la tradición literaria colombiana, que no es el hilo más vistoso ni el más importante, en el que a lo mejor quiero —pretenciosa o ilusamente— imaginarme a su lado. En cuanto los amores y desamores, eso es algo común a todos salvo a los que han alcanzado el nirvana”.
Fuente:
El Colombiano, domingo 13 de septiembre de 2015, sección Tendencias, p.p.: 42 – 43.