Con su Música a Otraparte
Carlos Vieco Ortiz
—30 de julio de 2010—
* * *
Canciones de Carlos Vieco
en discos de 78 r.p.m.
El Café de Otraparte
Entrada Libre
Coordina:
Hugo Álvarez Restrepo
Grande entre los grandes, y no sólo en el ámbito nacional sino también en el ámbito internacional, fue, sigue y seguirá siendo por siempre, por medio de su legado, el Maestro Carlos Vieco Ortiz, el menor de cinco hijos en un matrimonio que los llevó por los senderos del arte, mundo en el cual todos se destacaron.
Se «encarretó» de pequeño con la música grabando rollos para pianola, aquellos que colocábamos en los pianos y que, a punta de pedal, reproducían tonadas musicales. Luego, con una profunda dedicación, bajo la sombra de la Escuela de Música Santa Cecilia y de ilustres Maestros como Jesús Arriola, Gonzalo Vidal y Eusebio Ochoa, fue escalando los peldaños de la composición musical.
La inmensa cantidad, alrededor de dos mil obras, así como la valiosísima calidad de sus composiciones, llevaron al Maestro a ubicarse en un sitio de honor de nuestra música. Bastaría citar aquella preciosa «Tierra labrantía», mi preferida, y, al lado de ella, otras tan bellas como «Triste y lejano», «Hacia el Calvario», «La fruterita» e «Invierno y primavera». Y merece mención especial su zarzuela «Romance esclavo».
Desde el norte hasta el último rincón del sur del continente americano viajaron sus melodías con letras de poetas como Carlos Villafañe, Enrique Álvarez Henao y otros escritores de renombre, interpretadas por los más destacados conjuntos y las voces de antología (Ortiz Tirado, Juan Pulido, Sarita Herrera, Carlos Mejía, Agustín Magaldi, Juan Arvizu…), dúos, tríos y corales más destacadas de siempre.
La sangre impregnada de música que desde los antepasados Vieco hasta los de hoy circula por sus venas, es todo un torrente de notas musicales, y al decir esto no puedo dejar de evocar a mi gran y noble amigo, mi profesor y colega, el Maestro Raúl Vieco, como también a otro amigo del alma, Fernando Calle Garcés, a quien el Maestro Carlos le musicalizó muchas de sus letras.
En El Café de Otraparte estaremos escuchando una selección de su herencia musical en preciosos discos originales de 78 rpm y recordando al Maestro con anécdotas y apuntes sobre su vida y obra.
———
Hugo Álvarez Restrepo se inició en la poesía en Sonsón, Antioquia, su pueblo natal. Su vida ha girado en torno a la arquitectura (su profesión), la fotografía (ganador de varios premios nacionales), la música (como autor de varias canciones y coleccionista miembro de la Corporación Daniel Uribe), la madera (ex director de Cemade, Centro de la Madera), el ejército (oficial activo de la Reserva Especial y Cónsul en Medellín) y la poesía (su gran amor, en sus especialidades del soneto y la décima).
* * *
Carlos Vieco Ortiz
(1900 – 1979)
* * *
Carlos Vieco Ortiz
(1900 – 1979)
Extraordinario compositor y músico nacido en Medellín el 14 de febrero de 1900, hijo del también músico, compositor y pintor Camilo Vieco.
Alumno de los maestros Eusebio Ochoa, Jesús Arriola y Gonzalo Vidal, es probablemente el compositor colombiano de más extensa y reconocida producción musical.
«Echen pal morro» fue su primera composición, hecha en el año de 1924 como referencia al hábito de los medellinenses de esa época de subir a un cerro cercano, «El volador», para orar ante una imagen del Cristo Redentor colocada allí. Luego le pone música a uno de sus mayores éxitos, «Las noches de Agua de Dios», sobre un texto del periodista León Roch, quien los envió desde ese sanatorio a Medellín para que uno de los grandes compositores del momento los musicalizara, pues querían presentar el tema, ya en forma de canción, durante un homenaje que se le rendiría a Luis A. Calvo, interno en dicho reclusorio. La idea fue propuesta y los versos fueron presentados a los maestros Gonzalo Vidal y Nicolás Molina, pero ambos declinaron la responsabilidad no sin antes recomendar a Carlos Vieco, «ese muchacho tan entusiasta», para que lo hiciera. El éxito del tema fue sencillamente atronador cuando se estrenó la obra de Vieco con ritmo de danza.
Luego vienen otra interminable serie de títulos famosos como «Triste y lejano», «Al calor de tu afecto», «Honda pena», «Siempre tienes fría el alma», «Invierno y primavera», «Plegaria», «Sed», «Raza», «Es ya tarde», «Patasdilo», «Lluvia de plata», «Ruego», «Primavera en Medellín», «Hay que partir», «Raza», «Sin que tú me hicieras nada», «Plegaria al sol» y muchísimos otros más. Se dice que alcanzó a componer más de 2.000 obras, muchas de las cuales aún siguen inéditas pero afortunadamente conservadas en buena parte por sus herederos. Era casi una obligación de escritores y poetas el buscar al maestro Vieco para que les musicalizara sus obras.
Deben destacarse sus composiciones sobre textos de los poetas Tartarín Moreira, Santiago «El Caratejo» Vélez, Roberto Muñoz Londoño, etc… Pero con quien hizo la «llave» de mayor resonancia fue con el poeta de Anorí, Antioquia, Pablo Restrepo López, conocido literariamente con el seudónimo de León Zafir. Sobre textos de éste compuso varias de sus más famosas canciones como «Hacia el Calvario», «Tierra labrantía», «Cultivando rosas», y otras más.
Recibió múltiples distinciones como «La Cruz de Boyacá», «La Estrella de Antioquia», «La Medalla al Mérito del Instituto Colombiano de Cultura» y otras más. El teatro al aire libre del Cerro Nutibara en Medellín lleva su nombre, también como un homenaje más de la Alcaldía de Medellín a su ilustre hijo y compositor.
«Funmúsica», como homenaje a la memoria del maestro Carlos Vieco Ortiz, ha decidido que sea su nombre y su obra quienes reciban en el año 2000 el homenaje que cada año el «Festival Mono Núñez» rinde a uno de los grandes de la música colombiana, homenaje que en 1997 se rindió a Benigno Núñez, en 1998 a José Alejandro Morales y en 1999 a Efraín Orozco.
La muerte del Maestro Vieco en Medellín el 13 de septiembre de 1979 produjo hondo duelo nacional.
Fuente:
* * *
Escuchar fragmento de
«Estando tan ausente»
(L) Matilde Cevallos de Posada
(M) Carlos Vieco O.
Intérprete: Jorge Ochoa
Editado:
La música en Antioquia,
volumen 2, Carlos Vieco
Gobernación de Antioquia
Medellín, 1994
* * *
El Carlos Vieco…
que yo conozco
Por Milton Erre
Con un paso lento. Con una mirada escrutadora, detrás de sus gruesos anteojos. Balanceándose. Casi con monorritmo lo vi por primera vez.
Era junio y un sol casi vertical hacía ver más encendido el color naranja de los muros que ambientan el pasillo que conduce a la Sala de Grabación.
Ahora pienso que los papeles de música que llevaba en la mano y la pulcritud en el vestir me hicieron preguntar quién era ese señor de los anteojos gruesos y el traje gris. Supe, entonces, que era el maestro Carlos Vieco.
Su nombre me era familiar desde mis primeros años, cuando le aprendía a José Morales cuál era el tamaño de la amistad compartida con mi padre. Ellos lo evocaban con frecuencia a través de las melodías que interpretaban.
Casi furtivamente fue hasta el Estudio y como un fulano más me dediqué a escucharlo. Con certeza pero también con tozudez hacía las indicaciones sobre la partitura que se estaba grabando. Mentalmente repetí los caminos del recuerdo… y fueron dos las melodías que pude revivir: «La última carta» y «Honda pena»…, posiblemente porque con ellas estaba engarzado el tiempo de una novia lejana.
Oyéndolo ejecutar el piano aprecié su virtuosismo y el porqué de sus variados estilos en la composición.
Esa tarde de junio no quise interrumpirlo. No pregunté nada. Quise vivenciarlo. Verlo allí sencillo, sin ostentaciones de los lauros conseguidos con su música.
Allí estaba Carlos Vieco, el hombre-músico, pleno de recuerdos, de premios y tal vez de sinsabores. Frente al piano y la partitura, con sus enormes anteojos, conocí a Carlos Vieco, con su cargazón de melodías y con la sencillez de los artistas grandes.
Conocí a Carlos Vieco… una tarde de junio con sol y luz de primavera.
Fuente: