Iconos de Fernando González
Por Alberto Restrepo González
La filosofía vivencial de Fernando González, que culmina en la contemplación mística, se construye a base de iconos, de espaldas a los cuales los viajes a la Presencia o Divinidad resultan incomprensibles.
El hombre gordo es el icono del hombre tropical: «El hombre gordo es un producto del trópico… Es el hombre exagerado… Son muy peligrosos… Toda nuestra vida de república ha sido vida de hombres gordos».
El seminarista es el icono del hombre que, encubriendo miserias con actitudes, vive para el éxito social: «El general Santander es el hijo más perfecto de los seminarios… En ese seminario aprendió que el pecado se tapa con una actitud y que ésta produce éxito social… Aprendió a reprimirse en público, a ejercitar en la soledad y a tapar con actitudes: el gran cómico… En la Nueva Granada todos eran hijos de seminario y rábulas».
El rábula es el icono del sofista manipulador: «El hombre de recursos lógicos en cuyos dedos pegados a una pluma, aparece la verdad creada, el sofisma… Aquel hombre inquieto, vivo, ingenioso, que vende sus pasiones… Que no cree sino en los recursos lógicos… El rábula oscureció, borronó la verdad y sobre el borrón creó teoría, hipótesis».
El maestro de escuela es el icono del «grande hombre incomprendido»: yo en descomposición, «que sufre por incapaz y anárquico», «falto de naturalidad», caracterizado por las actitudes de avergonzamiento y la «conciencia de pecado», que lo llevan a objetivar los «males» arrojando la culpa a los semejantes.
La dentroderita es el icono de la belleza despreciada: «Reina eras, pero eras “una dentroderita” / en Colombia, / donde la belleza no tiene su reino. […] Esa Carolina, / es Dios, son las esmeraldas / y don Simón Bolívar; es todo lo escondido / detrás de esta zarza apagada, remojada…».
La muchacha es el icono de Dios: «¡Qué animales tan hermosos hizo Dios al crear las muchachas!… ¡Ser perfecto es la muchacha!… Amo a Dios: luz, forma, todas las ideas. ¡Oh, único, muchacha de las muchachas».
La escuelita es el icono de la educación auténtica que, en contacto vivo y amoroso con la realidad, acrecienta y universaliza la conciencia, enseñando a realizar, en lugar de enseñar a aparentar y hablar: «Todo nace del amor, y esta gente está llena de lombrices, de odios, y de… “universidades”. No tiene ni una escuelita… Ya nos vamos a morir […] vírgenes de realidad… Es necesario que convivamos este concepto de “escuelita”. Si esto se logra, habrá comenzado la patria… “Montemos” una escuelita donde se agrande la conciencia… La escuelita […] será amorosa, fina, metódica y astuta […] y como el sol […] calentará y vivificará a todos».
Fuente:
El Colombiano, columna de opinión «Escuelita», viernes 26 de noviembre de 2004.