Celebración
Noche de San Juan
—24 de junio de 2010—
San Juan Bautista
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Celebración de la Noche de San Juan en El Café de Otraparte con literatura, música y la evocación de antiguas tradiciones. Un homenaje al Brujo de Otraparte, “buhonero del espíritu”, y a su hijo Simón González, quien vivió “a la sombra de lo desconocido, con amor y asombro”. Lecturas en torno a destacados exponentes de la mística y las llamadas ciencias ocultas: Mircea Eliade, Raimundo Lulio, San Juan de la Cruz y Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros.
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Noche de San Juan
La celebración del solsticio de verano es tan antigua como la misma humanidad. En un principio se creía que el Sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha los días eran cada vez más cortos. Por esta razón, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del verano, o 20 de junio, para simbolizar el poder del Sol y ayudarle a renovar su energía.
En tiempos posteriores se encendían fogatas en las cimas de las montañas, a lo largo de los riachuelos, en la mitad de las calles y al frente de las casas. Se organizaban procesiones con antorchas y se echaban a rodar ruedas ardiendo colina abajo y a través de los campos. A menudo se bailaba y saltaba alrededor del fuego para purificarse y protegerse de influencias demoníacas y asegurar el renacimiento del Sol.
¿Por qué San Juan Bautista? San Lucas narra en su Evangelio que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad del Bautista seis meses antes del nacimiento de Cristo.
La Iglesia señaló entonces esta noche como la de San Juan, muy próxima al solsticio de verano, heredando así una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa y que se han extendido por muchos pueblos de América. El 24 de junio se celebra entonces la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque de los santos siempre se recuerda el día de su muerte. San Agustín explica que en el caso de San Juan Bautista se hace una excepción y se conmemora el día de su nacimiento porque fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin culpa. Es digno celebrar su nacimiento, ya que fue motivo de inmensa alegría para la humanidad tener entre sus miembros al que iba a anunciar la proximidad de la Redención.
En el Evangelio de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar que su mujer, Isabel, estuviera en cinta. Sin embargo, cuando el portavoz de la Redención nació, y Zacarías escribió en una tablilla: “Su nombre es Juan”, el sacerdote recuperó inmediatamente el habla y entonó el hermoso himno de amor y agradecimiento conocido como “Benedictus”, que la Iglesia repite a diario en su oficio. Rebosante de alegría, la tradición dice que Zacarías encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la noticia. Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche santa y sagrada, sin abandonar por eso su antigua aura mágica pagana.
De la infancia de San Juan nada se sabe. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Él. Vivió su juventud dedicado a la penitencia y a la oración. Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de Dios.
Pero no es gratuita la coincidencia entre el ancestral culto solar y San Juan Bautista. El personaje es de una gran talla: es un sol menor que abre camino al gran Sol que es Cristo, con una firmeza que hace temblar al mismo rey Herodes. Tenía el Bautista una misión, y nada le acobardó. Preparaba los caminos del Señor. Era La Voz que clamaba en el desierto. No callaba cuando veía los abusos del poder. Por eso terminó su cabeza servida en la bandeja de Salomé.
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Noche de San Juan
o la vigilia del fuego
Por Manel Dalmau
Las antorchas descienden serpenteando por un camino que llega hasta las afueras del pueblo. Son tres kilómetros de descenso, casi un 70% de abrupto desnivel, recargado de malas hierbas que te regalan uno que otro resbalón, pinos verdes que acarician el aire, arbustos espinosos que te hieren las pantorrillas y ramas que te arañan los brazos ya maquillados por el sudor.
Son antorchas arrancadas de la madre Tierra, con un delgado tronco de dos metros de alto y tres o cuatro leños rectangulares en la parte superior atados entre sí con alambre rústico. Pueden ser diez kilos de peso sostenidos por un hombro, agarrados con temblor por un par de manos que deben mantener firmeza, seguridad, algo de atrevimiento. El último año descendieron 80 antorchas de aquella montaña. Este año se espera el descenso de muchas más.
Son antorchas construidas días antes por los jóvenes del pueblo, muchachos de 16 a 20 años y portadores veteranos de 30 a 40 años. Cuando llegan a la base de la montaña, casi sin respiración, agotados, maltratados por el descenso, los esperan las mujeres vestidas con la ropa tradicional de la comarca, llevan flores, vino y una cesta con algo para comer.
Son más de las diez de la noche. Sin apenas pausa, los portadores de la llama forman pareja con las chicas y desfilan dos kilómetros más entrando en el pueblo que está invadido de visitantes, turistas y curiosos, fotografiando el desfile, que, sin más, nos brinda la imagen maravillosa de una serpiente de fuego de 800 metros de largo.
Esta es la fiesta de origen pagano que, en cierto modo, rinde homenaje a la Virgen de Ribera, patrona de mi pueblo catalán. Es el preludio (18 de Junio) que se vincula directamente a otra noche coronada por el fuego, la noche de las vísperas de San Juan (23 de Junio).
Nadie conoce su origen, ni el por qué, ni tampoco el cómo. Cada barrio de la pequeña capital del pirineo quema sus demonios y sus pensamientos alrededor de una descomunal fogata, haciendo brindis, dando gritos de alborozo, tejiendo en el aire sus conjuros, danzando al compás de la intuición y de los espíritus elementales que despiertan esa noche.
Cada población catalana tiene sus hogueras, sus costumbres y sus antiguas tradiciones: unas, recuperando los caminos reales construidos entre los siglos IX y XI y que conectaban con las ermitas e iglesias románicas que todavía siguen en pie; otras, invocando a las bestias mitológicas que acompañan el ritual de los “correfocs” (correfuegos), grupos de muchachos disfrazados de diablos que portaban lanzas de pólvora y danzaban entre los escupitajos de Satanás y al ritmo de tambores con piel de cabra.
Los alquimistas del verbo le dedican prácticas laicas y oraciones al solsticio de verano; las brujas modernas conjuran con los espíritus elementales delicadas recetas de la ancestral gastronomía.
La ortografía del fuego dilata la noche más corta con su figura cálida, iluminando nuestro encuentro con la magia, la poesía, la ciencia, la mística y esa misteriosa relación que cada uno de nosotros tiene, desde antes de nacer, con la Tierra y el universo todo.
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Arte de Contemplación
—Capítulo 1—
Del modo con que Blanquerna
contempla las virtudes de Dios.
Por Raimundo Lulio
1. Lenvantóse Blanquerna a la media noche, y púsose a mirar el cielo y las estrellas, echando de su pensamiento todas las cosas del mundo. Y poniéndose todo en la meditación de las virtudes de Dios, primeramente quiso contemplar la bondad de Dios; en todas las dieciséis virtudes, y todas éstas en la bondad de Dios, y por esto, puesto de rodillas, levantó las manos al cielo y su pensamiento a Dios, y dijo estas palabras con su boca, y las meditó en su alma con todos los poderes de su memoria, de su entendimiento y de su voluntad.
2. “¡Oh Soberano Bien, que eres infinitamente grande en eternidad, poder, sabiduría, amor, virtud, verdad, gloria, perfección, justicia, largueza, misericordia, humildad, señorío y paciencia! Adórote, recordando, entendiendo, amando y hablando en ti y en todas las virtudes antedichas, las cuales son contigo y tú con ellas una esencia y una misma cosa sin diferencia alguna”.
3. “¡Soberano bien, que eres grande, soberano grande que eres bien! Si no fueres tú eterno, no serías tan grande bien que pudiese mi alma llenar, en ti, a su memoria de memorar, y en ti, a su entendimiento de entender, y en ti, a su voluntad de amar; pero, siendo tú bien infinito y eterno, puede llenar toda mi alma y todas las almas racionales de gracia infusa y bendición, memorando, entendiendo y amando en ti, Soberano Bien, infinito y eterno”.
4. Por aquel poder que Blanquerna recordaba en soberana bondad, tenía poder y virtud de elevar su consideración sobre el firmamento, y consideraba una grandeza tan grande que tuviese movimiento infinito, como un relámpago formado en seis rectitudes generales, que son éstas: alto, bajo, a la derecha, a la izquierda, delante y detrás, y que no podía encontrar término ni principio ni fin. Admirado se quedó Blanquerna de tal consideración, y mayormente cuando la dobló considerando aquella bondad tan grande en eternidad que no tiene principio ni fin. Mientras Blanquerna estaba todo absorto en este pensamiento y consideración, acordóse cuán grande bien es el poder divino, que puede ser tan grande y tan durable y que puede saber y querer infinitamente y eternalmente, y puede tener virtud, verdad, gloria, perfección, justicia, largueza, misericordia, humildad, señorío y paciencia infinita y eternal.
5. Perseverando Blanquerna en esta contemplación, empezó su corazón a calentarse y sus ojos a derramar lágrimas por el placer que sentía por el recordar, entender y amar tan nobles virtudes en la suprema bondad. Pero antes que Blanquerna pudiese perfectamente llorar, bajó su entendimiento a la potencia imaginativa, y con ella empezó a pensar y dudar cómo podía ser que antes que fuese el mundo tuviese Dios justicia, largueza, misericordia, humildad y señorío. Y por la participación del entendimiento con la imaginativa, aquella duda enfrió el calor de su corazón y disminuyéronsele las lágrimas en sus ojos, y entonces Blanquerna desnudó su entendimiento de la potencia imaginativa, subiéndole sobre ella, acordándose que el Soberano Bien es infinito en toda perfección y, como tal, por su propia virtud y por su propia gloria puede y sabe tener tan perfectamente justicia, misericordia, largueza, humildad y señorío, como todas las demás virtudes antedichas, así antes que fuese el mundo como después que es creado; por esto faltaba, o no había, quien pudiese de aquel Soberano Bien recibir los efectos de su gran misericordia ni la influencia de las demás virtudes referidas.
6. Agradó mucho a la voluntad de Blanquerna la acción que hizo el entendimiento cuando dejó acá abajo la potencia imaginativa que le impedía y subió arriba a entender, sin ella, el poder infinito de Dios, el cual conviene que sea en justicia, largueza, etc., antes que fuese el mundo, porque, si no lo fuese, se seguiría que en la Suprema bondad habría defecto de poder, grandeza, eternidad, virtud y verdad; pero siendo imposible que en Dios haya defecto alguno, por eso la voluntad inflamó tanto el corazón de Blanquerna, que sus ojos se llenaron de lágrimas muy copiosas.
7. Mientras Blanquerna contemplaba y lloraba de este modo, allá en el interior de su alma se hablaban mentalmente su memoria, entendimiento y voluntad, y se complacían con grande alegría en las virtudes de Dios, según significaban las siguientes palabras: —Memoria —dijo el entendimiento—, ¿qué recordáis de la bondad y de la sabiduría y amor de Dios? Y vos, voluntad, ¿qué amáis de ellas? —Respondió primero la memoria diciendo: —Cuando yo en mi recuerdo he visto y pienso cuán grande bien es saberse a sí mismo mayor y más noble en esencia y voluntad que todas las cosas, no me siento tan grande ni tan elevada como cuando recuerdo el Soberano Bien ser infinito en saber y querer; y cuando a este mi recuerdo junto yo, según mi consideración, la eternidad, poder, virtud, verdad, gloria, perfección, etcétera, que son en él una cosa misma, entonces me siento engrandecer y exaltar, memorando estas cosas, y me parece que voy creciendo sobre todas cosas. Con estas y otras muchas palabras respondió la memoria al entendimiento y después la voluntad la respondió de semejante modo, diciendo que ella no se sentía tan alta y tan grande cuando amaba al Soberano Bien por ser más sabio y más amante que ninguna otra cosa, como entonces cuando le amaba por tener sabiduría eterna e infinita. El entendimiento después dijo de sí mismo a la memoria y a la voluntad que él se hallaba en el mismo estado y semejante al de las dos potencias en la contemplación del Soberano Bien.
8. Acordaron entre sí la memoria, entendimiento y voluntad de contemplar a la divina bondad en la virtud, verdad y gloria; y recordó la memoria virtud de bien infinito, existiendo la virtud infinita en verdad y gloria; y el entendimiento entendió todo aquello que la memoria recordó; y la voluntad amó todo aquello que la memoria recordaba y el entendimiento entendía. Otra vez volvió la memoria a su recuerdo, y recordó verdad infinita del supremo bien, existiendo en la verdad, virtud y gloria infinita; y el entendimiento entendió gloria infinita existiendo en la gloria virtud y verdad, que son supremo bien y glorioso; y la voluntad lo amó todo junto en una actualidad y en una misma perfección.
9. Preguntó Blanquerna a su entendimiento, diciéndole: —Si el Soberano Bien me da la salvación, ¿qué entenderás tú? —Y respondió el entendimiento: —Yo entenderé la misericordia y la humildad y la largueza de Dios. Y tú, ¡oh memoria!, si el Soberano Bien me condena, ¿qué memorarás? —Respondió: —Amaré aquello que la memoria recordará, si estuviere en lugar que lo pueda amar, puesto que las virtudes del Soberano Bien por sí mismas son amables.
10. Después de todo esto, Blanquerna se acordó en sus pecados, y entendió cuán grande bien es haber en Dios paciencia, porque si no la hubiera, cuan presto el hombre comete el pecado, sería castigado y privado de este mundo. Y por esto preguntó a la voluntad qué gracias daría a la paciencia de Dios, que le sufría y había siempre sufrido. Respondió la voluntad, y dijo que ella amaría en el Soberano Bien la justicia, aunque fuese posible que el entendimiento pudiese saber que le había de condenar por sus pecados. Agradó mucho a Blanquerna la respuesta que dio la voluntad, y la boca de Blanquerna, con todas las tres potencias de su alma, loaron y bendijeron mucho la paciencia del Soberano Bien por todas las virtudes divinas.
11. Según este modo contemplaba Blanquerna las virtudes divinas desde la media noche hasta la hora de maitines, haciendo gracias a Dios que se había humillado a él en haberle guiado y enderezado en su contemplación. Y cuando quiso finir la contemplación y tocar a maitines, empezó a acordarse de que no había contemplado la paciencia de Dios tan altamente como las otras virtudes, por cuanto la había contemplado solamente en respecto a sí mismo, según que arriba va expresado, y por esto le fue conveniente volver otra vez en la contemplación, y dijo que él adoraba y contemplaba a la paciencia de Dios en el ser una misma cosa con la suprema bondad y con las demás otras virtudes, sin diferencia ninguna. Por lo cual el entendimiento se admiró en gran manera cómo podía ser la paciencia una cosa misma en esencia con las otras virtudes. Pero la memoria recordó que las virtudes en Dios no tienen diferencia alguna las unas de las otras; pero por cuanto las obras que tiene en las criaturas, por las cuales ella son representada como por su efecto, son diversas [por esto parecen diversas], así como parece diversa la vista cuando mira en dos espejos y el uno es recto y el otro oblicuo, y la vista en sí es una sola en cada uno de los espejos, sin diferencia alguna.
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Beato Raimundo Lulio (en catalán: Ramon Llull) (c. 1232 – 29 de junio de 1315), también conocido como Raimundus o Raymundus Lullus o como Raymond Lully por los ingleses, fue escritor, cabalista, divulgador científico, misionero, teólogo, monje franciscano, alquimista, entre otras cosas, dejando una obra ingente, variada y de muy alta calidad escrita en catalán, árabe y latín. La mayor parte de ella aún no ha sido traducida al castellano. Se le considera uno de los creadores del catalán literario y uno de los primeros en usar una lengua neolatina para expresar conocimientos filosóficos, científicos y técnicos, además de textos novelísticos. Se le atribuye la invención de la rosa de los vientos y del nocturlabio. Fue declarado beato y su fiesta se conmemora el 29 de marzo.
Fuente:
Del Arte de contemplación, de R. Llull, en “Obras literarias”, de la BAC, t. 31, págs. 524-529.