Cartas a Estanislao, 70 años

Por Ernesto Ochoa Moreno

Hoy hace 70 años apareció el libro Cartas a Estanislao, de Fernando González Ochoa. «Se acabó de imprimir este libro en Manizales el 10 de septiembre de 1935», leo en esta edición príncipe por cuyo rugoso papel paso mi mano de lector como acariciando una piel anciana. Era la segunda obra del escritor envigadeño publicada ese año. El tiraje fue de 4.000 ejemplares. Pocos meses atrás había aparecido El remordimiento, habiendo sido editados los dos libros por Arturo Zapata, ambos con carátula de Arango.

En Cartas a Estanislao inaugura González el género epistolar en su producción literaria, que después de su muerte se enriquecería con la edición de Mis cartas de Fernando González (1983), dirigidas al jesuita Antonio Restrepo, Las cartas de Ripol (1989), Correspondencia (1995), que recoge las cartas a su suegro, el presidente Carlos E. Restrepo, y Cartas a Simón (1997).

Como en otros grandes escritores, la lectura de las cartas de nuestro filósofo es enriquecedora, no sólo para rastrear ideas y posiciones, sino para otear el paisaje de su alma, su vigor, su fuerza, su lucha indeclinable; para saborear, también, su estilo literario en la desnuda espontaneidad de la comunicación epistolar.

Cartas a Estanislao se inspira, para su título, en Estanislao Zuleta Ferrer, gran amigo de Fernando González y a quien dirige 13 de las 45 cartas que, con dos textos más, se incluyen en el volumen. Las restantes tienen otros destinatarios, como sus hermanos Alfonso y Alberto, Carlos E. Restrepo, Alejandro López, don Benjamín Correa y varios más. La primera misiva a Estanislao Zuleta está fechada en Envigado el 12 de agosto de 1934, y la última, que cierra el libro, el 27 de mayo de 1935.

Cuando apareció El remordimiento, el 10 de junio de 1935, se anunciaba en prensa la aparición de Cartas a Estanislao. Pero Estanislao (padre del conocido pensador Estanislao Zuleta, apenas recién nacido) murió a los 31 años, el 24 de junio de ese año, en el accidente aéreo en el que pereció también Carlos Gardel. De manera que no fue su desaparición la que originó el título, aunque sí resultó un homenaje póstumo a una promisoria figura del momento y uno de los más cercanos amigos (mi único amigo, dirá él) del solitario de Otraparte, centro en ese momento de condenas y anatemas.

En una libreta inédita del escritor, que alguna vez me mostró su hijo, Fernando González Restrepo, se lee este párrafo sobre la muerte de Estanislao: «24 junio 1935 – Murió hoy a las 15, quemado dentro de un avión, Estanislao Zuleta. Supe a las cinco que un avión se había incendiado con algunos pasajeros. A las 7 (19) me dijeron que en el campo habían chocado dos aviones y que se habían incendiado. Al rato pensé que Estanislao partía hoy para Bogotá. Ahí mismo llegaron mis hijos con la lista: ¡Estanislao Zuleta! Sentí una punzada en el corazón. En todo caso, ya se me acabaron las alas. Mi juventud terminó. Era mi único amigo. Recé a la Virgen para que le haga bienes a Estanislao. Voy a acostarme, pidiéndole a la Virgen por él, para que sea feliz, para que me sienta».

Cartas a Estanislao es una obra fundamental para entender a Fernando González, para entender la Colombia de la década de los treinta y, también, para entender por qué en Colombia lo repudiaron y, parecería, sigue habiendo reticencias frente a su obra. Así mismo, la lectura del libro sirve para conocer las raíces de esta mentira heredada cuyos frutos de violencia y corrupción nos está tocando cosechar en nuestros días.

Porque el libro no es una compilación de carticas nostálgicas e inofensivas, sino que al juntarlas en un volumen, fue clara la intención crítica del escritor. Es una obra de análisis social, político, sicológico, moral. Dice Alberto Restrepo González en Testigos de mi pueblo: «Fernando González levanta su voz enardecida y se convierte en profeta denunciador de la bajeza moral y de la mentira social del país. Los negroides, Cartas a Estanislao, la revista Antioquia, Santander, compendian, en este aspecto, su producción de la década de los treinta».

Y añade: «Es una época de diatriba, de sarcasmo, de contestación, de denuncia. Su pensamiento se reviste de un tinte casi totalmente social, en un esfuerzo denodado por hacer entender a las generaciones jóvenes la dimensión del problema que vive la patria. De los estamentos del poder y la cultura se le combate y se le menosprecia, pero él insiste, incansable y demoledor, en su tarea de verdad y americanismo».

En 1960, el mismo Fernando González definió así su libro: «En Cartas a Estanislao hice poemas a la orgullosa y divina aceptación de uno mismo y lancé diatribas contra la mentira que ha sido la humanidad en América». (En Fernando González visto por sí mismo, edición facsimilar, que puede consultarse en la página de la Corporación Fernando González: Otraparte.org).

Fuente:

El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 10 de septiembre de 2005.