Revista Antioquia
Fernando González
1936 – 1945
Antioquia 13 / 1939
El correo de F. G.
Para nadie es un secreto el éxito definitivo de esta revista. El literario estaba descontado al iniciar la empresa y el de la librería propasó los cálculos halagüeños que sobre circulación hicieran jefes de publicidad muy respetables.
Estampo esto para mantener al asiduo gonzaliano informado sobre la ruta del Maestro hacia dentro en la masa de lectores colombianos. Considero al comprador de una copia de la Revista como a un miembro más de la vasta falange de amigos y enemigos del genial humorista. Esta publicación es casa abierta y mi parcela, ventanal para atisbar al interior.
* * *
Quienes —amigos y enemigos de F. G.— se sirvieron escribir en este mes habrán de excusar la demora de la respuesta. Toda correspondencia recibida se contesta: tal ha tratado de ser la norma. Pero esta vez la cantidad ha propasado a los minutos disponibles.
Quiero que sepan aquellas personas que enviaron cartas de felicitación y aliento, que F. G. las ha leído cuidadosamente y tomado atenta nota de las ideas y sugestiones de los lectores.
Por lo demás, las cartas de denuesto y protesta de los enemigos, fueron leídas también atentamente y con mucho deleite. Puedo confiarles que F. G. ha pasado mañanas muy agradables con el correo de sus enemigos.
Tanto a los unos como a los otros se les agradece la molestia tomada al dar sus opiniones sinceras sobre Antioquia, la revista de Fernando González.
Muchos lectores coincidieron en sugerir la idea de que, en alguna página y en forma muy resaltada, se pida al que compre la Revista que no la dé en préstamo. A este respecto se recibieron varios recortes de motes usados por autores españoles en las primeras hojas de sus libros.
Por supuesto, agradezco la sugerencia. Pero nada de eso se publicará. Es muy sencillo: la idea vertebral cuando se lanzó nuevamente al público esta revista no fue la de hacer negocio con ella. Se hizo primordialmente como deporte espiritual, con fines intelectuales. Porque no estamos necesitando del lucro de la Revista para fines de subsistencia.
Este mensuario invierte lo poco que produce cada edición en el mejoramiento de la próxima. Y a ello se debe el que la Revista siga apareciendo cumplidamente cada mes, con ilustraciones carísimas y muy copioso tiraje, no obstante el alza inconcebible creada por los acaparadores, aprovechándose de la guerra.
En lo pertinente, queremos, por el contrario, pedir al lector que propague la Revista; que la dé en préstamo a quien por uno u otro motivo se negare a comprarla. F. G. anhela dar cima a una misión literaria y espiritual dentro del ambiente antioqueño.
Y que resulte muy claro: con avisos o sin ellos, comprada por el público o circulando gratuitamente, Antioquia, la revista de Fernando González, seguirá editándose mensualmente opóngase quien se opusiere en tanto que sintamos placer en ello.
Y mientras continuemos en la creencia de que somos independientes, Antioquia proseguirá como tribuna libre en el desconcierto colombiano.
Este número de la Revista tiene dos fines sustanciales: contradecir a los lectores y rendir homenaje al gran judío que murió en el pasado septiembre.
F. G. comenzó a maliciar que Antioquia se estaba vendiendo mucho, no por lo que él más ama, que es «el arte de desnudar», sino por los términos fuertes y por cierto deseo de venganza que todos tenemos y que nos hace gozar al ver «desnuda» a la gente a quien suponemos más rica o feliz que nosotros…
Entonces F. G. escribió su estudio acerca de Freud.
Los lectores se toparán con una de las más gratas sorpresas en esta monografía. Se supone que los asiduos de Antioquia están en la masa intelectual colombiana. Este estudio sobre Freud que realiza F. G. es una de las más diáfanas interpretaciones del sabio israelita. Y toda la maraña del psicoanálisis que tratadistas «vírgenes y bobos», como diría F. G., aniegan en libros voluminosos, la pone en claro el ilustre filósofo antioqueño en unas veinte páginas. Este estudio es de antología y recortable. Pudiera figurar honrosamente en cualquiera prestigiosa revista de París. Pero F. G. está complacido al publicarla para los amigos de su «república de Antioquia».
Con cierto irrespeto no he podido menos de pensar que también este estudio dará a los lectores una explicación psicológica de por qué escribe las palabrotas de los arrieros envigadeños, y en su vida de sociedad es pulcro y tímido.
Le pregunté y me dijo: «Es posible que haya alguna razón en ello». Podría ser que el F. G. escritor es el subconsciente, un arriero o grupo de arrieros envigadeños de aquellos que le gritaban a sus mulas en la falda de La Frisolera: «¡Arre, putas!».
Pero resulta también que F. G. es anarquista y librepensador, y que no escribe esta revista para tener éxito social o pecuniario sino, como él afirma: «Para no dejar enmohecer su libertad interior y exterior».
Me dijo F. G.: «Si me dejara llevar de los lectores, estos se convertirían en mis amos. ¡Al diablo con el éxito! Sabido es que Jesucristo y Sócrates, que son el camino, no tuvieron éxito sino una cruz y un vaso de cicuta. La gloria o beatitud es otra cosa, que nace cuando morimos socialmente».
Resulta que F. G. no quiere tener muchos lectores ahora, porque entonces no los tendría después. Y me repite muy sinceramente: «¡Al diablo con el éxito!».
En esta entrega, el Maestro ha querido ir presentando otros aspectos de su personalidad: ensayista, cuentista, dibujante, crítico, teólogo y —como yo me atrevo a decirle— arriero…
La finalidad última de todas estas actividades de F. G. es la posesión de la «verdad desnuda», a la cual no se debe confundir con una mujer desnuda.
F. G. me explica que si negocia en vacas, en acciones industriales y mineras; si asiste a las asambleas generales, si ora y reniega, si atisba a la gatica y a la Toní, etc., es para buscar a Cristo que es la «verdad desnuda», pues abandonó su túnica para que fuera jugada como un gordo de la Lotería de Manizales.
«Si Cristo les hubiera dado gusto a sus oyentes… —comenta F. G.— Recuérdese su éxito cuando niño, cuando se perdió y lo hallaron discutiendo con los doctores; pues si les hubiera dado gusto le había dejado a la Virgen unos diez mil pesos, pero a cambio de todo».
«El Diablo, o sea, el subconsciente, según Freud —agrega F. G.—, le propuso ese trato varias veces: cuando estuvo ayunando cuarenta días en el desierto; otra cuando oraba en el Huerto, y la lucha interior fue tan grande que sudó sangre».
Ha querido Fernando González que todos los artículos de este número consonaran con el espíritu freudiano; así, tanto el ensayo como los comentarios, cuentos y aguafuertes, forman un conjunto. Esto es un triunfo de la técnica, muy difícil. En número anterior, el 11, apuntamos que F. G. se jactaba de ser el único por aquí que poseía la música de los temas. Esa pretensión no es vanidosa, pues aquí no hay literatos; hay literatura de axila, copia de libros que pasean por los cafés llevados bajo el sobaco.
El cuento titulado «Chimbodioro», y los aguafuertes, Musinga y los latrocinios, están dedicados a los que entienden de técnica literaria y del valor de las definiciones, labor divina, según Aristóteles. F. G. aprecia en mucho sus definiciones de los seis latrocinios y el estudio sociológico acerca de ellos.
En el panorama de la Vida Nacional F. G. considera al gobernador Aurelio Mejía como hombre inteligente, e incita a la república de Antioquia a ser agradable como los marinillos. «¡Nada de robo, de insolencia, de bulla! Aquí trabajamos con la inteligencia», afirma F. G.
En el panorama de la Vida Internacional de esta guerra que ocurre en Europa. Allá no pueden darla, porque la diplomacia lo impide. Es también un artículo de polémica religiosa. F. G. dice: «Disgustará a muchos, porque perjudicará a muchos».
«De magia» es un precioso artículo de alta trascendencia filosófica y moral. Está escrito dentro de los puntos de las más puras doctrinas místicas y antiguas escuelas herméticas. Empero, F. G. sostiene que es «una explicación de nuestro Señor Jesucristo y sus discípulos. El que tenga oídos, oirá».
El número 15 de la revista, correspondiente a enero de 1941, circulará el 21 de diciembre. Será edición extraordinaria dedicada a las fiestas de Nochebuena y año nuevo en la república de Antioquia. Para ese entonces haremos la rifa de los regalos a los lectores, que hemos ofrecido desde la edición anterior.
La lista de obsequios será publicada en el próximo número y la de los gananciosos, con sus fotografías, en la entrega 15 anunciada. Hemos recibido gran cantidad de cupones, todos los cuales se hallan depositados en lugar conveniente, tanto los que vinieron por correo como aquellos que fueron depositados en el buzón de la Tipografía Pérez. Agradecemos la molestia tomada por los lectores que ya enviaron su cupón.
Y hasta el próximo mes,
Cronio
— o o o —
Segismundo Freud
El mes pasado, septiembre de 1939, murió en Londres octogenario y desterrado, Segismundo Freud: huyó de Austria, lugar de su nacimiento, cuando el hitlerismo la invadió, y murió, simbólicamente, ahora cuando Hitler parece que va teniendo éxito en sus intentos brutales.
Decimos «lugar de su nacimiento», porque era hebreo y grande hombre, y por ambos conceptos su patria era el universo.
Vamos a intentar un ensayito acerca de él; ensayo como para nosotros los enamorados de las cosas pequeñas, pequeño sermón, pequeña vergüenza y mujer pequeña. El estudio grande y que no leerán lo dejaremos para López de Mesa, que es virgen y bobo.
El hombre es instrumento del Estado, de quien recibe la verdad: tal es la tesis de los totalitarios: Dios es Mussolini, Hitler o Stalin; «Alemania es Hitler y Hitler es Alemania».
El hombre es diosecito, microcosmos, sello divino, y en sí mismo, trabajando, orando o meditando encuentra la verdad eterna: tal es la otra tesis, y desde 1918 va siendo derrotada; parece que la gente sintiera la necesidad de un régimen de estupidez; parece que la humanidad estuviera cansada del espíritu y atraída por el antiguo animal. Porque después de todo abuso de la espiritualidad viene el hastío:
Mon coeur que tout irrite
excepté la candeur
de l’antique animal…(Baudelaire)
La vida terrestre del hombre se realiza por ciclos de actividad de la carne bruta y luego del espíritu; ya en las estaciones, ora en la actividad estelar, en toda vida vemos que el fenómeno primario es el movimiento. La ley del péndulo parece que rigiera al hombre, y ahora ese péndulo se ha devuelto de las cimas luminosas hacia los abismos en donde reinan el hijo del herrero (Mussolini) y el pintor de puertas (Adolfo Hitler).
No afirmamos que el hombre sea sustancia dual, pero las cosas suceden como si lo fuera. Tampoco afirmamos que esté mal el que tengan éxito los totalitarios, pues la vida es como es y no como lo deseamos: el súmmum de la sabiduría nos lo dio Cristo en la oración que nos dejó, a saber: «Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo».
El hecho protuberante de hoy es que la humanidad encuentra su placer en los nacionalismos agresivos y en la renuncia de las voluntades individuales en aras de la obediencia a fines imaginados por los dictadores. Sabios, artistas y santos son inactuales, hombrecitos de paraguas.
Entre los hechos que precedieron como causas a esta muerte del individualismo y de la actividad espiritual enumeraremos unos pocos, someramente: el mucho acopio de capital, en forma de maquinarias, conocimientos e invenciones; la incapacidad del individuo para manejar ese capital y para no abusar de él y, por último, la fatiga proveniente de que el misterio se va alejando, alejando, sin dejarse alcanzar, con lo cual se le pierde la fe al espíritu humano y nace la necesidad de renunciar a la voluntad individual (periodo de fundación de religiones, sanatorios morales).
¿Cómo explicar, si no es por una crisis moral, el que pueblos como Italia, Alemania y España se hayan entregado en cuerpo y alma a hombres y doctrinas brutales?
En esta contienda nuestro corazón está por la libertad, pero aceptamos la realidad: hoy tienen más vitalidad los adversarios; las democracias agonizan. En otras palabras: cúmplase la voluntad divina de que Freud muera en Londres, octogenario desterrado, y que el choricero Bock esté muy rozagante.
Es muy difícil hacer comprender la idea que venimos trabajando y que no es sino la misma del Padrenuestro. Le daremos otro manipuleo, así: las ideologías son manifestaciones de las necesidades vitales, y unas veces triunfan unas en la conciencia humana y luego las otras. Todo lo aparente, material o moral, es forma limitada en que se manifiesta la energía; cuando los individuos cumplimos este fin, dejamos de ser actuales y queda de nosotros el cascarón; éste, a veces, queda viviendo fisiológicamente un poco más; hay hombres que no mueren a tiempo y desacreditan su obra.
Aceptamos pues la muerte de Freud: ninguna queja por lo que sucede. Pero entiéndase bien que esta actitud de la conciencia no es la misma de aquel ilustre antioqueño, de Marinilla, que preguntaba al llegar a las mesas o urnas electorales: ¿Quienes vamos ganando…?
En este estudio consideraremos a Freud como el sabio tipo del abusador del espíritu humano; compararemos su obra con la torre de Babel y, por eso, hemos dicho que su muerte es simbólica. Vamos ahora al grano.
El origen del psicoanálisis y demás teorías freudianas lo hallamos en la doctrina del epifenomenismo.
Esta es una doctrina psicológica que nació a causa del progreso fisiológico. Ambos fenómenos ocurrieron en estos últimos cincuenta años.
Observaron que la conciencia no alumbra sino la cima de los sucesos anímicos, o mejor, que la vida consciente no comprende sino el último proceso de los hechos íntimos. Por ejemplo, cuando uno sabe que está triste, hace tiempo que había comenzado a estarlo y los hechos psicofisiológicos correspondientes a la tristeza ya se habían iniciado en su devenir; cuando somos conscientes de tal fenómeno, fue porque éste llegó a su culminación. No lloramos, dice James, porque estemos tristes, sino que lo estamos porque lloramos.
Un filósofo alemán del siglo pasado, de antes de que se hubiera formulado el epifenomenismo como doctrina, decía que la vida consciente se asemeja a las crestas de las olas marinas que ilumina el sol: éste sería la conciencia y los hechos de que nos da cuenta serían apenas crestas del oleaje interior.
Coincidió este progreso psicofisiológico con la introducción a Europa, por medio de Schopenhauer, de las doctrinas hindúes acerca de la eternidad del alma, la metempsicosis y la unidad última del ser o «nirvana». En su libro El mundo como voluntad y representación fue en donde Schopenhauer sistematizó para Europa las doctrinas hindúes.
Hay que anotar que entre estos era ya muy viejo todo lo que al respecto tenemos como novedad en el occidente cristiano.
Además del epifenomenismo hay que contar entre los padres de Freud al doctor Mesmer y su escuela. Mesmer también era austriaco.
En otras palabras: en la última mitad del siglo pasado hubo en Europa gran progreso en los conocimientos psicofisiológicos y, a un mismo tiempo, la introducción de una cultura antiquísima, desconocida hasta entonces por los pueblos cristianos, las doctrinas faquires acerca de la absorción evolutiva del hombre en Dios, o sea, el nirvana.
Esta cultura hindú alumbraba con brillo grande y explicaba la serie de fenómenos observados por la ciencia de laboratorio del occidente cristiano. De ahí la avidez y desenfreno con que los occidentales se echaron en brazos de la cultura de los faquires.
Tal desenfreno se manifestó en el intento casi logrado de fundar nuevas religiones, sobre todo en Estados Unidos de América, tierra nueva, rica e inocente: la Ciencia Cristiana, la Teosofía, la Rosacruz, etc.
Debido al progreso en las comunicaciones y medios de difusión, aparecieron dos corrientes paralelas a principios de este siglo: por una parte la psicofisiología misticoide y, por la otra, su divulgación en forma de esos intentos religiosos que dijimos.
La psicología tuvo el mayor auge a principios del siglo: aparecieron observadores y teorizantes notabilísimos. Ciertos progresos en la observación de los fenómenos subjetivos y endocrinológicos, aumentaron el entusiasmo por una explicación psicofisiológica del universo.
En Estados Unidos de América como país crédulo y negociante, tuvo lugar el nacimiento de lo que se llama literatura estimulante, la cual es, por decirlo así, la faz comercial de la psicología: La voluntad en cinco lecciones, La memoria al alcance de todos, Para hacerse amar, Para llegar a millonario, etc. Esta actividad yanqui es, por decirlo así, la prostitución de la ciencia; con respecto a ésta es como el lupanar con respecto al amor.
De todo este maremágnum, el hombre representativo, el genio que reunió en forma de ciencia todos los datos dispersos, fue el doctor Segismundo Freud.
* * *
Freud y Gandhi… En ambos llegó a culminar el abuso de las facultades espirituales y en ambos principia el hastío de los hombres y su entrega en brazos del renunciamiento a la voluntad individual. Mejor dicho: ellos son los últimos individualistas.
Gandhi fue de 1900 a 1932 el «Mahatma» o alma grande, el hombre en quien vimos encarnada, actuando, la doctrina hindú.
Freud fue el doctor Fausto, el sabio europeo en quien vimos hechos libros, y doctrinas y exámenes todos los conocimientos fisiológicos, morales, históricos: una forma antimística, europea, de la doctrina hindú. Fue el sabio, el heredero de Darwin, Schopenhauer, Ribot, Wundt, Nietzsche, etc.
De todo esto salió perdiendo el cristianismo: los pueblos de la Tierra llegaron a no tener fe en nada. Perdieron la fe en su religión, vieron maltratado a Jesús; lo vieron explicado en libros de psicoanálisis; vieron al gran Moisés explicado por el subconsciente y la libido. Los pueblos todos de la Tierra leyeron y oyeron que la verdad en sí no existe, sino que todos los conceptos son a lo sumo categorías o condiciones de actividad (Kant).
Así fue el hombre perdiéndose en su Torre de Babel: porque aquel mito de aquella torre que quisieron levantar para escalar el cielo y en donde fueron castigados con la confusión de lenguas, parece hecho a propósito para explicar lo que sucedió o comenzó a suceder en 1922.
El hombre quedó saciado de ciencia, de teorías y de ruinas, y entonces nació el anhelo de un régimen animal.
La vida se defiende: se defiende de las infecciones; la fiebre es una defensa; el sueño lo es y la vulgaridad es defensa del exceso de pudor, como en Inglaterra después de la tiranía puritana de Cromwel.
En todo caso, por ahí en 1920 o 1922 principió la humanidad a sentir repugnancia por «los valores espirituales». Gandhi fue derrotado aparatosamente; comenzaron a no hacerle caso a sus anunciados ayunos; los italianos renegaron de artistas y sabios y se entregaron a la voluntad del hijo del herrero; el Japón tomó el Manchuco y murió la Liga de las Naciones y, por fin, Alemania se convirtió en enorme butifarra: «¡Abajo Dios, abajo los judíos y los sabios!»; «¡Condúcenos, oh Führer!».
España cayó en la brutalidad; la pobre España brega hace tiempos por salir de ella y recae: del torero al fraile patón y sanguinario, anticristiano.
Llegó la guerra de todos contra el último refugio de los perseguidos: Francia.
Por eso dijimos que la muerte del doctor Segismundo Freud, el mes pasado, en Londres, fugitivo, es símbolo de que el Señor nos ha castigado con la confusión y nos somete a un régimen animal, pues volvimos a creer que podíamos escalar el cielo.
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Gráficamente podríamos decir que para Freud la psiquis humana es como océano cuyas aguas están rizadas por vientecillo, en un atardecer; los rayos solares argentan las crestas de las olas: el sol sería la conciencia; las crestas del oleaje, los hechos de conciencia, y la sima indefinible de las aguas, la subconsciencia, la cual se compone de instintos, complejos, pasiones y reacciones cuyo trabajo se cumple fatalmente, en el sentido de que allí sucede todo de acuerdo con la fatalidad, bajo el imperio de la ley.
Por eso, para Freud, la conciencia es apenas epifenómeno, pero epifenómeno evolutivo, como todo: irá creciendo e iluminando los subfondos anímicos, poco a poco… ¿Hasta dónde? Indefinidamente: es como neoplasma invasor, es el último evento de la evolución biológica.
¿Y la superconciencia? Ésta no hace parte del freudismo; pertenece más bien a la doctrina espiritualista hindú. Freud es biólogo: considera la vida bajo el aspecto del fatalismo causal.
Para los espiritualistas (cristianos, hindúes, greco egipcios, etc.) la psiquis humana es fenómeno indefinido, cuya cima es la superconciencia, en el medio está la faja indeterminada y variable de la conciencia, y el fondo inmenso y profundo lo constituye el subconsciente. Por la primera, el hombre tiene relaciones misteriosas con el infinito; en virtud de ella se explican los profetas hebreos, los éxtasis y las intuiciones. La conciencia (el epifenómeno admirable) trabaja en la iluminación del fondo psíquico y de vez en vez ocurre que ilumine fenómenos superiores. Podríamos decir que la conciencia es humana, propiedad de la hipóstasis; que la superconciencia es netamente espiritual y que sólo se evidencia en quienes desde su vida en la Tierra logran, mediante disciplinas, tener participación en la vida celestial.
En cuanto al subconsciente, allí está acumulado todo el acervo hereditario de la escala animal; allí bullen, como infinito larvado, todos los instintos vitales, no sólo los del reino animal sino también los del mineral. Esta noción del subconsciente es un verdadero aporte darwiniano. Sin Lamarck y sin Darwin no se puede concebir el subconsciente tal como hoy lo hacemos.
Así pues, para la mentalidad de hoy, el hombre tiene sus raíces en todo el universo, en el pasado y en el presente; está alumbrado por lucecilla en devenir y su ramaje tiende a invadir los cielos.
Por eso no hay que tener a Freud como original inventor de sus doctrinas; todo intelectual es obrero que trabaja los elementos del acervo humano. Diremos de él que fue el sabio que les dio forma de doctrina y prácticas a los hechos observados por la humanidad en todos los tiempos.
Freud, sabio occidental, sabio de laboratorio, cogió todos los hechos de la vida psíquica, que estaban dispersos en tratados, vidas de santos de todas las épocas (cristianos, santones mahometanos, hindúes, egipcios, hebreos, misterios griegos, etc.) y los agrupó y explicó a la luz de las leyes biológicas que guían a los investigadores y estudiosos de Europa, a lo cual llamamos «ciencia occidental», para diferenciarla de la introspectiva del Oriente.
De tal suerte que Freud tuvo el mérito de coleccionar los hechos dispersos ya observados y de aplicarles la interpretación propia de cierta forma de la mente, la occidental, la cual trabaja siempre bajo el supuesto de las siguientes leyes: a) fatalidad lógica o evolucionismo: negación de la libertad; b) el monismo, o negación de la pluralidad de sustancias: de ahí el término «fenómeno» para toda apariencia, y c) negación de pluralidad de vidas, o sea, del cielo, como opuesto a la vida terrenal. La ciencia del Occidente ha trabajado siempre bajo el supuesto de esas tres verdades; podríamos decir que ellas son condiciones o categorías de las ciencias occidentales: biología, química, física, sociología. Darwin y Marx, Pasteur y Einstein no pueden ser concebidos sino en donde estén impregnados de aquellas verdades.
Al contrario, el Oriente ha trabajado siempre dentro de la idea del «nirvana», es decir, que el hombre es avatar o manifestación de Dios.
¿Qué hizo entonces Freud? Una vez en posesión de su herencia de siglos, definió el subconsciente como serie de complejos hereditarios; herencia zoológica y aun mineral; en él están el gusano y el infusorio, la piedra y el lodo. En él se encuentran deseos e instintos de toda flora y fauna, pues la vida es una y el hombre es el último, el heredero, el microcosmos.
Y como todo actúa por necesidad lógica, por eso nos da una imagen melancólica del hombre; yace sobre el esferoide terrestre, sin providencia, sin ayuda de Dios. Parece un pingüino, pájaro manco; tiene alas, pero engañosas e incipientes.
Tales complejos se componen de instintos, deseos, pasiones y reacciones. Ese subconsciente pugna por manifestarse y se manifiesta, ya en actos aprobados, ora en sueños, ora en actos indirectos, disfrazados como fobias, manías, errores, lapsus, etc.
En otras palabras, la vida externa o actos son índices de los complejos ancestrales que componen el subconciente.
* * *
Establecida así su doctrina, es muy fácil comprender cómo llegó Freud a desarrollar su actividad científica y literaria, y cómo apareció la literatura y actividades babélicas que han llevado al hombre al cansancio y a la renuncia de su voluntad en aras de esto que llaman totalitarismo:
Los sueños se pueden interpretar; son símbolos del subconsciente. La interpretación se realiza disgregando los complejos, mediante hábiles maniobras del psicólogo interpretador.
Lo mismo sucede con los errores, lapsus, fobias, manías, aberraciones sexuales y de toda especie, actividades artísticas, criminales, en una palabra, con toda la actividad individual.
Partiendo de ahí, tenemos ya el psicoanálisis establecido en todas sus actividades, tales como las practicara el gran Segismundo, a saber:
Terapéutica psicoanalítica
El médico, en su laboratorio, una especie nueva de confesonario, le inspira confianza al enfermo y le hace hablar en absoluta libertad, de modo que el ancestro pueda salir, y así, sabiamente guiado, va sacando el complejo que le causa inhibición, el cual, al hacerse consciente, al agarrarlo el psicoanalítico y exponerlo a la luz de la conciencia del enfermo, deja de molestar en el interior del hombre. La enfermedad, fobia, manía, aberración, etc., es, en resumidas cuentas, un complejo hereditario rechazado hacia la obscuridad del subconsciente. Toda energía se manifiesta directa o indirectamente: en esta frase se resume la sabiduría del nuevo clínico.
Una parte de la actividad de Freud, la primera, se dedicó a perfeccionar su método de cura psicoanalítica; él y sus incontables discípulos formaron sabios tratados de diagnosis y terapéutica.
Como vemos, esto es bellísimo, empresa grandiosa, prometedora, fundada en la sabiduría de dos mil años de investigaciones. Y, cosa rara, en el fondo coincide con el confesonario. Los cristianos católicos sostenemos que el pecado no se cura sino por medio del examen de la conciencia, el dolor de corazón, el propósito de enmienda, la confesión de boca y la satisfacción de obra. Cambiad conciencia por subconsciente, examen por psicoanálisis, dolor por conocimiento y confesión de boca por «sacar a luz el instinto rechazado», y tendréis el confesonario.
¡De modo que esta gran sabiduría no es sino la misma mística casilla de donde salimos perdonados! Y todo lo que hemos expuesto se resume en la frase de Pascal: que el hombre es débil junco sembrado en la tierra y que se eleva al cielo.
Interpretación de sueños y de errores involuntarios
Los sueños son complejos rechazados a la subconsciencia por la conciencia, a causa de la moral, y que se manifiestan de modo bizarro en apariencia, pero muy lógico (lógica de los sueños).
De ahí viene el rechazo franco de Freud a la moral; para él la moral es causante de perturbaciones psíquicas. En esto sigue la doctrina inmoralista de Nietzsche y su escuela.
Si el sueño es causado, y causado por sentimientos inhibidos, su interpretación se hace mediante la caza de esos complejos en el subconsciente.
Lo mismo diremos de los lapsus o errores involuntarios, de los olvidos… Aquí llegamos a una teoría curiosa y que anotaremos de paso: el olvido es facultad; olvidamos lo que nos hace sufrir: facultad defensiva. Rico filón éste, pero no podemos detenernos.
En esta parte de su actividad nos encontramos con el hebreo. Aplicándole su mismo método de interpretación psíquica, diremos que Freud, descendiente de los profetas y del gran José, ministro de hacienda de Faraón, no hizo más que continuar la actividad de Elías, Samuel y la del fracasado amante de la Putifar.
Creemos firmemente que Segismundo Freud desciende de José: esa manía de explicar la actividad humana por medio de la libido o instinto sexual ¿no tendrá origen en los amores inhibidos de José con la Putifar? Ese amor refoule o rechazado a causa de «prejuicios morales» ¿no sería lo que perturbaba a Freud y le obligó a escribir cincuenta volúmenes? Ese amor contenido hace miles de años a orillas del Nilo ¿no se habrá manifestado en Viena en la doctrina de la libido…?
Teoría de la libido
Libido es el instinto sexual. Indudablemente que en toda la escala biológica encontramos de común en todos los seres el amor y el hambre; entre los minerales también, en forma de atracción molecular y de cicatrización de los cristales. De esos dos instintos primarios vienen los demás.
Por ejemplo, el miedo, que a primera vista parece fenómeno primario, bien analizado resulta que se reduce al hambre o instinto de conservación. En el hombre, animal «espiritual», hallamos el miedo en forma de instinto creador, independizado ya, fuente de las religiones, en cierto sentido.
El hombre tiene de común con los otros seres la libido y el hambre; posee instintos propios, pero que en resumidas cuentas proceden de aquéllos. Parece muy a propósito aquí intentar una definición del hombre: como diferencia específica encontramos en él el miedo religioso o sentimiento de inmortalidad y la sonrisa. Definiremos así al hombre:
Animal que se siente inmortal y que sonríe
Esta definición no tiene defecto a la luz de la ciencia actual: el género próximo es «animal» y la diferencia específica el sentimiento de inmortalidad y la sonrisa. Nadie puede negar que nos sintamos inmortales.
Pues bien: si todo ser vivo procede de una célula materna, claro está que la libido o instinto de reproducción (complejo del amor) es la esencia íntima de toda célula y, por ende, de todo pluricelular. De ahí que no haya acto o sentimiento en que no se pueda hallar este primario instinto.
La tercera actividad freudiana fue pues explicarlo todo por la libido, toda la historia individual y de la especie.
Freud, crítico de arte, historia, etc.
La última actividad freudiana, fue la de interpretador de la historia, del arte y de los genios. Dedicó los últimos fructíferos años de su vida a aplicarle sus métodos al pasado. Nos legó unos cincuenta volúmenes, tesoros de la humanidad. Su obra quedará como una de las más grandiosas.
Si hay obras admirables, ellas son las de Darwin y de Freud: ambas tienen de común la inmensidad de la erudición y la soberbia satánica de las pretensiones. De ambas quedará mucho; son como esbozos de monumentos de aquella raza gigántea que atacara a Júpiter y que fue despeñada.
* * *
Nos hemos atrevido a este ensayo porque ahora, con la muerte de Freud, aquí en Suramérica han escrito dos o tres insultos a su memoria; pero lo que nos movió a ello principalmente fue el ver que tales insultos se hacían en nombre del cristianismo católico, o mejor, usurpando ese nombre.
En Colombia desacreditan nuestra religión al insultar lo noble de la humanidad en un estilo hipócrita que nada tiene que ver con la varonil, limpia y alegre religión cristiana.
El que haya leído lo que aquí escribieron acerca de Freud, si es católico se avergonzará, y si no lo fuere no querrá serlo.
Nos aíra el que insulten a Freud, a Darwin, a Nietzsche, etc. ¿Porque se equivocaron? ¿Y quién no se equivoca?
El progreso científico se realiza por medio de entusiastas, de sabios entusiasmados que sólo ven la verdad que descubrieron y que la trabajan sin cesar, creyendo que ella es toda la verdad.
Ahí tenemos por ejemplo a la endocrinología: cuando hace poco se principió a sospechar la secreción interna de las glándulas y su papel de sostenedoras de la sinergia orgánica, se creyó que la fisiología había logrado coger el secreto de la vida. Pues bien, si no se hubiera tenido tan grande entusiasmo a causa de tan grandes pero ilusorias promesas, los investigadores no habrían trabajado tanto en esa dirección y hoy no tendríamos el acopio que tenemos de conocimientos en tal materia. Lo mismo sucedió posteriormente con las vitaminas.
La ciencia tiene periodos de análisis, de investigación analítica hecha con gran entusiasmo por visionarios, que trabajan sobre hipótesis; y tiene periodos de síntesis, que suceden siempre a los de análisis, y durante los cuales la mente valora y ordena los descubrimientos hechos en las varias ramas del saber.
Por eso es infantil el tratar mal a los investigadores; es anticristiano el insultarlos porque tuvieron esperanzas.
Sobre todo, una sociedad que tiene como maestro de filosofía en sus escuelas a uno que escribe lo que el padrecito Henao Botero escribió acerca de Freud, podrá obtener jóvenes aptos para miembros de juntas directivas…, pero no para sabios.
Aplicando todo esto a Freud, diremos que si no se hubiera cegado de entusiasmo hasta el punto de creer que estaba en vía de explicar el secreto de la vida, no habríamos tenido su gigantesca obra, en la cual hay invaluables aportes al acervo humano.
Para nosotros, cristianos católicos, Freud está en el cielo, y Voltaire también, y Nietzsche y Renán…, y si el padrecito Henao Botero no se vuelve dulce como cordero y humilde ante el infinito, de pronto va y mandan a Freud que le cierre la puerta del Paraíso.
No se hinchen mucho ni se rebullan, que Dios no es como animal que se pueda coger y apropiárselo; Él no cabe en ninguna parte, no es contenido, todo lo trasciende, nos hace guiños en el universo. No hay hombre, aunque sea Papa, que lo posea, sino que en Él y por Él somos.
El que se meta a juzgar en estas cosas de Dios, creyendo que tiene el metro, lo que mide es su propia ignorancia. ¿Cómo insultar al hermoso viejo barbón llamado Darwin, si él no hizo otra cosa que enamorarse de la verdad?
Pero no todo es vulgar en nuestra patria: hemos sabido que en el colegio de los jesuitas les han hecho a los discípulos exposiciones serenas y cristianas acerca de las doctrinas de Freud.
Parece que los ignacianos fueron predestinados para Suramérica: ellos estaban creando una civilización en el Paraguay y otra en Colombia, en los llanos de San Martín, pero fueron interrumpidos por envidiosos. Hoy los únicos centros culturales que tenemos son de los jesuitas. Lo sabemos, porque entre ellos vivimos ocho años y allí estudian nuestros hijos.
Los jesuitas son admirables: a) Porque practican la selección humana, único caso en el mundo: si ven un muchacho prometedor entre sus discípulos, se lo llevan; de suerte que los jesuitas son seleccionados; b) Porque practican y defienden la castidad entre ellos; de tal modo que son muy varoniles; el que resulta dudoso, lo expulsan; y c) Porque son realistas.
Al pensar que nuestras iglesias están llenas de sacristanes afeminados y que en el seminario impera cierto espíritu blandengue introducido por monseñor González Arbeláez, espíritu de abate italiano, y al pensar en nuestra Universidad, que está muerta, se nos ocurre suplicar al señor Arzobispo y al Gobernador que apliquen el remedio que está a mano y que es convertir la Universidad en una Javeriana, de jesuitas, y darle el seminario al clero marinillo, como antes.
En todo caso, suplicamos a Aurelio Mejía que lea la revista de la Universidad de Antioquia y que lea la revista de la Universidad Javeriana, o la otra, Juventud Ignaciana, para que se convenza de que le proponemos algo que le dará gloria a su administración liberal.
En cuanto al seminario de Medellín, nos atrevemos a contarle al señor Arzobispo de un sacerdote joven que nos decía anteayer, mostrándonos las manos lindas: «Yo tengo que cuidar mucho de mis manos, porque administro la Eucaristía…». No…; la mano que debe estar limpia es el corazón.
Y que lea el señor Arzobispo lo que escriben en la revista Universidad Javeriana, tan varonil, y lo que escriben en los periódicos católicos de Medellín, que parece de antropófagos.
Nuestro seminario fue semillero de santos y de varones cuando estuvo en manos de los marinillos. Ahora no es sino hebillas plateadas y vanidad.
Y perdonen que Freud nos haya servido para soñar con la gran república de Antioquia, con verdadera Universidad y gran Seminario…
Terminaremos tributando homenaje al pueblo hebreo, pueblo escogido, pueblo del Libro y del Hijo de Dios.
— o o o —
Aguafuertes [II]
Musinga
El Señor resolvió castigar al diablo, porque le dijeron los ángeles de la guarda que ya se había llevado muchas almas, comprándolas a plazo y que tenía corrompido el mundo. En un tristrás lo hizo nacer en el barrio Guayaquil, de Medellín, y lo pusieron Musinga, y el primer negocio que tuvo fue el de caballos, y acabó de comisionista de anillos y prendedores en el café La Bolsa, que fue donde lo conocí. Soy muy amigo suyo, porque me da lástima verlo tan caído, bregando por hacer milagros en Medellín, en donde cuando se piensa en uno bien grande, ya lo hicieron. Por ejemplo, el otro día estábamos parados con Fonnegra en la puerta del café La Paz, bregándole a la cosa, que está ahora tan difícil con eso de la guerra, meditando cómo haríamos para cambiar un anillo de vidrio por un automóvil, cuando se nos acercó otro comisionista, con libreta de suscripciones en la mano, a proponernos que nos apuntáramos al «club de la Casa Israel».
—¿Y cómo es eso…?
—Ustedes pagan quince centavos diarios, y la «Casa Israel» les envía a la oficina un paquete de cigarrillos todas las mañanas, y los sábados entran en la rifa de un vestido nuevo y, cuando mueran, tendrán derecho a un ataúd de bola…
—Pero es que no tenemos oficina…
—¡Pues se le llevan a la casa, hombre…!
—Pero es que se queda uno sin los fósforos, terminó Musinga, y el otro se fue echando chispas.
Abandonado el negocio de caballos en Guayaquil, que fue su primer ejercicio, abrió café, pero un Londoño le abrió otro al frente y daba dos cafés por cinco centavos.
El Señor lo hizo nacer en Medellín para castigarlo.
El anillo de vidrio que dijimos no es verdad que fuera de una señora, sino de Jaramillo, que es como el papá de Musinga, pero fue que éste se especializó en ese negocio y es padre del único modo que hay para salir de ellos en Medellín, y es el de irse donde un viejo de estos y decirle: Este anillo de esmeralda es de una viuda llena de hijos que se están muriendo de hambre…; lo dan por mil…
—Pues yo no se lo compro…, pero le presto cien pesos en él…
—Están tan necesitados que voy a preguntarle a la señora…
Y da uno una vuelta a la manzana, y vuelve y le dice que sí, y el viejo se queda alborotado, soñando.
Sostiene Musinga que no es malo engañar a quienes compran la hambre de la gente: se cambia vidrio por dureza de corazón; el engañado es uno. Vea, agrega Musinga, en Medellín yo me llevo todo lo que pueda, menos arrebatado…
Arrebatar, romper puertas o ventanas, tumbar a la gente, eso no es antioqueño, es de otras partes; aquí en Medellín trabajamos con la inteligencia.
Y aquí viene como anillo al dedo el deslinde y amojonamiento de los latrocinios, con todos sus pelos y señales, que es en lo que soy más fuerte desde que me metí a negociante.
Latrocinios
Los latrocinios son seis, a saber: hurto, robo, estafa, abuso de confianza, extorsión y chantaje.
Primero los definiremos; luego determinaremos sus características sociológicas, después le daremos un vistazo a la delincuencia antioqueña al respecto y, por último, determinaremos qué delitos son los que se están cometiendo en el Parque de Berrío, en las sociedades anónimas, y haremos algunas consideraciones generales.
Los seis latrocinios tienen de común la apropiación de lo ajeno, injustamente; se diferencian por los modos de practicarla. Procedemos a definir:
Latrocinio es apropiación de lo ajeno injustamente.
Hurto es latrocinio a escondidas (sustracción). Por eso se dice: mirar a hurtadillas, cuando se hace al descuido; ladrón furtivo es el que se desliza. El hurtador es el hábil de miembros, escurridizo, temeroso y cobarde; es el prestidigitador entre los ladrones; no deja huella.
Robo es apropiación de lo ajeno, violentándolo: rotura de continentes, etc. (Latrocinio bruto).
Estafa es latrocinio por medio de engaños («paradas» en lenguaje antioqueño).
Abuso de confianza: latrocinio aprovechando la confianza depositada en el ladrón.
Extorsión: latrocinio violentando físicamente al dueño.
Chantaje: latrocinio violentando moralmente al dueño.
Para entender bien la estafa, delito antioqueño, como veremos, procederemos a definir el término «paradas»: son actitudes psíquicas realizadas con el fin de inducir en engaño a otro. Son pequeñas representaciones; simulaciones.
Biológicamente, el primer latrocinio fue el robo, porque la fuerza bruta es del animal; la estafa no apareció sino con la inteligencia.
El hurto apareció después del robo, cuando hubo pueblos y razas conquistados y esclavizados: es latrocinio propio de vencidos, humillados y temerosos, como, por ejemplo, mulatos, mestizos, colonos.
El abuso de confianza es latrocinio propio de sociedades que padecen crisis moral; procede de una debilidad en los sentimientos y nociones morales.
La extorsión aparece en pueblos fuertes, pero pervertidos por guerras, desilusiones religiosas o crisis económicas.
El chantaje existe en pueblos completamente canallas, vanidosos y parásitos, como Bogotá.
En Antioquia se observa el hurto, practicado por negros, mulatos y mestizos; generalmente las veredas y barrios de los poblados en donde hay mucha sangre negra o india, son nidos de ladrones furtivos. También practican el robo, pero en menor escala.
El latrocinio propiamente antioqueño es la estafa. Aquí se trabaja con la inteligencia. Por eso el diablo es de Medellín. Antioquia es pueblo comerciante, y el comercio casi, casi se confunde del todo con la estafa; por lo menos se parecen mucho. Pongan a Santo Tomás a que diga en determinado caso en dónde terminó la habilidad comercial y comenzó el engaño, y verán que se les queda pensando.
En Antioquia nunca hay chantaje y no se practica la extorsión. El chantaje es muy sucio, propio de larvas humanas. A los chantajistas los debían de castrar. En Bogotá hay muchos.
El latrocinio biológicamente elegante, si alguno pudiera serlo, es la estafa: ahí brilla la inteligencia, y esta propiedad del hombre es tan divina, que embellece hasta el delito, y perdonen la casi blasfemia. La diplomacia es estafa, pues se reduce a simulaciones de actitudes psíquicas para inducir el ánimo ajeno a decidirse en determinado sentido. Es un latrocinio del ánimo ajeno. En el objeto es en lo que se diferencia de la estafa. Los afeites de las mujeres son estafa, en el sentido de que son engaños o paradas para apropiarse la energía del macho. El arreglo de una vitrina de almacén, los mostradores con muchachas hermosas allí para que nos sonrían, ¿no tienen algo de estafa?
En todo caso, el comercio hizo progresar la inteligencia, no fue la guerra; ésta fue ayuda del comercio. A causa del comercio, el hombre se hizo apto para simular actitudes, emociones, etc.; lo universalizó. Del comercio nació la diplomacia, y la estafa es la flor venenosa y bellísima de la inteligencia.
Pueblo que roba es contemporáneo del megaterio; pueblo que estafa es el italiano de Maquiavelo y de León X.
Es tan hermoso el término «paradas», que voy a repetir su definición, mejorándola: paradas son ideaciones realizadas por el cuerpo, sin violencia bruta sobre lo exterior, para inducir en engaño a la gente.
De ésta sale la otra definición de que nos sentimos orgullosos: estafa es latrocinio ejecutado con paradas.
Cuando nació la inteligencia en el mundo, que fue la mañana en que el animal se hizo bípedo, aparecieron dos consecuencias inmediatamente: la sonrisa y la estafa. Por eso van siempre unidas, como gemelos, pues cuando nos cuentan una estafa, casi siempre reímos. Por eso, un teólogo dijo que la risa nacía del pecado mortal. Por ejemplo, estas paradas que nos están haciendo en Medellín con la Sonaca (Sociedad Nacional del Carare), casi producen risa.
La estafa es el pecado diabólico, porque es abuso de la facultad que nos hace parecidos a Dios. Cuando una sociedad va creciendo en inteligencia, disminuye el robo y crece la estafa. En Envigado, por ejemplo, el robo y el hurto lo ejercen en un pequeño caserío de negros que hay en los alrededores. En Medellín, lo ejercen en las barriadas del norte y del oriente, donde habitan los de sangre mezclada, mientras que la estafa y el abuso de confianza lo ejercitan en el Parque de Berrio y en el barrio Guayaquil.
El latrocinio que cometen en las sociedades anónimas, al negociar los directores con las acciones, aprovechando los datos que tienen entre manos, es abuso de confianza. Cuando se valen de fusiones de compañías, de aumentos de capital o de otras paradas para hacer variar el precio de las acciones, el latrocinio es estafa.
Últimamente hay mucha estafa y abuso de confianza, porque hay crisis moral, proveniente de que los viejos conservadores perdieron el poder y no ganan en el presupuesto, y entonces se acomodaron en el negocio de acciones.
Por supuesto que en el mundo todo de hoy, debido al gran acopio de capital, los individuos capitalistas abusan, y no ha sido posible idear modos para evitarlo: el único ha sido el totalitarismo, o sea, que el Estado se encargue de la producción. Es una de las causas del auge de las dictaduras. Pero este remedio acaba a un mismo tiempo con la iniciativa individual, con el ingenio, la inteligencia y la sonrisa. Mata la estafa, pero también la inteligencia.
El remedio único es la cultura; para los males sociales no hay más remedio que el cristianismo: amar a Dios sobre todas las cosas y aprender que el hombre nació para conocer, amar y servir a Dios, es decir, multiplicar las escuelas: moral y luces, que decía don Simón Bolívar.
Reconozcamos que si bien el antioqueño practica la estafa, lo cual comprueba que es inteligente, sus engaños son todavía muy burdos, así como todo su hábito o costumbres. El pueblo antioqueño está en los comienzos del periodo económico. En Medellín, por ejemplo, no hay más actividad que la de los almacenes, cafés y unas diez fábricas; la conversación no va más allá de los precios del café, telas y acciones. Nada de vida artística: si mucho, atisbar los hombres a las muchachas y mostrarse éstas por la calle, revelando ambos sexos pasiones en bruto, deseo carnal en bruto. El cine yanqui y dos o tres callejuelas lupanares: tales son las diversiones. También hay un club de manoseadores y borrachos. La vida religiosa y la caridad son amagos de compraventa: el perdón, el cielo y la inesperada fortuna a cambio de vela de sebo, y «La Gota de Leche» como caridad de señoras cónyuges de los miembros de las juntas directivas. No tienen imaginación creadora sino en los enreditos de los negocios, a lo cual llaman especular. No han podido fundar un solo diario digno de ese nombre. Leen El Diario por la noche, antes de ir al lupanar. No hay políticos, artistas, oradores. Apenas si por su malicia de traficantes se sabe que es un gran pueblo. Los reverendos padres se ven en apuros para tocarles la conciencia en los «ejercicios para caballeros»; tienen que echar mano de la artillería gruesa de San Ignacio, el sermón del infierno, para lograr que durante los ocho días posteriores no se acuesten con la cocinera. Pueblo muy crudo todavía.
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Una novela
La primavera [III]
(Continuación)
XXXI
Hoy, 21 de marzo, comienza astronómicamente la primavera. A las ocho de la mañana puso un huevo la canaria y Salomé anda satisfecha; desde que abro la puerta, va saliendo con aires de señora púdica a dormir bajo las plantas; ¡cualquiera diría que no ha hecho nada!
En la avenida del Prado, bajo los plátanos, que ya tiemblan y van a retoñar, oigo dentro de mí el galope de los deseos que ya conozco; entonces le digo al Señor:
¡Cógeme y sácame como espada de su vaina!
Pues esta mañana bajé muy temprano y la Toní me sirvió el café en la mesita trípode, al lado del plátano, y tenía una terrible pugnacidad en las caderas, y los ojos afelpados. Salomé fue saliendo, despacio, y meó señorialmente bajo el plátano, atisbando para las tapias, con vergüenza de que la vieran los amantes. Miré a la Toní, mientras se retiraba, y le dije al Señor:
¡Sácame, consumido, que no quiero volver a la Tierra, lugar de ilusiones!
¿Y dónde está eso que llaman materia? La carne son células, seres vivos; en todas partes está el huevo. Un huevo fue lo que enloqueció a Salomé, y otro huevo es lo que dilata las caderas de Toní, y le abrillanta los ojos y erecta los pechos, y otro es lo que me incita a observar. ¿En dónde está el cadáver, pues, la materia? ¡Metempsicosis de la energía, nada más…!
El huevo de la canaria se parece a una almendra confitada, pero más ovoide.
En Europa, el sucederse de las estaciones hace apreciar mucho la existencia; en el trópico se confunden morir y nacer; carecemos allá de reloj vital. La civilización, desde hace siglos, desde antes de los tiempos históricos, es mediterránea. ¿Por qué? Porque así lo determina el sol: se aleja del mar Mediterráneo y vuelve a poco; hay renacimiento cada año, y no se aleja demasiado, no se enfría demasiado la Tierra. Es marido sabio que se va y retorna. En el trópico, nos enervamos.
La luz pesa hoy; la primavera es más fuerte que todo; la tierra es poseída; larvas y semillas esponjan la capa vegetal; ahora huele a tierra removida; todo se esponja, eclosiona…
Somos terrenales, carne organizada: la Toní anda con un olor a carne limpia, a surco.
Las parejas, dentro de los automóviles, estaban hoy enloquecidas.
El marido de la señora Rousseau se fue para Argelia, se alejó como el sol, pero otro vino a calentarla.
La tía de Toní, que tanto nos la recomendó y que era una viuda de alemán, muy tranquila, anda ahora alborotada con un novio, un funcionario francés; no se separan y ya ella no piensa en la sobrina, que está en peligro. Todos estamos en peligro: llegará el verano y todos estaremos preñados.
XXXII
Aparecieron cuatro huevos en el nido de los canarios. La cocinera Blanche dice que son hembras, que hace falta un monsieur… La Toní, con sus ojos afelpados, sus caderas pugnaces y con sus pechos erectados llama a un monsieur; Salomé anda con el suyo; la señora Rousseau tiene dos; a Gina se la llevó «un gato» italiano; la tía de Toní se pasea con su funcionario francés y dentro de poco comenzaremos a ver en el jardín a las babosas, ajuntadas por las cabezas… Esto es una fatalidad.
En la iglesia de la calle Paraíso predicaba hoy un sacerdote que vino de oriente y nos decía que Jesucristo es el Monsieur de nuestras almas y que su lecho de amor es la Cruz. El predicador se parecía mucho a Aquileo Calle: hablaba con la misma seriedad y todo lo subrayaba con el gesto.
(Continuará).
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Panoramas
Vida internacional
Basta un poco de malicia para darse cuenta de que Hitler y Mussolini obran de acuerdo, según plan preconcebido, y que el Papa se ve obligado a estarlo con el dictador italiano. Pío XII «no está de acuerdo con Hitler», pero sí con Mussolini, y dos voluntades que convienen con una tercera…
No hay que perder de vista los secretos de la diplomacia, y uno de ellos es aparentar enemistad por aquél a quien ayudamos: Hitler, con Italia de neutral y refunfuñando un poco, es dueño de la casa y los secretos de sus enemigos y es dueño del Papa; por ahí tiene inhibido al catolicismo.
En resumidas cuentas, Mussolini está jugando con el Papa y éste no es capaz de resistir; está dudoso a ratos, pero en definitiva juegan con él y él lo sabe. Pío XII es muy inteligente, como todo romano, pero carece de la seguridad de los conductores; espíritu indeciso, buen diplomático, nacido para obedecer, para servir. Durante su pontificado, la Iglesia irá a la deriva, padeciendo.
¡La fatalidad lógica! Aquel tratado de Letrán da sus frutos amargos: la Iglesia no se puede mover; tiene que ser italiana ciento por ciento.
El juego está muy hermoso: Mussolini le permite al Santo Padre que ayune un ratico porque los rusos entraron a Polonia, y aun que duerma una noche sobre las alfombras: eso conviene para que el espantajo bolchevique amedrente a las democracias. Después del ayuno y la dormida, propalados por la estación Eia de Roma, va el conde Ciano a visitar al Santo Padre y le dice que tiene razón, que es necesario aceptar la paz alemana, etc.
El Papa aceptará todo «si los tesoros de la Iglesia se aumentan». Así fue como bendijo a los ocupantes de Etiopía, Albania y España. Ahora bendecirá todo, «si el catolicismo de Polonia es respetado».
Es historia digna de Maquiavelo la que estamos viviendo: Hitler obra y la astutísima celestina italiana maneja. Así, valiéndose del mismo Pío XII, están asestando golpes mortales al cristianismo.
Es condición esencial para la universalidad de la misión de la Iglesia su independencia temporal. Terminada ésta, con el desgraciado tratado de Letrán, el catolicismo carece de unidad, de cabeza, de la Piedra sobre la cual fundara el Señor su Iglesia.
En resumidas cuentas ¿qué desea Pío XII? Él dice que «paz justa». ¿Qué es eso? Hay ahora una guerra decisiva entre los que niegan a Dios lo que es de Dios, por una parte, y los que dejan libre al individuo en sus relaciones con la divinidad (libertades individuales), por la otra. Jesucristo nos dijo que el que no estuviera con Él estaba contra Él, y el Papa desea transar, está indeciso, temeroso a causa de «los tesoros de la Iglesia», llora a ratos y después bendice. ¡Apostamos a que termina bendiciendo lo que en resumidas cuentas haga el señor Mussolini…!
La filosofía católica, la escolástica, nos enseñó siempre que hay Bien y Mal, error y verdad, que hay contrarios, que no se puede transar con el pecado y que la única paz es la de Cristo: «Mi paz os doy…».
Entonces ¿qué es este oportunismo, este dudar, ayunar y comer, llorar para después bendecir? ¿No se tragó la ballena a Jonás, por dudoso, porque temía a los alemanes de Nínive?
Es curioso, pero nuestra Iglesia parece dirigida por hombres que practicaran el fatalismo biológico de Marx. Este fatalismo biológico hace a los hombres oportunistas cobardes, pues se dan a atisbar quién va a ganar, según los augurios de la energía vital, para ponerse de su lado: ¿Quiénes vamos ganando…?
Pues, según parece, van a ganar los que tienen al individuo como instrumento del Estado; según esto, lo mejor sería que Pío XII nos dijera ya, de una vez, que obedeciéramos al «padrecito» Stalin.
¿Puede un católico criticar así al conductor de la Iglesia? Sí, porque el Espíritu Santo no asiste al Papa sino en cuestiones de fe. La debilidad con que Pío XII está manejando a los cristianos es la misma cobardía de San Pedro ante las cocineras de Caifás. Sabemos, eso sí, que todo resultará en definitiva en el cumplimiento de la voluntad divina.
* * *
Para captar algo el futuro de esta contienda europea hay que acallar las preferencias, que no son sino gustos o pasiones, y dejarse poseer por el ambiente universal; en otras palabras, hacerse receptivo.
Hecho eso, tiene uno el sentimiento evidencia de que el materialismo marxista (Rusia, Alemania e Italia, que son de la misma ideología en resumidas cuentas), saldrá triunfante sobre la democracia, aunque los ejércitos de éstas venzan en apariencia.
Las doctrinas marxistas o totalitarias poseen mucha energía hoy: las actuales biología, química, física y sociología les prestan vitalidad. El totalitarismo y el régimen corporativo son consecuencias del acopio de capital en su forma de máquinas, invenciones, brazos, etc., que el individuo no puede manejar sin abusar de él.
El individuo no posee ahora el sentimiento de libertad, y así es absurdo reconocerlo en las leyes, ya que éstas son declarativas y no atributivas.
Los mismos bloques neutrales que se han formado, como el americano, tienen su origen en el egoísmo marxista. Con tales neutralidades en el caso de esta contienda, se ayuda al triunfo alemán, pues el gran cómplice es el que asiste impasible a la perpetración de las injusticias.
Al no poseer ya el individuo el sentimiento de libertad y responsabilidad, los gobernantes demócratas son meros fenómenos mortecinos de las urnas electorales, con sus fraudes, intrigas y miserias; ni los aman ni admiran los pueblos.
Por otra parte, las democracias tienen un código de mandamientos que respetar, aun en la guerra. Los marxistas, ninguno; son ateos.
Y, en último lugar, el Espíritu Santo abandonó temporalmente a su Iglesia, para que se cumplan las profecías de Cristo, que nos dijo: ¡Ay de las preñadas en aquellos días!
* * *
Filosóficamente es absurdo que el cristianismo ayude o aspire al éxito alemán en esta segunda guerra europea. Pero alguna explicación debe tener el que haya tanto germanófilo entre los sacerdotes católicos. Nos parece que ello se debe a cierto gusto que ha tenido la Iglesia romana (no el cristianismo) por la obediencia ciega, por el orden impuesto por las dictaduras. También puede que la explicación sea la que dio en 1914 don Jorge Bacmann, el gordo relojero suizo, a fray Benito Navarro, barbudo y flaco español de la orden franciscana: don Jorge era francófilo, y germanófilo el otro. Cierto día entró fray Benito a la relojería gritando: ¡Ahora sí los derrotamos! Los submarinos…, etc.
—Oiga, padre Navarro: ¿por qué es usted germanófilo? ¿No son católicos Francia e Italia y la pobre Bélgica?
—Pues… ¡yo tengo mis razones…!
—¿Cuáles?
—Pues no… Yo tengo mis razones… ¡Los derrotamos!
—Oiga, fray Benito… Ya le dije por qué soy yo aliadófilo…; ahora le voy a decir por qué usted y todos los padres españoles son germanófilos…
—¿Por qué…?
—¡Por güevones!
Sea por esto o por hábito que tiene a que le obedezcan ciegamente; sea por la semejanza de «un pastor y un rebaño» y «un Führer y su pueblo», lo cierto del caso es que el catolicismo les está haciendo la olla gorda a las dictaduras y, por otra parte, que la religión de Cristo está fundada sobre las nociones de libertad y responsabilidad individuales. Y desde el tratado de Letrán la libertad no puede esperar nada de la Curia de San Pedro, a menos de un milagro, en los cuales está ahora muy parco el Señor. Otra cosa habría sucedido si los Papas de Aviñón no hubieran sido derrotados por los italianos.
Sea por lo que dijo don Jorge o por lo otro, se están cumpliendo los sucesos que nos anunciara el Señor, a saber:
Cum audieritis autem bella et opiniones bellorum, ne timueritis: oportet enim haec fieri: sed nondum finis.
Exutgent enim gens contra gentem, et regnum super regnum, et erunt terremotus per loca, et fames: Initium dolorum haec.
Et eritis odio omnibus propter nomen meum. Qui autem sustinuerit in finem, his salvus erit (1).
Vida nacional
En esta revista hemos trabajado siempre por la amistad con los yanquis, a quienes hemos llamado «nuestros primos hermanos».
El presidente Santos viene trabajando también esa amistad, pero va a ser, está siéndolo, ejemplo vivo de que las buenas ideas necesitan realizadores inteligentes; es más dificultoso practicar una idea que concebirla.
Efectivamente, la amistad con los yanquis parece que está siendo una entrega más bien que una amistad. Les estamos dando todo y nada hemos recibido, las puras nadas.
La amistad es sentimiento de cuyas manifestaciones reciben beneficio las dos partes que lo experimentan.
En el congreso de Panamá, reunido el mes pasado, Colombia, como siempre, «habló muy bonito» y se entregó y nada recibió sino aplausos.
Eduardo Santos cometió el error de enviar allá a Luis López de Mesa y a Esteban Jaramillo: a éste «le sobra virgen» y al primero le satisfacen con una mirada, pobre filósofo de La Gota de Leche. Efectivamente, Jaramillo propuso y obtuvo que se creara en Washington una junta de técnicos financistas americanos, es decir, se creó el empleo para él, y López de Mesa habló «muy bonito» y las señoras que lo escuchan salieron a recibirlo al campo de aviación Olaya Herrera. Y mientras el Brasil y hasta la pobre Bolivia obtienen empréstitos y ayudas, esta Colombia inverosímil ni siquiera obtuvo que le compraran el café que no pueden comprarnos los alemanes…
País pendejo es Colombia; no tiene razón de ser si no fuere como ejemplo de que en el universo hay cosas muy raras.
* * *
Aurelio Mejía va gobernando en Antioquia con la inteligencia. Así come está gobernando Aurelio es como se hace, sin ruido, con maña y agradablemente: no hubo un solo muerto en las elecciones para Concejo Municipales y, sin embargo, ganó el liberalismo. Para lograr sus fines, sean cuales fueren, no hay necesidad de matar a la gente ni de ser grosero.
Un hombre así, como Aurelio, es el que soñamos para presidente de la república de Antioquia.
Los ingenieros que precedieron a Aurelio en la Gobernación de Antioquia eran muy brutos: se rebullían mucho, le consultaban todo al director de El Diario (!) y eso era contratos y contratos con los amigos y con las sociedades anónimas. Sobre todo, daban la impresión de que el liberalismo no podía ganar las elecciones sino matando a la gente.
¿Qué puede ser más hermoso que la inteligencia? ¡Ni siquiera las muchachas! Posee el hombre el poder de cumplir sus fines y los del Estado sin hacer bulla, sin ofender, sin violentar. Aurelio Mejía tiene el honor de haber ganado para el liberalismo las primeras elecciones en Antioquia, pues los triunfos anteriores fueron violentos, desagradables y no los creímos…
Quiera Dios que no vuelvan a gobernarnos los ingenieros, que ellos son unos peones mejor remunerados; es el abogado el que debe gobernar, porque su ejercicio es con las cosas morales, con el manipuleo de los hombres.
* * *
Hay gente muy en bruto en Antioquia, y lo más en bruto, de donde todo el que allí entra sale ofendido y enojado es la Administración de Hacienda Nacional de Medellín. Precisamente en el lugar en donde más necesario es saber tratar a la gente y practicar las buenas maneras, colocaron a los más groseros de esta tierra áspera. Ayer tuvimos la desgracia de ir donde el Administrador de Hacienda Nacional de Medellín, a pagar, y ese hombre es como estropajo de alambre; queda el contribuyente como si le fregaran la personalidad con estropajo de alambre.
Pongan allí a un hombre inteligente, a uno a quien le paguemos y quedemos agradecidos, que ése es el secreto de la recaudación. Pero un individuo oriundo de Santa Rosa de Osos, en donde no hay sino carangas, apenas toca un chimbo se cree Dios, pero un Dios estropajo de alambre, que nos cobra multas y a un mismo tiempo nos friega la personalidad. De nosotros sabemos decir que ayer ese Administrador nos obligó a insultar a la patria, así: al salir de su oficina y comprar una hoja de papel sellado, involuntaria y mentalmente repetíamos: bandera cagada, bandera cagada, cómanse su bandera cagada.
Eso, blasfemias, es lo que obtienen al poner de publicanos o recaudadores a estas carangas.
Suplicamos al doctor Aurelio Mejía que bregue para que en Antioquia todo, hasta el robo, posea buenas maneras. Que viva el partido liberal, pero inteligente, no ese de Santa Rosa de Osos, que allá no hay sino el general Berrío y carangas, carangas conservadoras que ahora se hicieron liberales.
De ahí que Marinilla sea el «alma máter«, porque no hay un solo marinillo que no sea inteligente y, por lo tanto, agradable. Cuando ellos mandaban, era un placer ir a pagar las contribuciones: salía uno como más rico e inteligente.
En todo caso, sepan que el primer mandamiento es hacerles la vida agradable a los demás.
¡Todavía tengo vergüenza de haber insultado la bandera a causa de aquel maldito publicano! Pero no me arrepiento, porque ella es la de Bogotá… ¡Cómansela…!
Como uno se debe confesar de sus pecados, para que no se vayan al subconsciente y se pudran allí, contaremos que son dos las veces en que hemos insultado a la bandera tricolor, y la otra fue cuando fuimos a hablarle a un señor Ochoa Uribe, que era jefe de las Rentas Departamentales: ¡ése sí es el más antipático de todos los funcionarios de todo el continente! Ese día dijimos una frase más fea, envigadeña, y que no repetimos porque nos da vergüenza…
Podían aprender del doctor Tomás Quevedo… Los jóvenes no conocieron a este grande hombre de aquí. Bastaba verlo, tan hermoso, alegre y humano, para aliviarse; era como si le comunicara su vitalidad al que se le arrimaba; ése sí parecía un dios.
Aquí creen que para parecerse a Dios es necesario hacer mala cara y tiranizar, caminar ladeado, como el canónigo Mejía y simular otras bobadas.
El secreto para asemejarse a Dios es amar al prójimo y no hacer a nadie lo que no deseamos para nosotros. ¡Qué sencillo el secreto de la divinidad!
Conocimos un juez, el doctor Ossa, que era tan humano, que la parte que perdía el pleito quedaba agradecida. Era de Marinilla y ahora está en el cielo.
También conocimos un jesuita, el padre Zameza, que cuando uno acababa de confesarse con él sentía que Dios le había perdonado.
Es que nada hay como ser inteligente. Por eso es por lo que nos gusta tanto Aurelio Mejía, pues eso de que los conservadores hayan perdido las elecciones y hayan quedado contentos, es muy hermoso.
Con ese Administrador de Hacienda hemos aprendido mucho acerca de las buenas maneras, porque nada hace meditar tanto en ellas como la grosería.
¿Qué le hubiera costado habernos recibido con suavidad y decirnos aquello de «dura lex sed lex»?
Los funcionarios de ahora no saben los meaditos de latín, que son el éxito de J. Emilio Duque, defensor.
¡Ese maldito publicano! Cuando llegamos, estaba recibiendo de lo más sonreído a un señor Fernández Botero, que es de asambleas y congresos, diciéndole que sí, y que sí y que bueno, y cuando nos tocó el turno, se enserió y, dejándonos de pies, se puso a hacerse el que leía y el que firmaba, y al rato miró y nos lanzó tres berridos. Entonces fue cuando pensamos aquello de la bandera colombiana.
Funcionario grosero es peor, si pudiera serlo, que ladrón. Consideren la trascendencia que ello tiene, así: el que sale de allá con la personalidad fregada por el estropajo, inconscientemente arroja el veneno sobre otro, y éste sobre otro, y acaba la sociedad en feria de chacales, como lo va siendo Antioquia, en donde no se les puede hablar ya ni siquiera a los porteros, pues padecen de hipertrofia de las almillas de libertos.
Dios quiera que los funcionarios se contagien ahora de las buenas maneras de Aurelio Mejía.
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Notas
Chimbodioro
Había un hombrecito muy bueno pero muy airado a quien llamaban Heliodorito, por la estatura, y los muchachos del pueblo le decían Chimbodioro, porque tenía catorce hijitas que parecían muñecas. Cuando le decían Chimbodioro se le paraba el bigote, que lo tenía rojizo como Nerón y motilado en forma de mocos. De lejos parecía un muchacho, pero de cerca era caradevieja, igualito a los que son de malas desde el vientre, desgraciados de nación, como dicen por aquí. Un día me puse a examinarlo a hurtadillas, y me dio risa, porque sí era el retrato del chimbo, antigua moneda española menudita, mismamente un chimbo de oro.
Cuando lo conocí, trabajaba en los correos hacía tiempos y ganaba sesenta pesos. Quería mucho a su mujer, que se llamaba Ana Feliz y que tenía un lunar con pelos.
Iban mucho, no al cine, sino donde el Señor Caído, a la iglesia de la Candelaria, que es donde van los pobres; iban con las hijitas, y era como una escuela. Se arrodillaban, y recuerdo mucho que Chimbodioro cerraba los ojos, se ponía en una tembladera de todo el cuerpo y pedía, pedía apoyando las manos en las cabecitas de las hijas, como para ablandar al Señor. Ana Feliz compraba la vela y se la encendía; apenas se retiraban, el sacristán, uno gordo y mano de araña, la apagaba, para robársela.
¿Y qué iban a pedir? Sospecho que eran cosas buenas de esas de que carecían, y que todas ellas las materializaban en la lotería, pues siempre, al salir, compraban en el atrio un décimo de la más barata, que es «la chiquita del Tolima». Hacían que cada vez una de las hijitas fuera la compradora, como para tentar a Dios y doblaban el décimo sobre una medalla de la Virgen.
Y cierto día se ganaron un décimo del gordo. La alegría debió ser como de milagro, pues recuerdo que esa noche atisbé por la ventana y vi a las muchachitas en un gran alboroto, montando con Chimbodioro en un triciclo de segunda mano.
Ese milagro aconteció en noviembre; el gordo fue de doscientos pesos. Pero Chimbodioro se despistó, se creyó rico y consiguió una casita por La Estrella para llevar la familia a temperar, como los ricos. Yo lo veía en el camión de pasajeros, por la tarde, que llevaba reconstituyentes fosforados para misiá Ana Feliz y paquetes de confites.
Siempre lo han dicho los padres, que hay que someterse a la voluntad de Dios, que querer salirse de ella es locura, y así sucedió que aquel milagro del gordo fue para mal, pues misiá Ana Feliz, de tanto cuidarla Chimbodioro, y llevarle frascos de fósforo, quedó muy preñada: parecía una escoba con buche, parió mellizos y no le bajó la leche, por flaca.
Una nodriza fue a arreglar con Heliodorito, que era muy airado, repetimos, y le dijo que sí se encargaba de la cría «pero me paga sesenta pesos mensuales, cerveza en abundancia, para la leche, y muy buena alimentación». Chimbodioro le repuso: Yo gano sesenta pesos en los correos; usted sí se va a quedar, ¡pero nos da de mamar a todos!
Ana Feliz se murió, como era natural, bregando por amamantar, y a Heliodorito dizque le descubrieron un alcance de cien pesos en los correos. Huyó, lo persiguieron y lo encontraron en Barranquilla, disfrazado de muchacho marinero, de gorra y calzoncitos. Lo trajeron amarrado para juzgarlo. Los jueces fueron cinco: uno de la cacharrería, otro del banco, el tercero de la junta directiva y los otros dos eran calvos y suelen llevar el palio en las procesiones. Se juntaron encerrados, a deliberar, y dijeron que la sociedad estaba en peligro. Lo condenaron y dicen que Chimbodioro se murió de triste, que es la enfermedad que duele por todo el cuerpo.
No he podido averiguar bien qué se hicieron las muchachitas; alguno dijo que se las habían repartido las señoras de La Gota de Leche, para ejercer en ellas la caridad, que también es una profesión.
Lo cierto del caso es que anoche vi a Chimbodioro en el cielo, con misiá Ana Feliz, que parecía una reina, ya sin el lunar. Yo me acosté muy preocupado con esto de las loterías, averiguando por qué el Señor se había tirado ésa con Heliodorito, cuando me dormí y comencé a subir, a subir, como si no pesara, y llegué a una región que era alegre como campana de cristal y había unas beatitudes que eran las bienaventuranzas, y en la que se llamaba La Hambre de Justicia estaban Chimbodioro y Ana Feliz. Me explicaron muy bien todo el mecanismo de las loterías, desde el punto de vista del cielo: sólo sé que yo quedé satisfecho, como cuando el padre Quirós dilucidaba lo de materia prima y forma sustancial, pero apenas desperté me volví a embrutecer y llamé a mi mujer y le dije: ¿Por qué el Señor Caído se tiraría aquella tan fea con Chimbodioro? Ella repuso: ¡Ya te lo he dicho, que al que le cae el gordo le sucede una desgracia…!
Ana Feliz y Chimbodioro brillaban anoche como estrellas. ¡Chimbodioro está en el cielo! Amén.
De magia
Magia es el arte de acordar nuestra voluntad con la cósmica, consiguiendo así cierto imperio divino sobre el universo.
El gran mago Baruch Spinoza resumió su gran experiencia en las siguientes palabras: La beatitud no es consecuencia de vencer las pasiones, sino que cesan las pasiones cuando somos beatos.
En otras palabras: la libertad nace del conocimiento.
Trataremos del modo de ser o «hábitat» del mago; del método y de sus resultados, y de algunas experiencias personales.
Antes de entrar en materia, se advierte que los magos son los sabios, los santos y los conductores.
El mago está en armonía con el cosmos: ninguna inhibición, ningún exceso en el aura nerviosa, lo cual se resume en el término salud. El alma individual juega entonces en armonía con la cósmica. Los que dicen que hay que concentrarse cometen el error de incitar a la concentración voluntaria, causando desarreglos, enervamiento. No; hay que dejarse poseer, que el alma se bañe en el infinito. Reposo potencial: entonces todo vendrá al brujo.
El brujo no hace esfuerzos sino para evitarlos; no espera ni desespera.
No desea: el deseo es saliente voluntaria de la fuerza anímica, que, si no armonizare con el devenir del cosmos, es fuerza perdida; el deseo es impotente contra la voluntad divina.
El brujo está en solemne reposo receptivo: el rey de la creación tiene la cara ancha, irradiante; en su físico se muestra la divinidad.
No anhela: por eso no está al lado de ninguno en ninguna empresa, sino al lado del Señor; sabe muy bien que es la voluntad del Señor la que se realizará.
El alma del brujo está en el infinito, como la gota de agua en el río: es el estado beato, del cual participa aun en esta vida.
Respecto del método, diremos que se reduce a gran esfuerzo inhibitorio: frenar su individualidad, los deseos, para ir siendo alma en reposo receptivo. Sólo durante el aprendizaje hay en él esfuerzos enervantes. Poco a poco se va convirtiendo en sustancia potencial.
Con este arte de la magia se consigue la beatitud y conocer el futuro, pues cesa el tiempo.
La magia se practicó en Egipto y en Palestina. Moisés fue un brujo egipcio hebreo. Elías y Samuel fueron los grandes brujos históricos. Francisco de Asís e Ignacio de Loyola son grandes brujos católicos.
Jesucristo es lo más alto en armonía: «Mi Padre y yo somos una misma cosa»; «Mi Padre me ha enviado»; «Padre nuestro… hágase tu voluntad en la Tierra y en los cielos».
Al decir que el mago no hace esfuerzos, hay que aclarar que se trata de bregas para la realización de fines individuales, modos de ser hereditarios o personales. También hay que aclarar que durante su formación el brujo se esfuerza por inhibir su deseo carnal, hereditario, individualista. Muerto todo eso, aparece el mago, aparece el espíritu inmortal que embellece al cuerpo; es el vaho divino.
Puede ser flaco el mago, pero aparece gigantesco; siendo delgadísimo, por ejemplo, al medirlo con el metro, al tacto visual parece infinito. Puede ser muy feo, según las reglas, pero al tacto visual aparece bellísimo, como Sócrates. Cuando viene hacia nosotros se tiene la sensación del encuentro de un milagro. La presencia de estos seres en un lugar, lo ocupa todo y sobra, porque eso no puede ser contenido. Lo contrario de lo que el artista Miguel Ángel llamaba soberchio en el mármol.
«Una virtud emanada de Él». Como estos seres son escasos, a veces han pasado milenios sin que aparezcan, los tenemos como de leyenda.
No adivina porque se lo proponga, sino que la verdad viene a él: «Al que tiene le será dado». Por eso dicen que hay «hombres ayudados».
Ancha presencia: detengámonos a paladear el significado de estas palabras. Todos hemos tenido experiencia mayor o menor de lo que es ancha presencia. El padrecito Mejía, ése a quien nombraron canónigo, por ejemplo, brega por simular la ancha presencia al caminar y predicar: oyó cantar el gallo, pero no supo dónde. Simula la ancha presencia. La frase de Stendhal de que Julián era elegante y que la supremacía de su elegancia estaba en que él no lo sabía, es decir, en que era esencial. Algo de ancha presencia tuvieron aquí en Medellín el doctor Uribe Ángel, los padres Quirós y Muñoz, jesuitas.
En Francia encontramos a la madre San José, de la comunidad de la Presentación: era menudita y en ella se veía casi la anchurosa presencia de Dios; era una santa y no lo sabía.
En el Medellín de hoy nadie tiene de eso. En Francia no lo pudimos ver en Herriot, Daladier, Chautemps, Blum, etc. Cierto día lo vimos en una mujer que iba por una calle: apenas pasó, fue como si hubiera pasado un gigante. En la edad primaveral, de quince a diecisiete años, en ambos sexos, la vida fisiológica simula algo de esto, pero es simulacro.
En Italia vimos al gran simulador de la ancha presencia, al gran comediante de la magia, Benito Mussolini. Brega día y noche por simular al anchuroso Napoleón: saca la mandíbula, como el corso, y estira los labios, bregando por imitar la boca inimitable de Napoleón.
Napoleón era un enviado; el espíritu se regaba por su cuerpo e inundó de libertad al mundo: porque en eso se conoce el espíritu, en el hálito de libertad. Cuando un conductor tiraniza, crea odios, limitaciones, nacionalismos, téngase por seguro que es un simulador de la anchurosa presencia.
El sentimiento de libertad, euforia y exuberancia es la piedra de toque de los genios o magos.
Último minuto
El Gobierno ha creado la Superintendencia de Sociedades Anónimas; ignoramos si este hecho coincide con las descripciones vivas que en esta revista se han hecho de esos monstruos o si es un efecto de ellas.
En todo caso, el nombramiento de superintendente nada remedia, sino que crea un nuevo rico. Hace poco, un abogado de aquí denunció que una sociedad minera de Segovia tenía varias arrobas de oro guardadas en sótanos de cemento, en la mina, sin pagar al gobierno lo que le corresponde. De Bogotá enviaron un visitador, solo en grima, y a los diez días de estar allá, comiendo y bebiendo por cuenta de la mina, dijo que nada había encontrado. Es mucha inocencia o malicia el enviar a un bogotano solito a la caza de arrobas de oro. Igual inocencia o malicia será el enviar superintendente, solito en grima, a ver qué están haciendo la Troco y los riquitos de Medellín en la misteriosa concesión del Carare.
Piense, Eduardo Santos, que uno de los artículos de los estatutos de la Sonaca dice que las votaciones que no se hicieron en secreto, serán nulas.
El único remedio para evitar el abuso de confianza en las sociedades anónimas es prohibir con penas severas el que los directores negocien con las acciones, indebidamente, y crear un tribunal que juzgue en conciencia los hechos que se le denuncien.
* * *
Avisamos a los accionistas pobres de la Sociedad Nacional del Carare que hemos recibido una carta de uno que trabaja por allá en que nos dice que ya el petróleo lo hallaron, pero que no lo avisarán «hasta que todo esté listo», es decir, cuando la Troco y los riquitos de Medellín, los de La Gota de Leche, hayan comprado todas las acciones de los pobres.
Denunciamos a las autoridades el hecho de que allí se está cometiendo… el misterio: el informante a que nos referimos suplica que a nadie se le diga que él dio ese informe, porque lo despedirán del trabajo. Es decir, tienen todo arreglado: alegan que es «porque el negocio de petróleo es muy competido», pero si logramos que muestren el libro de traspaso de acciones, sabremos para qué es el secreto.
Copiamos a continuación las cartas que hace días le escribimos a la Junta Directiva y las contestaciones que obtuvimos.
* * *
Medellín, mayo 20 de 1939
Señor don Tulio Ospina
Gerente de la Soc. Nal. del Carare
Medellín
Como accionista que soy de esa compañía, le pido el favor de reunir la asamblea general, para discutir si usted y los miembros de la junta directiva tienen derecho a usar del secreto entre ustedes con que están manejando los intereses de los colombianos.
Para mí, esa política de misterio sólo favorece a los yanquis.
Para mí y para otros muchos, tal secreto no pueden atribuírselo ustedes, ni siquiera aceptarlo en caso de que se les concediera. Usted comprenderá que el haber o no petróleo lo saben o van a saber ustedes tres solos durante días, meses y hasta años, pues las reuniones ordinarias se efectúan anualmente. Tal situación privilegiada nadie sino en este caso y en el Parque de Berrío la ha tenido.
Hoy ya es público, está en la conciencia de todos, que esa es una sociedad petrolera misteriosa, pues a las preguntas contesta usted con sonrisa de mujer que puede o no estar preñada.
Seguro servidor,
Fernando González
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Mayo 22 de 1939
Señor Dr. Fernando González
La Ciudad
Muy señor mío:
Me refiero a su carta del 20 de los corrientes, en la cual solicita usted, en su carácter de accionista de la Sociedad Nacional del Carare, que se convoque la asamblea general de accionistas para discutir si la junta directiva y el gerente tienen derecho a usar del secreto en el manejo de los intereses colombianos.
Con gusto atenderemos su solicitud cuando en ella se cumpla el requisito que establecen los estatutos sociales, en su artículo 430, o sea, cuando lo pida la quinta parte del número total de acciones colocadas.
Me permito hacerle saber que los miembros de la junta directiva y el gerente se han abstenido y se abstendrán de dar informaciones particulares relacionadas con las actividades de la Sociedad, y están absolutamente tranquilos de haber adoptado esta línea de conducta que ellos consideran como la que mejor sirve los intereses de la misma.
Soy de Ud. acto. S. S. y amigo,
Tulio Ospina Pérez
Gerente
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Junio 19 de 1939
Señor don Tulio Ospina
Gerente de la S. N. del Carare
y señores miembros de la Junta Directiva
Medellín
Me refiero a la carta de don Tulio de 22 de mayo último, contestación a la mía de 20 de ese mes.
Me comunica allí que tanto la junta directiva como el gerente se niegan a dar «informes particulares» y a convocar la asamblea de accionistas a reunión extraordinaria. Me agrega que ustedes se sienten muy tranquilos de la conducta de misterio.
Don Tulio no entendió: no critico el que no den informes particulares, sino que solicito informes públicos, puerta abierta, luz…
Nadie puede exigir en los negocios que se le dé más crédito del que se otorga al término medio de los ciudadanos; ustedes carecen del derecho de pedirnos a quienes tenemos nuestros intereses en esa Compañía, que los creamos santos, es decir, capaces de manejar en el oscuro, por meses y meses, por año y quizá años, asunto tan delicado como el que les confiamos, y capaces de vencer la tentación de la oportunidad que ese misterio les ofrece…: sólo en Colombia puede ocurrir tal pretensión, pues nuestro pueblo es inocente y aguanta mucho sufrimiento.
Carecen ustedes del derecho para exigir que les permitamos a ustedes tres solos el saber si hay o no petróleo, si la empresa va bien o mal: el conocimiento de ese hecho vale millones, si es exclusivo de pocas personas y habiendo venta de acciones a plazo. ¿O es que ustedes se enojan porque les exijan garantías cuando les dan en préstamo o les confían algo? ¿Desde cuándo se usa eso en los negocios?
Se está especulando mucho con esto de Carare, debido a que ustedes manejan el negocio con el misterio que usan en sus cosas los santones de todos los tiempos.
Insisto en pedir que se convoque la asamblea general de accionistas porque quiero quejarme ante ella de la conducta de ustedes. Si allí apareciere justificada tal conducta, públicamente diré, no solamente que han procedido bien, sino que han procedido con virtud heroica.
Hoy por hoy, la razón me dice que tal proceder nos perjudica a los colombianos y beneficia a la Tropical Oil Company. Esta sociedad extranjera sabe minuto por minuto el estado de la explotación. ¿En dónde está la igualdad para el grupo de accionistas colombianos?
No me repitan, como lo dice la carta de don Tulio, que les presente solicitud firmada por la quinta parte de los accionistas, pues eso es burla, ni la Tropical ni ustedes firman. Basta, ante la conciencia, que yo, accionista, diga que tengo quejas de la conducta de ustedes, para que la moral les ordene terminantemente convocar la asamblea.
Seguro servidor,
Fernando González
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Señor Dr. Fernando González
Ciudad
Muy señor nuestro:
En respuesta a su comunicación del 19 de los corrientes, nos permitimos informarle que la Junta Directiva y la Gerencia de la Sociedad Nacional del Carare, no encuentran motivo para convocar una Asamblea Extraordinaria de Accionistas.
Tampoco considera la Junta que sea conveniente para los intereses sociales modificar la política adoptada, después de un amplio estudio, referente a las informaciones sobre la marcha de los trabajos, política que insiste la Junta en considerar como la que mejor protege los intereses de los accionistas, y respecto de la cual, repetimos a usted, se encuentra absolutamente tranquila.
Tulio Ospina Pérez
Gerente
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Por fin, y a fuerza de bregas, se logró que nombraran para la Corte Suprema de Justicia a un antioqueño: el doctor Campo Elías Aguirre. Antioquia estará representada allá por hombre digno de su apellido, pues los Aguirres son tenaces. La vida del doctor Aguirre ha sido muy limpia, de estudio y constancia silenciosa.
Nota:
(1) | Cuando escuchéis bullicio de guerras y rumores de guerra, no temáis: conviene que ello suceda, pero no será aún el fin. Se levantarán los hombres contra los hombres, pueblos contra pueblos, reinos contra reinos, y habrá terremotos y hambres: serán principios del dolor. Y seréis odiados a causa de mi nombre, y el que persevere será salvo. |
Fuente:
Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, marzo de 1997. Introducción por Alberto Aguirre.
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Ultima revisión en diciembre 25 de 2014