Presentación

Por curiosidad

Artículos periodísticos

—Noviembre 24 de 2016—

“Por curiosidad - Artículos periodísticos” de Lina María Aguirre

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Lina María Aguirre Jaramillo es periodista e investigadora. Doctora en Literatura por la Universidad de Antioquia. Es egresada y docente de la Universidad Pontificia Bolivariana, en donde está actualmente vinculada a la Facultad de Diseño Gráfico. Hizo sus estudios de postgrado en Humanidades – Filología Inglesa en la Universidad Pompeu Fabra, España. La investigación doctoral la hizo entre Barcelona, Oxford y Medellín. Investiga en los campos de literatura, viajes, periodismo, ciencia, artes y las relaciones Internet y sociedad. Escribe habitualmente para distintas publicaciones como la revista Capçalera del Colegio de Periodistas de Cataluña y el periódico La Vanguardia, en España; así como la revista Generación, de El Colombiano. En La Vanguardia se publica su espacio Teclado Móvil. Vive en la ciudad de Medellín y su mapa siempre está abierto y conectado entre Colombia, España y el Reino Unido, con otros ‘detours’ no siempre predecibles. Este es su primer libro.

Presentación de la autora
por Beatriz Mesa Mejía

Editorial Universidad Pontificia Bolivariana

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Por curiosidad es una colección editada de reportajes escogidos, publicados originalmente en Generación, la revista dominical del periódico El Colombiano, y agrupados bajo tres temas: Ciencia, Internet y sociedad, y Literatura.

Los textos escogidos incluyen investigación, entrevistas y crónicas extendidas sobre hechos y personajes que impactan de diversas maneras la historia y la vida en el mundo contemporáneo.

El libro tiene un prefacio escrito por Javier Beltrán, editor de Medios Digitales de la Biblioteca Nacional de Colombia, y un texto de presentación de la autora, acerca de la curiosidad y la escritura periodística. Cada texto tiene una entradilla nueva especialmente para la edición.

La imagen de la carátula es una fotografía hecha por la autora: una vista de Trafalgar Square desde el ‘National Cafe’ de la National Gallery de Londres.

El libro es publicado por la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, con un agradecimiento al periódico El Colombiano por la autorización para la reproducción de los artículos.

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Lina María Aguirre Jaramillo

Lina María Aguirre Jaramillo

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Gallimard:
¡Centenario magnifique!

Gallimard es un símbolo de todo lo que la cultura francesa, y particularmente la parisina, impregnó en la noción de intelectualidad en el siglo XX. El centenario de la editorial fue la ocasión de retratar ese mundo particular del cual emergieron varios de los autores y títulos indispensables para entender la literatura de las décadas precedentes y su importancia actual.

Por Lina María Aguirre Jaramillo

Esta historia tiene ingredientes para una buena novela: un joven que se convierte, sin planearlo, en un editor célebre. Un castillo. Un grupo variopinto de escritores que disfrutan de un bar exquisito mientras experimentan con la literatura del siglo XX, una casa con vista a un jardín memorable, algunos conflictos filosóficos / morales / mundanos (por supuesto), lectores con buen olfato para las mejores obras, un selecto comité existencialista y, como escenario: París, con su grandiosidad, su modernismo, sus callejuelas medievales, librerías, cafés… y editoriales. Entre ellas Gallimard, que este año celebra su centenario.

Todo comienza en la región de Normandía, al norte de Francia. El joven Gaston Gallimard, hijo de un rico coleccionista amateur de arte, está, sin mucho empeño, buscando trabajo. El padre propone un puesto sinecura con el gobierno rural, pero el muchacho dice que prefiere no hacer nada a eso. Cerca de la casa de la familia, en el Château de Cuverville, un hombre está decidido a crear una revista y una editorial con unos amigos literatos. Se llama André Gide y decide invitar a Gaston a unirse a la creación de la revista NRF (Nouvelle Revue Française) en 1910.

Al principio nadie creería que la alianza fuese a funcionar inmediatamente. Gide y su carácter sulfuroso. Gallimard y su carácter tranquilo, aspecto soñador, propenso a “dejarse llevar”, modesto y reacio a tomar partidos. Pero quizá allí radicó parte del éxito de Gaston: tenía carisma, sabía atraer y convencer a la gente, contemporizaba, acertaba en la elección de asesores y además corría con suerte. Formó un comité de lectura para juzgar los manuscritos recibidos que hizo leyenda por su gusto y peso intelectual: Jacques Rivière, Jean Paulhan, Albert Camus, André Malraux y Raymond Queneau.

La calidad estaba asegurada, pero ¿la viabilidad de la empresa? En una carta de Paul Claudel dirigida a Gide le dice: “La cuestión es saber si una empresa comercial puede sobrevivir si se restringe a publicar únicamente trabajos de excelencia, tanto en forma como en contenido… Se necesita organizar menos el lado editorial que la publicidad y distribución”. A propósito de Claudel, protagonizó uno de los conflictos que dan color a la historia: rompió relaciones con Gide debido a la orientación sexual de este (el católico Claudel auguraba un infierno parecido a un plátano frito para Gide) y hacia 1946 estaba escribiendo cartas bastante enojado a Gaston Gallimard, en las que le reprochaba su cercanía con la nueva revista de izquierda Les Temps Modernes y con “Messieurs les existentialistes”: Camus, Sartre, Simone de Beauvoir. Claudel le advertía al editor que él todavía sería leído cuando todos los mencionados estarían olvidados (no fue exactamente así. Un compendio de los cincuenta libros más leídos de la casa editorial no incluye ninguno de sus títulos).

Los registros de aprobación o no de una publicación son uno de los tesoros de una casa editorial, definen su identidad y marcan su destino. En los archivos de Gallimard están las famosas fichas de lectura en tarjetas especiales de papel pergamino amarillo que incluían un recuadro pequeño en la esquina superior derecha, donde el lector informaba el manuscrito sometido a juicio con una calificación de 1 (recomendado para publicar) a 3 (no recomendado). En una de esas tarjetas, Jean Paulhan escribió, por ejemplo, sus notas sobre El extranjero, de Camus, que había sido entregado en noviembre de 1941, durante la II Guerra Mundial: “Que una novela tenga como tema, más o menos, ‘M. es ejecutado por ir al cine el día de la muerte de su madre’ debería ser plausible y, lo que es más, convincente. Esto es suficiente. Es una novela de mucha clase… Publicar sin ninguna duda”. Paulhan, que estudiaba lengua y semántica y estaba abierto a las experimentaciones de los surrealistas y dadaístas, también estuvo a favor de publicar a Antonin Artaud, intenso y caótico en El ombligo de los limbos, aunque le inquietaba si el autor “se quitará en el último momento, o llenará la obra de más obscenidades. Todo es posible…”.

Por su parte, otro de los lectores legendarios, André Malraux, fue quien abrió las puertas de Gallimard al estadounidense William Faulkner en 1935, a la postre autor estrella de la colección internacional Du Monde Entier: “Calificación 1, a no ser que alguien tenga alguna objeción, a cada una de las novelas de Faulkner”.

Jacques Rivière fue quien enmendó el doble error cometido por la NRF y Gallimard: el rechazo a Del lado de Swann, la primera parte de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, quien se fue hacia el editor Bernard Grasset. Rivière lo trajo de vuelta, en un acuerdo sellado en una reunión en el hotel Ritz por Gallimard y Proust “mientras comían un pollo muy tierno”. Poco después, en 1919, la obra del autor de A la sombra de las muchachas en flor ganó el primer Premio Goncourt obtenido por la editorial.

La Biblioteca Nacional de Francia tiene abierta actualmente una exposición conmemorativa, “Gallimard, 1911-2011: un siècle d’edition”, con una fascinante colección de documentos, fotografías y memorabilia. Están las acuarelas originales de El Principito o el manuscrito de El segundo sexo. Las ediciones insignes de la NRF, con sus carátulas de líneas rojas y negras sobre un fondo marfil, la serie de literatura negra, con solapas en negro y amarillo, el legendario sello Pléaide. Estética, estilo, consistencia… y también algunas sorpresas: En los años 20, Gallimard había invertido en tres periódicos amarillistas, uno de ellos el escabroso Détective.

Todas las ganancias por ventas de esos periódicos las invirtió en la editorial y, como él mismo escribió, en hacer de inadvertido mecenas: no salía barato publicar la mejor literatura ni arriesgarse con autores atrevidos y temperamentales. Y además, alguien tenía que pagar por la famosa “sala de autores” de Gallimard, con sus cómodos sillones, teléfonos, escritorios y bar abierto. Pero el gran logro de Gaston fue que consiguió materializar esa atmósfera de la sala, y el talento que reunía, en una empresa francesa original que continúa publicando gran literatura, hoy convertida en patrimonio universal.

1.º de mayo de 2011