Revista Antioquia
Fernando González
1936 – 1945
Antioquia 1 / 1936
Presentación
Antioquia quiere ser una publicación que no estafe al público; no aparecerá sino cuando el redactor tenga algo digno de leerse.
Será diferente de las revistas que existen hoy en la república. Se distinguirá de las unas en que no se compondrá de artículos recortados a tijera; de las otras, en que no estará al servicio de nadie sino de algunos sentimientos delicados, tales como el amor a lo original, a la desfachatez, a la patria y al arte. Será una revista desfachatada. Pero jamás causará heridas dolorosas; acariciará apenas.
Hay en Colombia revistas políticas, de política cercana, de aquélla que contempla más que todo al presupuesto; hay revistas político-religiosas, o, más propiamente, de concordato o concubinato entre la Curia romana y el presupuesto; hay revistas chistosas, que están muy por debajo del ambiente físico y humano; revistas de anuncios, etc., pero todas ellas pertenecen al género misceláneo. Muy fácil echar a la calle esas cosas, así como lo es rellenar un saco con todo lo que se encuentra botado en la plaza. ¿Por qué se quejan de que nuestro pueblo no lea? Nuestro pueblo no lee porque no tiene a quién leer. Nuestro pueblo vive de una manera interesante, pero no tiene novelistas; nuestro pueblo produce aventureros curiosos, pero no tiene cronistas; nuestro pueblo produce rateros, usureros, negociantes, astutos, prenderos, celosos, en fin, ningún pueblo tan fecundo en tipos, pero carece de literatos observadores. Aquí no hemos pasado aún de esa literatura que consiste en emborracharse con aguardiente, dejarse crecer el pelo y escribir un soneto al amor imposible.
Es inteligente nuestro pueblo; está por encima de su clase ilustrada. No lee, porque no tiene a quién. Ahí está listo para que lo pinten, pero carece de pintores; ahí está listo para que lo conduzcan, pero carece de políticos. ¿Por qué? Colombia no ha tenido escuela ni universidad.
Colombia tiene pueblo y no tiene clase directiva.
Queremos editar a Antioquia sólo cuando tengamos algo agradable que ayude a pensar y a sonreír. Deseamos contribuir en algo al bienestar y creemos que será posible encontrar colaboradores. Describiremos para el pueblo; describiremos a los actores de nuestra vida pública, suavemente, usando del derecho que tiene todo ciudadano para gozar y hacer gozar con el espectáculo; ahí está lo invaluable de la vida, en que es gratuita representación.
Evitaremos la pesadez. Puede el lector estar tranquilo, pues ya sabemos que muchos se han enfermado a causa de la pesadez. Tenemos la sospecha de que todo puede ser fácil. La vida puede ser fácil si enfrenamos la ambición. La filosofía, la ciencia y el arte son fáciles, menos en la universidad colombiana; verdad es que hay autores difíciles, pero es porque estaban enfermos o porque quisieron saber más de lo que sabían. Nos mata siempre la ambición. Antioquia será una revista mesurada.
Los números de Antioquia contendrán una obra de un autor, o dos, a lo sumo, y un panorama político. Si fuere publicado algún libro digno de atención, daremos cuenta de ello, en nota crítica, pero sólo cuando merezca que la gente gaste el tiempo en su lectura. Serán, pues, muy pocos o ninguno.
Cuando se tratare de un poeta, bregaremos por reunir en conjunto armónico algo de lo mejor de su obra.
Respecto de extranjeros, si algo publicáremos, será traducción nuestra, anotada, y siempre obras dignas de conservarse en bibliotecas.
Deseamos que esta publicación sea apreciada hasta el punto de que la reúnan en volúmenes empastados. ¡Pueda ser que logremos esto!
Política significa para nosotros la conducción de la patria hacia sus destinos latentes. Bregaremos por estudiar las actividades de los hombres públicos, ya se ejerzan en el gobierno, en la oposición o en otras gerencias, desde tal punto de vista. Será, pues, la nuestra, por ahora, política de críticos: descripción y análisis. No estamos agrupados; ejercemos por nuestra propia cuenta; por ahora izaremos la bandera múltiple, jamás vieja, de los piratas, sometidos únicamente a nuestra voz interior. Si el pueblo acoge esta publicación, nosotros, en cambio, prometemos constante honradez con nosotros mismos. Tres sentimientos delicados serán nuestros guías: patriotismo, desfachatez y orgullo.
Ningún hombre público se enoje; recuerden que el pueblo tiene los derechos de espectador y que la vida de los pobres sería infernal si nos prohibieran la risa. Hay que respetar al corazón humano: el que no manda se ríe del mandón; el pobre se burla del rico, y así la vida es posible sin necesidad de tragedias.
Para terminar, visto el difícil programa que nos hemos dado invocaremos a monsieur Voltaire: Marchad siempre por el camino de la verdad…, burlándoos.
F. G.
— o o o —
El triunfo liberal
Ensayo de sociología colombiana
Postulados
I
El triunfo liberal de 1931 fue étnico; la raza mulata se libertó de los criollos (1).
II
Aquí fueron durando las familias criollas hasta 1900. En Venezuela murieron en la Independencia y revoluciones. Por eso, sólo en Colombia subsistió el gobierno colonial.
III
Hasta 1931 tuvo Colombia gobiernos coloniales, fundados en la sumisión de mestizos, mulatos y demás gente de color a los descendientes de españoles. El dominio sobre ellos se ejercía por medio de sentimientos religiosos y mediante la habilidad (inteligencia) (2).
IV
Con las crisis económicas de la posguerra europea se vio que el grupo blanco era ya poco en número; al empobrecer, apareció evidente su debilidad.
Nació la industria y vino la mulatocracia.
V
El blanco no es de aquí. Desde tal punto de vista, es bueno y natural que manden los mulatos.
VI
Colombia será íntegramente mulata en estos cincuenta años, o colonia. Estudiando las capacidades de los híbridos actuales, lo más probable es lo último. El mulato, tal como está hoy, es incapaz de organizar y conservar un país. ¡Dios quiera que venga un mulato organizado, manodefierro, que salve esto!
VII
El mulato triunfó con el nombre de liberalismo. Les dio este nombre a sus oscuros instintos de libertinaje. Libertad significa para él supresión de los amos blancos y de lo que estos amaron, y que le sirvió para gobernar: moral cristiana, sentimientos caballerosos, tales como cumplir, persistir, fidelidad, etc. De aquí, que los mulatos hayan iniciado su dominio con el robo, la infidelidad, persecución religiosa, desconocimiento de las deudas y obligaciones todas, etc. (3)
Descripción
Observemos. Estudiemos a Medellín, socialmente. Durante y después de la Colonia, hasta 1931, había el Parque de Berrío rodeado de casas viejas, estilo español, con los almacenes de los Restrepos, Lalindes, Vásquez, Arangos y Uribes. Tales almacenes permanecieron durante decenios en los mismos lugares y en las mismas familias. Allí vendían telas y paños enrollados bellamente, sombreros aplanchados, vinos antiguos, todo venido de lejanas tierras.
Las señoritas Restrepos se casaban con los señoritos Vásquez o Lalindes, y viceversa. Eran banqueros, mineros, consejeros, padrinos; eran los amos, papás de los mulatos, pero «nadie lo sabía».
De los pueblos venían los amos de allá, de vez en vez, de ruana y camisa aplanchada, a recibir consejo, a tomar dinero en mutuo, a comprar al por mayor. Era la jerarquía en el gobierno, el comercio y el dominio. A estos blancos de pueblo les ofrecían los Restrepos, Lalindes y Arangos unos traguitos de vino, en sus droguerías, en vasos cuyos fondos tenían briznas de paja de empaque. También los llevaban al Club.
Cuando llegaba un blanco de pueblo, se oían frases como estas: «Es de muy buena familia»; «Es de pueblo, pero noble…».
Donde don Macario Restrepo vendían ruanas; en casa de familia «pobre, pero noble y honrada», «familia venida a menos», unas señoritas solteronas ponían los ribetes a las ruanas, a centavo cada una. Donde «las Valles», «pobres pero honradas», vendían la leche.
Los gobernadores salían de estos almacenes. Eran hombres orejones, orejas que parecían tejos, barrigones muy blancos, barba espesa aunque rasurada, y jamás robaron (4). Sus palabras empeñadas valían más que escrituras otorgadas por el notario don Román de Hoyos.
Las señoritas eran pierniblancas, hecho comprobable únicamente por el novio, la noche de bodas o cuando iban de paseo, en diciembre, por los verdes prados. Ver piernas blancas y torneadas era milagro para los días felices en que los Reverendos Padres conceden las vacaciones. Sensación de yerba húmeda de rocío, olor a helecho y visión de piernas blancas y torneadas: he ahí algo muy hondo y perdido ya…
«Se casa con uno muy blanco y religioso». «Se casa con un negro». «Es tan mala que hizo morir a su padre, don Joaquín, de pena, por verla que iba a casarse con un negro».
Los señoritos Lalindes, Restrepos, Uribes, pasaban los días sentados detrás de los mostradores, muy peinados, oyendo a los viejos con respeto, oliendo a almacén, a ese olor de paños enrollados, venidos de Inglaterra. El mayor de ellos estaba sentado en un escritorio muy alto, grande y amplio, como púlpito, «llevando la contabilidad».
De vez en vez pasaban por la calle y entraban los «blancos» de pueblo, y allí era de oír las consultas y los consejos acerca de negocios, casos de conciencia, matrimonios, etc.
La gente transeúnte por las calles de Colombia, Junín y Ayacucho, eran negros, mulatos, y mestizos que iban a «llevar recados». A determinadas horas pasaba don Luciano Carvalho, «el que sabía teología y filosofía», y también pasaba Muñocito, «el que tenía aparatos para medir distancias, alturas, ángulos». La literatura era «álbumes de pegados», o bien, cuadernos en que Isabel copiaba los poemas de «los poetas inmortales».
Donde los Reverendos Padres habían traído una campana neumática, y, cuando «el acto público de fin de año», el hijo mayor del señor Restrepo salía al estrado y, ante las mujeres admiradas y los señores gobernadores, cogía un afrechero, lo colocaba sobre la plancha, lo cubría con la campana, manipulaba para hacer el vacío, y el afrecherito iba muriendo, hasta que el Restrepo levantaba la campana y lo mostraba, cadáver, a la concurrencia. El Reverendo Padre Rector hacía una señal, y entonces otro Padre leía: «Primer premio de física…, Juan Restrepo y Mariano Ospina Pérez, mérito pares…». Rifaban el premio, una medalla…; la ganaba el nieto de don Mariano Ospina; iba a buscar a don Tulio, por entre la concurrencia; las señoras lo acariciaban y admiraban al darle paso; llegaba donde don Tulio…; se levantaba éste, temblorosos los blancos y espesos bigotazos, le prendía al pecho la medalla y le murmuraba: «Tú serás columna del partido». Seguían: «Premio de filosofía…, Mariano Ospina Pérez y Juan Restrepo, mérito pares…». «Premio de álgebra, Juan Restrepo y Mariano Ospina Pérez, mérito pares…», etc. El último era: «Medalla de buena conducta… Francisco de Paula Pérez y Joaquín Luciano Palacio, mérito pares». Pacho Nalgas era el más blanquito de Don Matías y Entrerríos, y tanto él, como Marianito, han permanecido siendo columnas, hoy columnas de ruinas. Estos de las medallas, estos Ospinas, Pachos y Restrepos eran los que iban al Congreso, y, cuando volvían del Congreso, las señoras (pues ya se habían casado, hogar cristiano) parían; las dejaban en cinta al irse y parían al volver. Todo godo nació durante un Congreso (5).
El Restrepo que no había querido seguir estudiando, aprendía otra cosa: era contador. Allí estaba todo el día, encaramado en un pupitre alto, amplio y grande como púlpito, «llevando la contabilidad». Eran unos libros muy gruesos y muy bellos, venidos de Inglaterra; el más bonito era «el mayor»… Cuando venían los de pueblo, a pagar, y veían ese libro mayor, no discutían: pagaban; creían y pagaban. Este Restrepo de la contabilidad, en los momentos de cansancio, leía el álbum en donde estaban los «pegados»: poemas de Fallon, Peza, Gregorio y Campoamor, Espronceda y, en los últimos tiempos, «las gotas amargas» de Silva.
Durante la lectura sacaba de vez en cuando una «cartera de cuero de Rusia», traída por su abuelo, de Curazao, y de la cartera sacaba un cadejo de pelo castaño y lo besaba. Era un cadejo que Isabel le había enviado en un sobre que le entregó ña Jesusa una tarde lluviosa en «la esquina de la botica de los Isazas».
Llegaba el día de «pedir la mano de Isabel». Ambos eran Restrepos y necesitaban dispensa. Don Pablo, el papá de él, iba por la noche a casa de don Luciano, el papá de ella. Iba vestido con ropas que olían a Europa, a mar, a almacén, a escaparate, a día de pedir la mano.
«¿Qué dijo don Pablo?». «¿Qué respondió don Luciano?». «¿Para cuándo está señalado el matrimonio?». «¿Dónde pidieron el ajuar, a Francia o a Inglaterra?». «¿Ya ella le dio retrato hecho por Gutierritos?». Tal era la conversación en los almacenes, hasta el día de la boda.
Los casaba el Reverendo Padre Rector. Iban en «el coche de los Restrepos». La mulatería miraba, esperaba, comentaba, en el atrio.
Salían de la iglesia y montaban en «el coche de los Restrepos», con el gran ramo, camino de «la fotografía de Gutierritos»; de ahí, para la mangada de El Poblado, y a los nueve meses y tres días nacía otro Restrepo, Lalinde, Ospina…; los tres días eran por el parentesco, eran los tres días de continencia, semejantes al momento en que el brioso caballo espera la señal, en la pista del hipódromo. Era una gente muy verraca y que cumplía las ordenanzas. ¡Qué hermosos tiempos aquellos del partido conservador! Y aunque me adelante, preguntaré aquí: ¿qué mulato es capaz de esperar tres días, o siquiera a que los casen? Todos son gente adelantada, nacida adelantada. De ahí que los prelados no tengan razón al oponerse a que reciban en los colegios a los hijos naturales. ¿A quién van a recibir, entonces? En Colombia, acabados los almacenes de los Restrepos, todos los muchachos se adelantan.
* * *
Estos señoritos peinados y blancos, educados por los Reverendos Padres, que pagaban el débito a las esposas antes de irse para el Congreso, y que al volver encontraban otro Restrepito; estos señores orejones que iban a Curazao y de vez en vez hasta París, a introducir…; estos almacenes que olían tan bueno; estas Isabeles, de piernas blancas y púdicas; los Reverendos Padres, la campana neumática, en cuyo manejo se hizo célebre Jacinto Echeverri Duque; la distribución de premios a Marianito, el hijo de don Tulio; «las buenas ideas»; «los principios»; ¡aguantarse tres días en la mangada de El Poblado, al lado de Isabel…! ¡Todo se acabó!
* * *
Hoy, el Parque de Berrío es «el Baratillo Oquendo» y treinta cafés… ¿Quién será Oquendo? Ya no hay Restrepos. Se casaron con Oquendos, y Marianito tampoco se casó con la prima; no es una columna, como su tío el General, el hombre que más gana ha tenido. Marianito es Hernández y no será Presidente, como su abuelo y su tío, pues los Hernández no mataban el afrechero en la campana neumática de los Reverendos Padres.
No crea usted que existan ya «hombres blancos». Hay unos diez o treinta, muy culirrotos y muy degenerados, por ser hijos de primos, nietos de primos, bisnietos de primos y así, hasta aquellos barbudos y crueles que vinieron con Belalcázar, Robledo y Balboa. ¿No ve que la fuente blanca quedó segada con la Independencia? Cruzamientos, degeneración y vicios, acabaron con los godos. Los que ahora dizque sostienen «las buenas ideas» son mesticitos, como Sierra, zambitos, como el Tobar H. y los Manueles Toros, Alejandros Ángeles, etc., viejos esclavos de los antiguos blancos. El partido conservador está en manos de libertos aún culimarcados.
En los cafés viven los «comisionistas». Fuman y beben café; beben café y fuman, dientipodridos. Su negocio es ofrecer en venta, «regalados», los últimos solares y las últimas casas de la gente blanca. Vivimos en época de revolución, revolución para ojos que sepan mirar; hay tragedias y comedias dignas de los periodos intensos de la historia. Los últimos blancos se ahogan lenta, cruelmente. La soberanía está en manos del hombre mezclado, del lampiño.
El Gobernador ya no es don Luciano, con sus bellas orejas castellanas, con sus ojazos castellanos, con la amplia conciencia de la gobernación, o sea, caminar, hablar, sonreír, orinar, dormir de Gobernador… «¿Con quién estás acostada?», dizque preguntó don Luciano a su mujer, doña Josefa. «¡Pues con Luciano…!». «No; ¡estás acostada con el Gobernador de Antioquia…!» (6). Por eso era que engendraban gente tan robusta para el Congreso. ¡El Gobernador no es ya don Luciano! El Gobernador es Quico, minero, venido de la región do el oro abunda, simpático, conversador y demócrata: capaz de abrazar a Pedro Claver, o sea, hombre que carece de la noción del asco, y que nada le pregunta a las señoras, cuando se acuestan (7).
¿Y el Secretario de Gobierno? ¿Qué se hizo don Zacarías, hijo de un inglés grandote y muy blanco que apareció por aquí? ¿Qué se hicieron las barbas de don Zacarías? No, el Secretario de Gobierno es un hombre oscuro, lampiña raza, un hombre del Chocó, inteligente, pero sin barbas.
Las «señoritas» son dactilógrafas; el amor se convirtió en tecleo y tuteo.
De lo antiguo no quedan sino vestigios.
Los blancos no eran de aquí. Biológicamente era necesario el triunfo mulato.
Los que griten porque ya no hay piernas y «buenos principios», los que griten porque hay robo, abuso sensual y baratillos, no saben ni jota de sociología.
* * *
Algunos blancos, generalmente de «pueblo», trabajamos por independizar a la patria del yugo clerical y de la ignorancia. Nos llamábamos liberales. No triunfamos. Hoy domina lo que tenía que triunfar, la venganza. El liberalismo que triunfó se reduce a esto: quitarles los almacenes a los gordos del Parque de Berrío; corromper las Isabeles; no pagar las ruanas compradas al fiado a don Macario; quitar los obispos orejones y ponerlos de color; quitar el banco de los Vásquez y poner el de la República, o sea, cambiar una prendería en donde al menos le volvían a uno el reloj, aunque mohoso y parado, por un robadero. Cambiar la señorita por la muchacha. La gente se casa hoy y resulta que a la mujer la habían cateado ya en la gobernación, los mineros del Chocó. «¡Viva el divorcio! ¡Viva el hijo natural! ¡Viva el negro!». Tal es la República liberal de Colombia, antigua Nueva Granada.
* * *
El adjetivo liberal lo han usado todos los dominados para significar libertarse. Claro está que esta liberación del mulato y su dominio consiguiente fue evolutivo, se preparó y consumó poco a poco; con la somera descripción anterior he querido mostrar los factores de tal evolución. Todo se reduce a la mezcla inevitable de las razas que poblaron a Colombia. «El triunfo liberal» en 1931 fue una necesidad, tal como la caída de la fruta al madurar. No podía no haber sucedido. Nadie sino la vida tiene la culpa de ello.
No es propio del filósofo protestar; estudia hasta comprender; no protesta ni censura. Creo haber comprobado que los sentimientos, ideas y concepción de la vida que dominaron a Colombia con el nombre de conservatismo, han muerto; tienen tanta fuerza como un cadáver.
A los hombres de pensamiento y acción les digo que abandonen la esperanza de volver a tomar el poder con los sentimientos e ideología de los «blancos». Cada día trae su afán; hay que luchar en otra forma y con otros instrumentos. Ahora he visto el directorio conservador que acaban de elegir para Antioquia: Alejandro Ángel, Manuel María Toro y un señor Jiménez Jaramillo. ¡Eso no! Perdura el partido conservador en forma de nostalgia de los empleos perdidos, del presupuesto perdido, pero no como fuerza viva. Esos directores son mulatos que no pueden vivir los sentimientos conservadores; viven el recuerdo de los gajes de que disfrutaron en su calidad de criados de la gente blanca.
El partido conservador murió como fuerza social y política. El blanco no es del trópico; eran descendientes de españoles. Los dueños de estas tierras fueron los indios, en primer lugar; conquistados estos por españoles y traídos esclavos africanos, los dueños fueron los españoles; libertados los criollos, de España, los dueños fueron los blancos… Pero cortada la fuente de la inmigración; casándose entre sí miembros de estas familias blancas, mezclándose también poco a poco con negros e indios, fue natural la llegada del día glorioso para el hombre de color. El hombre lampiño asumió la dictadura activa con Olaya Herrera.
Hoy y durante algún tiempo, el mulato permanecerá luchando contra la sombra de un muerto, el conservatismo. Pero vendrá pronto el día en que se formen partidos mulatos, contrapuestos. Hoy asistimos al último acto de la colonia: una nostalgia de poder (conservatismo) lucha con el mulato ensoberbecido y ahíto.
Los pocos hombres barbados que aún quedamos en Suramérica, somos hoy más extranjeros que el «míster». Somos odiados, como imágenes de los «amos» que los marcaban y los azotaban; el lampiño se venga en nosotros de la sumisión en que lo tuvieron nuestros padres. No debemos quejarnos; es natural, humanamente justo. Al «míster» no lo aborrecen, pues al mulato le gusta el idioma inglés y, además, el «míster» trae dinero para comprarles la Soberanía (8).
* * *
Creo que es tesis muy importante la que enuncié diciendo que en cincuenta años estos países serán colonias europeas o asiáticas. Manifestaré los hechos en que fundo tal aserto.
El hombre lampiño (liberal colombiano) carece de nociones morales; carece de los sentimientos que encarnan tales nociones. Sabido es que el negro vende hijos, mujer y tierra. Mucho más el híbrido, pues éste es anárquico tanto en sus tendencias como en sus componentes corporales. Todo ser mezclado tiende a descomponerse (leyes de Mendel).
Hay indicios ya. La ciencia nos enseña que esto que llaman liberalismo colombiano se venderá al «míster»; pues la realidad nos muestra que se está vendiendo. Venderá (y está vendiendo) las mujeres, las minas, las fábricas, la tierra y el cielo. La putería invade a la sociedad mulata, al mismo tiempo que el míster agarra coños y minas. Vayan donde los abogados Cardona, Isaza, Restrepo, Gartner, Córdoba and Company y verán. Coños y minas: esa es Colombia en los días de Alfonso López.
* * *
Aunque incidente sin importancia, trataré, por ser problema que me es muy querido, de la situación de los criollos blancos que hemos quedado vivos, de sus posibilidades, defensas, futuro, etc.
En Antioquia hemos quedado unos cuarenta, casi todos culirrotos. Por Cali no pude ver ninguno; dicen que en Popayán hay muchos, pero muertos hace tiempos, sólo que no los han enterrado; los tienen dizque para mostrarlos al turista. De Bogotá no se sabe nada.
Creo que el remedio está en la filosofía, para nosotros personalmente, pues somos cuarentones, y en casar los hijos con mulatas. Ellas los defenderán. Filosofía y uso moderado del amor.
Los blancos jóvenes, hasta de treinta años, pueden ir acomodándose lentamente; una subgerencia de compañía de tabaco y una misión a Chile, a representar al lampiño, los irán aclimatando poco a poco, no importa que sus padres hubieran jurado y requetejurado que en su familia jamás abandonarían «los buenos principios». Ubi patria ibi bene, dicen los Reverendos Padres. Gente verraca son los reverendos padres y hay algunos blancos que lo son más, pues heredaron el racimo glandular que tenía aquel noble anciano que era dueño de las salinas y de las muchachas de Guaca, la tierra por donde entró Jerónimo Luis Tejelo. ¡Hay gente muy verraca y hay otra que no servimos sino para la filosofía!
Hay otros blancos a quienes los vicios han hecho negros, negros por asimilación, como Lucianito, el diputado, el que rebuzna en «el palacio» con el caciquito de La Estrella.
Desapareceremos. Nuestros hijos tendrán que casarse con mulatas. Somos los últimos.
¿Debemos luchar? Ni somos capaces ni hay objeto. Somos los últimos hombres. Estamos en el periodo del animal parecido al hombre, y luego, muy pronto, no existirá Colombia independiente.
* * *
Teosóficamente ¿por qué y para qué existe el mulato colombiano? Era necesario, para que encarnaran los espíritus bajos, las almas de los seres atrasados, de aquéllos que cometieron en vidas pasadas feos delitos, estupros, asesinatos, violaciones. La ley de consecuencia exige que para que se realicen tendencias perversas aparezcan fisiologías perversas. Esa es la razón para que haya en la Tierra, en estos Andes, esta figura humana monstruosa, con monstruosos instintos y deseos. Sobre todo, aquí vienen a encarnar los más atrasados e inmundos en los deseos del sexo. En nuestra atmósfera mental, aquí en los Andes, hay infinidad de larvas anímicas, atisbando feos coitos para encarnar.
* * *
Pululan larvas anímicas. Para toda tendencia, por baja, por inmunda que sea, hay la posibilidad de realizarse. Por eso existe el animal colombiano, el hombre lampiño.
— o o o —
Segunda parte
Encuesta acerca del
animal colombiano
I. En el Parque de Berrío
Durante varios días estuve observando en dicho parque. Parado en la esquina de don Emilio Paila, conté mil transeúntes…; entre ellos, tres «blancos» dudosos. Un policía me dijo que dos eran libaneses. Dato curioso: el «blanco» colombiano, si bien, aseado, se adivinaba que carecía de ropas de repuesto. Cara triste, embobada, y dizque iba para «Las Empresas Públicas Municipales» a ver si lo colocaban. Había sido congresista, pero, creyendo que el asunto duraría, gastó el dinero con unas señoras de Bogotá.
La naturaleza tiene sus leyes inflexibles: estos «blancos» culirrotos y yo, entregado a filosofar en la esquina de «don Paila», estamos sufriendo las consecuencias de la conquista y colonia; mucho hicieron sufrir a indios y negros nuestros antepasados. Por eso no me quejo de que Fernández Botero y Pedro Claver se venguen en mí. Nosotros, débiles descendientes, tenemos irremediablemente que ver y oír a los motoristas, radiodifusores, gerentes de empresas públicas y de tabaco. ¡Pero hay consuelo! Los anestésicos sirven para el dolor físico y la filosofía para el alma. Yo me siento alegre en esta esquina del Parque, antigua esquina de «don Paila». De todo se puede sacar alegría. Ayer filosofaba en un tranvía, teniendo al frente, repantigado en dos asientos, ahíto, en mangas de camisa, a un motorista parecido al mono grande que había en Marsella: él estaba ahí, echándole el vaho, bregando por convencer a una muchacha, hija de un «blanco» de Envigado… ¡Y la muchacha se dejaba! ¡Las muchachas ya no creen en los Prelados! ¡Lo más cochino es una mujer liberal!
II. Con el policía-abogado
Hablé largamente con un policía acerca del mulato. Este policía estudió algo de leyes con Ricardo Uribe Escobar, el que dirige la escuela y que ahora está bregando por estudiar sociología, «para dar la clase el año entrante».
Como este policía vive en la calle, atisbando, pensé que era muy bueno para documentarme. Efectivamente, separóse de una cocinera con quien estaba hablando de política, y me dijo así en «la esquina de la Ñata»:
Aquí no sucede nada, ningún delito. La gente habla mucho. ¡No tema! Con esto de los prelados no sucederá nada. Mientras más hablen, más orden. A la gente de aquí le gusta hablar, tocar, gritar y nada más. El amor es tocar; los negocios es hablar y la revolución es gritar.
Mire estos muchachos que van para la Escuela de Derecho. ¡Oiga las cosas que les dicen a las señoritas que van por la otra acera! Créame usted que no les hacen nada, ni siquiera les tocan un pelo; pero ya van desfogados a la clase del nuevo profesor (9) que dice: «La Liga de las Naciones es la caja de resonancia del mundo».
¿No conoce usted a los nuevos profesores? El de internacional privado dice que el Sol se mueve alrededor de la Tierra y que ésta permanece quieta como mujer insensible… Pero venga a oír al otro, al gordón; yo lo escucho diariamente, por la ventana, para completar mi ilustración e ir al Congreso.
Nos acercamos y pusimos atención.
Profesor. —¿Qué cosa es la Liga de las Naciones, señor Ramírez?
Ramírez. —La Liga de las Naciones es la caja de resonancia…
No ve, continuó el policía, no hay estupros, fugas, violaciones, raptos, adulterios, motines, revoluciones, porque la calle es la caja de resonancia…
Mire aquel señor vestido de blanco, cincuentón, coloradito, congestionado, que acaba de salir de su almacén, como una bala, detrás de aquella cocinerita bogotana… Siempre sale así detrás de todas las mujeres. Las alcanza, les pasa despacio, diciéndoles algunas palabras violentas, y se vuelve satisfecho como si hubiera desvirgado a las once mil. Así son todos, fieras al oírlos y corderos abobados en la práctica. Es como Ricardo, que parecía que se iba a comer «la escuela», cuando lo nombraron, y desde eso está bregando «por comprar un libro de sociología para estudiar y dar la clase el año entrante».
En cuanto a robos, hurtos y estafas, eso no es delito aquí; es lo normal; la gente honrada cabe en una casa; de modo que es más fácil hacer cárcel para los honrados. Nuestro oficio es separar borrachos.
Pasemos por estos almacenes y cafés. Oiga lo que dicen: «¡Ese infeliz…!». «Ese canalla se robó el dinero…». «López se cae…». «Arredondo es un imbécil afortunado…».
De suerte que aquí todo es soñado. El único negocio es «abrir café»; en los cafés se efectúan el amor, los delitos, los editoriales, todos los ensueños.
Mire a los de El Diario, La Defensa y El Colombiano: en los cafés se les sale el tuétano en forma de editoriales. Salen con el editorial a favor o en contra de los «prelados» y, al salir, le dicen a la señora que pasa en ese momento a medirse todos los vestidos de los almacenes: «¡Qué hembra!»; «¡qué bueno matarla a besos!». Esta es gente muy buena para la policía.
III. Con la casa Gillette
La carta respuesta dice así:
En proporción al número de habitantes, los países en donde se venden menos nuestras afamadas cuchillas son Colombia, Venezuela y Ecuador. El animal que habita esos países es lampiño; le nacen tres o cuatro pelos en el mentón y otros tantos en las comisuras labiales.
IV. Con el reverendo padre
A este jesuita, confesor, director de casa de ejercicios, lo encontré en la Catedral vieja. Díjome:
a) Estas lamparitas y esta multitud que usted ve aquí, alrededor de la imagen del Señor Caído, es asunto de lotería y del régimen liberal. Esos que usted ve, que se arrodillan y dan golpecitos en la pared o en la madera, piden la lotería del viernes; mentalmente piden «el gordo» del viernes en Medellín, «el gordo» del lunes en Bogotá, «el gordo» del martes en Manizales, etc. Las señoras agregan también «que no le quiten el empleo al marido, o al padre o hermano, en las empresas públicas municipales». Ese hombrecito pálido, flacucho y tembloroso que está ahí arrodillado, era congresista, cuando los conservadores; ahora está aguantando hambre con doce críos, y esta mañana fue a hablar con Terronera, el jefe de «Las Empresas», para un destino, y por eso está aquí, pidiéndole al Señor que le ablande el corazón a Terronera. ¡Piden cosas muy difíciles! La religión es muy difícil ahora.
b) Esta pregunta que me hace es difícil. Pero le diré: el país de más alharaca amorosa es Colombia. Hijos de padres diversos, tienen el fluido nervioso arrítmico. Calientes las meninges. Aquí miran mucho, sueñan, tocan, hablan. Coito no existe. Casi todas las mujeres mueren vírgenes de cuerpo. Aquí no son capaces. Estos mulaticos son sobrados de los vicios solitarios. Mire usted el Concejo Municipal: es un sobrado. Los confesores no tenemos que luchar aquí contra enamoramientos. Todo es amagos.
c) ¿Sabios? ¿Me pregunta usted si Colombia tiene sabios? Oiga usted: en «nuestra casa», en el Colegio, tenemos a don Joaquín, profesor de astronomía. También hay un señor Márquez, astrónomo que ha descubierto que la Tierra está quieta, matemático, internacionalista, y hay un señor Jiménez que sabe de ciencias ocultas. Le diré aquí, entre nos, que son dementes progresivos. Para que un mulato de estos estudie, se tiene que enloquecer; el mulato, apenas le da goma, se dedica al misticismo oculto. Aquí la ciencia es cuestión de goma (10).
d) Me pregunta usted algo muy delicado; esto de los hijos naturales. Para mí tengo que los prelados erraron en su manifiesto, pues el mulato es siempre hijo natural, de hecho o por dedicatoria; casi todos son dedicados a la cocinera, por lo menos.
e) ¿El divorcio? En Europa puede que esté bien. Al colombiano no debe concedérsele, pues de suyo es manoseador. Manosea y se va. Échele mamoncillos a los monos: cogen uno; lo tiran y cogen otro, etc. Hay que echárselos uno a uno. Así es este animal que habita en Colombia. Yo le digo una cosa: aquí había alguna decencia, por temor al diablo. Quítele usted la religiosidad, la sumisión al clero, y este animal inmundo se desnudará en la calle. Usted no puede imaginar las groserías de que son capaces seres como esos que están en la Asamblea, una vez que pierdan el miedo al sacerdote.
f) Vendrá una dictadura, y todas ellas se apoyan en la religión. En «nuestra casa» estamos preparados para días de anarquía, incendio y hasta expulsión; pero vendrá el dictador, ya híbrido, como los de Venezuela. El conservatismo murió definitivamente en Colombia; este país entra ahora en el periodo que ha recorrido Venezuela, de gobiernos a la suramericana. Todo este proceso lo conocemos en «nuestra casa».
V. Con el Negro Cano
Dijo el Negro Cano:
Ya no se venden sino libritos de secretos. Vea los títulos: «Para enamorar a las mujeres»; «Secretos para ganar la lotería»; «Las cincuenta posiciones en Pompeya y Herculano».
Atribuyo esto a las gomas; hay mucho sifilítico; casi todos, en el tercer periodo, se dedican a las ciencias ocultas. En Estados Unidos saben esto, y envían los folletos.
Hay crisis religiosas. El catolicismo era para los españoles. Imágenes traídas de Barcelona conmovían a los criollos blancos. Un don Carlos Vásquez sentía la emoción y recibía el milagro de que le pagaran «los intereses» los deudores morosos, ante una hermosa Virgen del Escapulario. Pero el mulato necesita otra cosa; al mulato no le hace «milagros» sino una cosa bien fea, por ejemplo, un anillo de cobre con vidrio oscuro, o bien, un muñeco horrible.
Se quejaba el Negro Cano amargamente de «la crisis». Entonces le dije: Miremos a la gente que pasa por la calle. Mire las figuras, las trompas, las patas… ¿Cree usted que puede haber demanda para libros? Usted está equivocado; usted está ofreciendo una cosa que aquí no necesitan. El secreto del comerciante está en ofrecer cosas que necesiten. ¡Ofrezca café y aguardiente! El único negocio que hay en Colombia es «café» y liberalismo. ¿Qué enriquece ahora en Colombia? Vender cigarrillos, cerveza; buscar minas para los yanquis y adular al mulato, para ir al gobierno y allí robar. Si continúa de librero, traiga libros de «ciencias ocultas», redomas para mirar el futuro, amuletos y posiciones de Pompeya (11).
El Negro Cano se quedó haciendo cuentas en sus libros para ver si debía menos de lo que debe. Este Negro Cano sufrirá mucho, porque se metió a «blanco».
VI. Con Balbino, jefe de la Policía Nacional
Contestó así a mi carta en que le pedía informes en nombre del señor Olaya:
Copartidario: No haya temor de levantamiento, golpe de estado, motín o gazapera. Ya no hay godos. Los prelados son gente de color; el último prelado fue Cayzedo. Los de ahora «hablan». En Bogotá, y el alma nacional es Bogotá, y el alma de Bogotá es El Tiempo, todo lo cuentan. Hay que saber historia: usted recordará que el inmortal Nariño sufrió mucho, porque todo lo contaba en los cafés.
En Colombia, a juzgar por las conversaciones, a cada instante van a amarrar a Alfonso López. El extranjero no prevenido se asusta; cree que todos son conspiradores, donjuanes, etc. A creer lo que se oye, cada bogotano se ha acostado con todas las señoras y ha figurado en posibles ministerios. No señor; hay que saber psicología: el que no viaja, lee a Julio Verne; el que no se acuesta, lee a Paul Bourget; el cobarde, amenaza. Esto se llama ley de los sucedáneos.
La libertad de palabra es lo que conserva inalterable el orden. Quítela usted, y el bogotano se pudre por dentro.
No crea, copartidario, que los godos vuelven. Primero, porque se acabaron; segundo, porque hablan. A los godos se les sale el tuétano por los editoriales. ¡Déjelos! El invicto Olaya volverá. Ya vio usted cómo lo quieren las señoras de Cali, etc., etc.
VII. Con míster H. Ellis Mining
Fue en las oficinas de los abogados Buitrago, Negus, Rodríguez y Compañía. Allí conocí al señor H. Mining, de Minneápolis, Minnesota. Huele a «whisky and soda» y habla español así: Zaragoza, Pato, Nechí, lavada…, filón, aviso. También sonríe. Muy bruto pero muy rico. Para todo es bruto, menos para las minas. Domina en aquella oficina de gobernadores, ministros y mineros. ¡Nada como un hombre que no sirva sino para una sola cosa!
¡Grande es este míster! Bruto pero genial. A los tres días de conocerlo, me dominaba. Todos estábamos dominados. Sonreía el míster, y todos sonreíamos, inclusas las dactilógrafas. Decía «mina» y se nos abrían los ojos a todos. Accionaba con su largo brazo, en cuya extremidad estaba el cigarro, y las muchachas apretaban las piernas, como si cogieran la «mina». Un whisky, otro whisky, un tercer whisky, y todos decíamos ol rait. Quien olvida todo, y bebe whisky y ríe, pelando los dientes, en compañía de Mr. H. Ellis Mining, de Minneápolis, Minnesota, se enriquece. ¿Cuál es el secreto?
La habitación de Mr. H. Ellis estaba encima de los abogados; desde allí les echaba el vaho de energía minera. Había un grandísimo escritorio, desnudo, cómodo. Sillones abullonados, de cuero. Teléfonos conectados misteriosamente. A cada instante sonaban. Iba el míster a contestar y al volver me decía unas veces: coño, y otras: minas… Un día, muy borrachos ya, Mr. H. Ellis levantó el brazo, hizo un dibujo con el humo del cigarro, y me dijo: «¡Colombia es coños y minas!».
Como ya me estaba enfermando del hígado, un día le dije a Mr. Ellis: por más que me junte con usted, yo no conseguiré mina; no tengo constancia para el trago. Pero antes de irme definitivamente para mi casa, cuénteme el secreto. Sacó del cajón-escaparate del escritorio la hermosa botella de whisky y apenas sirvió dos vasos, me dijo:
A estos (y señalaba para abajo, hacia las oficinas) les he enseñado el secreto. Ustedes son inquietos; quieren saber muchas cosas. Oiga: cada hombre debe ser una sola cosa. A estos (indicaba para abajo) les hice olvidar todo. Hoy se ríen, abrazan, abren alegremente los ojos y dicen minas. Whisky y minas. Contentura y minas. Repito: olvidar todo; ninguna preocupación. Whisky y minas. ¿Quién resiste? Hay alegría y oro, y ¿qué otra cosa busca el hombre? Nosotros somos Medellín, somos Colombia. Todo el Nechí es nuestro; lo será el Porce, etc., etc. Las muchachas vienen solas… ¡Caramba! ¡Cómo se apegan al oro!
¿Un whisky?
—All right.
Respecto de política, nada… Siga al pueblo; hable alegremente de lo que quiera el pueblo, la familia liberal, por ejemplo. Whisky, minas, y estar contento y que todo el mundo lo esté en cuanto sea posible. Esta es la religión (12).
VIII. En la plaza de Envigado
Allí, con don Enrique, leyendo «el manifiesto de los prelados».
—Vamos por orden, don Enrique. Observemos a los que bajan de tranvías, automóviles y camiones. Todos son híbridos; carecen de barbas; las orejas pequeñas y altas, el pelo crespo, las piernas cortas y los pies forman ángulo agudo, abierto por detrás: patizambos. Mire a los policías de Colombia, cómo los doblega el fondillo de para adelante; van a caer y los brazos buscan apoyo en la tierra: vecinos del cuadrúpedo… Los prelados no encontrarán eco… Eso era cuando tenían el dinero en las manos. Estos hombres están con el amo, y éste es quien tenga el chimbo, el presupuesto. Los prelados son muy brutos, predican contra los hijos ilegítimos, y los híbridos son hijos de la necesidad, engendrados cabe los vallados o entre las zanjas.
En Colombia, lo actual, lo que tiene eco, es la anarquía. Las vallas son queridas por el propietario y odiadas por el que nada tiene. La anarquía, es lo actual, responde a los instintos de los carentes, de los hambrientos, de los ambiciosos, de los que no tienen madre. Godos y prelados (mulatos ya, criados de los antiguos «blancos») representan una nostalgia del antiguo poderío colonial. La voluntad, el ímpetu está en el liberal, en estos policías culones. El sentimiento liberal es lo vivo en Colombia.
Actualmente se representa en Colombia algo más que el triunfo de un partido político. Se trata de un cambio de propietarios. El dominio, en todas sus formas, pasa de manos del «blanco» a las manos, o mejor, las patas, del mulato. A cada día, el godo es menos gente y el mulato es más. Por ejemplo, a estos policías, por el hecho de verse calzados, se les aumenta la egoencia. ¡Qué fortaleza para la lucha el sentirse calzados! El godo pierde alguna cosa a cada segundo. Dentro de dos años no sabrán ni leer, no levantarán los ojos, y estos policías escribirán tratados de sociología.
Seguirán uno o dos años de anarquía y luego se impondrá un mulato y nos dará el orden. Orden a la venezolana. Colombia principia ahora su verdadera experiencia. ¿Le darán tiempo los europeos o asiáticos?
Epílogo
A ti, mulato duro, capaz de simular para conseguir el poder. A ti, capaz de sacrificarlo todo a la consecución del poder. A ti, que ni te avergonzarás de parecer imbécil, con tal de que eso sirva para conseguir el poder; a ti, hombre organizado, hombre de los sacrificios, hombre inteligente que jamás actuarás sino en atención al fin, conseguir el poder. A ti, amo del míster, amo de los prelados, amo de la anarquía; a ti, en quien lucirá la suprema belleza de la inteligencia; a ti te espero, Salvador de Colombia.
Envigado, marzo 1936
Fin
— o o o —
Panorama político
Durante el mes de marzo tuvimos movimiento o algarabía teocrática; un manifiesto firmado por los prelados católicos en Colombia, algunos de ellos extranjeros, en que afirman que si el Congreso de la República expidiere ciertas leyes que allí se discuten, están resueltos a oponerse de todos modos a su cumplimiento.
Al mismo tiempo, los viejos y jóvenes-viejitos, que se apellidan Directorio Conservador, escribieron una carta al Presidente, en tono amenazante, en que le exigían que suspendiera el Congreso, para que no reformara la Constitución en el sentido en que se pretende.
El Presidente, muy dignamente, y a pesar de que parece que su propósito era terminar las sesiones del Congreso, contestó a tal amenaza prorrogándolo indefinidamente.
Luego contestó la carta de los viejitos que se apellidan directorio conservador y que se creen dueños de Colombia, en un documento penetrante y bien escrito. Les observa que el partido conservador decretó la abstención; que por eso no tiene representantes en el Congreso; que sólo han buscado derribar al gobierno con insultos y críticas, y que no han soñado siquiera en organizarse.
La conducta del presidente López en este asunto ha sido digna. Reconocemos esto, a pesar de que nos parece presidente malísimo para Colombia, por carencia de preparación moral e intelectual. Pero, por algo, llegó a Presidente; hay momentos en que tiene iluminaciones. Ha ejecutado actos y escrito documentos públicos que enorgullecen al patriota, y otros actos que lo avergüenzan. Atribuimos esto a que es hombre dual: dotado de ciertos dones para conductor y para visionario, lo hace caer su educación precaria, el relajamiento de sus costumbres y su trashumancia por negocios de azar. ¡Lástima, porque hay en él semillas preciosas!
No resistimos al deseo de copiar un párrafo siquiera de este hermoso documento, pues nada tan exquisito como hallar belleza en nuestros enemigos políticos. Dice:
Tal vez me sea permitido decir que no alcanzo a ver aquí (en los conservadores) la dirección de una política con aliento positivo, que atraiga a las masas hacia ella, que constituya un programa de oposición o de gobierno, sino el girar tormentoso en derredor de los actos públicos, para censurarlos invariablemente, con idéntica violencia, con igual suspicacia, con notoria ligereza, ya sean de política internacional o de hacienda, ya de suelos o de nombramientos…
Este párrafo es digno de antología, por la cadencia; hay ritmo, enumeraciones rítmicas y una suave y venenosa ironía. Nos parece ver al general que contempla el campo enemigo, numeroso pero desorganizado, y que se lamenta de que tanta fuerza esté inutilizada…
Puede que las reformas constitucionales intentadas tengan mucho de malo; pero el único camino vedado para impedirlas fue el escogido por los señores de la Iglesia romana y sus sacristanes. Si Colombia ha de caer nuevamente bajo los báculos, que sigan los Pedro Claveres Aguirres, que al fin y al cabo son nuestros conciudadanos; cosa triste, pero son nuestros conciudadanos… Para un patriota no puede haber duda: que abusen de Colombia las gentes híbridas; ellas son las dueñas; estaremos al lado de un gobernador mulato, más bien que bajo un obispo italiano. Que seamos soberanos, aunque sea para despedazarnos.
Indudablemente que vamos muy mal; que los funcionarios están pésimos: ladrones, apasionados y débiles. Pero ¿cuya la culpa, o mejor, cuál la causa?
El ochenta por ciento de la culpa o causa está en el llamado partido conservador. Este partido, compuesto de familias habituadas a explotar a Colombia y su pueblo, como si fueran una hacienda y los novillos de una hacienda de Cauca; compuesto de gente de iglesia, familias señoritas y mestizos pajes de ellas, no puede tolerar que el Gobierno haya pasado a otras manos. El general Berrío decía, cuando organizaba las fracasadas elecciones para representantes en 1935: «Si creen que voy a organizar minorías, están equivocados».
Toda la actividad conservadora, desde 1931, ha sido para quejarse de haber perdido el poder; para insultar a quien cogió el poder, insultos de mala fe, pues nunca hallan nada bueno para alabar.
Ni un segundo se han concentrado a meditar: ¿por qué caímos?
Ni un segundo han intentado reorganizarse, remozarse.
Creen, viven en la creencia y el sentimiento de que el poder les pertenece por derecho divino. E individualmente, sus hombres son también así: por ejemplo, Marianito Ospina Pérez, que nunca ha hecho nada, que nunca se ha movido, cree que por derecho divino le pertenece la presidencia, y la inteligencia y la gerencia. Pues no; nosotros, verdaderos oposicionistas, les gritamos que estudien y actúen, que ya va pasando la época boba en que el espermatozoo de un Ospina salía coleando a pontificar.
Organicemos la oposición. Somos muchos y somos necesarios para los que están gobernando. ¿Qué existe hoy con el nombre de partido conservador? Insultar. En todo ver robos, menos en las uñas propias. Todo estar mal hecho y no decir cómo se debe hacer. Continuar siendo los imbéciles que dejaron corromper esta tierra desde 1886. No arrepentirse. No reformarse y no organizarse. Todo esto es de bobos o de viejos seniles.
¿Por qué hoy ocupan los empleos los más bulliciosos, los más desalmados, la canalla del partido liberal? ¿Por qué están alejados los jefes liberales distinguidos? ¿Por qué está en la Asamblea departamental de Antioquia un Fernández Botero y no un Enrique Sanín? Oigan bien: porque los conservadores de La Defensa y El Colombiano, gente completamente parecida a don Enrique Echavarría y al Padre Montoya, insultan, no tienen medios vedados con tal de recuperar el presupuesto, y los propios para responder a tales insultos con otros insultos, a los ataques viles con viles reacciones, son los Fernández Botero y no los Enrique Sanín. Siempre un gobierno se parece a la oposición que tiene. Es ley política.
* * *
Es claro para el imparcial, que el partido conservador carece de programa y de jefes. Programa no puede ser el insulto, la nostalgia de unas bodas de Camacho y esperar que la Curia romana lo restablezca en el Capitolio. Esperanza vana esta última. Roma católica es siempre copartidaria de los gobiernos que le permitan convivir. Con tal de seguir rescatando, no sacrificará un pelillo a la nostalgia de estas familias desposeídas del presupuesto. Tal Curia dice que su acción es universal y que no puede aliarse a bandos; así responde a los oposicionistas que le piden ayuda.
Jefes no tiene. Tiene gente que gobernó tal como ahora están gobernando y que se escandaliza. Ven la paja en el ojo ajeno. Laureano Gómez es hombre irritable pero no inteligente; no avalúa las oportunidades; muy bueno para que un jefe lo pusiera a hablar, como Moisés a su hermano Aarón.
Esteban Jaramillo, Ferrero, Carreño, Pacho Pérez y Marianito Ospina P., son hombres para oficinas que produzcan dinero, para profesores, los mandan las esposas. En el partido conservador no figuran hoy sino cincuentones, sesentones mandados por las cónyuges y por los prelados.
Mirando desinteresadamente los sucesos comprendemos que el ímpetu de mando está de parte de los liberales. Entre estos, conducen hombres como Rafael Arredondo, híbridos sanos y risueños que no están desmoralizados por las alabanzas, las herencias de genios; que son capaces de montarse en una mula e ir a los pueblos y abrazar allí a los pequeños jefes. Gente de ímpetu. Gente que todo lo tiene por ganar y nada por perder. En las directivas tienen jovencitos muy feos e ignorantes, pero nuevos, de «pueblos»… Los conservadores quisieran seguir eternamente con su lista: hijos de don Jesús; nietos de don Ismael; hijos de don Mariano…
Veamos la directiva conservadora de Antioquia, por ejemplo: Manuel Toro y Jiménez Jaramillo ya están viejos; fueron ya gobernadores y senadores; ablandados por los honores, capuanos; ya se enriquecieron. No pueden montar en mula; no escriben a los jefes de las veredas; todo eso lo creen indigno de ellos. Son gente prostática, de oficinas ricas, y, como sus vidas han sido largas y en el camino deja jirones el viajero, viven en la iglesia, bregando por que los reverendos padres les expidan el pasaporte…
¿Alejandro Ángel? Nos decía don Pacho Jaramillo Ochoa, en Portobello: «Es el zambo más astuto para los negocios». Éste tiene ímpetu, pero es a causa de los impuestos. Es conservador porque ahora son los liberales quienes cobran el impuesto sobre la renta. ¡Si con este zambo pretenden contribuir a que la República prospere…!
¿Pedro Estrada G.? Hasta pariente nuestro es y no sabe sino de comprar casas, para componerlas, café e indulgencias…
* * *
¿Qué podría hacerse? Organizar el partido de oposición con gente moza; sacar ésta del pueblo; colaborar en el gobierno, de buena fe, criticando lo malo y alabando lo bueno. El poder, así, pasaría por periodos, según las exigencias de las épocas, de unas manos a las otras.
Hoy por hoy, la Patria va hacia horizontes nublados.
Nuestro deseo, nuestros votos son para que los partidos políticos se organicen en bien de la Patria, para el único fin del bien patrio.
¿Colonia? ¿Comunismo? ¿Tiranía de la Curia romana? ¿Hacia dónde iremos?
Dios quiera que en el próximo número de esta publicación haya aparecido un boquerón luminoso en el horizonte.
* * *
Durante la primera quincena del mes de abril tuvimos la Semana Santa y, con ello, una tregua en la algarabía.
Durante esas fiestas, el pueblo y los políticos oyeron «el sermón del infierno» y «el sermón del pecado mortal», y se confesaron, sin distingos políticos. El divorcio vincular y las demás cosas que llaman aquí liberalismo, quedaron por debajo…, pero hasta el domingo de resurrección, en que la gente colombiana se emborrachó, según costumbre, con aguardiente de caña, o sea, quedó nuevamente por encima el liberalismo.
Así, en prueba de ello, el lunes o el martes de pascua, se batieron en duelo, a pistola francesa, dos jefes liberales: el Luis Cano que vendió El Espectador de don Fidel a los Santos, y un joven Lozano de la familia que vivió en el Perú, con Leguía. La prensa, la radio y el Congreso se han ocupado de este duelo. Las pistolas no dispararon; los jefes resultaron ilesos pero meados.
En Colombia nadie ha muerto en duelos; aquí el honor se lava, no con sangre sino con otra cosa.
Se nos ocurre que debíamos nacionalizar el duelo; formar un código del honor en que se estatuyera, por ejemplo, que el duelo lo ganaba el que resultara más seco; que el más seco sería el que tendría la razón en la disputa de que se tratara.
* * *
Fue aprobado el convenio comercial con los Estados Unidos. Se permitirá la entrada de muchos artículos manufacturados y de otros que el país ha venido bregando por producir desde 1931 en que se comenzó la protección aduanera. Con ello ha recibido golpe mortal la formación de capitales, la iniciada emancipación industrial.
Han deshecho la obra de siete años.
Comenzaban a formarse capitales que ahora desaparecerán.
¿Las causas para obra tan nefasta?
Primera. —Que los yanquis controlan nuestra industria cafetera; somos país monocultor y controlado por ajena voluntad; ellos son los compradores del café nuestro. Durante las cosechas, el grano nada vale, y apenas lo han recogido por medio de sus agentes, el precio mejora. El país está a merced de ese comprador; nos domina por medio del café: amenazas de impuesto a la importación del grano a Estados Unidos, etc.
Así, los yanquis nos tienen cogidos y hacen de nosotros lo que se les antoja. Parece que hubo amenazas tácitas o expresas en el asunto de ese convenio.
Segunda. —Que nuestro ministro en Estados Unidos, es hermano de Alfonso López, presidente. Es familia negociante, arruinada, con deseo intenso de rehacer su fortuna. No son gente religiosa ni entregada a la ciencia, al arte u otra actividad ennoblecedora del carácter. Son negociantes, o, más bien, especuladores; trabajan con el azar. Resulta muy natural que celebren tratados en que se den las cosas mejores que tenemos… En realidad, la patria está desapareciendo.
* * *
Ya dijimos algo que deseamos ahora recalcar. Alfonso López es hombre dual. Hombre de azar, enamorado de negocios bizcos, introductor y arruinador del Banco Mercantil Americano, arruinador de su padre y, al mismo tiempo, fue a Lima a pacificar a dos pueblos hermanos e inocentes; ha escrito documentos públicos de noble inspiración. Tal hombre, si hubiera tenido esmerada educación, habría quizá sido un buen presidente. ¡Lástima que tan bellas semillas no hubieran sido cultivadas por los jesuitas, por ejemplo!
Pues bien: al mismo tiempo que celebraba y hacía aprobar semejante tratado con Estados Unidos, precisamente en los mismos días del mes de abril, al responder a una invitación del Presidente peruano, escribía estos hermosos conceptos:
Uno de mis más antiguos deseos es el de que se concluyan en este hemisferio las diferencias de nación a nación, que se entroncan en los archivos de cancillería, y cuyos antecedentes, a medida que crecen los expedientes litigiosos, parecen cerrar cada vez más la posibilidad de un acuerdo.
… el congreso de pueblos americanos, la liga de naciones del Nuevo Continente, que resuelva todas sus cuestiones por la equidad y rectitud.
¡Peligrosísimo es Alfonso López para un pueblo inocente como es el colombiano! Peligroso, porque es hombre de grandes dones, pero de corazón perdido a causa de su niñez y juventud descuidadas y de las malas compañías. Sus amigos han sido gentes de Club y de azar, importadores droguistas y exportadores cafeteros, bolsistas y Laureano Gómez…
Esta revista la hemos fundado para decir la verdad aun contra nuestro corazón, y la verdad es que Alfonso López ha ejecutado actos y escrito documentos honrosísimos, y que al mismo tiempo, habita en él un espíritu perverso. ¡Hombre nefasto para esta tierra inocente!
Parte de la culpa es nuestra. Cometimos la ligereza de regalarle un ejemplar de Mi Simón Bolívar y, desde ese día, se ha propuesto manosear a este grande hombre. Pronto se irá de visita por la Grancolombia a manosear nuestras doctrinas. No quedará piedra sobre piedra.
* * *
Monseñor González Arbeláez
El 23 de abril se inauguró en Bogotá una conferencia de los prelados colombianos.
Nos tienta la figura de monseñor Juan Manuel González Arbeláez; nos tienta mucho la figura de este Príncipe de la Iglesia, Arzobispo coadjutor del Primado, con derecho a sucesión.
Este príncipe rionegrero dará mucho qué hacer y qué decir. Creemos que es el único (retirado ya el señor Cayzedo, varón de imponderable aristocracia y seriedad), que puede enfrenar algo a los mulatos que gobiernan la patria.
En primer lugar, es antioqueño, queremos decir patriota. Ama la gloriola de las hermosas vestiduras de la Iglesia; ama las maneras eclesiásticas; goza al bendecir y al predicar. Tiene gran ambición. Su voz femenina tiene un no sé qué, un quebrado vibrante que proviene de su castidad; juventud fogosa, la castidad lo inquieta, lo hace madrugador, emprendedor, andarín. Juventud pletórica, capaz de muchas cosas; ¡es un horno! ¡Un verdadero príncipe de la Iglesia…!
En segundo lugar, es habilísimo seminarista, con lo cual indicamos la humildad formal que cubre a la soberbia de los propósitos; conoce las debilidades, los caminos todos del corazón.
Un seminarista de veras es obra refinada de humanidad; es el fruto mejor que ha dado Roma católica a la variedad humana. Es creación exclusiva de la Iglesia, y con ella enriqueció a la psicología: un verdadero seminarista es la educación de la humildad formal y de la soberbia y firmeza con los propósitos, llevada hasta profundidades misteriosas; es la habilidad para caminar hacia el triunfo y hacia el Cielo por los vericuetos de la obediencia, la castidad, la simulación, gozando de la belleza sin caer en el abuso. El seminarista es el arte de dominar a los hombres, encarnado y vestido de negra sotana. Un seminarista de verdad es el arte de las maneras. Sólo él sabe que la vida se reduce a medios y a fines; medios para llegar al fin propuesto. Es ló-gi-co. Jamás toma el medio como fin. ¡Qué diferencia entre monseñor González y estos borrachos que gobiernan y que creen que en modificar a cada día los métodos está el secreto del triunfo! No, el triunfo pertenece a la habilidad constante…
Este Príncipe es joven; de una delicada belleza, pero el clima de Bogotá lo ha engordado un poco. Bogotá nos echa a perder a los grandes hombres que engendramos por aquí.
Memoria prodigiosa; políglota; predicador y conductor de mujeres; éstas no pueden resistir a su unción.
Muy joven supo captarse el amor de Cayzedo; estudió y viajó por Europa. Muy joven fue nombrado Obispo de Manizales. ¡Qué bello estaba aquel día de su consagración! Fue aquello una fiesta para los ojos y, sobre todo, para el corazón femenino… Las señoras lo siguieron hasta la fría Manizales, con el nombre de «Azucenas del Señor» y nunca lo han abandonado. Juan Manuel puede hacer lo que quiera con la mujer colombiana.
Ascendido a Arzobispo coadjutor, ha sido el verdadero Jefe de la Iglesia en Colombia. Desgraciadamente, ha cometido dos errores o, mejor, dos actos contradictorios, y ha encontrado una dificultad grande. Pero, antes de explicar esto, deseamos cantar a nuestra patria, Antioquia, así:
Tierra bellísima de mamelones, cañadas, vallejuelos; nudo bellísimo de los Andes; nido hospitalario para vascos y judíos; entrañas de oro, difíciles como todo lo bueno, y entrañas de mujeres, más preciosas aún que tu oro; rincón salvador de Suramérica; tierra seria en donde perdura el matriarcado, porque mejores son tus mujeres que los grandes hombres; patria nuestra, cuyas metrópolis son Envigado, Marinilla, Rionegro y Abejorral, tú produces con frecuencia príncipes de la inteligencia, obras acabadas de humanidad… En Rionegro nació monseñor el Arzobispo coadjutor…
Los errores, a causa de su juventud, de su impetuosidad, quizás. El primero, que habló muy bien del gobierno de López, al llegar a Bogotá… Cuando lo hizo, nos pareció obra maestra eclesiástica, pero luego, cuando el Congreso Eucarístico de Medellín, en 1935, se airó contra los liberales de Bogotá. Un príncipe de la Iglesia debe permanecer siempre, pase lo que pasare, frío y casto; los pliegues de sus vestiduras, y sus gestos, miradas, voz y actitud toda, como poema parnasiano.
La dificultad consiste en que el partido político llamado conservador está en anarquía, a su cabeza una figura de mérito oratorio bogotano, Laureano Gómez, que a cada instante lo anarquiza más y que impide, por egoísmo, cualquier reorganización. Los otros jefes son: Esteban Jaramillo, fruto abejorraleño, pero hábil únicamente para hacer ver dinero en donde no lo hay; parecido al peluquero de Envigado, que luego de motilarnos nos da función de prestidigitación, así: saca monedas de la pata seca de un taburete. El otro es el general Berrío, que está airado; se enojó y está en Santa Rosa de Osos, ordeñando unos terneros y buscando minas.
Hoy día, Alfonso López, hombre de odios perdurables, ha jurado guerra a muerte a monseñor González. En él personaliza su aborrecimiento por Antioquia, tierra a donde vino por plata y salió pelado; en él ve el peligro de que la Iglesia colombiana caiga en manos antioqueñas. Inútil decir que los monseñores bogotanos, el hijo de Concha y los Castro Silva, miran con agrado esta antipatía…
Nosotros amamos a este Príncipe; estaremos siempre a su lado. El clero antioqueño es patriota y si logran acabarlo, acabarán con el 45% de la patria. No concebimos cómo pueden algunos antioqueños dudar en esta emergencia, en esta brega en que se ha empeñado un hombre oscuro de Honda, sin ideas morales, sin noción de ló-gi-ca, sin modales, feo, contra un Príncipe nuestro, de Rionegro, bellísima figura moral, física e intelectual…
Monseñor González, si no acaban con él en Bogotá, puede salvar a la patria en muchos aspectos: impidiendo que se ataque y destruya la unidad religiosa, único vínculo de unión firme que tenemos; nacionalizando el clero; civilizando lo que llaman misiones, etc.
Pronto sabremos si Alfonso López, oscuro hombre de negocios de azar, de Honda, logra, en unión con los monseñores bogotanos, asestar un golpe a Antioquia, destruyendo a monseñor González Arbeláez.
Envigado, 24 abril de 1936
— o o o —
Panorama de política exterior
Benito Mussolini
Poseemos, pegado en una de nuestras libretas, un retrato del Conductor. Recordamos muy bien que fue en la plaza Prefectura de Marsella, una mañana lluviosa de primavera, en 1934, cuando, al subir al tranvía, alcanzamos a ver tal retrato en una revista expuesta en el kiosko. Perdimos el tranvía; compramos la revista, recortamos el retrato, lo pegamos en la libreta y pusimos al pie esta nota: Este hombre es la castidad, el no fumar ni beber.
Aquí está: poderoso y calvo; potente el pecho, caja de pulmones; echado de para atrás, tenso, aprieta la mano de Mac Donald, atrayéndola. El inglés, de anteojos, melena cana y mortecina, cargado de espaldas, agachada la cabeza, sonríe babeado: excremento de humanidad; es el hombre desenfrenado, igual a estos suramericanos a quienes se les sale la vida por el falo y que ahora han importado dieciséis técnicos alemanes para los ministerios… (13)
¡Pues era natural!: este calvo, duro, casto, sobrio, jinete, ciclista, está ya cerca de Adis-Abeba, a pesar de Inglaterra, a pesar de Europa y a pesar de la cobardía de los italianos.
La lección, la única lección que debemos aprender de estos hechos es la lección de la sobriedad, de la ló-gi-ca. El hombre organizado es irresistible y sólo lo vence el destino, la ley a que está sometido todo lo aparente: la muerte.
Vence porque es sobrio, casto, no fuma ni bebe, constante, engreído en sus propósitos.
Ahora, la explicación del aparecimiento de este hombre y de Hitler, está en que Europa quedó corrompida, anarquizada, después de la guerra de 1914, y pueblos disolutos no pueden ser guiados sino por manos de fierro. El dictador es castigo y remedio para pueblos indignos. ¡Óiganlo bien, bogotanos imbéciles!
Lo que admira al pensador, lo que nos hunde en negro pesimismo respecto de nuestra patria, es la inconsciencia con que se expresan respecto al atentado contra Etiopía. No entienden. Son incapaces de admirar al hombre en lo que sea admirable y de censurar la intención de sus actos perversos. Son incapaces de comprender que Colombia está amenazada, que la conquista está a las puertas de la casa: que Colombia está en la misma situación de Etiopía.
Copiemos párrafos de lo que escriben los bogotanos a este respecto:
Lo que para los conceptuosos del derecho significa una conquista, para nosotros tiene el pleno significado de una redención.
Al impulso creador de Mussolini, El Africano, de lo que hasta ayer era clima de dolor y sufrimiento, cercado país de salvajes costumbres, se levantará una nueva Etiopía redimida por el fascio y la cruz.
Los maricas no saben admirar; apenas ven a un hombre brutal, se echan temblorosos, para que los posea, como pavos en celo. Los bogotanos han querido seguir mis doctrinas viriles y… han hecho una aguamasa de ellas, con el nombre de derechismo. ¡Pueblo inútil para la humanidad!
¿Con que ésa es la Cruz, ésa es la civilización? ¿Asesinar? ¿Robar? Verdaderamente que aquella Capital del altiplano andino es igual a su fundador, a ese Jiménez de Quesada que se robó las donaciones para obras pías, según leemos en Juan de Castellanos.
Hitler, Inglaterra y Francia
Hitler, el hombre del cadejo de pelo sobre la frente y del bigotico a la Eduardo Santos, apareció por dos causas: la inversión alemana de la posguerra y el contagio italiano. Las doctrinas alemanas han sido siempre fuertes, pues se trata de pueblo que tiene un amo o se corrompe. Allá no han llegado al individualismo; un alemán solo, que no haga parte de ejército, banco o universidad, se convierte en animal inmundo. Los estudiamos mucho cuando eran pajes del General Gómez, en Maracay y en Macuto; uno de ellos, antiguo general de caballería, era la mujer de nuestro chofer, el negro Delgado…
Hitler se aprovechó del conflicto italo-etiope y ocupó la Rinelandia con sus bellos soldados de plomo. Inglaterra, siempre pirata, la que robó a España sus islas antillanas, la que defiende a Etiopía por egoísmo, separóse de Francia.
Francia, tierra santa de los individuos, lugar único para pensadores, se encuentra rodeada de bárbaros. ¡Dios quiera que no la arrastren a la barbarie! Pero ¿cómo sostenerse en época en que el espíritu retrocedió a periodos anteriores al Renacimiento?
La Liga de las Naciones
Instituto propio para estados espirituales que no sean el actual del mundo. Ninguno de los pueblos allí representados, excepto Francia, es digno de ella.
Suramérica
Si los Estados Unidos no logran contener el desenfreno suramericano; si no logran reglamentar la inmigración europea y asiática a Suramérica; si no realizan sus propósitos en la Conferencia de Buenos Aires, pronto los bogotanos tendrán el mozo fuerte que los civilice con el fascio y la Cruz, golpeándoles el trasero con esos instrumentos.
Envigado, 24 abril de 1936
Fernando González
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Envigado, abril 1°. de 1936
A don Guillermo Johnson
Medellín
Muy querido amigo:
Permítame felicitarlo por su librería y editorial La Pluma de Oro.
Usted le ha dado novedad a esto de librerías en Medellín. Usted, y el doctor Marco Aurelio Arango con su editorial Atlántida, están remozando el espíritu antioqueño.
Hacía falta ese lugar, en la carrera Carabobo, en ese rincón o remanso de la calle populosa, la más antioqueña de Medellín. Precisamente allí donde es mayor el tráfico, yendo de sur a norte, a poco de pasar el Palacio de Justicia, sale repentinamente una casa y se mete en la calle, angostándola y dejando un rincón, formando un ángulo recto: pues allí, en ese remanso, era el lugar propio para vender el libro moderno, las ediciones baratas y elegantes de «las obras maestras».
¿Ha puesto usted la atención en estos automóviles modelos 1936, tan lanzados, tan ruteros, tan livianos y tan poderosos? Pues en su Pluma de Oro vende usted esas ediciones de «las obras maestras», ligeras también, lanzadas también, ruteras poderosas de los caminos del alma.
La Librería, en Medellín, era, hasta usted, almacén pesado, carísimo, en donde se entraba de vez en vez a bregar por comprar las ideas generales, o bien, a comprar «un libro para regalo en los exámenes de la Universidad o en el acto público de los reverendos padres».
Recuerde usted u observe esas librerías, con sus mamotretos de a cinco pesos, empolvadas ya las partes superiores del rimero de hojas…
No; era preciso hacer que el libro fuera poderoso andarín, barato, de bolsillo. Marco Aurelio Arango en su Atlántida y usted en su Pluma de Oro, han dado lo que necesitábamos en Colombia: ya no habrá esas ediciones colombianas que parecen todas informes de Asamblea, o bien, de cuadernillos gruesos, como si fueran sacos de cabuya doblados. ¡Qué hermosas ediciones hace la Atlántida!
A su Pluma de Oro entra ahora la muchacha que desciende de su automóvil, y que irá de paseo mañana domingo y que desea llevar un libro suave, consonante con sus emociones amorosas. Necesita un libro que la acaricie allá, bajo el boscaje antioqueño y que pueda dejar allá, tirado sobre la hojarasca, en recuerdo de su amor fugaz. Entra también el señor grave que se irá mañana en avión y que desea coger algunas ideas sobre derechismo o izquierdismo, para poder conversar en Bogotá, con «esos jóvenes de los cafés y los ministerios». Si no lo hiciere, ¿cómo logrará que le otorguen la concesión para platanales en Urabá? El señor Cura entra también a buscar la biografía de Jesucristo, la de San Pablo o la de San Luis, para sus bellos sermones en el pueblo lejano… ¡Todo ello por 0,40, 0,50 ó 0,60…!
¡Eso hacía mucha falta, don Guillermo!
Reciba un abrazo por ese remanso del espíritu que tiene usted en Carabobo, precisamente en el rincón que forma una casa que se sale impertinentemente a media calle, como para atajar al judío antioqueño, diciéndole: «Entra usted a La Pluma de Oro».
* * *
Notas:
(1) | Criollos son los descendientes de los colonizadores españoles que conservaron el color blanco, pues mezclados lo somos todos. El sentimiento de «nobleza» fue superior y de más trascendencia entre los criollos que en España. Allá no podía fundarse sino en la antigüedad de la familia y en los hechos; aquí, en la sangre. Allá se trata de virtud; aquí, de castas dominantes y dominadas. La nobleza tuvo su origen aquí en los jefes conquistadores, en los funcionarios de España. Desde la Independencia, se estableció en Colombia la teocracia, ejercida desde Roma por conducto de hombres que eran sacos de prejuicios, testarudos, perseguidores de las cocineras y… que se confesaban. No robaban; propiamente no robaban; hurtaban; abusaban de sus privilegios. Gobierno de casta, que siempre guarda las apariencias. Todo lo que no estaba bien, lo hacían al escondido y con remordimiento. El remordimiento es de gente noble. El mulato es descarado. Estudiaban teología y gramática. En Venezuela, tal gente desapareció con la Independencia. La mulatocracia principió con Páez. En Colombia, como no hubo guerra de Independencia, los godos siguieron gobernando hasta 1931, con el nombre de partido conservador. Aquí la Independencia fue la batalla de Boyacá; pero aquí no hubo pelea; los blancos criollos no murieron. |
(2) | ¡Gobierno cruel! Verdadera esclavitud del hombre común. ¡Tiranía de las familias señoritas! ¡Cuánta humillación tuvo que sufrir y cuánta astucia de seminario que desplegar Marco Fidel Suárez para que le perdonaran el haber sido hecho allí do las aves organan y el agua hace manso ruido, es decir, en una zanja de una mangada de Bello! A la plebe le prometían el cielo, a cambio de vida mísera. Como los «blancos» se fueron acabando, cada día permitieron más la ida a Congresos y gobernaciones a mulatos de «buenas costumbres», es decir, bien hipócritas… Así fue como el partido conservador acabó siendo una reunión de carasdepedo, tales como los que acaban de ser nombrados directores para el conservatismo antioqueño. Hoy está la oposición en manos de esta gente vil. |
(3) | Robo fue el régimen conservador, pero robo santo; todo fue santificado por la absolución que daban los reverendos padres; ellos atan y desatan y se llevan la plata, a la larga. A los «blancos» les daba vergüenza y remordimiento y restituían a la hora de la muerte. Era menos malo el conservatismo, porque les daba remordimiento. |
(4) | Su robo era con orden y santificado por «los buenos principios». En los testamentos dejaban legados, y mandas y otras cosas para los reverendos padres. Gente frágil, pero púdica. No hay que pretender que los hombres sean perfectos. Por ejemplo, el general Ospina se confesó. No sé qué legados dejaría; era muy discreto, hombre verraquísimo para la plata. |
(5) | Excepto Pedro Nel que fue hecho durante la presidencia del papá. |
(6) | Algunos han sostenido que esta pregunta la hizo don Sixto Uribe, viejo de bellísima barba, la noche del día en que lo nombraron alcalde de Envigado. Un error histórico, pues tal pregunta a la cónyuge sólo es propia de uno del Parque de Berrío. |
(7) | El doctor Cardona es el más bien dotado de los gobernadores de Antioquia. Pero, desgraciadamente, el Presidente López no sirve. |
(8) | Acaban de aprobar el tratado comercial con Estados Unidos; no hay soberanía. |
(9) | Creo que es el de Constitucional, o el de Penal; en todo caso es uno parecido a los muñecos patas de plomo, que siempre están parados. Este profesor siempre es magistrado, gobierna en godos o liberales. Para ser claros, la Escuela de Derecho hoy no sirve. Carece de maestros; jovencitos que nada tienen por dentro. Don Dionisio Arango, Salvador Ossa, Zacarías: con esos se aprendía elegantia juris. Quizá no fueron eruditos, pero tenían personalidad. |
(10) | El Padre olvidó a uno que hace días está clasificando los colmillos de un animal que encontraron en el corregimiento de Belén. También olvidó al doctor Emilio Robledo. Lo que pasa es que aquí saben más de gerencias y de congresos que de mastodontes y léxico. Pero hay sabios. |
(11) | Aquí no tiene razón el autor. Nuestro pueblo no lee porque la lectura que le ofrecen no le interesa. Son libros europeos y temas europeos. Ninguno que le hable de sus preocupaciones, de sus problemas, de su propia alma. Aquí hay sabios y poetas, pero no saben sino de cosas que aquí no interesan y sus versos son hechos mientras están borrachos y bregando por parecerse a Verlaine. La prueba está en que «los sabios» no han podido saber de quién son los colmillos que encontraron en el corregimiento de Belén. El profesor dizque opina que puede ser un mastodonte que pasó por el estrecho de Behring hace treinta mil años. Lo que debió pasar por ahí fue la madre de ese sabio. Aquí todo, hasta los mastodontes, tiene que venir. |
(12) | Todo ser o país débil se pierde con los tesoros que le aparecen repentinamente. Las minas de esmeralda han sido para Colombia como la belleza para una obrera, causa de corrupción. Todas las minas, los canales, las muchachas, han sido un mal para nuestro país. La exclamación del míster aparece justa al recordar las crueldades, tristezas, delitos, etc., que se han cometido desde 1509 a causa del oro, esmeraldas, petróleo y mujeres. Todos los adelantos han sido males aquí: la radio, para oír estos discursos y los avisos de «O.K. Gómez Plata»; los aviones, para que se caigan con Estanislao Zuleta y no se caigan con Alfonso López. |
(13) | En Bogotá. |
Fuente:
Antioquia. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, marzo de 1997. Ver Introducción por Alberto Aguirre.
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Ultima revisión en julio 2 de 2014