Boletín semanal con la vida
y obra de Fernando González
Centésima cuadragésima
quinta y última entrega
Para leer a Fernando González
Alberto Restrepo González
(1997)
~ 20 ~
Teodicea
(Continuación…)
El Dios cristiano
La primera imagen de Jesús en la obra de Fernando González es la imagen nietzscheana del Jesús judío, decadente y triste, que al final de una historia de poder, de violencia y de muerte predica la moral amorosa de las bienaventuranzas, y entre los ensueños de vidas posibles, a la búsqueda del superhombre, se presenta al pensador:
¡Nada que ame tanto el último hombre como los decires de Jesús! Al fin de aquel libro que relata la historia del pueblo de los grandes valores; al fin de esa historia llena de matanzas, crueldades, crímenes y grandezas, aparece el decadente Jesús con sus bienaventuranzas… (pv)
… la tristeza de Jesús. (pv)
Y mientras tú afirmas la vida, mientras predicas la venida del superhombre, la imagen de Jesús se te presentará, camino de la aldea de Magdalena, predicando el amor… […] Mientras las nubes son arrastradas en rápida procesión, sueña que vas por los caminos de Galilea, tras el Maestro… (pv)
En Viaje a pie desaparece la figura decadente del Jesús melancólico de la vejez de Israel, superada por la de Jesús vencedor de lo fenoménico, triunfador de la muerte, libertador, superador de todos los anunciadores de la libertad, pues vivió como eterno:
Jesús es el camino; Jesús que triunfó de lo fenoménico. ¿Quién otro ha vencido a la muerte? Esos pobres campesinos de Galilea no pudieron inventar la resurrección de Jesús y sus conversaciones de resucitado. […] ¿Sería verdad que Jesús venció lo fenoménico? ¿Sería verdad que Jesús no era su cara judía y su cuerpo virgen? El día en que el hombre sienta que no es accidente; cuando perciba esto de modo natural, así como de modo natural percibe hoy que es los atributos, el vientre y el cerebro, estará en capacidad de soledad, no será ya un animal; será, con relación a nosotros, lo que el miriápodo es respecto al hombre. Se llamará: El Esencial. ¿Quién superior a Jesús? Vivió como eterno; fue quien consideró la forma corporal como accidente, fue el Superador. ¡Nada de Siddharta Gautama, ni de Sócrates, ni de Confucio! Jesús fue el primero que venció a la muerte. (vp)
En Salomé, la resurrección se vive como expresión del amor de Cristo a la Tierra:
El fraile barbudo […] habló acerca de aquella frase que le dijeron a Jesús Resucitado los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros». Jesucristo amaba mucho los caminos; todo su pensamiento se desarrolló en ellos. […] En la iglesia pensé que la doctrina del superhombre, la terrena, se conforma con la de Cristo, a saber: hay que vivir cada segundo en belleza, eternamente. Hacerlo todo muy bien. Ser eternos ya, aquí. Se puede muy bien; no es preciso ir. Dios está todo aquí. (sal)
En la revista Antioquia, Sócrates y Jesús, vencedores de lo fenoménico, aparecen como la fuente de la religiosidad de González:
Sócrates y Jesús son la fuente de mi religiosidad; me aferro a ellos para conservar la esperanza de no ser borrado como individuo del libro de la vida. (ant vi)
En la crisis de disolución del yo, que patentiza El maestro de escuela, llega González a la vivencia de la universalidad de Jesucristo, destructor-superador del orden de la necesidad causal que rige los mundos de coordenadas, e introductor del orden nuevo de la Redención o de la Gracia, libre del determinismo causal:
Desde anteayer llamé al infinito luminoso para que me envíen un guía […]. Ya llegó el enviado que pedí, pues siento la luz del cielo y la suavidad de la convalecencia. Experimento el santo dolor (remordimiento) que nos eleva, así como el duro cemento a la pelota rebotante. […] Lo primero que me ha mostrado el guía alígero es la oración del Padrenuestro, principalmente en aquella frase que dice: perdona mis deudas así como perdono a mis deudores. Las frases de Cristo son verdaderas, sea cualquiera la concepción filosófica que se tenga de la vida. Para panteístas, materialistas y espiritualistas, son igualmente verdaderas. Del mismo modo como el sol alumbra y calienta al cavernario, al acuático y al celícola. Efectivamente, ya sea desde el punto de vista de la causalidad materialista, o de la mística, sólo rompiendo la causalidad, introduciendo en ella un nuevo elemento libertador, cesa la ley que dice: cada cosa es eterna: el odio engendra odio y amor el amor. Ojo por ojo: el primer ojo sacado creó al segundo, y éste al tercero, y así el ojo sacado es eterno. Pues viene Cristo y dice: «¡Perdona!». Cesa entonces la causalidad del odio y es reemplazada por la del amor. Queda así explicado el fenómeno de la Redención: Cristo dio sus ojos, todo su cuerpo, amorosamente, y mató así la causalidad antigua. Nació otra. ¿La Gracia? (me)
De la vivencia de la Redención y la Gracia de Cristo, que libertan de los determinismos causales, nace la conciencia de la solidaridad con los hombres en el drama de la representación del bien y del mal, y la urgencia de vivir la liberación de los determinismos, en comunión con Cristo, que asume, sin rechazo, odio ni condenación, todo el mal de los hombres:
Dios me está llamando, sigue llamándome […]… Momentos de éxtasis; perenne sentimiento de aceptación; me parece que vivo dentro del bien. Todo es bello, aun lo que llaman desgracias. Continúa el ansia de confesarme, pero no he vuelto a buscar a quién dejarle a los pies mi bulto de miserias. Ayer leí el periódico en el café de Suso y luego fui a la iglesia, en donde estaban comulgando mis hijos. Les hallé que bajaban del presbiterio, comulgados, palma contra palma las manos, cerca de las bocas. ¡Qué envidia y qué goce! Necesito sentir a Cristo en mí. Entra, Señor, entra y barre y embellece… ¡Tú que llamaste a Lázaro de la podre, Tú que resucitaste y comiste luego pescado! ¡Qué hermoso eres, que no robaste, no opinaste, no te disfrazaste! ¡No pesas y trasciendes, no te corrompes y renaces! ¡Empuja, pues, y derrumba! ¡Llámame con voz más urgente! Yo no puedo ir a Ti, pues «venga a nos tu reino». De mío voy a la prostitución. Empuja, urge, incita; todos son tus símbolos que me llaman, me hacen guiños. Estoy preñado de ganas de realidad. Pero murmuróme mi Trasgo, dentro: «¿Por qué tienen de sacristán a Vicente, el bujarrón?». ¿Pero qué importa? ¿No soy un prevaricador, ladrón, perseguidor? Precisamente Jesucristo anda llamándonos a todos, bujarrones y ladrones. (me)
Desde la vivencia de Cristo como El Esencial, superador de lo fenoménico, lleno de amor por la Tierra, libertador de los determinismos causales, crucificado y resucitado, Fernando González concluye que para vivir a Dios, sólo hay un Camino, Cristo:
No hay sino un camino al Néant o Vida Eterna: Cristo y la Cruz. La ciencia es conceptual. Si la ciencia conceptual fuera el camino al Padre, querría decir que el ciclotrón y demás van a destapar al Néant, que éste es objeto de telescopio o de microscopio y que los niños no van al Reino. Adelante se verá que Dios es Dios vivo y que se llega a Él por este camino: ser verídico y hacer el viaje pasional, luego el mental y perseguir siempre la Intimidad. (lvp)
A Dios, generador de formas, modos y causas, sólo puede llegarse asumiendo la Cruz, en seguimiento de Cristo, el revelador de Dios, que nos permite salir del mundo causal de la ciencia y de las coordenadas espacio-temporales, y vivir, en la libertad, en la categoría de eternidad:
…. el único modo de llegar al Padre es tomando con honradez absoluta su cruz y siguiendo al Hijo de Dios, «para que no viva yo en mí, sino Cristo en mí» […]. (lvp)
Todo el sucediéndose son mundos de coordenadas, infinito número de mundos y en todos ellos hay matices del bicéfalo placer-dolor, nacimiento y muerte, tiempo y espacio, bien y mal. Todos son mundos-caminos, más o menos altos y amplios. La gran Regeneración o Nuevo nacimiento es cuando se nos revela la Presencia. Entonces «no vivo yo, sino que vive Cristo en mí», y Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida y él nos dará eternidad en el Padre. (lvp)
El hombre es un esclavo espacio-temporal de la vanidad o ausencia, del vano, que «es homicida desde el principio». ¡El Libertador es El Hijo del Carpintero e Hijo de Dios, aquel joven judío que murió en La Cruz!… y ¡re-sucitó!… (cr)
Dios Trinidad
La Realidad, el Dios único y vivo, buscado afanosamente durante tantos años, vivenciado y conceptualizado desde tantas vivenciaciones, tiene su culmen en la Trinidad:
Néant es el Padre, a quien nadie conoce sino el Hijo, que es La Epifanía (Jesucristo). El Espíritu Santo es la Sabiduría. (lvp)
Sólo la Trinidad divina tiene Presente infinito, lo cual llaman eternidad, al mismo tiempo que tiene todos los presentes de cada existente, lo cual produce nuestra eternidad o inmortalidad y la dramática beatitud celeste. […] Lo nuestro es beatitud en la Trinidad. Somos los hijos. Beatitud es el sentimiento que acompaña al pasar de menor a mayor Presente o Presencia, con la idea de mi mente o intimidad como causa puesta por la Intimidad o Padre. Es pues contentamiento o amor en Dios. Beatitud divina es lo que acompaña a la Presencia de la realidad infinita que se es: el Néant o Padre, el Hijo o Representación y el Espíritu Santo o Conciencia. (lvp)
… al Amor, por ser infinito, lo llamamos Espíritu Santo; a la Inteligencia o Vida, Cristo, y al Ser, Padre… ¡y son uno solo y son tres! (cr)
… en toda «realidad» o apariencia o nudo está la mejor finca, o sea, La Realidad, o sea, El Padre, El Hijo y El Espíritu. (cr)
Tomemos, por ejemplo, la palabra padre. Tal palabra es vasija divina: del Padre de Jesucristo y Padre nuestro: del Padre del Hijo, que son uno solo y son dos, y que con la Lengua de Fuego son tres, pero son uno solo: La Realidad, Dios. (cr)
… Dios es Dios vivo; no de madera, de oro, de palabras, de formas, sino Vivo, y como Dios-Hombre, resucitado en cuerpo glorioso de hombre, que por su propia virtud ascendió al Padre y nos envió al Espíritu de Verdad para que habitara realmente en nosotros, en La Iglesia, y nos mostrara todo aquello que vaya conviniendo para que todo se cumpla, mientras Él, Jesucristo, volviera como relámpago a dar a sus hermanos nuevos cielos y nueva tierra […]. (cr)
* * *
Culminación de la
experiencia de Dios
El proceso de la experiencia de Dios, a través de las coordenadas espacio-temporales, culmina en el suicido cristiano, o sea, en la superación de toda apariencia:
Todo termina bien cuando uno le pide en nombre del Maestro y Señor; va sucediendo el asunto, poco a poco, y puede que uno crea que se vanió, pero luego ve, al final, que el Espíritu Santo es la inteligencia infinita, y que el suceder o historia no es sino la voluntad de Dios, que es la posibilidad infinita del bien, o sea, que todo lo bueno que pidamos, se cumplirá. (rpo)
Suicidarse en el vergel es ir entendiéndose como relatividad; como afirmaciones-negaciones necesitadas de lo que uno es: coordenadas; entendiendo en coordenadas; o de lo que uno va siendo: desplazamiento o trasmutación de coordenadas por cuantos de entendiendo, y el Suicidio es la vivencia de que somos viajeros caducos en la vida, hojas secas del árbol de la Vida…; y el suicidio de abajo es presencia del mundo de nuestras coordenadas pasionales-mentales, presencia sin posibilidad; callejón sin salida, presencia objetivada como el Ser (Dios)… Y ambos son el mundo del suicidio: La Inocencia, que es la vivencia o comprensión de todo en uno: bien y mal; feo y bello; homicida y homicidado… Es la santa idiotez…, la beatitud… (t ii)
… desde que me conozco, habito en el mundo del suicidio que tiene en su centro, en un montículo, como a su Rey, al Crucificado. (t ii)
[Cristo] nos quema, nos quema, hasta que no quede sino el «soplo divino», o espíritu, o lo que sea, en todo caso, Realidad, y Lo veamos y oigamos con el Ojo Simple. (cr)
* * *
Conclusiones
En la vida y en la filosofía gonzaliana, la pregunta por Dios es esencial, primaria y fundante: equivale a la pregunta por la Realidad, el Ser, la Vida y la Verdad.
Para González, Dios es Esencia amorosa que subyace a los fenómenos, Sustancia única, Verdad, Belleza, Sabiduría, Amor, Muchacha que no envejece, Vida, Realidad unitotal, Intimidad, Presencia, el Ser más allá de todo límite y de toda representación.
Excluir la pregunta por Dios de las preguntas fundamentales que se hizo González, o situarla en un rango inferior, es tanto como cerrarse a la posibilidad de la comprensión de la filosofía gonzaliana.
Los grandes problemas que su filosofía plantea sobre la posibilidad de la metafísica, la unicidad de la Sustancia, la unidad vida-universo-conciencia-Dios, la vida post mortem, la dialéctica de la liberación, en fin de cuentas, no son otra cosa que variaciones sobre el problema de Dios como la Realidad, y, sin distorsionar el pensamiento y las vivencias de González, no pueden responderse al margen del problema de la realidad de Dios:
… no hay sino sucediéndoses y sucediendo e Intimidad, y todo es un solo Dios o Realidad. (lvp)
La búsqueda de Realidad, objeto del gran viaje metafísico-vivencial de González, culmina en la experiencia mística del Dios Trino, de Cristo.
Tal es la verificación de la verdad y validez de la metafísica de las vivencias: si la metafísica como vivencia es válida, tiene que devenir en experiencia mística de la Realidad Viva y de la Verdad Viva, y no en teoría mental-conceptual del Ser.
Fin
Fuente:
Restrepo González, Alberto. Para leer a Fernando González. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana / Universidad de San Buenaventura, Medellín, 1997, pp. 1-827. Número total de páginas: 827.
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