Noche de Campo Literaria
Fernando Pessoa
Tantas sombras
en un mismo cuerpo *
—Agosto 20 de 2011—
Fernando Pessoa
(1888 – 1935)
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Noche de Campo Literaria en El Café de Otraparte: Literatura a manteles: Fernando Pessoa: tantas sombras en un mismo cuerpo. Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1888. Su madre, prematuramente viuda, se casó en segundas nupcias con el comandante João Miguel Rosa, que en 1895 fue nombrado cónsul en Durban (África del Sur), donde Pessoa estudió en el convento de West Street y luego en la High School y la Commercial School, y pasó el examen de admisión y la Intermediate Examination de Artes en la Universidad de Ciudad del Cabo. En 1905 Pessoa se trasladó a Lisboa para matricularse en el curso superior de Letras. Traductor, astrólogo, médium, ensayista, vinculado a la vez a la vanguardia literaria y plástica y al ocultismo, Fernando Pessoa debe su extensa y casi enteramente póstuma notoriedad mundial a la vasta y variada obra poética que, firmada por él mismo o atribuida a alguno de sus heterónimos —señaladamente Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos—, se difundió sobre todo a partir de su fallecimiento en Lisboa el 30 de noviembre de 1935.
(* Tomado del poema “La estatua
de Pessoa” del venezolano
Eugenio Montejo).
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Anglómano, miope, cortés, huidizo, vestido de oscuro, reticente y familiar, cosmopolita que predica el nacionalismo, investigador solemne de cosas fútiles, humorista que nunca sonríe y nos hiela la sangre, inventor de otros poetas y destructor de sí mismo, autor de paradojas claras como el agua y, como ella, vertiginosas: fingir es conocerse, misterioso que no cultiva el misterio, misterioso como la luna del mediodía, taciturno fantasma del mediodía portugués, ¿quién es Pessoa? Pierre Hourcade, que lo conoció al final de su vida, escribe: “Nunca, al despedirme, me atreví a volver la cara; tenía miedo de verlo desvanecerse, disuelto en el aire”.
Octavio Paz
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XHola, guardador de rebaños, Que es viento, y que pasa, Mucho más que eso. Nunca oíste pasar el viento. Fernando Pessoa |
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Fernando Pessoa
Ilustración por Fernando Vicente
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Dos fragmentos
de Fernando Pessoa
Estética del artificio
La vida perjudica a la expresión de la vida. Si yo viviese un gran amor, nunca lo podría contar.
Yo mismo no sé si este yo, que os expongo, en estas sinuosas páginas, realmente existe o tan solo es un concepto estético y falso que he formado de mí mismo. Me vivo estéticamente en otro. He esculpido mi vida como una estatua de materia ajena a mi ser. A veces no me reconozco, tan exterior a mí mismo me he puesto, y tan de un modo puramente artístico he empleado mi conciencia de mí mismo. ¿Quién soy por detrás de esta irrealidad? No lo sé. Debo de ser alguien. Y si no trato de vivir, de actuar, de sentir, es —creedme bien— para no perturbar las líneas artificiales de mi personalidad supuesta. Quiero ser tal cual he querido ser y no soy. Si cediese, me destruiría. Quiero ser una obra de arte, del alma por lo menos, ya que del cuerpo no puedo serlo. Por eso me he esculpido con tranquilidad y enajenación me he colocado en una estufa, lejos de los aires frescos y de las luces francas —donde mi artificialidad, flor absurda, florezca en retirada belleza.
Pienso a veces en lo bello que sería poder, […] mis sueños, crearme una vida continua, que se sucede, dentro del transcurrir de días enteros, con invitados imaginarios, con gente creada, e ir viviendo, sufriendo, gozando esa vida falsa. Allí me sucederían desgracias; grandes alegrías caerían sobre mí. Y nada mío sería real. Pero tendría todo una lógica soberbia, seria, sería todo según un ritmo de voluptuosa falsedad, y sucedería todo en una ciudad hecha de mi alma, perdida hasta el andén de un tren tranquilo, muy lejos dentro de mí, muy lejos… Y todo claro, inevitable, como en la vida exterior…
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IX
El poeta superior dice lo que efectivamente siente. El poeta mediano dice lo que decide sentir. El poeta inferior dice lo que cree que debe sentir.
Nada de esto tiene que ver con la sinceridad. En primer lugar, nadie sabe lo que verdaderamente siente: es posible que sintamos alivio con la muerte de alguien querido, y creer que estamos sintiendo pena, porque eso es lo que se debe sentir en esas ocasiones. La mayoría de la gente siente convencionalmente, aunque con la mayor sinceridad humana: lo que no siente es con cualquier tipo o grado de sinceridad intelectual, y ésa es la que importa en el poeta. Tanto es así que no creo que haya en toda la ya larga historia de la poesía más que cuatro o cinco poetas que dijesen realmente lo que verdaderamente, y no sólo efectivamente, sentían. Hay algunos, muy grandes, que nunca lo dijeron, que fueron siempre incapaces de decirlo. Como mucho hay, en ciertos poetas, momentos en los que dicen lo que sienten. Aquí o allá lo dijo Wordsworth. Una o dos veces lo dijo Coleridge; pues la Canción del viejo marinero y Kubla Khan son más sinceros que todo Milton, incluso diré que todo Shakespeare. Hay sólo una reserva que hacer con respecto a Shakespeare: es que Shakespeare era esencial y estructuralmente artificial, y por eso su constante insinceridad llega a ser una constante sinceridad, de ahí su gran grandeza.
Cuando un poeta inferior siente, siente siempre por contrato. Puede ser sincero en la emoción: ¿qué importa si no lo es en la poesía? Hay poetas que proyectan lo que sienten en el verso: nunca comprobaron que no lo sintieron. Llora Camöes la pérdida del alma de su dama; y al final quien llora es Petrarca. Si Camöes hubiese sentido la emoción sinceramente suya, habría encontrado una forma nueva, palabras nuevas —todo menos el soneto y el verso endecasílabo—. Pero no: usó el soneto en verso como llevaría luto en la vida.
Mi maestro Caeiro fue el único poeta totalmente sincero del mundo.
Fuentes:
Libro del desasosiego (Seix Barral, traducción del portugués, organización, introducción y notas de Ángel Crespo); Poesías completas de Alberto Caeiro (Pre-Textos).
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