Boletín semanal con la vida
y obra de Fernando González

Centésima trigésima primera entrega

Para leer a Fernando González

Alberto Restrepo González
(1997)

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~ 19 ~
Estética

Con la avidez contenida del devorador de las cosas bellas, en el aquietamiento de la conformidad contemplativa, Fernando González se sienta a la puerta de la belleza a la espera de la gracia de la belleza repartida en los seres:

… mi corazón no es fruto,/ sino el devorador./ El devorador de las cosas bellas;/ el cazador sentado/ bajo el árbol/ de la conformidad. (msb)

Unos doscientos místicos hay en el mundo que buscan la belleza… […] Necesito belleza. ¿Pero dónde encontrarla? […] La belleza es deseable, más que el dinero, más que la fama. Necesito ahora vivir entre la belleza. […] ¿Dónde encontraré la grandeza a quien deseo entregarme…? (msb)

Lo que deseo es la gracia que constituye la belleza y que ha sido repartida a los seres bellos. (msb)

En todo caso, yo necesito belleza, necesito sentarme como un pordiosero a la puerta de la belleza. (msb)

No soy inteligente ni tengo memoria, ni voluntad, ni rapidez de concepción, pero soy de los hombres más enamorados de la belleza. (n)

Ama la belleza interior y las cosas terrenas:

Renuncio a las pocas primaveras a cambio de belleza interior […]. (sal)

Ansia de belleza, belleza social, belleza interior, aspiración a lo perfecto. (dm)

En mí encuentro los siguientes instintos: amor inmenso por las cosas terrenas, ríos, fuentes, plantas, minerales, muchachas. (er)

Pero su gran anhelo es llegar a poseer la Belleza Suprema: Dios, modelo intemporal de la belleza, muchacha que no envejece, Realidad difusivamente manifestada como energía vital en los seres bellos:

En todo caso, ansío la belleza suprema. (msb)

Las ciencias nos excitan, nos impulsan; también las formas bellas. Todo lo bueno nos impulsa a subir. El alcohol lo inventamos para simular la euforia del guerrero. Indudablemente que el hombre es soldado conquistador de la tierra prometida. Eso fue Toní. Eso significa mademoiselle Toní. Por eso no quise sus besos, su dureza, sobre todo la insuperable dureza de la pared abdominal. ¡Eso sí era juventud! ¡Eso sí fue combate! Y en ella, en todos los seres, he amado a la juventud perfecta, y si muchas veces he obrado feamente, ha sido por estar prisionero. Amar las cosas a causa de la divinidad. (er)

Otro inmenso amor por llegar a Dios, o sea, a muchacha que no envejezca, a la belleza modelo. (er)

* * *

Metafísica de la belleza

Los principios de la estética

Principio fundamental: La belleza infinita es posible porque todo es centro del universo.

La estética gonzaliana es búsqueda y experiencia de la belleza esencial, que está más allá de todas las cosas, pero se manifiesta en la sucesión del acontecer cósmico en el que cada ser es un centro del universo, que induce al amor de la belleza infinita:

Quien vive en el tiempo, en la sucesión de las cosas, no puede amar sino lo infinito y la eternidad; lo que sea infinitamente bello. (msb)

Sólo me consuela el principio fundamental de la estética, de que todo es centro del universo; que al fin, al fin todos tenemos la misma importancia. (me)

Principio vital: Todo lo vivo es bello.

La estética es efecto de la culminación vital, en cuyas manifestaciones se patentiza el devenir universal:

La belleza es la vitalidad. […] La vitalidad embellece todo […]. (dm)

… tal no es la belleza de la vida, animal profundo, devenir de un pasado remoto y oscuro hacia remoto y oscuro mañana, animal que se nutre de todos los instintos, de todos los jugos. (er)

La Estética es efecto de culminación vital. Lo bello es vitalidad. Se trata de fenómenos semejantes en todo a la fecundidad fisiológica. La misma energía preside al aparecer de organismos y de obras de arte. (er)

Principio formal: La belleza es manifestación de la desarmonía.

Desde el comienzo de su búsqueda, González descubrió el principio estético baconiano que enuncia la desarmonía como condición de la belleza, por cuanto la belleza, más allá de las formas, pertenece al orden metafísico:

Cuán intensamente te recordé, amada, al leer esta noble verdad extraña de Lord Verulamio: «No hay hermosura exquisita sin cierta extrañeza en la proporción». ¡Frase posible sólo de ser entendida por aquel que haya enseñado su corazón a gustar las discusiones metafísicas! El hombre que se acostumbra a contemplar las sombras misteriosas que aparecen más allá del mundo y de sus conceptos limitados, acaba por enamorarse del silencio y de la belleza de la desarmonía. (pv)

La primera máxima de mi estética es: sólo puede haber belleza en la desarmonía. Cuando hemos hecho abrevar nuestro corazón en todos los sueños inventados por los hombres, aparece en nuestro espíritu la nostalgia del país desconocido, del país sin contornos, que está más allá de los conceptos, y más allá de la vulgaridad de los rostros humanos, que ríen unas veces y otras lloran… ¡Oh, este mi anhelo infinito de belleza desarmónica! ¡Oh, tú, mujer de mi anhelo que estás más allá de la belleza y de la fealdad! ¿Dónde encontrar el país que esté más allá de los conceptos…? (pv)

La belleza desarmónica, propia de los agonistas inconformes, se manifiesta en los grandes hombres, superadores que a través de la lucha buscan la plenitud vital más allá de los límites de la apariencia:

El destino es la ley que nos limita. ¿Podemos subir y hacer cada vez superior nuestro destino? Quizá con la contención. Esa es la esencia de las doctrinas de los superadores, tales como Siddharta Gautama y Jesucristo. […] Emerson recorrió la tierra para conocer a los hombres que habían absorbido el jugo de la naranja vital y se habían superado. […] Más hermoso que la montaña alta; más conmovedor que la mañana pletórica de tibieza, es el espectáculo del hombre grande. El hombre grande es el que está descontento de ser el animal que suda, digiere y tiene hambre; en su cuerpo, feo siempre, ha dejado el tormento de la inconformidad la desarmonía que hizo decir a Bacon de Verulamio que no había belleza sin cierta desarmonía en la proporción de las formas. (vp)

Continuará…

Fuente:

Restrepo González, Alberto. Para leer a Fernando González. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana / Universidad de San Buenaventura, Medellín, 1997, pp. 1-733. Número total de páginas: 827.

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