Las cartas de Ripol
Fernando González
1963 – 1964
Enero 9 /64
-La Ermita-
Al Amigo, Padre Andrés Ma. Ripol, cuyo encuentro fue algo como haberse abierto o entreabierto la puerta del Silencio. («Si conoces algo mejor que el silencio, escribe»). El Silencio o Dios es infinitamente mejor que los inteligibles o dioses.
¿Llegaré al Silencio? ¿Podré presentir, pregustar, preoír al Silencio antes de irme? Sí, ya. Si nos negamos ya, ya es Silencio. ¡Una Ermita! Sólo deseo ya una Ermita para usted y yo, para oír el Silencio.
¿A quién obedece el silencioso? Al Silencio… y parece que obedece a todos y a todos…, pero es porque todos y todos no existen ya, existe El Silencio. Obedecer es Ser el Silencio. Todo lo demás es método, literatura, compra del silencio, inútil brega por conseguir el Silencio.
En el Silencio no hay humildad ni orgullo, obediencia ni mando, pobreza ni riqueza, bien ni mal ¡Es el Silencio! Nada hay por encima ni por debajo del Silencio, que es la Paz.
¡Una Ermita y un Amigo! Y «morir» o nacer en el Silencio. En todo caso, usted, Padre Ripol, y Ermita y ermitaño y Silencio, son Uno, epifanía de Uno.
El fin del hombre es dormirse en el Silencio. No se dirá «murió», sino «lo recogió el Silencio», y no habrá duelos, sino la fiesta silenciosa, que es Silencio.
Fernando González (1)
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Nota del Editor
Se reúnen en este libro las cartas que Fernando González, en los últimos meses de su vida, escribió a su amigo el sacerdote catalán, Padre Andrés Ripol.
A pesar del título (que luego el lector comprenderá), han sobrevivido, de esta correspondencia, muy pocas cartas del propio Ripol. Lo cual es apenas natural. En primer lugar porque fue éste quien se encargó de guardar las cartas recibidas del Maestro (su «Mago», como le decía). Además eran mucho menos frecuentes las cartas dirigidas por Ripol al filósofo debido, en parte, a su cercanía física; el monasterio donde vivía Ripol quedaba a un kilómetro de Otraparte, la casa de Fernando González, y los dos amigos se visitaban constantemente. Sorprendente es el volumen de cartas escritas por González, en el lapso de pocos meses, al hombre con quien se reunía cada semana en largas horas de conversación.
El criterio adoptado, al preparar el libro, ha sido el de citar, de las cartas escritas por el Padre Ripol, únicamente lo necesario para ubicar al lector frente a su personalidad y su problemática; y también para que las referencias que ocurren en las de Fernando González sean inmediatamente inteligibles.
Las cartas de González, en cambio, se encuentran aquí en su totalidad. No se ha omitido nada, pues en este maestro de la brevedad «todo es esencial», como él mismo tuvo que insistir en 1935 frente a un editor que quiso mochar su libro El remordimiento.
En el presente caso, se ha preservado la integridad de los textos no solamente por ser las últimas reflexiones, profundamente místicas, de tan original pensador colombiano, sino por un aspecto primordial en esta correspondencia que la convierte en algo más que un intercambio de ideas. Lo que se vivió al margen de las cartas (y queda plasmado en ellas) fue un drama humano que, de alguna manera, les costaría la vida a ambos protagonistas. Fue así: durante los cinco meses de esta intensa comunicación, Ripol, sacerdote de la Orden de San Benito, sufrió una crisis frente a su superior religioso quien estaba empeñado en sacarlo de la comunidad. El asunto sólo se resolvió con la salida de Ripol y su renuncia, finalmente, a la vida monástica; desprendimiento que el monje sintió como una especie de muerte en cuanto a sus máximos anhelos vitales. Al mismo tiempo, el destierro de Ripol sumergió a Fernando González en una tristeza tan honda que, a las pocas horas de la partida del sacerdote, el filósofo murió de un infarto.
En este marco, entonces, y bajo la amenaza de la pronta separación y ausencia total —eje central del episodio— el libro ya no se percibe como una simple recopilación epistolar, sino como un relato de acontecimientos y vivencias en torno al conflicto que los dos personajes («agonizantes», diría Fernando González) estaban padeciendo.
Se divide en cuatro partes y un epílogo. Abre con la carta de Ripol que inició la singular relación entre los dos hombres; y los escritos de la Primera Parte tratan de sus esfuerzos por atisbar juntos la realidad detrás de los fenómenos. La amenaza de separación es todavía latente.
En la Segunda Parte se desata la tempestad con una carta de Ripol anunciando su próximo abandono del país. Noticia que despierta en Fernando González una serie de reflexiones a partir de la actitud de Ripol ante el Padre Prior del monasterio.
La Tercera Parte consta de ensoñaciones de Fernando González acerca del nacimiento del Niño Dios, a raíz de una tarea; los dos redactaban «cuadros» para una celebración navideña en Medellín. González escarba en el misterio cristiano buscando luces para mejor entender la vida y sufrimiento de su amigo.
En la Cuarta Parte hay sólo tres cartas, las últimas que Fernando González escribiría. Constituyen su despedida tanto de Ripol como de la vida. El epílogo es de Ripol, redactado dos meses después, desde el exilio.
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Introducción
Por Alberto Aguirre
Disponen los superiores el alejamiento de Andrés Ripol y al saberlo, le escribe Fernando González (28 oct. 63): «¡Pero qué solo, qué solo me siento! Usted ha sido el único compañero humano, el único completo calor humano en La Verdad, que he tenido en 68 años largos». Aquí está la dimensión de esa amistad: unión de almas.
La laceración que padece González al saber la partida inminente, señala la significación que tuvo Ripol en su vida. Acercándose ya la ida, le dice González (carta de febrero de 1964): «Anoche vi que con este irse usted yo soy un viejo triste, con dolores por todo el cuerpo. Y como la virtud es no mentir, ¿qué es eso de “ser valiente, de no estar triste”? No. Soy tristeza, soy soledad, soy Fernando González que se sentía joven con usted y que gozaba, por eso, con el nombre de “viejito”, “mi viejito que me encontré”, y que ahora ya no aguanta que nadie le diga “viejito”, porque ya sí es un viejito». Esto lo escribió uno o dos días antes del 16 de febrero de 1964. Y le había dicho a Ripol: «Usted que se va y yo que me muero», con voz tenue y la cabeza gacha. Alza entonces los ojos, mira hacia lo alto y añade: «Pero que li’hace». Ripol salió de Medellín en la mañana del 16 de febrero de 1964. González murió esa misma noche. Esta carta última es el clamor de un agonizante: se le desgarraba el ser. El alma lacerada por la ausencia. El lamento de un alma desnuda ante la muerte, que se hace ansiosa de la muerte. El texto alcanza el patetismo y nos sumerge en la palpitación del agónico. Como un clamor que nos llega del otro lado de la agonía.
Andrés Ripol, de la orden de los Benedictinos, catalán, había llegado a Medellín en marzo de 1953, en compañía de David Pujol, también benedictino y catalán, con el propósito de fundar una abadía de dicha Orden. Así lo hizo y, junto a la abadía, un colegio de segunda enseñanza. Ripol se integró a la sociedad antioqueña, haciéndose además consejero espiritual de numerosas gentes. Aún hoy, en Medellín su figura es memorable. A poco de llegar conoció de modo circunstancial a Fernando González («mi viejito que me encontré en la carretera»). Volvieron a encontrarse algunas veces, también en simple circunstancia. Pasaron diez años. Y en agosto de 1963, Ripol, gracias a otra circunstancia (que él narra en alguna de sus cartas), lee Los negroides de Fernando González y le escribe de inmediato, como tocado por la gracia: es esa primera carta, que abre el diálogo, de 26 de agosto. Al hacer memoria de aquel primer encuentro, dice que fue «el de un mellizo-oasis en el desierto de la vanidad». Pero habían pasado diez años, pues «el encuentro germinaba, en mi soledad». Para ambos, eso fue: una gestación necesaria. Y que abrió como eclosión. Para González, para ambos ocurrió eso: una iluminación, un estallido. Le dice en su carta de respuesta (29 ago. 63): «Esta carta suya del 26 corrientes fue lo que yo estaba pidiendo: que me enviara su ángel, que me rehiciera como si fuera óvulo». Para ambos, en el choque de las almas, un hallazgo. Dice Ripol en su segunda carta (1 sep. 63): «Que yo, Doctor, toda la vida lo andaba buscando y no lo encontraba, a mi amigo, caminando solo con el solo invisible».
Y fue acicate y excitación para González, quien ya en 1916, a los 21 años, había escrito su primer libro, Pensamientos de un viejo, y cuya vida entera había sido un proceso de conocimiento, en el camino hacia la verdad. Proceso y camino que quedan testificados en varios libros; porque su pensamiento deriva de su propio proceso, de su propio camino, de su propia andadura vital. Ahora, con Ripol y frente a Ripol, culmina ese proceso y se sigue andando un camino que es interminable. En las cartas, huella visible de ese encuentro de almas, se va plasmando aquella búsqueda.
En el hallazgo mutuo se abrieron estas dos almas, y se anudaron. El frecuente contacto, para el ensamble de caminos, para la búsqueda común de una presencia. Se juntaban en figuración, vivían muy cerca el uno del otro, se escribían de modo constante las cartas que dejaban el testimonio de la intimidad compartida. Son ellas como la flor visible de un mundo de profundidades, que entre juntos iban construyendo. Y ambos empezaron a nacer de nuevo. Le escribe González (3 ó 4 sep. 63): «Antes de su primera carta me estaba rondando la ensoñación de vivir y escribir un tratado de brujería (cristianismo). ¡Pues ya está en mí, con sus cartas!». Ante todo, la vivencia, y de la vida brota la palabra. Este libro, su último libro, lo vivió (lo escribió) con Ripol. Por eso son Las cartas de Ripol.
Que fue su complementario: como se dice en términos dialécticos, su legítimo contradictor. Monje benedictino, habiendo ingresado muy joven a la Abadía de Montserrat, en Barcelona (había nacido en 1910; González, en 1895), Ripol estudió filosofía y teología en Alemania, fue luego profesor de teología en Montserrat, maestro de ceremonias, especializado en litúrgica, gestor de la remodelación de la abadía. Una personalidad de múltiples facetas, sacudido por la inquietud y la búsqueda. Fotógrafo de cosas y de mundos, y también de almas. En esta tierra de Colombia, se hizo amoroso de la tierra y de la selva y de los indios, a los que llegó a conocer, comprender y amar. Cuando se acerca a González, es también hombre imbuido de amor. Y con ansias renovadas de búsqueda y camino. De él dijo el Cardenal Larrahona, prefecto de la Congregación de Religiosos, con quien se entrevistó en 1957 para obtener la independencia de la abadía de Medellín, que «era un monje y un hombre». Un carácter y una vocación. También un desasosegado de amor. Así, con su fuerza y su intimidad, fue también luz y llama para González. Como Ripol insistiera en que «no le podía dar nada, sino admiración que contempla y amor que se sigue» (1 sep. 63), González le llama «el garabato amoroso que usted es» (3 ó 4 sep. 63) y «el mejor soltador de nudos» (28 oct. 63). Y al final, cuando ya se entrevé la partida, escribe (14 nov. 63): «¿Y ese del río Ripol no me ha llevado a cuestas como mil leguas en mi camino al Nacimiento?». Este el tono de las cartas: la pura presencia, la intimidad hecha flor, al romperse la apariencia. Se habla desde la entraña. Son cartas y presencias desnudas de vanidad.
En carta de 5 oct. 63 le dice González: «¡Y luego dice y dice usted que usted no me da: usted me engendra en Amor en el útero de este nuestro vivir y convivir en aledaños de quebradas Ayurá y La Zúñiga!».
Fue la identificación. Y es dicho proceso el que palpita y renace, con perpetua frescura, en estas cartas: ese hallazgo, esta iluminación, y la pureza y el conocimiento que de allí van brotando. De ahí la maravilla. Poder presenciar el proceso del conocimiento, como obra entre dos seres, que bucean en la intimidad.
Pocas veces se da la ocasión de vivir, en otros, esta vivencia de amor que procura conocimiento. El pensamiento se hace compañía y la verdad es obra común de las almas. En suma, un proceso de conocimientos por el diálogo y la vida compartida. Para señalar que la verdad no es búsqueda aislada, en gabinete o en concepto, sino captura en vida y compañía. Sólo cuando amamos, y compartimos, conocemos. «En este punto, ahorita, ya, Ud. y yo somos uno en… amor y gritos al amor escondido», le dice González (3 ó 4 sep. 63). Y en carta de 16 ó 17 oct. 63 da una definición, la más hermosa, la más simple y diciente, de esa intimidad: «Es porque usted y yo nos volvimos monólogo».
A tal grado el ascenso a la intimidad, que Fernando González adopta un nuevo nombre: el que le da Ripol: Etza-Ambusha. Por Etza, Dios en el lenguaje de los jíbaros del Ecuador, y Ambusha, por el linaje de una de sus tribus. Ya en la carta de 3 ó 4 sep. 63 firma así: «Ex-Fernando González, actualmente Etza-Ambusha». En 1941, sumido en la angustia, por falta de presencia, firma de este modo su libro El maestro de escuela: «ex-Fernando González». Se despoja, porque ha caído en la sima. Ahora se despoja para ascender, en compañía, a la Intimidad. Y cuando se anuncia la ruptura de la compañía, por la ida impuesta de Ripol, firma su carta de 30 oct. 63: «Suyo instante a instante, Fernando González Ochoa, o Etza-Ambusha, nombre que al irse usted no usaré, por ser sagrado». Al irse Ripol, dejó de ser Etza-Ambusha. Murió.
La separación, su anuncio, fue como un trueno que rompió el cristal de la intimidad y nubló el espíritu. Borró la presencia. Al saber que los superiores alejaban a Ripol, le escribe: «Y ese diablo que lo tiene a usted y me tiene a mí heridos hasta la agonía…» (28 oct. 63). Le contesta Ripol al día siguiente: «Todo mi sostén en estos aciagos momentos ha sido Él, visto en sus cartas». Aciaga agonía, que llevó a González a la muerte, y a Ripol, al exilio. En la última carta que aquí aparece, escrita por Ripol desde Miami a unos amigos (Semana Santa ‘64) cuenta que a la muerte del Mago anduvo por América Central «en busca del hueco donde caer muerto». Así se despide: «Un abrazo desde mi acompañada soledad, camino del destierro». Hoy vive, en quietud y dulce compañía, en medio de árboles y silencio, aún iluminado por aquel fuego. Pero siempre desterrado. Se le ve rodeado, como por un aura, por ese al que aún llama Mi Mago.
Que también él fue mago para González, pues se habían hecho monólogo. Y obró como especie de catalizador para que brotara este libro, también suyo. González cierra aquí su parábola vital, que en él, pensador de la vivencia, es su parábola como creador y pensador. Aquí están, en elaboración final y alquitarada, las líneas esenciales del pensamiento de Fernando González, que vale por decir: las líneas esenciales de su vida. Porque algunas almas cándidas (por ignorancia) hacen la lectura del converso. Sucede que esa vida y esa razón vital y ese pensamiento guardan íntima coherencia. Dentro de las contradicciones que son propias —y esenciales— a toda obra humana. Que el hombre no es flecha ni línea recta.
Le preguntan unos estudiantes de Ibagué (junto a carta de 14 oct. 63): «En los círculos intelectuales se comenta que su pensamiento filosófico ha cambiado de objetivo, inclinándose más a lo místico que a cualquier otro aspecto del humanismo». Responde: «Por aquí no hay “círculos intelectuales” sino cursillos y mesas redondas, cuevas de ausencia, llamadas universidades… Y no he cambiado de objetivo: desde niño u óvulo atisbo la juventud eterna y la busco y la rebusco en caños, albañales, cuevas, muchachas y viejos. Desde niño me definí o conocí como el que atisba a Dios desde su letrina; por eso, para cumplir la misión, nací en mí, una letrina, y nací en Colombia, otra letrina. Yo no soy converso: me repugnan los convertidos: ¿para dónde se convierte uno? Uno, un hombre, es cagajón que flota en el océano de la vida. Por eso dijo Pablo, patrono de los viajeros: En la vida somos, nos movemos y vivimos».
Le hicieron esta otra pregunta: «Algunos escolásticos han criticado su panteísmo filosófico, porque lo juzgan incompatible con el cristianismo. ¿Cómo les respondería usted?». Del siguiente modo: «Y que hay escolásticos que dicen que no soy una nada, toda de Cristo o la verdad (que eso es ser cristiano). ¡Pero si por aquí no hay escolásticos: no hay sino La Compañía de Jesús, y el padrecito Henao Botero, que apenas si es un seminarista!». Es lúcido. Nadie, en Colombia, ha llegado a conocerse tanto a sí mismo. En carta de 18 nov. 63: «A mí me han llamado “ateo” los “jerarcas” y fui beato». Ya se sabe que beatitud es espíritu de verdad, o su ansia. En esta misma carta: «adorar un engrama es lo que produce eso que llaman sentimentalismo, que es un traje oloroso a perfumes de ramera… Sentimentales son los que repiten oraciones vacías con voces de llorones; los que tienen el mirar huidizo y mucho miedo a las mujeres bellas. ¿El Espíritu de Verdad, que nos hace llorar de beatitud, es sentimentalismo?». En medio de este lupanar, él era otro, y vivía en Otraparte, y a lo último, en Ningunaparte. «¡Qué asco los premios, los reinos, las condecoraciones!» (14 nov. 63).
En Viaje a pie, libro de 1929, dice (p. 213): «¡Cuán bella es la vida para el metafísico! Es él quien percibe lo que hay debajo de los fenómenos». Y en carta de 24 ó 25 sep. 63 le dice a Ripol: «Le propongo a usted que en este bregar adoptemos el lema nietzscheano de “¡Cava hondo, cava hondo! Deja que los oscurantistas digan que debajo está el infierno”».
Eso fue lo que hizo Fernando González toda su vida, desde Pensamientos de un viejo hasta Las cartas de Ripol, desde su nacer hasta su morir: cavar hondo en busca de la verdad, tras el fenómeno. Tal su camino, sin preocuparse por los oscurantistas. Como amaba la verdad, la buscaba. Ahí, su obra de filósofo, que filósofo no es sólo el que ama la verdad, sino el que la busca (porque la ama). Por vivo y por buscador y por ansioso, no puede ser encerrado en cartillas, ni aprisionado en cápsulas conceptuales. No es para ser aprendido; menos, para ser imitado. Como todo filósofo, no es una receta sino una incitación. Que de pronto se encuentra el camino.
El Viaje a pie proclama a «Jesús, que triunfó de lo fenoménico» (p. 247). Y allí mismo (p. 267): «Eres el Deus absconditus; eres el que está fuera del metro y fuera del litro; eres, Señor, quien trasciende del verbo y del adjetivo, quien es negado cuando es afirmado». Es la noción que trasluce, en coherencia radical, a lo largo de su búsqueda de verdad. Cavar hondo. En carta a Ripol, de 3 ó 4 de sep. 63, dice: «Todo nace en Dios: ese silencio es Dios; por eso lo llaman Deus absconditus». Y en El remordimiento, libro de 1935, afirma (p. 5): «Veo a Dios. ¡Cuán bello es El que está escondido, El que susurra bajo las formas de la vida!».
No es noción cómoda, como para ganar el favor de los jerarcas. En El libro de los viajes o de las presencias, publicado en 1959, dice (p. 184): «Saber que Dios no existe: no es objeto, ni ser como los que existen. Pero es más vivo, más vivencia que todo lo que existe. Es, pues, la Intimidad, que nadie ignora y a quien nadie ha visto». Anota en carta de 24 y 25 sep. 63 que Nietzsche amaba mucho a Cristo y que sólo le faltó «vivir que Cristo no es otro, que es nuestra Intimidad». Concluye: «No es el Dios de los burgueses, que lo tienen para que les perdone los pecados». Y en carta de 13 nov. 63 denosta de esos que «entienden por predicar (el Evangelio) el leer, o hacer recitar o aprender de memoria, o el subirse a un púlpito a gritar, regañar, insultar o a llorar con ojos de llorona, pues entonces… ¡el Reino de este mundo!». En Los negroides, libro de 1936, señala (p. 77): «A Cristo lo traicionaron aquellos que fueron a Roma a fundar un imperio conquistador».
No es extraño que lo hayan calificado de ateo los jerarcas. En El remordimiento, libro de 1935, exclama (p. 57): «Mi madre me parió cabezón, pero infiel, insatisfecho siempre, semejante a un viajero que llega y ya está de viaje, y cabezón, porque siempre, desde niño, estoy buscando la verdad». En un orden social tejido de conformismo e hipocresía, el solo hecho de afanarse por la verdad convierte al buscador en réprobo: y es el que no está satisfecho, el que levanta losas, el que destapa los fenómenos y rasguña y rompe máscaras. Y el que de pronto entrevé una lucecita. Otra cosa es el acomodado: en carta de 16 ó 17 oct. 63: «…muy buenito, dicen los superiores y le ponen cinco y lo declaran modelo, rey o reina de la humildad: es la beatería, la caricatura del cristianismo».
La conciencia lúcida de sí mismo se daba sin alardes; antes bien, con dolores. Y así ha de ser. En carta de 21 oct. 63 recuerda que en su libro Cartas a Estanislao, de 1935, figura esto que le decía a su suegro: «Yo soy muy malo, pero soy el que más gana tiene de ser bueno». Y ahora sucede que un hermano de las Escuelas Cristianas quiere hacerlo bajar de la acera, para que le ceda el paso. Le contesta: «Bájese usted, hermanito, que yo también soy hermano cristiano» (carta de 20 sep. 63).
Tampoco había el alarde de la verdad. Sólo la dureza de la verdad, pero todo como en medio de la ternura. Los estudiantes de Ibagué le preguntan por el Frente Nacional, esquema político colombiano de coalición entre partidos, y responde: «Frente Nacional es la unificación de los trapos sucios de la historieta colombiana. Es un trust de lupanares. Ahí se encerraron todos los colombianos, viejos, mujeres y hombres, jóvenes y niños, y hasta los del tercer sexo. Eso que llamaban liberalismo y conservatismo llegó a no creer o vivir sino el inteligible lupanar, y se unificaron y hoy Colombia es el gran lupanar que antes fue Cuba».
Turbio mundo de asco, donde imperan las apariencias: mundo del fenómeno, que se toma por realidad. Ahí desfallece el espíritu. Es el reino de la vanidad. En ese lupanar el que busca la verdad agoniza. Las cartas entre Andrés Ripol y Fernando González dan fe de una agonía: la de dos espíritus iluminados. La luz que brota no es otra cosa que la búsqueda. Fue un estallido de breve duración en el tiempo. Pero qué acicate para seguir buscando la verdad: qué duración contra la vanidad: y qué ganas de rasgar el fenómeno.
Contra estos dos espíritus encendidos se alzó la vanidad. Denso muro. Fueron separados: uno partió hacia la muerte, el otro, hacia el destierro.
Pero aún ilumina el estallido de su luz. Y sigue, duro, el impulso.
Madrid, enero de 1989
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Primera Parte
Monasterio de Santa María
Medellín – Colombia
Agosto 26 de 1963
Dr. Fernando González
Envigado-Antioquia
En Cristo mi dilecto amigo:
Una de las alegrías hondas, de las más hondas seguramente, que he sentido en mi vida, fue cuando creí haberle conocido a usted (2). De esto hace 10 años. Y todavía continúo en mi pretensión de haberle intuido entonces. Pero como en aquellos años estaba menos liberado en mi proceso del «entendiendo» (3) que empezó por allá en el año 1928, en las estribaciones de la densa Selva Negra (4), quedome revelada su efigie espiritual no más que como puede revelarse en un hijo de la vanidad que se está encontrando y que topa de repente con el Espíritu que mata la materialidad de la letra. El susto, el temor sobrecogido del gozo en un encuentro, que creía entonces desconocible, de un mellizo-oasis en el desierto de la vanidad, me encerró más todavía en la que tiempos hacía venía siendo mi compañía, la soledad.
Así he venido saltando solo por esos montes andinos, penetrando inmensidades de la tupida selva virgen en este amado país; navegando semanas enteras por sus ríos-mares, siempre sobrecogido por el mismo silencio que embarga al hombre de mar o al de la alta montaña.
El encuentro germinaba, en mi soledad, seguridad y fe en la tímida pero imperiosa y santa voluntad de liberación de la personalidad, sofocada por el medio ambiente, por la represión satánica, por la delirante pasión de dominio de unos gobernantes, por la hipócrita religión mentirosa, por tantos «superiores» (5) tan inferiores, en fin, por la vanidad-mentira, lo no-autentico.
Anoche estaba leyendo en la soledad de mi insomnio Los negroides (6), que cayó en mis manos por haberlo arrancado de otras que dizque enseñan. Estas se lo habían arrebatado a un alumno que lo leía para dar un juicio sobre él a no sé qué profesor que se lo pedía. El que dizque enseña, lo estaba criticando en público y leía apartes de la liberadora rebelión de su autor con el tonillo que caracteriza al inflado hueco de la necia suficiencia. Como era copioso el número de los necios que escuchaban, asentían y «verborreaban», para que no se oyera una voz sola, permanecí callado y solo como siempre. «Y pensar que esto es lo que leen nuestros muchachos», oí que decían.
Al día siguiente, Dios hizo que con el que lo criticara el día anterior yo viniera a hablar de mi encuentro de hacía 10 años con el autor de Los negroides y otros que también leí. Creo que el calor fue lo que iba sonrojando la faz del petulante educador hasta ponerla como un ají, e iba musitando…: ya… ya… Al ratico me traía el libro «para que yo disfrutara», y yo como que percibí la alegría de haber proyectado en un semejante la luz de la liberación… y haber salvado en aquel día la desnuda inocencia de un verdadero israelita sin dolo. ¡Gracias sean dadas a Él por su nueva Epifanía! (7)
Pues anoche al leerle sobre la vanidad y la liberación me asaltó, por fresca, la carta que ha poco envié a mi hermano Alejo en España (8). Por las condiciones gemelas del Espíritu le mando copia aun a riesgo de que Ud. descubra la mucha vanidad restante de quien ya no puede zafarse de amarres que, aunque externos, entorpecen a ratos el proceso interior e íntimo, que ese sí creo está ya en manos del Dios reencontrado o verdaderamente aparecido y revelado.
Cuánto daría, mi querido Doctor, por poder vivir unas horas con Ud. fuera del tiempo, viendo «sub specie aeternitatis…» (9). No más por oírle, que en el Espíritu me acerco estas noches por sus líneas, y ¡cuántas veces retroproyectándome en el encuentro…!
Un abrazo de su amigo in Xto.
Andrés Ma. Ripol O. S. B. (10)
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Un visitante de muy lejos
Envigado, 29 de agosto de 1963
R. P. Ripol, en Monasterio de Santa María. – Envigado
Amadísimo amigo y señor mío:
Esta carta suya del 26 corrientes fue lo que yo estaba pidiendo: que me enviara su ángel que me rehiciera como si fuera óvulo. Y me revolvió todo y quedé sintiéndome algo así como un niño que no puede decir ni una mentira, más enamorado que nunca de la «luz» entendiendo aquello de: «si no os hiciereis como uno de estos…».
¡Qué visitante! ¡Uno de muy lejos, y tan cercano, que está más cerca que uno mismo de uno mismo! Mil gracias y mil gracias, y bien supe yo desde que fui a Cataluña que en esa tierra había bendiciones y que era una patria mía.
* * *
Como un niño, como uno de aquellos cristianos primeros, que eran limpios de corazón, mansos y transparentes, contestaré su carta, sin vanidades, sin bonituras, sin nada de lo que ven los dos ojos, sino todo lo que entrevé el Ojo Simple (11). ¡Qué bueno lograrlo! Pero en esta nuestra vida de hoy es imposible, porque estamos presos. Él está en nosotros, pero como escondido, como un sol que ya, ya se va a aparecer… y no aparece sino cuando muramos del todo; la «muerte», tan temida, será, pues, el amanecer. Pero bregaré mucho, pues para ser digno de esta su amistad en la Verdad tengo que ser como un niño, como «las fuentes del Evangelio y de América» que dice usted en la carta a su hermano don Alejo (12).
* * *
Yo estaba en la cama, enfermo de un espasmo cerebral (13) en el centro motor de los ojos, algo incierto de las cosas de este mundo; le estaba pidiendo que a cambio de los dos ojos me diera ver con el ojo simple; que no me llamara hasta que mi visión fuera la del ojo de la inocencia; que me llevara progresiva y paulatinamente; que su Visión fuera cegando la de los dos ojos, y que Él se fuera haciendo las coordenadas del soplo suyo que yo no era capaz de aquello que Él padeció y quiso padecer: «Padre, ¿por qué me has abandonado?». Y, de pronto, me despertó la sirvientica, diciendo: «Vea, que aquí trajo esta carta una señora, y se fue».
* * *
¡Pues era Su Ángel! Él siempre contesta, siempre da y siempre abre, y así lo dijo en el nacimiento del manantial… y usted, de Ripol, de esos cerros y rinconadas y serenidades benditas de la gran Barcelona, ¿no es muy cristalino el río Ripol? (14) Usted fue la respuesta, usted fue… Su carta trata del Ojo Simple, de la veracidad, de entender, que son respecto al amor lo que las brasas a la llama, de un evangelizar en la verdad, en la inocencia, y de… una América niña inocente y maltratada por la vanidad. Y trata también de que estamos presos, que la Abadía bendita es celestial y las de aquí son… disciplina: «Conviene que la tengas», la espina, le respondió el Señor a Pablo (15). Conviene que tengas los dos ojos bamboleantes, me responde a mí con su carta.
Sí. Hace diez años que una cierta mañanita en que venía yo por la carretera, atisbándolo en sus criaturas, que es la profesión mía, me alcanzó un automóvil que se detuvo a mi lado, y Álvaro Villa me presentó a dos monjes benedictinos «que habían llegado hacía poco a fundar una abadía». Eran usted y otro. Al verlo y sentirlo a usted sentí sobresalto de alegría. Yo no lo conocía, pero algo en mí lo reconoció y dije lo que iba viviendo en mí, en frases sin intención, «bobadas» acerca de Montserrat, Barcelona, España, la chufa (16), las Ramblas; dije que los americanos llamaban «castellano» a todo lo que les parecía bueno: «Piñuela de Castilla», «mujer castellana», etc.
Dígame: ¿por qué del otro monje no me acuerdo y por qué me dirigía a usted? Y ¿por qué usted vivió lo mismo y también estaba contento? Y han pasado diez años y sólo nos hemos reencontrado físicamente unas siete veces, y vive usted presente en mí, sin días, sin tiempo, y creo, por su carta de ayer, y por lo que hemos conversado en nuestros fugaces encuentros, que yo he habitado en su intimidad. «Todos seréis uno conmigo y yo con vosotros» (17). ¿Será eso?
Usted lo dice muy bien todo esto en el último párrafo de su carta: «Cúanto daría por poder vivir unas horas con usted, fuera del tiempo, ¡sub specie aeternitatis!… No más que por oírlo, pues en espíritu lo hago cuantas veces quiero, retroproyectándome en el encuentro. «Sí, hace diez años que vivimos en nuestra comunión, sub specie aeternitatis».
* * *
Luego de ese encuentro en la carretera, casi se compra para el nuevo monasterio aquella dilecta tierruca en la falda de la cordillera oriental, encima de esta casa mía… Usted fue a visitarla y se enamoró de sus grandes peñas innumeradas, de sus rinconadas silenciosas y de sus tres ríos graciosos como los del campo en que fueron creados Adán y Eva en eterna juventud, con el Ojo de la Inocencia. Pero escrito está en el Libro que la entrada al Paraíso es defendida por un ángel con espada flamígera (18), y así fue como los hombres prudentes y tinosos (19) decidieron fundar la Abadía en donde hoy está.
En esos felices comienzos del Monasterio figuran las señoritas Villa y Jaramillo, esta última hija de Don Joaquín Jaramillo Sierra, a quienes dije que ayudaría a la obra con mi vaca Ershey, si ellas venían a llevarla del cabestro… Y esas dos fundadoras andan hoy buscándole en la hermandad de los trasmutadores de valores, los que sienten compañía en la soledad, riqueza en la pobreza y Todo en nada. ¡Bellas y eternas jóvenes, hijas del espíritu suyo!
Luego fuimos Álvaro Villa, mi mujer y yo a almorzar a la Abadía, entonces en la casa vieja. ¡Qué hospitalidad benedictina! ¡Qué agrado! Presidió la mesa el padre Pujol, señor delicioso que entonces identifiqué como a su compañero del primer encuentro.
* * *
Permítame, como intermedio de la historia de nuestra amistad, enumerar algunos conceptos-emociones en forma de aforismos:
1.- Dios nos visita en esas personas que a veces encontramos inesperadamente y nos producen sentimientos de reencuentro o de renacimiento.
2.- La abadía gloriosa, con innúmeras peñas regadas graciosamente por ahí, con fuentes cantarinas y rincones silenciosos en plenitud, es en «este mundo» apenas el señuelo para que habitemos pacientemente en mansa paciencia, las abadías posibles, que siempre están cerca de los caminos de todos los hombres, en medio de las mañas de todos los hombres y con las penas de todos los hombres, en «terreno que se valorice». Porque «este mundo no se acabará sino cuando todo lo cumplamos».
3.- Entre los sinsabores de nuestras casas, el Señor nos envía con frecuencia inaudita oteros desde donde pregustemos la Abadía que es sub specie aeternitatis.
4.- Para el caminito éste, y para el tropezón en guijarros, y para el jaleo con los caminantes, el Señor me dio un grito de arriero envigadeño que me ha dado excelentes resultados: «¡Ánimo, envigadeño descalzo!».
También aprendí aquello del navegante portugués, que al descubrir tierra brasileña, descender a ella y tener como bienvenida un terremoto, se echó de bruces, abrazó la tierra y gritó: «¡Non tembles terra que non te fago nada!».
5.- ¡Gracias, mi señor Jesucristo, que en una mañanita me enviaste a tu hijo Ripol, cuya presencia ha sido nutricia en mis cansancios!
* * *
Y continúo la narración reviviscencia:
Después fui a Europa, y en Barcelona busqué largamente por avenidas y calles del Puerto la casa del pintor amigo del padre Ripol (20), para no más que revivir al monje benedictino que estaba a orillas de la Zúñiga (21), en Casa-Mora (22), hoy Santa María (23).
* * *
De regreso, Álvaro Villa y Carolina, su mujer, nos invitaron a una cena, y ¡qué felices fuimos en esa casa de la paz!… Esa Carolina posee la paz de los que hacen la voluntad del Padre.
* * *
Luego, en seis años, nos hemos encontrado casualmente por los caminos, yendo yo a pie y usted en automóvil. Una vez se detuvo usted por unos instantes y me dijo que «eso, ir por senderos y montes y valles, a pie, solo, con una lupa, examinando criaturas vegetales y animalillos, era lo que deseaba… Algo así, y partió»… Yo quedé triste, pensando:
«Eso es lo que deseo también: comulgar con todas estas criaturas, convivir, conversar, coexistir con ellas, y con los hombres americanos (indios)…, pero me siento prisionero en mí, aislado por el mí, solo, sin poder co-mul-gar… ¡y me hago viejo!…». «El que no bebiere mi sangre y comiere mi carne no tendrá parte en El Reino». Y «Ese pobre, esa criatura era Yo. ¡Entra!».
* * *
No más espacio-temporal ha sido esta amistad. Lo último fue su carta de antier. Pocos incidentes; la beatitud es brevísima e inacabable. Una amistad sin principios ni fin. ¿Quiénes somos?
* * *
Este encuentro de ahora, con su insondable carta, con su viaje al Ecuador, a las fuentes, al hombre americano, a los jíbaros y las tzantzas, y el tope misterioso con ese librito Los negroides, que trata de vanidad y desnudez, cruz, dominio, hipocresía, hibridez… es en caminos que los dos ojos no ven, pero que ve el ojo inocente…
Y me parece saber que hoy, luego de esa luz de aurora que fue el Papa Juan XXIII, usted puede ser el adelantado en esta Amazonía en cuanto a evangelizar realmente a los pobres restos del hombre americano: hacerles vivir a Cristo (La Inteligencia) en su cruz de ellos, no en la europea; hacerles encontrar a Cristo en sus dioses, en sus anhelos y temores, en sus bailes y cantos, en su vivir y morir. Hasta hoy —de buena fe— el misionar ha sido invalidar todo lo indio y vestirlos con formas ajenas, por ende, muertas. Por eso murieron casi todos; murieron de… vacío interior; silenciosos y temerosos seres humanos; sus apariencias son ya las de la desesperanza.
En toda criatura se manifiesta el Señor y está en ellas por esencia, presencia y potencia. Único y vivo, existente en toda criatura es el Señor y su madre y sus hermanos son los que hacen Su Voluntad.
Es tan alto lo que dice su carta a su hermano Alejo, es tan importante para América y para todos, que es precisamente la vivencia (que ipso facto será la universalidad del Cristianismo) que misionar es hacer ver a Dios en toda su creación, sin invalidar ninguno de sus hijos o criaturas. Hacer comulgar con ese Dios a todos los hombres, enseñándoles con el ejemplo, la expresión, el silencio y todo el vivir y morir en inteligencia y amor.
En la carta a Alejo está en germen el librito sobre el librarse del mío y lo tuyo y abrirse en purísima hechura de la nada a La Inteligencia y el Amor. En la descripción de esos ríos torrentes, padres del Amazonas, de esa selvas sobrecogedoras y después sosegadoras, de esos reducidores de cabezas, de ese diablo Ivanchi, veo la misión que se gesta en usted, o sea el cumplimiento de la Orden: «Id y comunicad esto que vivisteis conmigo a todos los hombres» (24).
Usted expresa magistralmente lo anterior, así: «Cuanto más cerca se halla uno de las fuentes, tanto de la Naturaleza como del Evangelio, más auténtico se siente uno». Para esto, usted fue llamado y preparado desde hace años con ese trajinar en meditaciones y viajes y convivencias, padecimientos y beatitudes. Parece que el Papa Juan XXIII, el caminante, desde otra parte está gritando las palabras con que termina usted la carta a su hermano don Alejo: «Ojalá que por la brecha que Juan XXIII tan osadamente abrió entremos con buena voluntad todos los hombres…, ¡que ya es hora!».
Tres ha habido en América: Alejandro de Humboldt, José Celestino Mutis, y el tercero será el misionero del Dios vivo que existe en todas sus criaturas. Hasta hoy ha habido misioneros del vestido, de la forma, del modo, o sea, invalidadores de la cruz de los misionados.
Reciba con amor y benevolencia esta larga carta, pues para escribirla me ordené a mí mismo: Ábrete en sinceridad; sé como cuerpo de buena campana, que cuenta las ondas que le arranca el badajo (25). Su bellísima carta despertó en mí estos ecos.
Suyo siempre jamás,
Fernando González
— o o o —
En momento de tempestad
Otraparte-Envigado, Sep. 3 ó 4 de 63
R.P. de Ripol. O. S. B. – En Monasterio Santa María-Envigado.
Su visita de ayer tarde, su carta del 1.º de este mes (26), las de Sor Inés (27), flautista y el solo breve y fúlgido como brizna de felicidad, como relampagueo de lagarto, de la para mí ya íntima Beatriz (28), están repercutiendo tanto en mí, que no puedo escribir, espacio-temporalizar, y mis dos ojos están bamboleantes más que nunca.
Me recogeré, me desnudaré de mí, quedaré cristalino y rumoreante como ese río Ripol; luego de quedar desnudo de vanidades, diré: «No me atropellen, a todos los recibiré, ¡todos seremos uno solo! ¡Por orden! ¡No me atropellen!».
Y principiaré por la bella y eterna Beatriz. Son veinte renglones a mano, de letra grande y abierta, como puerta sin alas, en papel de dos pulgadas de ancho, y contiene todo; un relámpago, un salirse a la eternidad, como esos salirse los peces del agua a la atmósfera: brincan, brillan y desaparecen: es como fúlgido lagarto en vallado envigadeño. ¿Brincarán para nutrir su fe… en… la atmósfera?
¡Oh!, Beatriz, ¿quién te inspiró esto tan más allá de lo que por aquí llaman bello: «A mí sólo me resta ser ese momento de silencio sobrecogido y reverente que precede al aplauso»? Cuando un gran trueno…, precede un silencio; a todo heroísmo, precede un silencio. Todo lo pleno nace en el silencio. Todo nace en Dios; ese silencio es Dios; por eso, lo llaman Deus absconditus (29). Es uno de sus nombres, que son infinitos, porque Él no tiene nombre. Los más hermosos son escondido y presente. En Él todo, omnia convertuntur (30). Y tú, Beatriz, escoges ser ese silencio que precede al parto, a todo nacimiento; escoges la mejor parte, que jamás te será quitada (31). Este solo de Beatriz es ungüento milagroso; es el que usa La Inteligencia (Cristo) o La Intimidad (Cristo) para que puedan asar a uno sin que le duela (32), jeringarlo, sin que se moleste, molestarlo, quedando feliz, etc., y don Quijote lo buscó mucho y lo confundió con el Licor de Fierabrás; y el otro grande, Ponce de León (33), lo buscó por todos los riachuelos y fuentes de la Florida. Es lo que buscamos todos, la eterna juventud, y la eterna juventud es Cristo, y aquí se nos da como fúlgido lagarto, como tu carta al padre Ripol en momento de tempestad. ¡Y ya vi a Beatriz con el ojo inocente! Ya es mía, que esa es la pobreza y la soledad cristianas: que todo es nuestro. Homo homini Deus (34): el hombre es Dios para el hombre, cuando ve con el ojo simple o de La Inteligencia.
Ahora la monjita Inés. Ya la conocía; la flautista, igual a los ríos niños que conocí en la cordillera nevada del Ruiz, Santa Isabel y El Cisne, que (35) nacen como lágrimas, de la nieve perpetua; que se juntan y forman un canalito y comienzan a correr por él, silenciosos, cobijados por mantico de hielo, para no morir de frío, y luego son el río de la Magdalena. El manto que acunó a la Inés fue el mago partero del espíritu que hace diez años nos vino de Cataluña; y hoy, desde Asís, en los momentos de tempestad en quebrada envigadeña, escribe a su padre en espíritu: «No se le dé un comino, que allá le mando las magias con que usted me proveyó para cuando me acontecieran esas mismas aventuras». Y esas magias son el Cristo crucificado, escupido, diciendo: «No se los imputes, Padre, porque no entienden» (36). Hasta el odio se vuelve amor, porque en Él omnia convertuntur.
Viene ahora la tempestad, su carta a la monja flautista (37), de fecha mayo de este año. ¡Qué bella carta! Un rayo luciferino, «bajo el escándalo ceniciento de una mentira que no debiera existir…» y se rasgan las vastas oquedades andinas con el repercutir de los truenos, de los truenos de un Jeremías en el pozo, o de un Job vilipendiado.
Es bellísimo… No hay rayos y truenos rimbombantes sino en tierras altas, con inmensas rinconadas; hay rayos también en planicies, pero caen en árboles de alta presencia o en el agua maternal. En rastrojos no hay ni rayos ni truenos; cuando la tierra es rastrojera, la tempestad es en el cielo (hay muchos cielos).
De abril a septiembre hay seis meses… Seis meses de tempestad y, ahora, en fines de agosto, uno de los truenos repercutió en mi ámbito, con el Viaje a los Jíbaros, y Los negroides. Ahora lo supo mi conciencia de aquí, pero la Intimidad en mí lo sabía y lo vivía, pues en ese tiempo estuve ocupado con un poeta yanqui, David Howie, en un poema titulado La Tempestad. Este amigo vino a pedirme que vertiera al español sus Poemas de Protesta, entre los cuales había el de la tempestad, una que vio en Bogotá. Díjele que no; que yo haría de eco de sus poemas; que recibiría sus vivencias y las pondría a vivir en mí, localizándolas en mi espíritu. Y en La Tempestad viví estos meses de la suya, padre Ripol. Por eso, voy a transcribirla, pues tempestad convivida se hace sosegada:
La Tempestad
Hoy hubo gran tormenta:
el cielo se desgarraba
gritando su perturbación.
Dentro de casa me arrodillé a orar.Cuando levanté,
dejando de ser como niño o polluelo asustados
que buscan la madre
—que eso es orar—
el huracán había cesado
y fui a la ventana a mirar…;
y del cuarto de atrás me llegaron, grito tras grito,
gritos… ¿de qué? ¡De Tempestad!…Miré al cielo que había gritado tanto y tan fuerte,
y del cuarto de atrás me llegaban
los amargos sonidos humanos;
amargos no: ¡basta con gritos humanos…!Que perdurán en mí las tormentas del cielo
pierdan sentido,
meros vagos reflejos que son
de los gritos humanos.¡Grito tras grito de voz angustiada,
de alma en tormenta!…
¡Pierden sentido rayos y truenos
ante la voz humana gritando
nuestra desolación!¡Gritos pesados y negros que caen
sobre el niño y la madre,
y sobre el mismo gritador
y sobre el oyente!…Aquellos gritos borraron las tempestades
de cielo y de tierra…
y para siempre estaré orante
como polluelo asustado
que busca la Madre, pues soy miedo
innominado
de mí mismo, de mis gritos.Aquel hermano lanzó tus gritos:
tal fue la respuesta a mi oración.
¡Bellísima carta! Contiene en perfecta desnudez los gritos del hombre cuando la madre lo abandona en la cueva de los murciélagos. En este punto, ahorita, ya, Ud. y yo somos uno en… amor y gritos al amor escondido.
Su visita de antier y la Cueva de la Tempestad
Yo estaba en el corredor del frente del naranjal, con unas señoras y muchos niños, nietos y visitantes, cuando lo sentí a usted a mi lado y naturalmente me lo llevé para la salita del ventanal.
Este naturalmente me lo llevé para la salita del ventanal contiene en palabras todo lo que fui siendo al sentirlo a usted presente; si hubiese llegado otro cualquiera, pues se habría sentado en el corredor, localizándose en el espacio tiempo de la reunión o visita: habría sido otro vaso comunicante de las vivencias medias posibles de la compañía: «este padre de Ripol es de ningunaparte; es visitante de la salita del ventanal abierto…». Yo no pensé eso, sino que apenas usted se presentó, fui siendo eso y obrando como siendo eso, con naturalidad. Es la diferencia que hay entre saber y ser.
Y ya en la salita, se nos olvidó todo y fuimos siendo lo que tartamudeábamos como conclusiones en palabras, que apenas son vasijas impropias:
Que «Eso es como relampagueo de lagarto en vallado envigadeño…». «Es porque no tenemos patrias, sino Patria…». «Si nos saliéramos al corredor, entraríamos al espacio-tiempo». «En todo espacio-tiempo está Él o Eso, escondido; en el acto más heroico está el espacio-tiempo, y Él, escondido…». «En el acto más perverso está Él, escondido en mucho espacio-tiempo…». La diferencia entre bueno y malo en los actos, palabras, etc., reside en la cantidad de espacio-tiempo: «¿Por qué me llamas maestro bueno? ¿No sabéis que sólo Dios es bueno?». ¡Como el joven no sabía o vivía que Él era Dios y lo llamaba bueno! Que cuando se ve con el ojo inocente, no hay espacio-tiempo, no se ve ni se vive sino a Él y ya no hay mal; ¿no será así, por ventura, el problema del mal? Es decir, es el espacio-tiempo, el reino del bien y del mal que quisimos libremente tener y lo tuvimos y no acabará, porque las cosas acaban en el espacio-tiempo; ¿no será, cuando nos hayamos consumido en la cruz, lo que quisimos tener y tuvimos? ¿«Este mundo espacio-temporal»? Que las tempestades humanas y las otras son nuestro espacio-tiempo, con el fin de que las consumamos, padezcamos, entendamos y glorifiquemos: allí está Él, escondido en nuestras angustias. Los fariseos son nuestras angustias espacio-temporales; ahí está Él, en los fariseos, en Judas, a quien llamó amigo cuando el beso, ese beso que se repite a cada segundo. Y gritamos, en nuestra «embriaguez»: «¡Vengan, echen más fariseos y tempestades, que los capearemos con La Luz!».
Si nos hubieran oído los del corredor, habrían dicho: «Están embriagados» (38). Y les habríamos contestado con aquel primer pescador con caña, que de temeroso de cocinera fue elevado a Piedra: «Está muy de mañanita; no es embriaguez, sino algo como lengua de fuego, que nos quemó y rehízo de la nada, ni siquiera del óvulo, sino de la nada».
Y vivimos, como resumen, que no hay tempestades; que cuando uno vive en Él, no hay tempestad, ni silencio, ni bulla, ni palabras, sino Todo en todos et in eodem loco (39) según el loquito Boecio (40). (Había escrito Berceo (41), por aquello de «Las aves organan en estos frutales»).
Y contemplamos sus fotografías (42) de nuestra amadísima Amerindia y de esos cristianos gigantes, los amerindios. ¡No sabía yo que fuera posible hacer de la fotografía un divino modo de verlo y hacerlo en sus criaturas! Todavía tengo aquí en mi alma, vivos y actuantes, a la juvenil amerindia de los collares, la que opiné que tenía parecido con la monjita de la flauta, y que usted respondió: «Sí…, por la boca grande…». Y aquel matrimonio amerindio, joven, afirmativo y pugnaz que usted retrató sin que ellos lo supiesen, porque no lo querían, por ofendidos con los conquistadores de oro y de almas para su propiedad particular, que lo habían precedido a usted desde don Cristóbal Colón… Esta fotografía es la que más me conversa desde su visita; me repite y me repite: «Vea, usted, Etza-Ambusha, cómo no estamos anonadados por “los superiores”. ¡La Verdad y La Vida y El Camino está en nosotros también! Todavía estamos vivos y aquí habrá una gran representación de La Libertad. Envíe pronto a ese de la Abadía Señuelo, porque ya es hora, para que se junte al viejo “noble” (43), que no sabe que “noble” fue porque enterró su “nobleza” en el Río de las Amazonas, y hoy es el ángel de nuestras obras». ¡Un millón de dólares de Kennedy por su colección! No. Es inapreciable; in Deo omnia convertuntur. ¡Qué nariz la de ese viejo, cuya nobleza es ser ángel de Amerindia! (44)
¡Qué mundo de fotografías magas, o sea, cristianas! ¡Aquella de un volcán nevado al fondo de una palmera más hermosa que la más hermosa muchacha!… Y esos conventos e iglesias de Quito, ¡salas beatas para el ojo inocente! ¡Qué bueno ser monje allá, pero mejor en la selva, catedral bendita del Escondido y Presente, hechura suya y no de los hombres, que casi siempre son monederos falsos!
Pues con la presencia de estas fotografías, la presencia de su obra de fundador aquí en Antioquia, la presencia de ese soberbio y gigantesco monasterio aquí en Envigado, realmente hechura suya, amasado con la irradiación de Amor que de usted brota, como manantial; ante la presencia de las cristianas dispersas por el mundo, hijas de su espíritu, ante la realidad de que todo lo real de esta Colombia es como casa viva suya, la frase-grito-angustia de una de sus cartas que leí es un quejido-trueno bellísimo, como de Job: «No creo en los hombres y Dios se me esconde. Antes, por esos tan cercanos Andes, que ya no recorro y me quedan tan lejos, en todo veía radiografiada la divina esencia… Hoy, arrinconado materialmente, hundido, por envidiado, en la necesidad e imposibilidad de comunicar los dones de Dios a los hombres hermanos, siento negra sensación de la Nada, injusta y funesta castración de la mente e investidura sacerdotales en la plenitud de una vigorosa virilidad de 53 años» (45).
Pero ya pasó… Las tempestades existen, pero no son. Cuando vivimos, como lo ha vivido usted, que también en las tempestades está Dios…, la tempestad existe, pero no es, y todo lo existente, visto con ojo simple, es bellísimo. En la cueva de los murciélagos o fariseos está Él… Y «en el escándalo ceniciento de una mentira que no debía existir» está su Providencia y Amor (omnia convert…).
Cuando fui el 29 de agosto al Monasterio a llevar ni primera carta, me quedé esperando abajo, al pie de la altísima edificación, a que retornara mi hermano Alberto, el portador. Sentí vértigo al mirar para la altísima terraza, y vi en mí la «negrísima mentira», de este modo: EL niño se eleva, se eleva… ¡pues sirve así de pararrayo! El hombre se eleva, elévase en sus obras a la altura… y sirve así de paramentira…, pues todos juntos vamos a Dios, y somos amasados aquí juntos. El calumniador, al vivir su calumnia, siente remordimiento; lo vive al ver su obra, y ese ángel altísimo, El remordimiento (46), lo lleva un poco al Reino. Si no hubiera sino buenos y malos, pues se formaría una aristocracia cerrada y una negrísima ausencia. Corredentor es pararrayos, paramentiras, paracalumnias. Y ese solemne monasterio de Santa María, hecho por usted con la gracia del amor, o Charitas que es su individualidad de Ud., esa fábrica imposible aquí para el que no lo conozca a Ud. y el garabato amoroso que usted es, tenía que ser para envidia, para odio… ¡Y ésa no será la primera «cenicienta mentira»; habrá más, muchas, porque en «este mundo» hay Amor y Odio, verdad y mentira, alto y bajo, negro y blanco, todo es doble, como dobles son los ojos humanos. Pero entonces, «la cenicienta mentira» es «tan bella» como la «bella» Amerindia… La Cueva de los Murciélagos es muy «bella». Ánimo. ¡Ánimo, porque así es como aparecerá el ojo inocente del Paraíso!
Y, por fin, su carta de primero del presente mes. Usted hace allí un autorretrato insuperable, con el reparo que luego diré. Reza: «Si yo no he sabido jamás escribir; si mi profesión ha sido fotografiar almas y otras criaturas de Él, para hacerles cantar en el amor, luego de enraizarlas hondo en su mundo y su tierra, y luego de crecerlas en regadío, hasta que lleguen a Él desde allí, ¡de donde sean!…». El reparo consiste en haber puesto en la primera proposición «No he sabido» por «No he usado de la escritura», pues ¿quién que lea esa descripción de lo que es un evangelizador, no dice que usted es artista de las letras? ¿Quién, al leer sus cartas, que es lo que yo conozco, no vive que usted rellena con su corazón y altísima inteligencia las cunitas que se llaman letras? ¿Y los truenos de la carta-tempestad? Y esta su carta última que nos da una Amerindia viva y bellísima, con sus selvas, ríos y hombres tan inconfundibles y vitales. Si da gana loca de irse para allá, al Miritiparaná, o al río más bello de Colombia, el Caquetá, majestuoso, solitario, con 900 islas en su recorrido navegable, orillado por selva gigante; se navega durante días y no se ve una maloca siquiera; no cruza una lancha o una canoa indígena… Nada. Silencio lleno.
Etza (Dios) por todas partes…, etc. «¡Caramba! ¡Vayamos allá! Dame juventud; afirma mis ojos y fortalece mis piernas, para irme a la Amerindia de Ripol, lejos de estos mulatos hideputas que ¡dizque gobiernan! Pero no, Señor… ¡Estos mulatos, «nobles» también, son tus hijos!… ¡Dame entonces el ojo inocente para no verlos tan Cueva de ladrones! Ay, ay, ay. Ánimo, ¡non tembles terror, que non te fago nada!».
La descripción de la navegación suya por el Miritiparaná, con aquella escena del cetrino policía que al brincar a la orilla «cayó de bruces sobre la tierra, quedando como ruana despanzurrada, los pies chapoteando en el agua…». Y aullaba; se le había zafado un brazo… Los del bohío comenzaron a repetir que «allá arriba haber curandero, sobar y curar». Fueron por él «un viejo con ojos de lince; las orejas agujereadas en sus lóbulos, agujeros como pupilas muy dilatadas de ojos asustados. Cuando el curandero vio a aquel cetrino como él, pero con uniforme de policía, que lo hacía blanco, se paró a dos metros de él y dijo, mirando a los circundantes:
«¡No sobar! ¡Doler, porque está frío!».
«Y luego se dirigió a mí, y no a todos como antes, y a media voz contenida pero recia, cortante, con mímica tambaleante hacia mí, los ojos prendidos y saltones y con la boca en O, me dijo, agrandada su faz a doce pulgadas de la mía: “¡Lo embrujooo, lo embrujooo!”. La selva apenas me estaba embrujando en esos días; todavía pesaba más la Europa a cuestas y también los coviajeros que entonces me rodeaban, y le respondí, apartándole la mirada, tímidamente, aparentando incredulidad, con sonrisa impotente: “Nooooo”; pero en cada una de las oes iba más debilidad e inseguridad. Me había embrujado a mí aquel viejo de pergamino; porque él era brujo; los amerindios del bohío le decían curandero, por haberlo oído de sus misioneros europeos…, pero el viejo era brujo, y a mí me embrujó. Desde entonces han pasado muchos años y a cada rato oigo: “¡Lo embrujooo, lo embrujooo!” y me tira la selva americana…».
¡Sí, padre Ripol! Dios lo embrujó en Amerindia, porque usted será el evangelizador nuevo con el Libro nuevo, pues luego de dos mil años, Jesucristo es aún El Gran Desconocido, El Escondido por la religión formal. Millones de ediciones del Evangelio, y, sin embargo, es el Libro novísimo. Estas dizque paradojas son verdades veladas. Será por siempre el libro más desconocido porque es insondable e infinito como La Verdad.
Y yo soy idiota o la página de su carta que transcribí es única, de un escritor con un corazón y una inteligencia nuevos.
Y por eso, acepto lo que usted me dice, que soy brujo amerindio, y, entre mis muchos nombres, me siento feliz con ese con que me bautiza usted: Etza-Ambusha (47). Antes de su primera carta me estaba rondando la ensoñación de vivir y escribir un tratado de brujería (cristianismo). ¡Pues ya está en mí, con sus cartas! Un visitante de allá, de arriba de «la misión» vino a mí, enviado por… (no tiene nombre) y me enseñó estas cosas que en forma de lecciones van en seguida (y siguen, duras, secas, altas, cortantes, las dichas lecciones de magia amerindia, de Cristo en América, Cristo en la selva, Cristo en mí, descendiente de la hija del Cacique Ayurá).
¡No ve! ¡Estamos embriagados o locos! «No, ilustre Festo: es la locura de la Cruz (48) y quisiera para ti esta locura, sin el bambolear de mis dos ojos» (49). Pablo dijo «sin estas cadenas»; pero es lo mismo.
Suyo siempre jamás,
Ex-Fernando González, actualmente
Etza-Ambusha
P. S. Iba a llevar personalmente esta carta, pero con las emociones que usted me ha hecho vivir estoy muy turulato. Y mejor es espaciar: primero esta visita en carta y luego la otra en figuración. «Ayer estuve allá, si en cuerpo no lo sé, que lo sabe el Señor» —Pablo (50).
Vale
Etza-Ambusha, del Corazón de La Selva
— o o o —
El Sermón
Envigado – 14 sep. 1963
Amadísimo Padre de Ripol:
La lectura de su sermón (51) reconstruido en letras fue una visita de su espíritu, y ahí va, también en letras, lo que nació en mí entonces.
I
En una de sus moradas («Hay muchas moradas en Casa de mi Padre») hace días que me encontré con uno, llamado de Ripol, hijo de aquel Benedictus de Regula Monachorum (52), Montecassino (53), casita del Monte, que nació (la gente dice murió) de pies ante el Divino Niño, y antier le oí lo siguiente:
«Jamás escribí mis sermones; tan sólo una vez, parecida a ésta, después, como también va a ser ahora, a petición de su hermano, monje como el que esto relata, se lo escribí a un anarquista (54), después de un año de reclamarlo desde el día en que yo lo casé. Murió más tarde en “el frente” de sus ideales en nuestra pasada tragedia española, como también murió su hermano, el monje, en “el frente” de enfrente… ¿Cuál estará con Él? Sólo Él lo sabe; que a los dos recibió, creo, en su seno, porque ambos sentían la misma nostalgia de Él y con la misma nobleza le buscaban…».
Al golpe de hachazo de mi amigo en aquella Morada del «Amor o Eterna Navidad» verá el perfecto nacimiento del Divino Niño en el espacio-tiempo que cada uno de nosotros es aquí fuera del Paraíso. Y escribí, en homenaje y en comunión, para el alto visitado, el siguiente viviendo-naciendo-muriendo-naciendo en El Pesebre, con el título de:
II
El Divino Niño y
Literatura Penitencial
Estoy leyendo Cuento de Navidad por Carlos Dickens, en edición hecha por Almacenes Ley para regalar a los niños en propaganda de sus juguetes que vende. Ayer lo trajo mi nieta Marcela, de 6 años.
Tiene esa ternura y sugerencia que son el distintivo de Dickens. Nadie superior para describir avaros, bandidos y, sobre todo, niños abandonados. Todos son muy humanos, muy espacio-temporales, pero le quedan al lector sub specie aeternitatis, y, lo más sublime, avaros, endurecidos, rateros y banqueros, etc…, le quedan a uno en el alma como niños abandonados. Esto es lo eterno en Dickens. Porque todos, sin excepción, realmente somos el niño abandonado, perdido y maltratado. De ahí que orar sea «ir siendo como niño o polluelo asustados que buscan la madre».
Dickens poseía el don de ver lo atemporal en este mundo. Él mismo fue un niño maltratado.
III
Dostoyevsky y Dickens son la cima de las visiones de «este mundo» y del «otro» que se desvelaba para ellos. Y ese «otro» resulta que es este mismo, pues si parecen dos es a causa del Bien y del Mal o abandono del Niño.
IV
Yo, personalmente, prefiero a Dostoyevsky, a causa de sus rameras y pecadores, que son de la hermandad de mi oscuro vivir; no fui niño desgraciado sino hundido por mí mismo, el muchacho que vivió en la calle con caño en donde aparecí. Pues bien: es porque en las putas de Dostoyevsky se siente el Divino Niño maltratado pero vivo y pleno de gracia. Y en los santos de Dostoyevsky (El Príncipe Idiota, p. e.) se siente también al Diablo que escupe al Divino Niño. En Dostoyevsky nadie es el bueno ni nadie es el malo. Todos son El Pesebre. Todo es drama entre Cielo y Tierra; la Virgen está siempre pariendo al Niño.
Esto es lo que me mata en Dostoyevsky; me pone a llorar solo, en grima. Y, rasgo sublime, de eminentísimo Señor, que se siente que los personajes más perversos y tristes son el mismo Dostoyevsky y que son uno mismo, el lector… y con sus santos, ídem: que son Dostoyevsky, y que son tú y que son yo. Eso es lo que me mata al leerlo, y me parece que estoy en Belén, naciendo yo.
¿Y Sonia, esa de Crimen y Castigo? ¡Esa fue mi ángel! ¡Fue el ángel Raskolnikov y fue también el mío y el tuyo! ¡La tengo en la cabecera de mi corazón a la santa ramera Sonia! ¡Ella es Dostoyevsky y es tú, lector, y soy yo, porque hasta el fin del espacio-tiempo todo será gris!
V
¿Cómo olvidar, pues, en proposiciones, la sublimidad de estos dos genios, de esos dos divinos maltratados, Dostoyevsky y Dickens? Así:
1.º Que en la visión segurísima de los dos ojos («realidad») ven con el ojo inocente (La Realidad).
2.º Que en todos los espacios-tiempos o personajes ven al Atemporal.
3.º Que viven en El Padre.
4.º Que son la Voluntad del Padre.
VI
¿Libro para niños el Cuento de Navidad?
Sí, pero con esta aclaración: que los niños son ángeles que no tienen sino Presente; que nosotros, los viejos, somos niños cargados de sombras, las sombras de las oportunidades o instantes, o navidades, en que no quisimos ver al Divino Niño.
Así pues, el librito es para estos; es para nosotros los niños viejos llegados ya a los Salmos Penitenciales.
VII
Pertenece este libro a la altísima Literatura Penitencial.
Los Salmos del Rey David, Don Quijote, Dostoyevsky, Dickens, son dioses de esa Literatura, que es sagrada, la salvadora, la del Remordimiento. En los niños-niños no repercute; es en los cuerpos o cajas musicales viejas, que están pobladas de espectros, de sonidos dormidos, oídos y no escuchados, visiones no miradas, en donde esta literatura del Remordimiento hace el milagro del Segundo Nacimiento, del ¡conócete a ti mismo y teme al Señor!
Esta literatura penitencial gira toda sobre el siguiente inteligible: que «esta vida» pudo ser bellísima, plena, que ella es como bastidor en que nos hacemos; que es irreversible; que es oportunidad única, que la malgastamos.
Se despiertan entonces las furias (remordimientos) y nos persiguen en «esta vida», lo que es grandísimo bien pues, de lo contrario, nos atormentarán en «la otra» en que el espacio-tiempo es densísimo, o en que no haya espacio-tiempo, a lo cual llaman Lago de Fuego (Lucas). Son los espectros, los que nunca podrán gustar de la muerte…
VIII
La Literatura Penitencial debe ocupar toda la biblioteca de nosotros los viejos pues, en comparación de lo que pudimos haber sido, somos niños marchitos, y algunos, como yo, ennegrecidos: ¡aquella mi niñez cabe en el caño de calle envigadeña que moría en la mangada «El Guáimaro»!… El más héroe o santón es… niño ensuciado, pues «sólo Dios es bueno» (Jesucristo).
Hoy, acabada la lectura, soy gritos de: ¡Hazme ser La Navidad! ¡La que se manifestó ayer y que se manifiesta hoy, ahora y siempre, hasta la consumación de los siglos! ¡Que el Divino Niño esté naciendo en mí y en todos a cada instante!
¡Hazme pesebre y paja, buey y mula!
IX
Ahí tiene, Padre de Ripol (venido a mí desde muy lejos y alto), lo que viví al leer su sermón reconstruido de la Colombiana de Tabaco acerca del Amor, o sea, del Divino-Niño que renueva este mundo. El niño de Belén era El Amor, y los tres brujos o Magos lo vieron en sus corazones: la Estrella no era uno de estos astros, sino El Mismo Divino Niño, y el viaje fue en el Divino Niño. Viaje amoroso de Unión Perfecta.
Siempre jamás suyo en El Pesebre,
Etza-Ambusha
Ex Fernando González
— o o o —
Un moco envigadeño al que se le murió su gato
Septiembre 20 de 1963
Envigado – «Otraparte»
Al amadísimo amigo y señor mío A. de Ripol, OSB.
Monasterio Santa María de la quebrada Zúñiga.
Antier vino usted y me trajo La Navidad y su carta de la representación de la juventud eterna: 1933, 1958, y 1963 (55). Ver el eterno nacimiento en esa fotografía: ¡«realmente» treinta nacimientos y realmente un solo niño-divino naciendo, muriendo-naciendo…! ¡Pues eso es intuición! No ver el camino sino al caminante. El tiempo está en la eternidad. Eso fue lo que predicó El Precursor (56): «Enderezad los caminos porque se acerca El Caminante o Reino de los cielos». Intuición es estar en el tejado, sin escalera. Una vez en el tejado, la escalera no tiene valor, a menos que sea para descender. Pero la escalera es complemento a las fuerzas del trepador. Se explica por la debilidad del trepador. Pero hay quienes reciben la fuerza y trepan sin escalera. Eso ha sido llamado Gracia, Intuición, Ojo Simple. De todo esto (del Misterio) me trajeron su visita, su carta y la hermosísima fotografía síntesis. Y han sido tantas las vivencias desde ese instante de antier, que mejor será copiarlas de mi libreta de apuntes.
I
19 Sept. 1963, medianoche
Consigno aquí con amargura que a las siete y media p.m. vi a Manuelito, mi gato y coexistente, maullando al pie de la escalera del cuarto de Fernando hijo, como llamándonos, la boca llena de babaza; supe instantáneamente que se había envenenado, pues venía de la mangada, y los colombianos, por la manía yanqui de gallineros encerrados, ponen cianuro a los ratones y sólo están acabando con los gatos. Cogí a Manuelito, y aullaba y sacaba las uñas, sacudiéndose; me cubrió de babaza las ropas; coloquelo en el patio, en un rincón. Ya no podía sostenerse… Se quejaba; quejas y quejas hasta que… ¡Amaneció allí muerto, tieso!
Hoy vino Ripol, el monje enviado por Él, y Manuelito también sintió felicidad y lo recibió: subiose a su taburete en el comedor, y luego lo encontramos en mi silla, fuera…
He orado mucho y la respuesta que oigo es de Pablo de Tarso: «La naturaleza toda, angustiada, espera la segunda venida del Hijo de Dios» (57).
¡Bendito sea Balmes (58), el santico español, que les reservó un cielo a los animales! ¡Qué desde allí nos acompañe en nuestro trajinar, el Manuelito!
¡Bendito también en esta noche Teilhard de Chardin (59), el francés para quien el muñeco de barro que hizo Jehová para infundirle su soplo es toda la filogenia, todos los animalillos y animalones, incluso en estos el homo sapiens, pues éste es apenas un puente para el Divino Niño de Belén! Y por sobre todos, y todos en Él, bendito nuestro Señor y Rey, Jesucristo, que entró a su Reino montado en el burrito (y detrás la burra madre), mientras nosotros los pequeños (Ripol y yo estábamos allí; éramos Zaqueo) (60) gritábamos: «¡Hosanna al Hijo de David!». ¿Y quién nos enseñó que El Padre viste a los lirios y da mantenencia a los animales que no siembran ni tienen gallineros yanquis encerrados?… «Y ni Salomón en su vanagloria se vistió como ellos».
Pero… ¡qué triste que estoy con Manuelito allí, en el patio, tieso, inanimado!
«Así estarás tú también, tu forma estará así, pues eres hoy un puente al Hijo de Dios». Tal fue la respuesta.
¡Dame entonces el ojo que ve! ¡Ese que en toda mujer ve a la Virgen Madre del Divino Niño; en todo nacimiento ve Su Nacimiento y en toda muerte ve Su Resurrección! ¡Ven, Cristo! Ven como el relámpago que alumbra en occidente y en oriente a un mismo tiempo… «Y donde estén los cadáveres estarán las águilas»… ¡Ven en tu burrito intuición, burrita-relámpago!
II
19 Sept. 63
Están en mí, formando mi atmósfera, en esta mañanita lloviznada, llorosa, la visita del padre Ripol y la breve agonía de Manuelito.
El padre Ripol es hoy el Niño de Belén, el manejador de los pañales del niño, que son la hostia y el vino, el buey y la mula, la paja y el establo y tres magos de Oriente inclinados ante el Niño, o sea, la India, Caldea y Persia adorando al que siempre buscaron y que encontraron por una Estrella que los guió y que es el Niño de antes, de ayer y de hoy y de después y de siempre jamás, la eterna niñez… La Juventud perpetua que siempre ha estado naciendo en el pesebre de la verdad… Y ¿qué es la verdad? Es la puerta sin alas; es el orgullo de ser pesebre del Niño y bailar y cantar ante Él, como el rey David, descalzo ante el Arca… (61) «Y Michol, su mujer, la hija de Saúl, hizo burla de él desde el balcón, porque iba descalzo y saltarín, “ebrio” como los pequeños…». La verdad es confesarse, abrirse como puerta sin alas, como pañales del Divino Niño, que en ellos se quedó, proporcionándose a nosotros, para que nos nutriéramos de Él, de Juventud Eterna…
¡Entro al Dios que alegra mi juventud!
Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat juventutem meam (62).
* * *
Ayer me trajo el monje Ripol, uno que está con el Señor, la bellísima fotografía en que está elevando a los cielos los pañales del Divino Niño, hecha para recordar el 1 de Sept. de 1958 en que se cumplían 25 años de su oficio de «¡Haced esto en recuerdo mío! ¡Comed mi carne y bebed mi sangre!».
Pero ¡qué zangoloteado entre tiempo y eternidad que me tiene la visita de mi padre y amigo, su carta, su retrato de sacrificador nuevo y la muerte de Manuelito, mi gato! ¡Qué agridulce estoy!
Lo puse Manuelito, porque siempre deseé llamar a un hijo Emanuel (63) y no me dejaron, y porque este gato siempre me hablaba de Dios. La gente creerá que fue sentimentalismo y que tierra, cielos, piedras, plantas, animales, no hablan, y resulta que siempre están hablando de Dios más bellamente que los racionales; estos son proposiciones verbales, monedas falsas, ídolos muertos, dioses que acaban por ser; por eso, los racionales son, casi siempre, idólatras, idolatría de la letra, de la ley, de los reglamentos o reglas.
«Cristo nos libertó de la ley», dice Pablo de Tarso; «los cristianos hacemos las obras de la ley porque Cristo vive en nosotros» (64), y agrega que todo aquél en quien no viva La Verdad (Cristo) es un esclavo de la ley. «La verdad —no la ley— os hará libres». Los cristianos, al vivir Cristo en nosotros, y en tanto cuanto viva en nosotros, somos La Vida y hacemos las obras de La Verdad, que siempre son amor… Ese es nuestro orgullo. Y nuestra humildad es: no vivo yo; yo soy nada; vive Cristo en mí; en mi nada está crucificada la Inteligencia, y nadie acuñará otra imagen en esa nada. Por eso: «Mis ovejas conocen mi voz y me siguen; yo soy El Pastor» (65). En cuanto Cristo viva en mí yo no soy cadáver ni nunca seré cadáver: conozco Su Voz; no obedeceré como cadáver; no seré bordón de hombre ninguno en cuanto conozco Su Voz… Pero en cuanto soy cruz o ausencia en que está crucificada la Inteligencia, o mi Señor Jesucristo, martillad, golpead, que me dais en la yema del gusto, pues… «resucitó de entre los cadáveres y está a la diestra del Padre».
* * *
Entonces ¿qué le hace que haya muerto el Manuelito? El Señor es eterno y era su dueño; Manuelito es, pues, propiedad eterna; vive en el Señor como eterna propiedad… Y a ti, ¿qué? ¿Eres tú el dueño? ¿Dueño del gato? ¡Te duele, porque consolaba tu temporalidad, afeminada, vanidosa que eres! ¡Sigues queriendo eternizar tu ausencia espacio-temporal, ser otro Dios!… ¿No fue eso mismo lo que quisiste en El Paraíso? ¿Estás triste porque tu mundo del bien y del mal no es eterno? ¿No recuerdas lo que dije a Pedro cuando estuvo celoso porque Juan se fue detrás de nosotros? «¿Y a ti qué, si yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva?» (66). Se quedó así, o sea, detrás de mí nada más. Juan (el Amor) así ha quedado en los antiguos padres orientales, en Dionisio (67), en Oriente, y los celos de Pedro se perpetuaron con la filosofía racionalista de Aristóteles-Tomás (68) de definiciones, proposiciones… y ¿quién me alindera? ¿Con qué alambre de púas me alinderan? ¿Dónde estaban antes del óvulo?
¡No contiendas con esta ausencia, Señor! Gracias te doy, Padre, porque a un moco envigadeño al que se le murió su gato le has permitido oír un algo de la música de tus espaldas. ¡Las nadas, los pequeños, son tu morada! ¡Manuelito era Tuyo y es Tuyo y será Tuyo, y sólo mi orgullo satánico me daba esa vivencia de mi gato!…
Y en tal instante, como las palabras del Señor son sustanciales —no suenan, pero son—, desapareció la presencia de mi gato, y la tristeza, pues el espíritu del bien y del mal siempre es homicida desde el principio, y quedó sola la visita de mi monje Ripol, su retrato de cuando eleva los pañales de Cristo (la Hostia y el Cáliz) y su carta honda de por allá en donde no hay nacer y morir… ¡Carta atemporal!
III
Así fue, padre mío de Ripol, como yo fui obediente y humilde, pero con el infinito orgullo de que llamo a La Verdad para que habite en mi nada. «Incidentes pequeños», dirán. ¡La muerte de un infeliz gato! Si Él está en un infeliz gato de una casita envigadeña y desde él nos habla sustancialmente (saber es ser), ¿cómo lo llaman incidente pequeño? Y si ante las pirámides conquistadas, Napoleón es vanidad, ¿cómo llamar a eso incidente grandioso? Poseído de este Espíritu Santo de no verlo sino a Él, fue como le contesté a un hermano de las Escuelas Cristianas, que por mal quería hacerme bajar de la acera de la calle Junín: «Bájese usted, hermanito, que yo también soy hermano cristiano…».
¡Quiten gatos!… ¡Mueran las aves mías, el cardenal y las silgas, los afrecheros y los cucaracheros; séquense los naranjos, algarrobos, guayacanes y pisquines, cedros y mangos; caigan dientes y cabello; tambaleen los dos ojos; enfríese y entiésese el cuerpo…! ¡Seré obediente como el agua…! Pero, al Señor en mí.
«El Señor será tu Dios y no tendrás otro dios, y lo amarás con todas tus fuerzas, con todo tu corazón y con todas tus entrañas»: si comes, come con Él; si fumas, fuma con Él; si te aíras, aírate con Él presente y, si mueres, muere con Él, porque «el que está conmigo y me guarda, no conocerá muerte». «Ni cielo, ni infiernos, ni ángeles, ni dominaciones, ni superiores, ni padres, ni hijos me apartarán del Cristo (La Intimidad)» (69).
Nunca mentiré. Dios es dios vivo. Los otros dioses son de letras, o de madera, o de barro o piedras. Todo vanidad. Nada se excluye: todo vanidad, menos La Verdad Viva. Los existentes existimos en ella; en tal sentido decimos que Dios existe. Él es… «Esta vida» es Suya, pero está crucificada en el orgullo satánico, la vanidad. Así «este mundo» es del diablo, del rey de este mundo, del vano, del homicida desde el principio. Dramas entre Cristo y el rey de este mundo somos nosotros. «Esta vida» es eso… Pero no temáis: «Yo he vencido a la Muerte».
«Este mundo» y «esta vida» son incomprensibles sin la Perturbación Original: todo sucede como perturbación original. El espacio-tiempo, el yo y los otros son la perturbación original: el echar la culpa, el esconderse tras «otro» es la perturbación original. Yo. Yo mismo soy la perturbación original, y Cristo (la verdad) me redime… Así, la intuición percibe la perturbación original, pero los dos ojos y el razonar con proporciones formales no ven sino las cadenas, la necesidad, la lógica. «Yo no soy responsable; fue mi padre, fue el pasado». A eso conduce la razón, ese medio de escalera o espacio-temporal. A la irresponsabilidad, a la esclavitud, al disculparse de Adán y Eva en el Paraíso. Yo fui. Yo soy. Yo soy el hideputa, pero ¡Cristo me redime! Tal es el cristianismo, y cuando El Concilio cante ese canto penitencial, todo lindero habrá cesado. ¡Bendito mil veces Juan XXIII!
El mal de ahora es que, por las muchas «ciencias», el hombre general se vive como esclavo, como irresponsable, como efecto. Y realmente, intuitivamente, el hombre es eternidad en temporalidad; es libertad en cadenas. Eso no lo pueden ver los razonadores, porque todo razonamiento se fundamenta en la necesidad lógica o espacio-temporal. Eso lo ve la intuición u ojo de la Inteligencia. Cristo es la atemporalidad, la Libertad, El Libertador de los hombres.
En éstas iba, escribiendo para el querido monje enviado a desembizcarme, cuando Berenguela (70), que es mi abad (abba, padre) (71), dijo que Regina (72), la trágica, y Mabel Escobar, penetrante como carisma, vendrían a las 3 p.m. para llevarnos a La Cabaña.
Y ya en La Cabaña, gran mangada con piedras y casona antigua, señorial, de corredores y patios, por donde pasean espectros de antiguas señoritas de falda, cinturón y blusas, caderas y pechos separados por cintura virginal, o sea, ésile en italiano (ésiles son la cintura de la avispa y el pedúnculo de los lirios)… En fin, casona señorial, de cuando había señores… Y un mangal, detrás, entre tapias (ya no hay tapias… Tapia, tapial, ahujales, cucaracheros, bardas… «En las tapias de antaño no hay pájaros hogaño»…) ¡Qué mangos! ¡Árbol hindú, de los yoguis! ¡Árbol de Brama o El Señor! Y sobre todo, ése, en el patio de atrás…, ¡es Uni-ver-si-dad! Me pareció ver allí a Ananías, el desembizcador de Pablo de Tarso… En ese mango estaba casi patente el Señor, más cerca de uno que uno mismo. Sí, sí; ¡el Señor es La Intimidad, el entendiendo, la Inteligencia en nosotros!
Y Mabel-carisma se fue apareciendo con unas copitas pandas, inmateriales, sin resistencia a la luz, todas apertura, y en ella una bebidita (que hoy llaman cocktail estos híbridos o monos que pueblan el continente triangular). Pero, ¡qué bebidita! Caliente, con tibieza vital, y muy poca, porque Mabel sabe que «esencia del placer es la brevedad». Y resolvimos bautizar eso con el nombre de Sulamita, bebida Sulamita, porque si los hijos de David la hubiesen conocido, habrían calentado al viejo penitente con ella y no con la más hermosa doncella de Judá… Pero… ¡bienaventurados los padres antiguos porque no conocieron la juventud y la virginidad artificiales, sino la eterna juventud viva!…
No ve, padre mío de Ripol, que sí es verdad lo que le dije en mi visita, que los amantes de Cristo a veces somos hasta muy indecentes en el lenguaje… ¡Como no tenemos otro! ¡Como somos «juncos sembrados en el humus y que se elevan» para echar la florecita!
En fin, luego de un café delicioso, servido por Regina, la mujer que tiene modos de Betania (73) (¿cuándo se volverá a dialogar y comer como en Betania, en casa de Lázaro?), leímos El Espejo, cuento de Mabel, que trata de espejo, retrato, esconderse, y… tener miedo del escondido. La primera palabra es espejo y la proposición final es «Ella nunca fue a reclamar su retrato». Rimbomban desde entonces en el ámbito de la casona los inteligibles espejo, retrato, miedo, escondido, vestirse, desvestirse, cubrirse con hojas de parra. Y allá deben estar danzando con las señoritas espectros de cinturas de avispa y caderas prietas bajo las telas antiguas.
— o o o —
Mayéutica o el monje Ripol (74)
Estábamos en el corredor de enfrente, sentados en intimidad, bajo los gualandayes de flores azules…, y nos contaron un cuento test o piedra de toque y despertador de las conciencias de los hombres que les había enseñado a ellas el padre Ripol… (¡Vea, pues, como el rumoreante río de Ripol se me enredó como hilo madre en mi vivir desde el 29 de agosto de 1963 en que vino a desembizcarme!..: yo estaba tendido en la camita llamada La Derecha sin poder ver sino sombras (Pablo y Ananías en calle La Derecha en Damasco) (75).
Y está tan enredado providencialmente en mí, que ese cuento resultó una sinfonía, ya clarísima, acerca de lo que yo venía siendo, acerca de responsabilidad, acerca de yo soy el pecado original y todo echar la culpa a «otro» es repetir el pecado original, que es el pecado de esconderse ante El Señor. No Mentirás.
El cuento reza, según Regina y Mabel:
Emilia vivía con su marido Pedro a orillas de un río caudaloso: ella se casó con él, porque era rico, pero al que amaba era al pobre Juan que habitaba al otro lado del río.
Toda la fincona de la derecha del río era del Pedro, ocupada por huerto que vigilaba un guardabosque, con la orden de Pedro de matar al que allí entrara después de las seis de la tarde.
Un barquero pasaba a la gente de una orilla a la otra y de eso vivía.
Abajo del paso de la barca habitaba un ermitaño.
Emilia amaba, amaba sólo a Juan. Fue a consultarle al ermitaño… ¿Remordimiento?…
El ermitaño nada respondió; no vio Camino…
Y Pedro se fue a largo viaje y la Emilia fue a ajuntarse con el Juan, y el día en que había de retornar el marido quiso ir a esperarlo, pero el barquero no la pasó, porque no tenía con qué pagarle; fue donde Juan por el dinero y no se lo quiso dar… Recordó que abajo había un puente y fue a pasar el río por allá; era lejos y dieron las seis de la tarde y cruzó el río ya anochecido y… el guardabosque la mató.
Pregunta
¿Quién es responsable del homicidio?
Mayéutica (76) o arte de partear el espíritu.
Este cuento del Padre Ripol es el despertador de la conciencia, pensé y dije, y nos servirá para fundar aquí bajo el Mango de Brama el monasterio o abadía despertadora de la conciencia:
Ejercicios de por vida, así:
Durante muchos días (noviciado), diariamente El Abad contará el cuento lentamente…
Y durante muchos años los ejercitantes o monjes, diariamente responderán a:
¿Quién es el responsable del homicidio?
A las respuestas, escritas y firmadas, luego de meditación, se las enumera Número 1.
A las respuestas del segundo día, Número 2.
Y así, sucesivamente.
Nota: Los ejercitantes no se comunicarán entre sí. Se trata de que paran cada uno su espíritu, no el ajeno.
En el primer día, el partero o abad, con voz lenta, monótona, dirá solamente: ¿Quién es el responsable de este homicidio?
Y el abad nunca invalidará las respuestas, porque él es partero. Si pretende imponer su parto, quiere tener rebaño suyo y no al Cristo, que es Dios en Nosotros.
En cada uno de los días siguientes al primero, la pregunta la formulará así:
¿Cómo ven hoy en sus intimidades la responsabilidad por este homicidio?
El tiempo no cuenta sino el iluminarse de la conciencia. Se llamará monje grave, listo para manejar los pañales del Divino Niño (Comed mi carne y bebed mi sangre) al ejercitante o monje que de repente, en cierto crepúsculo que parezca aurora, grite, como un loquito:
«¡Yo la maté! ¡Yo soy el pecado original! ¡Yo soy El Hombre!».
La prueba, si la luz hay que iluminarla, es que El Guardabosques la mató por haber obedecido como un cadáver y se disculpa con «el otro», el ordenador. Y el Ordenador la mató por vivirse a sí mismo como dueño del huerto y como Dios del guardabosque; Emilia se mató por estar amancebada con su pseudo-marido: no les unió Dios a Pedro y a Emilia, sino la ambición de riqueza; y Juan la mató porque tenía a Emilia como su dios; ese amor era la medida de su yo, y la medida del yo es Dios; el Ermitaño la mató por no haber hecho patente el primer mandamiento: Amarás al Señor con todo tu corazón y todas tus entrañas, y el Barquero la mató porque vivía para la paga y la vida es para el Señor y en el Señor.
Y yo la maté porque soy el pecado original: soy ambicioso o poseído por las cosas, por mis cosas; me creo dueño y abad (el abad es Dios en mí); los existentes me poseen, a lo cual llamamos amos; me creo sabio y juzgo, sin conocer a Dios. O sea, ambición y egoísmo viven en nosotros, en cadena, desde la salida del paraíso, y viven en Pedro, en Juan, en el ermitaño, etc. Yo maté a Emilia. Por eso Gandhi ayunaba días y días por los pecados que la gente llama ajenos, y si Gandhi no ayunaba por eso, entonces Gandhi no es el Gandhi mío. El hombre es un esclavo espacio-temporal, de la vanidad o ausencia, del vano, que «es homicida desde el principio». ¡El Libertador es El Hijo del Carpintero e Hijo de Dios, aquel joven judío que murió en La Cruz!… y ¡re-sucitó!…
Despedida
Con su cuento, padre Ripol, usted acabó de partear a «este viejito» que habita y está pariendo hace 68 años en los aledaños de la quebrada La Zúñiga.
Y con su carta última, acerca del Divino Niño que está en este mundo entre todos sus pañales, resucitando en cuerpo glorioso, glorificando carne y sangre y humus y gaticos y lombrices…, usted procedió con el que ha de nacer como los sabios parteros con el feto que es muy cabezón y al que le dan una vueltecita…, lo hacen girar y ¡pum!…, ¡nació, dio un gritico y se pegó a los pechos de su madre!
¡Cuántas hijas tiene usted! (77) ¡Yo no lo sabía! No sabía de la Mabel y la Regina. Le pido el favor de copiarme aquello que escribió la Inés flautista, en que dice que… eso es como si le hubiera aparecido una vida en las entrañas, un algo que puede amar al ladrón, al bandido, etc… Pues yo creo que los teólogos oficiales, los de las proposiciones y alambrados o definiciones, a quienes no quiero leer, pero a quienes creo, porque no los escucho, llaman a eso inhabitación del Espíritu Santo… ¡Cópieme eso, por favor, porque la Inesita tiene el mal sagrado, Dios con nosotros!
De esto sabía mucho más de lo que suponemos aquel bendito señor que en Marialaach le decía al joven Ripol, mirándolo a la Intimidad: «¡Usted sí tiene fe! Váyase tranquilo». Y usted salió y se sintió grave, desde entonces, grave del Señor por siempre jamás. Pero fue que usted le dijo al dulce viejo ojiazul: «¿A mí qué la fe de San Pablo y de Santo Tomás? ¡Yo necesito una fe mía, viva, que sea yo! ¡No de razonamientos, de premisas y conclusiones, que esa es de cualquier Heidegger!». Y el dulce viejo, Ananías alemán, mirólo y dijo: «Usted tiene fe». Sucedió, entonces, en Marialaach, eso que llaman carisma, y con eso usted es un partero-brujo.
El «viejito» Etza-Ambusha, que es llamado Fernando González. Etza-Ambusha o Lucas de Ochoa o el Padrecito Elías, pero ahora soy Etza-Ambusha o El que lo espera. Somos los que estamos atisbando en Oriente y en Occidente en su relámpago-burrito (78).
Etza
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Ojo redondo en el arso leño
Envigado, «Otraparte», sep. 27 de 1963
Al amadísimo Dom Andrés María Ripol, hijo de Benedictus,
Gregorio Magno (79) y Gertrudis (80), patrona de Envigado.
El monasterio Santa María en quebrada La Zúñiga.
Pero ¡qué visita la de antier!… Cuando llegó su amigo por el ventanal de la sala, estábamos a la mesa y tardé como un minuto en darme cuenta de su llegada y entender lo que sucedía… E idos ustedes, no sabía si yo los había atendido bien en la mesa; si usted había disfrutado del té, etc., y fui, preocupado, a la cocina:
¡Ángela! ¿El padre Ripol sí tomó el té y comió las cositas esas?…
¡Sí, señor! El padre tomó todo el té y yo llevé seis «cositas», y luego no levanté sino dos…
Y no pude saber cuántas había comido usted, porque no sabía cuántas me había comido yo… ¡Y tal fue la visita! Él, emparedado en nuestra ausencia. Pero ¡qué bueno que se comería en Betania! Tan bueno, que ni sabían que habían «comido», porque la comida toda era La Presencia. Ahora sí veo clarísimo aquello de: «¡Muchos cuidados tienes, Marta! Ella escogió la mejor parte, que jamás le será quitada». ¡Clarísimo! ¡Es que la gente es muy bruta! ¡La Presencia! Él es La Vida, El Caminante y El Camino, La Comida y El Comedor.
Recordé, entonces, unos versitos que le hice un día de mucha «locura» al «cadáver» que descendieron José y el Nicodemus:
¡Leve cadáver en insomne vida!
Ojo redondo en el arso leño
¿Quién distinguir puede
al Cristo de su Cruz glorificada?
* * *
Y como su amigo que llegó por el ventanal dijo algo muy a propósito de «las comidas» de Él cuando vino por aquí en forma de Hijo del Hombre, y luego resultó que venía acompañado nada menos que por el hermano Garrigou-Lagrange (81), pues se incendió todo esto y ya estábamos «inaguantables» y yo sentía como si fuera a morir de no sé qué y me dio un como miedo, y vi a Pedro en pelota, pero todavía no bien en pelota, en la barca, que le grita a La Presencia, asustado: «¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!» (82).
Y lo dije allí mismo, porque lo veíamos los tres, y eso «nos salvó», pues de lo contrario usted habría llegado tarde a la Abadía o hubiera llegado el arso leño, que es lo que la gente llama cadáver.
* * *
Idos ustedes, me fui a un rincón y compuse esta conversación (oración):
«No me lleves todavía, que todavía sé cuándo estoy desnudo y cuándo vestido; todavía me da pena estar desnudo o ser nada; no me lleves aún, porque sería aborto, y el feto lo tendrías que poner en incubadora, que es a lo que la gente llama purgatorio o infierno; déjame nacer a tiempo, cuando el cadáver casi no se distinga de mí; cuando haya glorificado contigo mi cadáver, y ya no sea puto cadáver. ¡Acércateme, poco a poco, porque aún Te tengo miedo, como Pedro, el cabezón y temeroso de la cocinera! ¡Acuérdate que mi patrono es Pedro, patrono de los cobardes! Soy cobarde hasta el tuétano».
Al ratico le hice esta oración a Pedro:
«¡Ven, que te tengo por padre mío! Dile que a mí también me venga a ayudar, como a ti, y que en la agonía me dé su Presencia para gritar: “¡Crucifícame bocabajo, porque sé que entre Él y yo hay el Infinito!” (83). ¡Qué bellísima muerte Te dio!; llegaste a vivir lo que vivió tu contemporáneo, y compatriota de Ripol, Séneca (84): Amoris vulnus idem qui facit sanat (85).
* * *
En estas oraciones íbamos juntos usted, su amigo, y yo, todas sus hijas, todos, todos, porque todos somos hijos del Divino Niño, espíritu del Padre, que nos engendró en espíritu. Sí, porque allá, en el Paraíso se engendraba en espíritu, y se engendra, y el pecado original fue esta putería que describió Ovidio así: Post coitum, homo animal tristis (86).
* * *
Bueno, pero veo con el ojo simple que en lo anterior hay un enredito, un caminito torcido, y es que a La Presencia no se le tiene miedo; que eso lo expresé mal; que lo que digo o quise decir, es que es un miedo terrible de uno mismo, de estar revoloteando al Sol con alas de murciélago o de pichón aún no emplumado. Es el miedo que siempre acompaña a la impaciencia amorosa. La angustia de la Perturbación Original que somos.
¡Este parrafito anterior sí me quedó bien! ¡No es mío, pues! Casi, casi que no lo pensé, sino que lo fui. ¡Es como Tuyo!
* * *
(Y voy a llevarle ya esto; me quedo escribiendo la continuación para llevarla después, y que trata de la carta de Alejo, que es como pedrada en ojo de boticario, pues dice: poco a poco, no sean impacientes y nos da la receta para que no seamos mariposas quemadas en la llama, y es las merendiñas (¿el algo?) (87); interesarse por los sucesos del día, etc., y dice algo soberbio, cuando en casa o abadía aparece «la mujeruca» con sus celos, etc. Y de las otras cartas, tan llenas de angustia, de Amor, y del Divino Niño maltratado). Es porque las cartas, mientras haya Presencia, las voy a dividir, para llenar los días con la presencia del amigo paradisíaco.
En el nombre de Aquel Hijo del Padre, suyo siempre jamás,
Etza-Ambusha
— o o o —
¡Cava hondo, cava hondo!
27 y 28 Sept. 1963
A dom Andrés Ma. Ripol, OSB
Acabo de llegar de allá, de llevar las dos primeras hojas de esta carta, en que trato de su última visita, en que casi lo vimos, al que estamos atisbando, y que a mí me dio miedo y viví aquello tan nuestro de Pedro (como todo Pedro íntegro): «¡Apártate de nosotros, Señor, que somos hombres pecadores!» (88) . Excúseme el miedo, que usted no lo tuvo, pero recuerde que somos juntos los que tenemos que verlo; ese es contrato tácito entre los de esta hermandad de cavadores. Le propongo a usted que en este bregar adoptemos el lema nietzcheano (89) de:
«¡Cava hondo, cava hondo!
Deja que los oscurantistas digan
que debajo está el infierno».
Eso de que sea Nietzsche el autor de nuestro lema no nos asusta, porque todo filósofo busca La Verdad; todos son cristianos, los unos con menos ausencia que los otros, pero buscan La Presencia, y Ésta «fue sepultada; descendió a los infiernos; resucitó luego en cuerpo glorificado», etc. Y una vez dijo: «Yo tengo otros rebaños». Es la «mujeruca», la celosa (90), la que le dice a don Alejo: «Y si fuera yo la enferma, ¿sí estarías tan triste como por tu hermano?»… Cristo es el verdadero comunismo, así: cuando «todos», todos Lo vean, ahí mismo seremos uno solo con Él, sin dejar de ser cada uno yo, yo, yo. Esa es la grandísima novedad que Él nos enseñó cuando hace dos mil años se metió en este espacio-tiempo; hasta entonces teníamos El Nirvana, un ciego desaparecer en Él. Hace poco murió un íntimo mío a quien le hablaba y le hablaba de Él y se enamoró, pero llegó apenas a ese reintegrarse al todo; apenas murió, me di a comulgar con Él y el amigo, como presente, y tuve un como saber que él sabía muy bien, un saber que es ser, que no se había re-in-tegrado, sino que su yo era infinitamente rico; algo así…
Y Nietzsche fue uno de los que más han amado a Jesucristo: lo envidiaba, que es una de las últimas fases para llegar al amor perfecto. No se envidia sino el bien, y se envidia hasta que uno vive esa oscuridad de «otro», que «otro» posee el bien. Un pasito más y Cristo vive en mí; no es otro, es mi verdadero yo: y ya no envidia, sino que ama: ¡Nació el Divino Niño en el pesebre!
Nietzsche, una mañanita en Turín, enloqueció de envidia del Cristo y escribió su última carta a unos amigos, carta loca, y la firmó así: El Crucificado.
Y diez años de demencia en un sanatorio; y en sus últimos días hizo colocar a la cabecera de su cama una madona y pasaba las noches orando (blasfemando dicen los brutos) así:
«¡Acórreme, Madre! ¡Yo soy Dionisius, que se destruye a sí mismo! ¡Yo maté todos los dioses y ahora quiero destruirme a mí mismo! No, Madre, ¡no me entregaré a otro! ¡No me entregaré a aquel joven judío, hijo del carpintero, que murió en la cruz!».
¡Palabras textuales suyas! ¿Ha visto usted, padre Ripol, a alguien que amara tanto a Jesucristo? No le faltó sino el pasito, ese pasito milagroso y que viene por Gracia, de vivir que Cristo no es otro; que es nuestra Intimidad. Y como es de Gracia que uno se da, no es un do ut des (91), un concordato, pues estoy humanamente y por Fe segurísimo de que ese mi maestro de la niñez (92) está en compañía del Señor, y diariamente digo: «¡Espérame allá, Superhombre, hombre de la flecha refulgente del anhelo humano!». Y al Señor le digo: Acércalo a Ti, Señor, porque él me acercó a Ti. Nadie te ha envidiado tanto en la Tierra como él. Hasta que supe de él, no le faltaba sino eso de que Tú no eres «otro» y «nada niegas a los que te buscan». Y eso de que no eres otro, sino nuestra Intimidad, eso tan grande, sólo Tú puedes darlo de Gracia al que se desnude de sí mismo… Y como Pedro, en la barca, en aquella mañanita primaveral, no estaba completamente desnudo, sino de calzoncillos, creo que arremangados, pues estaba pescando. Le dijo, aterrado: «Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador» (pleonasmo).
Sí, ¡cava hondo, cava hondo!
Pues en aquel libro de Enoch (93), perdido, pero del cual traen citas los padres antiguos; Santiago, el hermano del Señor, entre ellos; y en aquel pasaje de su Carta en que nos dice que el Arcángel estaba disputando con Luzbel al lado del cadáver de Moisés, si lo descendía del monte o si lo hacían desaparecer, y el Arcángel, en un momento de hervor, le dijo al otro:
«¡Repréndate el Señor, pues yo no puedo maldecirte, porque también eres criatura!»…
Y el Credo, tomándolo de la Carta de Pedro (94), reza: «…fue sepultado; descendió a los infiernos y resucitó al tercer día»… y Él nos había dicho: «…porque tengo otros rebaños»…
¡Cavemos, pues, hondo, atisbando, no revoloteando con alas de murciélago, es decir, con nuestra ciencia mental, ciencia cocineril, de premisas, espacio-temporal! ¿Cómo es, entonces? Así:
¡Háblame Tú, que eres Dios Vivo! ¡No me hablen los hombres ni los libros, ni nadie ni nada, sino Tú en ellos! ¡Dame de tu Ojo Simple! Que yo no invalide a nadie, porque tú estás por esencia, presencia y potencia en todas partes; estas «partes» son las ausencias que ocultan tu presencia. Te buscaré en cielo, infierno, «bondades» y «maldades» y no Te veré sino a Ti. Cavando hondo, con el Ojo que Ve, ¡y que los oscurantistas o ausencias digan que debajo está el infierno! ¡Dejémosles decir sus cantaletas!
El que desprecia las cocineras no sabe que en ellas está Cristo; el que insulta al que mató, al homicida, ignora que homicida y homicidado son la Perturbación Original en que está el Divino Niño; que homicida y homicidado son uno solo, el pecado original: un solo inteligible. Etc. Y ¡Tú eres el Médico! ¡Sólo Tú en nosotros eres la medicina de homicida y homicidado! Tú eres El Redentor del universo mundo.
* * *
Mi hijo Ramiro (95) (hoy en compañía del Señor) y que es mi padre (¿Qué es este absurdo humano de que mi hijo Ramiro es mi padre? ¡Sencillísimo! Que desde «su muerte», me engendró. Es así: yo soy el papá u ocasión de que apareciera por aquí; y apenas «nació», él fue el papá u ocasión de que yo fuera naciendo por allá. Esto quiere decir muy claramente que sólo hay un Padre, que está en los Cielos. Y lo mismo es Maestro. Que sólo es Maestro el Señor Jesucristo, y nosotros somos maestros de escuela en cuanto Él viva en nosotros, y en cuanto no, somos hideputas con cepillo de dientes en el bolsillo del corazón).
Perdone la digresión tan larga, y sigo con el cuento: mi hijo y padre, el médico Ramiro, cuando moría, me pidió su Cristo y durante días les decía a los médicos: ¡Este es el Médico! Y no pedía «vida» de este mundo, pues al padre Uribe (el que acaban de designar para obispo de Cartagena y que le ofreció venir a oficiar la Misa), le respondía: «¡Sí, pero misa terapéutica, no!». Quiso decir esto: Él es El Médico: la vida que da no es «esta vida».
Toda esta historia de hace 16 años es a propósito de su carta a don Tulio, a propósito de la muerte de su hijo Ricardo (96).
Esta carta la escribió Cristo en cuanto vive en Ud. Es medicina y es mayéutica. Pasa a La Eternidad al papá y al hijo y ambos ven si atisban. Usted no invalida al hijo, como hacen los que echan la culpa. La primera y esencial actividad o espacio-temporalización de la Perturbación Original es echar la culpa a otro; llamar raca (97) al hermano, para olvidar que somos raca; echar la culpa, erigirnos en buenos, en dioses, juzgadores y vengadores. La Prensa, izquierdistas, derechistas, sacerdotes, gobierno, ejército, toda Colombia y el mundo están echando toda la culpa a Ricardo, al rico, al pobre, a éste o aquél y se deleitan en parlamentar para eso del do ut des. El padre García Herreros echa la culpa a los que no le dan para su barrio, sus pobres, su minuto de Dios. Pobre es el que no tiene Intimidad. Hay «ricos» pobrísimos, dignísimos de compasión, y hay «pobres» riquísimos. ¿Repartir las patatas; que el reparto de las patatas es El Reino de Dios? Esa es la tesis marxista.
—Yo comí una comida que vosotros no sabéis…
Eso fue en el Pozo de Sicar (98). Ese Pozo es igual a Betania. Vayamos, Dom Andrés, a ver ese pozo, a La Samaritana. Oh, Señor, envíame a La Samaritana para que caliente «mi vejez». ¡Qué linda, qué hermosa, que me está matando de calor vital! ¡Mejores son tus tetas que los odres de La Rioja!
* * *
La carta de don Alejo, «Alejillo» o el ángel que nos dice a Ripol y a mí: «¡Sed prudentes! ¡No revoloteéis con alas de murciélago! Cuidado os quemáis las alas en la Llama. La receta es: las «merendiñas», que son la mejor comida del día: estar atento a los sucesos de la ciudad y el mundo; ocupar el tiempo útilmente y alguna hora o dos en buenas lecturas, etc…
Pues eso, precisamente, necesitaba yo desde que me dio ese miedo y grité: «¡Apártate, Señor!».
Desde esta carta, don Alejo, «Alejillo», abogado en Barcelona, la ciudad de Barco y de Aníbal, es una de mis presencias favoritas en esta pobladísima Otraparte.
¡Cómo no! Nosotros dos, que somos de la hermandad de los espasmos oculares, necesitamos ese ángel que dice: «¡Cuidado, chicos, que os vais a caer de ahí!».
Aquí suspendo por ahora, pues sigue la carta de Martica de Risaralda, que me tiene ebrio en la mañanita, pues trata del tuétano de todo. «¡Enséñeme a amar!». «¡Padre, enséñeme a amar!» y anoche me enseñó uno venido de muy lejos, un gran partero, el método único para que nos nazca el amor o «sepamos amar». ¡Qué bueno, pero qué bueno es El Arte de Amar, el Ars Amandi que me enseñó ese visitante! Por favor, esté allá en el monasterio muy atisbador y abierto como puerta desparramada, pues el visitante me dijo: «¡Oigan, pues! ¡Cómanse este libro y profeticen!». Y lo dijo en plural, para Ud. y yo. En la carta que irá el martes por la tarde o al mediodía, transcribiré lo que un visitante me hizo comer: Ars Amandi.
Suyo más que siempre jamás,
Etza-Ambusha de los Ríos desparramados y que arrastran culebrones y ninfas y dríadas y diablos y dioses, etc…
Ex-Fernando González Ochoa de la Rioja
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Scientiola Amoris
Octubre de 1963
Mi muy amado dom Andrés Ma. Ripol:
Continuación de la carta anterior, en que terminé invocando La Presencia (Cristo) para que nos mostrara la Ciencia del Amor. Y fue a propósito de la carta de Martica de Risaralda, en que se lee el grito de la humanidad toda: «¡Padre! ¡Enséñeme a amar!».
Scientiola Amoris (99)
Advertencia. ¡Altísima ciencia! ¡Dificilísima, por lo tanto! Camino áspero. Siendo El Amado la gracia, liviandad y ligereza mismas, el camino para llegar a Él es pesado, largo y lento, como filósofo alemán. No me culpéis que después, llegados a la sombra del Arbol Vitae, serán las delicias.
Axiomas
1. Todo existente es La Presencia en ausencias. En otras palabras: Dios (La Presencia) está por esencia, presencia y potencia en todas las criaturas. En otras palabras: La Presencia (Dios) es la que da vida a las criaturas. En otras palabras: «Somos, vivimos y nos movemos en Dios» (Pablo).
2. Las criaturas. Cada una ve a La Presencia a través de su ausencia. O sea: toda criatura tiene un dios, que es Dios en ausencia. O sea: Dios no se da sino cuando uno se muere todo, consumido por su fuego (el entendiendo). O sea: el entendiendo (Dios en nosotros, Dios en ausencias) es el camino para El Amado. O sea: delicia amorosa es la llama o el fuego que resulta del entendiendo. O sea, es el mismo entendiendo, en Llama. O sea, Padre, Hijo y Espíritu Santo son tres, pero son Uno… O sea: El Árbol, El fruto y el deleite del disfrute…
3. El dios de cada hombre es Dios en ausencia. O sea, cada hombre es del tamaño de su dios. Y el que llega al Árbol, es infinito como su Amado. Se hacen Uno: se poseen, que es el fin del camino duro y delicioso del Amor.
4. No maldecir al asesino, al amancebado, a nadie, porque son Dios en mucha ausencia, pero son Dios, pues sólo Dios da vida.
5. Toda criatura es cristiana, porque toda criatura es Dios en ausencia.
6. No hay convertidos, porque los más ausentes son Dios en ausencia. (Esos «convertidos» me huelen mal, porque ¿qué estaban viendo? Sospecho que es para tener mercado).
7. El buen amador a los que busca y ama con ansias es a los muy ausentes (Parábolas de Cristo al respecto). El buen amador desea con ansias de agónico que conozca más y más al Amado toda la creación ausente.
8. Hubo una perturbación original. Toda la creación veía al Amado cara a cara. Luego de la Perturbación comenzó «este mundo vano». Quedamos lejos, muy lejos, en lo vano, con dos ojos. Principió entonces el largo camino de retorno, porque había quedado en nosotros el entendiendo y el amor (el Cristo y el Espíritu de Verdad).
Supuesto
Llamo presencia, con minúscula, a la que cada existente tiene ahora, o sea, a Dios en la ausencia respectiva. A esas presencias las llamo también dioses, con minúscula. Y digo: cada existente en determinado momento es del tamaño de su dios. Su dios es su mundo.
Explicaciones
¿Qué ve como bueno el ambicioso? ¿Las riquezas, el oro y acciones de sociedades anónimas? Está en mucha ausencia, pero ama; tiene la dialéctica del entendiendo, padeciendo-entendiendo. ¡Que atisbe, que esté atento, abierto nada más, e irá por el camino del amor, y su dios se irá haciendo más Real cada vez!… Pero, mientras vivamos, todos somos idólatras… (Por eso se dijo «no tengo nombre» y luego Cristo enseñó a «Santificar su nombre», es decir, a Dios en nosotros, al dios que voy a ir siendo…; no hay contradicción). Pero los de Cristo tenemos Fe. ¿Qué es esto? La conciencia de que El Árbol está siempre más allá, más allá en donde no hay aquí ni allá, Fuera del Tiempo y Espacio… y… un poquito más, y se abre a raticos el Ojo Simple, y Él nos da a gustar un frutico del Árbol, que es infinitamente más nutricioso que la leche materna. Es La Real Leche Materna. Es algo así como aquel menjurjillo con que las abejas crían de un pichoncito común, una Reina. Por eso, en este arte amatorio se dice: «¡Mejores son tus pechos que el vino!». ¡Es la locura de la Cruz! Es ni el ojo vio ni el oído oyó… A San Pedro y a los del Zebedeo (100) les abrió el Ojo Simple en el Monte, y quedaron tan turulatos como nadie lo ha estado nunca jamás.
Gritico en el camino
¡Dame, Amor, el Ojo Simple y que muera! No me lleves sino con el Ojo Simple abierto, o sea que muriendo te vea, para gritar: ¡Muriendo y viviendo! Así como gritó aquel portugués agonizante en playa brasileña, que no sabía rezar y a quien el fraile le dijo: Coja este cirio y repita lo que yo diga… Y el moribundo lo hizo y gritaba: ¡Muriendo y aprendiendo!… ¡Tenlo en Tu Reino, porque no hay portugués bruto!
Tesis I
Todo existente ama.
Porque cada existente es su respectiva presencia, o sea, Dios en su ausencia, o sea, su presencia es su dios, y cada uno ama a su dios. Ex-is-ten-te igual dialéctico, o sea, es caminante por el camino del amor… hacia El Árbol Vitae.
Corolario
No invalidéis el dios de cada existente. Acicatead su entendiendo con el ejemplo, con la convivencia. No maldigáis a nadie. No excomulguéis a nadie, pues recordad a Jesucristo: «¡Ay de vosotros, fariseos, que tenéis la llave y ni entráis al Reino ni dejáis entrar a nadie!». ¡Es porque adoran la llave!
Suspendo ahora, pues Él me tiene todo «tembleque». Mañana continuaré. Ahora me voy para la orilla de la Ayurá, enamorado como loco. Estoy hecho una miseria humana. Pero encontré por la Ayurá El Pozo de Sicar, que es la Universidad de este Arte Amatorio. En la próxima le contaré.
Esto va a ser largo, este Ars Amandi o Codex Amoris, o lo que sea, pero estoy sospechando ya que Él me lo envió a Ud. con otros fines que yo no vi al principio (¿quién conoce sus caminos?). Estoy entreviendo que lo envió a usted a tiempo (oiga bien) con el fin de que nos apresuráramos por el camino duro del amor, para que nos muriéramos del todo en cuanto es Su Voluntad, o sea, para darnos el bachillerato o la aprobación de los preparatorios o algo por el estilo. Morir-vivir-muriendo-viviendo. ¿Qué será lo que pretende con nosotros? Pero ¡qué miedo tengo! ¡Yo todavía estoy vivito, está vivito aún aquel niño de calle con caño, calle envigadeña que moría en la mangada El Guáimaro! ¡Qué miedo! No me lleves «vivo» sino «muerto». O sea, ¡no me lleves sino muerto del todo! ¡Aquella niña del lago Como! ¡Aquella otra de Bilbao! (101) ¡Ay, ay, ay, ay mi queridísimo dominus Andrés!…
Mil abrazos desde mi Cueva de las Furias o remordimientos,
Ex-F.G. Etza-Ambusha
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Envigado
Tres octubre 1963 – Otraparte o Ningunaparte
Amadísimo dominus Andrés. Andresillo del río Ripol, o sea, creatura de Dios:
Con ese encabezamiento quiero decirle quién es usted para mí: es un recado o señal del que no se ve y que se hace ver. Con su visita de ayer entendí perfectamente, pues estábamos ahí sentados en el corredor, usted, Berenguela y yo, y éramos uno en Él; y yo siempre con el temor de que llegara gente, y llegó Ligia Molina… y los cuatro fuimos más uno solo en Él de lo que éramos los tres… y entendí: «Cuando os juntareis en mi nombre, ahí estaremos el Padre, el Hijo y La Llama»…
¡Cómo no! Si tenéis temor de que llegue gente, pues tendréis tu dios, mi dios, su dios; estaréis muy solos y alejados; y si recibiereis al prójimo, a todos, pues tendréis a vuestro Padre.
Este nuestro es muy importante, y por eso voy a ocuparme en ello, en larga digresión dentro de la Ciencia Amorosa.
Fue tres días antes de ayer, cuando principió a enseñarme esto de nuestro, en una aventura casera, que voy a contarle:
(Copiado de mis notas) 24 septiembre -63-. Acabo de pasar por el lado de mi mujer y le dije, al verla como sobándose algo en una pierna:
—¿Qué tienes?
—¡Nada…!
—¿Estás brava? La viejita está brava… ¿Por qué? ¿Porque te curé la gripa?…
—«Te curé»… ¡Si usted no piensa sino en usted! ¡No más que en usted!…
Nada respondí. Me vine a la salita a escribir y a mirar esto en mi Intimidad, mirándome bien, y veo que realmente pienso de seguido en mi felicidad, en… mi dios; realmente que vivo pensando en mi dios como Mi Dios, mi propiedad. Anoche, es cierto, pensé mucho en Berenguela, pero… como mi Berenguela: no me he olvidado de este hombrecito, Fernando González. Estoy muy verde; no vivo aún aquello de renuncia a ti mismo y sígueme; soy aún yo y los «otros»… ¡Ay, ay, ay! ¡La voz de Berenguela es la voz de Dios en ella para mí! ¡Aguanta! ¡Ojo al acicate! ¡No te rebullas, porque se tuerce el aguijón!
* * *
E inmediatamente vi muy claramente a Job en el abandono y las quejas, y a Jobina que le gritaba airada al sentirse sin hijos ni dineros y con el marido ahí alabando a su Dios: «¡Eso es! ¡Alaba a tu dios y muérete!».
* * *
Pero advierto que antes de esta visión yo me disculpé así, con cierto resquemor por Berenguela: «¡Pues si yo no le pregunté cómo había amanecido, porque estaba atisbando a mi Dios!». Y ahí mismo vi a Job y a Jobina, y me fue dada esta explicación:
Como aquí comenzamos atisbándolo con los dos ojos, los del mío y tuyo…, pues está muy bien el acicate este de Berenguela y de Jobina: «¡Muérete!»; «¡Te curé!… ¡Si usted siempre está ocupado consigo mismo! ¡Usted es egoísmo, puro egoísmo!». Y dice que nuestro hijo Álvaro no vive sino para La Mona (su mujer, nuestra nuera). «…¡Pues él siquiera vive para su mujer; pero Ud., no piensa sino en usted mismo!…».
¿Qué hay en este enredo? ¿Será que mientras vivamos siempre habrá este «mío», «yo», «tú», etc.?
* * *
¡Eureka!…
Acabo de ver con el Ojo Simple… Es porque El Padre, El Hijo y La Llama no son mi Dios, ni tu Dios, sino Nuestro Dios… Nosotros somos «el soplo» de Jehová, el hombre, Adán: la humanidad es Adán, granulado para que vivamos y glorifiquemos la Perturbación Original. Cuando nos enseñó a orar dijo: «Padre nuestro…, nuestras deudas…, vénganos Tu Reino…, el pan nuestro». Y aquello de amar al prójimo como a uno mismo carece de sentido si no vivimos que el prójimo es uno mismo: el «soplo» cubierto por la cruz o pecado original. Y El Hijo, Dios, murió voluntariamente en La Cruz, para glorificarla y vencer a la muerte; re-di-mir-nos, a todos, pasados, presentes y futuros como a uno solo: El Hombre… ¿No descendió a los infiernos, luego de crucificado? (102) A los «muertos», a nuestros padres…
Ahí acaban mis notas. ¡Vea, pues, cómo todo lo que va sucediéndonos es providencial! Aún el sobarse Berenguela una rodilla, enojada, es un recado que nos envían de muy lejos: nada menos que eso de vivir que Él es nuestro Dios, que Él no tiene hijos preferidos, que Él siempre se vale de los prójimos para irse desvelando. Que eso de buscarlo en soledad, lejos de «la plebe», etc., es orgullo; que somos uno solo con el Hijo de Dios.
¡Qué hermoso, que acabo de recordar que Él también habla en plural!: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Porque Él es trino.
La venida de Ligia Molina ayer durante la visita y el sobarse la rodilla la Berenguela fueron la causa de esta digresión tan larga; pero es que el vivir parece que se compone de digresiones que, bien miradas, no son tales. Sin ésta, no se entendería lo que sigue de la Ciencia del Amor.
Tesis II
Todo existente, en cuanto tal, tiene u objetiva un amado y un odiado.
Prueba
Porque al ser Presencia en ausencia (existente), su conciencia o yo es auge de la Presencia o auge de la ausencia, y se establece la dialéctica, o tiempo, o camino, entre ausencia y Presencia. Llamamos Dios al luchador positivo, y lo amamos, y al diablo, al negativo, y lo odiamos. Así, el Amado mora en nosotros y el odiado también, y «esta vida» es el drama en nosotros entre Cristo, que es El Amado, y la ausencia, que «es homicida desde el principio».
Nota. Cuando la ausencia va en auge, en auge, y coge las riendas de la dialéctica o tiempo-espacio, se hace tan densa, que parece Presencia, y la adoramos (idolatría). Entonces hay una tergiversación en todo: aparece el remordimiento de no haber obrado mal (de no haber robado o de no haber poseído a la mujer ajena, etc.). El proceso no cambia en su funcionamiento: pero conduce a la negrísima Ausencia, al Lago de Fuego, un universo en que no se ve la Presencia, sino que la ausencia se hace conciencia de Ausencia: un como si la Ausencia fuera, tuviera Ser, ¡ay, ay, ay!…
Por el otro camino, la dialéctica es: Primero: «Amo a aquel hombre sabio, Jesucristo»…; luego: «Ese Jesucristo como que era el más sabio de los hombres; era un brujo…»; luego: «Jesucristo como que fue un bólido que vino de “otras partes”, entró, cruzó, y se fue»…; luego: «Ese Jesucristo como que era La Verdad, sustancialmente la verdad…». Y luego, otras vivencias…, y «¡Él vive en mí; es vida y mi yo verdadero!…», y debe haber otras y otras, hasta que: «Y después, Yo entregaré todo al Padre y todos seremos uno con Él y Él con nosotros». Esto último no lo vive sino el mismo Cristo.
¡Es el camino del Amor, que es mejor que todos los mejores imaginables, y duele y echamos sangre y morimos, porque el supremo goce amoroso es morir en el Amado!
Y aquí suspendo, hermano mío dom Andrés. Permítame llamarlo hermano Andresillo, pues hermanos y padres e hijos no hay sino en El Amor, y usted es un gran enamorado y yo quiero serlo. Y el Andresillo es por esa misma ley que preside en todos los caminos del amor, ya sean de la ausencia o de la Presencia, y por eso usted llama a su hermano Alejo, Alejillo, y viniendo a los de la ausencia, la Celestina llama a los jóvenes «perlitas de oros» y «puticos». Por eso dije en mi visita a usted que los enamorados de aquel Hijo de Dios a veces éramos muy indecentes en el lenguaje, y hasta en la mímica, pues cuando veo a una muchacha que principia a enamorarse del Cristo, pues la abrazo, y le digo a Berenguela: ¡No asustarse ni enojarse, que fue Cristo que me empujó!
¡Y ella ya no se asusta!…
(¡Hasta el lunes en el monte de los pinos de Mabel Carisma!).
P. S. Estas cartas tratan de nuestras aventuras y por eso hay tanto yo, usted, yo, usted: pero si La Voluntad del Padre es precisamente lo que nos va sucediendo; que Lo veamos en la muerte del gato, en el algo, en la rascada de la rodilla y en la pulga de anoche. Todo eso se vuelve Eternidad, si nos abrimos a Él: comamos, bebamos, fumemos, abracemos, etc., en su Presencia.
Ex-Fernando González
Etza-Ambusha
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Oct. 5 – 63 – Otraparte
A dom Andrés Ma. Ripol, OSB
Envigado – Abadía Santa María
Scientiola Amoris (Continuación)
Tesis III
Ninguna presencia (existente) puede concebirse sin amado y odiado.
Prueba
Porque si no los tuviera no habría dialéctica, o existencia o tiempo-espacio; no sería ex-is-ten-te.
Tesis IV
La Presencia no puede morir.
Prueba
La Presencia (con mayúscula) no puede morir porque ¿de qué moriría?
Tesis V
Nosotros, presencias o existentes, moriremos en cuanto a la ausencia.
Prueba
Así como la oscuridad, que es ausencia de luz, «muere» al encender un fósforo. Por eso, Jesucristo dijo de los «muertos»: «Dejad a los muertos que entierren a sus muertos». El hombre muere en cuanto no es Vida o Presencia. En la presencia humana muere la ausencia.
Corolario
Así entendemos qué sea «morir»: morir entendiendo, morir en La Verdad, es nacer, en La Presencia; y morir ausentándose, morir en la ausencia es convertirse en más ausencia. Eso es el Lago de Fuego del que nos habla Lucas. Y los que mueren en ausencia son los luego espantos, los espectros, larvas del pecado original, muertos longevos.
Tesis VI
En nuestras presencias (con minúscula) va muriendo la ausencia, a medida que atisbamos y percibimos La Presencia, que está en nuestras ausencias, o pecado original, o espacio-tiempo, o mente y cuerpo pasional.
Prueba
Tenemos una botella: jamás tendrá el vacío absoluto: si está «vacía», está llena de aire, no está vacía; si le sacáis el aire, está llena de éter; si la llenáis de agua o vino, etc… Nunca hay vacío absoluto; hay La Presencia en la ausencia de los específicos… de suerte que ¡hasta en «una botella» está la Presencia! Y hay que atisbarla y verla con el Ojo Simple.
Corolario
De suerte, Martica, que todo existente ama. El Arte Amoroso consiste en mostrar cómo se dirige el amor a La Presencia en las ausencias.
Ese Arte Amoroso —nacido de La Luz que apareció en Belén— consiste en ir atisbando, instante por instante, al Divino Niño (La Presencia) en nuestras ausencias o cruces, y así vamos naciendo, naciendo, naciendo-muriendo al Atemporal, que es el Árbol de la Vida, el Ojo Inocente, las Delicias del Amor, La Bodega del vino que nos hace eternos: «El que bebiere del agua que yo doy, no tendrá nunca sed».
Entonces, al Amor, por ser infinito, lo llamamos Espíritu Santo; a la Inteligencia o Vida, Cristo, y al Ser, Padre… ¡y son uno solo y son tres! Entonces se es Todo, se sabe todo y se ama Todo, sin ser uno nada, ni saber nada, ni entender nada, o sea, sin ausencias.
Y a esto, Martica, lo llamamos locura amorosa.
Ahí va, querido dom Andrés, tal como me va naciendo, El Amor en nuestra amistad. ¡Y luego dice y dice usted que usted no me da: usted me engendra en Amor en el útero de este nuestro vivir y convivir en aledaños de quebradas Ayurá y La Zúñiga!
Ex-F.G. Hoy Etza-Ambusha
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Bajo ese enorme pino
Envigado, octubre 8 de 1963 – «Otraparte»
A dom Andrés Ma. Ripol, O. S. B. en Ningunaparte o Monasterio de Santa María:
¡Qué contentos que estuvimos todos en ese Pinar de Mabel! Bajo ese enorme pino, de tan ancha presencia, que vimos todos que habían sido dos que se fueron acercando y juntando al crecer, y que se hicieron uno solo, sin dejar de ser dos, pues la base era ya una sola hasta tres metros, y el resto eran dos, con sus respectivas ramas parásitas, y pajarillos y frondas, nos revivió usted la conferencia en la Facultad de Minas, que fue: su nacimiento en la resistencia; no podía nacer, porque era cabezón; y su nacimiento en la Inteligencia, que no podía aprender, porque quería entender; y su nacimiento a la Fe, que no quería la fe ajena, sino una, tibia como polluelo nacido en su corazón, parladora, tocable, acariciable y conllevadora, que es precisamente La Cónyuge de la vida monacal. ¿Que el monje es soltero? ¡Nequaquam! (103) Ya lo dijo aquel gran humanista solterón, Nicolo dei Nicoli: Lasciamo amogliarsi per i lavoratori, per i mercanti, e noi, filosofi, ci contentiamo cella Filosofía (Cristo, La Intimidad) chi é molto migliore donna di tutte altra (104).
Permítame una digresión: ¿Qué Berenguela y yo somos casados? ¡Absolutamente! Somos uno solo y somos dos, así como el pino ese de la anchísima presencia. ¿Afirmo, por ventura, que tenemos anchísima presencia? ¡Lejos de mí! ¡Es la Intimidad, y, como sabemos que Ella se manifiesta, que existe en los existentes, pues es clarísimo ya! Los iconoclastas son los que están embromados; no quieren saber que Dios se ve, se hace visible, en los iconos, y los cónyuges verdaderos, o cristianos, son iconos el uno para el otro, y el resto son amancebados e idólatras. Por eso fue por lo que le dije: «¡Vea y oiga: esta casita es su abadía chiquita, y este cuarto es su celda!».
Y siguió su doloroso y delicioso nacimiento a La Patria: cabezón, muy catalán, muy español, muy eructador de pavo, que no le abaja el sombrero a los condes, porque es caballero (105); que más bien tuerce la calle y camina mil metros más, a abajarse ante otro; que «en el Árbol de Guernica nos decretamos todos nobles» (Lazarillo de Tormes y anecdotario vasco); que «en mi imperio no se pone el sol»… y que ahora ve a La Intimidad, a La Cónyuge del matrimonio indisoluble, en tierras y cielos, en tiempos y espacio ya sea en las inmensas catedrales verdes del Río de las Amazonas, o en los guayacanes del Aburrá-Ayurá, o en las cunas deleitosas de la Costa Brava; ¡la Patria que no se nos muere! Y en la cocinera, ve a la condesa, y en la condesa, a la cocinera, y en ambas, La Intimidad.
¡Y eso es responsabilidad! Vivir atento y vigilante para que nazca el Eterno Niño. Que todo sea Pesebre. En tener la atención en La Presencia está toda la libertad humana y, por lo tanto, toda la responsabilidad. El hombre es un libertándose tras Cristo.
¿Hice de mi resistencia su pesebre? ¡Tal es la postrimería llamada juicio! ¡Es autojuicio de la conciencia desnuda!
Tal vimos en el pinar, bajo el árbol que es uno, pero que son dos, la conferencia suya en Facultad de Ingeniería, reconstruida por usted como don para nosotros, Ana, madre de Mabel, ésta, que es Bartimeo (106), Regina, la trágica, Dorita, la Yoga, Beatriz del alma abierta y hospitalaria como el portón al Pinar, Berenguela, que es el buen abad, porque me admira, me compadece y me desprecia, y yo, que soy la calle con caño que muere en El Guáimaro.
Y ¿usted? Usted era su camino, y su camino era el badajo que en siete campanas tocaba la sinfonía llamada padeciendo-entendiendo.
Dije que Mabel es ya Bartimeo, porque la víspera, el domingo, ella y yo re-presentamos al hijo de Timeo, cuando en el viaje postrero a la ciudad del Gólgota, pidióle gritando: «¡Que yo vea!», y vio… Y por eso fue que en El Pinar vimos el árbol que era uno y que eran dos, y en su vivir vimos nuestro vivir, y en Ricardo Arango (107), que ya es de esta Hermandad también, vimos que nos mataron y que nos mataron. Y que Ricardo Arango, el «don Ricardo bandolero» de los periódicos, y de las visitas, y de «las mesas redondas», está con El Señor, lo vimos porque ¡El Árbol de la Vida vivifica a los muertos, que a los «vivos» no sería gracia!:
—Haz de saber, Sancho, que aquí, entre nos, yo nunca he visto a Dulcinea… y por eso voy a golpearme, malferirme y maltratarme en esta Peña Pobre…
—¡Pero, Señor, si usted cuando me envió a ella me dijo cómo era y dónde vivía y a qué olía su aliento!…
—Haz de saber, Sancho, que si la hubiese visto, ¡no sería gracia!…
Y lo mismo le dijo Jesucristo resucitado a Tomás, que era el Sancho entre los Doce, y mellizo por añadidura.
Y lo mismo le dijo a María: «Yo soy la resurrección y la Vida. Lázaro vive… ¡Voy a llamarlo!…».
* * *
Y a Dorita la llamé La Yoga, porque está haciendo gimnasia yoga, y sabe del kundalini, del muladara y del loto de mil pétalos. Y es de nuestra hermandad porque los tres magos, que presidían a los que echaban luces por el muladara, fueron a adorar al Divino-Niño y desde entonces todos los santones del oriente quedaron cristianados, lo mismo que nosotros los brujos amerindios, que somos los del Vaho.
(Como mañana es día blanco, resolví enviarle ya esto).
Siempre jamás o Semper et nunc,
Etza-Ambusha
— o o o —
Ciencia amorosa
Otraparte, 11 octubre de 1963
Amadísimo Dom Andrés:
(Tomado de mi diario)
Estoy viendo muchísimo en todas estas experiencias de los últimos cinco días: paseo a Los Salados, visita del padre Ripol, de las amigas, carta celosa de Martica de Risaralda (en ésta muchas cosas), carta de Adel López Gómez, periodista, y respuesta de Ripol sobre los ríos y selvas del sur (región amazónica); sobre eso de «embrujo de las selvas y ríos», que dicen: eso es el susto, el pánico de encontrarse en universo no granulado o medido por sucesos, tiempos y espacios…, y «el embrujo» es la paz que amaga, va amagando el irse entreabriendo el ver sub specie aeternitatis…; y, por último, en eso de Marta de que conservamos la autenticidad de cada uno.
Pero siento una cierta repugnancia por escribir; algo me detiene… Es como una cierta pereza. También ahí, conjunto, hay miedo a que me muera mi espacio-tiempo…, pánico por «esta vejez» que es sombra de «la muerte», sombra que se va haciendo como sustancial…
Oiré la voz y obedeceré. ¡Estaré atento y abierto! A las puertas de mi ausencia está llamando La Verdad y La Vida. Tendré encendida mi lamparilla, el entendiendo.
¡No estarán ahí Berenguela, Ripol, hijos, nietos, ni los amigos! No estarán en cuanto son tiempos, granulados, éste, ése, aquél en tales lugares, con tales linderos que los granulan… ¿Cómo estarán, pues? Estarán como «inteligibles», serán «luz», cuerpos de inteligencia; Ripol será el verdadero Ripol; luz o inteligencia y no dejará de ser Ripol, y será infinita luz e inteligencia, porque será del tamaño de su dios, pues conocerá a Dios, sin perder su identidad de Ripol.
Si lo que deseas, Fernando González, es que, muerto tú, lo veas con sotana y lo vivas en el Monasterio, bajando las escalas, etc., es porque tu amor, mientras «vivieres», será, en más o menos, espacio-temporal, siempre será híbrido de tiempo, lugar y eternidad. Que la eternidad se vaya comiendo al tiempo y al lugar y al monasterio es precisamente eso que llamas Scientiola Amoris. La herida que tiene el hombre se la hizo la Eternidad y… amoris vulnus idem qui sanat facit o fecit (Séneca). ¡Oh, Inteligencia y Vida, me debes la curación porque te debo la herida del Amor!
Así, la Martica teme que perdamos la autenticidad en el Amor. Es temor a que perdamos los yoes.
No. Este yo que tanto usamos, tan desvalorizado como el sueldo y el céntimo, tiene un núcleo purísimo, más que purísimo brillante, más que Sirio, pero cubierto de mica, cuarzo y otros envoltorios, todos los trapos cagados en que está arrebujado Luzbel: La Ausencia. El núcleo es lo que persigue el Amor; por el núcleo (otro hijo de Dios) vino a encarnar La Inteligencia. Por eso Dios murió en la Cruz, para vencerla y rescatarnos. Eso no lo han podido entender los hindúes, por qué Dios tiene que ser crucificado. Pues por eso, por ser Dios, o Amor, o Inteligencia, o Realidad sustanciales. «Cuando me eleven, elevaré el mundo». Ese yo era suyo y lo amaba con el mismo amor con que se ama a sí mismo; estaba en infinita ausencia; bajó a los infiernos por él. ¡Eso es Amor, o Dios!
Dios se hizo voluntariamente muerto para poder pescar del mar de la muerte a la vida. Vivekananda, un sabio hindú que envió Ramakristna a predicar en el occidente en una de sus conferencias en Londres, por ahí en 1895 dijo: «Alguno me escribió que había leído la vida de Buda y que le había parecido tan grande, que no dudaría en afirmar que era igual a Jesucristo, si hubiese muerto en la Cruz». Y comentó Vivekananda: «¿Qué necesidad hay de que un dios muera crucificado?». Podemos contestarle con lo anterior y agregar: dioses con minúscula no tienen que morir crucificados; pero El Único, por Amor, tiene en esa Unicidad y en ese Amor La Inteligencia y Vida y Ésta viene a la Muerte o Cruz para vencer a la muerte y rescatar o redimir su criatura. Así no hay sino un avatar o encarnación; los santos, santones y pecadores son avatares de Cristo en ellos: el Redentor, el Unigénito, uno con el Padre y con El Amor es Jesucristo.
El núcleo del yo es lo que perseguimos con los amores, y ese núcleo, Martica, no lo perderemos porque es inmortal, y es eterno en Dios. Y esos núcleos o verdaderos yoes, cuando caminan en la Inteligencia, no pierden sus autenticidades; conversan, comen, ríen en la Luz, y esa Luz es de cada uno, pero saben que es Una; la tienen guardando cada uno su conciencia propia de verla, y gozan de que el otro la vea, y por eso ríen y se abrazan y besan… Si se perdiera la autenticidad en Dios, Dios no sería Amor y Plenitud sino silencio y muerte, Él solo… No. La infinita soledad o realidad de Dios es la infinita compañía. Por eso dije este enigma: La Soledad es la compañía y La Compañía es la soledad.
Y los verdaderos yoes no envidian, porque al participar (mejor reflejar) de la Inteligencia, de la Realidad y del Amor, siendo estos Uno, Infinito, toda participación tiene la categoría de infinito. Muertos, verdaderamente muertos, tendremos categorías divinas, sin dejar de ser criaturas. Y dije «verdaderamente muertos» porque morir es difícil, es nacer. Hoy, creo, verdadero «muerto» o resucitado no hay sino Jesucristo. «No gustarán de la muerte»; hay que paladear constantemente esta frase del Evangelio…
Así, pues, Marta, son muchas las moradas, pero son una sola. El padre Ripol, Martica, eternamente será el padre Ripol, y Etza-Ambusha un brujito de la Ayurá, y conversarán y amarán eternamente a la Martica, que no quiere perder su yo. ¡Bien hecho! ¡En ese yo nacerá la Estrella que da luz a los soles!
Ahora bien: si Etza-Ambusha ama al monje que tiene los ojos así o así, el pelo así, el habla eléctrica, el caminar de relámpago y un aura de tempestades, pues todo es mortal y mortal será su amor; con los celos, riñas, ilusiones y desilusiones anexas a la mortalidad.
* * *
Test para el comienzo de toda
convivencia o camino del Amor
A todo prójimo, al iniciar la convivencia o camino del amor con él, hay que interrogarlo así:
—¡Oye! Mira, es tu yo y dime: «¿Cómo ves en él al Cristo, a Jesucristo?». Y conteste lo que contestare, amarlo con ropita y todo, pero al Cristo de él, a la Intimidad de él en esa ropita, y ojos y orejas…
Si pensare del Cristo así: «Es un soñador, un idealista, un joven soñador», etc., lo mismo da. No enojarse o insultarlo o invalidarlo, como se ha venido haciendo. Amarlo y caminar con él… pues el Cristo siempre está naciendo en todos, aun en los que responden: «¿Cristo? ¡No me importa!». No hay lugar en que no esté naciendo Cristo.
Amar es, pues, amor a «ateos», a «rameras», a «señoras», a muchachas y a viejas, a ricos y pobres, sin excepción, por su Intimidad que siempre amaga. En la negación, amaga. No hay criatura en quien no esté vivo el Cristo, redimiéndolo, pues Él es la Vida y todo lo que vive, vive por Él, en Él y para Él. El que desprecia, insulta u odia, es a Cristo a quien desprecia, insulta u odia.
¡Esta es la Ciencia Amorosa!
Si encontramos un idólatra, o sea, que ama en el prójimo «su aliento de ambrosía», «su voz musical», «su boquita de cielo», «su carne elástica», pues sabremos que ese tal está padeciendo lo anejo a la mortalidad del amado, pero no insultarlo, ni excomulgarlo; no hay que maldecir ni invalidar al que tales cosas está padeciendo, pues se trata de un ciego, y Cristo hace ver a los ciegos: ceguedad es el comienzo de ver. Los padecimientos anejos al amor, a mortalidades, son precisamente el lodillo que Cristo prepara en Su mano, con tierra y Su saliva para hacer ver al ciego de nacimiento…
¡Ama mucho, mucho, a ése, que ése es el que necesita más del Amor!
Por qué dice Martica que ella sí sabe amar, si en la carta anterior dijo: «Enséñeme a amar». Por qué agrega en esta carta: «Yo sé amar, pero no a los de mi clase, sino a los desgraciados, a los pobres, a los enfermos».
¿No es pobre, desgraciado y leproso todo humano? ¿Hay, por ventura, alguno que no sea pobre, enfermo y leproso? Al decir Martica: «No amo a los de mi clase, sino a los pobres y enfermos», afirma que su clase no es pobre ni enferma; hay allí un orgullo de la Ausencia, y orgullo, ausencia y vanidad son idénticos. Y lo hay porque se traduce así: «Yo soy de los sanos, los felices, los ricos y por eso soy heroína, es decir, dirijo mi amor a los enfermos y pobres: ¡Yo sé amar! ¡No me enseñe usted!».
Alguien que sabe mucho y que vino ayer de muy lejos, me dijo: Tan fea y triste y enferma, y quizá más, es la «señorita» como la dentrodera, «la señora» como la mujerzuela de la oscura noche, etc. ¡Ay del que se viva a sí mismo y se objetiva como el hijo mimado del Señor! De tal vivencia nació precisamente la monstruosidad moderna de que «los señores» se paseen llevando encadenados como a perrillo a los pobres «sobre quienes ejercen sus caridades». Hay un goce de dominio, hay satisfacción diabólica del ansia de poder en eso de: «Yo, millonario, senador, hago centro de mi bondad a los desgraciados». Los «pobres», así, son el alimento del ansia de sentirse poderosos. ¡Yoes que van a hacer el Reino de los Cielos! (108)
No. El que se sienta rico, poderoso, atisbe La Intimidad, y poco a poco desaparecerá de él las vivencias de rico, sano, enfermo, poderoso y débil, porque sólo La Inteligencia es La Realidad. Sólo en la Intimidad hay Paz.
Ahí va, Dom Andrés, lo que fui viviendo y que me resistía a escribir, pero que tuve que escribir. Me decía y dije al releerla: «¡Pero si la Martica la viere, se va a enojar!». Al fin respondí: ¡La escribo y la llevo! ¡Tú, el que me detienes, eres Fernando González, el del Caño! Lo que deseas es halagar a la Martica, para que diga: «¡Ese viejo es un literato!». «¡No le pinto! ¡No le pinto!». Como dicen estas quinceañeras tan lindas pero tan… ¡pendejas!
El gran argumento para llevarle esta carta fue: va para un hombre a quien le dieron el don amoroso y que sabe convertir lo amargo en dulce y lo dulce en Ningunaparte.
Mil abrazos,
Etza-Ambusha
— o o o —
Scientiola Amoris (continuación)
La Abadía Chiquita u Otraparte
Oct. 14 de 1963
Dominus Andrés Ripol. O. S. B:
¡Todo este viaje nuestro, a que lo mandaron a Ud., se convirtió en Ars Amandi! Yo creí, al principiar, que era un ensayo y va resultando que es nuestro viaje, con carne y sangre nuestra, con oteros para mirar, con «muertos» y «vivos», con mesones y betanias, y que el verdadero viajero no somos nosotros, sino El Abridor del Camino y que es el Camino mismo. Por eso es la sensación que ambos tenemos de «yo no estoy dando nada». ¡Claro! Es porque nos llevan, nos muestran, nos hacen ver. ¿Quién? Pues El Guía que es a un mismo tiempo El Camino y La Meta.
Lo anterior es porque con las historias de Charito y del Kant joven (109) que esperaba un datico, el último, para su infolio de pruebas de la autenticidad de un milagro en Lourdes… ¡y creer, entonces, en La Verdad y La Vida!… ¡Y la Charito, dura, hermosa, ojos acerados, rectos… y que hoy es la hija del Caminante! Y el joven Kantcito también lo es, sin «milagros», pues ¡El Milagro es Él, La Vida y La Verdad!
¡A usted lo hicieron todo de La Llama del Amor! Anoche lo vi sub specie aeternitatis, así:
El Santo Abad, en Montserrat. —¿Que usted no tiene fe? ¡San Pablo la tuvo! ¿Se cree usted más que él? Santo Tomás la tuvo. ¿Se cree usted más que él?…
Usted: —¡No, mil y mil y mil veces menos!…
El Abad: —¿Entonces?…
Usted: —¿Qué hago yo con la fe de San Pablo? Era de él…
El Abad (mirándolo con mirar sin tiempo): —¡Usted sí tiene fe; vaya tranquilo!
Y la de Agustín era suya… Quiero fe mía, viva, en mi corazón…
Mi visión fue doble: al lado del Abad estaba Jesucristo; y al lado suyo vi a Bartimeo y a otro ciego; mientras usted pedía fe, el otro ciego le pedía a Jesucristo el ver. Y mientras el Abad le respondía con Pablo y Agustín, Jesucristo le respondía al otro ciego: «¡Ya hice ver a Bartimeo! ¡Ve con sus ojos!»… Y mientras usted contestaba: Yo quiero fe mía, el otro ciego le respondió a Jesucristo: «Bartimeo ve, pero yo no veo; ¡ábreme los ojos a mí!». Y cuando el Abad le dijo a usted: Usted sí tiene fe, Jesucristo le dijo al otro ciego: ¡Tu fe te ha salvado. Tú ves! Y por eso fue por lo que usted, al llegar a su celda de monje cabezón, tuvo fe suya…
(¡Y eso es usted íntegro! Charito es hija de ese instante, de esa fe sustancial, y el Kancito de los milagros condicionantes fue hijo de eso suyo, vivo, que no tiene por qué ni para qué, ni escolásticas, ni infolios documentales; que no tiene pasado ni futuro, ni padre e hijos (porqués espacio-temporales) sino que es El Padre, y es El Hijo y es La Llama de Amor Vivo. De suerte que convertir o evangelizar es… La Llama que siendo Una enciende a todos. De suerte que nosotros no convertimos; es la Llama que nos incendió y que, si se acercan otros, los incendia.
Su vivir de usted que voy viendo es… incendio y goterones derretidos en el candelero o persona, a los que llamamos tempestades.
Bueno, pero todo esto es a propósito de que yo le mandé esos estudiantes de Ingeniería, para una conferencia, y realmente era para que usted les acercara la llama y se calentaran, se fueran incendiando… como lo vimos en ese joven que le dijo a Beatriz: «Yo no cogí bien el mensaje; entendí que había un mensaje; quiero conversar con él, frente a frente», etc. Y estando usted y yo en la comunión de ese ámbito, o ambiente, nos llevan (porque somos llevados, y ¡ay si pretendemos no ir o ir por nuestros vericuetos!), se me aparecieron el 12 de Octubre (¡gloria a Bartolomé de las Casas!) dos jóvenes de Ibagué, estudiantes de Economía en Bogotá, dizque a un reportaje para «un periódico de los estudiantes de la Universidad de Ibagué» que se llama Rebelión… (110), y ahí mismo vi a Charito, al Kantcito y a «don Ricardo el bandolero» y ¡pum!: hice lo que le envío y que es parte de nuestra Scientiola Amoris.
* * *
Advertencia. Nosotros, los incendiados o locos, somos locos. En lo que escribí para los rebeldes (me pareció que son comunistas o derechistas, que es lo mismo) hay disonancias con las escolásticas, pero no con los santos…: un seminarista, por ejemplo (tan aficionado a definiciones, alambrados y tesis), dirá que el alma la infunde Dios en el momento de la unión de espermatozoo y óvulo, o al nacer…, etc. Pero… como Dios, que hizo los mundos de la nada o de su Voluntad, no tiene tiempos de suyo, ¿cómo diablos inventarle un modus operandi? Un «ateo» de botica que conocí y que era profesor de física, me dijo, gritadito, cuando desintegraron el átomo: «¡Oiga! ¡Ya le cogimos la paradita a Jehová!». En todo caso a mí no me pueden echar de la Iglesia de Jesucristo (mayordomito, San Pedro el apacentador) porque no quiero, y no me dejo, y no me suelto y grito: Definan y definan y echen tesis, que yo las creo, pero no las leo.
Quedo esperándolo el miércoles. Venga con Charito, y como Berenguela no pudo oír el principio de la historia, por la llegada de ese brutón de colombo-yanqui, tráigala desde «papá Lenin».
No olvide que el Kantcito también quedó inconcluso; me pareció oírle que entró de monje.
¡Muchas aventuras inconclusas! Aquella Dora Restrepo, casada con un yugoeslavo, que vino y me pareció que el Divino Niño gemía en ella, gemía en la aparente felicidad de ella y en los ojos, que eran risa, y llanto por debajo. ¿Cómo definirla? Ella misma lo hizo, al decirme varias veces: «Nunca estuve tan feliz como en este viaje a Yugoeslavia»… Y luego, al rato: «Jamás en mi vida lloré tanto como en este viaje a Yugoeslavia». La Nada Divina está llorando, llorando, tapada por risas de «este mundo». ¡Esa Dora sí que lo necesita a usted!… Pero, ¡no se afane por verla!…; ella irá de algún modo, algún día, y no se angustie usted, que es la Llama la que quema; usted es el candelero. Pero si ella fuere, o usted fuere donde ella, es la Llama la que va o viene… ¡Y se incendia!…, aunque no lo diga ni le parezca a los dos ojos. Milagros no hay: Él es el milagro.
Acaba de entrar uno con sus dos cartas, y las acabo de leer y fue como fúlgido relámpago, y yo estoy parpadeando, y suspendo porque se abrió la puerta de otro de sus Cielos de nuestro viaje… ¡Esto nos va a «matar», es decir a parir! Hasta lueguito, que ahora no hay modo, ni palabra, ni gesto, ni nada. ¡Ay, ay!
¡Dom Andrés! ¡Qué mundo de mundos! ¡Apártate de mí que soy pescador de briolas en caño!
Etza-Ambusha, de la
Abadía de Dómina Berenguela
Y no quiso decirme por qué había llorado tanto. Es demonio semimudo o mudo, ¡dificilísimo!
Vale
E.A.
Nota
Esto va así porque se me están olvidando todos los reglamentos para beber café y otras bebiditas. ¡Pardón, Dom Andrés!
— o o o —
Atisbando a Dios desde mi letrina
(12 oct. 63 – Homenaje a
Bartolomé de las Casas)
Para el periódico de Ibagué «Rebelión»:
El interrogatorio que me trajisteis es el de todos los reportajes del ambiente pasional-mental colombiano, suramericano y europeo, pero el vuestro bien escrito y con angustia o gana de ver.
Es el ambiente pasional-mental de la humanidad de hoy, de «los grandes» y «los pequeños», que dicen los periódicos.
Esencia de ese mundo pasional-mental es granular al Hombre y al Universo. Al Hombre, en homicidas y homicidados, en «buenos « y «malos», en ricos y pobres, en felices e infelices, en explotados y explotadores, etc., para así poder entretenerse en la dialéctica, en ese juego mental al que llaman razonar, investigar quién tiene la culpa.
Desde el principio toda la actividad de los hombres ha consistido en buscar un culpable…, fuera de cada uno, en un prójimo o grupo de prójimos.
Es tan terrible La Culpa, que desde el principio estamos echándola a «otro»: la mujer al marido; éste a la mujer; un grupo a otro (partidos); el rico al pobre y el pobre al rico, Francia a Alemania… ¿La sífilis? España se la echó a Galia; Galia a América… ¡Echar la culpa! ¡Fue Eva! ¡Fue La Serpiente! ¡Desde el principio, ciencias, filosofías, políticas, todo es buscar al culpable fuera de uno mismo!
Y en el curso de ese proceso culposo (Historia), los hombres inventaron pueblos; juventud, madurez y decadencia de pueblos; partidos políticos, sectas filosóficas y religiosas, para que pudiera funcionar la dialéctica o razonar, o espacio-temporalizar, que es el modo inventado para hallar al culpable fuera de uno mismo… y asesinarlo y volver a comenzar. A esto lo llaman los unos, escolástica, y los otros, «materialismo histórico» y «dialéctica materialista de la historia».
* * *
Desde el principio, Adán (el Hombre) está buscando un culpable fuera de sí mismo. Necesita «otro» que cargue con su miseria; su vanidad no lo deja reconocerse, confesar, desnudarse… Y vino Cristo, ¡a echarse la culpa a cuestas y glorificarla!… Por eso, Dios tuvo que morir crucificado. ¡Por Amor!
Las primeras cuatro preguntas rezan:
1.ª Maestro: ¿Díganos qué diferencia encuentra Ud. entre la juventud actual y la de su tiempo?
2.ª ¿Cómo relaciona Ud. la política de 1963 con la anterior a la guerra?
3.ª ¿Cómo establecería usted una relación entre la política y la filosofía?
4.ª ¿Cree Ud., Maestro, que la intervención de la juventud en política es un paso demasiado precipitado? ¿Deben existir austeras limitaciones dentro de tal intervención? En su época de estudiante, ¿sus compañeros también tenían inquietudes políticas?
Contestación
¡No, señores estudiantes! Uno, desde que nace, tiene conciencia de que está en la cuna o en el regazo materno, con hambre, con frío, calor, dolor, bienestar, plétora, carencia… y reacciona y se acomoda al ambiente y acomoda éste a su conciencia: ¡lo conciencia!
Uno, desde la cuna o la estera, filosofa, administra, gobierna, artesana: (esto es verbo inventado por mí: artesanar). ¡Consciencia el universo!
Y, antes de la cuna o estera, en el huevo uterino, padece los golpes del vientre materno, hambres y fríos, tristezas y alegrías… y reacciona: consciencia su universo.
Como huevo, desde huevos, somos conciencia el reflejo o nada divina que es el Rey de la creación.
Esto no lo saben en «este mundo», porque «los grandes» se apropiaron pasionalmente, mentalmente, literariamente de Filosofía, Política, Artes y Trabajo. ¡Qué trabajadores que fuimos cuando éramos en la forma de espermatozoos!
* * *
Pero hemos dicho poco. ¡Somos criaturas de la Divinidad! ¡Arrojemos más alto la flecha de nuestro orgullo de ser criaturas de Dios! Así:
Mucho antes de óvulo y espermatozoo, tú, joven, fuiste filólogo, político, artista, etc., en las inquietudes y bregas de tus padres y de Adán. ¡No te limites, no te granules, no te disminuyas, joven, que eres hijo de Dios, y como idea divina que eres, hasta la Eternidad es tu categoría!
Y, oye, joven: tendrás ya pregusto de eternidad, si llegas a la vivencia de: ¿La Culpa? ¡Yo soy el culpable! Yo no echo la culpa a «otro». Yo soy criatura divina (orgullo cristiano) y soy criatura divina ensuciada, tapada por La Vanidad o Ausencia (humildad cristiana).
Pero si por «política» entendéis, jóvenes, que el estudiante sea elemento o paje de ideologías (menjurjes pasional-mentales); que sea de «círculos», de sociedades, de partidos políticos, de patrias, de sectas religiosas, no, ¡mil y mil veces no!
Eso es prostituirse, comprarse y venderse; es matricularse de jovencitas en el lenocinio: congresos, asambleas, directorios políticos… ¡Hoy, la juventud es de vírgenes desvergonzadas, mancebas de ancianos verdes! ¡Ay!, ¡ay, del que vendiere su tesoro de juventud eterna!
La quinta pregunta es:
5.ª ¿Le parece exitoso el Frente Nacional?
Respuesta
Es la unificación de los dos trapos sucios de la historieta colombiana. Es un trustde lupanares. Ahí se encerraron todos los colombianos, viejos, mujeres, y hombres, jóvenes y niños, y hasta los del tercer sexo. Eso que llamaban Liberalismo y Conservatismo llegó a no creer o vivir sino el inteligible lupanar, y se unificaron, y hoy Colombia es el Gran Lupanar que antes fue Cuba. ¡Ésta es ahora la nochera que riñó con su hombre y lo arrojó de la casa, para prostituirse al Chino!…
¡Qué lástima, pero qué lástima! Tanta brega para romper el amancebamiento: tanto como admiramos y esperamos de ese jaleo que naciera la conciencia en Sur y Centroamérica y en Las Antillas… y la maldita Perlita de Oro se prostituyó a otro…
¡Pueblos malnacidos estos pseudo-libertos que engendró España en el continente hermoso! ¡Vivan los amerindios!
La sexta es:
6.ª ¿Colombia, en su desarrollo total, está en la niñez, en la madurez o en la decadencia?
Contestación
Está en la sima del hoyo: Frente Nacional, empréstitos y regalos de sus mozos. Ha «progresado» mucho hacia la sima.
La 6.ª y la 7.ª dicen:
6.ª En los círculos intelectuales se comenta con mucha espectativa (Nota: ¡es curiosidad o atención, pues esa palabra no existe! F.G.) que su pensamiento filosófico, en su género, ha cambiado de objetivo, inclinándose más a lo místico que a cualquier otro aspecto del humanismo. ¿Es cierto eso? ¿Está usted preparando actualmente alguna obra que manifieste sus meditaciones místicas?
7.ª Algunos escolásticos han criticado su panteísmo filosófico, porque lo juzgan incompatible con el cristianismo. ¿Cómo les respondería usted?
Contestación
Por aquí no hay «círculos intelectuales», sino cursillos y mesas redondas, cuevas de ausencia, llamadas universidades, y delegaciones a la ONU y a condecorar al mohán de Formosa… Y no he cambiado de objetivo: desde niño u óvulo atisbo la juventud eterna y la busco y rebusco en caños, albañales, cuevas, muchachas y viejos. Desde niño me definí o conocí como el que atisba a Dios desde su letrina: por eso, para cumplir la misión, nací en mí, una letrina, y nací en Colombia, otra letrina. Yo no soy converso: me repugnan los convertidos: ¿para dónde se convierte uno? Uno, un hombre, es cagajón que flota en El Océano de la Vida. Por eso dijo Pablo, patrono de los viajeros: en La Vida somos, nos movemos y vivimos.
¿Y que hay escolásticos que dicen que no soy una nada, toda de Cristo o La Verdad, o La Inteligencia (que eso es ser cristiano)? ¡Pero si por aquí no hay escolásticos: no hay sino La Compañía de Jesús, y también el padrecito Henao Botero, que apenas si es un seminarista! ¿Preparo alguna obra? Hace días me encontré con uno, venido de lejos, de mil cuatrocientos y pico de años, llamado dominus Andrés, y resultó que fue que me lo enviaron para un viaje largo, muy largo… Pues si el viaje fuere para comunicarlo, sí estoy preparando un libro y es seguro que sí, pues de donde enviaron a dom Andrés, los viajes son siempre para el Hombre, nunca para uno solo.
Fernando González
— o o o —
Nuestra muerta
Nuestra Abadía Chiquita, en Envigado, bajo el Pisquín herido por el rayo, en donde se asolean los gallinazos, los que saben volar.
Oct. 16 ó 17 de 1963
Dom Andrés: Ya repercute como muy raro esto de Dom Andrés o cualquier nombre que ponga al comenzar a escribirle. Padre, también; hermano, hijo, etc., también. Es porque usted y yo nos volvimos monólogo. Nosotros igual al que le están mostrando. De suerte que cada día le pondré el nombre que chisporrotee la llama. Hoy uso el de Andrés, porque fue el primero que le pidió ver al Padre. ¡Claro que con Felipe, pues para pedirle iban reunidos! (111) Era esencial eso: «Cuando os juntareis a orar (pedir y recibir)… etc.».
¡Bueno! Pues tengo algo de nuestra muerta (112), antes de seguir con La Beatriz… ¡Muchos asuntos! Ayer vinieron las mujeres del entendiendo, y Él estuvo Presente. Como usted no podía venir, por los otros agonizantes o negocios en que usted es mensajero celestino de Cristo, pues me apresuré a llevarle la anterior carta, para que supiera que lo echaba de menos o que estaba presente, presidiendo. Pero no nos perdamos: mucho quehacer pero es el hombre el que glorifica el hacer, y no éste a aquél.
Pues lo de nuestra «muerta» es que eso tan hermoso que usted le dijo al marido: «Vea: no se asuste; ella está muy enfermita… No asustarse por lo que ella haga o diga acerca de mí… ella está como en el vacío y busca un centro de gravedad…: como el que se ahoga…, que estira el brazo… para coger algo, alguna liana o matojo de qué agarrarse…: ¡yo sé que busca!; si se agarra de este monje, no asustarse… La echaré en brazos del Cargador Voluntario de la Culpa, que es el centro de los centros de gravedad… Yo seré la cuerdita de que se agarra, y quizás o sin quizás, quisiera idolatrar en la ramita de que se agarra, pero para dirigirse arrastrada por la cuerdita al sostén de la cuerdita…». (En palabras mías, de este caño, traduzco así: el verdadero sacerdote es mensajero o celestina de Cristo. ¡Oh, divino celestinaje, misión divina!…).
¡Y el marido se asustó…, y hubo silencio y lejanía…, hasta matarla de hambre de Amor!
¿Y por qué se asustó él? ¡Digámoslo con rudeza! Porque esa misión divina de «id y mostrad lo que habéis visto y vivido» no es como el papel de ingeniero, o rábula, o negociante, y hay «sacerdotes», hay disfrazados de mensajeros de Cristo que han escandalizado al ente «marido». Vemos así, que es ese proceso culposo, alejamos la culpa lejos, lejos…, y yo la distancio hasta una frase que solía repetir mi abuelo: «Al cura, oírle la misa y sacarle el cuerpo, como al diablo». ¿Qué experiencias habría tenido mi abuelo, o el abuelo de él, o más allá, en la humanidad cristiana, porque parece que esa frase es folklor?… Si nos entretenemos en echar la culpa y librarnos y librarlo de ella, cometeremos la imbecilidad de detenernos en algún lugar y tiempo y decir: «¡Fuiste tú» padre N. N. «el culpable»! ¡Tú que escandalizaste al primer marido colombiano! Te odiamos y… ya somos «los buenos». ¡Tú, N. N., eres el culpable y nosotros y ella somos los victimados inocentes! ¡Tú fuiste el culpable de que al verdadero mensajero de Cristo le cerrara las puertas «el marido»!
¡Qué imbéciles son los dos ojos, los espacio-temporales! Por eso, Cristo vino a que vieran los que veían (no creían a los dos ojos, no tenían la suficiencia del «yo veo») y a que no vieran los que la tenían. (Y eso es también hacerse puerta sin alas, puerta sin ojos). Y por eso La Vida de Jesucristo es casi toda con los ciegos. El Evangelio no trata sino de ciegos que ven y de muertos que resucitan, y de «nacidos» que vuelven a nacer, y de «muertos que entierran a sus muertos» (113) y de ladrones que: «ya estás hoy conmigo en mi Reino» (114).
No. ¡La matamos y nos matamos! y ella, el núcleo divino de su yo, que era todo ansia de Amor, está con el Señor, y Él la tiene, a su tesorito, a su corderito, en donde a Él le dé la gana, y donde a Él le dé la gana es el Paraíso. Todo lo demás es paja, proceso culposo, historia, venganzas, apretujones… ¡Qué pereza! Y si la Iglesia militante definiere, y pareciere diferente, que no le será, pues… ¡voy en la Iglesia militante, en un rinconcito, diciendo: «Sólo Dios conoce a sus santos»! ¡Háblame Tú, no me hablen las letras ni las proposiciones hechas con trocitos de sonidos o de figuras!… Yo creo en el Credo; y en todo lo que ustedes digan… En el Credo, creo y lo vivo: en lo que ustedes digan, creo, pero no lo vivo sino si lo viviere y si no lo viviere ¿qué hago yo? Eso es como decirle a la mujer que no lo quiere a uno: «¡Quiéreme o te mato!». ¿Acaso la pobre puede querer querer? ¡Hay que enamorarla!…
Yo creo, vivo, que así yo estoy segurísimo en la Iglesia. ¿Quién puede arrojarme si Él no quiere, y Él no lo quiere, porque desde niño, sucio como el más pintado, lector de todo lo prohibido, viajero por vericuetos, me siento amarrado a la Iglesia…? Muy prostituto he sido, pero «un ángel me defiende», así: si miro con ojos adúlteros a la mujer que me ama, me pongo tan feo, que ella corre horrorizada… A mí me parece que Cristo me va a llevar cargado, pues en mi yo pasional no hallo sino tendencias de para abajo. Últimamente, cuando no puedo dar nada de mi parte, por viejo, tengo una cierta paz que me dieron gratis. Gratis, gratis; todo donación; en la donación, en el Donante, y nada en el recipiente: tales son los negocios de La Inteligencia o Cristo. Uno ¿qué da? Lo que estaba presumiendo ser, o sea, nada, la nada numérica y específica, la Ausencia. Es negocio leonino: y todo, de la Inteligencia, y del «mío», las meras nadas.
La Beatriz
En lo anterior quedó como bien delineado eso que hemos llamado Puerta sin Alas, o Puerta sin Ojos, o Puerta del Ojo Inocente, o Cristo en la Carona Beatriz, o Presencia en entendiendo; o, el mejor nombre hoy: El Entendiendo e Inteligencia en la Puerta, que le halla la cogedera a toda grandeza o vileza que quiere pasar por ella y la cristiana o inteligencia, de inteligenciar, que eso es cristianar; lo otro, el modo de algunos, que consiste en «tragarse» la injuria, o la vileza, o la grandeza o la tentación, es dejar pasar sin cristianar, llenar la puerta de venenos, de complejos, de bombas atómicas que mañana estallarán en locuras pseudo-religiosas, en enfermedades (que toda enfermedad es del espíritu). Este modo se llama mojigatería, ojos bajos, huidizos, frases beatas y corazón amargado. ¡Huidores del enemigo, cuyos cadáveres quedan en el campo atravesados por la espalda! ¿Ignoráis, por ventura, que el caballero cristiano es invencible, porque El Inmortal es su armadura? Si lo atacan, tiene por escudo La Inteligencia o Cristo; si su cabalgadura cae, se levanta; si le matan la cabalgadura… resucita de sus cenizas, porque es el Ave Fénix.
¡No huyáis, cobardes lloronas de entierro! ¡Nadie se ha muerto! ¡No muere sino la muerte! No leáis o recitéis el Padrenuestro y el Evangelio con voces de llorona, sino con la voz de la Vida, con la Paz y Egoencia de Nuestro Padre. ¿O sois hijos de la muerte?
* * *
¡Pero vea, padre mío, Dom Andresito de mi casa, que vino otra digresión y no vamos a acabar con la Beatriz! ¡Es el Concilio del papa Juancito! Usted lo definió a la perfección: es penitencial; es un volviéndose Puerta sin Alas; ¡ya nos dejan hablar a los laicos! ¡Es mucho! Haciendo uso de ello: pues si los negocios del Cristo son leoninos por parte de los hombres; así son: Todo, por una parte, y las meras nadas, por la otra, ¿qué será eso de concordatos con Estados Políticos, ese do ut des?; ¿qué tiene que dar una persona de derecho público a la Iglesia? ¿No pegarle, no herirla, no perseguirla? Pero sabemos por Él que el discípulo no es más que el maestro, y que si al Maestro lo crucificaron, etc… ¿Concordatos para que no nos crucifiquen? ¿Para no ser como Él? ¿Y que den un poquito del presupuesto? ¡Por más que lo denomine dar, donación, si es precio, es precio…! Y es el precio de que los estados nombren a los obispos o pastores. ¡No, no!… ¡Esto es concubinato! La Iglesia navega entre los prostitutos, glorificando a los prostitutos; y navega entre ricos y pobres, santificando a pobres y ricos; no está con los pobres ni con los ricos; está con todos, entre todos, que los unos son hediondos perfumados, y los otros, hediondos harapos que tapan envidias… La Iglesia no reparte patatas, sino «otra comida que vosotros no conocéis» (en el Pozo de Sicar) (115).
Y entonces, sin resolver esa ausencia ¿cómo pueden tratar del capítulo de los obispos, casi igualándolos al Papa, obispos nombrados por Franco, o por Rojas Pinilla, o… por Mariano Ospina?
¿Y qué será ese capítulo que van a tratar ahora de: «Papel de los Estados católicos en La Iglesia»? ¿Desde cuándo, fuera del Hombre, con «soplo» del Padre, fuera de su criatura hecha de la nada, hay personas de derecho, entes del derecho, entes de la imaginación y de la mente humana que sean cristianos? ¡Esto es Marxismo!
Verá, dom Andrés, que eso no les revienta; será como los cohetes vanos, que no estallan, y que nosotros decimos vanidades. Puede que lo lancen, al cohete, pero no quedará en órbita, y… la Iglesia perdurará como militante hasta que la Eternidad se coma el Espacio-Tiempo. Si lo lanzan, nada ha sucedido… ¡Non… tembles terra que non te fago nada!
La Beatriz (Continuación)
Eso de cristianar o inteligenciar al marido, al superior, al gato, a la cucaracha, a la enfermedad, a las bubas, aparentemente es obedecer como un cadáver, pero realmente es obedecer como obedece la Inteligencia o Vida. El que se hace como un cadáver, se convierte en santurrón, ojos bajos, complejos o demonios infinitos, mucho miedo, temblor afeminado, «muy buenito» dicen los superiores y le ponen cinco, y lo declaran modelo, rey o reina de la humanidad: es la beatería, la caricatura de cristianismo.
El que obedece entendiendo, inteligenciándose e inteligenciando al superior, en comunión de amor e inteligencia, en iluminación de odios, envidias, complejos de superioridad e inferioridad, de frente, abierto, en confesión, ése puede decirse que no sólo es el más obediente, sino que es colaborador, cosantificador, Cireneo (116), luz, dulce y amable como la Verdad.
El primero, ejecuta todos los actos…, pero acumula en sí mismo odios, iras reprimidas, culpas, culpables…, y el superior acumula también en sí mismo complejos de suficiencia, de dominio, de «míos», de superioridades, vanidades y demonios mudos.
Hay que obedecer en confesión con el marido y el superior: de la ira sentida, de la sin razón padecida, del odio que amarga, de las vivencias en contra de lo obedecido, etc. Todos somos entendiendo; y a la más pequeña criatura hay que mandarla coentendiendo. Superior que no viva esto es satánico, y lo mismo el marido o el hermano. ¡Pero no! No hay criatura satánica; en todas está «el soplo». Y no hay nadie que no ceda a la dulzura, humildad y luminosidad del Cristo en nosotros. Si fracasáramos en la convivencia, el fracaso es de nosotros, no del entendiendo… Se cae entonces, y ¡levantarse! Y seguir coentendiendo, o sea, obedeciendo, o sea, padecer tras Jesucristo, llevando nuestra crucecita… Sin iras, ni babas, ni insultos; siempre con la constante y lucífera inteligencia.
Aquí suspendo, porque estoy agotado por hoy, y voy a destinar este resto de día, cuando Berenguela se fue para Medellín, a atisbar para ver lo que me muestren los celícolas acerca de esto de Puerta sin Alas, que es esencialísimo en el vivir cristiano.
Lo que hallare, padre Andrés, que no le consuene, pues eso no fue lo que quise escribir, pues lo que no sea cristiano, no lo quiero por mío… ¡Me cago en la mar salada! Que el premio de escribir sea en Presencia; en cosas de literaturas, ¡nihil!
¿Para qué despedirme, si Ud. está aquí?
Etza-Ambusha
¡La Anaconda glorificada por el monje es nuestro destino! (117) ¡Qué bella obra maestra en esta Amerindia-Anaconda!
Vale
E. A.
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La Abadía Chiquita. Oct. 16 de 1963
Dom Andrés: ¡Qué mundo de mundos y son Uno! Principiemos por el principio de la visita suya de ayer… (¡No hay principio ni fin!).
El comienzo fue «la muerta» suya y la angustia suya en mí… Sentí como lágrimas y grité por dentro, en el caminito de la entrada:
¡Ahí también está La Inteligencia y La Voluntad del Padre! ¡Ánimo, envigadeños! ¡El entendiendo, el viendo soy Yo en vosotros! Y, juntos, vimos esto: ¿Muerta? ¿Porque no la veis ni la oís ni la tocáis? ¿Era vuestra?… ¿Angustiados, porque no es ya vuestra, sino Mía? ¿Pajecillos envanecidos? ¡Vuestra angustia es vuestra vanidad! ¡Limitáis mi rebaño a vuestro rebaño! ¿Qué sabéis de la «muerte»? Todo lo que sucede, sucede en Mí, en la Eternidad; todo «morir» y «vivir» es en Mí, en La Vida. Si Me la llevé, ¿a vosotros qué? ¡No juzguéis!
Estad atentos a La Voluntad del Padre, que es en vosotros vuestros respectivos instantes, y así me veréis en cada instante, en cada sucediendo vuestro, sin «muertos» ni «vivos», en La Vida.
Y anoche vi esto, que sé que usted también vio, porque no somos «nosotros» los que vemos sino El que nos hizo uno en esto que se llama hermandad:
Vimos a Uno, que era luminoso como la visión (en el té de ayer exclamó de pronto usted: «…¡y ese mirar de Jesucristo…! ¡Qué bueno haber estado allá!»); y era pacífico como la visión, y amor como la visión, e iba con una muchacha, muy hermosa, y esa mirada que dirigió la muchacha a dom Andrés se tradujo en mí en estas frases:
—No le decía, dom Andrés, que me moría de carencia de Amor; que quería amor o que me moría… y entonces, cuando toda esperanza de amores estuvo apagada, cuando yo era toda íntegra necesidad de amor, el Amor me cogió de la mano y aquí me lleva…
Bueno, pero esto me ¡mata! ¡Qué envidia que le tengo a nuestra muerta!… Y cómo no, si Él le dijo a Moisés: «Yo tendré misericordia del que tendré misericordia y no tendré misericordia del que no tendré misericordia», con lo cual le dijo: Nadie será administrador de mi misericordia; ese es negocio entre mi criatura y Yo. No te metas, pajecillo, recadero mío, «gran profeta» pero en cuanto Yo soy profeta en ti… ¡Tú eres como el violín; recuerda que la armonía está en el violinista!
En todo caso, dom Andrés, usted me enseñó que Justicia y Amor y Vida convertuntur en el que va con nosotros en este espacio-tiempo, o proceso histórico de echar la culpa a «otro». Él tendrá Amor y Misericordia del que tendrá misericordia y todo lo suyo es Amor.
A nuestra amiga muerta, a nuestra amada muerta, ¡Lux Perpetua! Está con Él, la tiene en Él, nada hay fuera de Él sino la nada o vanidad, que no es, pero que existe en nosotros, y ella ya no es de nosotros y todo juicio que emitamos es echarle la culpa a la muerta, es revivirla en el proceso culposo. Ella está con el Señor, pues lo que no esté con el Señor no es nuestra amada muerta.
¡Tenla en tu Paz, Cristo, a nuestra muerta!
Aquí iba a terminar con nuestra muerta, pero estoy viendo más ahora en la mañanita; me están mostrando más.
¡Ahí está! Es… «su mujer», «su propiedad»… Él tiene «sus negocios», sus fincas, sus peones, sus enemigos, sus amigos y… su mujer. Su mujer es para que sea su mujer, un ser vivo que padezca en lugar de él sus padecimientos, que encarne sus odios, sus ambiciones, su lascivia… Pero él fue «mi hijo», mi álter ego, etc. Y los padres de ella, son sus padres: le ordenan que se incline ante su clase social, ante el qué dirán…
Ella es creatura del Amor, alejada y devuelta a Él, que eso es vivir… Es creatura, viva, con espíritu divino… Busca al Padre, al Amor; la atajan, la atajamos todos… Va a La Iglesia a buscar al Padre, al Único… y la atajan. ¿Entonces?…
¡Se muere!: El único sentido del vivir es volver al Amor. La matamos y nos matamos… ¡El Amor vino por ella!
¿Por qué la Iglesia recibe ya los despojos del que muere cuando no lo dejan respirar… Amor? Eso es lo que los vulgares llaman suicidio: la gente, el mundo asesina a una niña y… llama a eso suicidio, para seguir echando la culpa, siempre en el proceso culposo.
La Beatriz
¿Que si sigue siendo puerta sin alas, puerta por donde pasen todos? ¡No! ¡No has entendido, Beatriz! La Puerta sin Alas, precisamente por ser nada, apertura, es a un mismo tiempo La Presencia. Y La Presencia allí es Cristo, La Inteligencia, El Amor. Por consiguiente, por allí sólo entra La Inteligencia y El Amor y El Padre, pues La Presencia es a un mismo tiempo El Caminante. Sólo Él entra por el portón que no tiene alas o vanidad; como Él llena el vano, no puede entrar sino lo que Él glorifique. Y como Él es la Inteligencia, a todo lo más mísero, bajo y vil que pretende entrar, le halla la cogedera, lo coge, le da ojos para que vea y lo glorifica. Donde está Cristo no hay vileza. Donde está La Inteligencia, a todo lo Inteligencia; y toda oscuridad se ilumina, porque es Luz. Todo lo que llamamos luminoso es porque Él lo alumbra; nada es Luz sino Él.
Por la Puerta sin Alas que va a ser Beatriz no pasa nadie que le dé la gana, sino el que sea cristianado. No pasa el «superior» sino Cristo en el «superior»; si éste quiere pasar solo, ¡vade retro y que se caiga este mundo! ¿Obedecer perinde ac cadaver? (118) No, allí obedece Cristo a Cristo. ¡Él nos libertó y es la Libertad! ¿Pasa el marido? No. Pasa Cristo en el marido; el marido solo, ¡nunca! Cireneos mutuos (compañera os doy y no esclava) es la unión conyugal. Es unión en la Inteligencia. Sólo desde la venida de Cristo a este mundo en cuerpo como el nuestro, hay verdadero matrimonio, o sea, libertad en la unión de los sexos.
¿Y qué sea cristianar o inteligenciar el marido a la mujer y viceversa, y el «inferior» al «superior»? Le escribiré mañana, apenas me lo muestren bien.
Veo que Usted está allá, padeciendo y viviendo esto mismo en todos esos agonizantes, que son míos, porque nos hicieron coagonizantes.
Etza-Ambusha
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Pescador de estrellas
Octubre 21 de 1963 – Las tres p.m.
Dom Andrés, pescador de estrellas:
¡Qué carta, con qué notición (119), ésta suya que acaba de llegarme ahora, cuando terminé esa que va adjunta!
Mi alegría es la misma que deben sentir en el cielo los celícolas…: los oigo decir, y digo con ellos, uno solo en emoción con el Pescador (en figura de Ripol): «¡Pero vean qué doradilla, qué putico de ángel el que está sacando aquel Ripol!».
Veamos:
1. Lo pescado es el núcleo del yo de una muchacha con ojos de núcleo de yo, de 15 años.
2. El pescador (dom Andrés) usó anzuelo de oro: El Amor, así: «Tú odias a tus padres, porque los amas». Eso de poner El Amor como único núcleo, aun del odio, es de la Inteligencia: ¿A quién o qué odia uno? Al que con su aparecer niega lo que uno ama en él; al padre o madre que con su hacer y aparecer niegan al papá y mamá que uno ama, y que es el mismo para todos, porque no hay sino un Padre y Una Madre. El problema de «padre», por ser nombre, el más alto a mi parecer (lo usó Jesucristo), de Dios, y por usarse metafóricamente para un alto representante de Dios, que son el papá y la mamá, es el origen de todas las neurosis, ausencia o pecados. El pecado original fue apartar la mirada del Padre y dirigirla a… La Ausencia, a este mundo.
Así, usted, dom Andrés, al decirle a la niña: «Usted ama a papá y mamá; usted ve a papá y mamá como disputas, como imágenes de riñas e insultos, y a eso es a lo que usted odia, a la apariencia que usted está viendo… Ahora, usted los ve así y su indignación es santa, porque es amor a la realidad de ellos, porque ellos la aman a usted y son buenos, pero es porque ellos también están enfermitos, ellos también padecen a su modo lo que usted; mutuamente maltratan lo que les tapa lo que aman. El odio son celos de amor, rabia de que el amado no sea la perla que uno ama…».
«Ella levantó entonces un poquito más la cabeza y le empezaron a brillar los ojos, que tiene muy lindos y expresivos».
¡Fue que hizo contacto El Amor con la chispa del amor o núcleo del yo! ¡Ya cogió la carnada! ¡Ya es de Cristo!
Y aquí viene lo magistral, lo que es propiedad artística de Cristo y que yo sabía ya que le había dado a usted, pescador con caña, Dom Andrés, ¡garabato de Amor! Y fue… eso de validarla, en estos términos:
«…y ahora estoy viendo una cosa muy buena: vea, su papá es un enfermito, y su mamá, otra… y usted también… Usted se parece a su papá. —Sí, me contestó ella, algo confidente. —Desde que su mamá vino donde mí, estoy pensando en cómo hacer venir a su papá. Su mamá, es buena. Ella, pobre, me dice que mucha de la culpa es suya, pues no sabe educar a sus hijos… Yo sé que le caí en gracia a su papá. —Sí, me contestó ella, algo confidente… Pero ahora ya veo cómo lo voy a hacer venir: usted y yo vamos a ser una misma cosa: el ángel bueno que va a curar a su papá; con la excusa de curarla a usted yo lo llamaré para decirle cómo tiene que tratarla a usted… Y entre usted y yo, que seremos la misma cosa, vamos a arreglar su casa. ¿No le parece? Y ella me miró… con qué alegría reflejada en todo su porte».
¡Esto es magistral! Es tratado completo de dirección espiritual en su esencia, de psicología en su esencia y de magia cristiana absoluta…
A saber:
Una vez que el evangelizador haga contacto con el bellísimo núcleo del yo del pez, validar, vivificar al «soplo» de Jehová a la estrella entre las estrellas de la creación, y hacerla vivir este sentimiento celestial: «¡Yo soy propiedad divina; soy de la familia de Dios; yo seré con mi pescador el pescador; él y yo, Uno, pescaremos a toda mi camada, y yo seré la madre, la madre de mi papá, su pescador!».
Esto último, con esto último, en una muchacha desilusionada de mamá y papá, es el colmo del arte divino, porque en una mujer, aun en la cuna, está la Virgen, la madre, la madre de Jesucristo. Ese es el tuétano de la feminidad. A las monjitas, si con arte semejante, mutatis mutandis (120), se les hace nacer la vivencia real de que van a ser madres del Divino Niño, que al morir paren al Divino Niño, y que el convento, la vida conventual es gestación del Hijo… ¡pues su vivir en monasterio será un paraíso! El celibato es imposible: o engendra unos hombres, o engendra al Divino Niño; o paren hombres, ellas, o paren al Divino Niño. ¡Tal es la vida monástica!
Usted, pues, Dom Andrés, ya destruyó el engrama (121) de padre en que habitaba un diablo, una ausencia; ya, esa niña tiene iluminada por la Inteligencia la palabra o vasija padre.
¡Qué bien! ¡Ya está! Ahora no es sino jalar el sedal con ese arte que le dieron orillas del río Ripol. Desde que lo vi hace diez años supe que usted era garabato de amor, y que se elevaría la enorme fábrica de Santa María, y que por aquí habría la primera epifanía del Amor, en poetisas, místicas, cuentistas, madres, muchachas, etc…
Mil y mil padrenuestros para usted y ella, su doradilla, su tesoro. ¡Ámela mucho, que yo la estoy amando que da gusto!
Etza-Ambusha
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La Puerta sin Alas
Abadía Chiquita, octubre 21 de 1963
Dominus Andrés de la Voluntad del Padre en el río Ripol: Ripol… La Zúñiga… «Un viejito que me encontré»: Digo de la Voluntad del Padre, porque María (122) era la que hizo y hace la voluntad del Padre: «Mi madre y mis hermanos son los que hacen la Voluntad del Padre». El arcángel ya la había saludado como Llena de Gracia. Y, a un mismo tiempo, nos dijo Jesucristo: El que en su vivir, entre vosotros, vaya eternizando sus instantes, o sea, haciendo la voluntad del Padre en él, llevando su cruz, pues…: Ése es mi hermano, es Hijo de Dios…; y luego nos recordó: «No habéis oído que desde muy antiguo se os dijo: dioses sois»… A eso vine al espacio-tiempo, o ausencia, a endiosaros; no vine a ningún negocito de ricos y pobres, buenos y malos, vivos y muertos, a nada de los dos ojos, a nada bilateral, al do ut des, sino a resucitar, con Adán, del océano de la muerte. Yo soy El Pescador, y soy el anzuelo, y la caña, y la carnada y el pez: el pez era mío y vine por él, a rescatarlo del mar de la Muerte. Y al ser elevado en la Cruz, y sepultado en la tierra, y resucitado en la muerte: «Yo soy el que asciende a los cielos con lo mío, con el pescado, o Adán: cuando me levanten en la Cruz, Yo levantaré a este mundo» (123).
La Puerta sin Alas o la Beatriz
Y tenemos, pues, que el Portón Abierto tenía la Presencia a que llamamos Inteligencia, y ahora resulta que tiene La Voluntad del Padre, y luego veremos que tiene El Amor o «llenos están cielos y tierra de la majestad de tu gloria» (124), o beatitud; y es porque en Jesucristo omnia convertuntur: en el Portón sin Alas están El Padre, El Hijo y El Espíritu, o Lengua de Fuego, o Amor…; y como el Portón es Beatriz, o todo el que se abra de par en par, o Adán, que es el pez que Él pescó…, y sobre todo, Jesucristo se hizo hombre, hijo del hombre, o sea, nos metió a usted, Andresillo del río Ripol, Beatriz la maternal, y yo, el viejito revolcado en el caño envigadeño, llamándolo desde las inmundicias. Porque realmente, Dom Andrés, yo, éste que escribo ahora de Él, fui desde niño una inmundicia inenarrable, pero desde que dije yo fui también una gana de conocerlo de vista, tan grande, que mi patrono amado como a mi padre ha sido siempre Zaqueo… Y es tan inmenso este amor, que a veces digo, para consolarme: «¡Sí, sí, yo fui Zaqueo!… ¡Yo Lo vi de vista de ojos en Jericó!». A mi suegro (125), en Roma, le escribí una carta, creo que en el 30, que está en Cartas a Estanislao (126) y le decía: «Yo soy muy malo, soy casi la inmundicia, pero soy el que más gana tiene de ser bueno». Algo así, porque cito de memoria… ¡Y por eso fue su venida el día en que los dos ojos veían todo incierto y clamaba por el ojo simple! De suerte que no hay tal usted y yo, sino el que le están mostrando. Somos uno, omnia convertuntur en el Portón sin Alas… Jesucristo metió, pues, al hombre en ese omnia convertuntur y nos dijo: «…después, entregaré todo al Padre, y seremos todos uno en Él». ¡Cómo no, cómo no! ¡Nos metió de Gracia nada menos que en La Trinidad!
La Voluntad de Dios en la Puerta sin Alas, o sea El Padre allí, en nosotros. Es porque Jesucristo, fuera de ser La Inteligencia, fue la Voluntad del Padre, en su vivir en este mundo.
Cuando quiso darles prueba de que era El Cristo, el Hijo de Dios Vivo, dijo: «Porque siempre, en todo instante, instante a instante hago la Voluntad de mi Padre, en ese instante».
Nos quiso decir, en palabras envigadeñas: «Vivir al Padre instante a instante es darle eternidad a los instantes: no imaginéis ni os preocupéis por el mañana, que entonces temporalizáis, os erigís en dioses del instante siguiente; cada instante trae su afán o voluntad del Padre». A la Virgen, que le pedía convertir el agua en vino, le respondió: «Mujer, no ha llegado mi hora» (127), es decir, ¡en ese momento, Él, en su vivir sucesivo de Dios hecho hombre, no veía al agua convertida en vino!; a poco, La Vio, en la Voluntad del Padre en el hombre-Dios, ¡y hubo el mejor vino! ¿Milagro? La Voluntad del Padre en el tiempo, eternizado, es el milagro. Y al que le pedía ver o caminar… lo miraba con esa mirada bañadora de visión que ama tanto usted, y sus solitas palabras de «¿crees?» traducen el atisbar y ver si el milagro estaba en la Voluntad del Padre en el miraculado, y en Él, en los instantes de su vivir humano. «El milagro» tenía que estar en el miraculado, o sea, que fuera Voluntad de Padre, o Fe. Por eso, en su pueblo natal no hubo milagro: allí, sus compañeros de niñez, sus vecinos, sus parientes estaban admirados de ese hijo de José, ése que jugó con ellos, y que había hecho cosas milagrosas en Cafarnaúm, y apenas llegó corrieron orgullosos de tener a uno de los suyos de mago, de milagrero, de hacedor de pruebas, de prestidigitador; mucha vanidad nacionalista, vanidad pueblerina…, y no pudo hacer milagros, no encontró allí Voluntad del Padre en ellos, o sea, la Fe…, y ¡nadie es profeta entre su gente y en su pueblecito!…, y ellos, «los vecinos de la carpintería», lo iban a arrojar por un precipicio, heridos en su vanidad nacionalista (128).
Muchas veces quisieron matarlo los escribas, fariseos y principales del Sanedrín, y Él se iba, porque su hora no la veía en la Voluntad del Padre, y cuando la vio, «…lo que haces, hazlo pronto»; «llegó mi hora, así como te he glorificado, Padre, glorifica a Tu Hijo» (129); y a Pilatos: «No tendrías poder sobre mí, si no te hubiese sido dado por mi Padre» (130), y «Yo sé que siempre me glorificas instante a instante, o sea, en la Eternidad, pero lo digo por estos, para que, una vez cumplido todo, crean (o lo vean en la Voluntad del Padre)».
No hay parábola, milagro, frase ni vivir o vivencia alguna de Jesucristo —o Dios hecho hombre— que no se refiera a la Voluntad del Padre, que es la eternización o divinización del tiempo.
Y esa fue su enseñanza, su magisterio: se hizo temporal, Dios en el Tiempo, para mostrarnos cómo nos las debíamos haber con el tiempo, eternizándolo, divinizándolo en la Voluntad del Padre temporalizada.
El acto del Amor fue: hacerse Dios un hombre Dios. De suerte que Él fue o tuvo un vivir como el nuestro, instante a instante, sucesivo. Pero, como era Dios, en cada instante obedecía y veía la Voluntad de Dios en tal instante, o sea, lo eternizaba. Dios como Dios, ¡pues no tiene instantes!; y, si se hace hombre, pues ve a Dios o a Sí mismo en cada instante, si alegre como alegre, y lo goza, y si dolor como doloroso, pero, como ve allí la Voluntad del Padre, tiene la inmutabilidad divina en cuanto Dios.
¡Ése fue su Magisterio! Por eso es El Maestro, ¡el Único! Mostrar con su encarnación y con su vivir y morir, cómo Dios puede ser hombre, y cómo vive siendo hombre, y cómo muere siendo hombre, y por consiguiente, que el hombre puede imitarlo a Él, que es su hermano, y vivir vida de Dios. Nos elevó; nos hizo sus amigos y sus hermanos y… ¡muchas cosas más que no he visto!
De suerte que es en cada instante en donde está Dios. Está aquí en esta maquinita que estoy tecleando y en las letras que estoy escribiendo; está en el río Ripol, y en La Zúñiga y en cada piedrita que encontremos, en cada sinsabor, en cada contrariedad, en cada alegría, en cada agonía, y está en el moribundo. Pero instante a instante, continuamente, sin granular nada. Donde haya granulación, hay diablo o ausencia; en mañana y tormentos del mañana, hay diablo; en ayer y tormentos del ayer, hay diablo que no Lo deja ver instante a instante.
Recuerde que en la visita que le hice a la Abadía, cuando la Tempestad, de pronto, en el incendio del Espíritu, usted me dijo algo que me aterró, me anonadó: «Que me miraba como a director espiritual»… Ahí mismo me vi, y gritaba en mí: «¡A este gallinazo! Apártate, gallinazo, porque el padre Ripol, en su incendio amoroso, se está dirigiendo al Espíritu…». Y gritaba dentro: «¡Enmudéceme y habla Tú!». Y usted me contó de los planes de conducta que se había trazado… Y le dijo Él, me parece, que no yo: «La cuestión es no trazarse planes…; hay que capear al vivir, al marido, al gerente, a la tentación, instante a instante», e inmediatamente le dijo Él, que no yo (ya de pies ambos): «¡Oiga, padre Ripol! Hace días que no comulgo… porque hace días, diez días, vi una muchacha que me pareció muy linda y me detuve a verla, a verla…, y sus ojos, y sus movimientos me embargaron, y yo sabía que me embargaban, y algo lloraba en mí, pero la miraba, la miraba… y, de pronto, cesó el embrujo, y le eché una bendición… Pero lo malo fue que como cinco instantes la muchacha fue como una ausencia-presencia». Usted me dijo que eso no, que podía comulgar… Yo insistí en que había en esos instantes un sabor de idolatría… Usted me dijo que no…, y comulgué a la mañana siguiente, con absoluta libertad. Pero yo le dije eso para que supiera que yo venía de un caño largo, cenagoso, en que hay albañales, muchos de los cuales he narrado en mis escritos, pero todavía hay muchos más…
Bueno, el cuento anterior es para resaltar eso de no hacer planes, de no programar, de no granular para razonar, para deducir e inducir, y creer que uno se hace cristiano poco a poco: es ya, ya, ya; Dios está en el instante. ¡Vigilar, vigilar!, decía Jesucristo. ¡Estad vigilantes y alertas, porque el enemigo no duerme!: está atisbando para meterse en nuestros instantes; está en nuestra mente, que es la granuladora, la formadora de imágenes, y luego de proposiciones, y luego de principios, y luego de razonamientos. Razonando no lo ve nadie; ve su propia vanidad o Diablo. Y eso fue lo que usted hizo con el joven alemán (131), muy leído, muy filósofo, que leía y leía a Kant y a los teólogos, y que tenía un cartapacio con las pruebas de un milagro en Lourdes, y esperaba un solo dato que había pedido y con el cual quedaría seguro del milagro y «creería o se convertiría a católico». Y se lo echaron a usted en Montserrat, y usted dijo: «¿Y qué hago yo con ese hombre tan filósofo? ¡Yo soy hombre del Amor y no de filosofías!». Pero se lo echaron encima, y usted fue y le dijeron: «¡Ahí está esperándolo a usted! Son las once y él está ahí desde las cuatro; cogió ese libro de Kant que hay en la biblioteca, y lee que lee, y hace gestos… ¡Ese hombre parece que está loco!». Entró usted, y el joven habló y habló: de dudas, de sospechas, de Aristóteles, Platón, Anaxágoras, Demócrito y Heráclito, gnósticos y agnósticos, Scheller y Heidegger, y de que si le llegaba confirmado un datico que había pedido, para agregarlo a los reunidos ya en su cartapacio, acerca de un milagro de la Virgen de Lourdes, se convertía… A la hora, sin haber podido hablar usted, lo despidió, diciéndole: «Venga mañana temprano, me hace el favor… Yo creo que todo se arreglará…».
Llegada la mañanita y con ella el alemán, miróle usted, y le dijo: «Yo no sé otra cosa sino que Dios no es un enredo de hilo para desenredar. Haga lo único que hay que hacer, que es nada, arrojar la nada que es uno: arrodíllese o échese bocabajo, que es la forma de la nonada, y hágase esto: «¡No sé nada!: ¡soy el que Te busca!» y tendrá su Presencia; ¡con seguridad tendrá su Presencia! Usted no lo ha visto, porque está ocupado por usted mismo, por su mente, sus filosofías, y anda pretendiendo que ellas sean La Presencia. Desocúpese de usted mismo y Él lo Ocupa, pues llena el Vacío.
Y pum, ¡Lo vio!
Verdad absoluta, infalible (el tono que hace calificar así).
El hombre, todo hombre o mujer que se desocupe (desocupe su conciencia o soplo divino) de sí mismo, de su imaginación, mente y razón, con sus anejos, instantáneamente es La Presencia, o Dios en la conciencia, que es la Puerta sin Alas.
No hay convertidos: se es ciego, menos ciego, o que ve. Y la ceguedad es el comienzo de ver. El vacío es el comienzo de estar lleno. Vacíe la botella de agua, y se llena de aire.
Nota. Los términos convertir, convertido, «lo convirtió» han impedido que vean millones de hombres, porque son complejos de superioridad, lenguaje de imperialismo religioso. «Se convirtió al catolicismo a la hora de la muerte». Tal frase contiene venenos: un orgullo imperialista en el católico y un insulto grosero para el ciego. ¡Si ser ciego es muy bueno, pues es el que va a ver! ¡Hay mucho de imperialismos en los predicadores católicos! ¡Muchísimo más del que digamos!
(Continuará)
P.S. Trata esta carta de cosas por encima de mí, pero Cristo sabe que en usted y yo no hay sino la nonada de nosotros mismos y un gran goce en el Espíritu ¡Él nació entre la paja, y hace escribir a las piedras! «Si estos no gritan, gritarán las piedras» (132) (entrada a Jerusalén).
¡Hasta lueguito!
Etza-Ambusha
— o o o —
Segunda Parte
Octubre 26 de 1963
En el sexagésimo día de mi Feliz Encuentro con mi mago Etza-Ambusha, asustado de tanta felicidad, ¿presagio de inminentes nuevas Tempestades?… «Si ipse pro nobis quis contra nos? (133)
Si el repetirle una y mil veces, mi Etza-Ambusha, que eso era lo que yo andaba buscando conscientemente durante toda mi vida, resulta tan vivo como es vivo en mí el sentimiento que constata ese encuentro, no temeré en írselo repitiendo pues es una dicha.
Sus últimas cartas: la que yo llamo «la teológica» (si bien todas son más que teológicas), la de Octubre 21, continuación de la Puerta sin Alas o La Beatriz, la de la Voluntad del Padre, que me vivenció una doctrina tantas y tantas veces oída, ¡cuántas en engramas!, y vivida otras, ¡qué bella! Doctrina, digo, muchas veces oída, pero nunca tan vivamente patentada como en esa carta. ¿Será porque tan clarividente y hondamente la vive mi mago, que por eso se le hace a uno tan comunicativa y penetrante? ¡Cómo estoy viviendo, Etza-Ambusha, desde finales de Agosto de hogaño! Yo quisiera ser para Él y usted, el resto de mis días, una palabra consciente y viva: ¡Gracias!
La de la pesca de mi doradilla otra ¡qué tal! Su filosofía, sobre lo que uno vive, la forma como usted desentraña esa vida es simplemente de brujo. A mí mismo me caldea tanto o más verme nuevamente en Ud. cuando me comenta que cuando yo intentaba provocar el chispazo entre el Amor y el yo de la niña en ausencia al irse haciendo presencia, cuando el pez picó la carnada. En su respuesta veo y siento lo mismo que vivía en la mirada que iba iluminándose en mi doradilla a medida que Él se le iba mostrando. No veo sino una vida y, ¡qué Bella!…
Lunes 28
¿La voluntad del Padre? ¿Si será Ella o la iniquidad de los hombres? Creo que es ésta la que está consumándose, la hora de las tinieblas. ¿Y será también la Voluntad del Padre? En todo caso acaban de comunicarme que debo abandonar este Monasterio de mis sudores y esta tierra mía de adopción donde me hice paisaje en esos verdes Andes, en sus inmensos ríos y selvas; donde tanto, tanto he visto, enamorado, La Divina Presencia en tanta inmensidad; en donde aprendí a amar a sus gentes todas, desde el amerindio selvático que tan en inmediato contacto con Él me ponía y el alegre y abierto negro costeño hasta los angustiados de nuestras ciudades, con quienes un convivido y mismo sufrir me unió por siempre en hondo amar…
No veré más en figuración a mi Etza-Ambusha, el regalo de mi Dios y Señor, durante 53 años ansiado y apenas dos meses, eternamente felices, tratado en cercanía. No oiré más su voz entrecortada que era el trueno rimbombante de su lucífero mirar, atisbar al Supremo Ser.
Siempre más lo veré tan sólo en Él, frente y entre las dos blancas columnas de la entrada a Otraparte, en mitad y paralelo a ellas su ascética verticalidad, extendiendo como Santo Cristo sus brazos para abrazar al amigo… a toda la humanidad doliente como Él…
No volveré a franquear mi abierto Portón sin alas como tantos años vine haciendo, siempre acompañado por Él, para encontrar al otro lado de su alféizar, donde se asienta la Presencia…
Tampoco oiré más, y eternamente retumbará en mis oídos, el grito angustiado y desgarrador: «¡Padre Andrés, enséñeme a amar como usted ama!»…
En el primer esperanzado contacto con mi doradilla, que deberá hacer las delicias en la mesa del Rey, debo excusarme acá de mi presencia en el banquete… ¡Cuídemela usted, mi Etza-Ambusha, a mi doradilla! Apenas ayer le dije en su casa que me gustaría muchísimo que hiciera contacto con usted. ¡No me la abandone que es de Él…!
¡Todo esto debo abandonar por haber defendido y amado la Justicia y la Verdad, por haber amado y amado hasta el fin…! No entiendo nada. La más negra Nada es en este instante mi ser y mi sentir. Dios mío, Eli, Eli, ¿por qué me has abandonado? ¿Querrás que claudique o me rinda a los pies del becerro de oro? ¿Habrá sido vencido Tu Reino, el de la Humildad, la verdad y el amor, por tu mandato en el Paraíso: «Dominarás la tierra», convertido en «Pasión» de dominio por la caída de su primer morador? Yo no sé, Señor, mi Señor, lo que quieres…
¿¡Hágase Tu Voluntad! como en el cielo? No veo, no siento nada, no Te vivo. Soy aniquilamiento, asesinato, muerte por voluntad de mis «superiores». ¿Será también la Tuya? ¡Hágase Tu Voluntad acá como en el cielo!…
Adiós, mi Etza-Ambusha, hasta allá…
Su caño seco y polvoriento,
Andrés
P.D. Esta carta que debía seguir un rumbo tan diferente acabó en pura elegía o nuevos truenos de Jeremías o imprecaciones de ausencia…
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¡A este Andrés sí lo fregaste!
Ningunaparte, Oct. veintitantos de 1963
Dom Andrés, regalador, regalo y regalado: Anoche pasé conversando con mi Amigo acerca de usted. Cuando estamos conversando, yo le hablo en envigadeño, y en mi idioma del caño, pues Él lo entiende como Suyo, y Él me contesta en un idioma que no es idioma, sino un como que uno va siendo, de modo que no hay sujeto conocedor ni objeto conocido; no hay símbolo y cosa significada, ni vasija y bebida. Usted me entiende, pues ya somos uno solo…
Se trata de que yo quedé viviendo como mío ese nudo durísimo de su siendo de usted, y no veía nada sino oscuridad y dureza: todo negro, negro sustancial y yo padecía su dolor inmenso… y cogí de la pared a mi Amigo hecho imagen, para realizarlo más en mí, y Lo senté en mis rodillas, y Le dije:
—¡A este Andrés sí lo fregaste! Ese disfraz Tuyo es un nudo de verraquillo o guayacán; ¡con ese cabeza de alcornoque matas a cualquiera! ¡Cuéntame, muéstrame Tu Faz en ese verraco, porque sé, estoy seguro que está en él!…
Cristo: —Y qué dices tú de aquel verracón fariseo que, cuando Yo agonizaba en la Cruz, cuando los otros nudos de verraquillo estaban gritando que «a muchos hizo ver, y resucitó a Lázaro; ¡pues bájate a ti mismo de esa cruz!» (134), y, sintiéndome solo, solo como hombre que era, sin nadie que entendiera (ni yo mismo como hombre pude entender esa ingratitud y soledad), y grité: Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?»… Y como llamé a mi Padre en arameo, Eli, Eli… (135), el verracón ese de fariseo me contestó a gritos: «Está llamando a Elías; ¡veremos si él viene a bajarlo!». Quise ser un hombre muriendo y glorificar y enseñar cómo es un hombre viviendo muriendo, para que los hombres pudieran ser Dios resucitando, venciendo al verracón de fariseo, lo cual significa entender la ausencia que en el fariseo tapaba al soplo de Jehová; a eso, a la ausencia, la llamé Yo con el nombre de Hijo de Perdición. De suerte que el fariseón es la ausencia, pero no lo que había en él de divino, «El Soplo». Y ¿Judas Iscariote?… No has oído que al darle Yo el pan mojado en vino, el demonio entró en él, y entonces le dije: ¡Lo que haces hazlo pronto!…Y que oré a mi Padre así: Todos los que me diste los he cuidado y te los entrego; no se ha perdido de lo que me diste sino El Hijo de Perdición… (o sea, el Demonio, que había entrado en Judas). Pero ¿al hombre Judas, al «soplo»? ¿No has oído, que al ser condenado Yo a la Cruz, él se arrepintió, padeció La Ausencia, y lo que se colgó, en El Campo del Alfarero fue Luzbel, el Hijo de Perdición…? Yo soy el Único y Su Propiedad y vine al mundo por mi propiedad, y nada mío deja de ser mío. Con mi vida de Dios-hombre vencí a la Muerte, propiedad de Luzbel… ¡No te metas con mi discípulo Judas! A ése le tocó un durísimo nudo de Ausencia… ¡No juzgues ahí! Mi vivir como hombre, o mi Evangelio es insondable y será alimento hasta que todo se cumpla.
Una digresión: Cristo habla en «lenguaje sustancial», sin palabras, traducible a las palabras de la criatura a quien habla: si le habla a un lavaplatos, éste traduce a su terminología; si le habla a la viejita a quien le están arreglando los dientes dañados, pues Cristo le habla sustancialmente, pero la viejita traduce así (la viejita se abre toda a Cristo, mientras el dentista la atormenta, y ella dice):
Ella: —Te ofrezco, Jesucristico mío lindo, este dolor de este diente podrido que están taladrando.
Cristo le da una cierta vivencia celestial que no hay palabras de «bueno», «paz», etc., para expresarla, pero la viejita, al narrarme el asunto, traduce a su idioma y dice:
La Viejita: —Ya me diste como un cielito a cambio de este diente podrido…
(Y Cristo le responde con un cierto algo celestial y la viejita traduce así):
Cristo: —Sí, mi viejita, te quiero mucho; tú eres muy linda; tú eres muy hermosa; tu dientecito lo tendré en El Paraíso; estoy más enamorado de ti que de las muchachas del Club Campestre, etc… Una serie de piropos…
Pues bien: la conversación mía con mi Jesucristo, con Cristo en mí; la traduzco al Envigadeño del Caño que soy. Cristo es tan majestuoso que conversa con limpiadores de albañales, con viejitos cancerosos, con arrastradores de cadenas, con reyes, etc. Pero si dijo: «Mi delicia es vivir con los hijos de los hombres, y con los pequeños, pecadores y pecadoras, y con Judas… y no se me ha perdido sino el Hijo de Perdición, el Demonio, pues el Demonio entró en Judas, pero Judas se arrepintió en cuanto no era Demonio…» (136).
Y sigue mi conversación con Él:
Yo: —¿Y Luzbel, Señor?…
Cristo: —¡No intentes volar con alas de murciélago! Conténtate con mi triunfo sobre él en este mi rebaño humano. Conténtate con saber que Yo soy El Único y su Propiedad; que nada mío dejará de ser mío y ninguna Ausencia o Nada negativa será mía. Los infiernos son otro rebaño y no pretendas saber de nada sino del hombre y de Mí, mientras vivas en ausencia.
—Bueno, mi Señor y mi Dios: ¿y qué de Dom Andrés, en quien te veo y me veo, o sea, que somos uno solo?
Cristo: —Dile que ese Nudo es otra criatura mía en ausencia. Que un médico yanqui, al retirarse, compró una finca. Que no sabía de fincas nada, nada, y que compró un pedrero; que le dijeron todos que se había arruinado, que allí no había sino culebras… Que él tuvo fe y se dio con el entendiendo a estudiar las serpientes y el modo de obtener remedios de los venenos de las serpientes, y a criar serpientes…, y que hoy es el que más sabe de serpientes y es millonario…
Dile, pues, a nuestro Andresillo, que no hay finca mala; que en toda «realidad» o apariencia o nudo está la mejor finca, o sea, La Realidad, o sea, El Padre, El Hijo y El Espíritu. Dile, además, que me converse en su idioma de Ripol, de cuando era mamón en brazos de su mamá, y que me diga todo, todo, sin miedo…
Y, si quieres ser largo, prolijo, pues eres muy vanidoso y escribidor, dile que, por ejemplo, de un marido borracho, grosero, y pegador y brutón como el diablo, una mujer sueña y sueña en el marido perfecto, y le hace versos y así va siendo-sabiendo qué sea un marido perfecto y… se casa Conmigo: Me encuentra y nos casamos. Que lo mismo haga él, mutatis mutandis (137). Que si no le llega esa ausencia de superior, no llegaría a saber que Yo soy el Superior…, etc. Y que el nudo también tiene en Ripol un nudo, pues el complejo de superioridad padece al de inferioridad y viceversa…; que no hay puta sin prostituidor, ni éste sin aquella; que son solidarios…; son uno mismo… Etc., etc. En fin… que no se rebulla sino con el entendiendo-amando, porque a Mí me dio la gana y donde me da la gana está el Paraíso…
Bueno, padrecito, o hijito o hermanito Dom Andrés:
Ayer vino mucha gente y estuvo Él; hace días que vive aquí, y estoy que no Lo aguanto… Vino Nora Restrepo ayer, y vi que es una gloria… Está haciendo versos al amado perfecto… Va a la carrera, a la carrera… ¡Esa sí que está incendiada! Mientras la hijita estaba allá, ella volvió a visitarnos… Está feliz, en angustia feliz… Y estoy abierto, abierto a ver si veo al angelito ese que está usted pescando.
Hoy llegó Simón (138). Berenguela y yo estamos felices. Vino muy bien. Se va mañana. Por eso, suspendo y no me culpe si no escribo mucho estos días.
Siempre jamás,
Etza- Ambusha
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21 o 22 Oct. 1963
Padre Ripol mío:
Esto no lo lea sino después de leer la carta grande que va junto a ésta.
Fue que ahora acabo de verlo a Ud. en Marialaach en 1919 y estaba con el beato Ananías (139) alemán, el ojiazul, y él le había hablado de Pablo y de Tomás el Aquinate (140), a propósito de su tormento de Ud. de la Fe.
Y oí cuando Ud. le dijo:
—¡Pero esa es la Fe en Pablo y en Tomás! ¡Yo lo que quiero es la Fe mía, en mí!…
Y vi cuando él lo miraba a Ud., y allá hondo, muy hondo, lo vio…, y oí cuando le dijo:
—¡Váyase tranquilo! Ud. sí tiene Fe.
Y lo vi a Ud. llegar a su celdita y decirse a sí mismo, sin palabras:
—¡Pero vea! ¡Eso es verdad! ¡Él habla palabras sustanciales!
Y desde entonces Ud. no se pertenece.
¡Mil abrazos! ¡Eureka! F.G. – Etza-Ambusha
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Otraparte, domingo 24 o 25 o 26 de octubre – 1963
Dom Andrés:
¡Mucho, pero mucho que tengo para escribirle, y no me dejan las visitas!
Principiaré con esa frase que hay al final de mi carta anterior:
«Hace días que está Él aquí y me tiene cansado» (141).
Pues ha de saber que, ida mi carta, la releí en la copia y viví esto: ¿Qué fue esta estupidez?… Y estoy seguro de que usted vivió lo mismo al leerla…
Pues inmediatamente me fui a examinar eso en mi intimidad…, y se me mostró lo siguiente:
—Pues en esa vasija enigmática hay un algo muy bello que se te mostró…; como tú eres caño, cuando dices yo también está el caño, y como El Amigo que te muestra va quemando el caño, cegando los dos ojos, etc., ese caño que vas siendo cada vez menos se lamenta, se siente quemado, le duele la quemadura, le duele la luz… y grita: «Hace días que está aquí Él y me tiene cansado». El núcleo de luz de tu yo lo llama Mi Amigo o Él y el caño, que no quiere dejar de ser caño, dice: «Me tiene cansado». Es exactamente lo mismo de Pedro, pero éste lo dijo a su modo: «¡Apártate de mí, Señor, que soy pecador!». Y ¡basta! Y no te escandalices, y sé atrevido, muy atrevido, «porque el Reino es de los violentos» (142). Mira esta última frase de Jesucristo, que si la dice, con su vino, un derechista o izquierdista, es blasfema, y con el vino de La Verdad, es el Cielo. Precisamente eso es lo que se llama engrama en estas cartas que te dicto: cualquier palabra o proposición puede ser engrama: lo mismo cualquier imagen u oración, pues engrama es un diablo o espíritu en ausencia que se esconde en un signo. Dile a Dom Andrés que eso es engrama, y pregúntale y verás que él está viendo esto mismo que a los dos les estoy mostrando.
También al releer mi carta anterior me escandalicé de las frases con terminachos que le atribuyo a Mi Amigo. Pero me dijo:
—No. Yo soy la Vida, y lo viviente recibe la vida de mí. En toda criatura vivo Yo en su respectiva «realidad», que siempre es en gerundio, en siendo, entendiendo, amando. Yo no soy idioma, ni forma, pero estoy en toda forma, en ausencia; la ausencia es la forma, y es el idioma o símbolo… Lo que quise decir en tu carta es que para llegar a La Intimidad del semejante es preciso localizarse en el semejante; hablarle su idioma; averiguar cuál es su amor y su odio; siempre el amor es a Mí, y el odio, a la Ausencia; de ahí la angustia en todo lo que se llama amores, pues la ausencia me esconde, y el yo cree que ama al marido, a la manceba, a los alcoholes, etc. Y siempre se desilusionan… Pues el director espiritual debe llegar hasta allí, a la «realidad» del dirigido, y con toques o estímulos de Inteligencia y Amor ir haciendo que el dirigido vea…
¿Así, a la manceba?… ¡Pues si en la manceba, porque no ven, y no ven por vanos o ausentes, me están buscando a mí!… En el marido y en el odio al marido malo, me buscan a Mí, que soy «el marido sin defectos», etc., etc…
Y por eso se dice en la carta anterior eso de que cada uno converse con Jesucristo en su intimidad y en su respectiva realidad; que el borracho…, ¡pues que beba en presencia de Cristo!, etc…
Uno, en soledad con Jesucristo, o sea, cuando ora o conversa con Él, no puede disfrazarse; tiene que estar desnudo, ser uno mismo, sin «palabras de buena sociedad», sin «manuales de buenas maneras», sin retocarse ante el espejo, sin perfumarse, sin querer ser otro… Adán y Eva se taparon apenas se hicieron vanidad; se escondieron de Él… El Pecado no es la Vanidad, sino que por el Pecado o haber apartado los ojos del Padre, para dirigirlos al Hijo de Perdición, que es todo ojos, se hizo vano el hombre; quedó híbrido: Hijo de Dios, renegador de Dios, e hijo del Demonio.
Decir que para conversar con Jesucristo hay que usar «palabras altas», términos de teologías, muy cultos, «altas ciencias», etc., es diabólico, pues es del Demonio eso de esconderse cuando Él desciende a su criatura. No. Cada criatura usa como idioma su desnudez, su íntima desnudez. Jesucristo no quiere viejos, viejas ni jóvenes pintarrajeados. Con Él no hay «alturas»…
Bueno, mañana sigo, porque hay muchas cosas. Me hace mucha falta su presencia en figuración, pero viví que usted está aquí.
Etza-Ambusha
Muchas cosas que entendí pensando en Ud. estas noches, pero son muchas y acaba de llegar Álvaro, mi hijo.
Etza-Ambusha
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Un trueno sordo, en la ausencia
Octubre 28 -63- Las 16, o La Soledad
Dom Andrés, mi monje de esta abadía chiquita:
Leí su carta que acaba de llegar… Igual, un trueno sordo, en la ausencia, igual a cuando llegó alguien hace 15 años, en la noche, a un rincón en donde agonizaba yo, y me dijo: ¡Ya! Ramiro, mi hijo y mi padre había nacido (¡un nacer verdadero, pero que tiene para nosotros, los mortales, un sabor de nada!).
Es el Hijo de Perdición, «el homicida desde el principio», el que le ha dado este golpe a usted, escondiéndose en el engrama «yo mando», Principio de Autoridad, «Vine a prohibirles las salidas» (143), «Por bien o por mal», «ojos bajos», «caminar de temerosos», etc., etc…
El «Yo mando» es un hijo del Demonio, un diablo, que vive en frases y que es el que produce dictadores… A las monjitas del Santísimo, nuestras vecinas, les prohibió vender empanadas para los pobres, los domingos, escondido en el engrama que tiene el párroco de San Marcos: «Están en mi parroquia, y así no vendo yo las mías, y yo mando…». Se esconde en el mío y el tuyo, etc… Y ese diablo que lo tiene a usted y me tiene a mí heridos hasta la agonía, es los celos de otras «comunidades religiosas»: celos nacidos al ver el éxito amoroso del Monasterio en la Zúñiga: que iban tras Cristo en usted todas las señoras y los señores y que todo era comunidad en El Amor, sin mío ni tuyo…, y que el colegio benedictino se llenaba de juventud, canto, y alegría y salud…, y entonces el diablo en el engrama de «la vida monacal está relajada», y el Nuncio, y éste y aquél en las idas al bendito Concilio…
Y así fue como vino ese diablo en los complejos de ese bendito prójimo llamado Prior… ¿Voluntad del Padre? ¡Sí, para darnos la gloria de parecernos a Jesucristo en lo que siguió a La Última Cena!…
Pero ¡oiga! Cogí en este momento mi Crucifijo, herencia de Ramiro y al que él llamaba El Médico, y le dije: «Y esto ¿qué? Esto de Ripol, ¿qué? ¿Y qué haré yo? Y me contestó: «Dile que ya veréis que es aviso de glorias, y lo mismo te digo a ti. ¿Cómo podría amanecer si no anocheciera? Un poquito más, y en medio de los dolores la mujer parirá y dirá: ¡Benditos dolores! La vida mía, cristiana, es un parir constante en dolores que se hacen Tabores».
Esto me dijo Él, pero yo sigo triste, ¡triste con este nuevo agonizar de Ramiro, mi hijo!
Acabamos de llamar Berenguela y yo, por el teléfono, y dijeron que usted estaba en cama. ¡Si pudiera estar allá!, pero no; Él está con Usted; ¡mi deseo es mi vanidad!… (144)
Pero ¡cuidado no viene mañana temprano! (145) Tenemos muchas cosas para decirle; esta es su Abadía Chiquita, en donde usted será o es El Prior: La Inteligencia que manda y obedece a la Inteligencia, y seremos, con Manuelimbes (146), cazadores de diablos en engramas, o sea, de ratones infernales.
¡Pero qué triste estoy! ¡Qué triste que está La Abadesa Berenguela!, casi más que yo, si alguien pudiera estarlo…
¡No se deje poder de ese diablo metido en ese mandón! Ponga a La Inteligencia y al Señorío, que son Cristo mismo, por su escudo. Recuerde que Jesucristo, nuestro Padre, trataba a los demonios desde tal altura divina, que ni los despreciaba, era como si no existieran…; algo infinitamente más nada que el desprecio, tan más nada, que da hasta tristeza de que fueran nada…
Pero qué solo, ¡qué solo me siento! Usted ha sido el único compañero humano, el único completo calor humano en La Verdad que he tenido en 68 años largos.
Usted fue todo amasado de Amor, de Llama, de Espíritu Santo. He estado leyendo a su tío Maragall (147) y es el mejor lírico de España, todo él Amor. Su estudio sobre el amor es alto entre los altos, y esa lectura me confirmó en que usted, por su medio familiar, por su vivir, su padecer y su trabajar por Cristo, es de la Orden de San Juan: «Si quiero que éste se quede así (recostado a mi pecho) hasta que Yo vuelva, ¿a ti qué?» (148).
Lo esperamos mañana muy temprano. Esta noche estaré allá, implorando al Señor con usted. Lea los salmos de David, cuando estaba cercado por sus enemigos, perdido… (y ¡no había tal!).
Mil y mil y mil veces suyos en La Verdad,
Etza-Ambusha
Berenguela (149)
de la Abadía Chiquita
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El soltador de nudos y su cronista
Otraparte, Envigado, octubre 28 de 1963
Mi padre Dom Andrés:
¡Muchos asuntos! Pero hay que obedecer al entendiendo en cada instante (que es la voluntad del Padre en nosotros), y ahora es: forma, o proposición verbal, o capullo sin la crisálida, o complejo, o engrama.
Tomemos, por ejemplo, la palabra padre. Tal palabra es vasija divina: del Padre de Jesucristo y Padre nuestro: del Padre del Hijo, que son uno solo y son dos, y que con la Lengua de Fuego son tres, pero son uno solo: La Realidad, Dios. Y con nosotros, criaturas suyas, con Jesucristo, como primogénito, en cuanto Dios-Hombre resucitado de entre los muertos, seremos Uno: «¡Llenos están cielos, y tierra e infiernos de la Majestad de Tu Gloria!».
Bueno: Antes de este rebaño humano, antes de Adán (el hombre), una criatura divina de otro rebaño, tan divina que es llamada Luz Bella, Luzbel, quiso ser como El Padre, no tener padre, para ser El Incondicionado, otro Dios, y como no puede haber dos Realidades, dos Incondicionados, quedó esa inteligencia o luz bella, en infinita ausencia, y ese fue su reino y allí es rey de ese mundo: La Ausencia, Lo Vano, lo que no es pero que existe, aparece…
Y fue creado Adán (el Hombre) en un cielo o Paraíso; en ese jardín había dos «árboles frutales»: Cristo o La Luz, o La Inteligencia, y… El hijo de Perdición o Árbol del Bien y del Mal; con el fruto del primero nutria El Ojo Simple o Inocente de Adán (150): veía a Dios instante a instante, «cara a cara», y si comía del Árbol del Bien y del Mal, del Hijo de Perdición, de la visión (inteligencia) bisoja (rebeldía) se convertiría en hijo del Hijo de Perdición, vería con dos ojos: bien, mal, bello, feo, etc. Eso es el proceso culposo: el que tiene razón, el que no tiene razón: el culpable, el inocente, etc… Mundo infinitamente granulado, hediendo a orgullo, a vergüenza, a venganza, a homicidio, a mandar, a obedecer, a superior, a inferior, etc…
Por eso, Jesucristo repetía y repetía: «el rey de este mundo…»; «el hijo de perdición…»; «raza de víboras»; «Apártate de mí, Satanás», le dijo a Pedro cuando este exclamó con «palabras amorosas» de este mundo: «Que no te suceda eso, ¡morir crucificado!»…, etc. (todo el Evangelio).
Pero Dios ama (Espíritu Santo) infinitamente a sus criaturas; las ama como a sí mismo, y ese amor hizo que El Unigénito (Cristo o La Conciencia Divina) encarnara en Una Virgen (Puerta sin Alas, Inocencia, Llena de Gracia, Voluntad del Padre); por ese Amor, Dios, no por rebeldía sino por Amor, se hizo el último hombre cargando por Amor toda la Ausencia, todo el dolor y oscuridad que Adán (el hombre) se hizo a sí mismo al hacerse hijo del Hijo de Perdición.
Nos redimió: nos devolvió al Padre. Glorificó otra vez la vivencia de Padre e Hijo. A eso lo han llamado «reconcilió con el Padre», pero esta frase huele a espacio-tiempo, a «mesas redondas» de expertos, a «congreso de filósofos», etc… El primero que la escribió, indudablemente que puso en ella la vivencia de Jesucristo, pero con el uso, se mete allí el orgullo de sabios, el disputar, el homicida desde el principio, es decir, se vuelve cascarón en que se mete un espíritu de ausencia, un diablo… Lo que yo estoy escribiendo ahora, quemado por el Amor, si se repite y repite, acaba por ser cascarón en que se mete un diablo o muchos diablos.
Por ejemplo, de La Madre, de María madre de Jesucristo: oigo que ahora, los padres y expertos del Concilio van a tratar de ella, y que están viendo si le dedican un capítulo, o si la tratan en el esquema de Iglesia, etc…, y que los protestantes tienen el ojo muy abierto, etc…
Pues ¡con La Madre no se meta nadie! Es la Puerta sin Alas, la madre de Dios-Hombre y la Madre de todos los humanos; en los Evangelios se dijo todo y todo… ¿Que si fue madre también de Santiago «el hermano del Señor»? ¡Pues cómo no, si es madre mía, de este envigadeño, de este moco de hombre, y madre tuya y de todos, negritos, blanquitos, amarillos y rojos, y de Nikita, de Franco y de ese hideputa de Mariano Ospina y del Rojas Pinilla!… ¿Qué cuántos hijos tuvo? ¡Millones y millones! ¡Es la Madre de Adán Resucitado, redimido!
¡Eso es mucho complejo de grosería el estar hablando de hímenes, y de partos y de suciedades que ven los dos ojos, cuando uno se hunde en los brazos y regazo de nuestra Madre! Pues si se dan a discutir y reñir ante La Madre, desde aquí, desde La Ayurá y la Zúñiga, yo, un renacuajo, pero hijo también de Ella, les gritaré: ¡Les creo…, pero no los leo, prostitutos! ¡Yo también soy hijo de La Madre!…
Con los que me visitan, me conduzco así: ¡Todo lo que usted viva como «bondad», dígalo de la Virgen nuestra Madre! Toda «bondad» que usted perciba en su realidad individual y social, atribúyasela a Ella: ¿le parece «bueno» y «bello» que fuera negrita, o india, o amerindia, u ojiazul?, ¡pues así es! ¡Ella es su mamá! ¿Le parece «bueno» que tuviera muchos hijos y «malo» que no tuviera sino uno? ¡Dígaselo a Ella y a todos! ¡No mienta! Si dice lo contrario, por miedo a hombres, pues miente y la ofende y ofende a Dios. ¡No Mentir es la ley de oro del vivir humano! Y como segunda regla de oro, dentro de la primera: no tener miedo de ser uno su propio viviendo tras Jesucristo o La Verdad. El único miedo divino es el miedo al miedo.
Pues ya tenemos las dos palabras sagradas (que realmente son una): Padre y Madre. Son santas y las más altas cuando el contenido y la palabra convierten, o no hay ausencia. Es Dios y Madre de Dios; Presencia y Puerta sin Alas ocupada por la Presencia.
Pues en esas dos palabras, por ser las más altas, se depositó La Ausencia de Luzbel. Ahí, en esas palabras, está escondido, cegándonos, toda la perturbación original; no hay perturbación mental, aberración, locura, delito, pecado, homicidio, que no tenga su crimen en el engrama padre y madre. Director espiritual, confesor, médico, psiquiatra, etc., que entienda esto, puede hacer lo que llaman milagros: el Milagro es El Padre. ¿Ciencias? Lo que llaman ciencias puede que usen esto, pero si no están cristianadas, sacan un diablo, y el vacío del engrama lo ocupa su espíritu maligno; y lo echan, y vienen tres; y los echan, y viene el culebrón, así:
Trabajan con el complejo papá o mamá… Obtienen que el cliente aleje «la culpa» a los abuelos; luego disculpan a los abuelos; y vienen los ancestros; limpian este engrama y… aparece El Culebrón: «Es que la realidad, el universo es así; no me preocupo; no hay bien ni mal; no hay sino el universo y el universo es así… Voy a vivir tranquilo en esto, sin ponerme problemas; la cuestión está en vivir lo mejor y más placenteramente que pueda; no hay sino la dialéctica materialista de la Historia».
Con los médicos psiquiatras la cosa termina en que la mujer queda con el médico como marido, papá, sabio, mago, mancebo o lo que queráis… Los que usan hipnotismo, pues sus yoes ocupan el vacío de todos sus clientes: hacen el vacío en las almas y se meten ellos en las almas muertas… Y los que usan choques, golpes o inyecciones de insulina… pues matan las almas, y a la tranquilidad de los muertos llaman curación…
Pero todas las ciencias, todas las artes, cristianadas, son la gloria del Señor, son propiedad artística de Cristo o la Inteligencia.
«Yo soy la puerta del rebaño y el que no entrare por ella es… un lobo, un salteador».
«Vendrán muchos y harán maravillas… y se dirán: Allí o aquí está El Hijo del Hombre… Y no les creáis, porque la venida del Hijo del Hombre será como el relámpago, que cuando alumbró en oriente, alumbró en occidente…, y donde esté el cadáver (de la Ausencia, La Cruz) estarán las águilas».
Dom Andrés, discípulo que fue del Enderezador de los caminos antes de serlo del Caminante y La Puerta, me pareció tan suyo esto que estoy viendo, pues usted es el mejor soltador de nudos que haya visto, hecho todo de inteligencia amorosa, que resolví enviárselo para prueba de que lo amo verdaderamente, pues estoy viviendo en visión lo mismo que usted realiza con los coagonizantes.
Aquí me tiene, que por estar tan íntimamente conviviendo al angelito que usted está pescando del engrama papá, mamá, vi todo esto: yo soy un espectador que cuenta lo que le sugirió el drama que vio representado. Yo soy, y ese es mi orgullo, su cronista.
Etza-Ambusha
P.S. Estoy viendo muy vivamente al diablo que se le vino a Ud. encima metido en un prójimo (¡bendito sea!) que padece el engrama «Yo mando», «el principio de autoridad», «la vida monacal», etc. ¿Cómo admirarse si aquí, en Colombia, se padece eso, y en España también; y de aquí fue, por celos o envidias disfrazadas de «bien», la sugerencia, y allá encontró terreno abonado, etc…? F. G.
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Como polluelo asustado
Envigado – Otraparte (en nuestras intimidades, sólo en ellas, se llama Domus Dei) – Octubre 29 – 1963
Dom Andrés, el que vino a hacerme ver aquella mañana de agosto: toda la bendita pasada noche estuve con usted, como polluelo asustado que busca a La Madre, y mi clamor era: Esté, oh Jesucristo, con ese del río Ripol, pero bien estado, con presencia Sustancial, y dale eso, esa vivencia divina tuya: «¡Perdónalos, que no saben lo que hacen!». Y no lo sabía realmente «el soplo», el «ojo inocente» de ellos, porque El Hijo de Perdición se había metido en ellos y el ojo inocente, que es el entendiendo o Inteligencia en nosotros, veía a través de la ausencia del Hijo de Perdición.
Y a las 10 p.m. vi que en usted había cierta paz, en angustia, eso sí, y que dormía.
Y me adormecí, pero seguí orando. A las 2 a.m. desperté y me vine a la salita del ventanal a abrirme de par en par, y como a las seis a.m. vi esto u oí esto sin ver ni oír:
«Dile a tu amigo Ripol que yo no los junté sino para mostrarles algo, y que no les mostré eso porque ustedes eran mis mimadas, sino para todos; que, por consiguiente a él, que es artista en las Artes del Amor y la Pesquería, lo tengo para un trabajo mío en otras partes, en donde se pescan peces inmensos; que se trata ahora de arrojar demonios, principalmente, que aquí, en Suramérica, hay el de inferioridad, admirar, imitar, obedecer, que el animalón es el de superioridad, mandar, dominar, que es precisamente El Demonio.
Que el Concilio, presidido por mi Juanito XXIII, se ocupa exactamente en eso mismo, y que El Enemigo se defiende y se defiende… metido en el Engrama «Curia Romana». Que por eso le hice padecer a él, «gusanillo del río Ripol», al tal diablillo en la Zúñiga, para que supiera en qué cascarones, frases e imágenes sagradas suele esconderse, para «tentar bajo la especie de bien» (San Ignacio), que lo voy a enviar a él, Ripol, a una misión grande, en que todo lo que sepa, que es mucho, será poco sin Mi ayuda. Que yo no me revelo a los humanos sino para usarlos y que compadezcan conmigo… ¡Que poco a poco le haré saber la obra a que lo tengo destinado; que el diablo ese no es la Voluntad del Padre, pero que Yo saco bien hasta de los diablos; que la Voluntad del Padre es «Sed perfectos como Vuestro Padre Celestial lo es»; que una luz no se enciende para ponerla en el suelo, sino en la cima! Que le voy a mandar a donde a mí me dio la gana, y… que del mal saco bienes. ¡Que esté contento, alerta, instante a instante!».
Etza-Ambusha
¡Lo estamos esperando!
E. A.
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A dom Andrés en su celda La Soledad
Envigado – «Solicitud» 30 octubre 1963
A Dom Andrés, en su celda La Soledad:
Que es La Compañía, porque eso que tanto Ud. como yo vamos siendo es Él. Nosotros somos nadas y Él se nos da en ellas instante a instante, y si no tenemos voluntad propia, «realidad» imaginativa, «un mundo» nuestro, en una palabra, ese mismo siendo que somos, «doloroso», se hace Beatitud. El dolor psíquico es resultado del encuentro o contraste entre lo que vamos siendo y lo que queremos imaginativamente ser: esto último es lo nuestro, y lo que vamos siendo es la voluntad de Él. Pongamos toda la atención en lo que vamos siendo y ninguna en lo que queremos ser y pum… ahí está patente la Beatitud.
¡Nada, pues, de lo nuestro! Toda la atención a lo que uno va siendo, sea lo que sea, y ahí está Él en la Puerta sin alas.
Por ejemplo, nuestro «dolor» es porque yo no lo veré en figuración a Dom Andrés, y algo del suyo es porque no verá la figura del «viejito de la Ayurá». ¿Verdad?
¡Pues sí, en ese «dolor» me está viendo! Y por allá, en donde luego viviere, me verá como soy, como el viejito que está por allá, y ese soy precisamente.
¿Amaneció contento? ¡Un Pescador de Doradillas no se amilana porque llueve o truene! Llame al médico, pues Ud. y yo somos de espasmos que siguen a tempestades.
Berenguela le manda el corazón.
Suyo instante a instante,
Fernando González Ochoa
o Etza-Ambusha,
nombre que al irse Ud. no usaré, por ser sagrado.
Acuérdese, realice en Ud. que esta casita es su casa natal,
la de su mamá (151).
Vale
E. A.
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El Padre Máyolo
Un amanecer, 31 octubre 63
Dom Andrés:
Ayer de mañana fui donde Ud. y encontré al P. Máyolo… Este lo ama a usted de verdad…, pero fui a ver y hacer lo que La Inteligencia y el Amor y la Voluntad del padre fueran siendo en mí, que iba como absoluta nada… y no lo vi ni conversamos sino a través de nuestro amigo Máyolo. Conversamos, conversamos… y, de pronto, lo vi a Ud. como una lira finísima, y le dije al P. Máyolo: el Padre Ripol es como una lira finísima que si la tocan con manos rudas se rompe.
No me atreví a decir el resto de lo que vi, que fue esto: que la estaban manoseando manos nudosas, y que el de las manos nudosas, al ver que estaba maltratando la lira…, estaba padeciendo mucho de eso que llaman vergüenza, etc. (Las Furias o Remordimientos). Que, por eso, dije en carta anterior que también Ud. era un nudo para su nudo…
Resumen: Que Ud., Pescador, o caña del Gran Pescador, estaba ahora, en su celda Padecimiento, pescando un gran pez. Por lo menos, va a sacar Ud. con su padecer, un mejor vivir para sus hermanos, Máyolo, Pujol, etc… Creo que así he logrado yo de mi Señor Jesucristo, un poco de entendiendo en este ciego y negro padecer mío desde el martes pasado, día de su hermosísima carta. Entre paréntesis, esta su carta (152) es superior a La Vaca ciega de su tío el divino Maragall.
Y con este entender, o luz del Arte de Pesquería, sí queda luminoso eso que repite y repite en frase usada y vuelta engrama, de Conformidad con lo que nos sucede.
No. Es así: acepto el ser carnada, y caña, y sedal en manos del Pescador, porque sé, vivo, que nos está pescando a todos, los unos con los otros.
Hoy le mando como mil griticos de alegría, pues con este vivenciar al Gran Pescador me viene, me viene un sentimiento que da gusto… Pero no lo quiero para mí sino para Ud. que es mi verdadero yo.
Etza-Ambusha
P.S. Como ese golpe es enfermedad que necesita de La Madre (Mujer, ¡he ahí a tu hijo!) yo me sentí autorizado para decirle a su mamá Beatriz que Ud. estaba muy triste porque se nos iba en figuración y porque nos amaba mucho. ¿Quién ha podido dejar de amar a la figuración en que vio al Hijo del Hombre?
Pero ella será secreto sellado. Ella sabe amar, y como sé que Ud. ahora más que nunca necesita de la mamá, pues le conté a nuestra Beatriz. Y si hice mal, pues lo hice por amor y el amor santifica estos pecadillos…
Realice, porque es verdad verdadera, que Berenguela y yo lo queremos más que a todos, pues es el hijo que ahora padece, el preferido.
Aquí en esta casita hay para Ud. centro de gravedad.
Etza-Ambusha
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El Ferrer mío que vive en mí
Envigado, «Otraparte»
(en nuestras intimidades,
sólo en ellas,
se llama Domus Dei)
Noviembre 2 de 1963
Dom Andrés, el que vino a hacerme ver aquella mañana de agosto: toda la noche, luego de la felicidad de verlo y oírle a usted, fue de insistencia de Cristo en mí y de resistencia del gallinazo que soy de mí.
La insistencia, como continuo martilleo fue: «Si tuviera algo contra tu hermano, antes de venir a Mí, vete donde tu hermano y desnúdate ante él, y, en Paz, ven a Mí» (153).
—¡Yo no le digo eso! ¿Quién soy yo para salirle con eso?
—¡Pues si te lo enseñé para tus odios, y antipatías y resistencias, y te fue modo infalible, y es modo Mío!
—¡Dilo sin miedo! ¡No pienses nunca en las consecuencias, cuando pretendes hablar Conmigo!
—¿Y cómo le digo?…
—Dile que vaya y le diga a su modo amoroso, no en modo resistente: ¿por qué tener el uno del otro imágenes creadas en la lejanía que hemos puesto entre nosotros?
Son imágenes de la imaginación…; imágenes resultantes de interpretación de actos lejanos. Yo vengo a abrirme, a que usted me vea por dentro y vea la imagen mía que tengo de usted y que es producto de lejanía, y que es la que me duele, o sea, yo mismo creé mi dolor… Esa imagen, que indudablemente no es la real, sino producto de la reacción de actos suyos en mí, alejados el uno del otro, es la que me está doliendo, y atormentándome y quebrándome… Le pido como un don de Dios, el que usted haga conmigo lo mismo…
Si nos alejáramos el uno del otro en definitiva, por nuestras resistencias o figuraciones humanas, pues eternamente Ripol suyo que vive en usted, y el Ferrer mío que vive en mí (154), entes de nuestras resistencias, se eternizarán y se eternizará nuestro dolor, que es uno solo. Un cristiano no puede estar separado de un cristiano; si permanecen separados y en cuanto lo estén, no son cristianos; y un benedictino ¿separado de otro? Recíbame ahora y para siempre como donado a usted en Amor y en Cristo; haga usted lo mismo, ¡por Dios!
Mi impulso es confesar a usted, decirle en confesión la imagen que está viviendo en mí como si fuera usted y que sé que es pasional… Ayudémonos el uno al otro a amarnos, que es un mandamiento vivo de Cristo repetido y vivido por San Benito.
En nuestra última conversación fracasada, padre Ferrer, usted dijo: «No seré bueno, ¡pero sí tengo gana de serlo!». ¡Qué bella frase! ¡Eso mismo soy yo! Comencemos a tocarnos por ahí, etc., etc…
—¡Pero, sí, el Padre Ripol dirá que ya ensayó ese método, sin resultado…!
—Dile, sin miedo, que sí lo ensayó, inspirado por mí que soy El Dios Hombre que está a la diestra del Padre, pero que lo ensayó sin abrirse completamente: que al primer respingo del otro, dejó brincar su sensibilidad y el otro, la suya, y por ese camino no resulta sino más cerrazón y más dolor y más alargar el espacio-tiempo para la segunda venida del Hijo del Hombre.
Que haga esto, que es inteligencia y luz, y que no piense en el resultado, que ese es de Dios; que si lo hace bien, sin nada de pasión, de localización en personas, resulte lo que resultare, responda o no responda el otro, Ripol vivirá lo que es estar en Paz y Gozar de la Paz Mía. Es sencillamente ganar su alma. Y ¿qué importa que el mundo se caiga si gana su alma? (155)
* * *
¡Ahí va eso, padre Ripol! ¡Perdóneme a mí! Yo no quería meterme con su intimidad, que está a miles de leguas por sobre la mía, pero fue que me obligó el Señor.
Si a usted le pareciere, puede revivir esta carta con ese brujito del P. Máyolo, que es una lucecita muy hermosa, pues «si os reuniereis en Mi Nombre, ahí estaré yo dando la definitiva».
Mil y mil abrazos míos y de Berenguela, que se siente su mamá. (¿Estaré «muy pendejito»?).
Etza-Ambusha
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Llegamos al Núcleo
Noviembre 2/63
Padre y muy amado en el martirio:
Trajo el hermano su carta (156) y yo le entregué la mía… Él estaba de afán y no pude leer la suya antes de entregarle la mía…, y leí la suya, escrita y vivida en sangre, y aquí me tiene aterrado, temblando y gritando: ¡Esa carta lo va a enfermar! ¡En ella insinúo un nuevo martirio! Y él ya no puede más…
Esta su carta me hizo padecer lo que Ud. está padeciendo que es ser sacudido, sacudido por La Ausencia. Pero… Jesucristo lo tiene a Ud. en sus brazos y ya verá. Ore Ud. por mí, y el padre Máyolo y yo oraremos por los tres.
Etza-Ambusha
Usted nunca será caña rota, porque es caña del señor Jesucristo. A lo sumo rota para «el mundo» pero entera en Cristo. Y ¡ésta es su casa materna!
E. A.
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Nov. 3 o 4 de 1963
Dom Andrés:
Ya llegamos al Núcleo, que es la Luz, la Inteligencia, el Amor en usted. Ya Usted, al haber ido donde el Núcleo, abierto, pues ya no tiene nada suyo personal: renunció a todo. Pero si el otro exige que Eso, Cristo, también lo cambie Ud. por un cinco en conducta, por tener este mundo, pues ¡le exige que venda de nuevo a Cristo! Ahí es donde se dice: ¡No soy cadáver sino cristiano! ¡Y que se caiga el mundo!
Ahí es donde Ud. caminará como un rey por esos corredores, pues «no vivo yo sino que vive Cristo en mí». Y si lo empujaran para acá o para allá, pues aquí y en todas partes usted estará en las Bienaventuranzas. Lo empuja Cristo.
Mi carta anterior era para llegar hasta este punto, el de la Perfecta Libertad y Beatitud.
Otro camino, cualquier otro camino, es obedecer a hombres y ser rey del mundillo en que habitamos (157). Estoy muy enfermo y orando con Ud.
Etza-Ambusha
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A Dom Andrés, que señoreó su alma
Envigado, La Paz de Cristo,
noviembre 6 de 1963
A mi padre Dom Andrés, que señoreó su alma:
Que se dio todo íntegro a Jesucristo, La Verdad y La Vida, al darse en perfecta apertura al prójimo, para que fuera Cristo el Prior.
Vino Beatriz. Leí y releí en catalán y la traducción la altísima carta cristiana, y la perfecta libertad reina por aquí en esta casita.
Pues ahora, usted es un rey, con su misma alma de antes tan alta y poderosa, pero va glorificada totalmente, ya el Núcleo de su Yo, señoreándola.
Nada tiene ya usted qué hacer; usted está ya en Paz. Si el prójimo respondiere a Cristo, pues ¡bendito sea! Si no respondiese…
Se dañó esta maquinita. Le mando este trocito para que sepa que me levanté a escribir largamente y ahí va a mano la esencia de lo que iba a escribirle.
Suyo,
F. G.
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Noviembre 6 de 1963
A mi padre Dom Andrés Ma. Ripol: que se dio todo íntegro a Jesucristo o La Verdad, o la Vida, al exponer o dar en perfecta apertura su alma al prójimo, para que fuera Cristo el Único…
Pues ahora, usted ya está con la Paz de Jesucristo. Nada tiene ya Ud. qué hacer; usted está ya en Paz. Si el prójimo respondiere a Cristo, pues ¡bendito sea! Si no, aparecerá claramente que busca el reino de una ausencia, que se trata en él de espíritu de dominio, de posesión de algún espíritu de perdición.
Esto lo digo por mí: que los que somos amorosos somos impacientes en el amor. Cuando uno se da a Cristo en el prójimo, el asunto del prójimo ya es de Cristo. Ahora hay que esperar la reacción del prójimo. Si estuviere con La Verdad, por sus frutos los conoceréis; si con espíritu de ausencia, ídem.
Tenga paciencia, alegría consigo mismo, por lo que hizo, tan heroico, y espere en Cristo. Ya Ud. lo dio todo lo dable. Ya ganó y señorea su alma.
No se dé más hasta ver si el prójimo es hijo de Dios Vivo o de algún dios muerto.
Como mañana tendremos aquí a Ud. en figuración, suspendo ahora.
Estoy ahora feliz con su señorío de Ud. pero orando por el otro. ¿Ganará también su alma? ¿Continuará siendo el Monasterio una luz en Colombia? ¿O será un cascarón de pseudo-autoridad? ¿De más oscuridad?
Ahora, ayer y siempre jamás suyo,
Etza-Ambusha
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Noviembre 7 de 1963, «Otraparte»
Mi íntimo Padre Dom Andrés:
Voy a copiar para usted mi diario desde el 30 de octubre pasado, pues así me hago puerta sin alas, para que estén La Verdad y Ud.:
30 de octubre / 63. Escribí esta mañana al amigo en soledad, Dom Ripol, y traté en la carta de que somos nadas y siéndoses instante por instante: que el dolor proviene del contraste entre nuestra voluntad (imaginación —planes—, razonares o alcahueterías de la mente a un plan propio, a un deseo propio; pasado y futuro) y el Instante a Instante, que es Dios en nosotros, o la Beatitud.
Luego vino Beatriz (La Madre), y con ella fui al Monasterio (y con Berenguela), a ver qué era la voluntad del Padre en mí, allá, sin planes; al encuentro de La Voluntad del Padre en mí.
Hice buscar al monje Pujol, y no lo hallaron; entonces dije que me buscaran a Pujol o a Máyolo, y el hermano fue a repetir la búsqueda…, cuando fue entrando de la calle el P. Máyolo, que me dijo:
«Yo soy el indicado; yo soy el que tiene el asunto». (¡Vea, pues lo que es ir siendo Puerta sin Alas!). Me entró a la salita y conversamos sub specie aeternitatis de mi amigo Ripol, sin necesidad de nombrarlo… Creí que me entraría donde él, pero resultó que me despidió… (¡no se podía, pues, subir a la celda!). Pero toda la conversación debe haberla vivido mi amigo, y se aliviará instante por instante.
«¡Ven Jesucristo, a mí, que quiero ser nada absoluta para tu presencia infinita sustancial!».
4 de noviembre 63. Hace dos días le escribió Él, por mi caño que soy, que para no tener dolor, sino Su Bienaventuranza llamada Paz, tenía que abrirse de par en par al «superior», sin venderse por cosas, o casas, o monasterios, o reinos de este mundo, (cinco en conducta), pero que «tenía que abrirse del todo, para estar ahí Mi presencia, ante la cual no hay bien ni mal, superior ni inferior, monje ni rey». Que ese dolor que padecía era precisamente su vivencia personal de que había superiores y priores realmente; que esas son cosas de este mundo; que realmente, ante el Ojo Inocente, Yo Soy Todo: «Yo soy su prior, y, al ser Yo su Prior, él mismo, desnudo, es Su Prior, y así pasa sin sentirlos, sin dolerle, sin tener conciencia de cosas y hombres, por entre «superiores» y «priores» y «abades». Dile, por ejemplo, que en el abad que habita en el Monasterio, como Yo realmente habito en él, Yo soy el abad en él, y que hay que besarle el anillo, porque lo maneja con una dulzura y majestad y prescindencia de su personita, que tiene la majestad de Abad… Y mira cómo yo te empujé antier a besarle el anillo, y tú sentiste al besarle el anillo tan gran libertad y beatitud como cuando comes mi carne: el anillo de ese Abad es como la Hostia: Farmacon Atanasios o comida de Eternidad. ¡Ábrete, renuncia a ti, y todo instante se hará comunión, eternidad, Mi carne y Mi Sangre!
«Arreglar con el hermano que sentimos culpable, en Presencia Mía», y que si el hermano no respondía al Amor y a la Luz, «sino que Me tomara a Mí como disculpa o engrama para algún espíritu de ausencia» (esconderse tras Cristo para fines de la ausencia), que sacudiera el polvo de sus zapatos sobre el engrama y «Mi Paz volvería a él (Ripol)»; la Paz que quiso llevar volvería a Ripol, y nunca tendría dolor, el verdadero dolor que se llama remordimiento, o «si hubiera hecho esto».
Escribí esa carta con mucho susto: ¡¿quién soy yo, para decirle eso a este amigo que sé que es un cercano, cercanísimo al Señor?!
Y resultó que el P. Ripol estaba desde hacía días con la ensoñación que desde donde lo enviaran, le escribiría cartas al «superior, para quitar ese nudo». Verdaderamente que mi amigo y padre no puede vivir en el rencor; la atmósfera del rencor lo ahoga; es todo amor; sabe que sólo en el amor nacen realidades; que el odio es ausencia… Y parece que lo que él fundó en Amor ha caído en ¡las reglas, el mandato y la obediencia ciegos, las formas, la dictadura, la oscuridad!
Pues decirlo al «superior» (que creemos que encarna eso) para que él se abra al Amor y nos diga si eso es su verdad, si él es ése, o es otro… Y si no respondiere a la Luz con Luz, a la Apertura del alma con otra apertura, pues que Dios lo reprenda, «porque él también es criatura y Ripol no puede maldecirlo». Y en ¡Paz! Y si pasare lo que no queremos ni pensar, aquí está la Paz, a saber:
¿Qué es el principio y fin de todo? Cristo. ¿Cuál es el fin de la Iglesia? Cristo. ¿Cuál es el fin de San Benito y su obra? Cristo.
Si a San Benito, a San Francisco, o a San Agustín los toman en sus obras como medios para otros fines, pues… ¡vade retro!
Si un nominado cristianismo dice otra cosa, yo me quedo con Cristo. El Señor no es Señor para esclavitudes, oscuridades, reinos de este mundo, bienestares de este mundo. El Señor es el Señor, y cristianismo es El Señor.
Y esto está haciendo, con bregas, El Concilio.
Mi carta, con su núcleo de Él, tocó y se unificó con el padre Ripol, que es todo de Dios, ya es todo de Dios, ya quemó todo lo de «este mundo»… Escribió una carta bellísima y de rey cristiano, en que está todo el carácter de roca, finísimo como diamante, de su papá Ripol…, y por una boleta contestación que vi del «superior», entiendo que el chispazo lo hizo iluminar, percibió la luz y contestó con amor… Pero no me gustó la frase que reza: «Voy a contestarle por carta, luego de meditar la suya». La frase es bella y acertada, pero en ese meditar ¿se aprovechará el espíritu de ausencia, de dominio, para esconderse astutamente y engañar al núcleo divino del prior? ¿Se aprovecharán los engramas de «rigor de la vida monástica», «obedecer ciegamente» al prior, para esconderse detrás de esta luz?
En todo caso, Su Paz reina en Ripol y en todos nosotros, que somos uno solo con él, en el «viejito que me encontré», en Berenguela, Beatriz o La Madre y en todos los monjes que lo siguen (al monje de Dios).
Yo me siento muy beato, porque desde hacía cinco años venía diciéndole:
—¡Úsame! ¿Qué diablos estoy haciendo yo aquí? ¡No sirvo para nada! ¡Úsame! ¡Dame vida larga, para que me uses y tener la beatitud de que serví! Yo he sido un escándalo de muchachas y de viejas. ¡No puedes llevarme, sin haberme usado de llevador de Tus cañas, en Tus pesquerías de hombres, y así tendré ese sentimiento de: «¡me hizo su amigo!».
Y ahora, en agosto, me dijo: «¿Conque quieres ver con el Ojo Inocente, para vivir que no hay muerte?… Pues ahí te voy a mandar a un monje de San Benito, llamado Andrés Ripol: él te hará ver; por eso, tú lo amarás…; y como a él lo tengo para una tempestad que él presiente, pero que no sabe lo dura que será, te voy a cumplir el deseo de trabajar Conmigo: te usaré para mandarle recaditos en esos dolores insoportables de mujer que pare un hijo cabezón, que Ripol va a padecer… Porque, puedes decírselo: lo tengo destinado para misiones en que lo necesito muy endurecido, muy negado de sí mismo, muy grave, muy solo, muy todo lo que los hombres teméis. Dile, en mi nombre, que lo quiero hacer el que sólo le tiene miedo al miedo. Que quiero hacerlo así: que si un superior lo insultare, oirá que lo alaba; que si un superior lo arrojare, sentirá que lo recibe; que si alguien lo mata, sentirá que lo vivifica, es decir: que ya no vivirá él, sino el verdadero Ripol, que soy Yo en él.
(Y aquí suspendo por hoy, dom Andresillo de la Madre de Jesucristo, o la Beatriz, pues en toda mujer debemos ver a la Madre. Suspendo, porque me canso y hoy vendrá usted, por ser miércoles, y va y me encuentra agotado para que Lo atisbemos juntos).
Etza-Ambusha
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Tercera Parte
El Niño Jesús en el regazo del nudo telúrico
Noviembre 8 de 1963
Dom Andrés:
Ese señor Pérez, o como se llamare, que fue a pedirle «unos cuadritos (158), con motivos colombianos, sobre el Divino Niño, para un almanaque de Coltejer», pues ese señor Pérez y el almanaque de Coltejer para diciembre, son un mensajero o ángel enviado a usted por El Señor para hacer por medio de Dom Ripol una de Las Suyas…
Él sabe que usted es el que Lo ve en todas las figuraciones andinas, en flores, valles, selvas, animales, amerindios, y que es artista de la luz, con su máquina de fotografía…; sabe que usted Lo ve (al Divino Niño) en toda rinconada, pétalo, culebra, río, montes, valles y en los hombres todos, que para usted no son ni «ricos» ni «pobres», ni pobres indios, ni poderosos blancos, sino el Pesebre que está glorificando al Niño al ir naciendo instante por instante en el Pesebre, o sea, en el hombre. Y que usted ve en toda mujer, rica y pobre, bella o fea, a su mamá, y en su mamá, a la Llena de Gracia, a la Madre. Que no hay sino Un Divino Niño y una Madre: «Mujer, ¡he ahí a tu hijo!». Y como Él era hijo de La Mujer, nos enseñó que Su Madre es nuestra Madre.
Y El Señor se dirige a nosotros en lo que, como ignorantes, podemos llamar incidentes pequeños; se valió de la burra de Balaam, y ahora se vale de mí para incitarlo a preparar los «cuadritos», de rodillas, así como Fra Angélico pintaba la Anunciación. No se esfuerce; hágase nada y deje que por su mente, sus manos, pase lo que Él le dijere…
¡Se trata de importantísima misión! Él, parece que desea, que usted, para que no sean violentos y profanadores de La Mujer, estos hermanitos que moran en el bellísimo Nudo colombiano, y en los más bellos ríos y solemnes llanuras y selvas, les haga vivir que toda mujer es icono de La Virgen y que todo hombre es un divino niño nacido de Mujer, destinado a ser dios en el Reino de Dios: «De antiguo se os dijo: dioses sois».
Ya que usted me ama de verdad y me quiere dar parte en sus misiones, como yo no soy sino un caño, o maraña al que está quemando el resplandor de Cristo, acepto el regalo de esta obra cristiana, pero como soy, como el que soy, como un cronista de sus andanzas y de las aventuras en que lo tiene Jesucristo desde que usted nació enamorado y cabezón, corazón encendido y resistencia roca. Y también seré como el que está en ensueños, así:
Allá, al sur de Colombia, hay un gran Nudo Andino: desde La Tierra de Fuego, bordeando el Pacífico, arranca para el Norte a la Cordillera de los Andes, una… y penetra como una a Colombia, y se agiganta en extensión, formando como un canto de rinconadas, vertientes, altiplanicies, nidos, etc…, un canto a la Gloria de la Majestad.
Y ese Nudo de Colombia se extiende para el Norte, en tres ramales, por entre los cuales corren los ríos Atrato, Cauca y Magdalena.
Y en el regazo de ese Nudo Telúrico hay la laguna del Buey y el Páramo de las Papas, en donde nacen los ríos Putumayo o La Amazonia colombiana, el Cauca y el Magdalena.
Y en ese Nudo, hubo en tiempos que el recuerdo no alcanza, una gran epifanía religiosa y de la belleza e inteligencia, cuyos vestigios, en forma de eso que llaman cultura o arte agustinianos, nos hemos demostrado los iberoamericanos o mulatos, indignísimos de poseer…
Pues yo no sé cómo, pero allí, en la majestad andina colombiana, en ese nudo de anchísima presencia, pondrá usted El Pesebre.
Y en ese Pesebre nacerá El Divino Niño en La Puerta sin Alas, en La Mujer, en La Voluntad del Padre, en La Virgen.
Y el Divino Niño, luego de un silencio o detención del tiempo en la Eternidad, formará ramales muchos y ríos muchos, que serán los divinos niños que se gestan en todos los hombres, amerindios, blancos, negros, «buenos» y «malos», «ricos» y «pobres»…
Y la Divina Madre acompañará a su hijo…, y toda mujer, la señora y la prostituta, la bella y la fea, todas, se convertirán en La Madre, y los hombres las verán como La Madre…, al comulgar con el Divino Niño, al identificarse con su carne, con su sangre y con su glorificación… Porque cuando un hombre ve mujer mala, es porque dentro lleva una mujer mala; el que ve con el Ojo Simple, con Cristo, no ve ni «bien» ni «mal» sino que ve al Divino Niño.
Y en ese Nudo Colombiano, al realizar allí El Pesebre, será la cuna de La Paz: ya no habrá en Colombia tanta prostitución; ya todo colombiano vivirá que está llamado a ser un dios en El Reino de Cristo, y que al matar a un hombre mata a un dios, a todos los dioses, incluso a sí mismo.
De suerte, Dom Andrés, que la misión suya es la que soñó y por la que luchó don Simón Bolívar: «Hacer de Colombia la madre de las repúblicas», en preparación de lo que ha de llegar al final de los tiempos: El Reino de Cristo.
Nota… estos son sueños, para atizarlo a usted; yo no tengo las facultades para hacer los cuadros; sólo para atizar la llama que es usted. Y usted es artista, también, de figuraciones: nada puede ser más hermoso que esa fotografía suya con la anaconda en que usted nos da su vivencia de la Paz de Cristo, cuando en El Paraíso el hombre tenía la visión recta y señoreada en amor a la creación.
Seguiré todos estos días ensoñando, y algo de mi oración y apertura ayudará a la suya, que debe ser anonadada, como quien va a verlo de vista inocente.
Abrazos,
Etza-Ambusha
Monje-Mensajero, tiene que dedicarse de lleno, íntegro, a hacer «cuadritos» del Divino Niño y de La Madre; ya llega Diciembre, el mes del Pesebre. Si llegan malas noticias, ¡échelas al Pesebre!
E. A.
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El Ojo Inocente
Otraparte, noviembre 12 de 1963 – Envigado
Al monje que es hoy, en noviembre y diciembre, El Pesebre:
Antes de continuar con las ensoñaciones-realidades del nacimiento eterno del Niño Jesús, voy a sacar los corolarios de la tempestad-beatitud de Dom Andrés Ma. Ripol:
A) A sus pescadores, para habilitarlos más, El Rey Pescador los hunde en el océano de la Ausencia en que vivimos todos los hombres, y los pesca en dolores: salen, si se dejan, más hábiles en el oficio.
Tal es el sentido espiritual de crisis, oscuridades, dolores, tormentos y de eso que llaman ejercicios espirituales: «tandas de ejercicios». De todo eso, por el mal uso y la habituación, hacen muchos una vulgar pantomima, a lo cual hemos llamado engrama o escondrijo de un espíritu de ausencia.
B) Siempre que uno sienta repugnancia, odio, rencor, resquemor o antipatía por algún prójimo, algo hay en uno de ausencia, de falso yo, que, al reaccionar, produce esos sentimientos. Toda criatura humana es un núcleo divino en ausencia. En los actos o manifestaciones ajenas, por criminales que las juzguemos, debemos atisbar y comunicarnos con ese núcleo que está viviendo en ausencia, tal como el nuestro, mutatis mutandis.
En un homicidio, una blasfemia, un robo, un estupro, etc., el que atisbe con Cristo o El Ojo Inocente, percibe al núcleo divino del yo envuelto o contaminado por los trapos sucios del Hijo de Perdición. No atender sino al núcleo divino, y ayudarle compadeciendo, coentendiendo, amando, o sea, conviviendo-orando.
C) «Ganar su alma», frase de Cristo, es iluminar o glorificar en Cristo (La Inteligencia u Ojo Inocente) el lote de energía o Vida que hoy, en «este mundo», se manifiesta en impulsos ciegos o pasionales, en reacciones ciegas. Apenas uno rinda toda su alma a Cristo, ya Éste es el Señor de ella, y toda el alma es instrumento de la Inteligencia u Ojo Inocente, al servicio de Él. Se es ya libre y la Paz es nuestra morada. Mientras vivamos en este mundo, no alcanzaremos eso plenamente, pues es El Reino de los Cielos.
Pero sí podemos aquí llegar poco a poco a cierta Paz de Cristo y a cierta Libertad de Cristo. Él es El Libertador, el que nos mostrará al Padre. («La Cruz es liviana y suave»). Así, el padre Ripol, de una energía varonil hasta el sacrificio de su vida por los otros; de capacidad de amor hasta darse íntegramente, tenía aún repugnancia por los fariseos: «¡A los fariseos sí no los puedo soportar!». Y resulta que los fariseos también son el prójimo, son el núcleo divino envuelto en fariseísmo, o ¡los calzoncillos cagados de Luzbel!
Y ¡pun! Escribió su carta al fariseo, abriéndose en amor y dolor vencido: señoreó su última repugnancia, y salió dueño y emperador de su alma. Puede decir: Soy ya más libre, más realidad, y la Paz va siendo mi morada; ya voy caminando como un reyezuelo por estos corredores del monasterio de este mundo, hacia la Abadía Real.
¡Escribir así a quien él creía que le había insultado en el fondo de su personalidad, renunciando a la reacción de ese fondo de su personalidad propia o humana! Pues ahí mismo glorificó su personalidad humana y supo, vivió que los insultos eran de la ausencia o ceguedad en el prójimo, que no del núcleo divino en él, y tales insultos son ya nada, iguales a alabanzas, que también son nada…
«Ni el más mínimo remordimiento habrá ya por ese lado, entienda o no quiera o pueda entender» el prójimo. Ya nunca, ni ahora ni después, no en la agonía última, oirá el reproche de la conciencia: «Quizás fuiste orgulloso, vanidoso; quizás si hubieras hablado con amor y apertura; quizás si le hubieras mostrado a Cristo en ti», etc…
Ganó su alma, es decir, es el mismo Andrés Ma. Ripol, OSB., con la misma energía heredada y adquirida, con los mismos modos de libertad, el mismo caminar de superhombre, el mismo amar hasta la muerte, sin nada «aplanchado», «educado», «fingido», sin «ojos de llorona de sacristía», pero ya rey de eso. Reinando con Cristo aquí hasta que llegue El Relámpago.
D) Y si El Prójimo, por ser joven «educado» en derechismos e izquierdismos, en obediencia ciega como un cadáver, en los pseudo-libros del hijito del General Primo de Rivera (159); que de sus cuarenta años, veintitantos respiró aire de falange y vive eso de «dar la vida por los principios e ideología», metió esas vivencias en frases sagradas, por la santidad de quienes primero las pronunciaron, haciendo de ellas habitaciones de espíritus de ausencia…, pues inconscientemente, si no estuviere atento y vigilante (es decir, orando), meterá toda vivencia que la carta del padre Ripol le despierte, en el engrama «principio de autoridad o Yo mando».
Y seguirá insultando y aplanchando…, pero ya el padre Ripol lo tratará con amor, pues vive ya que tanto insulto como alabanza, premio como castigo, proceden de los trapos sucios de la Ausencia.
E) Y dom Andrés, si acaso llorase por su obra incomprendida en América (llorará en cuanto ausente, pues realmente ahí están las almas que apaciguó, los caminos que enderezó, y el amor que contagió y el ejemplo vivo que nos dio), no cesará en su beatitud de cristiano, en su paz cristiana o en su reino cristiano, esté donde estuviere.
Y suspendo ésta, hoy martes 12 de noviembre, porque tengo que acicatearlo para El Pesebre, que es la gloria que el Señor le va a dar, luego de sus ejercicios en sangre de estos días: los «premios» que da Jesucristo nunca son en cosas, bienestares, dineritos, comodidades, «jerarquías», sino en La Presencia, y al final (que es el principio) será En La Presencia o Cristo como nuestro reino o mundo.
«¡Tú eres, Raboni, el Cristo, el Hijo de Dios vivo!». «Eso te lo reveló el Espíritu de Verdad, no la carne, y sobre Eso edificaré mi Iglesia» (160). No la edificó sobre el hombrecito Simón Bar Jona, pues al otro día le dijo a éste: «¡Apártate de mí, Satanás!». Y, a poco, Simón, hijo de Juan, lo negó, con negación de tres patas, ante la cocinera de Anás, o de Caifás… (Da lo mismo, ¡ante el Fariseo!).
Pero antes de terminar y dar principio a ser humareda de quemazón que hace el Señor en mi casi infinita vanidad, que tal es el papel que me corresponde en este Pesebre, le diré que ayer, en la visita de Ernesto y Beatriz hubo cosas bellísimas, a saber: que Ernesto no Lo oye, ni Lo ve; no Lo ve; se queja de que no Lo ve ni le responde… ¡Qué hermoso! Es el espíritu de dominio el que se lo oculta, pues él quiere que haya dos: Ernesto aquí, y Cristo allí, para poder decir: Cristo le habló a Ernesto: Cristo es mío; Cristo le habla a Ernesto; Ernesto es eterno. O sea, quiere eternidad para Ernesto, tal como es. Y Dios es Dios vivo y Celoso; Él no quiere convivir con nuestra ausencia, sino vivir en nosotros, y nosotros en Él y por Él; quiere que seamos dioses, quiere darnos su Reino… Por consiguiente, Ernesto tiene que glorificar o dejar glorificar en completa combustión su alma, para que pueda decir con La Madre: Magnificat anima mea Dominum et spiritus meas exultavit… (161) Y pueda decir con Pablo: «No vivo yo, sino que vive Cristo en mí». Él nos quema, nos quema, hasta que no quede sino el «soplo divino», o espíritu, o lo que sea, en todo caso, Realidad, y Lo veamos y oigamos con el Ojo Simple. Y nadie puede decir en palabras o formas qué sea eso divino que tenemos en ausencia; Bossuet dijo algo maravilloso: «Cuando hablamos de espíritu, no sabemos de qué hablamos,» o sea, no es cosa, ni forma, ni palabra… ¡No, no sabemos de qué hablamos, pero lo tenemos y lo vivimos, y vivimos por él!
¡Bueno! Y esa Beatriz es realmente una imagen de La Madre, de la Puerta sin Alas. Vi muy claro que usted debe refugiarse en ella cuando sienta graves quemaduras: es enviada por El Maestro. Usted lo supo desde que la conoció.
Adiosito, ¡hasta mañana!
Etza-Ambusha
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Don Simón montado en una mula
Octubre 12 o 13 de noviembre 1963
Ningunaparte – Envigado
Monje amado Dom Andrés Ma. Ripol, en el Pesebre:
Ensoñemos, ensoñemos muchos pesebres, para que usted viva hay prójimos que se quieren incendiar en ese Resplandor de La Virgen de Belén, y así usted tenga plena conciencia de que su Pesebre es providencial, que Él quiere que usted lo viva y lo haga vivir en Belén y en El Calvario, que son un solo Pesebre, pues en uno nació Dios como hombre; entró a enseñar a eternizar el tiempo y el espacio; y en El Calvario nació como Hombre-Dios. En Él no hay muerte, sino que La Cruz es el pesebre del Hombre-Dios. Belén o el Nudo Telúrico es el pesebre de Dios-Hombre o Emanuel. Y su vivir fue resucitar muertos, enderezar cojos, arrojar ausencias con su Presencia, hacer ver a los que no veían, y enceguecer a los que veían o eran puertas cerradas por la vanidad. Y en su Última Cena nos dio su nacimiento y su otro nacimiento, y su vivir, nos dio su vida, dándonos a comer su carne y su sangre nacidas en Belén y derramadas y glorificadas en el Mamelón de la Calavera.
Y en un pesebre apareció Su Presencia en una Virgen que gestó del Espíritu Santo. Y por eso repetía Él sus nombres de Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Vino en la majestad de ese vientre virgen a igualarse a nosotros (hombre) y a elevarnos a dioses. A elevarnos a la dignidad de Sus amigos, Sus hermanos, en el otro Pesebre de la Cruz, desde la cual nos gritó, señalando a la Madre y al Discípulo: «¡Mujer, he ahí a tu hijo! ¡Hombre, he ahí a tu madre!». Nos dio en esos dos pesebres, que son uno solo con todo su vivir, su vida, su carne y su sangre y a Su Madre: nos igualó a Él por obra del Amor; y al ascender al Padre, nos envió al Espíritu de Verdad. ¡Eso es El Pesebre! ¡Ese es El Divino Niño que ahora estamos reviviendo, comiendo y nutriéndonos de Él todos los trabajadores de Coltejer y todos los humanos!
¿Y dónde pondremos la segunda faz del Pesebre, el Calvario y la tumba nueva de José de Arimatea (162), en donde nació Dios-Hombre, Nuestro Hermano Primogénito?
Pues yo sueño en ponerla en La Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, en esa tierra bendita que yace bajo los resplandores celestiales de la Sierra Nevada.
Cuando Cristóbal Colón, que no fue ningún bobo, anduvo rondando por ahí, inspirado por algún celícola, le escribió a su protectora Isabel, que había encontrado el lugar en donde fue El Paraíso, porque la tierra es bellísima, y hay una eminentísima elevación, en forma de Teta celestial, coronada de resplandores, y salen a la mar unos grandísimos ríos que no pueden ser sino los del Paraíso. Oh, bendito san Cristóbal Colón, que amaste hasta morir a esta tierra y a estos amerindios, de quienes le escribiste a tu amiga Isabel que eran unos santos; que eran todos ellos regalo; que eran todos ellos desnudos e inocentes y que había hallado un rey (cacique) que era el más santo de los santos. Indudablemente, padre Cristóbal, que el Señor te premió haciéndote ver con vista de ojos al Mago amerindio que estuvo en Belén con los otros tres magos cuando nació como hombre ¡El Cristo, el Hijo del Dios Vivo!
Y en La Quinta de San Pedro Alejandrino, porque allí murió como crucificado, desnudo, crucificado por sus libertos o pseudo-libertos el hombre suramericano, el hombre hispano-americano cuyo nombre de pila fue Simón de la Santísima Trinidad, y que fue llamado, por metáfora, con uno de los nombres del Divino Niño, con uno de sus nombres esenciales: El Libertador: «La Verdad os hará libres» (Jesucristo). «Yo soy La Verdad y La Vida» (Jesucristo) (163).
Y este don Simón, consagrado a La Trinidad, en sus 47 años de ir montando en una mula, subiendo y bajando Los Andes. Recorriendo, padeciendo y glorificando los llanos y los ríos, siempre en pos de La Libertad, de La Madre de las Repúblicas, mereció en verdad, por metáfora, llamarse El Libertador. Su vivir de 47 años fue un agonizar tras el Cristo o La Libertad. Y su destierro, su padecer que los mulatos pseudo-libertados lo arrojaran desnudo a agonizar al pie del mamelón telúrico en donde fue el Paraíso, su agonizar solo, en completo abandono, acompañado por el Divino Niño que le llevó el curita de la aldea Mamatoco, lo hace merecedor como ningún humano, a que en su Quinta, en su calvario, coloquemos el segundo Pesebre, y a que su tumba abandonada la llamemos, por metáfora, la tumba de José de Arimatea, pues de ella resucitará su gran amor: ¡la conciencia suramericana, la madre de las repúblicas! Y no hay sino justicia en todo esto: Dios, en su providencia, también quiso, por metáfora, llamarlo El Libertador, pues así como el Cristo-Hombre fue enterrado, luego de envolver su cuerpo en sábana nueva, en la tumba sin estrenar de José de Arimatea, así mismo, a don Simón lo amortajaron con una camisa nueva de un español, su compatriota, pues él nunca dejo de amar a los suyos; «los amó hasta más allá de la muerte».
Y le mando esto por hoy. ¡Pueda ser que sirva! Seguiré ensoñando hasta que la obra suya, principiada magistralmente, esté eternizada. El Primer Día le quedó lleno de gloria y de gracia y de majestad. ¡Mil abrazos!
¡Hasta mañana!
Etza-Ambusha
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El Callidissimum Animal
Otraparte, noviembre 13 de 1963
Dom Andrés:
He releído varias veces el primer cuadro de La Navidad, y a cada lectura le encuentro más vida, amor, entendiendo, que es precisamente el distintivo de lo cristiano: como cristianismo es el vivir con la Eternidad o Presencia en el tiempo y el espacio que somos, a lo cual llamamos también vivir en presencia de Dios; o sea, como somos siendo, entendiendo, padeciendo-amando, naciendo-muriendo-naciendo… y todo en la Eternidad u Ojo Inocente, o Jesucristo…, pues es distintivo de todo escrito cristiano el que posea algo de esa propiedad del Evangelio, que es la inagotabilidad, la insondabilidad.
Como nuestro Señor nos enseñó que este mundo no terminaría hasta que todos vivieran Su Vida o Evangelio, o fueran sus discípulos, y como eso lo tradujeron así: «Hasta que el evangelio se predique en toda la tierra», y entienden por predicar el leer, o hacer recitar o aprender de memoria. O el subirse a un púlpito a gritar, regañar, insultar o a llorar con ojos de llorona, pues entonces… ¡el Reino de este mundo! Y así es como le harán y hacen objeciones al primer cuadro, a saber:
Que los amerindios son gentes atrasadas, que no tienen barbas, no beben vino ni usan espadas y escopetas, que son de color rojo, que van casi desnudos y todos pintados y emplumados, que no tienen silos, para acumular comida, ni bancos, para guardar oro, ni casas especializadas para la prostitución, «que son las que sirven de defensa a la pureza de las señoras y señoritas»; que adoran muñecos hechos de piedra, o madera o barro, muy feos, con colmillo y plumas, ¡unos ídolos!, etc…, etc… Y que ¿cómo el Padre Ripol O.S.B. dice que hay que validarles a Cristo en sus muñecos, y en sus desnudeces y en sus miserias ambulantes?, etc…
Y esto dirán todos: sus compatriotas y los mulatos y zambos iberoamericanos, que son los de éste su amigo. Pero más estos últimos; estos últimos, los mulaticos y zambos, son los herederos de todo el complejo de «superioridad», de «nobleza castellana», de «hijos mimados de Dios», herederos del complejo «mi dios». Y estos son precisamente los que odian a España. Son los que tienen el complejo «hideputa», pues se avergüenzan de la mamá y la esconden. Por eso, es tan usada la palabra «hideputa» en Suramérica, porque todo el que esté viendo hideputa es porque tiene el hideputa dentro, así como el que huya ante la mujer, tiene una mujer desnuda por alma. Se trata de ese inteligible Madre, que si se engrama o tuerce, produce las vivencias «colonial» y «colonizador», «pueblo inferior» y «pueblo superior», yo mando y tú obedeces. Es el gran espíritu luzbeliano, origen casi único del espacio-tiempo: la sed de dominio, orgullo o vanidad.
O si no ¡vea cómo se engramó todo, ese prójimo cuyos dientes tan blancos (164) (Cristo en él) amamos! ¿Cuáles son esos dientes tan blancos? Esa frase «no soy bueno, pero tengo ganas de serlo». Y usted se abrió en inteligencia, en confesión y en amor, y él «meditó» su carta lentamente, y la engramó, así:
—«No. Yo soy el superior; él me propone que nos unamos en amor e inteligencia, dándonos mutuamente las vivencias que el uno tenga del otro… Pero yo soy el “Superior”; él es el inferior; jamás el Superior se da sino que manda; el inferior no puede pedirme que me haga uno con él en amor, inteligencia y humildad, sino que debe obedecerme ciegamente, en noche oscura o, si no, yo lo muelo, para quien no tenga voluntad propia, sino la mía, pues yo, como superior, soy Cristo…, etc…». Y al día siguiente, la carta: «Todo está perdonado, pero nada de hablar del pasado», etc., y al día siguiente, el sermón «Ripol es el hijo pródigo; volvió a mí, su padre, y yo estoy de fiesta; celebremos una gran fiesta, hermanos, porque esa andrajosa y horrible figura de antes, el hijo pródigo, ha venido a mí, su Padre, y yo olvido, ¡yo soy el que olvida las ofensas de Ripol! ¡Gloria a mí, el Padre! Mucho ojo, hijos: el que de vosotros se alejare de mí, morirá o volverá a mí como hijo pródigo andrajoso y yo lo perdonaré, etc…».
¡Si ve, dom Andrés! El Callidissimum Animal (165) nos acerca y se engrama al primer descuido. De ahí la advertencia de nuestro Señor en el Huerto: «Estad vigilantes, atentos, abiertos en oración, porque ¡El Enemigo no duerme!».
En este bendito prójimo, el Callidissimum se engramó en lo más santo, la parábola del Hijo Pródigo, que trata del Padre celestial y de su hijo El Hombre (Adán). Luzbel se puso de Padre. Y se engramó en eso de la noche oscura, esa vivencia celestial del joven divino Juan de Yepes (Juan de la Cruz), cuya vivencia es: Somos viéndoLo, no viéndoLo, o sea, oscuridad y luz celestial; Calvario-Tabor entremezclados; caminantes en la noche oscura, guiados por la Estrella de Belén; caminantes en Fe y Esperanza; en Fe viva y Esperanza viva, pues fe es la vivencia y goce sucesivo de La Eternidad, y Esperanza es la realización sucesiva del Infinito o La Verdad, La Realidad y El Amor.
¡Pues, Paz! En todo encuentro, validarle sus dientes tan hermosos, o gana de ser bueno; no atender a la ausencia en él, sino irla validando con ese núcleo divino de sus blanquísimos dientes.
¡Pues bien! Es seguro, segurísimo, que los misioneritos de la «Gran Misión», «el misionero que abandonó los besos de su madre y parientes, para venir a encontrar en América una tumba fría» (palabras textuales de un misionero de «La Gran Misión», a quien oí en la iglesia de San Marcos… Y admírese, dom Andrés: estas muchachas y viejas paludosas, triétnicas anémicas, mis compatriotas…, lloraban enternecidas, mientras pensaba yo: ¿Tumba fría aquí? ¡Tumba fría y besos fríos serán los de tu madre, fraile engramado!).
Y el frailecito, con quien luego conversé, tenía unos dientes blanquísimos, dulce, suave… y yo pensé: El engramado soy yo, que me enojo; todos somos hideputas, ¡hijos de la Serpiente! Por eso nos dijo El Maestro: «No juzguéis, para no ser juzgados; con la vara que midáis seréis medidos» (166).
Lo más hermoso (siempre, a todo lo que me habla de Él lo llamó «lo más hermoso», pues en ese momento Lo estoy viendo en ello), lo más hermoso que hay es la carta de «Santiago, el hermano del Señor» (167) acerca de la lengua, de la palabra y los juicios… Llama perfecto al que señorea su lengua… Yo tuve una tía abuela, soltera, llamada Isabel, que era la inteligencia irradiante y la alegría irradiante, y que nunca hablaba sino en monosílabos o palabras cortas, dulces como melones de Castilla…
No haga caso, sino cuando la observación lo incendie en inteligencia de las críticas, y de los «pueden enojarse; no van a entender», etc. «El que tiene oídos, que oiga»… Es el Pesebre suyo en comunión con los prójimos que se abren para comulgar. ¿Qué va a hacer uno con los que creen ver y se cierran? Se trata, veo yo, no sólo de novena para Coltejer, sino Pesebre para los hombres, y veo que será muy duradero, muy actual y del futuro del Evangelio, el cual es y será siempre inagotable, siempre libertándonos, en gerundio… Cristo y su evangelio o vida de Él como Hombre, son uno solo, infinitos de realidad, de Inteligencia y de Amor.
Y otra cosa: que en los otros cuadros hará vivir más explícitamente cómo no fue España la culpable, sino el hombre, en cuanto caminante que es, todos nosotros; el culpable es el hombre, híbrido de Satanás…, los mulaticos o diosecitos ensuciados que somos.
Hasta siempre suyo,
Etza-Ambusha
¿Será este Pesebre una de las grandes misiones para las que Él lo quería solo, quemado, hecho nada de este mundo, cuando esa tórrida tempestad gloriosa? Creo que sí, pues el tal bendito Concilio es otro Pesebre, el del San Juanito XXIII. Y esos discos, pues se enviarán al cardenal fulano o zutano, al que tenga oídos, pues por allí andan ahora atentos, orantes, vigilantes, humillándose ante El Señor. O bien, a la congregación de Propaganda Fidei, al Cardenal Bea, que como que es un cristiano con barba y todo. A mí me gustan los amerindios y los griegos. Esos Padres griegos hacen en uno carne de gallina, al leerlos. ¡Qué bellas misas griegas oí en Marsella (Francia)!
E. A.
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En el pesebre, muy cerca de la puerta
Noviembre 14 de 1963
El Pesebre – Envigado
Al monje dom Andrés, que está en El Pesebre, muy cerca de La Puerta sin Alas de que nació Dios como hombre: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu es una llama»:
Ayer, miércoles, usted me hizo subir por allá, al decir: «En España llamamos Nacimiento, al Niño nacido de la Virgen, y lo demás, alrededor, lo llamamos El Pesebre»…
Pues, cómo no… ¡Nosotros, la paja, el musgo o la nieve, la oveja y la vaca, el buey y la mula, los «dioses de San Agustín», los senderos, montes, elevaciones, rinconadas, arroyos y ríos, culebras y granadillas, indios y mulatos y blancos, el alcalde y el celador, todos, todas las criaturas y formas somos el pesebre; y Pesebre es el gerente, la Junta Directiva y los trabajadores, la barrendera y el capataz, y la hormiguita también lo es, y Manuelimbes, mi gato, también!…
Y anoche, que no dormí, me pareció ver y oír a La Virgen, así: No sufras porque tú y el Padre Ripol y los demás hombres, los magos, peones azadoneros y pastores, queden así, como distanciados del Nacimiento, del Niño y de mí, nada glorificada que engrandece al Señor, pues te hago saber esto:
—Vete ahora por la carretera a Medellín y mira las villas o casas: una casa, otra casa, otra casa… muchas casas; todas son «Casa»; retorna luego, y, al llegar a la portada de tu casa…, la vives y la llamas Mi Hogar, y revives en ella, o tu casa es Berenguela, el padre Ripol, los hijos, los nietos y tus amigos…; la palabra casa significa ya Padre Ripol, monje que hace El Pesebre, Berenguela que espera con las cositas de comer al monje y a los hijos…, etc… Casa es ya tu alma glorificada por tu amor.
Así mismo, hijo mío, el Niño y yo somos El Nacimiento, pero como tú estás viéndonos en el Pesebre, en todo el Pesebre, en el monje, en Berenguela, en los obreros y directores de la empresa, en el prior y el hermanito portero (que cumplió antier sus bodas de plata de monje), en la hormiga, en la mulita patifina hecha por Misael Osorio, el escultor de Envigado, y en el buey cabezón que hizo don Álvaro Carvajal, también de Envigado, en el musgo de Las Palmas, y en el cascajo de La Ayurá y La Zúñiga; pues, como nos ves en todo, pues tú te volviste El Nacimiento, el Niño y la Madre, por un modo que es propiedad exclusiva de Cristo y a la que los teólogos (respétalos mucho, pero lee más bien el Evangelio; y si los leyeres, lee El Nacimiento en ellos) llaman Gracia… (Te advierto de nuevo que en palabras no veas sino al Hijo y a la Madre, que somos como uno solo, pues si pones tu atención en las letras, corres el riesgo de llegar a… imaginar que Gracia es… como una untura o pegadera misteriosa, y te alejas del Niño. Mi Hijo, en el curso entre su nacimiento de mí y su nacimiento en La Cruz, con el hombre elevado hasta Él, os enseñó muy bien lo anterior, así: la letra mata y el Espíritu vivifica).
Así, pues, si atisbas, vives y te nutres del Nacimiento, milagro de Su vivir en el tiempo-espacio (el ciego ve, el muerto resucita y el cojo anda; Él es el Milagro; no hay milagros, sino que Él es El Milagro), y Su Otro Nacimiento, pues tú, Ripol, Berenguela, los hijos, nietos, amigos, Máyolo, Pujol, el prior Ferrer, el hermanito portero de las bodas de plata, todos, todos los hijos de Adán o El Hombre, seréis El Niño y La Madre, pues Él lo dijo:
Mi madre y mis hermanos son los que hacen la Voluntad del Padre. Y la Voluntad del Padre es que seáis perfectos como es perfecto Él. Mujer, he ahí a tu hijo. Hombre, he ahí a tu madre (168).
Oye bien: haz la Voluntad del Padre, instante a instante, y serás Su Madre… y serás Su Hermano. Por eso dice la oración que me dedicasteis:
«¡Ruega por nosotros para que podamos gozar de las promesas y gracias de Cristo nuestro Señor!». Esas promesas son: que seréis Su Madre y Su Hermano si vivís instante a instante el Evangelio.
¡No ves! En ese Pesebre que está viviendo tu monje a quien amas y por quien intrigas conmigo para que no lo lleve de tu Envigado el Señor, se les muestra a las obreras de Coltejer y de todas las fábricas de Colombia, que ellas son La Madre en el pesebre, que están tejiendo para los pañales del Niño; a los obreros, que ellos son el Niño para quienes tejen las telas, y a los directores y «dueños» que ellos son El Divino Niño que organiza en espacio-tiempo los trabajos de los otros divinos niños, en inteligencia y amor, y que así, resulta que mandar y obedecer es Cristo, o la Inteligencia y el Amor, que manda a Cristo, o La Inteligencia y el Amor. Aquí reside la glorificación de eso que llaman economistas jóvenes, relaciones sociales u obrero-patronales. Eso es cristianar «las ciencias»; es conciliar todos los contrarios que ven los dos ojos (el espíritu de dominio) en el Principio y Fin, que es El Eterno Nacimiento. El verdadero sentido de las ciencias, o su verdadera definición es: espacio-temporalización de La Eternidad. «¡Llenos están cielos y tierra de la majestad de Tu Gloria!».
—Para que vayas entendiendo qué sea Gracia, te voy a ejercitar así: tú vas a caminar por la carretera; no encuentras a nadie; vuelves a casa con la vivencia: No encontré a nadie; sólo encontré una vieja andrajosa por allá cerca del Club Campestre; ¡no había nadie!
Ahora: hace años que se había ido un joven envigadeño, pobrísimo, descalzo, andrajoso, para Cali… Allá se hizo millonario, y de pronto se acordó de su madre…, en Envigado, pidiendo limosnas… Puso un telegrama al Alcalde: que buscara a la viejita y le dijera que al otro día llegaría donde ella, en avión… Y el millonario llegó y tomó un carro lujoso y se vino para Envigado… Y la viejita que tú encontraste en tu paseo y de quien tuviste la vivencia: «nadie», era la mamá que iba atisbando al hijo que llegaba; y el hijo atisbaba desde su carro, y la ve, y se baja corriendo, y la viejita corre a él… y ¡el Ciclón, El Espíritu Santo, La Maternidad!
Dime, ahora, ¿esa viejita era «nadie» o era La Madre del Nacimiento?
Aprende, pues:
1.º Que cuando odies o te enojes, no estás viendo al Niño y a la Madre; 2.º Que cuando profanes una mujer, estás ciego; 3.º Que cuando hay riñas, disputas, malentendidos, rencores, dudas, suspicacias, no estás viendo al Niño y a la Madre; 4.º Que cuando hay violencia, homicidios, dominios, envidias, el Eterno Nacimiento está velado; 5.º Que cuando no veas a Cristo en todos los sucesos y cosas, estás ciego, inatento.
Aprende que Dios no se revela; Dios es El Patente; la ausencia con que el Hijo de Perdición contaminó a Adán es la que vela al patente. El pecado no es la ignorancia, como lo dijeron los sabios antes de la venida de Mi Hijo; la ignorancia es consecuencia de la Rebelión. El pecado fue la Rebelión, La Vanidad, el querer tener un mundo, el del Bien y del Mal.
Es el hombre el que tiene que quitarse los velos que le ocultan a Dios. Y ese es el secreto del Nacimiento: vino el Señor para enseñarnos el secreto; se hizo hombre para ello; se proporcionó a nosotros. Se hizo El Maestro. Y ¿cuál fue su lección, resumida?:
Toma tu cruz (cada uno la suya) y sígueme al Calvario y a la Resurrección de entre los muertos.
* * *
Y como le dije, padre Dom Andresito, anoche no pude dormir por eso que no quise escuchar, pero que escuché, de que dentro de tres semanas viene la decisión de Montserrat: de para dónde se lo llevan a usted.
Y me di a intrigar con La Virgen, pues con Jesucristo no me atrevo ya, desde lo que me contestó cuando le intrigaba aquello de que me hiciera saber que tenía a Ramiro en su compañía, y me respondió: «¡Apártate! ¡Sí que eres bruto! ¿Crees que aquí es como en Bogotá, para los nombramientos? ¿Crees que estaba mejor contigo “tu hijo”?; ¡eres tan bruto que ignoras que realmente Ramiro es tu padre!»…
¡No ve! ¡No le dije que hasta cuando ÉL «se enoja», es dulce como chirimoya de Sopetrán, pues me hizo saber que Ramiro era mi padre!
Pues bien, esa orden que ha de venir de Montserrat, es para mí como aquella nave sagrada que debía volver de Delos para poder darle la cicuta a Sócrates…
Le dije a la Virgen: Este Dom Andrés se necesita en Envigado y en Colombia, porque es amasado de amor y entendiendo y puede ser el remedio para este matar gente que hay en Colombia, y para este no pensar sino en el dinero, y para tanta putería como hay de cines yanquis, de matrimonios pegados con babas, etc… Y el prior Ferrer hará un gran reguero de luz con él, que es el más cristianamente obediente que pueda tener para sus obras de alumbrar las oscuridades; y al llevarlo…, ¿no se asustarán mucho todos estos colombianos que lo aman y a quienes lleva Paz? ¿Y yo? ¿No soy yo también de San Benito? ¿No es esta la Abadía Chiquita? ¿Y ese del río Ripol no me ha llevado a cuestas como mil leguas de mi camino al Nacimiento?, etc…
Mi visión del Monasterio en La Zúñiga fue, desde hace once años:
Una nubecilla pequeñísima. Como la que vio Elías cuando el verano larguísimo en Israel (169); y la nubecilla crecía y crecía… Y ya iba a llover en gracias…
Hágame el favor de decirle al Prior, que si esa llevada de usted ¿no será como si hubiesen llevado a Elías antes de que lloviera? Que ¿para qué tener afán e interrumpir una obra benedictina? Al único que le deben interrumpir de todos modos es al benedictino que está ejecutando una obra que no sea de Jesucristo, etc… Y que perdone que me meta, pero que es porque yo ya soy benedictino por gracia del amor.
¡A rivederci!
Etza-Ambusha
P.S. Yo creo que ésta es también para el Padre Ferrer. Pero usted es el que sabe, el que lo conoce, pues yo no quiero ser orgulloso, inoportuno ni impertinente.
En todo caso, yo tengo una inmensa necesidad de usted aquí, en Colombia.
Si se fuere… ¡pues está en Cristo! y estar en Cristo es estar en ninguna parte. Pero ¡cómo me duele! Es como «morir», que sé que es ver a Jesucristo… pero, ¡no me lleves hasta que un poquito más y Contigo! ¡No estoy maduro, estoy aferrado al mí! ¡Madúrame antes de cogerme!
Vale,
Fernando González
— o o o —
Una pajita dolorosa en nuestro pesebre
El Pesebre Nuestro
Envigado, noviembre 16 de 1963
A dom Andrés Ma. Ripol, que hoy está cerca a la Madre:
Antes de seguir con la oración del cuadrito que le llevé ayer, y que se quedó inconclusa por la… resistencia a poner en el Pesebre nuestro una pajita dolorosa que me trajo la Beatriz en forma de carta de Montserrat, le repito que no diga más: «Esto es suyo y esto es mío», pues ¡usted y yo somos un solo pesebre con un solo Divino Niño y una madre común a los dos! Que esa es la amistad desde que vino Jesucristo, y eso es «el que manda» y «el que obedece» desde que Él vino de Maestro; pues los antiguos padres (llamo antiguos padres a los maestros que hubo antes de Su Venida) no conocieron la amistad, y, así, las últimas palabras de Aristóteles fueron: «¿Amigos? ¡No hay amigos!».
Era tan grande mi resistencia a poner en el Pesebre esa ramita de áloe (amargura), que ayer, cuando usted me propuso que conversara con el padre Ferrer, le dije: «Ahora no…, porque estoy como bravo con él…: espere a que yo le halle la dulzura de Cristo a la amargura aparente…». Pues anoche fue pasando el cáliz y convirtiéndose en Su Sangre y Carne, que es dulce como todas las chirimoyas de Sopetrán y todos los melones de Castilla, y en el padre Ferrer vi a su tocayo San Vicente (170), que creo que era catalán nacido en Valencia…, y vi que la Realidad o Dios o el verdadero padre Ferrer es aquello que dijo en la disputa humana: «¡No seré humilde, pero quiero serlo!». Si Jesucristo nos hiciera una de las Suyas y ustedes dos, un Ripol cabezón y un Ferrer o Cau Ferrat (171), se hicieran uno solo en amor y en entendiendo y en siendo… ¡pues ese Monasterio consagrado a la Virgen iluminaría esta inmensa ausencia colombiana!… ¿Por qué separarse en la obra de Cristo? ¿Por qué irse uno de los dos, como si no se pudieran ver? ¡Eso no es cristiano! Si se separaren…, pues la distancia espacial que los separe es la apariencia de una ausencia; será una acusación, una furia, un remordimiento, por más que queramos tranquilizarnos con razonamiento… Yo sé que muchas veces las figuraciones o cuerpos fisiológicos de los amigos o hermanos en Cristo se separan espacialmente, pero la unidad espiritual, ¡nunca! Por ejemplo, nuestras madres murieron…; sus apariencias desaparecieron… pero ¿qué ojo puede distinguir a nuestras madres de nosotros? Échenle, hagan una de esas cosas milagrosas del cristianismo y que se quede aquí, cabe La Zúñiga y el manto de la Madre, el padre Ripol, bajo el priorato del padre Ferrer, pues yo sé, yo lo he vivido y padecido, que no habrá roce de vanidades, ni vencidos entre el padre Ripol y su Prior Ferrer. Y como yo soy también benedictino, por el Espíritu Santo o Amor, puedo decir estas cosas de mi almario, pues los hijos de San Benito somos como uno solo y con la libertad de Cristo nuestro señor.
Y sigo con la oración del cuadrito que le llevé ayer:
Divino Niño en el regazo de la divina Madre: Quiero atisbaros, veros y viviros instante a instante en mi realidad de obrera de Coltejer; en mi realidad de director de Coltejer; que nunca quiera veros en otro pesebre que no sea el mío; y como sé que mi realidad es mi siendo de obrera o de director, instante a instante, que no separe yo mi viendo el Nacimiento y amando o gozando del Nacimiento, del Siendo mío o mí pesebre. Es la Vanidad la que me tienta a desear el pesebre de otro y, así, abandonar mi realidad; tal sucede con la obrera que imagina a la Directora y envidia a su directora: eso es querer ser otro, despreciar su realidad, perder su alma o pesebre. «¿Y de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?»…
Y a este hombrecillo que en tu nombre, Señora, prepara o escribe esta oración, se le está trasformando su siendo instante a instante: recibió un aviso que él llama «amargo», «doloroso», y siente intenso dolor… Pero la Madre le dice: Tu pesebre es sucesivo, instante a instante; eso que llamas «amargo» o «doloroso» es la resultante, o el sentimiento resultante de que estabas idolatrando en tu pesebre de un momento; no estabas adorando al Nacimiento, sino que atisbabas a tu pesebre…; habías endiosado tu pesebre; te amabas a ti mismo; tienes aún «mío» y «tuyo»… Brega, ábrete como puerta sin alas… Siempre tendrás «amargura» y «dolor» mientras seas hombre…; pero el Señor vendrá en su segunda venida triunfante y coronará tu brega…; nunca esperes carecer de «amargura» y «dolor» en este vivir espacio-temporal en que funcionan la presencia y la ausencia, o la Insistencia y la resistencia…
Y entonces este hombrecillo que soy puso la pajita amarga, y «dolorosa casi como la muerte», en su pesebre y atisbó al Nacimiento… y van o irán viniendo otras pajitas, otros animales, y los echará al Pesebre en que se nace y se muere instante a instante…
Algún amigo o admirador de «este mundo» dirá: ¡Claudicó!… Claudicar es vender El Nacimiento por treinta pesos, por diez patatas o por un reino o un pontificado, por una admiración humana, por un premio Nobel. ¡Qué asco los premios, los reinos, las dominaciones! El cristiano sólo espera, sólo cree, sólo tiene los dones del Espíritu Santo, que son: ¡La Presencia; ver a Dios; el Cielo; todas las beatitudes, incluso se-ño-re-ar la Tierra y señorear su propia alma…!
Etza-Ambusha
Mi dom Andrés: En lo de ayer, que releí ahora en la copia… debe haber mucho error, pues con este incendio no puedo releer, sino que corro a llevarle lo que nos están mostrando.
Yo siempre creo o espero o estoy seguro que, si Cristo quiere, Ud. se quedará; y sí quiere, porque lo puso a hacer el Pesebre para el 24 de diciembre.
E. A.
P. S. Si usted ve que así es, puede mostrarle esta carta al Prior. Mis cartas son suyas: son de Ud. para Ud. No diga nunca al hablar de mí que algo es mío: es suyo.
E. A.
— o o o —
Domus Dei
Envigado, noviembre de 1963 – «Otraparte»
A dom Andrés Ma. Ripol, O.S.B.
Monasterio de Santa María, en La Zúñiga
Envigado
Ayer quedamos Berenguela y yo muy tristes porque usted se fue en figuración. Tanto ella como yo padecemos mucho siempre al verlo ir.
Cuando hace 22 años compramos este huerto y estábamos haciendo esta casita, por las noches venía yo a pasear por entre cimientos y paredes, en un proceso vivo de bautizarla, y la vivencia era que fuese Domus Dei (172), y así la puse en mi corazón, y para los de afuera la puse La Huerta del Alemán (173), en presentimiento de una gran soledad (gran Compañía) que sería la nuestra entre los nuestros, porque Dios es celoso, es El Celoso: Él habita en uno, como el Único, o no habita.
Pues bien: ¿Cúya es esta casita? Del Señor. ¿De quién es usted, el monje? Del Señor. Luego esta casita es suya, de usted. Es un «silogismo» más evidente que el de los jesuitas.
Tan sustancial es ese silogismo, que es vivencia sustancial en Berenguela, en los hijos todos y en mí. En mí, el asunto se enuncia así: el Monje y yo somos de Cristo, o nos le dimos de todo corazón, mente, ropa, cosas, casas, «bienes» y «males»: Cristo es, pues, nuestra casa, nuestras coordenadas, para que glorifique nuestras almas; esta casita es de Cristo; luego esta casita es una forma para comulgar con Él, Dom Andrés y yo y todos los prójimos; y por lo tanto, es la casa de San Benito, cuya casa era Cristo.
Los razonamientos, cuando uno brega por ver con Ojo Inocente, son muy útiles para espacio-temporalizar la Eternidad; pero de suyo, sin Cristo, son los caminos torcidos del Hijo de Perdición.
Y basta, porque
«siempre me pagué de pequeño sermón;
en azúcar muy poco hay muy gran sabor;
pequeño es el grano de la buena pimienta,
y pocas palabras cumplen al buen entendedor».(Arcipreste de Hita, don Joan Ruiz)
Respecto del «prójimo» que está engramado en principios o frases hechas, a que llaman proposiciones, y que no son sino vasijas en que pueda meterse el diablo, si olvidamos que Dios es Dios vivo; no de madera, de oro, de palabras, de formas, sino Vivo, y como Dios-Hombre, resucitado en cuerpo glorioso de hombre, que por su propia virtud ascendió al Padre y nos envió al Espíritu de Verdad para que habitara realmente en nosotros, en La Iglesia, y nos mostrara todo aquello que vaya conviniendo para que todo se cumpla, mientras Él, Jesucristo, volviera como relámpago a dar a sus hermanos nuevos cielos y nueva tierra; respecto de ese «prójimo» engramado, ha de saber que yo lo estoy amando mucho, y sé, por lo que usted dijo ayer, que Ud. lo ama más que yo, como a nosotros mismos, pues en él nos vemos a nosotros mismos, pues todos estamos engramados por aquella serpiente astutísima enroscada con ojos lindos en el Árbol del Bien y del Mal.
Amor-angustiado por todos nosotros los hombres. Esta negra angustia no es por los malos, sino por nosotros mismos, por todo el género humano. Si fuera por «los malos», pues con tal sentimiento probaríamos que nos creemos «los buenos», lo cual es el último refugio astutísimo de Satanás, último refugio del que nacen las dictaduras de «los buenos», las falanges derechistas y las falanges izquierdistas, etc., la filosofía buena y la filosofía mala, todas las disputas, cismas, sectas… Y no hay sino Dios, y nosotros, a quienes vino a redimir del Bien y del Mal, para que no hubiera sino el Único y Su propiedad.
Y este dolor angustiado no se nos quitará hasta que todo se cumpla. De suerte que no busquemos más: Jesucristo nos da La Paz; el bienestar en este mundo, no. Es celoso. No tiene nada que ver con esa zorra (este mundo y sus premios, reyes, obispados, jerarquías).
Así tenemos resueltos todos nuestros problemas:
Primero. «El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza; las zorras tienen sus madrigueras, etc…». ¿En dónde reclinaba la cabeza Jesucristo? En la Voluntad del Padre. Y así, si la voluntad del Padre fuere que usted no tenga en dónde reclinar la cabeza, pues aquí está la Domus Dei, porque también dijo que El Padre viste a las aves del campo y las alimenta… Y reclinó Su cabeza en Betania, y… en la tumba nueva que tenía José de Arimatea en el Mamelón de la Calavera…
Segundo. Al prójimo engramado hablarle siempre con amor y dulzura y en contacto con su núcleo divino, que se encuentra al final de la carta que escribió. No asustarlo con sus engramas, porque el demonio se enoja y se erecta allí. Si insultare, todo el amor y paciencia amorosa de Cristo, pues nosotros somos también engramados. Esa energía del río Ripol ya está glorificada; dirigirla siempre al amor. (Con tal catarata de energía, si usted se hubiera engramado en eso de «Nosotros los buenos», habría sido un Lenin, y su cadáver lo habrían «eternizado» en el Kremlin, como muñeca para adorar).
Respecto de que somos «sentimentales», vade retro (174). ¿Acaso el vivir que Jesucristo es La Vida y que nos resucita, y que El Espíritu de Verdad está habitando con los hombres, vivo, la vida misma, que nos hace llorar de beatitud, es sentimentalismo?
El caballero duro, realista, valiente, señor de todo, es el que siente a Cristo vivo en su corazón y mente y cuerpo. El cristianismo es religión del señorío. Adorar un engrama es lo que produce eso que llaman sentimentalismo, que es un traje oloroso a perfumes de ramera.
Y vea, pues, cómo acabé bravo por eso de que somos llorones sentimentales. Sentimentales son los que repiten oraciones vacías con voces de lloronas; los que tienen el mirar huidizo y mucho miedo a las mujeres bellas; el cristiano las mira, les sonríe, las ama, porque ellas son La Virgen, La Madre para él.
Etza-Ambusha
— o o o —
18 noviembre 1963
(Para leerla luego de la carta adjunta)
Dom Andrés:
Dos días de oración en perfecta nada, abierto de par en par. Vi:
1.º Que uno puede bregar y trabajar todo lo que quiera y voluntariamente, con todas las ciencias, artes y psicologías en el pesebre de uno.
2.º Pero que El Nacimiento, es el Santo Sanctorum (Cristo). Que se caiga el mundo todo, que el pesebre se derrumbe, pero ¡no traficar, no ceder, no dejar El Nacimiento!
Ni por «cielos», ni por «infiernos», ni por «vidas», ¡por nada, por nada!
A mí me han llamado «ateo» los «jerarcas», y fui beato.
E. A.
— o o o —
Padre o Hijo o hermano Dom Andresito:
Está este 2.º cuadro de un Señorío cristiano que produce Paz. Le iba a decir muchas cosas buenas de los 2 cuadros que tiene terminados, pero ahora nos tienen a Ud. y a mí glorificando amarguras… Lo que sí le digo es que este Pesebre en la Zúñiga hubiere sido bendito por Juanito XXIII y que veo que Ud. tiene entre manos algo que podemos llamar vivencia del Evangelio.
E. Ambusha
— o o o —
«Yo no necesito que me cantes salmos»
Ningunaparte, Envigado,
21 noviembre de 1963
Dom Andrés: ¡Qué tarde la de ayer con usted! Nuestros espíritus exultaban y nuestro pesebre (el alma, esa alma de que habla Pablo) dolía, porque a nuestras figuraciones las separaban… ¡Costa Rica!… (175) Usted dijo dos veces este grito que salía de las aparentes brumas en glorificación: «¡Yo estoy todavía como en el Tabor!…».
Y ¿para dónde lo lleva El Espíritu Santo? A ser un pastor (176); el sueño dorado de Juancito XXIII. Y usted dijo, mirándose hacia dentro: «Como… desde nacido tuve todo, y me hicieron todo las niñeras, las institutrices… ¡Muchas comodidades!… Ahora, en una parroquia, ¡solo entre la gente!… ¡Y amo mucho El Coro, la liturgia, la vida monástica…, cantarle alabanzas al Señor!…».
Y llegó la doña Elena Ospina, con su hija adoptiva, la Arango, cuyo hermano fue matado… no por los soldaditos, sino por El Hijo de Perdición, y vinieron por usted, buscándolo como a oro en polvo… ¿Para qué? Para que fuera donde una hijita de Dios, que se moría y que estaba ciega… Y usted se fue, venciendo el no querer ir que sentíamos ambos y Berenguela, porque estábamos muy felices bregando por verLo con vista de ojos, como Zaqueo, nuestro amigo íntimo…
Y fue, y tardó una hora… Yo pensaba: «Como estábamos tan felices, esa contrariedad puede que no deje calentar bien a la llama de amor vivo que es este dom Andrés, o dom Ramiro, ¡mi hijo y padre!…».
Y retornó, y supe que usted le dijo a la criatura de Dios…
«Esté feliz, porque Él, Jesucristo, la ama con amor infinito; no tema, sino que véalo a su lado con los brazos abiertos en cruz, para recibirla en su Reino; si “muere”, muera viéndolo y dejándose coger… Si no puede confesarse ahora, no tema, que Él la ama infinitamente y hará con su espíritu y su alma una de Las Suyas…».
Pues esa fue la respuesta que nos dio a usted y a mí el Señor, así:
—Conque gustas mucho del Coro, allá encerrado, cantándome salmos, muy «agradable», muy «alejado de los humanos»… Pues has de saber que Yo no necesito que me cantes salmos; los salmos que quiero que me cantes son esos de la especie que le cantaste a la enfermita, y, por eso, cuando estuve con vosotros, en una parábola acerca del Reino, os dije:
Y el día en que llegare Yo a uno de vosotros («muera»), le diré: ¡Ven conmigo, que tú me trataste muy bien cuando estuve en la tierra! ¡Qué palabras de amor las que me dijiste! Y ¡qué obras de amor! Dejaste por mí al viejito de la Ayurá, para ir a consolarme y reconfortarme… ¡Y dejaste ese Coro, con ese silencio y esa majestuosa amplitud en donde dizque te glorificabas tú, para ir a mí, a la cancerosa, a cantarle el salmo vivo del amor infinito por sus criaturas!… Has de saber, Dom Ripol, que a fuego lento te hice ganar tu alma en este año de 1963 para que fueras digno de tener lo que fue el sueño de mi Juancito XXIII: ser un párroco, un pastorcito, uno de aquellos parecidos a los pastores castellanos, que en esas tierras de gloria, bajo cielo de gloria, con su perro sabio, guían y apacientan las ovejas, y comen la cebolla y el requesón, que también son míos. El perro sabio, con que vas a apacentar mis ovejas, es tu alma que te he obligado a señorear lenta, duramente, en todo tu tempestuoso vivir de muchos años, como monje. Ya te saqué yo de eso, sin violencia, pues fue que «te mandaron a ser párroco»: mis obras se hacen en bautismo de fuego y espíritu, pero sin escándalos ni violencias.
Tu perro sabio, como pastor que eres ya, designado por Mí, es tu alma amorosa, esa alma que te di y que es como un garabato con que atraes a los hombres y mujeres; la gente dice por ahí que es como si tuvieras algún quereme o pegadera. Has de saber que eso, sustancial e infinito, es Dios. Y ya tú, probado y enseñado por Mí a fuego lento, señoreaste tu alma, y quiero que pesques y pesques y me des a tus prójimos y prójimas, porque el mundo necesita hoy de Amor; hace muchísimos siglos que el espíritu de dominio está escondido en mi Evangelio… Por eso te hice padecer y padecer hasta las agonías mortales, hasta llamar a la muerte, a esos abades y al prior este ahora. Y oye: como no obraste reaccionando desde uno de tus yoes, sino desde Mí en ti, desde el amor; como me imitaste cuando le dije a Judas: «¿Qué haces, amigo?», y por eso Judas se arrepintió…, pues has de saber que ¡verás y oirás con tus ojos y oídos, cuando sea tiempo, que pescaste al abad de Montserrat, y al otro ex-abad (177), y al otro, y al prior, que tiene ese nombre tan bello de Ferrer!
—¡Bueno! ¿Y que no sabes cuidar de tus ropas y equipajes porque fuiste muy mimado por tu madre y niñera, etc.? Pues ya te dije que para eso glorificaste tu alma (tu perro de pastor, que son los dones o energías de tu espíritu); que de esas cosas se encargarán Marta y María y Beatriz y Salomé, que no te faltarán nunca, Yo te lo prometo, y tenlas siempre contigo, pues ellas fueron las que cuidaban de Mí cuando estuve por allá; ellas son ministras mías y te las di y doy a ti especialmente, pues te di el don de ver a Mi Madre en ellas. ¿Qué es eso de tener miedo a La Madre? ¿Qué son esos ojos temerosos, bajos, ante ellas? No le tengas miedo sino al miedo, que es el Diablo; cuando Adán pecó, tuvo miedo: se escondió, se tapó, huyó… Yo no lo eché del Paraíso, sino que Adán se hizo huída del Paraíso, y por eso tuve que ir a rescatar su alma con «mi vida». Adán, que eres tú, una unidad que poco a poco irás viviendo en tu vivir de pastor, se hizo un dios caído en ausencia. Tal ausencia es la que te mando a arrojar de ti mismo y de los otros, no a garrotazos, como ese mi prior y tu prior, sino con Mi Presencia. Yo soy el arrojador de demonios. Yo soy tu arma, tu escudo y tu bomba atómica. Porque dime: si hay una habitación oscura, ¿cómo la iluminas? ¿Con un garrote, o con gritos o con órdenes? La iluminas encendiendo una vela y poniéndola en el candelabro… Yo Soy La Luz; Yo Soy La Vida, Yo Soy La Presencia. Todo lo vivo, todo lo luminoso, todo lo verdadero, todo lo presente, Soy Yo, el que lo vivifico, lo ilumino, lo hago verídico, lo hago presente. Y respecto de Marta, María, Salomé y Beatriz…, ellas serán tus niñeras, tus alimentadoras, tus apoyos para ir de compras, para llevarte y traerte, pues las hice para que fueran del Reino de los Cielos, y su gloria es cuidar del Hijo del Hombre. A Todos los apóstoles los acompañaron; las frases más tiernas de Pablo fueron para las santas mujeres de «sus iglesias»; «Tráeme los manuscritos (le escribe a Tito) y la capa que deje en casa de Tróade, porque el invierno se acerca… Y apresúrate, porque el Señor ya me va a llamar» (poco más o menos) (178).
—¡Acuérdate bien! La Madre es absolutamente necesaria a mis discípulos; por eso Yo se la di a Juan (al hombre) desde La Cruz, poquito antes de que todo se cumpliera. ¿De dónde si no de un susurro de Luzbel, el astuto, sacaron eso de miedo a la mujer, eso de separatismo? Todo separatismo es miedo, y el miedo es esencia del Demonio. «¡No temáis, que Yo vencí a la muerte!». Vosotros sois también hijos del hombre e hijos de dios, con minúscula; y si sois hijos del hombre, pues sois hijos de la mujer. Por eso, ¡lejos el temor a la madre! Resumen de este largo sermón, que es largo, porque mi caño ha sido este viejito de la Zúñiga, te digo: Conmigo, con La Presencia, no temáis sino al Temor, que es el Diablo.
¿Y Costa Rica? Es el paraíso de esa lengua bendita de tierra que une a las Américas; gente buena, inteligente, suave; no hay ejército; todo se gasta en escuelas, en cultivar al hijo del hombre; es el reino de las abejas y del entendiendo. Y allí, desde allí, con amor y convivencia, se evangeliza a los comunistas que allí es donde laboran pues saben que Costa Rica es el centro de la caricia de los dos océanos; estará usted como en el centro del universo; allí reanudará su obra con la Charito (179), la comunista, que fue un anuncio de sus trabajos futuros. Y verá entonces que el centro del gran corazón del Juancito XXIII, el pastor, eran los comunistas, los marxistas, los que sueñan y luchan por un paraíso perdido, engañados por la ausencia. Un cristiano, uno que está atisbando La Presencia en ansias de Amor Vivo, debe vivir con los ausentes, con los que están agobiados con su cruz, y nuestro padre Juancito XXIII tuvo su delicadeza de amor más encendido con la hija y el yerno de Nikita Krushev, y, al morir, ya en agonía, le envió regalos, regalitos con la Cruz a Nikita… Y no lo dude, Dom Andrés, el Nikita quedó pescado para el Señor: los chinos lo insultaron ayer diciéndole: «¡Nikita se volvió un cantador de salmos!». Y la hija, el yerno y la mujer de Nikita son más cristianos que muchos priores y muchos frailes calzados o descalzos. ¡El hábito no hace al monje!
Y basta porque estoy tristísimo, y en el Tabor. Pero ¿qué importa esta figuración no glorificada? Ella es la que se queda sin usted; pero cuando estemos en compañía eterna del Señor, ¿pues quién podrá distinguir al Señor de sus hermanos por gracia? Ya no habrá prior, mandón, papa, rey, general…; ¡y como el Señor está en Todaspartes, que es lo mismo que en Ninguna Parte, pues no podrá separarnos el prior Ferrer!
Voy a copiar ahora la oración del cuadrito cuarto que insinué ayer.
(Vino visita de mujeres y me interrumpieron. ¡Mucho quehacer! ¡Es el pesebre!) (180).
Etza-Ambusha
— o o o —
Cuarta Parte
¿Somos, acaso, hijos de nubes?
Enero 26 1964 – Otraparte – Ningunaparte
Dom Andrés Ma. Ripol:
«El sol está calentando», dicen. Lo dicen aquí cuando no hay nubes. Pero cuando hay nubes y cuando no las hay en la atmósfera de la tierra, el sol es siempre el mismo. Esta imagen me sirve a mí cuando hay días de esos que son sentimiento de apachurramiento… Allá arriba, encima de este planetica, el sol es siempre el mismo… ¿Por qué no trasladarse a la casa tan inmensa que está por encima? Si nuestro espíritu es hijo del sol, ¿por qué localizarse en este por debajo de las nubes?
El Rey David habitó por varios días debajo de su hijito muerto… pero recordó al sol, y se levantó y ya no vio al hijo muerto.
Hace cuatro días que estamos debajo de esta nube que nos acobarda desde hace más de ocho meses. Pero, ¿la vitalidad o poder de esa nubecilla no será el haberle puesto nuestra atención? ¿Somos, acaso, hijos de nubes? ¿No es el sol nuestro Padre? ¿Y el que habita allá, en El Sol, siente, ve o padece nubes?
En todo caso, desde el viernes padecemos lo que usted padece. No está solo. Hay muchos que llaman al Sol y que oran al Sol con usted.
Levántese y venga a esta abadía chiquita, que aquí alumbra el nuevo Sol, El Único, el que está por encima de todaspartes.
Reciba el amor de Etza-Ambusha, de Berenguela y de todos los que lo quieren mucho.
F. G.
P.S. Hemos llamado varias veces. Estamos apachurrados bregando por levantar el vuelo, como gallinazos con el ala quebrada. No podemos volar si Ud. no vuela.
— o o o —
Todo usted era regalo
Febrero de 1964
Padre Dom Andrés Ma. Ripol:
Ahora vino usted por la mañana y todo usted era regalo: los retratos de su mamá, de sus abuelos, de Maragall… y otra botella hermosa, y el dinero (181) para el avión en que iremos a Centroamérica a buscarlo… ¡Su mamá! ¡Pero si usted y ella dicen lo mismo en sus figuras! ¡Ud. y ella viven una misma vida!
Cuando uno se va, pero no se va, le da por traducir eso en regalarse todo, parece que al regalarse uno todo, no se va.
Pues no estoy inquieto por ese paquetico de dinero, pues yo sé que no es dinero, sino esto: «No podemos separarnos».
¡Regalo! Ud. me trajo todo eso, precioso: su mamá, los Ripol y Nobles, Maragall, la botellita y esos cinco hermosos billetes (primera vez en que he visto al Señor en el dinero), para espacio-temporalizar lo que ambos estamos viviendo: usted así: «No me voy»; y yo: «Me voy con usted».
Qué gana la que está haciendo de regalar, que es lo mismo que gana de no separarse.
En fin, tanto su mamá como usted y Margarita saben lo que estoy viviendo y que brego por expresar en imágenes.
Hoy, día bendito, vi al Señor en los billeticos colombianos. Ud. hizo el milagro. Él está glorificándonos a cada momento.
Ud. no se va, yo no me quedo, Margarita no se queda. Todo eso de irse, quedarse, feo, hermoso, es El Tiempo-Espacio.
Etza-Ambusha
Un monasterio en Tegucigalpa… Parece que por ahí es Su Voluntad. No olvide venir hoy temprano.
— o o o —
«Un poquito más y no me veréis»
Febrero de 1964
Dom Andrés Ma. Ripol, OSB.
Anoche vi muy bien que con este irse usted, yo soy un viejo triste, con dolores por todo el cuerpo. Y como la virtud es no mentir, ¿qué es eso de «ser valiente, de no estar triste»? No, soy tristeza, soy soledad, soy Fernando González que se sentía joven con usted y que gozaba, por eso, con el nombre de «viejito», «mi viejito que me encontré»… y que ahora ya no aguanta que nadie le diga «viejito», porque ya sí es un viejito.
Claro que mental y sobre todo espiritualmente usted no se va y es eterno. Pero, como somos hombres, «cuerpo, mente y espíritu», y usted se va en cuerpo… ¡No somos como los ángeles!… Pues estoy triste y esa noche de anoche fue muy negra.
Y, al irse Ud., me queda vivir ya en Fe y Esperanza. ¡Adiós! Desde ahora, viviré con Dom Andrés en La Oscura Noche Luminosa que se llama Fe y Esperanza. ¿No lloró el Señor en Betania? Cuando Dios vino como hombre lloró. Entonces, ¿por qué no voy a llorar yo, un viejito que se arrastra por estos amagamientos llamados Ayurá y La Zúñiga?
¡Qué meaditos de aguas sucias estas quebradas que ayer me parecían rumorosas fuentes del Paraíso!
¡Ya no hay Monasterio, ni carretera, ni amigas, ni Betanias, ni miércoles de Betania!
Pero… Él es la Resurrección y la Vida: «Un poquito más y no me veréis; otro poquito más y me veréis» (182).
De suerte que estoy feliz, beato, en Fe y Esperanza, y amargo, seco, una nada, en figuración.
¡Qué gana la que está haciendo de regalar todo, para sentir que no se va Usted!
Etza-Ambusha del Apoporis
Mañanita mojada, nublada… Cuerpo adolorido, pesado… Prior… Ceguedad… Pero… Irse, quedarse… ¡Qué mortalidad es todo este día bruto!
Estar triste es una virtud humana, pues El Sabio dijo:
Hay tiempo de reír,
hay tiempo de llorar
y todo lo humano es vanidad (183)
Cuando venga El Señor, entonces no seremos vanidad. ¿Pero ahora? Vivimos un vivir alejados de La Patria, llorando, riéndonos, escondiéndonos de nosotros mismos, para no saber quiénes somos: el arrojado del Paraíso.
Pero: «Un poquito más y me veréis».
Le mando una fotografía de Su Casa o Monasterio llamado La Cuna. Es en donde Ud. y yo amamos a nuestro Dios, El Eterno Niño Naciendo-Muriendo-Naciendo.
F. G.
Post Scriptum
En Cali, casa bendecida de Clara Inés, será un renacimiento ¡Qué bueno ver a Clara Inés, tan estrella-niña, una alma que es la gloria suya, pues los hijos son la gloria de los padres! En fin, ella parece una niña de más allá del bien y del mal…; parece que no tuviera años. Es inverosímil.
De suerte que el Señor lo está pescando a Ud., con toda su divina maestría: lo lleva de aquí a Cali, y de Cali al magnífico Señor Canyes; y luego al Buen Abad… Y cuando Ud. menos lo espere, se hallará en La Abadía del Abad, en donde no hay arrugas, ni lejanías, ni opiniones… y estaremos todos hechos uno solo en Caridad…, incluso los pájaros bobos o priores. ¡Hoy sí que me duele y amo al Prior Ferrá o Cau Ferrát…! F. G.
Otra Portada
Pero ni usted ni yo podemos realizar (vivenciar) lo que Ud. ha sido para mí. Ahora, cuando ya nos despedimos ayer, estoy viviendo que el Señor se me presentó en la amistad suya. ¿Recuerda que yo decía y repetía: «Es, Padre, que nos están mostrando»? Esa la vivencia de que nos unieron para que lo viéramos; a raticos, casi como Simeón… Apenas aparecía la imagen de ese Prior de hierro colado, a quien sólo amo en fe y esperanza (no puedo mentir), el Divino Niño era velado por densa nube, pero ahí lo sabíamos y… «amábamos» al Prior. Hay, ya sé que El Señor hizo, pájaros oscuros, pájaros alígeros, ruiseñores, etc., y nos ordenó: Son también mis criaturas, y no las midas con tu medida, que yo soy El Señor. Pero también El Señor nos hizo a nosotros amorosos y con miedo a las piedras duras, roñosas… En fin, El Señor es El Señor y todo está en su inmensidad luminosa, y tenebrosa para nosotros, criaturas desterradas del Paraíso.
Ocupa, Señor, mis ojos (uls) (184)
y bórrese la sombra de hierro,
La Cau Ferrát!…
Ya ese camino a la Santa María es un camino pesado para mis piernas, y allí, sólo Máyolo, la estrellita que luce en la noche, Pujol, el viejo compañero en la conquista de un trono en los corazones del Aburrá-Ayurá, y los hermanos Ángel y José Ma. y el padre y abogado Hilario, me atraen y fortalecerán para ir en mañanas en que Ud. me embriague desde lejos con su ancha presencia. Y diré:
—¡Vengo a ver a Dom Andrés!
Hno Ángel: —Pero si el P. Ripol se fue hace días…
—No. Yo lo alcancé a ver desde la Abadía Chiquita…
Hno Ángel: —Es porque Ud. está ya muy viejito. Esas son «desvelaciones…».
—No. Lo que pasa es que la figura del Prior no les deja ver la Realidad.
— o o o —
Epílogo
Dom Andrés en el camino del destierro
Jueves Santo de 1964
Sres… José L. y Charo Restrepo
Alexandria, VA – U.S.A.
Mis queridos amigos:
Caminando ya hacia Uds. ¿Llegaré? Por ahora un catarro infernal me detiene aquí, gracias a Dios en compañía del P. Pedro Farré, mi viejo amigo, viejo compañero y siempre ángel del Señor.
Ando de paso para Benet Lake a 40 millas al N. de Chicago pero mi salida de la eterna primavera de aquel Medellín, me tumbó en el frío. Y qué tal por aquellas vecindades del polo norte de Chicago, ni hablar. Voy a esperar a que se acerque la primavera. A mi paso por Miami oí que estaba nevando en Chicago y que los aviones no podían aterrizar.
Pues ya saben: venía visitando las fundaciones que el Abad de Benet Lake tiene por Centro América en busca del hueco donde caer muerto. Todo para no alejarme de mi Colombia, para quedar cerca. Pero… no veo claro. Ya hablaremos.
Naturalmente que por varios conductos les llegaría la noticia del «nacer» de Fernando González a la Vida que tanto él vivió acá; atisbó buscando, amó y vivió. Y también supongo que se les atravesaría este monje por el pensamiento en aquella ocasión. Sí, ya pasó, pero es que pasó mucho, para todos, pero para unos más… Yo lo amaba con toda mi alma a «mi viejito que me encontré». Fue revelación el reencuentro, pues era el segundo este último. Y llegamos a ser un mismo espíritu. Nuestras coordenadas fueron, eran, son Él; por eso fuimos siendo uno solo, «absoluta sociedad en La Presencia», como él dijo en su penúltimo reportaje, pocos días antes de su muerte, al referirse a nuestra amistad.
Cuando rondábamos mi partida, días antes, me había dicho por dos veces: «Ud. que se va y yo que me muero, pero qué le hace»… Veo su rostro de paz al referir aquellas palabras, sonrisa beata, ojos entrecerrados Al Infinito… y su diestra tan expresiva levantada hacia allá… Yo sabía que como en otras ocasiones se cumpliría su profecía; su voluntad de «nacer» era la culminación de una larga y honda vocación; estaba maduro y Él lo amaba…, y por eso «lo recogió El Silencio…, para su Fiesta silenciosa que es Silencio».
Pero somos «cuerpo, mente y espíritu», y si era absoluta nuestra sociedad en La Presencia —lo es—, el anuncio de su posible partida me asustó más que la mía. Cada vez que pensaba que Él podía quitármelo era «como niño o polluelo asustados que buscan la Madre —que eso es orar—».
Yo estaba en casa de Clara Inés y Jenaro en Cali. Hacía 24 horas que me había despedido de él y de todo allá. Dos llamadas telefónicas de Beatriz a casa de Clara dieron las dos noticias: el infarto grave, primero, y que supe enseguida, y la muerte, al rato, que Clara no quiso comunicarme «para que no lo desvelara en la noche». AL día siguiente a las seis a.m. estábamos en el aeropuerto buscando avión. Llovía intensamente y los campos de aviación de todo el país estaban cerrados.
Llegué a Medellín a la 1 p.m. Celebré la misa en Otraparte. El altar, en el salón, al pie de la ventana de su pieza, a través de cuyos cristales contemplaba sus reliquias todavía en cama como si durmiera. Las acompañé al lado del chofer en el carro mortuorio a un nicho que era de nadie, común, para él, que había sido de todo el mundo como nuevo Cristo. No quiso flores (y se cumplió), la caja más sencilla de la mortuaria, como había vivido. El que había contemplado tanto con lupa todas las flores y que tanto las amaba, había prohibido que las pusieran junto a su cadáver, porque ahí eran vanidad. Y nada odiaba él tanto como la insinceridad de la vanidad. Pero todo el pueblo de Envigado que lo recibió en su seno, el mismo que lo vio nacer en la calle con caño, estaba en la calle. A la entrada del cortejo un grupo escolar de niños con suéter rojo y un gorrito blanco ostentaba una pancarta que decía: Escuela Fernando González.
Parecía su entrada, la triunfal de aquel otro Domingo. Todo el mundo caminaba rodeando tras el carro mortuorio. Los niños se encaramaban por él, nadie protestaba. Todo era amor.
En la parroquia de Santa Gertrudis, la mística benedictina que tan bien él conocía y amaba, colocaron su féretro. Tampoco ahí le pusieron los 6 candelabros, él los había igualmente prohibido; él, que tras el infarto sabía de su ida al Padre y que a Margarita, su mujer, le había dicho: «Que no haya duelo a mi ida, me voy a la Luz», no quiso blandones en derredor de su féretro. Esos eran vivos. Durante todo el funeral, mulaticos descalzos, malolientes, rodearon sus reliquias… Atrás, en la bancada, ricos y pobres; las señoras que se habían «escandalizado» por sus «palabras» escritas —tan bien aplicadas y certeramente filosofadas—, estaban también ahí. Doctores por él amados pero también insultados en su «representación no entendida», procesionaron igualmente.
Semejaba aquello comunitario acto de fe a toda la vida y enseñanzas viriles de aquel «universal» de la Verdad, de la Vida, de la Valentía, de la Pureza de Intención, de la Autenticidad. Y en todo eso, en que nos sabíamos todos chiquitos o nulos, queríamos sentirnos particulares participantes de aquella «universalidad gigante».
Y luego llevamos lo que no era él, lo que de él eran reliquias no más, a donde llega el olvido. Frente a la losa que nos lo separó en el tiempo, le deseé, jamás con mayor seguridad de ser oído ya, de ser su realidad de él, su presencia…, la luz perpetua, su descanso eterno al amigo eterno…
Para toda esta descripción tuve que realizar un esfuerzo de retrospección. Se me había alejado mucho ya esta representación. Cuando en plena visión de reencuentro yo le decía un día a Beatriz: «Si el Mago muriera hoy no creo que me diera muy duro. Es de tanta plenitud su vivencia que ya es empuje de toda una vida». «Si se muere será como si no se muriera». Palabra que él me oyó repetirle y que él profirió a su vez, no repetidas, sino emanadas de la vida gemela que resulta en almas que se realizan dentro de las mismas coordenadas.
Hoy mi Mago es presencia en La Presencia; silencio, por el Silencio recogido; habita en compañía de La Soledad de mis Tres… Por eso es hoy la mejor Compañía de mi soledad…
Un abrazo desde mi acompañada soledad, camino del destierro.
Andrés
El 29 de Octubre de 1963 Ripol había escrito:
Si mi Dios ha querido premiar la buena voluntad de servicio a su gloria que Él me dio en estos diez años largos de mi vivir-morir-naciendo en esta queridísima Colombia, bien le aseguro que nada mejor podía dejarme que este fajo de papeles escritos en rojo por mi brujo de La Ayurá. Son las síntesis de mi búsqueda constante de Él de toda mi vida. No creo que cargue más nada a mi partida. Son la urna que encierra todos mis vivos quereres y padeceres, mis momentos de gloria y mis depresiones, mi atisbar todo y a todos buscándole a Él, mis caídas y heridas, y mi levantar siempre de nuevo la mirada al Único que la comprende siempre del todo. Todo esto y a todos los llevo conmigo muy hondo en el alma de la inefable amistad de mi Etza-Ambusha.
Notas:
(1) | Dedicatoria a Ripol en las páginas liminares del Libro de los viajes de F.G. |
(2) | Durante los primeros días de Ripol en Colombia, 1953, un amigo lo presentó a Fernando González en la carretera. Este describe el encuentro en su respuesta a esta carta. |
(3) | Gerundio de uso frecuente en Fernando González, que se encuentra como leitmotiv de este libro. |
(4) | En sus primeros años de vida religiosa, Ripol estudió en la Abadía Marialaach, cerca a la Selva Negra, donde tuvo su primera experiencia profunda de la Fe. |
(5) | Esta es la primera referencia al problema que tiene Ripol con su «superior» el padre Lorenzo Ferrer, Prior del Monasterio Benedictino, recién llegado a Colombia de Montserrat (Cataluña). Ferrer llegó con planes de cambiar totalmente la fundación monástica iniciada, diez años antes, por Ripol y otros monjes. La intención del nuevo Prior fue de vender todas las instalaciones (monasterio y colegio) a unos sacerdotes norteamericanos y fundar un monasterio nuevo en otro lugar. Esta intención de echar por la borda diez años de ardua labor encontró la oposición de Ripol y algunos de sus colegas, y produjo una situación de malestar en la comunidad religiosa. En estas cartas las referencias a «superior» y «superiores» aluden al Prior. |
(6) | Libro de Fernando González publicado en 1936, «Un ensayo sobre la Gran Colombia». |
(7) | Del griego, significa manifestación. |
(8) | Ripol anexa copia de una larga carta a su hermano donde describe detalladamente su viaje por las selvas del Ecuador. |
(9) | Bajo forma de eternidad. Esta expresión corresponde a un concepto teológico, a saber: la verdad será descubierta sólo cuando el mundo esté destruido. El origen de este concepto se encuentra en San Pablo. |
(10) | O. S. B. = Orden de San Benito. |
(11) | Un tema recurrente en el libro: el Ojo Simple (a veces el Ojo Inocente). Véase Mateo 6:22: «La lámpara del cuerpo es el ojo» y Génesis Cap. 3: «los ojos abiertos» de Adán. |
(12) | Refiérese a la carta de Ripol sobre su viaje por selvas ecuatorianas. |
(13) | En el momento de recibir la carta, Fernando González estaba recuperándose de un derrame cerebral que paralizó un lado de su cara y afectó la vista de un ojo. |
(14) | El río Ripoll corre por Cataluña y cae al mar cerca de Barcelona. |
(15) | San Pablo II Corintios 12:7ss donde la «espina» es la tentación de la carne. |
(16) | Fruta típica de España. |
(17) | Este texto, sin ser cita exacta, encierra un concepto en San Juan y en la doctrina paulina del cuerpo «místico». Véase I Corintios Cap. 12, Juan 14:20 y la Primera Carta de San Juan Cap. 1: «Estamos en unión el uno con el otro». |
(18) | Génesis 3:24. |
(19) | Los prudentes consideraron que se trataba de un terreno con pocas perspectivas de valorización. De esto se burla Fernando González más adelante en esta misma carta. |
(20) | Fernando González fue Cónsul de Colombia en Bilbao de 1954 a 1957 y viajó por España. Antes de salir de Colombia había inaugurado una exposición de fotografías de Ripol (Medellín, 1954) y de óleos de un pintor catalán, Pepín Vidal, a quien se refiere aquí. |
(21) | Quebrada envigadeña. |
(22) | Antiguo nombre de la finca donde se fundó la Abadía. |
(23) | Nombre de la Abadía. (En realidad todavía no tenía categoría de Abadía, sino de monasterio). |
(24) | Marcos 16: 15. |
(25) | A esto respondería Ripol (en carta de 1o. de septiembre): Si con mi primer repique arranqué aquellas ondas de su campana, quisiera ser badajo todos los momentos de mi existencia para hacer aquéllas eternas dentro de mí. |
(26) | En esta carta Ripol había escrito: yo, Doctor, toda la vida lo andaba buscando y no lo encontraba a mi mago caminando solo con el solo invisible. También expresa que se sentía «con la misma inocente alegría que el día de mi primera Comunión». |
(27) | Con su carta Ripol evidentemente anexó cartas de dos amigas: Inés Villa Escobar, religiosa y música, quien estaba en Italia; y Beatriz Restrepo, madre de familia. Esta última figurará constantemente en esta correspondencia. |
(28) | Beatriz R. había dirigido a Ripol una carta donde reflexiona sobre su «tempestad», es decir, su discrepancia con el nuevo Prior. |
(29) | Dios escondido. |
(30) | Todo se convierte. |
(31) | María en el Evangelio, véase Lucas 10: 38. |
(32) | Se refiere a los mártires de la iglesia primitiva en Roma, en especial a San Lorenzo quien, según la tradición, fue asado vivo. |
(33) | Juan Ponce de León, conquistador español. En 1512 buscó «el agua milagrosa de la eterna juventud» y descubrió la Florida. F.G. habla de esto en su novela Don Mirócletes (París, 1932), p. 104 y ss. |
(34) | El dicho original es homo homini lupus: «el hombre es lobo para el hombre». |
(35) | Montes volcánicos en los departamentos de Caldas y Tolima. |
(36) | Lucas 23: 34. |
(37) | Carta de Ripol a Inés Villa. |
(38) | El día de Pentecostés cuando la gente creía que los apóstoles estaban embriagados. Véase Hechos, Capítulo 2. |
(39) | En el mismo sitio. |
(40) | Boecio: filósofo romano Siglo V, autor de La consolación de la filosofía. |
(41) | Berceo, Gonzalo de, monje benedictino del monasterio de San Millán de la Cogolla, Siglo XIII, autor de varias obras poéticas de asuntos religiosos en lenguaje pintoresco. |
(42) | Ripol era fotógrafo y camarógrafo. Su viaje a la selva tuvo por fin la filmación de una película sobre los Jíbaros y otras tribus. |
(43) | Aquí F.G. confunde dos personajes conocidos por Ripol en su viaje: uno, alemán de familia aristocrática, viviendo como asceta en una misión de sacerdotes italianos; el otro, misionero italiano dueño de una colección de joyas indígenas muy apetecidas por turistas norteamericanos. Nótese: el apellido materno de Ripol era Noble. F.G. está haciendo referencia también a esto. |
(44) | Un retrato tomado por Ripol del misionero. |
(45) | Ripol se ha referido amargamente a la prohibición por el padre Prior a que salga del monasterio. |
(46) | Tema recurrente en F.G. Véase su «ensayo teológico» El remordimiento, 1935. |
(47) | F.G. se había dado muchos nombres a través de sus escritos: Lucas de Ochoa, Padre Elías, etc. Ahora Ripol le pone este nuevo nombre Etza-Ambusha, en su carta del 1.º de septiembre, con la explicación: Etza = Dios en Jíbaro y Ambusha se llama el padre del protagonista de mi película del oriente ecuatoriano. |
(48) | Se refiere al proceso de San Pablo ante el Rey Agrippa (Hechos, Cap. 26). Véase esp. v.24 donde Pablo se dirige al procurador romano, Porcio Festo: «Festo, su Excelencia, no estoy loco…, etc.». Nótese la forma libre de F.G. en citar las fuentes de la Biblia. |
(49) | Hechos de los Apóstoles, 26: 29. |
(50) | San Pablo, II Corintios 12: 2. |
(51) | Esta carta contiene reflexiones de F.G. a raíz de un sermón predicado por Ripol en la fábrica Colombiana de Tabaco en Medellín. |
(52) | Reglamento de los monjes. |
(53) | Montecassino, Italia, abadía benedictina fundada por San Benito en el año 529 A.D. |
(54) | De apellido Ubach. Su hermano, monje benedictino y amigo de Ripol, fue capellán del ejército franquista en la Guerra Civil y murió en combate, lo mismo que su hermano el anarquista quien combatía a los franquistas. |
(55) | Ripol le había llevado una foto recordatoria de su Primera Misa en 1933, conmemorando sus 25 años de sacerdocio. En la foto Ripol se ve alzando el Cáliz y la Hostia (los «pañales» del niño divino, según F.G.). |
(56) | Mateo 11:10. |
(57) | Romanos 8:22 ss. |
(58) | Balmes, Jaime Luciano (1810 – 1848), filósofo catalán. |
(59) | Teilhard de Chardin (Pierre) 1881 – 1955, jesuita francés, arqueólogo y antropólogo, esp. dedicado a estudiar los orígenes del hombre. Sus obras póstumas Le phénomène humain (1955) y L’apparition de 1’homme (1957) suscitaron grandes controversias. |
(60) | Zaqueo (véase Lucas 19: 1 – 10 / Mateo 5:46), el hombre bajito que trepó a un árbol para poder ver a Cristo. Figura favorita de F.G. |
(61) | II Samuel, Cap. 6. |
(62) | Las primeras frases de la Misa en latín. |
(63) | Emmanuel = Dios – entre – nosotros (véase Mateo 1:24). |
(64) | Gálatas, Cap. 3. |
(65) | San Juan, Cap. 10. |
(66) | San Juan, Cap. 21; la aparición de Cristo resucitado. |
(67) | Dionisio el Areopagita, sabio ateniense convertido al cristianismo por San Pablo. Primer obispo de Atenas. |
(68) | Santo Tomás de Aquino (1225-1274) cuya filosofía/teología tomó como base las categorías filosóficas de Aristóteles. |
(69) | Este párrafo contiene una mezcla de referencias bíblicas muy libres: Éxodo cap. 20 / Mateo 22:34 / Marcos 12:28, etc. |
(70) | Margarita Restrepo, esposa de F.G. |
(71) | Abba significa «padre» en hebreo. |
(72) | Regina Mejía de Gaviria. |
(73) | Betania, en los evangelios, es la casa de Lázaro y sus hermanas Marta y María. Los encuentros entre F.G., Ripol y sus amigas serán conocidos como los «miércoles de Betania». Algunos miércoles se reunían en Otraparte, casa de F.G.; otros, en el monasterio. |
(74) | Nótese: este capítulo es la continuación de la carta anterior. |
(75) | Hechos de los Apóstoles Cap. 9. La conversión de Saúl (San Pablo) de Tarso. Después de su caída del caballo y conversión, Saúl llegó ciego a Damasco donde tuvo el encuentro en la calle la Derecha con Ananías, el hombre que le iba a devolver la vista. F.G. lo relaciona con el derrame cerebral que lo había dejado en cama con un ojo ciego cuando llegó Ripol (su Ananías). |
(76) | Mayéutica del griego maietiké; arte de los partos. En filosofía es el método de Sócrates: mediante una serie de preguntas hábilmente formuladas conduce a su interlocutor al descubrimiento de la verdad, procedimiento que tiene analogía con los auxilios que se prestan a la parturienta. |
(77) | F.G. se refiere a las amigas de Ripol que eran, en cierta forma, sus discípulas o hijas espirituales. F.G. conocía a Beatriz Restrepo antes, pero estas amigas de Ripol son nuevas para él. |
(78) | Cristo entró en Jesuralén montado en un burrito. |
(79) | Gregorio Magno, pontífice romano (590-604), fomentó la creación de la regla de San Benito. |
(80) | Gertrudis, religiosa benedictina Siglo XIII, mística y escritora, patrona de la Parroquia de Envigado. |
(81) | Teólogo dominico francés. |
(82) | Lucas 5:8. Esta escena del evangelio es evocada constantemente por F.G. a lo largo de esta correspondencia. |
(83) | Según una antigua tradición, Pedro fue crucificado cabeza abajo. |
(84) | Filósofo y dramaturgo hispanorromano, Siglo I. |
(85) | Lo mismo que produce la llaga del amor, la puede curar. |
(86) | El hombre es animal triste después del coito. Aquí aparece defectuosa la redacción en latín. |
(87) | El algo, en Antioquia, significa la merienda, comida ligera, a mitad de la tarde. |
(88) | Lucas 5:8. |
(89) | Nietzsche, Freidrich (1844-1900), filósofo de la energía vital, influyó profundamente en el pensamiento de F.G. |
(90) | Mujer de Alejandro Ripol, abogado catalán, hermano y confidente de Andrés Ripol. |
(91) | Doy para que me des. |
(92) | F.G. fue expulsado del colegio de los jesuitas por sus lecturas de Nietzsche. |
(93) | Enoch: libro apócrifo del Antiguo Testamento citado por Judas el hermano de Santiago (no por Santiago, como dice F.G.); véase la carta de Judas, versículo 6 ss. |
(94) | Primera Carta de San Pedro 3:18 ss. |
(95) | Ramiro, segundo hijo de F.G. Murió en 1947, después de terminar su carrera de medicina. |
(96) | Ripol había enviado una carta de condolencia al padre de Federico Arango, joven guerrillero idealista, dado «de baja» por el Ejército colombiano. |
(97) | Raca (hebreo) = huero, vano, vacío (véase Mateo 5:22). |
(98) | San Juan, Cap. 4. |
(99) | Scientiola, en latín, diminutivo de ciencia. |
(100) | Referencia a la Transfiguración de Cristo en el monte Tabor ante Pedro y los hijos de Zebedeo, Juan y Santiago, cf. Mateo Cap. 17; Marcos 10:35. |
(101) | F.G. recuerda mujeres que han sido sus «tentaciones» en épocas pasadas. |
(102) | Del Credo católico. |
(103) | Nequaquam: de ninguna manera. |
(104) | Dejemos lo de mujeriegos para los obreros, para los mercaderes, y nosotros, filósofos, nos contentamos con la filosofía (Cristo, La Intimidad) que es mujer superior a todas las demás. |
(105) | Referencia a la familia aristocrática de Ripol. |
(106) | Marcos 10:46. |
(107) | Nueva referencia al joven guerrillero muerto, Federico (no Ricardo) Arango. |
(108) | Ya en 1941, en su novela El maestro de escuela, F.G. había hablado del «santo hedor de la caridad capitalista» y de las damas caritativas que «venían a ejercer sobre los doce huérfanos (…) Los agarraron (…), los treparon a sus automóviles y se fueron rodando a exhibir sus caridades, grandísimas rameras de la virtud» (cap. 27). |
(109) | Evidentemente Ripol le ha contado a F.G. detalles de su encuentro con una joven militante comunista, Charito, a quien conoció en México. También la anécdota del «joven Kant», el hombre que esperaba la confirmación de un milagro para poder creer. |
(110) | Su reportaje, anexo a esta carta, constituye el capítulo que sigue. |
(111) | Juan 1:04 ss. También Juan 14:8. En el Evangelio Andrés y Pedro son hermanos; Felipe es del mismo pueblo. |
(112) | Ripol está triste por la muerte de una amiga, joven mujer casada, que tomó su propia vida. |
(113) | Lucas 10:59. |
(114) | Lucas 23:43. |
(115) | Juan Cap. 4, Jesús con la mujer samaritana. |
(116) | Simón el Cireneo, el hombre que ayudó a Cristo a cargar su cruz. Lucas 23:26. |
(117) | Referencia a una foto de Ripol con una anaconda en Amazonas. |
(118) | Por tanto como cadáver. |
(119) | Aquí F.G. se refiere a una adolescente que tuvo conflictos con sus padres y, siguiendo los consejos de Ripol, alcanzó a mostrar su afecto por ellos y así restableció un ambiente de amor en su hogar. |
(120) | Lit. cambiando lo que hay que cambiar, es decir, guardadas las proporciones. |
(121) | Engrama: palabra de uso frecuente por F.G. en el sentido de huella diabólica, demonio, diablo, sustrato. En carta de «24 ó 25 ó 26 de octubre» (sic) que aparece más adelante, F.G. da esta definición: «cualquier palabra o proposición puede ser engrama; lo mismo cualquier imagen u oración, pues engrama es un diablo o espíritu de ausencia que se esconde en un signo». |
(122) | Refiérese al segundo nombre de Ripol. Véase Marcos 4:31. |
(123) | Juan 12:32. El texto dice: «Traeré a todos los hombres hacia mí». F.G. cita libremente. |
(124) | De un himno litúrgico muy antiguo. |
(125) | Carlos E. Restrepo, Presidente de Colombia 1910-1914. |
(126) | Libro de F.G. publicado en 1935. |
(127) | Ref. Bodas de Caná. También Juan 12:23 / 17:1. |
(128) | Véase Lucas 4:16. |
(129) | Juan 12:23 / 17:1. |
(130) | Juan 19:11. |
(131) | F.G. ya comentó este caso brevemente en carta anterior (Scientiola Amoris continuación). |
(132) | Lucas 19:40 / Mateo 21:14-16. |
(133) | ¿Si Él está con nosotros quién estará en contra nuestra? |
(134) | Marcos 15:29 ss / Mateo 27:41. |
(135) | Mateo 27:46. |
(136) | Juan 17:12. |
(137) | Lit. cambiando lo que hay que cambiar, es decir, guardadas las proporciones. |
(138) | Hijo menor de F.G. |
(139) | Hechos de los Apóstoles, Cap. 9 v. 10 y ss. |
(140) | Santo Tomás de Aquino. |
(141) | Más exactamente F.G. había escrito: «estoy que no Lo aguanto» (véase carta de «veintitantos» de octubre). |
(142) | Lucas 16:16 / Mateo 11:12,13. |
(143) | Aquí F.G. se refiere evidentemente a una carta (ahora perdida) de Ripol que citaba las prohibiciones del Prior. |
(144) | En un tono similar Ripol le había escrito (13 Oct.): ¡Qué envidia no ser ella (Berenguela) para estar todos los instantes cerca de mi Etza-Ambusha para oírlo de Él! Es un pecadito que también Él redime. |
(145) | Forma antioqueña para decir: no deje de venir mañana temprano. |
(146) | El gato muerto. |
(147) | Maragall, Juan (1860-1911). Poeta y prosista español, de Barcelona; escribió en catalán. Véase esp. La vaca ciega. Era tío político de Ripol. |
(148) | Juan Cap. 21. |
(149) | La única carta firmada también por la esposa de F.G. A esta carta Ripol contestaría (Oct. 29): Me hizo verter demasiadas lágrimas. Sufrí fuerte crisis nerviosa. Sentí mucho cosquilleo en las extremidades, sobre todo en las manos y temí cualquier fiasco circulatorio. Me tomé dos pastillas Isordil que, al sedarme, me permitieron razonar sin tanta distorsión; que un hombre de la calle (es decir, F.G., que no era monje) viva tan divinamente a Cristo y ame así a los cristos dolientes, y a los afeminados «superiores» no se les dé nada clavar el puñal por la espalda a quien les presentó su faz y pecho al descubierto… Y más adelante: Todo mi sostén en estos aciagos momentos ha sido Él visto en sus cartas…, que me acompañarán en las soledades donde Él quiera llevarme. ¿Tenía yo razón cuando, maquinando ya mi Prior su golpe traicionero, me contestaba a mi petición de que no me quitara en estos momentos a mi Cristo encarnado, mi Etza-Ambusha, de quien había oído y vivido de Cristo como nunca en capítulo interno alguno de nuestros monasterios: «Sí, sí puede ser» y que yo le repuse: «No puede ser, sino que es»? (Se deduce que el Prior le había prohibido, o había amenazado con prohibirle, las visitas a F.G.; también que la maniobra para sacar a Ripol del monasterio fue preparada sin conocimiento del propio Ripol). |
(150) | Génesis Cap. 3. Véase ref. (11) en Un visitante de muy lejos. |
(151) | Esto en respuesta a unas palabras de Ripol: Me ha vuelto la depresión. Soy niño o polluelo que siento por sobre mis fuerzas este escándalo. Temo que tendré que abandonar mi Orden que tanto amé, pues creo con fundamento que ni quieran aceptarme en Montserrat, ¡mi casa-madre! |
(152) | Ripol le había abierto el corazón de la siguiente manera: A la hora en que esto escribo soy ya todo paz. ¿Qué valen dos días de fragorosa tormenta ante la bonanza? Mañana me levantare, iré donde mi Prior y le diré: «¡Vengo hecho todo un volcán de amor!». Sin embargo, después de su entrevista con el Prior, escribe: Nada. Intenté con mi caña y me rompió caña y cabuya y anzuelo y más que hubiera habido. Hasta concretas palabras de insulto recibí a cambio. Como no me sentía culpable, no lo abofeteé; ante la mentira cobarde, siento lástima del que la profiere, se ve tan pequeño… Hay orgullos que ni la infinita bondad de Dios… puede quebrar. |
(153) | Mateo 5:23. |
(154) | Padre Lorenzo Ferrer OSB, Prior del Monasterio. |
(155) | Marcos 8:36: «ganar el mundo entero y perder su alma», frase evangélica invocada con frecuencia por San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales. |
(156) | Esta carta se ha perdido. |
(157) | Ripol escribe (Nov. 3): Estas dos últimas suyas me asustaron todo. ¿Sí será que la culpa sustancial estará en mí no más? Iba a ir, apenas leídas, donde el Padre Prior, pero no sé qué fue lo que me detuvo. Entonces como instintivamente fui a la celda del Padre Máyolo. Muy discretamente analizó la situación y la cree forzada. Parecerá, según él, una claudicación a la Verdad defendida. Hay peligro de que él lo explota como quien tiene la razón y lo afiance más en su dureza; se teme un mal para él, más que un bien. ¿Será? Ya no veo claro, pero me temo que mi mago responda a mí y al P. Máyolo: Y ¿qué le hace que aparezca si la verdad es otra? Estoy como inclinado a ir de todas maneras donde el Prior… …Sí, es seguro que se interpretará como que quiero hacer cambiar la decisión de mi salida, cosa que no puede ser ya, pues la determinación fue acordada en el Capítulo Provincial. (Ripol tenía recursos de apelación: el Padre General de la Orden, la Congregación de Religiosos en Roma, etc., pero, por ofuscado, no tomó esto en cuenta). |
(158) | Cuadritos y luego, en varias cartas, «Pesebre», «Primer Día», se refiere a la novena que escribieron conjuntamente Ripol y F.G. y que fue transmitida por radio en diciembre de 1963. |
(159) | José Antonio Primo de Rivera, fundador del movimiento fascista La Falange en España, en vísperas de la Guerra Civil, 1936. |
(160) | Mateo 16:17. |
(161) | Lucas 1:46 ss. Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija (en Dios mi Salvador). |
(162) | Mateo 27:57. José de Arimatea ofrece su tumba. |
(163) | Juan 14:6. |
(164) | F.G. se burla de los dientes salidos del Prior. También, más adelante, en esta misma carta. |
(165) | El animal calientísimo: La Serpiente (o sea, El Diablo). |
(166) | Marcos 7:1. |
(167) | Carta de Santiago, Cap. 3. |
(168) | Marcos: 4:31. |
(169) | I Reyes 18:41 ss. |
(170) | San Vicente Ferrer, santo de la orden Santo Domingo. |
(171) | Del catalán, significa agujero herrado, o sea hueco hecho de hierro. |
(172) | Casa de Dios. |
(173) | F.G. había comprado el terreno a un alemán, de donde el nombre La Huerta del Alemán. |
(174) | Vade retro = ¡Apártate! Palabras de Jesús a Satanás en el momento de sus tentaciones. Véase Mateo 4:10. |
(175) | Ripol viajará para Centroamérica. |
(176) | Evidentemente Ripol ya sabía (o intuía) que saldría de la vida monástica y que estaba llamado a servir como sacerdote en una parroquia. |
(177) | Se refiere al ex-abad de Montserrat, Aurelio María Escarré. Ripol, en la década de los cuarenta, encabezó un movimiento dentro de la comunidad de Montserrat para derrocar a Escarré y, como vocero de sus opositores, llevó las acusaciones a Roma. Finalmente consiguió la destitución del Abad. |
(178) | II Timoteo 4:13. |
(179) | La Charito, comunista española encontrada por Ripol en México en 1949. |
(180) | No hubo cartas entre el 21 de noviembre de 1963 y el 26 enero de 1964. Los afanes de la Novena (Pesebre) que estaban escribiendo, más celebraciones y ocupaciones navideñas, determinaron la suspensión de la correspondencia. Pero siguieron encontrándose en «figuración» todo ese tiempo y siempre los miércoles que llamaban «miércoles de Betania». |
(181) | El dinero que le llevó Ripol era la parte que le correspondía en lo pagado por la Novena, o Pesebre, que escribieron juntos. |
(182) | Juan 16:16. |
(183) | Eclesiastés 3:1. |
(184) | Ojos, en catalán. |
Fuente:
Las Cartas de Ripol. Bogotá, Ediciones El Labrador / Joe Broderick, mayo de 1989.
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Última revisión el 7 de agosto de 2024.