Presentación
El día que fui con
Escobar a La Catedral
—Agosto 12 de 2011—
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Luis Alirio Calle Muñoz, egresado de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, es comunicador social y periodista hace 32 años. Nació en Yarumal, norte antioqueño, el segundo día de mayo de 1956. Ha ejercido el periodismo en prensa escrita, en radio y en televisión. Trabajó como reportero en diversas áreas para el periódico El Mundo de Medellín y las cadenas radiales Caracol y RCN en la capital de Antioquia. Dirigió durante seis años el primer noticiero de televisión regional que hubo en Colombia, Informativo de Antioquia, a través de Teleantioquia, canal donde dirigió y presentó diversos programas.
Ha sido docente universitario, columnista de opinión en el diario El Colombiano, conferencista, y ha realizado varios documentales, uno de ellos sobre los desplazados de Urabá, trabajo que fue premiado en Arequipa, Perú, en 1998. Fue director durante seis años del programa Camino al barrio, antes llamado Arriba mi barrio, experiencia de televisión comunitaria que hoy pasa por los canales Telemedellín y Teleantioquia. En Telemedellín dirigió las noticias durante dos años y medio y ha dirigido y presentado diversos programas periodísticos y de opinión.
Está divorciado y tiene dos hijos, Sara Isabel y Luis Santiago. En 2007, dice, “… viví la brusca y ofuscadora experiencia de ser candidato a un cargo público. No gané. Sólo vi, oí, y aprendí”. Varios textos suyos sobre ética y periodismo han aparecido en diversas publicaciones y ahora es autor de este primer libro, fruto de lo que él hoy ve como el “incierto, movedizo y empinado camino de escribir, postergado hace muchas noches y muchos amores que ya no están”.
Presentación del autor
por Juan Fernando Mosquera
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Hay gente que, de verdad, tiene algo qué decir. Y en ese lugar está Luis Alirio Calle. Un periodista que perdió el apellido mientras ganó respeto y credibilidad porque es parte de la familia de todos en Antioquia: Luis Alirio, así es como le conocen en este lado del país. No sólo ha sido testigo sino protagonista del tiempo que le tocó vivir. Medellín y los años que respiramos en peligro fueron relatados por él en radio, prensa y —de manera inolvidable— en televisión. Luis Alirio nos contó, con la calma que no teníamos, de qué tamaño eran las pisadas del monstruo que vivía entre nosotros: narcotráfico, corrupción y todas las formas de eso que aún no sabíamos que se llamaba terrorismo. Él nos pintó al óleo y sin artificio el presente que, por aquel entonces, nos estaba robando el futuro.
Tantos años han pasado como secretos se han quedado a vivir bajo las piedras. Veinte años después de la entrega y dieciocho después de la muerte de Pablo Escobar su fantasma aún sigue caminando por esa línea delgada que va de la leyenda a la fantasía… El autor de este libro es uno de los pocos que estuvo a solas con el hombre, el mito, y salió de allí tal como entró: limpio.
Aquí habla la ciudad que tantas veces intentaron callar con el pesado eco de las bombas que rompían vidrios y noches, vidas y días. Este libro es una pieza de periodismo que, a la vez, se convierte en lección: porque la ficción también puede hablar con la verdad. Justo esto descubrirán ustedes en los relatos breves que les esperan adentro, después de la crónica.
Juan Mosquera Restrepo
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Luis Alirio Calle
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Fue un día de gran tensión en Colombia, y particularmente en Medellín. Por una parte, la entrega del capo dependía de que la Asamblea Nacional Constituyente aprobara, ese día, la no extradición de colombianos a Estados Unidos, y por otra, todas las autoridades estaban en máximo estado de alerta porque la organización conocida como Los Pepes (“Perseguidos por Pablo Escobar”), grupo paramilitar conformado para acabar con el jefe del Cartel de Medellín y toda su estructura criminal, había hecho saber su intención de boicotear la entrega, cosa que hacía temer un acto terrorista de gran magnitud.
La entrega del capo se materializó al final de la tarde del mencionado día y el hecho le dio la vuelta al mundo. Escobar llegaba como prisionero a una cárcel cuya construcción había sido supervisada por él mismo, situada en un sitio estratégico del municipio de Envigado, unos 15 kilómetros al suroriente de Medellín. Deponía sus armas con un extenso prontuario de muertes y de hechos de terror que tenían al país en ascuas y especialmente a Medellín y el resto del Área Metropolitana del Valle del Aburrá.
Era, entonces, el hombre más buscado del mundo, y yo, un reportero director de un noticiero de televisión regional, el único periodista que estuvo presente en el acto de sometimiento a la justicia del temido jefe del cartel de la droga que más sangre y miedo regó durante esos años y estas tierras.
El autor
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Pablo Escobar Gaviria
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El día que fui con
Escobar a La Catedral
—Fragmentos—
Dudé del papel. Pero ahí estaban la firma y la huella de Pablo Escobar, y sabido era que el jefe del llamado Cartel de Medellín no dejaba de acompañar su firma con la huella… Desde luego, podría ser falsa…
Me costó, pero creí en la veracidad de la firma, y de la carta, manuscrita.
Hacía días había leído en un ejemplar de El Mundo de España que la periodista Concha R. Minguela había tardado meses para conseguir una entrevista con Escobar luego de mil contactos y cartas con destino siempre incierto. Sin embargo, y por una vieja insinuación del amigo que me alertó con el supuesto enojo de Escobar, me había aventurado a escribirle una carta al capo, la misma que envié por vías penumbrosas el primero de junio de 1991. Sé la fecha no porque conserve copia de la carta sino porque en la respuesta de Escobar está referenciada.
La escribí a máquina, en mi oficina, la firmé y puse mi huella dactilar. Esa carta podía ser el hueco para entrar en arenas movedizas. Tuve temor de ella y por eso no dejé copia, aunque el verdadero peligro no era la copia sino la que se iba, vaya uno a saber a qué manos. El amigo del que hablo se encargó de entregarla, no sé cuándo, ni dónde, y mucho menos a quién, y ése quién a quién más, y ése otro a qué otro, y a otro…
En esa carta le pedía a Escobar la posibilidad de hablar con él… sobre él, sobre este país, sobre su vida huyendo, sobre la mafia, sobre la verdad de él frente a la verdad de las noticias…
… El ambiente que vivía la ciudad era de veras azaroso. Hubo épocas en las que la mayor parte de la gente se encerraba en su casa, por tarde, a las siete de la noche. Además de los carros bomba que estallaron en varios lugares de la ciudad y dejaron espantosos regueros de muerte, eran frecuentes las masacres de grupos de jóvenes en los barrios populares. Hombres encapuchados en motos o en carros habitualmente oscuros, como sombras, pasaron por muchas esquinas disparando armas poderosas que dejaban a su paso muerte y pavor.
Fuente:
Calle Muñoz, Luis Alirio. El día que fui con Escobar a La Catedral. Editado y publicado por el mismo autor, Bogotá, 2011.