El brujo de Otraparte
Por Óscar Aguirre Gómez
Hace medio siglo viajó a otras dimensiones el espíritu del escéptico escritor Fernando González Ochoa, quien había nacido en Envigado en 1895. Polémico y controvertido, constituyó en su tiempo un pensador original que aún desconcierta con su palabra. Su obra fue decisiva en el nacimiento del movimiento nadaísta fundado por uno de sus discípulos, Gonzalo Arango. Fernando recibió influencias de Platón, Nietzsche, Spinoza, Schopenhauer y de Tomás Carrasquilla. En 1915 se vinculó a Los Panidas.
En 1916 publicó su primer libro: Pensamientos de un viejo, prologado por uno de los pioneros del periodismo en Colombia, Fidel Cano, quien dijo: “… se cree él (Fernando) llegado a interior vejez prematura, a causa de amargores que el ejercicio demasiado temprano de ciertas facultades del espíritu le ha puesto más en el corazón que en el cerebro”. Y agrega: “La idea de la limitación de nuestro ser, de nuestras facultades y del tiempo de que disponemos para ejercitarlas en la Tierra, le posee ahora como una obsesión, le tortura y le desalienta”.
Distingue a la obra de Fernando desde sus comienzos una búsqueda insaciable del por qué de las cosas y del misterio del hombre y su paso por el mundo: “Innumerables son los senderos que desde el instante presente conducen al futuro…”, manifiesta. Pero ignoramos la senda que conduce a nuestro destino. El hombre es juguete de fuerzas cósmicas que desconoce, pero están ahí.
En 1929 Fernando escribió Viaje a pie, libro prohibido “bajo pecado mortal” por la Iglesia. En 1930, centenario del Libertador, publicó Mi Simón Bolívar. En 1940 construyó en Envigado “La huerta del alemán”, residencia campestre, que luego se convertiría en “Otraparte”. Ese mismo año publicó Santander, donde dice que Bolívar es un “quebrantador de fronteras”, mientras Santander es un “creador de fronteras”. Escribió alrededor de treinta libros.
Fernando anota que “todo lo que sucede estuvo latente en la realidad anterior y está grávido del futuro”. La manifestación del ser humano en el universo sería consecuencia de lo que brega por manifestarse. “De ahí —dice— que el universo sea voluntad y representación”, como ya lo expresara Schopenhauer.
El poeta Ramón E. Arango escribió sobre Fernando: “Pedían tus pensares con sus sentidos raros / Y enigmáticos como tu espíritu complejo / Un poema nichano, donde el ‘decir de un viejo’ / Brillara con la lumbre de los marinos faros”. Con motivo de la muerte del filósofo, en 1964, Gonzalo Arango escribió una semblanza suya. “Su espíritu atormentado se ha liberado al fin de las servidumbres del espacio y el tiempo y de las miserias de la razón”. Fernando, quien optó por la “experiencia mística”, murió buscando a Dios, pero no en pesebres ni en altares, sino en su interior. Su conciencia no era parroquial sino cósmica. El universo constituyó su fuente de saber.
Fuente:
El Diario del Otún, sección Opinión, 29 de mayo de 2014.