Libro de los viajes
o de las presencias
Fernando González
1959
Soñé despierto con esos papeles, y veía ya en mis manos el primer ejemplar del librito empastado en rojo oscuro, casi negro, y que cabía en el bolsillo de la chaqueta. Todo libro debería caber en el bolsillo; hay que llevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al pie de los árboles, al lado de las fuentes, en donde nos coja el deseo. Un libro bueno tiene que ser manoseado, vivir con uno, pasear con uno. En fin, este amor ilegal por los libros se apoderó de mí y no me dejó dormir, como una muchacha que hubo en casa, cuando yo era joven…
Primera parte
Capítulo i
Ambiente del libro.
Al regresar a mi tierra y gente me sentí como en casa y me di nuevamente a callejear, caminar por la carretera, sentarme en las barrancas y en los cafés de las aceras, para atisbar agonías, entierros y mujeres, que son mi vocación. Primero son las agonías; segundo, los entierros; tercero, las muchachas y, como si en ellos estuviesen estos temas, los tipos como idos, que se quedan por ahí parados, mirando sin ver y de quienes la gente se aparta desde lejos y dicen que vinieron no se sabe de dónde y les atribuyen todo lo que les asusta y presienten. Son agonizantes. En realidad, las cuatro son una sola vocación.
Comienza la presencia del viajero.
Lo vi un lunes, alelado, de pies en la acera de la tienda de Fabricio, el que apostaba a si llovería o no. Toda la noche y la mañana había lloviznado. Miraba los charcos, pero sin verlos, viendo su mundo en ellos. Eso que llaman mirar para adentro.
«¡Yo conozco este tipo…!». Y me senté a atisbarlo desde el café de la esquina en donde estuvo la tienda de Pacho Díez. Supe que lo conocía, pero me cansé mucho localizándolo: el mundo en que habíamos convivido no me llegaba en imágenes… ¡Dejemos que resucite! ¡Por orden! ¡A todos los despacho! ¡Lo que ha de ser mío nadie puede quitármelo! Y se me quitó la angustia de bregar.
Por la llovizna, había poco trajín en la plaza. Dos mujeres y un perro entraron en la iglesia…
Buscar al Señor.
Al rato vi que Isaac Lotero, caminando lenta y espernancadamente, como los prostáticos, muy cegato ya, entraba también, teniéndose del muro…
Intuí el cadáver. Isaac, pensé, agoniza. Ya busca al Señor. Cuando uno agoniza (y la agonía y el tufillo de la cadaverina principian muchos años antes del certificado de defunción), «busca al Señor». Este es el centro de gravedad del agonizante. No es que tenga miedo. Todos tenemos miedo de algo: de caer, de los perros, de los asesinos, de los rayos, de los terremotos, de los sapos, de los gusanos. Cada uno tiene su miedo. Sentir miedo de algo. Eso no es grave sino natural. El que «busca al Señor» es porque está agonizando y el agonizante no tiene miedo de algo definible, sino que es como estar cayendo sin que haya donde caer, algo parecido a no tener centro de gravedad, es decir, tiene miedo de sí mismo, nada ni nadie puede acompañarlo. Está cayendo irremediablemente solo y jadea en «busca del Señor». ¿Está cayendo? No. Es caída.
«El Señor» es… la nada positiva del que cae, del que es caída. El hombre es ñudo, pleito enredado, un sucediéndose, y al comenzar la agonía se hace consciente de ello, pero sin saber nada, y por eso la agonía es el horror inefable… ¿Será por eso por lo que lo único vacío es un cadáver?
El negocio y los negocios.
¡Ah! Pero como ese pleito que somos es el único negocio serio que uno maneja, y uno lo sabe desde que nace, aunque no lo quiera saber y logre el no saberlo (por ejemplo, los gerentes, los gobernantes, los usureros, los sacerdotes y las putas y «señoras» lo saben muy bien, aunque no sepan que lo saben, y no quieran saberlo y juren y crean que su negocio es el otro, el que ejercen encarnizadamente), resulta que todos somos agonizantes, por lo menos larvados. En la plenitud fisiológica, en las bodas y aun en los bautismos, los machuchos percibimos la cadaverina, los cadáveres, las heridas boquiabiertas y oímos a los demonios.
Desaparece la presencia del viajero.
Y como yo agonizo desde que mi madre me parió cabezón e infiel y me dediqué a eso, la entrada de Isaac en la iglesia, así, tanteando, incierto y palpando temblonamente sus anteojos negros, separó durante mucho rato mi atención del hombre que yo conocía indudablemente y cuando miré se había marchado…
«¡Y ése es un gran agonizante! ¿En dónde diablos agonicé con él…?».
El aparecido.
Entré a documentarme al almacén de Isabelita; me dijeron que era el aparecido; que no sabían de dónde vino; que lo único positivo era que estaba loco ensimismado, muy turulato y que vivía al frente de las Hermanas, en la vieja casa de don Boné, al frente de la difunta ceiba.
¡Este es mi tiro!, pensé. Esto me huele a venero de Universidad, y entré en la iglesia para agradecer que me hubieran traído de nuevo a Envigado, a atisbar lo que estaba haciendo Isaac en el asunto suyo. Cuando partí, Isaac bregaba y bregaba por creer que su negocio era fabricar zapatos, dinero en mutuo y hacer hijos. Porque mientras la cosa no apura, cada uno agoniza en disfraces; simula varios negocios y pasan semanas, meses y hasta años en que llega hasta creer que su asunto son esas sus máscaras. Una que otra vez, generalmente de noche, cuando muere la madre, o el hijo, o la manceba también, el tipo queda desarmado por un momento o por varios y suelta alguna frase que en apariencia es trivial, en que se ve que está viviendo su agonía.
La agonía.
Resumiendo: cada uno tiene el negocio suyo, el enredo que vino a desenredar, que es lo que desarrolla y representa realmente en este mundo; lo que digiere en sus varias representaciones que cree que son sus asuntos. Y casi todos creen que es con los demás, y que son varias actividades, pero se trata íntimamente de un negocio personal, con uno mismo, digiriendo su persona para encontrar su originalidad. Y, como apenas apura la agonía, el pleito se va haciendo dolorosamente consciente, salta entonces la originalidad, y por eso es por lo que sostengo que la mejor profesión es la mía, atisbador de eso. El agonizante cada vez huele más a sí mismo, camina, orina y hace todo como sólo él puede hacerlo, en fin, va siendo él mismo.
Nota —
«Todos» y «otro». Normalidad y anormalidad. La masa y el individuo.
Y durante la «normalidad», camina como «todos» o como «otro»; huele a «todos» o a «otro» y es «todos» u «otro». ¡Qué asco «todos» y «otro»!
Pero mucho cuidado con ir a creer en «normalidad»: siempre es una apariencia, por falta de penetrante observación; hay gentes de hasta cien años en quienes apenas por los muy duchos se percibe la agonía, pero siempre se percibe. «Todos», «la masa» es casi el ciento por ciento… Pero, por otra parte, para los de mi profesión, que somos muy pocos, no hay «masa», «todos», sino individuos. Tantas agonías como seres. La apariencia forma «la masa». El universo es de asombrosa originalidad y el nihil novum sub sole de Salomón es frase esotérica que hay que revelar, pero no aquí.
— o o o —
Capítulo ii
Recordar. Viaje elemental.
«¡Yo conozco ese tipo…! Y siento como agonía; un ámbito como amplio y menos pesado… Libertad, vuelo alto, en círculos ascendentes y concéntricos… ¿Quién es?».
Así pasé la noche, sin lograr la entrada a su universo; comencé a entrar, pero la conciencia no recibía las imágenes. ¿Quién? ¿El nombre? ¿Los lugares y las formas de los sucesos? Amanecí cansado, enervado, seguro de que yo había «caminado», o «viajado» con ese hombre, pero no logré imágenes de lugares, personas, modos…; lo único, un como pregusto del vuelo en serena y amplia espiral que tienen los gallinazos.
He practicado mucho en esto de pasarme a vivir en estados de mi existencia, y anoche releí un paseo que hice hace muchos años, y que dice:
Ensayo sobre viajar por mundos viejos, o recordar.
«Tranvía a Envigado (hace 28 años). ¿Quién será este señor? (Uno que estaba tres asientos delante del mío). ¡Yo lo conozco! ¡Yo lo conozco! Por esa nuca y esa cabeza veo sus ojos verdes y cómo camina. Lo veo entrar muy solemne al estanco… ¿Cómo se llama? Su mujer, una muy señora. Muchos hijos… ¿Los qué? Había en su casa una sobrina de la señora y yo la amaba…; lloré por ella; emperrado llorando sobre mi cama, al frente de la casa del sordo Salazar, porque se había ido…, y hace un año la vi, y me avergoncé de haber llorado por ella… Pero, ¿cómo se llama este señor…? Su casa estaba haciendo esquina con la tienda de Toto Arango…, por la salida para La Minita y para el Cementerio. La veo y veo a Toto, el arrume de leña…, el mostrador, el racimo de bananos, las botellas, y ahí está mi aguardiente doble… Huele, huele a 20 años no más… ¿Cómo se llama? ¡Villegas! Sí, sí, el apellido, pero ¿el nombre? Don… don… ¡don Belisario! Vuelvo del viaje y el tranvía se pasó de mi casa y estoy en la plaza del pueblo».
Este es un ejemplo de un viaje elemental, facilísimo, por el mundo emocional, que es el más cercano, algo así como Itagüí respecto de Envigado, que son limítrofes, pero aún más próximos aquellos mundos, porque los linderos son imprecisos, se entreveran, y los habitantes casi, casi tienen cuerpos como el nuestro… Los espantos proceden de ese mundo. Son los que se quedaron ahí por no haber agonizado absolutamente, o sea, por no haber digerido su vanidad, la apariencia, bien digerida, con agonía perfecta…
Lo del tipo ése que vi el lunes será en «otra parte», porque sé muy bien que se trata de un agonizante excepcional… Os hablo de esto, queridos lectores, si los tuviere, para iros preparando… Como lo podéis observar en el paseo que transcribí, el camino fue de imágenes a mundo emocional… En el caso del viejo que encontré el lunes, es diferente: primero se entra en el mundo mental, y luego llegan las imágenes… En todos ellos hay lógica real, con dialéctica cerrada… Para cualquiera de estos viajes, el secreto está en la vibración, el ritmo de la vibración: ponerse al unísono con la vibración de… ese mundo y de… esas gentes. ¿Gentes? ¡Sí, sí, ya lo veréis!
¿O aún estáis en ese estado de los que nada saben sino sus cositas y a todo lo cerrado para ellos lo llaman irrealidades? Por eso, el que tenga ojos, lea.
— o o o —
Capítulo iii
Presencia del viajero. Cómo va naciendo la presencia. De cómo el presente de cada hombre es su medida. El Hijo del Hombre. Simón Bolívar, demonio telúrico. La vida de los muertos. ¡En dónde habitan los muertos y en dónde el Libertador! Muertos longevos. Espantos. Manoseadores de lo sagrado. Se va la presencia.
Baño, movimientos rítmicos y salida para la carretera. Me entré a la capilla de las monjas vecinas. Un perro negro y entelerido, rabudo, olía impertinentemente a las asistentes y también los zapatos de los hombres.
—¿Por qué no arrojarlo a bastonazos?
—Porque eso no está en mí, eso no soy yo: reacciono apenas interiormente. Conozco a muchos que habrían hecho un escandalito y, por consiguiente, habrían cambiado el ambiente, hecho historia: todos los asistentes habrían quedado con sus imágenes grabadas en ellos.
Yo soy un maldito ingerido.
Me fui, haciendo profundas inspiraciones y sacando el pecho, mirando para la cordillera de Las Palmas, de ancha presencia… César, Bolívar… habrían hecho el escandalito… Y, cuando pasaba por frente a la quinta de Marulanda, me encontré con una muchacha cuyos ojos sonreídos me dieron la impresión de lo ya visto; creí que sería alguna campesina atisbada ya por mí, y que por eso me sonreía y me paré a mirarla: ¡era la hija de don Roque!
Luego me encontré con Felipe Ángel, arrugadito, que tiene ganado vacuno que pasta en la carretera, calles y solares. Casi le compro una novillona adelantada, en mi entusiasmo vital.
Y entonces mi idea fue: que al enfermar para morir, el alma es la idea de un cuerpo doloroso, que no funciona, y que entonces se puede desear la «muerte», pero que no es la muerte lo que se desea, sino que se niega ese cuerpo ya destruido en su sinergia; el que desea «la muerte» y el suicida lo que hacen es buscar la vida…
Y ahora, sentado en este café de Tamayito, mirado por todos, estoy intranquilo. ¡Y sigo mi camino…!
Iba así, con paso mecido y rítmico, mirada altanera, acaparando vida, y al llegar casi a la tienda y café de Jorge González, en ese barrio nuevo que construyeron en La Magnolia, vi allí sentado a mi hombre, a uno cuya presencia me conmovió, pero sin caer en la cuenta de por qué ni de quién era. Apenas iba acercándome, aumentaban mi alegría y sobresalto. Estaba ahí sentado, fumando y anotando en una libreta de esas de carnicero, con ese aire de por encima de joven y de viejo, ensimismado, por encima de sano y de enfermo, y me detuve instantáneamente y me salió esto:
—¡Pero si es Lucas de Ochoa que se había ido hace tiempos, y tiene ahí su pocillo de café tinto, y fuma y está apuntando en su libreta!
—Yo también —comenzó al extenderme la mano—, yo también vivo lo que te pasa: cuando venías por enfrente de la casa del difunto Palillo, yo también sentí un amago de conocimiento… Y tu frase exclamación al tener conciencia de lo que venías viviendo es equivalente a lo que dice la mujer preñada cuando siente que el hijo se mueve en sus entrañas: «¡Pero si es mi hijo!». Ella también venía viviendo o sabiendo a su hijo en cuantos, y un cuanto más, ¡y sabe! Yo también te fui reconociendo, Fernando González; y a lo que añadiste, has de saber que uno no se va, sino que se gesta a sí mismo; se concienza.
Pidió otro café, y luego contestó a mis preguntas apresuradas de dónde estuvo, qué ha sido de usted y de todos los suyos, de esta manera:
Que la fragmentación de la vida en sucesos y lugares se explica cuando no tenemos conciencia sino de las protuberancias de ella, cuando no vemos con los otros ojos, pero que así como yo dije que lo reconocí apenas estuve en la esquina del café, pero bien sabía yo que lo estaba reconociendo desde muy lejos, desde el lunes…; y que si mi conciencia fuera más grande, sabría que no nos habíamos separado…, ni que él se había ido…, ni que hay aquí y allí…, en fin, que el vivir es para concienzarse; que el «presente» en la mayoría es apenas un parpadeo del pasado y del futuro, y que va aumentando más y más a expensas del pasado y del futuro, hasta que concebimos la Conciencia en que todo es presente… ¿No ves, por ventura, que el presente es lo que se hace presente, y lo que se hace presente ahí estaba, y lo que se hace pasado ahí está? El presente de cada hombre es la medida con que hay que medirlo, y en todos es mensurable, pero hay un presente que es la totalidad de la existencia.
En resumen, el hombre le da a Él (¡inefable su nombre!) las cualidades de presente, pasado y futuro, y posee ese poder dialéctico de concienzarse, porque es hijo de Él y está en camino… Pero cuidado con dualismos y monismos: tendrás tanta conciencia en cuanto lo conozcas, y conciencia de todo, sin dejar de ser conocedor…: no desaparecerás en Él, porque es Único y Vivo, pero participarás de Eternidad, vivirás sub specie æternitatis… con el Hijo de Dios y con el Hijo del Hombre. Para ello tendrás que llegar a la perfecta comunión.
En la euforia del encuentro y de estas palabras suyas, cometí un disparate garrafal, y fue el tocarle la cicatriz de la herida con que lo había alejado de mí durante veintisiete años: le pregunté por Bolívar, por el Libertador… Sus ojos se pusieron verdes, verde gatuno, cuando el felino caza o está en celo. Miróme largamente y…
—¿Sigue tu misma alma de publicista? ¡Eres el mismo González de hace 27 años! ¡Y en ti hay madera, porque tienes remordimientos! ¿O perdiste ya este bendito acicate? ¿Te has hundido en la pu-bli-ci-dad? ¿Qué importa el Libertador? Para mí fue hermosa posada en mi viaje. Todo es símbolo para el alma trashumante. Fue la conciencia americana… Vive y vivirá años y quizás centurias en el mundo de los demonios que se ocupan de estos jaleos… ¿Cuánto vive un muerto? ¿En dónde vive un muerto? ¿Cada muerto en dónde vive? ¿Cuándo y cómo mueren los muertos? ¿Qué enfermedades padecen los muertos en sus mansiones?
Ahí tienes a Hitler: es muerto inquieto; vive en la mansión de los espantos, y por eso se lee diariamente la noticia de que no ha muerto; lo vieron en la Patagonia; lo vieron en las islas del Océano; yo lo vi en las islas Juan Fernández…
Don Simón Bolívar fue y es este amasijo amorfo, a ratos preñado de futuros y a ratos seco como útero de mula; este amasijo que es América. Era y sigue siendo la conciencia de este enredo, así como la araña es la conciencia de su tela, y sabe todo lo que allí sucede y se desea, se amaga y se presiente.
Batista, Trujillo, Rojas, los presidentes, diputados y curas son su tela, y él tiene que digerirlos, y los sueños nobles tiene que digerirlos también.
La conciencia política continental y nada más… y con eso basta… ¿No has puesto tu curiosidad, tu olfato de la vida de los muertos en los gritos doloridos de Bolívar en los momentos agónicos de su vida terrenal? «¡Mi gloria…! ¿Qué han hecho de mi gloria?».
Y así murió; agonizó su gloria nada más… Y así murió sin agonizar las otras apariencias y angustias y vive y vivirá por años y años en el infierno, hasta que se geste una humanidad soportable en este continente negroide… ¿O tú, publicista, te burlas de los purgatorios y de los cielos? Allá vive el Libertador y padece torturas, padece a Batista, que está en él; padece a Trujillo, padece a los colombianos, te padece a ti, y padece a los argentinos y paraguayos, y no morirá como muerto, como demonio, hasta que toda la agonía que es él se haya cumplido… ¡Fue mucho para mí! Pero ¿qué importan los seres y las cosas que nos han servido como barcas o como andaderas para ir a La Intimidad? ¿No sabes que hace muchos siglos se dijo: «Sólo amarás al Dios vivo y a los seres y cosas en Él»? Tú abusaste de mi confianza; cogiste mis apuntes sangrantes para pu-bli-car-te… ¡Bolívar! Eligen un negroide vanidoso en Quito para presidente y dice: «Bolívar y yo». El más infrahumano fue el de aquí, que dijo: «Cristo, Bolívar y yo y las Fuerzas Armadas». ¡Pobre desgraciado hideputa! Un partido político llama al Libertador su fundador, y el otro también. Y como todo eso es verdad, porque fue encarnación de este continente, es un muerto en un purgatorio cruelísimo. Era la conciencia del pasado y futuro de América con sus adehalas de bailes, amores y brillo («Mi gloria»); allá es un gran dios, el dios de los demonios telúricos. Y tú, publicista…, algún día, para que te publiques, te daré mis apuntes sobre La Vida de los Muertos.
Calló, dirigió los ojos a la carretera, y se ensimismó. Lo había ofendido. En verdad, publiqué Mi Simón Bolívar sin consultarle, y usando sus libretas, y con la conciencia de traición, pues no me atreví a enviarle siquiera un ejemplar.
—¿Qué hacer para que no se me aleje definitivamente? ¡Este viejo con esta agonía tan movida no se me puede ir! ¡Y lo siento tan cerca, como si fuera yo mismo!
Entonces murmuré humildemente:
—¡Tiene razón! ¡Tiene razón! Todos somos aquí publicistas: poesía, filosofía, pintura, escultura, santidad pu-bli-ci-ta-ria. Todos somos poetas-periodistas y putas periodistas.
Entonces sonrió y se ablandó algo.
—Nadie, dijo, ha vivido la vida de los muertos… Ni siquiera la sospechan… Ven espantos, nada más… Mundo sublunar… Ni siquiera conviven con ninfas, dríadas, gnomos, céfiros, mundos amables y benéficos, seres amigos del hombre, inocentes y juguetones… En la cuenca del Mediterráneo convivieron los hombres con los alígeros… En Egipto, Grecia… El único vestigio que nos quedó fue el apego a las yerbas virtuosas, algo del antiguo culto y comunión, con el nombre de herboristería…
En Florencia, casi es un culto como el antiguo… Hace cinco mil años sabían mucho de la vida de los muertos y de la muerte de los vivos… En Egipto hay fragmentos, editados en piedra, como dirían hoy; pero tenían la conciencia de lo corruptor de la publicidad y todo está en símbolos, velado.
Porque has de saber que quien a deshora y en lugar impropio manosee lo sagrado, cegará. Sócrates llamaba logofobia a tal ceguera…, y aquel santo de la Imitación de Cristo nos pone en guardia contra la familiaridad. ¡Tú eres, González, un manoseador de lo sagrado!
Y se fue.
— o o o —
Capítulo iv
Sentarse sosegado sobre su destino. Envigado: paraíso.
¡Por parte alguna hallo al Lucas de Ochoa! ¡Paciencia! No están bien los afanes al parir ni al buscar a este hombre. Aquí me siento sosegado sobre mi destino, en esta bendita plaza: lo mío nadie podrá quitármelo y lo ajeno no será mío. ¡Envigado, paraíso!
Lo mejor del valle del río Aburrá, para el alma pasional, la mente y el espíritu, es Envigado, porque es un descanso que va formando suavemente la cordillera de ancha presencia de Las Palmas, al descender hasta el mirador sobre el valle del río, al oeste, en donde están las Hermanas y las fincas y casonas de los Boteros y de los Jaramillos. Sabaneta, su fracción, queda ya en donde el valle se cierra mucho, y es húmeda.
Medellín está donde es más ancho el valle, pero sus cordilleras al este y al oeste no tienen ni el color, ni la humana presencia, ni el jugueteo pasional y la verde rinconada de Las Palmas.
Itagüí, al otro lado del río, está en arenales, pedregales y huecos. Y más al sur, las cordilleras se van juntando, estrechando al río, para formar El Ancón, y es húmedo y llovido, fertilísimos y altos los árboles, pero de verde oscuro, y los hombres son forzudos, altos, pero las mentes son pesadas, como entre nieblas y brumas; los alígeros, la ninfa, el sátiro, los gnomos, todo ese universo de los ritmos movidos… es en Envigado, lugar predestinado para grande epifanía. Vi a Grecia y vi a Florencia y me volví para Envigado, a La Huerta del Alemán, que ahora se llama Otraparte.
En esta capital de Colombia hay originalidad humana, ahí, a dos pasos… Salid y está en la puerta un pordiosero que es igual o mejor que las figuras de Leonardo. ¿En dónde hallar, sino en este lugar sagrado, un Libardo Uribe, el que alquila bestias para ir a pasear y que tiene su tienda y su universidad en la esquina noreste de la plaza, bajo la ceiba que sembró Rengifo?
¿En dónde un Isaac Lotero, y en dónde un almacén de Isabelita? ¿Y Emilio, el que presta plata, la conciencia de la plata? Y ese hombre que estaba hoy en la misa, arrodillado, arrodillado no, anonadado a los pies de la Virgen, al lado de su costal de pordiosero, entregado absolutamente, con la humildad de quien llama a su intimidad, es decir, sin vergüenza, desfachatadamente…: ¡no existe nadie, no hay grandes ni pequeños, no hay sino Tú, Intimidad, madre mía!
Ese viejo, de cabeza mejor que la de los apóstoles de Leonardo, barba mejor también, actitudes más transparentes, era la absoluta libertad de la nada personal, consumida en la Intimidad: era el hijo de Dios. ¡Y vive aquí!
¿Y los dos bustos de la plaza, y el cementerio, que es la idea desnuda de cementerio…? Porque Envigado es la patria de los grandes agonizantes.
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Capítulo v
Descripción de Lucas de Ochoa. Brega para obtener su presencia. Los ojos.
A los varios días encontré a mi hombre en el mismo café de Jorge González, en La Magnolia. Mucho ojo, poned mucho ojo al modo como me las arreglé para entrar al mundo cerrado que es Lucas de Ochoa… Yo no forcé la cosa; me senté a su lado y pedí también un café, encendí mi cigarrillo y lo acompañé en su silencio. Él miraba, pero sin ver, a los buses y a los que pasaban: jugueteaba inconscientemente con el cayado de su bastón viejo, sin contera, acariciándolo; o bien, sobaba de para arriba sus cejas peludas, estirando luego los pelos más largos, y después las sobaba de para afuera, hacia las sienes, arreglándolas. Grandes órbitas oculares salientes; enormes senos frontales, sin duda. Los ojos encuevados allá, eran entonces inexpresivos. Tiene ojos muy cambiantes en color. Son como esos cielos mugrosos de los días lloviznados, en que hay mucho vapor de agua, el cielo está lechoso en todo su ámbito y nubes no densas cubren toda la montaña. Así eran entonces.
Y cuando su universo interior se conmovía, empezaba el cambio de expresión y de color, hasta el verde gatuno, en la pugnacidad. Era como si todo lo que pensaba se asomase; como esos balcones de las casas de los pueblos, en las plazas, en donde a cada momento se asoman, y nos parecen bellos, feos, alegres, tristes, según los asomados. Las cejas peludas eran como sobradillos de balcón también.
—Este hombre, me dije, está como desnudo. Es hermético. Isabelita dice que nadie sabe nada de él. No habla, pero está desnudo. Sabe uno quién es, qué piensa y siente, si le mira los ojos. Ahora está desocupado, está ido. Si le hablo, se irá.
Debo permanecer aquí al unísono con él. Si logro acompañarlo en su estar ido, su no estar en ninguna parte, no sentirá desagrado y se irá habituando a mí.
Entonces me dediqué a pensar en eso de los ojos y en las grandes venas, como lazos retorcidos, de sus sienes, y a observar discreta pero atentamente los queratomas, la seca y en parte muerta piel de su cara. Sobre todo en las orejas, que son grandes como tejos, había manchas muertas. Respecto de sus ojos, resumí mis meditaciones en una frase que me gustó: el valor de los ojos es el de los que se vayan asomando a ellos, porque son balcones. La definición es: aquellos órganos por donde se asoman los de la casa.
En estas iba, cuando se levantó, y yo me apresuré a hacer lo que tenía proyectado: pagar yo. Y cuando me dijo: «Adiós, González», le respondí: «Adiós, maestro, y no me abandone, porque tengo necesidad de usted». Noté que se fue con menos disgusto. Lo de maestro, se lo dije porque siempre he sabido que uno se ama infinitamente a sí mismo. Y lo otro, se lo dije porque sé que nada me comunicará mientras crea que yo le busco para publicar libros, pues cuando Mi Simón Bolívar, me dijo:
—¿Eres tú eso? Ya te veo como pavo real al oír las preguntas: «¿Qué libro prepara ahora?». Tú eres de la ralea de los que viven de la curiosidad de los señoritos, señoritas, dactilógrafas. Perteneces a la industria floreciente en Yanquilandia, cuentos, escándalos, manjares sápidos para paladares pervertidos. ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Yo anoto o converso para conocer, y creí que tenías la angustia del espíritu y que te sería útil.
Por eso le dije que tenía necesidad de él.
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Capítulo vi
Cautela y perspicacidad. El arte de enamorar y de buscar. El sacerdote joven y la muchacha. Las chicas de Envigado. La tentación.
Llevo varios días de callejear por caminos, calles y plazas, y no aparece mi hombre. Si fuere a su casa, se me alejará definitivamente. Estoy resuelto a ser cauto y perspicaz, como cuando uno está enamorando, que, si asusta a la mujer, todo se pierde. Si cuando no está preparada se le despierta la atención consciente, se pone en guardia. Hay que seguirla de lejos, como quien no quiere la cosa, dando tiempo al tiempo, atizando seguida y mesuradamente, y, cuando el fuego amague, amagar un poco en la medida adecuada: se va uno acercando y, si ella se aleja, detenerse; un poco más, y detenerse. Atizar es el arte más sabio; cada atizamiento tiene su ritmo; nada de pereza ni de impaciencia; todo tiene su medida y su ley. Ser obediente a la ley, y llega la hora en que es uno el que tiene que salir de huida.
Y sucedió que estando escribiendo lo anterior (y ahora caigo en la cuenta de que la seca y brillante mañanita me había entrado al reino venusino), en una ojeada que eché alrededor de la plaza, para ver si aparecía mi hombre, vi que un sacerdote joven estaba conversando en las gradas del atrio con una muchacha que desde lejos me anonadó. ¡Esas chicas que hay en Envigado, que se salen por la piel! ¿Qué es lo que se sale? La presencia terrenal. Por eso, las llamo animales de mucha presencia del reino de las formas. ¿Cómo explicar con una imagen? Así como la tierra tiene su presencia hasta muchos miles y miles de kilómetros en el espacio, así esta mujer llenaba la plaza. La diferencia con la ancha presencia mental y espiritual no está sino en que éstas nos libertan, agrandan la nuestra, y la muchacha nos anonada, nos atrae, y, por eso, el hombre después del coito es animal triste, y durante y antes también, pero la atracción padecida impide darse cuenta de ello.
El sacerdote joven estaba en la grada de arriba y ella en la de abajo, inmediata. Él accionaba; ella descendía una grada y él, al rato, descendía otra. Conversaban, indudablemente de asuntos indiferentes, pero yo veía con mis ojos del reino donde venía habitando esa mañanita, que el sacerdote estaba intranquilo, anonadado, atraído, y que ella no; era reina con la naturalidad de reina que está reinando. Ella no tenía conciencia de culpa, absolutamente nada; él padecía angustia.
Se acercó al sacerdote una vieja, y vi que le preguntaba algo acerca de la iglesia. Él le respondió aprisa, accionando; se sentía el deseo de despacharla pronto. La vieja se fue. La muchacha descendió dos gradas; él descendió también y le conversó mucho, accionando.
Entonces me levanté, tentado, para verla de cerca; me fui acercando poco a poco por un lado, observando, pues al pasar no podría mirar. ¡Poderosísimo animal! Una muchacha que se salía; no gorda, sino esa tensión de toda su envoltura paradisíaca, como fruto que perfumara todo este bendito huerto envigadeño. Pasé por esa embriaguez y me decía la voz interior: «¡Bendito pueblo mío!». Y tuve gran compasión por el sacerdote joven, y por mí y por todos, porque en este mundo hay casi invencibles tentaciones.
Me detuve en la esquina, dando la espalda a ellos, pero mirando con el rabillo del ojo izquierdo, para ver la despedida y para dónde se iba ella y… seguirla de lejos, para saber en dónde habitaba. Pasó por mi lado y siguió. Cuando iba a ochenta metros, me fui tras ella, discretamente; dio la vuelta y siguió hacia el occidente, por la casa de los Boteros; volteó otra esquina y entró en su casa.
Me detuve para ver si salía. Quería verla de nuevo. No reapareció. Unos albañiles que trabajaban en la casa contigua comenzaron a mirarme. Me fui alejando para retornar a mi puesto, pero en la esquina de don Boné caí en la cuenta de que estaba a dos pasos de la habitación de Lucas de Ochoa, y me acerqué a preguntar por él. ¡Había que dar un amago cauteloso!
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Capítulo vii
La casa de puertas y ventanas de color de ataúd desenterrado. Doña Berenguela. Misterio de la niñez y de la santidad, y misterio de la mujer. Una fórmula homeopática. «Él tiene como mil mundos».
A mis llamadas en el portón, al mucho rato, después de asomarse por un postigo, abrió la puerta la mujer del maestro Lucas, doña Berenguela, y me dijo:
—Él está muy enfermo, en una de esas crisis en que se ve a las puertas de la muerte, pero voy a ver si lo recibe, pues yo creo que así se distraerá, que todo es nervioso, por vivir tan solitario.
Hacía veintisiete años que no veía a la señora Berenguela, y era la misma que conocí, pues las mujeres que padecen a un hombre de estos desarrollan tal capacidad de sufrir y de intuición, que no envejecen; son como ángeles, ángeles que saben que «esos locos» son niños grandes; y cuando una mujer se siente vivir siempre con un niño, se cumple tanto su destino maternal, que no envejece. Cuando muera el maestro Lucas, ella envejecerá y morirá a la carrera, como sucede con ciertos sarcófagos que contienen la forma intacta y, cuando se abren, en un momento todo se vuelve ceniza.
En todo caso, y sea como fuere lo anterior, caí en la cuenta de que ella no lo tenía por hombre raro, sino por niño. ¿Será verdad que un grande hombre es como un niño? Por lo menos, así pensaba Jesucristo. Esta intimidad del misterio de la niñez y de la santidad que tuve en ese portón viejo, color de ataúd desenterrado, la apunto aquí para consultarla después con el maestro Lucas, a espacio.
Luego de larga espera, volvió doña Berenguela y me dijo:
—Él (nunca decía Lucas, sino él), él está muy mal y dice que después se verán, que lo excuse por hoy. Y dudaba, pero entendí que deseaba urgentemente comunicarme algo.
—Y ¿qué más, doña Berenguela? ¿Puedo serle útil?
—Mire… Muchas gracias. Le pido el favor de conseguir esto (y me señalaba un papelito que tenía en la mano). Es porque no tenemos a nadie que pueda hacerlo… ¡Es fácil! Ese señor tiene su despacho al frente de la iglesia de San Antonio, en Medellín, y es conocido de él, y lo atenderá enseguida, si le dijere que él lo envía. Oiga, es porque él estudió en Europa la terapéutica homeopática, y siempre nos tratamos con estos remedios… Háganos el favor de perdonarnos el que yo abuse de usted y de su tiempo y que él no pueda recibirlo ahora… ¡Si lo conociera bien! A ratos es caprichoso como un niño, y ha vivido como enfadado con esas cosas de los libros de usted, pero esas son niñerías y le pasarán. ¡Es tan bueno! Cuando se enoja, parece que será para siempre, tal es su emoción, pero al momentico ya ama más que antes al que parecía que iba a odiar. Ahora está enojado con usted. Pero en el fondo lo ama muchísimo, como a sí mismo, pero… oiga: no le hable nunca de publicaciones, de periodistas… Eso es todo. Le voy a contar, para que lo conozca y no vuelva a irritarlo. Cuando le avisé su llegada, dijo: «¡Ya está ahí el publicador de libros…! ¿Qué obra prepara ahora, maestro? ¡Un autógrafo, maestro! ¡Yanquis, escándalo…!». Allá debe estar en ese monólogo que durará horas… Es un niño. Cuidado le habla de libros, ganancias, negocios, autógrafos, retratos…, y verá cuántas cosas le enseña, porque tiene muchos secretos, de plantas, minerales, aguas… Son los mundos, dice él. Vive como soñando y tiene como mil mundos. Verá que todo eso se lo enseña… ¡Adiós, pues! Voy a ver si me necesita.
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Capítulo viii
La llave de la puerta. No hay casualidad sino vocación. Mucho que hacer.
Apenas se entró la señora, leí el papelito: Aurum metallicum 12 x 50 glóbulos.
¡Ved, pues! La llave de la puerta de la casa de tablas de color de ataúd desenterrado estaba en mis manos. Parece una casualidad, ¿no? El vulgo cree en casualidades. Los libros de vulgarización dicen y repiten que los investigadores hacen sus hallazgos por casualidad. ¡No! Nosotros, los de la vocación, sabemos que todo es vivo y dialéctico; que la cosa se va gestando siempre. Por ejemplo, la agonía; y el amor al asunto, cualquiera que sea, no es sino afinidad que nos pone al unísono con lo que se gesta y, entonces, le damos vueltas, callejeando, vagando en apariencia, yerbeando por aquí y por allí, sin apresuramientos aparentes, y, de pronto, ¡la llave! Así es como sucede todo; y como el que tiene vocación no se fatiga, si su vocación fueren los escorpiones, por ejemplo, pues al fin, a su debido tiempo, asiste al coito de los escorpiones. No hay casualidad. Puede que haya caído un tejo y que los animalitos estuvieran ahí debajo cohabitando, es decir, casualidad aparente en el detalle, y digo aparente, porque si el Fabre ese no estuviera a todas horas moviéndose ahí en la casa de los escorpiones, el tejo no hubiera caído. No hay secretos asombrosos en esto de la vocación. Basta el estar familiarizado con el oficio y sus vicisitudes, y con tener, eso sí, el palito para la cosa. Un ejemplo nos lo da el perro. Va oliendo siempre en los postes y meando en ellos a puchitas. A cada rato levanta la cabeza, inspira el aire, y huele, y puede ella estar a muchas leguas, dispuesta, y la halla, o halla otra que esté lo mismo. Es porque tiene vocación o afinidad y el palito para la cosa.
Así mismo, yo sabía que me le metería a Lucas de Ochoa en la intimidad. No sabía precisamente que con el Aurum metallicum. Lo mismo es en toda investigación. Por ejemplo, la penicilina. Pero esto va largo, la vida es corta y hay mucho que hacer.
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Capítulo ix
Alabanza de la homeopatía. Sabios oficiales. Anarquistas. Hombres ensimismados. Resumen de la terapéutica homeopática.
Los quehaceres eran ir donde el homeópata de enfrente a la iglesia de San Antonio, y convivir con la ciencia homeopática; dejarme poseer de las fuerzas y contrastes que dieron nacimiento a esta actitud ante la enfermedad, este camino que tomó el instinto de no acabarse.
Filón riquísimo, muy pariente mío, pues se trata de ciencia no oficial, de la antítesis, que es el lugar propio mío en los componentes de la dialéctica histórica: los unos viven «normalmente» en la tesis, y son los sabios oficiales, los que poseen este mundo y sus honores; los que llaman en la Unión Soviética «explotadores».
Otros nacimos para la antítesis, y somos los anarquistas, rotos y pobres. Somos el «coco» y nos entierran en hoyos, y los de mañana, cuando triunfe la síntesis, nos llamarán «precursores» y nos harán bustos. Y los hay que viven las síntesis sucesivas y las van trascendiendo; están más allá de bienes y males, como idos, como locos en absoluto, tal Einstein, que a todas las tesis las llamaba provisionales, y a estos pertenece mi hombre, el Lucas de Ochoa.
Pero yo, su biógrafo, hallo mi deleite y descanso en las antítesis; mis hombres son Paracelso, Nietzsche, y ahora se me pone delante Hahnemann, con su ley del estímulo amoroso al ser vivo, para que reaccione y recupere el equilibrio perdido.
¡Es el universo de Cagliostro y de Ponce de León, el mundo de la eterna juventud, el Paraíso Perdido!
¿Padece usted acidez? Coja ácido (por ejemplo ácido sulfúrico) en dosis infinitesimal, elevando su potencia energética a millones de veces la que tiene al natural, e ingiéralo, y así su estómago y todo su organismo recibe un estímulo rápido, de onda corta, a la enemiga y en la intensidad requerida por el mal, y su organismo se defiende ahí mismo y cesa la acidez.
Despertar las defensas en la medida y por el tiempo requerido. Tal es la terapéutica. Lo difícil, el secreto, la sabiduría está en no dar el estímulo sino en la intensidad y por el tiempo requeridos.
1.—Lo semejante cura lo semejante, pero siempre que se administre en forma de energía y no de sustancia ponderable, y
2.—Dosis infinitesimal, o sea, dosis de energía desprendida por la dilución y percusión sucesivas, o bien, por la dispersión corpuscular y la trituración sucesivas; dosis afín a la enfermedad, cura tal enfermedad.
Cura, porque es estímulo a las defensas orgánicas, estímulo a la pugnacidad vital, y siempre que el estímulo corresponda en tiempo y fuerza a la intimidad (enfermedades agudas y enfermedades crónicas, y grados de cronicidad) del mal. Tal es un resumen de la homeopatía.
Empleé días y meses para poderla sintetizar como aparece aquí. Tuve muchos quehaceres, pues. Y estudiando, dándole vueltas al asunto, que es lo que llaman rumiar, averigüé que el Aurum metallicum nos decía que Lucas de Ochoa era hipertenso esclerótico, y que por eso eran las venas de las sienes, los queratomas y placas de piel muerta, gruesas y terrosas, y los lunares de sangre o nevus rubí…
Como veis, esto de convivir o comulgar con alguien, para escribir su biografía, es asunto a que uno tiene que entregarse en cuerpo y alma, dormido y despierto y con todos los sentidos y parasentidos alerta, y vibrar al unísono con el biografiado.
Si, por ejemplo, no me hubiera embebido de homeopatía, sería un estúpido, pues por medio de ella, vestido de ella fue como me apoderé de papeles, secretos y rincones de este hombre, y entreví su universo, y hubiéramos hecho el viaje bendito en su plenitud si no hubiese sido por la desgraciada circunstancia que luego se verá.
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Capítulo x
Más detalles de Lucas de Ochoa. Mayor acercamiento a él. El modo de ganarse a las mujeres.
No me detendré en narrar detalles de mi entrada a la casa de mis amores con el frasquito de Aurum. Sólo diré que era dulce y acogedora la presencia, y deleitosos, apaciguadores los modos de doña Berenguela cuando me condujo al cuarto del ogro.
Estaba con la espalda sobre una almohada puesta contra la barandilla de la cama estrecha, cubierto hasta la cintura con la manta y un cubrepiernas amarillo. Al lado, una mesita circular blanca, baja, en que había dos libros y varias libretas de apuntes. Sobre el cubrepiés tenía una libreta principiada, pues entre ella se veía la pluma de fuente. Alcancé a ver que la tinta era de rojo amarillento, algo como sangre venosa pálida, pero de esa tinta que no necesita secante.
En el momento de mi entrada se entretenía en revolver el pelambre de las cejas. Le entregué el frasquito y le di los recados del colega. Cambiamos algunas frases. Le dije que estaba enfermo también, etc., y me despedí, para no despertarle sospechas, no sin decirle varias veces «maestro».
A doña Berenguela sí le dije lo que llevaba muy preparado, que el recado ese había sido una alegría para mí y ningún trabajo, que yo tenía al maestro por un espíritu altísimo; que un momento de conversación con él valía por años de universidad; que me hacía muchísimo bien; que cuando faltara, iban a sentir por primera vez lo que perdían y que cuidara mucho de él porque era fuente para todos nosotros.
Siempre han dicho que el modo para ganarse una mujer es admirarle y alabarle al hijo. Lo cierto del caso es que salí con la seguridad de que ya era de esa casa y que mis frases llegarían a él y las creería, porque todo hombre es proclive a creer el bien que se dice de él y ama a quien le estimula el yo.
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Capítulo xi
Paseo por el mundo de Epicteto. La nada. Desnudarse. Confesión.
En pocas palabras, fui admitido en su casa. Me fue revelando sus gustos y hábitos; llegué hasta almorzar allí frecuentemente, porque hubo día en que conversamos de las ocho a las tres. El tiempo pasaba sin sentirlo, porque una vez que lograba que la conversación se entroncara en lo que él estaba viviendo, entraba yo en mundo desconocido hasta entonces, que a cada paso me enseñaba abismos, cavernas, oteros, bosques vírgenes o cimas de mucho panorama y luces. Él tenía el don de vivir el drama vivo y universal de que son apariencias fragmentarias los diarios sucesos sociales, políticos, artísticos o religiosos. Todos ellos son aparentes urgencias. Era yo el que llevaba la crónica leída en diarios y revistas, o vista en la calle y el campo o vivida por mí, y adquirí la habilidad de ir echándola en la conversación, como astillas de leña seca en fogón de brazas ardientes.
La conversación se arrastraba lánguida al principio, por su prolongado vivir en soledad. A veces tardaba mucho en animarse: sentado allí, inexpresivo, asintiendo a todo con movimientos de la cabeza, frío y con sus ojos de cielo mugriento de día lloviznado, repentinamente empezaba a vivificarse, sus viejas manos a expresar, y entraba a comunicarme su mundo o mundos con la palabra (más bien monólogo), la acción, la mímica, y ya estábamos en el viaje feérico en que se pierde la noción del tiempo.
Así fue como un día, muy tarde ya, se acercó doña Berenguela y nos dijo que el almuerzo estaba servido. Entonces fue cuando conocí a Lucía, la muchacha que hacía todos los oficios y que aparece después en una de las cavernas más curiosas del mundo a que me condujo este señor (la caverna del proceso o del karma).
Fue a los cuatro días de haber llevado el remedio, cuando por primera vez sospeché que me iniciaba en sus mundos y que me iba preparando para ello poco a poco: aprender a caminar, caminando.
En esos momentos en que se abandonaba e iba abriendo su mundo de ese día, era tal su generosidad, que llegó a leerme de sus libretas los pasajes en que había narrado «el modo como había adquirido ese conocimiento», es decir, la parte dramática o la dialéctica fenoménica en que nació tal intimidad. Y así llegó a ser tanta su confianza en mí, que me permitía leer y manejar algunos de sus papeles, y llegó hasta confesarse fragmentariamente conmigo, cuando sus experiencias o drama en que nació la intimidad lo exigían.
Se desnudaba completamente, contándome las oquedades y cavernas en que había habitado. Cierta mañana en que llegó a lo que él llamaba Mundo de Epicteto… Y fue que al narrarle de cierto individuo que fue destituido de un empleo público y que estaba enojado y escribía que su conducta había sido pura, pura y de sacrificios de su bienestar, se puso a monologar así:
—¡Pura…!, ¡pura…!, ¡sacrificios! «¿Por qué me llamas Maestro bueno, si bueno no es sino Dios?». Toda la persona es impura, González… Todo es nada. Penetra en tu nada y nunca acabarás. ¿Cuántas máscaras (personas) has arrojado? ¿Miles? Y esa pureza que afirmas, ese dios que adoras ahí en tu «gran desnudez» es nada, es dios provisional. Sigue tu camino. ¡Destrúyelo! Vivir es ir desnudándose, digiriendo la nada de uno. Un viaje, un desnudar indefinido. Buscar la nada, hacerse nada, confesarse y arrojar a los hombres el cadáver de su nada y vas sintiendo el terror, y temblor y beatitud de la infinita intimidad, que ya no es nada, sino ninguna cosa, pura desnudez.
Y comenzó a narrarme los hurtos que había cometido, los homicidios e incendios que había ejecutado con lógica cerrada y voluntad decidida en esos momentos sublunares en que se vive en el mundo pasional… Y monologaba así:
«Si miras a una mujer pecaminosamente, ya has pecado. ¿Quién mira a la mujer con ojos bizcos en ese instante? Tu mundo. Tu yo que es fornicación, y que en todo lo que ve, oye y toca, fornica, se representa. Te estás representando siempre. ¡A cuántas mujercitas que buscaban a su dios con ojos risueños y con pies de paloma no les arrojé mi fornicación, mi escándalo eterno, pues allí quedaron con sus alas como muñones asquerosos y sin plumas, clamando en su nada por su esperanza de un dios alígero! Y ellas deben haber propagado el escándalo…, y miles y miles, que son yo, que son mi lastre, gritan hoy en el vacío: “No hay intimidad! ¡Existe sólo la nada!”. Aquella enfermera de Bilbao. Fue a mí… Creyó sentir algo de un dios, y halló en mí al murciélago cegato que era, que se golpeaba contra las paredes del antro en que habitaba. ¡Recuerdo sus miradas! ¡Qué angustiosas sus miradas! ¡Y en el lago Como, aquel ángel! Estamos, González, en la isla grande de Epicteto:
¡“Nihil humanum a me alienum puto”…! Nada humano es extraño a mí. No es isla, es un continente grande. ¡Los hindúes! Casi todos los dioses que gobiernan este mundo son hindúes. El karma. La digestión que hace el hombre de sí mismo. ¿La prueba que daba Cristo de ser el Hijo de Dios? “Nadie puede argüirme de pecado”. En Él no había karma, máscaras, nadas, sino que era uno con la voluntad del Padre, del Néant. El que lo llamó maestro bueno no sabía que era Cristo y por eso Él le replicó: “¿Por qué, si sólo Dios es bueno?”. ¡Y ese señor se afirma “puro”, “puro”! Y el otro, airado, grita: “¡Los principios, los principios!”.
Un día entraremos a recorrer el país de Epicteto, que no habita en él, pero que es el dios que maneja las llaves de la entrada y de la salida. El que sea novelista a lo Dostoyevski, deléitese en el karma…».
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Capítulo xii
Asociaciones y reflejos condicionados. Sigue el país de Epicteto. Una escuela y un cura de almas. Cultura: de dentro para fuera. El gran rey del país de Epicteto: Dostoyewski. Kafka, el gran experto en el proceso. Otro gran monarca: Shakespeare.
Pero iba a contar cómo principiaron los viajes por los misterios, que fue así:
Cogió él la costumbre de salir diariamente por la carretera para Medellín, hasta el café que abrieron en el barrio nuevo que llaman La Magnolia. El café de don Jorge, lo llama él. Y fue precisamente allí el sitio en que nos reconocimos. En frente de una mesita puesta en la acera ancha, debajo de un curazao, nos reuníamos, pedíamos café, y yo hablaba, contaba, narraba, fumando cigarrillos, hasta que sucedía el milagro. También fumaba. Le dije un día que por qué había vuelto a fumar.
—Se trata, González, de hábito, de acto que se asocia al funcionamiento de toda nuestra representación. Reflejos condicionados. La mente los tiene y los tiene el espíritu. Había logrado sustituir algo tal reflejo con otro hábito y ya iba triunfando del cigarrillo, pero un pariente muy vital, muy nervioso y afirmativo, cierto día en que le aconsejaba dejar de fumar a causa de amago de infarto cardíaco, me oyó largamente y de repente sus ojos chispearon, su cuerpo se avivó expresivo como nunca y exclamó: «¡Vea, Lucas, al que no se fume un cigarrillo con el desayuno, lo deben matar!». La emoción afirmativa fue tan violenta que me desmoralizó y volví a fumar.
Perdonad las digresiones, pero no puedo dejar nada.
Al cabo de varios días me di a contarle lo que pasaba con mi pleito, que era la diferencia entre dos consocios en una industria pequeña, y mi cliente era «el bueno», y el otro, «el culpable». Y ya había logrado llevar el contraste a tribunal de arbitramento, y el maestro Lucas solía comenzar la conversación con la frase de «¿cómo va su pleito?».
Ese día le dije que estaba bregando para poner orden en la economía de mi cliente; que, como era un sujeto tan bueno, a pesar de que su industria le producía mucho, vivía en dificultades; que su mujer gastaba desmesuradamente en obras de caridad y de «servicio social», con las amigas de costurero. Que yo estaba precisamente poniendo orden en la contabilidad y viendo cómo le ponía coto a las dilapidaciones de la señora. Repentinamente me interrumpió (quizás la única vez) diciendo enérgicamente (raro también):
—¡No se meta ahí! No se meta ahí, González, porque los muele y lo muelen. Eso está en él. Porque está en él, se casó con ella. Así no puede arreglar ese asunto, desde fuera, porque eso de que la mujer malgaste y que él padezca está en ellos. Es el karma, es el proceso de ellos. Cuando ocurre algo a un individuo o a una sociedad hay que ver si eso está en ellos o si es… fortuito, digamos. En el primer caso, si uno arregla eso artificialmente, la cosa se vuelve a presentar en la misma o en distinta forma, o hay una desmoralización, porque esas personas eran eso, nacieron para vivir eso. Si fuere fortuito…, pero no hay nada fortuito. A su cliente le sucedió que el consocio fue muy gastador y abusó. Observe bien. En todo abusan de él… Y ahora resulta que también la mujer. No se meta en eso, González, porque acaba con ese matrimonio que es perfecto… Ese es el karma de ellos. Por ejemplo, un amancebado y la manceba… Hay que ver si eso está en ellos, y no casarlos artificialmente. Todo eso es caridad indiscreta. Hay que trabajar por dentro. De dentro para fuera… Es la cultura. Ayudando a digerir los pleitos, o procesos o karmas. Esto es ser maestro de escuela y padre espiritual… Y en Colombia no hay. ¡Una escuelita y un cura de almas, González! Oiga:
Primero: Cuando lo que le pasa a uno en concreto está en uno, es decir, es la representación propia de uno, sólo un maestro en el drama o karma puede intervenir, o se vuelve a presentar en otra forma, quizá peor.
Segundo: Cuando está en uno de los cónyuges, y en el otro nos parece que no, resulta un matrimonio en apariencia trágico, para ojos diabólicos, pero bien en el fondo, esos dos se amaron y aman para digerir su tragedia.
Por eso, el divorcio no puede aprobarse: lo que ha unido la Intimidad no puede desatarlo el hombre. ¿Que sufren, que se atormentan? Pero ¿no veis que para eso fue en realidad que se casaron? Por eso se atrajeron (amaron). Ellos y la gente creerán que se amaban por los ojos, por esto o aquello, pero era para la representación de su karma. ¿O dudáis de que el sufrimiento es apetecido, de que el muerto apetecía al matador y el delito apetece la pena? Y no me habléis de matrimonios por dinero, pues allí no hay consentimiento, no hay matrimonio. Y lo mismo acontece en las repúblicas, que las hay en donde se entrematan los partidos, pero se condicionan mutuamente, en realidad se aman. Se trata de la representación del karma o proceso de un pueblo…
Esto, González, es una región especial del país de Epicteto. Algún día visitaremos a sus moradores. Un gran rey o mahatma habita aquí poderosísimo y rico; se llama Fedor Dostoyevski. Encontraremos al mejor experto del proceso, Kafka, poseedor de joyas rutilantes; y otro monarca solemne es Shakespeare.
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Capítulo xiii
La Gran Hoyada del Proceso. El Sendero de la Cruz. Comunicación de los mundos. El ascenso. Kafka. Kierkegaard. Hamlet. Unamuno. Una biblioteca. Einstein. Jesucristo.
A ésta le daba el nombre de Gran Hoyada del Proceso, y me contó que de ella se salía por camino en ascenso, de inmenso dolor beato, es decir, aceptado, iluminado o bañado por la luz inefable y que se llamaba El Sendero de la Cruz.
Y continuó explicándome obras y vidas de grandes espíritus, y explicándome en dónde habitaban y de qué región eran expertos; cómo todos esos mundos y regiones estaban comunicados, pero que había grandes seres tenedores de las llaves: que los altos podían recorrer los mundos en donde habían vivido, todos, y que venían a ellos en ayuda, que eran los maestros, pero que a mundo superior nadie podía entrar sino llevando su cruz a cuestas imponderable ya; que no debían compararse a la ligera unos seres con otros; que Kafka, por ejemplo, brilla como estrella en la región del proceso, pero que allí mora aún. Es un especialista, pero hay misterios infinitos…
Uno, en otero superior, afín de Kafka, es aquel solitario danés angustiado. ¡Mira! Allá pasean majestuosamente como dos reyes, por aquellos bosques misteriosos y de silencio casi palpable, beatos; sin embargo, separados también.
El uno es el príncipe Hamlet. Y el otro es Søren Kierkegaard. La desesperación y la angustia en el uno, soberano de esas dos maniguas riquísimas. Y la duda en la seguridad, el ver y no querer ver, en el otro. ¡Altísimos solitarios!
¡Ay de quienes no aprendan y vivan con vosotros! ¿Ves aquel viejo enjuto y duro, con su chaqueta sacerdotal, cerrada en el cuello, que se deleita en las yerbas de la manigua de Kierkegaard? Es don Miguel de Unamuno, el vascongado.
Creo, González, que tienes ya una insinuación de la jerarquía espiritual. Ahora está muy en moda la bibliotecología a lo yanqui. Una verdadera biblioteca no contiene sino unos cincuenta libros, debajo del Sancta Sanctorum; unos doscientos en los misterios especializados, y… algún día te enseñaré mi biblioteca: hay unos diez; encima de ellos, alto, Benedicto Spinoza, con sus satélites, Bruno y Maimónides. Allá, en el Sancta Sanctorum, en donde no hay arriba ni abajo, de donde brota la intimidad, está Jesucristo. Pon una escalera. El que está en este peldaño conoce todos los que preceden, que son infinito número, y por eso dice: Nada humano es extraño a mí. ¿Entiendes por qué es una región la de Epicteto? Porque subes otra escala, y el contenido de nihil humanum aumenta. Es ley o verdad provisional. Vas presintiendo que hay región en donde dicen: nada humano ni otras cosas son extrañas al Hijo del Hombre. Este es el misterio de que el hombre es heredero divino, hijo de Dios. Y, por eso, decía Pablo que los ángeles y todos envidiaban al hombre, porque éste es infinita posibilidad.
Einstein vive muy alto: cada verdad la llamaba «ley provisional» y buscaba la «ley del Campo Unificado». Su proceso fueron las matemáticas. ¡Hay muchos caminos!
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Capítulo xiv
El Néant o Padre. Puerta que sólo se abre en la purísima comunión con Cristo.
¡La ley que comprende todas las leyes! Ahí está la valla para todos. Son tartamudeos. La palabra no sirve en esas regiones, y el usarla es impropio. Spinoza no ha sido entendido y no ascendió más, por el uso de palabras impropias ya. Que «Dios está sometido a las leyes de su esencia». Ley expresa siempre relación, y no se puede pronunciar cuando se habla de Dios. Él no es posible que sea contenido. Cristo es el Hijo, pero al Padre nadie lo ha conocido sino el Hijo: es el Néant.
—¡Muéstranos al Padre!
—Pero ¿no me habéis visto a mí? Al Padre nadie lo conoce sino el Hijo, y aquellos a quienes el Hijo quiera revelárselo.
No es causa, sino que todo lo creó de la nada: el Creador creó el sucederse, o sea, las causas. Este misterio del Padre sólo lo vive el Hijo. Esa puerta sólo se abre en la purísima comunión con Jesucristo. Allí todo es Vida, Amor. Lo más que han dicho es: Dios es luz. Todo esto son tartamudeos, tanteos de ciego. Aquí hay que anonadarse: se vive lo que es humildad y beatitud. Tenga esto, González, como anonadamiento mío, reconocimiento de mi nada y no como un conocimiento que pretenda comunicarle. El temblor de las espigas en la brisa matinal es lo único apropiado.
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Capítulo xv
Algo sobre mi intimidad con Lucas de Ochoa y algo de sus modos.
La confianza iba en aumento. Quería darme todo lo que vivía. Su modo era de maestro: me hablaba con frases, gestos, actitudes, mímica, silencios, que bregaban por engendrar en mí el conocimiento de que trataba; luego le daba otra forma e imágenes, metáforas; usaba digresiones oportunas, mirándome a lo hondo, como para ver si estaba viviendo eso; e insistía con nuevos conceptos o formas, y coincidía siempre el poseerme yo del asunto, con el tornarse vivos y alegres sus ojos, y rematar con sentencias resúmenes, con sonrisas infantiles, y se callaba… Por eso supe que había ya comunión entre nosotros.
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Capítulo xvi
El misterio de los infiernos. Zaqueo. El maestro. El arte. Las artes. La comunión.
Cierto día me llevó difícilmente y como de la mano al misterio de los infiernos. Vivir el infierno, decía él. Revivió el monstruo asqueroso que él era. Con gran maestría, mostrándome la vileza que él era (no decía ni pensaba que fue, sino que era).
Y fue que a la pregunta de cómo había transcurrido su vida desde 1941 en que se fue a la Patagonia y a otras partes, me respondió:
—Estuve en el Hoyo de los Animales Nocturnos, así: en 1941, porque no me apreciaban; porque no era para los otros el «grande hombre» que creía y quería ser, es decir, por haber vivido deleitadamente el complejo de grande hombre incomprendido, y detenídome en él con soberbia, enfrentando mi nada a la infinita intimidad, despreciando y renegando de las beatitudes que había tenido en mi camino… Mucha pobreza económica había en casa y enfermó y murió mi hijo que era más para mí que yo, pues en su agonía yo clamaba que nos cambiaran, que él viviera y yo muriera…, y hubo que prestar el lugar para enterrar su cadáver.
Escribí entonces El maestro de escuela, en que termino burlándome del espíritu y diciendo que «el rey es mi gallo», y que «enterré al maestro de escuela que hay en mí», y que «sería capaz de hacer lo que hacen todos, vender mi mentira», y firmé el libro «Ex-Lucas de Ochoa».
¡Y no impunemente se vive la soberbia de afirmar su vana persona y mucho menos se puede enfrentarla al Espíritu! Fueron años de hundimiento y perdición y de allí me sacaron Zaqueo y mi hijo, porque hace años que me di a llamarlos, a implorarles que vinieran en mi ayuda.
¿Zaqueo? Es porque este alto señor está muy cerca de mí; me parece verlo en mí, y cuando moría mi hijo, fue a quien llamé para que lo acompañara, y vino…
1.—Habiendo Jesús entrado en Jericó, atravesaba por la ciudad,
2.—Y he aquí que un hombre rico, llamado Zaqueo, principal entre los publicanos,
3.—Hacía diligencias para conocer a Jesús de vista, y no pudiendo a causa del gentío, por ser de muy pequeña estatura,
4.—Se adelantó corriendo, y subióse sobre un cabrahígo para verlo, porque había de pasar por allí.
5.—Llegado que hubo Jesús a aquel lugar, alzando los ojos le vio y díjole: «Zaqueo, baja luego, porque conviene que yo me hospede hoy en tu casa».
6.—Él bajó a toda prisa y lo recibió gozoso.
7.—Todo el mundo, al ver esto, murmuraba diciendo que se había ido a hospedar en casa de un hombre de mala vida.
8.—Mas Zaqueo, puesto en presencia del Señor, le dijo: «Señor, doy yo la mitad de mis bienes a los pobres; y si he defraudado en algo a alguno, le voy a restituir cuatro tantos más».
9.—Jesús le respondió: «Ciertamente que el día de hoy ha sido de salvación para esta casa».
10.—«Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». (Lucas, Cap. xix).
Ya salí o voy saliendo del infierno…
Aquí le interrumpí, para decirle:
—Por eso fue, maestro, que hace días, al preguntarle si había estado contento en esos países, me respondió: «Pues no, hay años y años de retroceso, quizá digestión de experiencias…».
Esta observación lo entusiasmó, y entonces me prometió traer al día siguiente sus cuadernos, para explicarme el infierno y el camino recorrido con Zaqueo y con su hijo.
—¡Pero qué difícil, maestro, comunicar, enseñar estas cosas!
—Tan difícil, que es imposible. El maestro es apenas guía, estímulo, inductor. Sócrates se llamaba a sí mismo, irónicamente, partero, y la ironía estaba en que su madre lo fue. Y conocida es la frase tan repetida por Cristo al final de sus parábolas: «El que tenga oídos, oiga».
Los altísimos nunca escriben, sino que inducen con sus vidas.
Esto es un mundo muy grande, el de la comunión. El fin de las artes mayores es comunicar el espíritu; hacer convivir, comulgar. Esto se efectúa por medio de la literatura, de la representación teatral, del diálogo, en el cual se usa la palabra, la acción, la mímica, el gesto, la expresividad de los ojos y la emanación emotiva de todo el cuerpo; por medio de la escultura, la pintura… Pero el summum, la vía magistral para la comunión es la ejemplaridad actuante. Por eso, el Evangelio es la vida de Cristo. La buena nueva fue su vida.
Todas las artes son, pues, modos de comunicar la desnudez de la vivencia.
Escultura, por ejemplo, es desnudar un mármol, o un tronco de árbol… del sobrante, para que quede desnudo el concepto o espíritu que animaba al artista. Note bien: arte es conseguir la desnudez del dios, para que todos comulguemos o lo tengamos en nosotros (Presencia).
Uno altísimo, Miguel Ángel, lo expresó así: «Non e nessun concetto q’un marmo solo non circonscriva col suo soverchio».
¿Cuál será pues el criterio para el valor del estilo, del arte, sea cual fuere? La transparencia. El que la forma desaparezca en aras del dios. Por eso, comulgar es que esté Cristo vivo dentro de nosotros: que se trascienda todo arte o modo. «No vivo yo, sino que vive Cristo en mí» (Pablo).
Por eso, para mí, el diálogo vivo, frente a frente y desnudos los dialogantes, tirando sus personas o máscaras, confesando su mutua pequeñez, ensayando y volviendo a ensayar, unidos por los ojos, por la emoción que los anima y mueve, en esa brega por conocerlo de vista, como Zaqueo…, en fin, el diálogo es la mejor de las artes, porque eso divino, la ejemplaridad actuante, la comunión íntima, es sólo de Cristo.
Mañana traeré mis anotaciones sobre mi vida infernal y mis llamadas y desespero, y cómo vinieron Zaqueo y Ramiro, y del camino recorrido, y dialogaremos todo eso, porque en las notas todo aparece ya muerto, conceptual, y es difícil percibir el hilo de la intimidad que las revela como camino o proceso vivo. En ellas aparece usted también, González. Usted me ha ayudado; somos sociables, y al bregar por llevarlo a usted conmigo, el esfuerzo me ha dado mayor seguridad y beatitud. Pero hay cosas que no puedo comunicarle, no porque no quiera, sino porque no se puede; sería inútil insistir; se necesita tiempo y experiencia, y usted tiene su camino sólo suyo, pero cuando sea necesaria la ayuda, vendrá. «Llamad y se os abrirá». Mañana comenzaremos. Pero no vaya a poner vanidad ni a admitir tentaciones de nombradías y lucros. Cuando Mi Simón Bolívar, usted estaba muy joven. En fin, lo haré: estoy enfermo y me iré pronto.
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Capítulo xvii
Diario de viaje con Zaqueo y con Ramiro por las islas bienaventuradas hacia el país de la Intimidad. Un percance. Se me aleja el viajero.
Confieso que nunca me he sentido tan contento. Fui donde los Beduses o Bedoyas y compré un libro grande, empastado, en blanco, para apuntar los diálogos, y esa noche confeccioné el título, así:
Diario de viaje con Zaqueo y
con Ramiro por las cavernas y
por las islas bienaventuradas
hasta la Intimidad
Soñé despierto con esos papeles, y veía ya en mis manos el primer ejemplar del librito empastado en rojo oscuro, casi negro, y que cabía en el bolsillo de la chaqueta. Todo libro debería caber en el bolsillo; hay que llevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al pie de los árboles, al lado de las fuentes, en donde nos coja el deseo. Un libro bueno tiene que ser manoseado, vivir con uno, pasear con uno. En fin, este amor ilegal por los libros se apoderó de mí y no me dejó dormir, como una muchacha que hubo en casa, cuando yo era joven…
Madrugué, me bañé, gimnasia sueca, y salí para la carretera, al café de La Magnolia, con el cuaderno. Llegué demasiado temprano: media hora, una hora; sonaron las nueve y las diez en la iglesia… Apareció mi hombre, y apenas lo tuve allí, cogí, feliz, el cuaderno empastado, en blanco, lo abrí y puse delante de sus ojos el título: Diario de viaje con Zaqueo…
¡Fue como si le hubiera soltado una ducha helada! Se quedó en silencio, con ligeros temblores en las mejillas y algo encendido su rostro anguloso.
—¡Metí las cuatro patas!, fue mi comentario interior y me desinflé.
—¡No se puede! ¡No se puede! ¡Ya sabía que no se podía! Usted, González, es pu-bli-cis-ta. Usted vive en la apariencia. Su pregunta que me ha hecho varias veces de «si uno sigue viviendo después de muerto» y su cuento de «que Manuel Jaramillo sostiene que no, que uno se acaba así como se acaba una vaca»… ¿Cómo entrarlo a usted, a usted, a esto? Hoy le contesto a sus preguntas así:
Usted y su doctor Manuel Jaramillo se acaban igual o más que una vaca. Ustedes dos y «todos» se acaban. Sus vidas se acaban. ¿Querían ustedes que «allá», que hubiera un «allá» con prados donde por arte de prestidigitación pasara a pastar la vaca? ¿Un allá con un rey presidente que los designara a ustedes embajadores, y que castigara a los enemigos de ustedes, es decir, un cielo o lugar en donde todo el animal que son satisficiera sus necesidades y no enfermara ni muriera? Por eso, ustedes están seguros de morir como perros, pero a ratos le encienden velas a un muñequito para que les dé el cielo, la eternidad de la vaca, el cielo de ustedes, que es el lugar en donde se goza sempiternamente y no se padece: una mangada con whisky y aguardiente, todo el que no se han bebido, y siempre borrachos, recitándose mutuamente sus poemas; un burdel, pero sin la tristeza que sigue al coito y… ¡óigalo bien!: todos, absolutamente todos tenemos que morirnos íntegros; esa es la gran oportunidad de este vivir: el morir íntegramente. Cristo lo dijo: que sólo el que aborrezca su vida, el que pierda su vida, la hallará.
Este, señorito González, es uno de «los misterios» que usted quería garrapatear allí en su cuaderno, para diversión de periodistas y radioemisores… Y usted iba a describir una isla bienaventurada que era como una villa de El Poblado, con reinas de belleza y del café y muchas otras putas, con acciones de un Coltejer y Colombiana de Tabaco celestiales, siempre en alza… Su doctor José Manuel y usted son íntegramente mortales; al morir, desaparecerán como la hierba seca, y hederán mucho. Y, para terminar, voy a leerle estas líneas de los papeles que imprudentemente iba a confiarle, para que vea y sepa que algo más íntimo que mi yo, sabía en mí que eso me estaba prohibido… (Y me leyó algo en que me insultaba realmente, pero que no recuerdo, por lo anonadado que estaba).
Y ¿por qué desprecian ustedes a la vaca? ¿Es más digno de eternidad el señorito, la señorita, la señora, el capitán de sus industrias, que la vaca?
Calló. ¿Qué hacer? Sentía ira, pero también que todo eso era verdad. Viví en esos instantes mil muertos. Yo soy airado, y entonces no reaccionaba. Era como si me desnudara, y el vestido sucio me lo presentara delante, y luego me desnudara de otro traje más sucio, y así sucesivamente… Y cada vez el desnudado sentía algo quemante que lo hundía y no le permitía airarse, y cuando sentí que lo que quedaba de mí era tan pequeño que al desnudarme iba a convertirme en nada, calló, se levantó y, mirándome burlonamente, como buscando a través de los trajes que aún tenía, me dijo:
—Los papeles del viaje a las islas ésas no los tendrá usted sino cuando muera realmente, o sea, cuando se confiese; pero entiéndalo bien, confesarse de verdad, igual a querer perder su vida, igual a morir voluntariamente. Y ahí le queda el misterio de la confesión, en una de sus islas bienaventuradas. Y se fue yendo despacio…
Cuando volví en mí, él iba ya al frente de La Chinca, y me oí a mí mismo exclamando: «¡Maldito viejo hideputa! ¡Maldito viejo hideputa!». Y se me apareció al lado Saldarriaga, el mesero, y oí que me decía, como para consolarme: «¡Se fue sin tomar el café! Yo vi que estaba muy exaltado y entendí que se le quería mamar de un negocio. ¿Para qué se pone a negociar con locos? ¿Le está vendiendo la casa? ¡Pero si ni de él es! ¡Es prestada o de la vieja! Aquí todos lo conocemos mucho… Pregúntele al padre Serna, el coadjutor, y verá que es un viejo loco y descreído. Tómese su tinto, doctor González, y no se meta con ese viejo brujo… Es hasta peligroso. La otra tarde, unos jóvenes que estaban aquí bebiendo cerveza, conversaban de ir por la noche y quemarlo vivo con su vieja dentro del rancho en que viven. ¡Ni casados que serán…!».
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Capítulo xviii
Desilusión. Vergüenza y desespero. Desnudo-desnudarse. Viejo hideputa.
Me levanté como se levantaría un culero. No respondí nada a Saldarriaga. Ni imaginaciones ni pensamientos había en mí. Sólo vergüenza. Humillación nada más. Y, al levantarme, vi tres cuadernitos en el suelo y los recogí. Se le habían caído del paquete que traía, cuando lo desató para leerme los insultos. Los recogí instintivamente y los guardé. ¡Siquiera que el maldito tendero no entendió y creía que eran asuntos de compraventa!
Me volví para la casa, y, pasando por la villa de Marulanda, me sorprendí repitiendo: «¡Maldito viejo! ¡Viejo hideputa!». Pero me di cuenta de que no lo odiaba propiamente, sino que lo amaba. En mi niñez, cuando mi padre me castigaba, recuerdo que, acurrucado en un rincón, detrás de una cama, me estaba horas enteras murmurando: «Viejo tripón». Y, sin embargo, mi padre era Dios para mí. Es un modo de gastar la energía, cuando sale a borbollones, en palabras gruesas y sápidas. Y cuando llegué a La Huerta del Alemán, en la puerta, repetí varias veces: «Viejo hideputa…», y me acosté, me rebrujé en las mantas, gritando: «¡Oigan, oigan, no me llame nadie hasta que no salga por mi cuenta! ¡No me llamen a la puerta!».
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Capítulo xix
Consideraciones. Los tres cuadernos. Emilio Ángel. Otros temas.
Cuando desperté al día siguiente, molido, me decía:
—Ni siquiera pudo desnudarme, porque al quitarme cada traje, quedaba un culero. ¡Es un maestro! Me hizo vivir que todo yo soy mentira y que no continuaba desnudándome porque me anonadaría; que por compasión dejaba el muñequito que estaba sentado ahí, y que yo, eso que soy, era el que le preguntaba: «¿Seguiremos viviendo después de muertos, o nos acabamos como una vaca?».
Ahora lo veo claramente, que, cuando uno muere, se muere. Es lo mismo que preguntar si lo muerto está vivo. Con sus ojos limpios me miraba; me desnudaba y miraba como buscando; me desnudaba más y buscaba; miraba como escudriñando, y su última mirada lo dijo todo, que traducido es así poco más o menos:
«Aquí no hay nada; es una nuez vana… Este González se me va a desaparecer todo».
Fue entonces cuando me dijo eso de «tendrás el viaje a las islas, cuando mueras íntegra y voluntariamente. Morir así, igual a confesarse. Y este es el misterio de la confesión verdadera, de la muerte verdadera y del renacimiento que le fue ordenado a Nicodemus. Ahí te dejo esa isla».
Leí en los tres cuadernos que se le habían caído y precisamente trataban de este mundo, del Paraíso, la Intimidad y el Camino.
Me bañé, pedí café con leche, huevos mergidos, arepa delgada y mantequilla y me fui para la plaza de Envigado, a ver cómo resolvía este impasse.
Era una mañana seca y todo estaba risueño. Me senté a tomar café con Emilio Ángel, el que perdió una pierna y se dedicó al dinero. Apenas le cayó una tapia encima y perdió una pierna, se dedicó a su vocación o la encontró. Lleva veinte años de vocación. Compra los sueldos y jornales, da prestado para los entierros. Nadie sabe lo rico que está, me informó Teresita en su almacén.
—A mí lo único que me enoja es que me engañen. Usted tiene tanto derecho como alcance. Si su fuerza alcanza hasta Itagüí, hasta allá va su derecho. Yo me enojo cuando me engañan, pero conmigo, con el otro no. ¡Me voy! Vamos a un secuestro de un automóvil.
Así fue como principié a consolarme y a resolver el impasse. Hay mucho que ver y que vivir. Ahí están esperando turno esto de la conciencia del dinero, vivida en Emilio Ángel; ahí está la belleza de la carne organizada y del amor, con sus amagos, jugueteos, paraísos, infiernos, tentaciones, resistencias y caídas, vivido en la muchacha y el sacerdote joven que conversan en las gradas del atrio; ahí está la carpintería y tienda del sepulturero, que me dijo, borracho: «Este negocio es muy bueno; durante veinte años ha dado para que todos bebamos aguardiente. El ataúd no lo regatean; parece que el olor del muerto hace aflojar el bolsillo y la gente se emborracha».
Este Lucas de Ochoa se me fue por mucho tiempo. Ya me pasó la gana de bregarle. Requiere tiempo. Lo mejor es publicar el librito ya. Después me le volveré a dedicar despacio. Copiaré las tres libretas que se le cayeron, tal como están, sin corregirlas, sin darles ordenación; así me vengaré de sus insultos.
¿Que yo soy publicista? ¿Y qué diablos es lo que hay en la publicidad?
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Capítulo xx
La publicidad y algo más. «Ese bendito padre Elías» o nacimiento del futuro libro: «El padre Elías».
Publicidad. Mujer pública. Periodista. Reportero. Avisos o anuncios. Tengo que examinar todo esto. ¿Qué hay en esto de que yo publique el Viaje? ¿Habituará al hombre a obrar sólo por «la gloria» que produce la publicidad?
«Mi gloria, ¿qué hicieron de mi gloria?» (Bolívar). ¿Rellena la vanidad? El italiano, por ejemplo, es valiente, hasta morir… cuando hay espectadores que aplauden, en duelos, pero en las trincheras sucias, aguantando, lejos, no.
Y ¿por qué es malo eso, si esa es la esencia del teatro? Todos los condottieri eran actores. Nerón y todos. La publicidad es la ciencia y arte de valerse de reflejos condicionados, de característica de la naturaleza humana, para que le compren a uno algo, para que lo tengan por lo que uno quiere que lo tengan. En farmacia, se usa para hacer comprar un remedio que sirve o uno que no sirve, y el vendedor gana dinero.
La muerte de Pío xii y la publicidad. Fray Pellegrini y Galeazzi Lisi allí pegados del agonizante, haciendo una bulla endemoniada; los reporteros y fotógrafos dando propinas por primicias de que el agonizante hizo así o que tuvo estertor. ¡El Cónclave!
¿No progresará la vida espiritual en la publicidad?
Hay mucho que estudiar en eso. Si el hombre es social, ¿no hay una publicidad útil? Se trata de un arte; se usa para propagar fuerzas o mentiras; remedios o venenos. La sociedad moderna propaga hoy el veneno en que vive.
En todo caso, la publicidad es de la naturaleza del hombre: ejecutar un acto, hacer un gesto, es publicarse, ya sea ante la noche o ante la vegetación y el espacio celeste, o ante los hombres. Y si es una manifestación artística, una vivencia pura, es bueno avisar a los que puedan comulgar con ella. Si es algo útil para las necesidades, ropa, comida, también… Si se usa de la publicidad para mentir, para explotar, ahí está el mal moderno.
El resumen es: la publicidad es mala en la proporción en que sea mentirosa. Los dictadores, los pseudo remedios, las pseudo bellezas; los venenos. Con la indumentaria se puede engañar. La vieja que acaba de pasar con tetas simuladas de muchacha. Piediamigo para las tetas. Y se puede excitar el sexo publicitariamente. El cine de hoy, las reinas de belleza; los fabricantes de bicicletas con su publicidad, Tour de France, Vuelta a Italia, han logrado poner al campeón por encima del héroe y el santo.
Lo que sulfura a Lucas de Ochoa es la idea de que una intimidad, una agonía verdadera se coja para adobarla y ganarle dinero. Como es esencialmente maestro de escuela, no atiende sino al crecimiento de dentro para fuera. Pero como todo tipo «raro», no puede percibir lo otro, que el hombre también es aparente y que la apariencia también es la forma de la intimidad. ¡Yo voy a publicar este librito! El ideal hubiera sido en diálogos con él, pero no se puede ahora. Otra vez será. Copiaré al pie de la letra las tres libretas que dejó caer.
¡Sí! ¡Estoy decidido! Así saldrá a la luz el librito. Y es hasta providencial, porque al copiar las libretas tal como están, escritas sin la menor sospecha de publicidad, el viejo quedará ahí vivo, sin adobos, y le daré en la yema del gusto. El recuperar su confianza será obra de años. Y lo intentaré. El desenfreno de mi vocación agónica me dará el triunfo y seré capaz de instalar aparato de televisión a la cabecera de su lecho mortuorio, si veo que hay telerreceptores del consumirse de esta loca apariencia…
Idea también, proyecto, de terminar el librito con la vida de Abraham Tamayo y Arango (Tamayito), que es un paseo por los infiernos. El dinero. El capital. Las vecindades. La conciencia de la ganancia. La intimidad tapada por la nada personificada en dios. Yo tengo derecho a todo lo que pueda ocupar con mi yo. El único y su propiedad. Max Stirner. La biografía de Tamayito debe irse dando poco a poco durante la acción, lo mismo que ambiente y paisaje. Su hija es su intimidad objetivada. Ella estudia servicio social, y él la ama loca, desesperadamente, y muere en sus brazos. Se llama Rafaela (Rafaelita, dice él). Los amores de ella con el equitador argentino, borracho dilapidador y perverso. Rafaelita padece y consume al demonio del padre y al del marido. De ella nace Elías, «ese bendito padre Elías».
Tengo muchos mundos y ya estoy viejo. ¡Lástima!
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Segunda parte
Las tres libretas
Que tratan dramáticamente de lo que
pudiéramos llamar «partes del camino
a la Intimidad», o «países» o «mundos».
Nadie puede nacer de nuevo y efectuar los viajes de que se tratará adelante, sin haber padecido y entendido intuitivamente (ver en sí mismo) esas realidades provisionales.
La primera libreta contiene partes del diario de Lucas de Ochoa en 1938, cuando estaba sumergido en el mundo de la causalidad o necesidad. En él habitan casi todos los hombres de hoy. Somos ahí como pajuelas al viento huracanado, sometidos ciegamente al juego causal de la representación. Su rey o filósofo es Schopenhauer: El mundo como voluntad y representación. Pasean por allí, grandiosos y magníficos, Marx y Engels, en la región del materialismo histórico y la dialéctica materialista de la historia, y se ven figuras o demiurgos que pasman por su presencia anchísima y que son los discípulos de Bacon de Verulamio, los de la ciencia inductiva. Al final de las pocas notas de esta libreta, se percibe ya el mediador o dios que nos saca de tal mundo; el remordimiento o inconformidad, nacidos de una sospecha, un llamado de la Intimidad.
En la segunda libreta va apareciendo lentamente, dialécticamente, la reconciliación de la necesidad con la intimidad. Este mundo es el primero de los superiores o cielos, deleitoso, o mejor, tiene beatitudes.
En la tercera libreta se va ascendiendo hacia la Intimidad, pero en zigzag, con recaídas a infiernos, zigzaguear que precisamente es la característica del camino dialéctico. «Setenta veces siete cae el justo».
Y, por último, entre las libretas, encontré dos manojos de hojas manuscritas en que Lucas de Ochoa preparó en forma conceptual la explicación que en los diálogos pensaba darme, para hacerme vivir en varias formas la preparación para los viajes.
¡Qué lástima ese percance que tuve, pues esto, en forma dramática, hubiera sido grandioso!
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Primera libreta
Mi vida como mi representación. (Isla Juan Fernández, julio 8/37).
Toda idea es la resultante de la idea afectante y de la afectada. Ídem, mutatis mutandi, el cuerpo o extensión.
Mejor: todo estado es resultante del estado afectado y del afectante.
Mejor: todos mis actos tienen el sello mío.
La vida mía soy yo sucedido en el mundo, y la del mundo es él sucedido en mí. Mi vida soy yo extendido en sucesos en el tiempo y el espacio. ¡Un film! ¡Una cinta!
Vaya al escenario a que fuere, me sucederé. Seré yo afectado por diferentes circunstancias, pero mi reacción siempre será Lucas de Ochoa.
Así es como todas las pinturas, las poesías, esculturas y arquitecturas de Miguel Ángel son él, ya se trate de cúpula, cuadro o verso amoroso. Siempre él… Ídem todos, todos: es ley universal.
¡Mi amigo Manuel! Aquí se consiguió de amigo a Juan, hijo de tendero de esquina, guitarrista, flaco, que no es como de por aquí, y a Pacho, que tampoco es como de por aquí. Estuvo en la Argentina y consiguió al de las facturas, que se había casado con la muchacha de los muelles, y que tenían como una felicidad encerrada, y lo dejaron entrar a él. Vivió de banquero en Roma, y se apareció con Ramírez, que tenía muchas dificultades con la mujer, y Manuel intervenía y las arreglaba. Y aquí consiguió a Germana, enclenque, y en Roma se consiguió a la zapatera bellísima, pero también como de otros mundos.
Y ahora anda con otra, que es inspectora, y que va a casar al campesino que violó a la novia en el monte. Andan juntos por allá, casando al preso que ya se cree feliz, y buscándole empleo.
Dicen ellos que el estuprador es «como un santo»; que su amor verdadero es la guitarra, y que ayer la vendió «para mandar a un amigo por la partida de bautismo, para poder casarse». Siempre será Manuel: repugnancia por los que están contentos y es-ta-ble-ci-dos, «de porvenir brillante», y amigo de gente que parece aporreada y que tienen un como amor oculto. Por allá debe andar entre mecánicos. Nunca usa corbata.
Y yo, Lucas de Ochoa, a los 42 años, vivo mi sombra y soy yo, sombra mía, sombra de Lucas de Ochoa, arrastrador de mis cadenas, sin un instante ni suceso que no lleve mi sello. ¿Mi mujer? Claro, me sucedí en Berenguela, y ella en mí y todo tiene nuestro sello.
¿Y Bruno? Todo lo que ha hecho es Bruno, el que ama a una mujer casada y divorciada y pide permiso al papa para casarse con ella; el que sueña con grandezas insuperables y las vive realmente… ¿Alcanzará alguna? No, porque, si la alcanzara, ésa no era… ¿Y Pablo? ¡Éste sí que tiene una vida que es como él expuesto en película!
Comienzo del malestar. Remordimiento. Urgencia.
¿Qué hacer con esta necesidad, pues yo no me amo? ¿Será posible hacer brotar herencias latentes, yemas que no se han desarrollado? Quizá, controlando mi habituación, para obligar a la energía a coger por otros cauces… Si no lo hiciere, moriré, pues me siento con una gran melancolía y completa esterilidad.
¡Nada de charlas! Nada de opinar, ni criticar, ni odiar. Entender. «El filósofo ni ríe ni llora, sino que entiende». Reprimirme. Hacer tupia o embalse. Me sale la energía por viejísimos rotos. Controlarme a los 42 años será dificilísimo, casi como renacer. Viviré en guardia.
¡Yo no quiero ser esto que soy hace muchos años, tan bajo, tan nada, tan hijo de la paja, hijo del desgano, cagajón aguas abajo!
Que todos morimos: organismos, apariencias, emociones, afectos. Todos nacemos, vivimos y morimos. Hay un levante, un cenit y un poniente para todo. Pero… el nacer, ¿en qué instante es? Eso se preparaba, amagaba. Un avión que esté ahora a 200 kilómetros y venga hacia mí… No está… no está, no lo veo… me parece verlo, no… no, un puntico, ya… ¡ya nació! ¿No será así el nacer? ¿Y lo mismo el irse o morir? ¿Cuándo muero? ¿De dónde salen los vivos y a dónde pasan los muertos?
En todo caso, los más longevos son los astros, lo que llaman vulgarmente «materia inerte». De esto no puedo dudar, ni de la interrogación preñada que hay en ello, tampoco. Que nací, crecí, vivo y moriré, no puedo dudar. Pero nadie sabe qué sea eso de nacer, vivir y morir. Son verbos cuya acción nadie ha determinado (todos la determinamos, pero con un sentimiento íntimo de provisional, para mí y para este instante mío).
Durante mi vivir tengo muchas ideas con sus afectos, esperanzas, temores, alegría y tristeza: suceden muchas cosas durante mi vivir, pero casi todas en medio de mi ignorancia, o sea, «al acaso».
Que padezca afecciones, no puedo dudarlo. El suceder mío en sus detalles ocurre sin que yo sepa cómo. Y me creo libre, por eso, porque no conozco el curso continuo de mi vida. Ignoro el sendero de que hacen parte mis actos… ¿Y qué es eso que anuda en forma de yo mi apariencia? Según Spinoza, es que la totalidad tiene dos atributos: extensión y pensamiento, y el yo o alma es la idea de un cuerpo actualmente existente en acto.
Para mostrar que había caído a mundo inferior: el zigzaguear.
Ayer releí el tratado del Deleitantismo, que escribí en 1926 (¡hace 12 años!), en un tiempo en que me sentía mahatma, cuando escribí también el tratado del brujo, dos años antes del Viaje a pie. ¡Pero cómo me parecieron abismales esas vivencias!
Y anoche, ante el espejo, practiqué ese método vital con mis células viejas ya. ¡El prana! Sonriendo como el gran brujo que hay en mí… y sentí el riquísimo misterio de lo que soy fuera de este espacio y tiempo, «allá», en donde no hay nada de aquí y de allá, y de esto y de aquello, pero que es ahora una sa-tis-fac-ción plena, inefable…, y a los cinco minutos me había recuperado, juvenil.
¡Oh, mi vida interrumpida de brujo! Porque yo propiamente no soy novelista, ni ensayista, ni filósofo (¡qué asco la filosofía conceptual!), ni letrado, sino brujo: brujería, el mahatma, el dios, el hijo de Dios. ¡Oh felicidad! (Pero estos vocablos están manoseados: felicidad es ganar dinero, estar echado encima de una mujer). El idioma no sirve: las palabras son vasijas preciosas, joyas, pero han servido en el curso de la representación para contener o adornar muchas vivencias, y están contaminadas. Y en este instante, ¡qué gritería en el receptor de radio del café!, y el camarero me interrumpe, así:
—¿Qué opina de esta pelotera en Venezuela?
—¿Qué?
—Que los soldados se levantaron en Caracas, ¡y bala…!, y ahora están pidiendo auxilio, porque hay muchos heridos, muchos muertos…
¡Qué jaleo en esta representación mulata del Nuevo Mundo! Deleite, deleitante, deleitado. Fin del deleitantismo. Diplomacia, pedagogía, conversación, discusión, cultivo, cultura, abonos, etc. Un problema: ¿la homeopatía, con su similia similibus curantur, no es una rama del deleitantismo?
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Segunda libreta
Principia a aparecer la Intimidad.
No hay en la literatura una sola queja, un solo indicio de angustia por no haber sido. Casi el 90 por ciento de ella es forma de la angustia por «vivir» y «morir» o dejar de ser.
A la muerte la han llamado «musageta» de la filosofía, del arte, etc. Un rey sajón, por allá en tiempos muy viejos, al ver entrar un pajarraco por un balcón abierto en la oscuridad de la noche y salir por otro, y como era en noche muy oscura, comparó eso con el «vivir» del hombre.
Y me di a practicar, por consiguiente, ejercicios de silenciamiento de mi alma, y luego «miré» y «vi» que ese «infinito» que precedió a mi «conciencia» y representación es de una plena satisfacción indeterminada, lo mejor de todo, lo mejor de lo mejor, pero no hay allí nada imaginable, ningún contraste y, por ende, pas d’idées, pas d’images, pas de douleurs, pas de plaisirs, mais parfaite béatitude. Y oí nítidamente en mí:
—Nacer es volverse ñudo, individualizarse, conocer el bien y el mal. ¡El Paraíso fue eso! Así, joven, a tu pregunta de si superviviremos, de si seguiremos «viviendo» después de «morir», te contestaré que no. La vaca racional que somos se acaba. Pero el Paraíso es. Por eso, decían los antiguos hijos de Hermes Trismegisto, cuando alguien «moría»: «Lo recogió Él en sus pueblos», y más adelante dijeron: «Fue al seno de Abraham»… ¿O es, González, que quisieras seguir allá, viviendo a brinco de mata, putos que somos?
Entonces, ¿qué somos y por qué somos individuos en el tiempo y el espacio, ñudos de individualización, conocedores y sometidos al Bien y al Mal, a lo bello y lo feo, a las necesidades?
Dios creó este mundo, y, al crear diferencia de movimiento y reposo, implícitamente hubo tiempo y espacio, bien y mal, orden y desorden…
La Intimidad.
¡Esa es la promesa! De ella venimos y en el viaje a ella hay muchas cosas, tragedias y beatitudes. «No recordamos de antes de nacer, porque la mente es la idea del cuerpo humano y sólo sabe de éste y por éste» (Spinoza). Recordar es mecanismo psico-fisiológico. El mundo es necesario para padecerlo, meditarlo y entender. No se puede ver o vivir lo otro sino digiriendo esta vida (¡ahí está el viaje!).
A los jóvenes hay que invitarlos a la inteligencia, para que se desnuden (viajen), y no a la desnudez. Ésta no es el fin, sino el viaje. Si reniegan del mundo, de su mundo, sin que se despeguen de él, entendiendo, enloquecerán o serán mera vanidad: ¡Los nadaístas! Suceso prometedor o desastroso; expresa esto: ¡para los colombianos llegó la hora de nacer o de ser nada!
Al salir de la nada se está en el punto en que uno vive que no hay enemigos ni amigos; que nadie le ha hecho mal; que uno se sucedió; que nacimos para sucedernos, pero atraídos por… ¿quién? La Intimidad.
Entre el cuaderno hay una hoja suelta con notas manuscritas a la carrera, que dicen así:
«Luego de esto, hacerle vivir a González el arranque del viaje, desde la nada, hasta presentir la Intimidad, en forma muy bien dialogada, con las experiencias de él y de otros y de la literatura universal.
Primer paso: Destripar los conceptos abstractos y los juicios sintéticos que formamos con ellos: sacar de tales conceptos las emociones, sentimientos, experiencias, herencias, que cada uno encierra en ellos. Eso se llama la vivencia. Sacar la vivencia que cada uno encierra en los términos abstractos y de uso común, y que luego usa engañosamente para juicios sintéticos y para razonamientos, formando así un mundo racional que cubre y tapa en absoluto la vida, la intimidad.
Ejemplo: En un álbum de autógrafos que tiene un matrimonio rico en su finca de campo para que los invitados pongan allí “un pensamiento” y su firma, la señorita Berta escribió lo siguiente: “Siempre he dicho que La Cabaña es el Paraíso”.
Berta y los dueños comen deleitosamente cañón de marrano, cremas, postres: Berta tiene una boca húmeda, labios gruesos, móviles… Pues bien, Berta: destripa eso de Paraíso. ¿Qué contiene? ¡Desnúdate! ¡Lejos la vanidad! Contiene esto: “Aquí se come cañón de marrano muy bien adobado; olvida una sus preocupaciones de las damas de la caridad, con las cremas, y se duerme como un tronco, y eso es lo que más me gusta: cuando digo ‘Paraíso’, digo eso. Dije: ‘La Cabaña es donde mejor he comido y dormido’”.
Segundo paso: Meditar, con ejemplos de su propia vida, en cómo esos conceptos abstractos, o los vocablos que los expresan, son vanos, pues lo que por medio de nuestra vivencia metemos allí no nos atrevemos a confesárnoslo. Y que con los juicios que así formamos, nos creamos un mundo engañoso, para adornarnos (el yo para los otros o para ocultarnos), y en cómo ese mundo mental engañoso, que es toda filosofía conceptual, nos envuelve en una causalidad suya, y vivimos así muertos: vive en nosotros la nada.
Ejemplo: Dices: “Creo en Dios”. ¿Qué es creer? ¿Qué dices al decir Dios? ¿Un señor? ¿Dónde está? ¿Sentado? Verdaderamente, si te miras por dentro, lo que expresas es que quieres que haya un señor que te arregle todo, todas las dificultades, que no te falte la carne de cañón de marrano, y que se haya llevado para su casa a tu papá, porque tú le amabas mucho al usurero ladrón.
Destripa en vivencias, en hechos vivos, los conceptos y juicios. Eso es desnudarse para comenzar el viaje, o si no, bien puedes haber estudiado cien años filosofía conceptual, y morirás sin haber nacido.
Tercer paso: Es todo un período largo el de descomponer nuestros términos abstractos y vanidosos en sus vivencias. El derrumbe de la mentira (la nada). Es el curso larguísimo preparatorio para la vida filosófica.
Cuarta posición, ya afirmativa: (Primer paso en el viaje). Amar por sobre todas las cosas y a todas las cosas en Él, a eso vivo que encuentras como vivencias al destripar la nada conceptual. Eso es Dios en ti. Es lo que tienes de verdad y de vivo. ¡Nunca mientas! Dios es vivo y es la verdad. No lo podemos ni debemos negar. Dios, que se te está revelando en ti mismo, en tu vivencia, pero sólo en tu vivencia de cada instante. Al principio, en tu rudeza de recién nacido, te parecerá que tu Dios es “pequeño” y rudo, pero ahí mismo, sin tardanza, cuando ya no mientas, te sucederá:
La Beatitud: En la desnudez de la vivencia se siente la Intimidad: Dios en nosotros.
Y a través de la vivencia pura se llega a un amor nuevo, en aumento constante a… ¡la Intimidad entrevista como el relámpago, y que tiene fuerza atrayente infinita (oración y éxtasis)!
Hacerle ver a González dialogadamente, con la vida de él, que este es el proceso de volver a nacer y que es El Camino, La Verdad y La Vida (Cristo).
Mostrarle cómo, una vez revelada la Intimidad, hay que vivir muy alerta atisbándola en todo y todos, cultivándola y comulgando en todo con ella. Esto es religión. El Evangelio es entonces la fuente inagotable. Todo el universo se ilumina, porque se ve en él la Intimidad. Y entonces aparece nítidamente en cada uno su Cruz: agricultor, animales, obrero, poeta, músico, escultor, marido o esposa, pordiosero, fraile, político, solitario y maestro.
Sólo entonces aparece la vocación, en la completa desnudez. Y la vocación es Cruz y nada más dulce que la Cruz: es a los espectadores a los que parece que “esa Cruz debe ser muy amarga y dura”. La única amarga e insoportable es la cruz de la vanidad, que es la que más se usa. Y para hacer vivir a González cómo el mundo, la apariencia del mundo, es la misma, o sea, que el mundo sólo aparentemente es el mismo antes y luego de sospechada la Intimidad en la desnudez de la vivencia, leerle eso de la maestrica de escuela que viene a casa de mis vecinos».
Vivencia de la maestrica de escuela.
Con la Presencia (Intimidad), las cosas, las apariencias, siguen presentándose las mismas, pero se presentan como indicadoras o preñadas.
Esta maestrica de escuela que viene donde los mayordomos vecinos, pues vino hoy así como vino ayer y antes; y menea sus caderas del mismo modo y me conversa lo mismo. Acciona, toda ella prognata, con sus teticas erectas y con su vientrecito móvil, y me hace el caminar ese serpentino, meneado, zangoloteando todo su cuerpecito atormentado, del mismo modo que antes, pero todo es diferente: antes, unos diablillos cabalgaban sobre mí, y ahora todo eso es como misterioso y sapidísimo Reino de Dios… Casi veo un maestrico de escuela, menudo, vivaracho, con su cepillo de dientes en el bolsillo de sobre el corazón, que urge mucho por nacer. Es él, desde por allá, en eso de antes de nacer, que suplica y hace mover así a su madre que escogió, para que se empreñe y le dé el principium individuationis de que necesita.
Ella se vino conmigo hasta el café, inocente y padeciendo a su hijito posible. ¡Es casi implorante! Uribe, el loquito que persigue, y persigue y atisba durante horas a las mujeres, se quedó alelado, contemplándola; encendió su grueso tabaco con mesura de gran señor, y miraba, miraba hasta que ella se perdió en la vuelta de La Chinca.
¡Cuántas aventuras, sucesos, alegrías y desilusiones las de todos antes de nacer! La gente cree que son sucesos de ella, de Uribe, míos, etc. ¡No! Son del maestrico que tiene que nacer. Él atisbó a Uribe, allí en la acera del café, y no era ése su padre; no le gustó. Dirán que la maestra no gustó de Uribe. ¡Bien! Pero hay un mundo entreverado con este y en que habitan los que quieren nacer, y allí es lo mismo que aquí. Allí se escoge por leyes la representación que vamos a padecer en la tierra. Además, una mujer todo lo hace por el hijo, aun antes de nacer éste. ¡Pero sí que hay ciegos! ¿Quién tiene ojos para ver al hijo de la maestra de escuela que viene a la casa vecina? No quiere ser ilegítimo, de ningún modo, y como ahora es difícil casarse, por el costo de la vida, padece mucho. Ya podría haber nacido, pero su representación que va a padecer exige legitimidad.
Marco Fidel Suárez, por ejemplo, cuando estaba allá, antes de nacer, exigía nacer así, ilegítimo, en borbollones de deseos, y atisbaba en los feraces y cálidos peñascales del riachuelo de Bello. Tenía que representar, padecer y digerir el complejo de presidente paria, la humildad que tapa a la soberbia, la queja lastimera que es grito de rebeldía, ser Erasmo el Exiguo, presidente que vende sus sueldos a los usureros, en fin, una estrella cagada. Tenía que vivir y escribir Los sueños de Luciano Pulgar. ¡Benditos sean su madre y su padre, y el riachuelo, y el vallado y aquel coito pleno, al aire libre y cálido, mirando ella al dombo azul y él a la fecunda tierra! Y continúa, ahora sí, la libreta.
El Paraíso.
Respecto del Paraíso, es bueno examinar este hecho: que si uno recuerda su vivir en el pasado temporal, es una serie de sucesos en que se realizaron una serie de pasiones, y que, ya extinguidas éstas, todo nos desagrada en ese pasado, como los trajes viejos que guardan las abuelas… O sea, que uno no quisiera repetir eso.
Sólo hallamos agrado en los pocos momentos en que entendimos, o en que nos abstuvimos de cumplir la pasión, por haber entendido. Esto es verdad para todo curso del vivir. Luego, si uno hubiera quedado allá (no hay allá), sería beato; uno nace por una obligación, o algo así, como ir a la escuela a aprender.
Realmente que el Paraíso (eso de antes de haber nacido) es beatitud, y que si no queremos morir o tememos a la muerte, es porque en cada instante del vivir nos afirmamos como individuos, vivimos ese instante, que es lo mismo, cosa natural en todo lo existente, pues el conato es la misma esencia del existente: se afirma…, y con la muerte se acaba el personaje, el personaje íntegro.
Beatitudes.
(i)
Real, sinceramente, aquí, ante el Paraíso, afirmo que no tengo enemigos; que nadie me ha hecho mal; me he sucedido sencillamente, y que no amo a mujer ni hijos, sino a la Intimidad en ellos.
(ii)
Envigado es escenario muy propicio para padecer y meditar: la gente es individualista y no se mete en nuestra vida. El valle es solemne y muy anchas y de muchos verdes las montañas que lo enmarcan. El clima es propicio a la edad vieja. Estoy bien en Envigado. Los dioses, muchos, están cerca y aman estas noches que son como días dormidos. Estoy mejor que en París o en Roma, que tanto me agradaron.
(iii)
A ratos, conversando con González, tengo deseos de escribir y publicar libros. ¿Enfermo? ¿Viejo? ¿Alejado de los estímulos a que se debe el publicar? Con este verbo, me vino el recuerdo de la muchacha de Urabá, que al preguntarle por qué vivía por allá, tan lejos y salvaje, respondió: «Mire, fue que yo ya me publiqué».
Publicar, publicarse, mujer pública, escritor público, publicista… Publicista en la literatura es equivalente a cabrón en eso de la carne humana para el placer. ¿Ramera? Tiene su equivalente en vulgarizador, Ortega y el médico tan sonado que conocí en Madrid. ¿El nombre? ¿Y los periodistas a la yanqui? Son los exhibicionistas. ¡Pero qué bueno publicar un librito duro, límpido, vivido! ¡Qué bueno coger en mis manos otro como… Viaje a pie, Don Mirócletes! Un librito que fuera como para después de que pase el jaleo, para los que vendrán; que no se venda hoy; que no sea de ayer, ni de hoy, sino de un lejano mañana, y que lo encuentren de pronto los semejantes al ser oculto que lo escribió, y vayan a buscarlo y a buscar su tumba, y no hallen nada, porque está «allá», más lejos de donde habitó antes de nacer en Envigado… De 160 a 200 páginas, en octavo, forma francesa de bolsillo, de pasta rojo oscura, que si lo abren los de hoy, crean que se les olvidó leer, que eso no dice nada.
¡Vivir solo, con sus dioses, y los pájaros que cantan en el viejo tronco son invisibles!
¡Bendice, Señor, al viejo tronco
donde cantan los cucaracheros!
Y mi amigo Epifanio dice:
Serenas son mis tardes, con arreboles,
cargadas de silencio pasan mis noches,
y las mañanas, bulliciosas y alegres
llegan a casa.
Cargadas de silencio pasan mis noches.—Unas hermosas mujeres pasan cargadas de silencio. Es la carga más leve y preciosa. Sus pasos no se oyen. No se ven ellas, pues todo es silencio, pero el silencio llena; uno se siente satisfecho y pleno. Esta es vivencia del primer cielo. Epifanio habita muy alto; es un brujo.
Vino, viene siempre a visitarme aquí, a El Retiro. Y en Colombia no lo aman. Aman a los imitadores. Con su pan se lo coman, pues desgraciado llamamos al que no tiene la vivencia y la intimidad de «mis noches cargadas de silencio».
¡Qué bueno haber continuado siendo maestro de escuela para enseñar estas cosas que he vivido! Pero no quisieron. Dijeron que era ateo. Ateos llaman a los que, como Zaqueo, «hacemos diligencias para conocerlo de vista».
Les habría enseñado en mi escuela que aquí, en este valle del Aburrá, se había vivido algo muy delicado, eso de «cargadas de silencio pasan mis noches».
¿Qué vino de Falerno? Y no hay allí nada foráneo. La historia de la literatura colombiana está por hacer. Los valores están hoy revueltos o al revés, en textos escritos por periodistas o por frailes extranjeros.
El Paraíso de nuevo.
Yo no quiero que mi ser se eternice en ninguno de sus instantes vividos: ¿Niño, en esa calle de Envigado? No. ¿Jesuitas? No. ¿1912 a 1918? ¿Pensamientos de un viejo? Tampoco. ¡En ninguno! ¿Y ahora? No. ¿Y quiero morir? Tampoco… ¡Es la esperanza! Es el cumplimiento de un L. de O. que siento que soy siempre y que confundo durante los presentes con el cumplimiento de sus deseos de entonces.
De esto resulta que uno no quiere morir, porque lo que vemos de un muerto es un acabamiento total.
¿Y no haber nacido? Iba a responder que sí quería no haber nacido, y vi que era imposible, un como algo sagrado se opuso a esa afirmación.
Veo, pues, que acepto el tiempo, el vivir muriendo, porque ésa es mi representación, no es «yo», y porque sé que fue bueno venir a la representación.
Nos negamos satisfactoriamente en el pasado, algo en el presente y nada en el futuro, y estamos satisfechos de lo de antes de nacer… ¿Será que esto nos capacita para nuevos paraísos? ¿Escuela?
Sigue el Paraíso.
No da angustia el no haber sido hombre en el pasado infinito, y tampoco da angustia, sino satisfacción, el «no haber fumado», cuando la orden de «no fumarás más» produce terror angustioso.
Resulta, pues, que uno está satisfecho de no haber sido hombre y no está completamente satisfecho de serlo, pero no quiere, se resiste a dejar de ser hombre. ¿Qué será esto? ¿Qué hay aquí? ¿Hay actos que producen satisfacción siempre? Ninguno que produzca satisfacción de una pasión (placer) da beatitud. Los que hacen a uno beato son los negativos: no matar, no ofender, no robar, no poseer la mujer ajena, pero estando tentado a ello, y también los actos ejecutados luego de entender, sin pasión: ayudar, enseñar.
O sea, beatitud hay en no vivir, en no ser animal pasivo, en parecerse a ése que nos sentimos haber sido en el Paraíso.
Abstente de cumplir tus pasiones y actúa siempre para elevar la mente de todos. ¿Estará bien esto?
No. Si uno no obra su representación, ¿cómo trasciende o entiende? ¿No se queda ahí, lo mismo que si no hubiera nacido? ¿No será precisamente la escuela en que todo entra con sangre? ¿El bautismo de sangre y fuego? ¿No será lo cierto que no se puede coger el fruto sin que exista el fruto? ¿No será para esto para lo que nacimos como hombres y en la sociedad que nos correspondía, y de los padres, y en el pueblo, y calle y casa que nos correspondía?
Decididamente, es una escuela y el lema es el viejo que siempre he tenido: «Padezco, pero medito». Los filósofos que pretenden dar a sus discípulos los frutos cosechados por ellos, conceptualmente, ¿no cometen el pecado de formar códigos, joyas muertas con que se adornan en las bibliotecas los estudiantes? Lo mismo sucede en ciencias físicas y en todas, pues hay que vivirlas, descubrirlas en uno, inventarlas (hallar dentro), porque somos vivos; o se tiene al arriero que va hoy a Manizales en avión, y está completamente desmoralizado. Y lo mismo, los indios americanos bautizados, dizque cristianizados… Me parece que Pascal vivió esto en «el hombre es junco sembrado en tierra y que se eleva al cielo»; y Nietzsche en «el hombre es puente al superhombre», y aun el sátiro Rasputín, cuando aconsejaba a las princesas el pecar mucho para sentir el arrepentimiento… Y los que guían al niño, vigilando apenas sus pasos y actuaciones, sin intervenir, sino en caso de peligro mortal. Todo esto puede expresarse así:
Nadie pasa al cielo llevado. Tiene que parirse a sí mismo en agonía, y nadie puede ayudar a agonizar. Se muere solo; se nace solo. Son negocios íntimos, y la representación sí es social. Esto se reduce al gran principio de mi pedagogía: que los discípulos digieran sus vivencias. Ellas son su tesoro en la tierra, y el maestro es apenas como diastasa, como enzima para esa digestión y para el nuevo nacimiento.
«Dijo Jesús a Nicodemus: “¿Eres tú maestro en Israel y no sabes que hay que nacer de nuevo?”. —“¿Y cómo me meto nuevamente en el útero de mi madre?”. —“¿No sabes que hay que nacer de nuevo en el bautismo de sangre y fuego?”».
Más dentro del Paraíso.
Gran tensión muscular con este análisis del pasado – presente – futuro de mí vivo y de mí nacido y muerto. ¿Quién es el que juzga y dice: «eso está lleno» y «eso lo quiero», o «no lo quiero»? ¿Ése que juzga será una síntesis de pasado y futuro o es algo fuera del tiempo?
Observo que mis juicios nunca son nítidos, sino como de aluvión, mortales… ¿El que juzga será ese yo síntesis en constante descomposición, en fuga?
Sí. Me parece ver que el que juzga es la intimidad, pero intimidad envuelta en representación, en pasado-presente y futuro; es juicio de la intimidad que nace en el morir del tiempo o representación: es una intimidad enferma de muerte y preñada de nacimiento continuo.
Algunos han cometido un error conceptual muy grave: poner los valores Bien y Mal fuera de ellos, para tenerlos ahí como hitos y poderse juzgar… Pero, ¿el Reino de Dios no está dentro de nosotros? ¿Y no se dijo: «El Reino padece violencia»? Ignacio de Loyola es prototipo de los que se pusieron dos hitos o mojones, para juzgar. ¿No será mejor ir viviendo, digiriendo, atentos y cautos? El Bien y el Mal se van alejando así en lontananza… Un camino interminable en que cada vez nos llegamos más al olorcillo de aquel Paraíso en que no se conocía el Bien y el Mal, porque se veía a la Intimidad «cara a cara». Pero jamás podrás decir la proposición llena, jamás verás a la ley que comprende todas las diferencias, porque siempre serás creatura, estudiante, caminante, angustiado, y jamás recibirás el grado de doctor, ni llegarás a Jerusalén, porque «nadie puede verlo que viva».
Pero ¿quién es el que juzga y qué es lo que juzga? ¿Ahí está toda la problemática filosófica y religiosa?
— o o o —
Tercera libreta
De cómo se asciende en zigzag. Amarguras. Contradicciones. Recaídas. Mayor ascenso.
13 de septiembre – Abismo. Desde ayer, a las dos y media, estoy con todo el ser ácido y derrotado, con la vivencia de que el hombre es animalito venido del unicelular marino y que perece como una amiba, en un instante, sin más trascendencia, y que toda esa monserga es paja.
19 de septiembre
¿Y por qué ese desprecio por la amiba?
El que juzga es una síntesis de lo que precede y de lo que sigue al nudo que llamamos presente; y como éste es compuesto de ambos, sus juicios son inciertos, inseguros, deleznables, pues el futuro o el pasado lo atacan, como el orín al hierro.
El hombre es una existencia con una síntesis que se llama presente. Y es consciente de ser eso que es, como todo lo que hay. El mineral tiene alma o síntesis de mineral; el árbol, de árbol, y el animal, cada uno, su alma. La reacción química es un juicio químico; la física… El hombre es más complejo, más real. Entonces, ¿por qué ese desprecio a la amiba?
Resulta que todo juicio es expresión de vivencias, sintomático, resultado del cuerpo afectado y del afectante. Todo lo existente en nuestro mundo son modos del atributo extensión (cuerpos) y modos del atributo pensamiento (ideas). La Intimidad se nos presenta como extensión y como idea. Siendo todas las creaturas formas de la Extensión y del Pensamiento, producidas por otras formas, y éstas por otras, somos judíos errantes cuyo reposo no se concibe.
Si hubiera juicios de valor fijos, definitivos, no habría insatisfacción, angustia, tendencia ni tiempo.
Por eso, vivir y digerir la vivencia, la cual proviene de otra, y ésta de otra, síntesis pasadas, entenderlas. Padezco, pero medito.
* * *
Ahora, a las cuatro y media, veo que no sé nada, sino que existo y que muero; que todo lo que vive, muere. ¿Cómo es la Intimidad? Un existente no puede imaginar sino existentes y cómos de ellos. La Intimidad no existe ni tiene cómos. Sólo sé que está en mí, manifestada, y que el sabor misterioso de la vivencia y lo dubitativo del juicio procede de allí. Toda afirmación o negación que no conlleve la sal angustiosa de la muerte y la sombra de la duda es pura vanidad.
* * *
Se necesita mucho camino para no confundir la «muerte» con la nada (nihil) y saber que el Néant, la negación de toda determinación, es… ¿qué?
* * *
Comulgar es unión en un espíritu. Es el supremo acto de vivir y amar. Si al recibir la hostia se tiene tal comunión, se recibe al Hijo de Dios en cuerpo y alma, pues la extensión y el pensamiento son aspectos o modos aparentes de la Intimidad.
* * *
Es muy lento el proceso o camino a través de las vivencias, desde la de indefinidos seres autónomos (politeísmo animista) hasta la Intimidad, en la cual nunca desapareceremos, por alto que sea el cielo alcanzado; tendremos visión de ella, contentamiento en la Intimidad, que es la Beatitud. Hay momentos, una vez vueltos a nacer, en que sentimos Todo como nuestro verdadero hogar y padre, pero jamás será uno solo, siempre será Trinidad. Hay cielos mejores que ése en donde yo estaba antes de haber nacido.
¿La culpa? Nadie tiene la culpa. No hay mal ni enemigos. Hay una escuela y se aprende mucho. Apenas se siente la Intimidad, el camino es fácil, las jornadas rinden cada vez más y se marcha con miradas a horizontes lejanos: parece que fueran cesando los bienes y males, y que ya va a aparecer sólo la Intimidad, el Padre nuestro. Lo difícil es tener la revelación, nacer de nuevo. Pero una vez recibida, la muerte va quedando vencida.
Infierno, igual a ignorancia, oscuridad, con sus ansias y pasiones. Cielo, igual a vivencia-conocimiento, con sus noches cargadas de silencio.
* * *
Dijo el Ángel: «No te arrodilles (humilles) ante mí, que también soy creatura». Ante la Intimidad sí, porque al morir o anonadar la apariencia, nos convertimos en hijos de Ella. Tenemos que perecer; no quedará nada de nosotros. Si quedare, nueva representación, hasta quemarla totalmente. «Hay que volver a nacer», así: «No vivo yo, sino que vive Cristo en mí» (Pablo de Tarso).
Jerarquía de espíritus, entre ellos algunos colombianos.
La explicación que di a González ayer de la jerarquía de los artistas. Arte es modo de comunicar la desnudez de la vivencia. Los hay de todas las vivencias, las de abajo y las de arriba. Y si hay arte (comunicación de la desnudez), la Intimidad, ya sea en remordimiento, en amargura por haberse alejado de Ella, ya sea en amagos positivos de Ella, da la belleza a las obras.
En Baudelaire y en Barba Jacob, la desnudez de sus vivencias sexuales perversas es tanta, que aparece el llanto de la Intimidad o Paraíso Perdido. Luego de todos los placeres de los sentidos y parasentidos en el sexo, el lujo y el vicio, canta así Baudelaire a los ciegos:
Les Aveugles
Contemple-les, mon âme ; ils sont vraiment affreux !
Pareils aux mannequins ; vaguement ridicules ;
Terribles, singuliers comme les somnambules ;
Dardant on ne sait où leurs globes ténébreux.Leurs yeux, d’où la divine étincelle est partie,
Comme s’ils regardaient au loin, restent levés
Au ciel ; on ne les voit jamais vers les pavés
Pencher rêveusement leur tête appesantie.Ils traversent ainsi le noir illimité,
Ce frère du silence eternel. Ô cité !
Pendant qu’autour de nous tu chantes, ris et beugles,Éprise du plaisir jusqu’à l’atrocité,
Vois ! je me traîne aussi ! mais, plus qu’eux hébeté,
Je dis: Que cherchent ils au Ciel, tous ces aveugles ?
Y nuestro Barba Jacob dice:
Ni un albo amor, ni un odio me esclarece,
alma ciega en la sombra ilimitada;
y a ritmo y ritmo el corazón parece
decir muriendo: ¡Nada! ¡Nada!
«Mi musa fue de dioses engañada».
* * *
En estos dos viajeros por los infiernos hay tanto arte o desnudez, que la Intimidad nos habla en ellos. Son grandes maestros o guías para el viaje por regiones tenebrosas.
Hiperestesia en vivencias de explotación o dominio sobre los semejantes: el gran maestro es Max Stirner, y, entre nosotros, los usureros, los millonarios norte y suramericanos.
Ahí tenéis a Rimbaud y a Verlaine, cuando su experiencia satánica del homosexualismo.
Tenemos a Epifanio Mejía, ángel campesino – bíblico – comerciante – poeta, que es un rey en el cielo de gnomos, ninfas, dríadas; cielo inocente y diáfano.
Silva y Valencia, guiados por Baldomero Sanín Cano, que es nuestro Jorge Brandes, a ser satélites del París de los paraísos artificiales… Caro y compañeros, cultura latina de la colonia aislada; filólogos, con Cuervo… Hubo el cielo de Humboldt y Mutis (siglo xviii, de la botánica, física), la Expedición Botánica, Papel Periódico Ilustrado… Bentham y Hobbes, la libertad, economistas de la libertad: Santander.
Hoy todo en este continente es colonial, fucileo, aportes rápidos, en avión, de lo que sucede fuera, pero no aparecen individuos, nudos de individualidad, ni siquiera de Marx y Lenin. Todo es aquí como exhalación, fucilazo. Sistemas nerviosos desarreglados por el bombardeo de influencias contradictorias. Decididamente, no habrá por aquí una original representación del gran mulato soñado.
Olvidaba a uno que amo mucho, porque es todo íntegramente él mismo: Luis López de Mesa. Es la torre de marfil. El asceta de la apariencia, el que busca los orígenes de la representación en la nada, y que profesa el misticismo de la apariencia. Endiosó a la nada; rellenó de apariencia la nada; no se percibe angustia, sino una pseudo beatitud. ¿Dónde, la Intimidad? En todo él, en su figura, su vivir, sus modos. Es la personificación de la angustia por ausencia de Intimidad. Es al que más amo y respeto yo en Colombia. ¡Bendícelo, Intimidad!
Acerca de una amargura que subyace debajo de todo.
Desde hace tiempo padezco cierta desazón de que sólo ahora voy siendo consciente. Se trata de una angustia que serpea debajo de todas las vivencias, un algo amarguísimo que subyace en todas las vivencias «alegres».
Antes, decía que era «miedo a la muerte», «conciencia de la muerte». Es algo que ensombrece aun mis noches mejores y mis mejores instantes.
Pero, sencillamente, se trata de la conciencia del tiempo, de eso que aparece, se va sucediendo y se va… Y como uno «se exige o se sabe inmortal», pero «sabe que se acaba», y sabe «que eso no puede concebirse, porque todo se afirma a sí mismo»… Es el tinte esencial de la vida humana; sabor de tragedia, sabor implícito en nuestra existencia. Diremos, con terminología kantiana: el sabor de muerte imposible es categoría de la vida humana.
Es un loco el que está satisfecho, o bien, miente al decirlo.
Pues ¿cómo puede ser eso? ¿Estar satisfecho? ¿Si está pasando, sucediéndose irremediablemente?
Hay, por instantes, un estado de conciencia con que apaciguamos esta angustia: «Lo que se sucede es este mi mundo, pero hay otros…». Pero no dura; no puede uno lograrlo, mientras sea hombre, porque las categorías del hombre son temporalidad, espacialidad y eternidad.
Además, el tiempo se siente evidentemente como tesoro invaluable que malgastamos siempre. El punto álgido de la agonía, cuando ya vamos a expirar, es eso: vivencia nítida y única de no haber aprovechado el tiempo para la Intimidad: «Lo malgasté» es la última, cruelísima vivencia.
¿Qué hiciste de tu tiempo? ¿De esa oportunidad única para concienzarte? Esas son las postrimerías del hombre: juicio, infierno y gloria.
El murciélago: cuidado con mentir.
Si uno pretende «elevarse», «profundizar» artificialmente, la obra pierde todo valor. Respeta tu vivencia tal como es y no abuses de ella.
Shakespeare era un maestro en eso. Serás siempre respetable, profundo y grande, si te das tal como eres. Para ti mismo no, pues lo que eres es natural, sencillo y fácil para ti mismo. Nada es difícil, «profundo» y «elevado», sino para el que no lo sabe, el que está bajo o en la superficie del asunto. Y como uno quiere admirarse a sí mismo… pues se disfraza y sólo consigue ser ridículo. Uno no puede admirarse a sí mismo; por eso se disfraza, porque así se hace objeto de propia contemplación. Gran escollo es éste en el arte, y así acaece en los pueblos de complejo colonial. Son los murciélagos.
Vive tu vida, cauto y atento, sin vergüenza de otros y sin pretensiones.
Hay algunos que se adornan y disfrazan en apariencia, pero que lo hacen vivamente, porque ese es su natural. Esos son grandes comediantes. La regla es: sé lo que eres en tu representación. El tímido, séalo, y el descarado, también. En cada uno hay un daimón. Los daimones son los que reparten y conducen la comedia humana. Sócrates tuvo gran intimidad con el suyo.
Pero a veces, muchas veces, todos los días, uno es poseído por daimones extraños, y entonces Cristo (la Intimidad) arroja los demonios, y los demonios mudos, aquéllos de que uno se avergüenza, son difíciles de arrojar. Sólo a la presencia de la Intimidad huyen. ¡Ay de tales posesos!
Concienzarse.
¿Quién es el que juzga? Es la conciencia de la vivencia total que tengamos de nuestra representación. Y como ésta es pasado y futuro… y lo que llamamos presente no es sino la conciencia que en cada instante tengamos de eso (de pasado y de futuro como presencia, muy variable, según la región habitada), es decir, presente o juicio es una presencia de lo que se está sucediendo, de la transformación de eso, en eso que va a nacer; y así, propiamente presente es conciencia de muerte y de nacimiento, de cadáver y de vivo, ni muerte ni nacimiento. Y el juicio no es sino la expresión de esa conciencia y, si tiene desnudez, debe estar impregnado de vida y de muerte; tener sabor de nacimiento y de fuga; alguien llamó a eso: «la sal de la duda», pero no es duda, sino lo perecedero de la existencia. Sólo en la Intimidad hay presencia infinita, eternidad. Nosotros somos existentes en la Eternidad.
Que tu afirmación tenga un sabor de negación, o no has alcanzado la desnudez.
Voy a repetir, porque es necesario. Pasado es el modo como nos representamos, y futuro, el modo como nos representaremos. Total: nuestra vida. Y el presente es la conciencia de ese sucederse, la presencia, pero es un presente que es pasado y futuro. Tal conciencia es lo que nos asemeja a Dios, pero éste es Presencia. Y concienzarse es el viaje a través de los infiernos y los cielos, que son muchísimos: son la representación o creación. Viaje desde la atomización en seres y sucesos hasta visiones de la Presencia, infinitas. Del Yo hasta el Nosotros, y mucho más.
Septiembre y lunes
Vivencia de la monedera.
¡Eureka! ¡Ya voy sabiendo o concienzándome! Ya entreveo, pues no se ve nunca la Presencia. El presente es eso siempre mínimo, por grande que nos parezca, del pasado y del futuro.
Y el progreso está en ir intuyendo la Presencia a través de la representación; presencia en mí (tercer modo de conocimiento de Spinoza, la intuición). Va desapareciendo el fenómeno y naciendo el conocimiento. En tanto morimos y renacemos en cuanto el presente aumenta, en cuanto cesa la atomización en «seres» y «sucesos». Los infiernos son el politeísmo de la conciencia, el presentismo.
Presentismo es aquel estado primitivo en que el instante, con su contenido, se endiosa, se vive como único, sin nexos con el sucederse. Es la atomización de la conciencia. Lo llamo politeísmo, en el sentido de que hay tantas presencias como instantes, y exclusivas.
Pero… no me deja pensar el que haya desaparecido mi monedera. ¿Qué se hizo? ¡Pequeña mi conciencia! Voy a ver si «veo» qué se hizo.
* * *
La monedera fue hallada por mi mujer entre el maderamen de la silla en que coloco los pantalones al acostarme. Como la sirvienta estuvo moviendo mi ropa esta mañana, en busca de los cigarrillos y fósforos…
Caigo en la cuenta de que mi conciencia era de que estaba allí, y allí la busqué, pero como se metió en un escondite de la silla… Mi conciencia era de que no había caído al suelo de la carretera, frente a la villa de Marulanda, cuando ayer la saqué para dar medio peso al ulceroso, pero allá fui en su busca. Mi conciencia me decía que no fueron mis nietos, sobrinos, ni la sirvienta, pero pensé en ello artificialmente. Mi conciencia sabía que estaba en la silla, caída entre el maderamen, pero mis facultades artificiosas, el filosofar abstracto que ha tenido la humanidad, el hombre de hoy, netamente conceptista, buscaba por sus medios de murciélago y no escuchaba la conciencia.
La pérdida de la monedera es el haberme quitado los pantalones ayer, para la siesta; es mi camarera que buscó mis cigarrillos en mi traje; es la forma de mi silla, y mis hábitos. Siendo yo así, así fue la monedera… La «causa», dicen que fue el coger los pantalones por la parte de las piernas, lo que hizo caer la monedera… No. Todo eso soy yo que me sucedo. La monedera es mi monedera, y el estar allí soy yo sucedido, y yo sucedido y todos los sucedidos hasta el infinito, somos uno solo: Dios y sus hijos.
Gandhi.
Gandhi tenía conciencia de nosotros. Había trascendido el yo y sabía que yo y nosotros es lo mismo, en un tramo de la escala de la conciencia. Por eso, cuando había una pequeñez en cualquiera, oraba, ayunaba y se purificaba él.
De cómo se puede hallar la embriaguez de la belleza en todo ser que haya tenido vivencias fuertes y netas, y cuál es el método para convivir con ellos. Y cómo eso es buena disciplina para el que renació.
Como todo es uno mismo, el hombre es microcosmos y sus raíces están en el mar, en las rocas, en toda la escala animal y vegetal; y en todo el proceso de la representación de la vida hubo vivencias grandes de cada etapa en individuos que fueron nudos poderosos.
Porque alguno fue el primero. Algún Gran Helecho (así como decimos hoy Gran Hombre), alguno en que urgía más la representación, luego de miles y miles de años de estar enterrado, padeciendo grandes presiones, corrientes de… expresó (todo se expresa, así como nosotros hablamos) el mismo juicio que Nietzsche, mutatis mutandi: «El carbón es un puente para el diamante». Dirían que era loco. ¡Pero apareció el diamante!
Dijeron (en el decir de allá), primero, que era un loco soñador; apenas aumentó la urgencia general, dijeron que era paradoja, y luego, que parecía verdad…, y nació el diamante.
Esto es geología. Y aquellas grandes amibas, con la urgencia, el presentimiento (en su idioma de su mundo) de que la amiba era puente para el multicelular, la superamiba. Y el pez que adivinó al lagarto, y el lagarto que halló en sí al ave. Esto se dice en tres palabras, pero ¡qué universos, con qué dolores, amores, presentimientos, desilusiones, etc.! Y cerca, cincuenta o cien mil años es cerca, el homínido que inventó en sí (entrevió en sí mismo) al hombre. ¿Por qué más admirable Teramenes, con la rueda? Más cerca sí, pero no superior a la gran amiba…
Así, para revivir, para convivir con los faraones, con los hebreos, cristianos, Renacimiento, revoluciones todas, es preciso despertar, mediante ejercicios, a eso que nosotros también fuimos y que forma nuestro substractum. Un caso concreto es revivir a Baudelaire hasta sus «Letanías de Satán». Poema que nos parecerá único en belleza, si bajamos al hoyo de la perversidad, y lo revivimos, pues esas letanías las compusimos y vivimos todos.
Estos ejercicios son preciosos para saber que somos microcosmos, y que todo, bien y mal, bello y feo, todos los valores y «seres» están condicionados y que nadie puede tener orgullo personal, personal valor. Lo único firme y que tiene valor es el conocimiento, que consiste en participación de la Realidad.
Definición más progresiva del yo y de la filosofía-sabiduría.
El yo es síntesis genética de nuestro pasado, que se percibe como presente, pero con urgencia de negarse, de seguir. Es, pues, una afirmación enferma de negación y ansiosa de afirmación de… afirmaciones imprecisas, múltiples. El Yo es un muerto vivo y moribundo.
De ahí que toda sistemática racionalista (construcción con abstracciones mentales) no tenga vida, sea inoperante. Toda filosofía-sabiduría tiene que ser descriptiva y dramática: el drama del sabio determinado en lugar, tiempo y modos. Por eso, La Buena Nueva, el Evangelio, es la vida de Jesucristo.
El concepto es el cadáver de la vida (del Yo). Por eso, cuando nos comunicamos, tartamudeamos, nos expresamos mímicamente, y luego quedamos profundamente tristes, a menos que en el o los interlocutores se haya encendido la llama vital del drama de cada uno de ellos, comulgando todos en la Intimidad, que era precisamente lo que bregábamos.
Al comunicarnos por escrito no se puede convivir con los lejanos y futuros lectores, que recibirán así sólo un signo muerto de lo que fuimos un instante en el infinito mar de la existencia.
Por eso, la filosofía o curso de la vida interior, curso dialéctico de la vida interior, tiene como instrumento principal la comunión, la convivencia; luego, en su orden, el diálogo y la conferencia, y, por último, las artes literarias, y, entre éstas, como la forma mejor, la dramática (tal como los diálogos platónicos).
La forma más baja e impropia es la exposición conceptual (Aristóteles y toda Europa, con escolásticos y demás). El uso de los métodos conceptuales en el ejercicio de la sabiduría produjo el agnosticismo respecto de lo verdaderamente real. Murió el sage y fue el reino del savant o experto.
Pero desde hace cincuenta años se oye protesta dolorida que dice: «¡La Vida! La razón es apenas un modo de proceder por conceptos abstractos. La vida no es racional, sino que la mente humana razona».
La sirvienta.
La sirvienta Lucía entró ahora con una joven buena moza, desdentada, y me dijo Berenguela que Lucía se iba a cuidar una hermana, durante un mes, y que ésa la reemplazaría. ¡Siento disgusto de que se vaya Lucía!
Tanto calumniarla y odiarla, y ahora veo que yo representaba en ella mi proceso. La amo. Ella me es necesaria para representarme y padecer el papel de «mujer mala» en mi drama. Me va a hacer tanta falta como «la mujer amada» o «buena». ¿Qué haré sin quien padezca ahora mi mal? Y así han sido los presidentes colombianos para mí: han padecido mi mal.
* * *
¡Qué diferente «suena» el nombre de alguien cuando ya murió! Cuando se va, también cambia.
* * *
(Aquí terminan los apuntes que se le cayeron y que yo me apropié in-de-bi-da-men-te. Todos somos ladrones. Cada uno roba lo que ama. Sigue el manojo de papeles en que había hecho algo como una construcción conceptual de lo expresado dramáticamente en las tres libretas).
Notas
1.—Cada existiendo (ser) tiene sus coordenadas. Son su determinación o situación espacial en la total situación o apariencia. Y tiene su alma, que es la idea de sus coordenadas en función dentro del total existiendo.
Los valores (todas las impresiones y conceptos abstractos) son relatividades nacidas del sucederse en coordenadas dentro del sucediendo infinito.
2.—En otros términos: coordenadas es una determinada forma o modo del existente. Todo lo que llamamos existente es determinado modo de la vida, determinado por infinito número de modos precedentes y por los infinitos coexistentes con él, junto con los cuales (pasados y presentes) se realiza el existir de modos futuros, condicionándose y determinándose mutuamente. En la realidad todos son uno solo. Por eso, el yo es muerto vivo y vivo moribundo y que no puede morir.
3.—Se concilian, pues, los conceptos de individualidad, solidaridad, universalidad.
4.—Supongámonos en el vagón de un tren que tiene treinta kilómetros de largo. Al lado, en rieles paralelos hay otro igual. Fijamos la vista en el tren vecino. A esto lo llamaremos nuestras coordenadas de visión.
Se mueven los dos trenes a 100 kilómetros. Padecemos la impresión visual de quietud. La mente abstrae y forma el concepto quietud.
Un espectador que esté en tierra tiene la impresión de movimiento y forma el concepto de movimiento. Él está en otras coordenadas.
Supongamos que los dos trenes se detienen. El que está en la superficie de la tierra padece la impresión de quietud y forma ese concepto.
Y supongamos que hay un espectador en algún lugar inmóvil en el espacio; como la tierra gira alrededor del sol, habría que detener la tierra para que padeciera nuestro hombre la impresión de quietud… y así hasta el infinito.
Conclusión: nuestros valores son los que nos da el sucedernos en nuestra situación en el universo o sucederse total.
* * *
Volvamos al vagón, a nuestras coordenadas de visión. Aumenta la velocidad de nuestro tren a 105 kilómetros y el otro queda a 100 por hora.
Tenemos, que como el otro tren tiene 30 kilómetros de longitud, se nos irá presentando y desapareciendo en seis horas. Como tiene 30 kilómetros de longitud y la diferencia de velocidad es de cinco kilómetros, vivirá, se sucederá en seis horas.
El otro tren en todas sus partes va conviviendo con nuestros ojos, se va sucediendo en nuestro ver, va estando presente y pasado y futuro durante seis horas. Va naciendo, transformándose, viviendo durante seis horas. Y a las seis horas se sucedió, murió. Y recordando la pregunta de González: «Cuando morimos, ¿desaparecemos como una vaca?», es fácil contestar: «Nos sucedimos como una vaca». Es lo mismo que preguntar: «Los trenes que se sucedieron, ¿superviven?».
Queda muy claro cómo nacen los conceptos de presente, pasado, futuro, tiempo, movimiento, quietud, nacer, morir.
¿Y cómo nace el concepto imaginario o pasional de eternidad?
Ponga los dos trenes a la misma velocidad y déjelos así siempre, durante nuestra vida. Tendremos un presente, un no sucederse…, y eso es lo que la gente entiende por eternidad. Pero la verdadera eternidad es la Presencia como esencia, o sea, Dios.
Dios no tiene coordenadas. Su categoría es la Presencia como esencia. La eternidad no puede entenderse por la duración.
Al Néant o Padre nuestro no lo conocerás mentalmente, por conceptos, científicamente, porque no es átomo, ni electrón, ni núcleo, ni cuanto de energía. La ciencia es para los campos de coordenadas. ¿Esperas hallar al Néant y verlo o comprobarlo en los cuantos de luz, en los fotones, en los cuantos de energía? Los físicos buscan y buscan en vano el campo de inercia para entender el movimiento y el campo unificado para explicarlo todo. ¡No! El Néant es Nada, o Presencia infinita, infinita posibilidad de mundos, creador de la nada. Es, pues, nuestro Padre, somos en Él. Creó todo… y no se le halla el cómo y el cuándo y el por qué, porque Él creó los cómos, los cuándos y los porqués. A Moisés le dijo: «Tendré misericordia del que tendré misericordia, y no tendré misericordia del que no tendré misericordia». ¿O es que quieres medir a Dios con tus coordenadas? ¿Quieres pedirle cuentas?
Y para mostrarle a González que el único modo de llegar al Padre es tomando con honradez absoluta su cruz y siguiendo al Hijo de Dios, «para que no viva yo en mí sino Cristo en mí», leerle las notas de El Retiro.
Notas de El Retiro
Todo el sucediéndose son mundos de coordenadas, infinito número de mundos y en todos ellos hay matices del bicéfalo placer-dolor, nacimiento y muerte, tiempo y espacio, bien y mal. Todos son mundos-caminos, más o menos altos y amplios.
La gran Regeneración o Nuevo nacimiento es cuando se nos revela la Presencia. Entonces «no vivo yo, sino que vive Cristo en mí», y Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida y él nos dará eternidad en el Padre.
No hay sino un camino al Néant o Vida Eterna: Cristo y la Cruz. La ciencia es conceptual. Si la ciencia conceptual fuera el camino al Padre, querría decir que el ciclotrón y demás van a destapar al Néant, que éste es objeto de telescopio o de microscopio y que los niños no van al Reino.
Adelante se verá que Dios es Dios vivo y que se llega a Él por este camino: ser verídico y hacer el viaje pasional, luego el mental y perseguir siempre la Intimidad.
Anoche deliré con pedazos de cebolla, pero lo raro era que constituían el modo de mi salud y felicidad. ¿Qué significado tendrá eso?
* * *
¿Por qué se interrumpiría el proceso ascendente de estos meses pasados?
* * *
Ahora me iré para Medellín. Debo coger el ritmo de mi vivir anterior. Hoy me puse a regar unas plantas y me dolieron los riñones. Soy muy viejo ya… El progredere se interrumpió, porque los ídolos rondan y quieren convertirse en Dios. ¡Nada! Ellos eran los pedazos de cebolla, que sólo sirven como Cruz, mi Cruz. A esta mujercita que me tienta la amaré como a un sucediéndose en mí, con amor como a mí mismo.
* * *
Pasan los años y todo es oportunidades de renacer despreciadas. Y cada una es única oportunidad que se nos ofrece para enamorarse y poseer al que nos da vida eterna. Cada pasión es una oportunidad. No hay que huir de las pasiones sino aprovecharlas: hacer los viajes pasional y mental.
* * *
Ahora, en esta mañana cristalina de tierra fría, seca y alta, me susurra el diablillo culicagado que esa figurita elástica, maliciosa, con la deleitable curiosidad de su inocencia ágil; que esta niña; que este dios debe ser mi Dios… «¡Abre la boca que me cago en ella!».
* * *
Toda pasión procede de pasado y futuro, y de un presente imaginario que creamos, o sea, tiene su origen en la limitación o ignorancia. Uno forma y ve imágenes de muerte, futuro y pasado en cuanto imagina, e imagina por ser creatura (limitada). No podemos no padecer o tener pasiones, pero debemos padecer y entender. «Toma tu cruz y sígueme».
Terminadas las coordenadas, cesa el imaginar, pero las coordenadas no cesan sino que se transforman. Somos inmortales. Pero si no se le ha revelado la Presencia a uno, las coordenadas son los elementos de su cuerpo descompuesto. Muchos infiernos. Porque en la Presencia está la idea de L. de O. y toda idea en Dios es eterna. Eternamente viviré en coordenadas de placer-dolor y semejantes, más o menos comprensivas, pero a la categoría de Beatitud no pasaré sino cuando la Presencia o Intimidad viva en mí. Eso es nacer de nuevo y ese es el Reino de Dios.
¿Y cómo se llega? Viviendo y padeciendo la cruz en pos del Hijo de Dios e Hijo del Hombre.
L. de O. será eternamente un sucediéndose en coordenadas, en infinito número de mundos… a menos que Cristo viva en L. de O. y entonces entrará a la Beatitud. El tiempo existe como mi cruz, y si Cristo se me revela, moriré a mi cruz, triunfaré de la muerte.
Algo por el estilo es lo que veo ahora, luego de hacer el viaje de esta tentación que tuve con esta chica tan graciosa y maliciosa que casi, casi se convierte en mi ídolo.
* * *
Me diréis: «¿Y cómo es eso? Si Cristo vive en mí, entonces no seré yo el que entra en el Reino, sino Cristo». No. El yo ahora es la idea de mi cuerpo o ser sucediéndose con el universo mundo. Cuando la Intimidad se me revela, el Yo (Lucas de Ochoa) ya no es la idea del sucediéndose sino la idea o vivencia de la Intimidad. Es mi yo, el L. de O. glorificado. ¿Quiero por ventura eternizar mi yo en algún tramo del sucederse mío? ¿De niño? ¿De mozo? ¿De viejo? ¡No y mil veces no! ¿Cómo, pues? Con la Presencia como mi posesión, conciencia de la Presencia; L. de O. consciente de la Presencia. No se trata del nirvana oriental.
Por supuesto, que todo esto es pedante, pues Dios no es objeto de conocimiento conceptual ni literario, sino de conocimiento vivo. Son aproximaciones profanas, tartamudeos de un sucediéndose tentado por una chica.
5.—Lo difícil, lo casi imposible, será hacerle vivir a González La Nada, y que viva que es nada por ser infinita realidad. Esto es lo que se llama sabiduría, que nada tiene que ver con la ciencia y sus leyes y conceptos. No se puede enseñar, porque sólo viviendo verídicamente se revela. Por eso, el fin del vivir es la sabiduría; la vida es el camino para la sabiduría. Por eso, los maestros no escriben, ni razonan, sino que inducen. Se llama Evangelio la vida del Maestro. Y por eso se repite tantas veces: el que tenga ojos para ver, vea.
Aquí está la incomprensión de muchos místicos orientales con eso del karma o ley de causalidad. El karma, la ley de causalidad es verdadera y funciona en todas las coordenadas. En el Néant, no.
Bregaré así con González:
Hacerle vivir que todos los infinitos mundos o sistemas de coordenadas son creación; todos son grados de tiempo (presente, pasado y futuro) en jerarquía infinita y que todo eso es en la Eternidad. Viene a ser como la Eternidad representada o Realidad manifestada. Una obra digna del Néant. Cuando unas coordenadas terminan, o mejor, cuando termina determinado modo existente, el mundo, su mundo se acaba. Podríamos decir que al morir Lucas de Ochoa, su mundo termina. Es claro, pues terminan sus coordenadas. No deberíamos decir: voy a morir, estoy muriendo, sino que el mundo se acabó o que se está acabando.
En esos mundos, en todos, rige la ley de causalidad, la cual no es sino la representación, así: mi estado de mañana es mi estado de hoy, es la consecuencia de mi vida de hoy. Eso es el karma. Pero en Dios, en la eternidad, nada de eso rige. El Néant no está sometido a leyes ni a representación.
Y mostrarle a González que somos síntesis de tiempo y eternidad, representación con Intimidad, y que así tenemos nexos filiales con el Néant. Que hay cosas de Eternidad en nosotros, no sometidas a karma ni a ley alguna.
Pero como éste es el más alto misterio que se pueda alcanzar (es el tercer cielo) y se trata de mostrar cómo algunos teósofos, casi todos los filósofos y todos los científicos se han quedado estancados en eso del karma, hacerle vivir a González el Libro de Job, que es lo más alto que ha producido el Espíritu, después de los Evangelios o vida del Hijo del Hombre.
El Libro de Job.
La posición de los amigos de Job es la que han tenido los gnósticos y que tienen los actuales teósofos: que la ley obliga al Néant (Dios); que el sufrimiento es consecuencia del pecado, y la felicidad, de las «buenas obras». La ley de causalidad. La posición (o enfoque del problema, como dicen hoy) por parte de Job es no aceptar que sufra por malo y un no aceptar que pueda sufrir un hombre puro. Es la misma de los amigos. Al final del drama aparece la Intimidad desnuda y su posición trasciende toda posición o enfoque: que el Néant no está sometido a nadie ni a nada, que no es contenido ni continente y que ellos (los contendores) son nada o ignorancia…
Job aceptó, vivió ser nada ante la Intimidad, y Dios indicó que esa era la actitud verdadera de la nada: reconocerse nada en la Intimidad, y que todo «bien y mal» nace de la ausencia de Presencia en la nada.
No creo que se pueda pasar de allí en los viajes o metafísica. Es lo más grandioso acerca de este misterio, después de la vida de Cristo.
Porque, ¿no padeció Cristo? ¿Y quién puede argüirle de pecado? Y cuando curó al ciego de nacimiento y le preguntaron los teósofos de entonces quién había pecado, si el ciego o sus padres, dijo: «Ni el ciego ni sus padres, sino que todo es para gloria de Dios».
Es verdadera la ley de causalidad; toda la ciencia es verdadera, pero en el mundo de la representación, en el mundo conceptual, en los mundos infinitos, en nuestro orgullo o ignorancia, llevamos esas leyes hasta la Eternidad y le abrimos libro de contabilidad al Padre con la columna del Debe y la del Haber. Hacemos del Creador una de las causas, la última causa, el último eslabón de la cadena de la necesidad: me debes, te debo, etc. ¡Pobres pelotas que somos!
* * *
Lo anterior no será entendido. Lo que se usa y se puede compartir en este mundo en que habitamos son las obras de imaginación y las ciencias naturales. Y está bien. El espíritu, ahora, y quizá siempre, está apenas manifestado. Y en nosotros lo está en esta insuperable arquitectura viva fisiológica, sometida a la ley de causalidad.
En obras humanas se puede comunicar apenas la sospecha de la Eternidad. Y esta es la escala de valor de las obras humanas:
a) Las figuraciones henchidas del misterio de lo que empuja o se revela.
b) Los existentes, ciertos existentes, hombres principalmente, en que se adivina lo subyugante del nuevo dios que en ellos brega por representarse.
c) Los poemas que expresan locuras y éxtasis causados por lo que urge por aparecer.
d) Las construcciones conceptuales de las ciencias. Pero son peligrosísimas si se les da trascendencia metafísica. Generalmente se ahoga en ellas la Vida.
Porque todo mundo es verdadero, supuestas las coordenadas.
Conclusiones
1ª.—Cada existente es un mundo real, y todos los mundos son uno solo, La Vida.
2ª.—Hay infinito número de mundos.
3ª.—Que siendo el hombre el existente último en la tierra, evolución de todos los precedentes, minerales, vegetales y animales, en resumen, es todo eso y puede viajar por infinito número de mundos inferiores.
4ª.—Y que siendo un tramo en la escala, así como el animal lo fue para el hombre, el mineral para el vegetal, etc., tiene en latencia infinito número de celícolas.
Cuando esta doctrina de los Viajes esté viva en el hombre, cuando ella sea su campo de coordenadas, tendremos en la tierra al Viajero.
Todo esto quiere decir que la Metafísica es posible, pero no como conocimiento conceptual, sino como Vida.
Kant acertó al negar a la razón el poder metafísico, pero no al negar su posibilidad como vivencia.
Pero quizá sospechó algo de esto cuando aceptó proposiciones metafísicas desde el punto de vista de la razón práctica. Quizá lo que quiso decir o sospechó fue que conocer racionalmente apenas es una forma de viajar.
No se trata, como dicen algunos, de que la vida sea irracional, sino que posee muchas formas y modos y que lo esencial en ella es vivirla. Lo que no es vivo no vale un comino. Todo lo vivo es verdad. Lo racional es verdad, si estuviese vivo.
Exige siempre que tu dios sea vivo.
— o o o —
Tercera parte
Explicación necesaria
La descomposición del Yo.
Yo, Fernando González, curador y editor de las obras de Lucas de Ochoa, por creerlo necesario, para evitar un fracaso editorial, doy la siguiente explicación de ciertos pasajes a la enemiga, «insultos» y «palabras feas» que en abundancia contiene esta tercera parte.
Como se trata de la crisis fisiológica, pasional y mental durante una reconciliación de opuestos (bien y mal, etc.) nacidos en el ambiente pasional en que se vivió, necesita explicaciones.
En estas dos libretas robadas, precisamente se encuentran anotados los cuantos de la crisis, hasta llegar a una «muerte» o liberación de las coordenadas en que se vivía.
De esta crisis, como se verá en parte final del libro, resulta una muy alta reconciliación y beatitud.
En esos apuntes, veremos funcionar la dialéctica vital con los materiales propios de esta república de Colombia, pues ella fue el lugar físico y pasional del drama. Cada inteligencia elabora con los materiales que le afectan en su lugar de habitación. Estos son, por así decirlo, la leña para el horno.
En el caso presente, los materiales son el gato, los gatos vecinos, el dueño del café, el campesino Blandón, de Salgar, el expresidente Ospina Pérez y su mujer, el Rojas Pinilla y la sirvienta Lucía, que unas veces es «la mujer buena» y otras «la mujer mala».
Un cualquiera dirá: «¿Y qué puede resultar de semejantes materiales?». ¡Pero, chico, si los materiales son estímulo apenas! Lo real, lo valioso está en la elaboración y en lo elaborado, que es la reconciliación de «feo», «bello», «bueno», «malo».
No olviden que Lucas de Ochoa es vascongado. Ninguno de su familia, radicada en Suramérica desde 1768, ha sido «patriota». Los vascos, como los judíos, son gente separada por… Jehová. No sirven para eso de «patrias».
Ahora sí se entiende el sermón que me ha repetido con frecuencia:
«Nadie es ofendido personalmente por mis anotaciones, ni el gato, ni Lucía, ni Ospina Pérez. Porque no es a ellos a quienes insulto, sino al concepto pasional mío, nacido de mi convivencia con ellos.
La gente cree por aquí que odio, cuando me oyen insultarme a mí mismo en los prójimos. Lo insultado es el concepto, la limitación conceptual nacida en mí, al representarme en ellos y ellos en mí: y mi intimidad ama a los prójimos, el gato y Ospina Pérez. Son realmente mi representación.
A los ignorantes les parecerá que son paradojas. Es porque el habitante en unas coordenadas no puede entender lo que sucede en otras menos cerriles.
Resumen: a las criaturas no las odio, pues sé que son yo y las amo como a mí mismo».
— o o o —
Capítulo i
En su busca. Tentativa de soborno. «Tenía que estar solo, solo». Viaje a El Retiro. Descripción. Francisco, el mayordomo. La felicidad en dos marranos dormidos.
Mientras estuve sacando en limpio (nótese bien esta frase hecha «sacando en limpio», que inconscientemente usé, para lo que verá después el lector). Mientras, digo, no dejé la brega por reconciliarme con Lucas de Ochoa, pues a medida que adelantaba en el trabajo veía más claramente que se necesitaban todos los cuadernos; que, sin ellos, quedaría como un viaje a Manizales en que no se describiera sino la subida de La Frisolera, para llegar a Salamina.
Es cierto que eso da el sentimiento del camino, pero si aparece bien descrito, le nace a uno la urgencia de buscar los otros cuadernos, desde la partida. Pero no hallaba por parte alguna al Lucas. Apenas terminé, fui acercándome diariamente por los lados de la casa vieja, para atisbar, y aprovechaba también para ver si salía la muchacha del sacerdote joven, que conté enantes. Por momentos hasta llego a creer que mi vocación verdadera son las muchachas que tienen la sinergia bien llamativa, por ahí de los 14 a los 17 años.
Una tarde lluviosa vi salir a Lucía y que entraba a la tienda de Sinforoso, a comprar cosas de comer. Disimuladamente me hice el encontradizo y la saludé y conversé. Por fin, le dije que si me traía un cuadernito de esos en que apuntaba el señor, le daría un buen regalo.
—¡Ah, pero vea! ¿Cree que yo lo vendo? ¿Que yo vendo al señor?
—¡Puta remilgada!
Por fin me decidí y llamé a la puerta. La señora Berenguela salió y me dijo que él se había ido para El Retiro, muy enfermo; que siempre que estaba decaído, se iba para allá, solo, y se quedaba varias semanas en la finquita que allí tenía el hijo casado, para sus vacaciones.
A mi pregunta de si podría ir a visitarlo, me respondió muy intranquila que no, que cuando él se iba para allá, tenía que estar solo, solo; que él mismo preparaba sus comidas en una cocina de petróleo, barría, arreglaba su cama y no permitía que nadie le ayudara o lo acompañase; que cuando estuvo con esa manía de san Ignacio de Loyola, se quedó allá solo, durante cuatro meses, y que se enojó con ella porque fue a buscarlo, preocupada ya. «¡No vaya! Espere a que regrese, pues de allá suele venir muy tratable…».
No me aguanté, y una mañana de sol, tibia y seca, fui en su busca. El camino es una carretera hermosa que se trepa a la cima de Las Palmas, yendo de travesía desde Medellín; luego va recorriendo la meseta gruesa y ondulada, por entre sietecueros y amarraboyos florecidos, villas envidiables de gente rica, silencio, paz, aire fresco que llega al fondo de los pulmones; y coge un suave descenso hasta Los Salados, y se mete por último en la carretera del valle de El Retiro, que, si hubiere paraíso en la tierra, ése es. Por lo proporcionado al hombre del risueño valle, por el agua cristalina del riachuelo, por los verdes titilantes de sus yerbas, arbustos y árboles; por los colores como más radiantes de las flores; por lo proporcionadas al ojo, al pie y al espíritu de sus colinas…, en fin, entendí por qué este hombre tenía este refugio.
Todo esto se encuentra a unos 1.940 metros de altura; 16 grados de temperatura, aire seco. Es lo más semejante (pero mejor) que hay en el mundo a los rincones que tienen las provincias vascongadas. Cuando por allá hay primavera, y siempre en El Retiro, ver aquello y ver esto es como ver dos hermanas hermosas, pero la una mejor, porque siempre tiene juventud, y por allá hay invierno. Es tierra bendita, aurífera, y su vallejuelo es aluvión que fue muy trabajado. Pinos, eucaliptos, maizales, en valle y laderas, y, alto, la bellísima vegetación de tierra fría antioqueña. Criadero de buenas gentes y de vacas blancas y ágiles. El lecho de sus aguas es de trozos blancos de cuarzo, que es la casa del oro. Por eso, el nombre antiguo era El Guarzo.
El poblado es limpio, tiene casonas de patios muy florecidos, ventanas amplias, zaguanes anchos, maderas finísimas y, dentro, señoras viejas, arrugadas, las viejas de las antiguas familias mineras, que no quisieron irse con sus hermanos ricos para Medellín. Poseían esclavos negros tratados como hijos. Aún celebran «la fiesta de los negritos», y estos vienen desde Remedios y Zaragoza, a donde se fueron sus abuelos al agotarse el venero aurífero.
La finca y casa de los Ochoas está al principiar la pendiente occidental que enmarca el valle, a unos 400 metros del río. Casita moderna de ventanales de vidriera por donde entra la luna libremente.
Fue edificada por quien sabía que no hay noche para el que tapa el cielo infinito, infinitamente poblado. Una novillona de poderosas nalgas, en la mangada de yaraguá; un gallinero, huerta, pinos, eucaliptos y plantas de jardín que bordean la casa.
¡Paz! Esta es la palabra.
No encontré a nadie… La casa, abierta de par en par, pero sola; no hay ladrones. Las gallinas blancas en su corral, cacareando; la novillona se me acercó a buscarme juego, pero muy forzuda, peligrosa. A nadie veía. Un salón amplio, un corredor corto a que dan las puertas de cocina y tres alcobas; al fondo, excusado y ducha; al frente, corredor ancho, y atrás, una poceta y un cuartico de rebrujo.
Por fin, abajo y en la vertiente del mamelón en que está la casa, entre un maizal, ñangotado, vi a un hombre que estaba desyerbando. Fui en su busca. Olor a maizal desyerbado y sentimiento de maternidad terrestre. El hombre no levantó la cabeza sino apenas me tuvo a su lado. Un poco apartado estaba un niño de unos 8 años revolviendo la tierra con su azadón pequeño. Hombre de facciones finas, seco, serio y simpático. A mi pregunta por don Lucas, contestó:
—No… Él se fue… Desde ayer a mediodía se fue.
—¿Por qué se fue? ¿Enfermo?
Miróme un momento, pensativo, rascándose la cabeza…
—Es que yo soy el médico que lo asiste… Vine a verlo, enviado por el hijo.
—¡Ah! ¡No…! Ya se lo dije al doctor Álvaro… que él, enfermo no está. Basta verlo caminar de noche por ahí en los montes y por esos barrancos. Él lo que tiene es de aquí (y puso el dedo, moviéndolo, contra la sien derecha). Es lo que dice don Pacho, que de pronto va y le pasa algo…
Viendo que nada adelantaría ya con él, me ingenié para llevarlo a la casa. Dije que sería muy bueno tomar un trago de aguardiente en esa mañana fresca, y, al fin, se envió al niño, Obdulio, al pueblo, donde don Pacho, por un cuarto de aguardiente.
—Vaya pronto, Obdulio, a la tienda de don Pacho, y vuelva a la carrera y no zangolotee mucho la botellita.
Ido el niño, pude intimar un poco con Francisco, preguntándole por los lugares bellísimos que veíamos desde el corredor, de quién eran, si los vendían. Vuelto el niño, bebido el aguardiente y luego de despachar a Obdulio al gallinero, pude sacarle algo, así:
—Don Lucas siempre está enfermo, no mucho, pero…
—¡No! Al doctor Álvaro se lo voy a decir… Desde que mataron a Ricardito… Desde que Callejas mató a Ricardito, a mí no me gustan estas cosas así…
—¿Quién era Ricardito?
—Ricardito era el hombre más bueno de El Retiro. Como 30 personas vivíamos de él. Un hombre muy fuerte. De un manotazo tumbaba un toro. Yo lo acompañaba siempre, porque bebía mucho, y ese día por la mañana lo saqué hasta La Fe. Llevaba como 500 mil pesos para comprar el automóvil… Era muy rico; dueño de Los Salados… Esa semana había vendido 500 cargas de sal y se las pagaron en La Fe… Allí lo dejé yo. En la cantina, cerca a Los Salados, estaba Callejas, bebiendo, y se quedó con él, y Callejas lo llevó a su casa… Lo cierto es que ya tarde, casi noche, el mayordomo de Callejas vino a avisar a la alcaldía que allá estaba tirado en el comedor, herido, Ricardito… Que oyó un disparo, fue, y eso vio no más… No encontraron sino a Ricardito muerto… ¡y ni un centavo!
—Bueno, pero a don Lucas ¿qué le puede suceder?
—¿Qué le puede pasar? Es que él lo que tiene es que está mal de aquí (y señalaba la cabeza…). Mire, yo duermo por allá, detrás de la cocina, y cierro con llave, porque toda la noche lo oigo pasearse por este salón y por el corredor… Que se pasee no tiene nada…, pero es que se la pasa conversando como si aquí hubiera gente… Oiga: una noche, antenoche más precisamente, le puse cuidado, y oí que dijo varias veces, como bravo: «¿Por qué se fueron…? ¿Por qué no vienen?». Y al rato dijo: «¡Yo me voy!». Sentí que abrió la puerta y salió… Me fui asomando con maña y vi que no estaba por ninguna parte… y al amanecer se apareció como muy contento… Vea, si no fuera porque este muchachito me acompaña…
—Pero ¿come bien?
—¡Qué va a saber uno, si él mismo cocina y no deja que nadie le ayude!
—Y ¿qué come?
—Papas, yerbas, raíces… Hasta kikuyo coge de la manga de don Pacho…
—Pero ¿qué le puede suceder por eso?
—¿Qué…? ¿Ve usted aquella casita, allá en la carretera, al frente de la gruta de la Virgen, allá en donde están los eucaliptos más altos, cerca del pueblo? Pues una mañana se fue caminando por la carretera, muy ágil, porque él, enfermo no está, por más que digan. Y de pronto se paró allá, a mirar. Desde aquí lo divisaba yo…; un cuarto de hora, media hora, una hora, y él parado allí, en el cerco, sin moverse…; pues oiga, a las dos horas se vino, y llegó muy contento, como borracho, y ese día me conversó de seguido. ¿Y sabe qué era? Que allá dizque había visto a la alegría…; que dos marranos dormidos, vientre contra vientre; que el marrano más flaco tenía las patas delanteras abrazando la cabeza del otro, y las traseras abrazando las nalgas y el vientre del otro… y que de rato en rato movía las patas un poco, y se veía la alegría terrenal… ¡Y oiga, dizque la santidad de la tierra! María Ángeles, la señora que es la dueña de los marranos, lo estuvo atisbando por un postigo de la casa y me contó que hacía caras y hablaba solo… Y va y al día siguiente le dio un cólico a uno de los animales y se murió. Aquí todos dicen que es brujo. Así lo llaman, y don Pacho sostiene que ojeó a los animales. Esta novillona se dispuso ayer, y él me mandó donde don Pacho para que alquilara el toro Holstein…, pero don Pacho me dijo que no dejaba traer el toro, que ni riesgos…; que llevara la novillona yo.
No pude sacarle más datos a Francisco. Tiene 15 hijos, entre ellos trillizos. Obdulio es el menor.
— o o o —
Capítulo ii
Indagaciones. Don Román Uribe. El colmillo de Petronila. Testamento. El viático. El robo de dos libretas.
Vine más decidido que nunca a dedicarme a este hombre, como detective, aplicando todo el arte. Logré averiguar que tenía un primo hermano que no salía de su viejísima casa y que se llama Román Uribe. Parece que fueron hermanos de crianza, porque la mamá de Lucas murió al parirlo y lo crió la hermana del padre; por eso, con frecuencia se refería a «mi mamita» y a «la tía Petronila», que «había tenido prisionero a un diablo en una jofaina con agua, durante seis meses».
También le oí decirme, al referirse a su soledad, que él era ya «como el colmillo de la tía Petronila, un colmillo muy largo, para caer, solo en la boca vieja, sin que nada le sirviera de conato y cuña». Apenas entonces comencé a darme cuenta de que el tipo era mejor de lo que pensaba yo y que sus monólogos procedían de una fuente viva. Resolví familiarizarme con la casa oscura y misteriosa donde habitan Román y la vieja Petronila, y buscar también unos Ochoas que viven en Medellín y que son sus parientes lejanos. Averiguar todo. Pero ocurrió un incidente casual que postergó mis planes, y fue que una tarde en que pasaba por la notaría, alcancé a ver allá al viejo Lucas, escribiendo con el notario. Al día siguiente, muy de mañana, me apersoné en la notaría y le solté al notario la frase que había pensado en la noche:
—Don Lucas que me pidió el lunes que lo acompañara para servir de testigo en un instrumento público.
—¡Ah! Desde ayer se firmó la cubierta del testamento cerrado; yo me levanté por aquí los cinco testigos. Ya todo está hecho.
¿Testamento cerrado? ¿Estará mal? Y ¿cómo hacer para tener todo esto? Al llegar a la plaza vi que salía el sacerdote joven con el viático. ¡El viático! ¡Qué hermoso esto! Viático, camino, lo necesario para el camino…, y tuve seguridad de que se trataba de Lucas y me fui aprisa para allá.
Efectivamente, entré, porque todo estaba abierto, y allí, recostado a la barandilla de la cama estrecha, demacrado, el maestro… Doña Berenguela, Lucía y la muchacha del sacerdote joven estaban postradas de rodillas en el piso de la habitación; yo me arrodillé en la puerta.
Lucas tenía cerrados los ojos, y así, mirando su mundo y mirando su Cristo en él, recibió la hostia. No pude observar ni tener devoción, porque una furia me poseía: robar libretas. Era el momento único; la casa, las otras habitaciones donde estaban los libros se hallaban vacías. Me levanté, me dirigí a la biblioteca y le eché mano a lo primero que vi, dos cuadernitos azules que estaban sobre un diccionario de la Academia Española.
La biografía propiamente tiene que quedar para después. Ahora voy a copiar estos dos cuadernitos fielmente, sin cambiar una coma. Es porque al verlo allá, recogido en sí mismo, comulgando, conviviendo con Cristo en cuerpo y espíritu, comprendo clarísimamente que lo traicioné. Por eso dije antes que pusieran atención a la frase que había usado de «sacar en limpio» en vez de «copiar»; fue que yo pretendí embellecer las libretas anteriores, suprimí muchas intimidades; dejé sólo las flores, y una flor separada de la mata y de la tierra no vale nada. Ahora es cuando lo comprendo y comprendo eso que me decía de «usted es un publicista». Una flor cortada de la planta no vale sino para las putas. ¡Eso es! Estas libretas sí las copiaré al pie de la letra, y, si el maestro viviere, le devolveré sus libretas, le llevaré el libro y que haga con él lo que quiera.
Tengo un remordimiento que me está matando. ¡Adelante, pues!
— o o o —
Capítulo iii
Las dos libretas robadas. Principio y Fundamento. Aura sensual. El gato, la sirvienta, el infierno. El fuego eterno. La muchacha de Bilbao. Invocación a las presencias desde el infierno. Es viaje penitencial al infierno. Pingofrío. Principios de una agonía. Ideal de hoy, provisional, de sabiduría. En plena agonía. Agonizando con Mariano Ospina. Crisis escatológica. Filosofía conceptual. Mi hijo y Kafka. Verdades de Kafka. Mías, leyendo a Kafka.
Principio y Fundamento.
¡Pero cuidado con el dualismo! Y con el monismo, ¡ídem! No tendrás vida sino en cuanto re-co-noz-cas la Intimidad en lo tuyo, y has de saber que al reconocerla conoces todo en ella.
Conocerla a ella no se alcanza nunca. Pero participas de eternidad, vives sub specie æternitatis.
Tal es el Principio y Fundamento.
23 de septiembre
Aura sensual. El gato. La sirvienta. El infierno.
Vivencia neta: que hay aquí una obscuridad sensual que se palpa; es como un nubarrón denso, casi como sólido y sin luz; el gato Manuelito vive ahí con vergüenza, con la suciedad de su sexo, y esta sirvienta Lucía, peor.
(Como ven, aquí aparece la Lucía como «la mujer mala», y en las otras, anteriores, se refiere a su idea de la casa y dice que «la ama», que en ella era él el que se representaba dialécticamente, etc. Y dejo eso de «era él el que» porque estas cosas están por encima del «embellecimiento», que es lo que se usa para y por las putas).
Yo toco, vivo eso que es casi tangible, audible, gustable. El olfato se rellena de esa ola inmunda; el patio y la cocina, ídem. Y no puedo equivocarme, como sostiene Berenguela, pues los ojos, los miembros y el aura de estos dos seres están aquí… Sobre todo, cierta dureza, una torcedura infernal de los miembros todos de sus cuerpos. Las manos de esta sirvienta son duras; cogen casi como si fueran pies o ventosas, sin gracia… Y no son responsables, soy yo el responsable. No los odio, sino que tengo angustia. El gato vive cogiéndose el sexo. El gato se masturba.
No sabía que esto sucediera. Y es casi constantemente, desde hace ocho días: se dobla sobre sí mismo, contra el bajo vientre, estirando feamente las patas traseras, y con las delanteras maniobra, al mismo tiempo que se lame.
Y su aura es de temor, de pecado, de vergüenza. ¡Idiotas, los que han dicho que la conciencia de pecado la inventó el cristianismo! Está en el mineral, en todo. Hay minerales con vergüenza. ¿Será el hombre el prostituto y que prostituyó a toda la naturaleza? Pablo dice que la naturaleza toda espera ansiosa la redención. ¿Serán estos que vienen de visita, que lo cargan y lo acarician?
En todo caso, hoy habito un infierno pegajoso.
Y ayer le hice incisiones a las verrugas blandas y deformes, como hongos o cortinajes de otros mundos, que tiene la ternera paturra en las tetas, y en las incisiones sangrantes le puse arsénico. ¡Demonios que no mueren sino quemados! Cauterio inteligente es el arsénico.
El gato, la sirvienta, las verrugas, el cáncer… ¿En qué infierno estoy habitando?
El fuego eterno.
Vino mi prima Petronila a verme, siempre con sus yerbas para mi arterioesclerosis, y con su colmillo solitario como yo. ¡Tan igual a mí en todo! Esa convivencia con las yerbas es muy antigua, de por allá del Mediterráneo.
Y anoche invoqué a los súperos para que vinieran. Ellos habitan en nosotros, pues el cielo está en nosotros, lo mismo que el infierno.
Se puede trasladar uno de aquí para allá, y los dioses somos nosotros, pero somos diferentes a ellos; los diablos, ídem. Todo es uno mismo, pero en los instantes, uno vive como «individuo» y los dioses y demonios son «otros».
¡Bueno! Veo que en mí voy percibiendo la Intimidad. Voy siendo consciente de ser manifestación. ¿Esta vida será para eso? Dicen en un librito que «el hombre nace para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y verle y gozarle en la otra».
Los hindúes sostienen lo mismo. La diferencia está en la respuesta a lo siguiente: si en esta vida no conocemos, amamos, ni servimos a Dios nada o poco (y siempre es poco), ¿qué sigue? Los cristianos responden que el infierno, con un eterno rey del mal. A lo sumo, en tiempos de san Agustín, admitieron el purgatorio transitorio. Con esto del infierno eterno, caen en el dualismo, al menos desde la caída de Luzbel y compañía. Es dualismo puro: el bien y el mal; los opuestos y ambos sustanciales: maniqueísmo.
Los hindúes admiten vidas sucesivas, indefinido número de regiones, con sus respectivos regímenes, y todos de purificación para el Nirvana o comunión con el Ser, el Néant.
Cristo no expuso muy expresamente esta cuestión, al menos en los Evangelios, pero parece hindú, pues dijo a los discípulos que iba a preparar la morada para ellos, y también dijo que ya Elías había vuelto (refiriéndose a Juan el Bautista). Los grandes doctores hablan de «muchas moradas».
Creo que hindúes y cristianos están de acuerdo en la esencia, pues los grandes maestros cristianos admiten muchos estados o cielos entre los beatos; lo que pasa, creo, es que el vulgo cristiano tomó como punto para medir valores a esta tierra y a esta vida humana, y lo que siente por debajo lo llama infierno, y cielo o cielos a lo otro. El secreto del fuego eterno es este: que si uno personifica su nada y la enfrenta a la Intimidad, ése es el pecado contra el Espíritu Santo y lo coge la dialéctica de la nada, el serrucho de la causalidad, y ¿cómo volver a la Intimidad? ¡Imposible para el hombre, pero todo es posible para la Intimidad!
Es cierto que Cristo habló del «fuego que nunca se acaba», pero también es cierto que «nunca» se refiere a este tiempo, que es categoría de la vida humana. También le dijo a Pedro, cuando le dio las llaves: «Y si quiero que éste (san Juan) quede así hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?». El problema es bello y alto. Dijo el arcángel Miguel, a Luzbel, cuando disputaban sobre el cadáver de Moisés: «Repréndate el Señor, yo no puedo maldecirte, porque también eres creatura». Es decir, en Luzbel hay Intimidad. Puede ser en abismo insondable, en nada grandísima, pero hay Intimidad. «Nunca», en «ningún tiempo»…, pero, ¿si el tiempo es categoría de este universo en que habitamos ahora? ¿Quién conoce los secretos de la Intimidad? Pero nada sé, en definitiva, de este misterio del fuego eterno. Ninguna vivencia, titubeos…
* * *
No hablará mi lengua ni escribirá mi mano sino para examinar y buscar la Intimidad en mis vivencias. Gran respeto a los demás en las suyas, y ayudarles a entenderlas. Todo el amor y esmero que ponga ahí será poco. Ningún respeto, ni siquiera atención, a lo mentiroso.
Recuerdo ahora con gran remordimiento a aquella muchacha vasca que fue a buscarme al anochecer, enamorada del dios que le habló por mí cuando fue con su compañera «a ver si vendrían a Colombia».
Ese día encontró al dios que hay en mí. Y cuando fue en busca del cielo entrevisto, encontró la cobarde fealdad suramericana y europea: el dios se había ido, y mi cuerpo era instrumento del diablo más bizco y feo de todos.
¡Llegó tan bella! Y yo, cobarde, apresurado, miedoso, la llevé por calles extramuros a Algorta, a recorrer avenidas y callejuelas frías; ¡y qué desprecio revelaba su cuerpo, y qué desilusión y desencanto sus ojos y sus ademanes! Se sentía que no veía el momento de separarse de mí, y se fue apresurada, y nunca más pude saber de ella.
Debe vivir la agonía de su experiencia: que no hay dioses. ¡Ay! Esta es una de mis vivencias más aterradoras: hundí en tristeza y escándalo a una buscadora de Dios, a una «¡que bregaba por conocerle de vista!». ¡Cuánta alegría tengo que derramar por el mundo, para sentirme en paz! ¡El «fuego eterno»!
Desde hace diez noches viene esta muchacha a visitarme aquí, en mis noches insomnes; no la había recordado en cinco años ni una sola vez. ¿Qué le sucederá? Por eso se me presentó hoy el misterio del «fuego eterno». «Al que escandalizare a uno de estos pequeños que quieren conocerme de vista, más le valiera una rueda de molino al cuello y que lo arrojaran al mar». ¿Qué le sucederá? ¿En qué nubarrón psíquico se halla, y es consciente de que a él la condujo su gran desilusión de la belleza y del amor que tuvo con «ese Ochoa»? Voy a orar, a comunicarme con ellos, con los poderosos celícolas, que vengan en su socorro y en el mío. Porque ella puede aparecer nuevamente en el instante de las vivencias fulgurantes y quemantes como los rayos, en la agonía última.
¡Ven, Zaqueo, ayúdanos! ¡Vuelve a esa niña su fe en la plenitud del amor! ¡Que ella me vea ahora, y me oiga, y que yo coja su mano y la haga vivir esto que vivo hoy!
¡Qué hermosa, sincera, natural, juvenil! Enfermera recién graduada, quería venir a Colombia, «estaba haciendo diligencias para conocerlo de vista» como Zaqueo. ¡Desde aquí te llamo! ¡Ven y hallarás en mí al dios que buscabas! ¡Cómo es de irremediable el tiempo! Lo mejor que me iba a suceder en Bilbao, fue lo peor. El día en que fue a mí por primera vez, yo supe que yo era hermoso, alto, «le dieu», y ella lo supo. Cuando volvió sola, confiada, yo supe que yo era un cagajón, cobarde, sucio, feo, tartamudo, bruto, y ella lo supo. Y ambos teníamos vergüenza y miedo. ¿Qué es esto, que yo tenía vergüenza y miedo? No pude proponerle, ni decirle, ni hacerle nada malo, pero yo era un costal de pensamientos bajos que la envolvían, y de pensamientos de actos que le quemaron sus alas nacientes y la asustaron. ¿Dónde estás ahora? Oraré y conviviré contigo hasta que muera.
* * *
¡Cuántos males he hecho y propagado! ¡A cuántos seres que querían volar conmigo les hice serpear; cuántas elaciones apagué! ¡Ay!
* * *
¡No vienen mis amigos! ¿No tendré amigos? ¿Será tan dégoûtante mi representación que no pueden venir los que ayudan? ¡Pero si ellos buscan a los que desean conocerlo de vista! Y mientras más bajos, más les ayudan. «Venga a nosotros tu reino». ¡Ven, Ramiro, hijo y señor, que te necesito!
* * *
Las visitas que me hace ahora la muchacha enfermera de Bilbao y lo que juntos convivimos me hacen vivir la solidaridad de todos. En todos es nuestra representación, y la de ellos en nosotros; aparecimos aquí como para aprender juntos y «salvarnos» juntos de la ignorancia. Por eso, hoy sé muy bien lo siguiente que antes eran frases vacías:
Nadie puede pasar de esta región o experiencia humana, sin que todos estemos listos para ello; al morir quedamos detenidos, en espera, u obrando (¿cómo?), hasta que todos pasemos juntos. También: que el asesino y el asesinado forman un solo ser mental y pasional; que ambos y todos los hombres se condicionan y producen eso, para padecerlo y llegar a la Intimidad; que el juez también es el asesino, y el asesinado (asesinato), y la sentencia y la pena.
No hay nadie, ni en el pasado, ni hoy, ni en el futuro, que no sea todos los delitos y todas las santidades. Que Jesucristo sí arrojaba demonios; su presencia consumía la nada. Eso de los posesos, lo entiendo hoy como si lo viera; más, pues lo vivo.
* * *
Otra cosa: que cuando vamos por nuestra representación, atentos a la Intimidad, todo lo anterior nos duele, es «feo», o «malo», así como el que asciende desde un valle estrecho y oscuro, al ver las laderas, los horizontes, las luces y sombras, y el colorido, sabe que estuvo en lugar «feo», y «malo», pero sólo entonces se da cuenta de ello. Por eso, los santos se quejan de su pasado. Fuera de que «saben» que los compañeros de su representación padecen por haber convivido con ellos en las oscuras mazmorras.
* * *
¡Bendíganme los señores que moran en la luz y vengan a darme la mano para caminar mi camino que veo lleno de angustias y peligros!
* * *
Esto es el Viaje y el diario del viaje, y si no vienen los amigos, no sabré caminar, iré a gatas, sangrante y, sobre todo, con eso que hasta nombrarlo es repugnante: angustia, pesadilla, miedo, pánico.
* * *
Hoy anhelo que vengan mis nietecitos para darles mi mano de ahora, mirarlos con mis ojos de ahora, y bendecirlos en el nombre de… eso que es meta y que convierte esta vida en camino. Nadie lo ha visto…
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27 de septiembre
En estos días de sordo dolor en todos mis órganos, no he sido sino miedo de la muerte, única y necesaria solución al problema de nacer. Por tres momentos sentí que no había en mí sino eso, y le dije a mi hijo: «¡Mira, chico, en qué enredo nos metieron al nacer! ¡Morir! Digan lo que dijeren, uno vive para morir, uno vive muriendo con una mezcla de placer y de angustia y, al final, va quedando sólo ésta».
* * *
Refiriéndose a Filippo Lippi, el monje sensual desenfrenado, decía Cosme el viejo: «Les hommes doués d’un semblable génie sont des émanations célestes, et non des ânes que l’on attelle».
¡Somos dioses cagados, muy respetables y despreciables, Cosme!
* * *
Silvestre de Médicis.
Cosme de Médicis (il Vecchio).
Pedro el Gotoso.
Laurente (Lorenzo). El Magnífico.
Cosme murió en 1464, de 75 años, y no reconcilió al asno y al genio.
* * *
Leyendo la historia del Studio de Florencia, veo claramente que la Universidad no puede ser dependencia del Estado político, sino flor, studio, o academia de las vocaciones: que debe ser completamente autónoma, por encima de todos y de todo, sostenida por los que la aman y forman. Puede tener relaciones con iglesias y estados. La Universidad es la Iglesia del Dios Vivo, o es un burdel.
Para aliviar algo este mal que tengo debajo del pulmón derecho, entre él, el hígado, ciego y riñón, envío allí todo lo que contiene la palabra salud. Mi amigo Rincón me hizo examen y confirmó mi diagnóstico: arterioesclerosis muy avanzada, que produce dolores en esos órganos, durante la posición horizontal; éxtasis sanguíneo.
Andrea del Castagno.
El Único, en el sentido de que veía con «los otros ojos», los que casi nadie sabe usar, y pintaba. En este arte de la pintura es el único que miraba y veía con «los otros ojos». Veía en los seres las pasiones y conflictos (los daimones), de modo tan evidente, que adquirió fama de monstruo envidioso desde que pintó a Judas, y le inventaron la historia de que por envidia asesinó a otro pintor, y que para ello le simuló amor fraterno. Y esto era tan evidente, que Vasari lo narra como sucedido, en Le Vite. ¡Cómo siento cercano y grande a este Andrea del Castagno! Porque resulta que esa leyenda es verdad. Andrea lo sabía.
¿Cómo puede uno pintar a Judas, así, vivo, si uno no es Judas? ¿De dónde lo ha? Obsérvese que todas sus obras maestras son de daimones de las cavernas. ¡Y esta «mierda» de Ospina Pérez soy yo! El autor oculto del genocidio en Colombia.
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28 de septiembre
Anoche anhelé de seguido en aprovechar mi tiempo en obra de arte. Urgencia de comunicarme. Si uno no se comunica, siente como si no existiera.
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El tiempo es el sucederse (representarse de uno en el mundo). Por eso, el valor del tiempo lo da la representación de la persona. Así me explico ahora mi angustia o urgencia por representarme. Las representaciones todas se entrelazan, condicionan, se influyen y determinan, y son una sola (vida del mundo). ¿Cómo vivir aquí, en orgullo estéril y estéril deleite y angustia, buscando mi beatitud, si todos somos hermanos, todo lo existente es la epifanía?
* * *
Dios está en nosotros. No en mí, sino en nosotros. Pero no lo busques sino en tu representación (tú te representas en los otros y ellos en ti). Es vivencia permanente y en sucederse. Con eso nos basta y sobra. ¿Por qué buscas un dios que esté fuera? Ese no sería Dios, sino un personaje. ¡Ay de quien busque a Dios fuera de su presencia! Dios es pre-sen-cia…, uno, único, y epifanía infinita de su presencia. Y por ser Dios en ti es por lo que vas en fuga aparente, y digo aparente, porque tu conciencia es de pasado y de futuro y progresiva. En esa conciencia está tu divinidad en posibilidad.
El fin de este vivir es triunfar de la muerte. Y no busques «otra vida». La Vida es única. Otra vida es creación de tu apariencia. Vive netamente lo que eres. Paladea, gusta, padece, digiere tu representación de cada momento y estarás en la Intimidad. Que tu religión sea: amor y asombro en tu vivencia de cada instante. Eso es tu «otra vida»… No hay más Dios ni más vida que lo que tenga de pasado y de futuro tu vivencia de ya. ¿Y en la tumba? ¿En el hoyo? Ahí, Dios es presencia también.
* * *
Así pues, resumiendo hoy el camino recorrido desde el día en que, desesperado, les pedí a mi hijo Ramiro y a Zaqueo una idea madre, algo vivo que me sacara del hoyo en que me había enterrado desde El maestro de escuela y desde aquella niña (un ángel) que encontré en el lago Como… vino un súpero en la forma de conciencia del sucederse. Ese fue el instante en que nací de nuevo… Tuve luego la sospecha de la Intimidad; luego la visión del Camino y presentimiento de que voy resolviendo o trascendiendo eso de vida-muerte-pasado-presente-futuro, y tengo la verdadera religión: adorar la Intimidad en mi representación, sinceramente, sin otra finalidad; rendirme a la verdad viva y entregarme a quien sé que está en mí y yo en Él.
Comienzo de una agonía.
En este momento, luego de conversar mucho con mi primo Román, que acabó llamándome pingofrío, siento repugnancia por estas libretas mías. Me digo dentro de mí: que esto es muy remilgado; que no es así la vida; que ésta es comer, digerir, trabajar, dormir, enamorar y morir; ¿que dónde veo algo que no sea eso? Que ahí están ahora las mujeres contando cuentos de otras, crónicas maldicientes; los parientes, oyendo por radio las carreras de caballos del 5 y 6, y los niños, comiendo frutas, peleando, gritando, jugando… ¿Que dónde veo ahí un «sendero», «súperos», futuros, pasados, presentes, vivencias y demás monsergas…? Estoy derrotado, sin ánimo, avergonzado… «¿Seré un señoritingo, una torre de marfil, un pingofrío, un cagatintas?».
* * *
Pues… es porque Román, por ser Uribe, tiene unas vivencias de cespedón y me las arroja como peñascos… Los Uribes son muy brutos, y él se representa en mí, y yo en él, y en el engendro del encuentro los cromosomas de Román, que son prevalentes, le dan el tono a la representación. Él es monosilábico con todos, menos conmigo; a mí me arroja todas sus vivencias.
Ojo: padecer a Román con gran cautela, pero lo necesito mucho para que me quite la vanagloria de ser «pingofrío».
* * *
Dijeron que Benicio anda con la muchacha hija de mayoritario, dizque enamorado ya. Y sentí náuseas. Le sucede su representación. Vivo claramente este sucederse que es su destino en que se consumirá en dolor, y, por ser su representación, lo ve como su felicidad, siendo su infierno en que se quema. Estar enamorado es sencillamente querer representar aquello a que uno tuvo que venir, con gran deseo (necesidad).
Comenté así:
«Yo ya no podría hacer eso; ya lo hice…». Entonces fue cuando Román me llamó pingofrío.
* * *
Vinieron los nietos y me pareció leer en sus almas. Cada uno su drama, muy determinado, no en cuanto a las escenas sino en cuanto a la especie.
Y por la noche, con el intestino seco y presión arterial altísima, me sentí nada, nada, y se transformó la vivencia que había tenido de que todo esto es monserga de filosofante, bizantinismo pretencioso, en la muy clara (y que es la misma, pero más digerida) de que uno es nada, vanidad destinada a estallar en nada y que es ridículo creer que se Le conoce a Él… Me recogí como un ovillo, un gusano (en esta imagen aparece la vanidad de la humildad humana, que se compara con un gusano, es decir, se cree superior al gusano…), y clamé por que me dejaran en un rinconcito Suyo, etc.… ¡Vanidad, todo vanidad! Y ahora veo claramente que eso de ver a Benicio padeciendo su representación que es ahora, y verles a mis nietos su representación que vinieron a padecer, es la misma vivencia de «monserga de filosofante», y «sentirme nada» y «pedir un rinconcito», y, en el fondo, en el oscuro fondo de esta humildad, un orgullo idiota, un creerse mucho más que el gusano y que Benicio; más que la lombriz y el tricocéfalo, y todo eso, hombre, lombriz, tricocéfalo, se descompondrá y desaparecerá. ¿No será más el helminto que el hombre en sus representaciones?
Un hombre no es capaz de las cosas de que es capaz un helminto, ¡y con qué «inteligencia»! Y el helminto no iguala al hombre, por ejemplo, para sentirse un dios cagado.
Esta persona mía, éste que se hizo un ovillo y dizque «se humilló» al pensar: «Soy menos que un gusano», es vanidad y perecerá como las yerbas del campo. Todo lo creado perece. No busques inmortalidad para ti, pues entonces tendrías la inmortalidad de los mocos.
* * *
«¡Ama a Dios!». ¿Qué significa eso? ¿Acaso un personaje que está afuera, allá, y que me atisba? Eso no puede significar sino que aceptes y vivas tu verdad, que te aceptes íntegramente, con la negación que conlleva tu afirmación, como lleva germen destructor todo fruto. Que vivas así: incierto, con auges afirmativos y podredumbres llenas de auroras. Sé humilde aceptante, aun de tu vanidad. Aceptarse y representarse (confesarse) es estar en Dios y amar a Dios.
Mi ideal hoy de sabiduría.
1.—Saber que soy nada… y que soy voluntad de Dios, sin saber bien qué sea voluntad de Dios.
2.—Saber que Dios no existe. No es objeto, ni ser, como los que existen. Pero es más vivo, más vivencia, que todo lo que existe.
Es, pues, la Intimidad, que nadie ignora y a quien nadie ha visto. Moisés no pudo verle «el rostro»; le vio «las espaldas». En tus vivencias, búscalo: ellas son sus «espaldas».
3.—Saber que vivo. (Se me representan mi «ser» y el mundo a cada instante en diversa forma de gusto, aspecto, seguridad y duda).
4.—Religión es aceptar las vivencias, sin mentir ni huir, a menos que la vivencia sea de huida. (Este es mi culto religioso y mi primer deber moral).
5.—Los valores son vivencias, afirmaciones implícitas en las vivencias. No pueden ser primeros principios morales, sino durante la vivencia a que son anejos.
6.—Orar es confesar paladinamente eso, y la forma más trascendente o sagrada que conozco es el Padrenuestro. Pero la mejor es que cada animalejo exprese su vivencia (se confiese en adoración a la Intimidad). Pero toda oración contiene implícitamente el Padrenuestro.
7.—Dios es indeterminable, e inimaginable, pero lo vivimos, que es mucho más que eso que llaman conocer. El supremo conocimiento es el juicio de identidad. Dios y la Nada. La nada no es, sino que existe. Nosotros somos nada con Intimidad. El Infierno existe en la Nada. Uno puede escoger entre Nada e Intimidad.
8.—Dios no es cognoscible, porque no es objeto, pero es en nosotros, lo vivimos, que es más que conocer. Nosotros somos por Dios. Nos creó de la Nada. Somos, pues, Nada con Intimidad. Una cosa que decimos que conocemos es algo que aislamos en concepto, es decir, en algo determinado.
9.—De suerte que al negar que conozcamos a Dios y afirmar que vivimos en Él y por Él, decimos la verdad, y ¿quién cambia la llama abrasadora de la verdad por la «certidumbre» y frialdad del «conocimiento»?
Vivir la verdad es, pues, el verdadero conocimiento, y este sentir la vida es el criterio de la verdad. La verdad no se ilumina con otra cosa. La verdad es la vida.
Vida y Verdad son los mejores nombres para el Señor. Son los que usó Cristo, junto con el de Padre. «Dios y yo». «Yo soy el Dios Vivo». «No tengo nombre». «Nadie conoce ni puede ver mi rostro, que viva». Moisés le vio las «espaldas». Trascribir la narración bíblica de esa experiencia mosaica.
En plena agonía.
Acaban de irse mis primas Petronila y Felisa. ¡Muy viejas! Petronila, Martina, Felisa… Yo soy, después de ellas, el más viejo de los Ochoas.
Conversamos de cómo murieron y de qué todos los parientes. Hice que Felisa me narrara, con su gran viveza y su pathos insuperable, todas las agonías, y que me dijera las edades y me describiera a los descendientes: hay abogados, médicos, ingenieros, que no conozco.
Hasta que sentí la boca llena de agonías, y las narices rellenas de cadaverina, y el alma ebria de compasión, porque indudablemente tengo el vicio de la agonía.
Cuando se iban, no pude contenerme, y les dije: «Hemos hablado mucho de muertos…; les eché a perder el día». Pero, en el fondo, yo sé que vine para la agonía.
Ya se marcharon. Tengo angustia por los Ochoas que han nacido, pero nada por los que murieron. ¿A qué vendrían estos nuevos? Cada vez que me hablaba del hijo de fulana, o de aquella prima, etc., me preguntaba a mí mismo: «¿A qué vendría ése? ¿A digerir qué? ¿A qué representación?». Y casi veía esas vidas, el sentido de esas vidas nuevas, y, hecho curioso, me parecía saber cómo iba a agonizar cada uno.
* * *
30 de septiembre
Agonizando con un expresidente.
Encontré en el bar de Jorge González a Blandón, de Salgar, y Jorge me preguntó si había escuchado el discurso del presidente Lleras. Dije que muy bueno el discurso. Que dejaran venir al Rojas Pinilla, que no fue sino ejecutor e instrumento del expresidente Ospina Pérez… Que en todas partes hay gobernantes malos, pero que ese Ospina fue la encarnación de diabólica avaricia y diabólicos complejos. Su presidencia fue como si hubieran soltado un infierno de diablos sucios por campos y ciudades.
Gocé mucho con Blandón, de ruana, carriel y ojos luminosos. Dizque recorre el suroeste antioqueño y que hay por allá muchos «calvarios».
—¿Qué es eso?
—Pues que Ospina y sus gentes ponían retenes en los cruces de los caminos, y al que no traía «papeleo» lo tiraban por los precipicios. Blandón dizque bajó a varios y allí vio las calaveras, «regadas como un pedrero».
* * *
Por la carretera me vine viviendo al expresidente Ospina Pérez. Me aislé, suprimí todo movimiento interior, y vi, toqué, gusté el complejo suyo: un nubarrón densísimo, casi sólido, con orlas negras como la noche, pero que, por contraste con la negrura espiritual del centro, parecen orlas de algo de luz sucia. Es la avaricia, una demoníaca e insaciable avaricia…
En el fondo del nubarrón vi a Judas: una envidia infinita del bien ajeno, tristeza de que Dios… sea. Tanta oscuridad, que a ésta se la vive como sustancia. Ese nubarrón encarnó en esas tres presidencias. ¡Ospina! ¡Se organizó y desató el genocidio en Colombia!
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Vivencia.—Repugnancia por lo anterior: está escrito en la pasión y el dolor. Yo soy un complejo diferente, pero tan, o más repugnante. Ambos somos complejos negrísimos del sucederse; ambos padecemos. ¿Quién, creado, no es una concreción? Cristo no era concreción; no se le puede argüir de pecado: siempre fue la voluntad del Padre. Fue concreción de amor, para enseñarnos a digerir eso que los demás somos. «Pecado» es una perturbación de la Intimidad. En todo caso, eso acerca de «los pájaros ospinistas» me repugna ya, porque soy mil alimañas inmundas. Lo dejo ahí, sin tacharlo, porque fue una vivencia, pero ahora me repugna. ¿Cómo personificar la nada? ¿Soy algo para insultar a la nada?
Mis juicios son la baba que dejan esos animalitos que caminan por las hojas de los naranjos: suciedad que se juzga; es como los negros esclavos que, cuando riñen, se insultan llamándose negros. Así, le estoy arrojando a Ospina la mierda de este mierdero en que estamos hundidos.
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Leí ahora algo sobre perdón de los pecados en Annie Besant, la teósofa inglesa y presidente que fue de la Sociedad Teosófica a la muerte de la Blavatsky (Helena Petrovna). ¿Está bien? No. Lo del karma o causalidad (aunque este término es desagradable e incomprensivo) está bien. Pero es que el asunto es muy complejo, y la vivencia, con su intimidad, va hacia adelante, y… ante una gran realidad luminosa (un dieu, une grande présence) puede haber un épanouissement repentino. La Besant no vive el perdón de los pecados, porque está aferrada a la letra de lo hindú. Milagrosa es la vivencia que no se tiene normalmente. Por la convivencia con un dios, puede resultar un milagro, y, si es comunión con la Intimidad, hay el perdón de los pecados. Se perdona generalmente poco a poco, padeciendo la nada resultante del pecado, voluntariamente, y a veces de una vez (y alguien, muy alto, cree que en los últimos instantes de todo hombre hay ese milagro).
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Respecto de ritos, oraciones, etc., tampoco entiendo bien a la Besant; tiene mucho de hindú y de neoplatonismo místico. Los sonidos, solos son muertos; es eso parecido a la Intimidad, el espíritu, la música y luz espirituales que los informan y de que emanan lo que llega a los dioses y a Él.
Crisis escatológica.
Eso de «mierda» y «mierdero», vivido como desprecio y repugnancia, como orgullo de que no soy «mierda», es una falta de conocimiento, lo mismo que el crear «culpables». La verdad es esta: que «la mierda», como son los desechos del organismo humano, lo que no es propio para nutrirnos, sino que es tóxico o inasimilable, nos repugna, hiede, y huimos de ella. El desprecio, la vergüenza, el que no pueda ser nombrada en la buena sociedad, su vulgaridad, etc., no es sino la misma falta de afinidad y la misma oposición química que hay entre ella y nuestro organismo, expresado en términos morales, psíquico-morales. Por eso, lo más «hediondo», «feo», «grosero» y, en fin, tabú, para nosotros, es nuestro propio excremento. Lo siguen, casi con iguales valores negativos, los del gato y demás animales carnívoros. Quizá el gato es el que está más vecino. El excremento de los rumiantes tiene valores estéticos: boñiga no es palabra «fea»; no hiede; se coge con las manos fácilmente y se usa para untar las tapias de las habitaciones. Y mi odio al Ospina, es lo mismo en su raíz: el complejo que él representa no tiene afinidad conmigo.
Toda esa literatura de ayer es, pues, pura literatura suramericana, española, latina, sajona, de pastores protestantes, de jesuitas, de señoritos y señoritas, y de «comunistas» también. Estos dicen: «Los cochinos imperialistas capitalistas». Hoy mi vivencia es más real: la vida es la vida, totalidad única, y el filósofo no califica. Felisa, mi parienta, califica mucho. Dijo: «Lo mejor es una arepa untada de mantequilla, y con café con crema, al desayuno, pero que la arepa sea de esas delgadas, saladas, amarillas y con una tajada de quesito prensada entre sus dos mitades untas y bisuntas de mantequilla de Las Palmas». Yo soy igual, muy igual a mi prima Felisa, sobre todo cuando pienso en el expresidente Ospina.
Y como este es el reino escatológico, como estoy viviendo la caverna o infierno de la mierda, voy a asustar a los «señoritos» y «señoritas», a los «puros, puros, puros». Quiero libertarme. ¡La cara que pondrán las «señoras» que vienen de visita y que ponen las piernas así, la una apretada contra la otra!
Oigan, pues: mierda. Coman mierda. Me cago en la leche, me cago en la mar salada. ¡Me cago en tu padre…! ¡Y no más, por Dios, querido expresidente Ospina Pérez, el hijo lindo de don Tulio, tan culto, tan decente, tan comulgador con fotógrafo! ¡Hijos de puta, malparidos! ¡Y adiós! ¡Ya está! Ya satisfice esta necesidad de no ser el pingofrío que me estaba volviendo con esos «valores morales».
La señora doña Berta.
A doña Berta, mujer del Ospina, le preguntaron por qué no respondió a un congresista que insultaba a su marido, y dijo: «A una verdulera no se le contesta». ¡No ven! ¡Desprecia a las verduleras! ¿Por qué no se les responde? Las «verduleras» son «la mierda» de ella. ¿Qué hace una verdulera? Se ocupa en la industria de las legumbres. Y ¿eso es «feo», es «despreciable»? ¿«Noble» es manejarle el enredo al Ospina? Todos los animales somos medidores, unos gusanillos que se recogen sobre sí mismos y miden, se arrastran midiendo.
El físico Francisco, alópata.
Fui donde el médico Francisco. Hablamos de cebolla, ajo y puerro. Díjome: «¿Por qué algunos sienten loca repugnancia por la cebolla? Este hermano mayor mío (y señalaba para la casa de allá lejos, en donde habita el hermano callejero y atisbador) se enloquece cuando siente que le han echado cebolla a la comida».
—Puede ser cuestión de química; falta de afinidad… y «los liberales», que son «los malos» para ti, es por eso mismo. El expresidente Ospina es mi cebolla. Unas repulsiones se manifiestan con náuseas, urticarias; otras, con juicios de valor o morales. Así como dicen los derechistas: «Hay que matarlos», otros se expresan con eso de «yo no respondo a una verdulera».
La filosofía conceptual, racionalista.
Como veis, nada de «conceptos» ni construcciones conceptuales. Toda explicación mata aquello que pretende explicar, porque lo fragmenta. Objetivar su vida y la vida del mundo es deformarla, y entonces vive uno en la nada de los opuestos, endiosada la Nada, así: bello, feo, bueno, malo.
Se trata de que todo es uno y de que la razón forma conceptos abstractos y nos tapa la Intimidad. La razón o inteligencia razonante es atomizadora de lo que carece de átomos. El anterior ramillete escatológico se lo arrojé a la Nada, que es el Diablo.
Mi hijo y Kafka.
Mi hijo anda leyendo a Kafka (El proceso, los cuentos, Carta a mi padre y los fragmentos). El Proceso es la vida. Cada uno vive su proceso, y no sabe cuál es su delito, pero lo vive y sospecha. Y Leni, la secretaria del juez, se enamora de todos los procesados y se acuesta con ellos, y el sacerdote de la Catedral hace parte del proceso.
Pero nadie ha visto nunca a la Corte Suprema, ni sabido por qué… lo ejecutan. Pero vive su ejecución y hasta ama al verdugo, y el verdugo padece también la ejecución. El médico forense le dijo a K., refiriéndose a Leni: «No se preocupe por ella; ella ama a todos los procesados que vienen a ver al juez de instrucción».
Verdades de Kafka.
Cuando uno se entera de su proceso, generalmente cuando está ocupado en otra cosa «muy importante», el Banco se esfuma, el gerente aparece como un curial del proceso, y los porteros también, y pierde uno hasta el empleo en el Banco.
Que Leni se acuesta y ama a los procesados, por compasión para que no se angustien tanto. Y que a uno lo ejecutan como a un perro, y que parece que el verdugo fuera uno mismo. ¡Como a un perro…!
Verdades mías leyendo a Kafka.
Lo más angustioso son aquellos innumerables (todos) que apenas por instantes (la muerte de un hijo, por ejemplo) medio entrevén que son procesados y que su proceso va mal. Pero realmente todos, hasta el que se cree más alerta, apenas por instantes (que son eternidades, pues se trata de la Intimidad) nos sentimos en el proceso.
Hay algunos locos que viven al dedillo su proceso y se llaman los cristianos. Pero no hay cristianos sino unos dos o tres. Es la locura de la Cruz (Pablo de Tarso). ¡Oh, Cristo, dame tu locura! ¡Enamórame Tú! Estos son los que cambian a Leni por la Intimidad. ¡Oye, Leni…! ¡Gracias! ¡Eres buena…! ¡Pero vete! ¡Déjame ver la intimidad, que está crucificada en mi proceso! Yo me voy a acostar con ella.
* * *
Noviembre: Anoche, ayer y anoche sí que padecí eso que se llama inseguridad, y que es seguridad de que eso está muy lejos de mí, a infinitos años de luz.
Felisa contóme el otro día de cuando mi padre cumplió sesenta años, y que le decía a mi Mamita que él ya estaba acabado y muy triste… ¡Y yo tengo 64! ¡Cómo reviví a mi padre anoche!
La inseguridad es como cuando uno no tiene centro de gravedad, que todo es abismal. Ponga usted el centro de gravedad y todo se coordina.
Por eso es por lo que casi todos retroceden a la Nada, cuando entran en esto en que estoy: se pierde toda seguridad; parpadean luces en la oscuridad por instantes. Cuando niño, soñaba que estaba cayendo, pero para ninguna parte, en un infierno vacío.
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(Aquí terminan los dos cuadernitos robados. Como pude ver, se trata de los muy próximos a uno de esos ataques de descomposición del yo que padecía antes de llegar a una reconciliación).
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Cuarta parte
(Reconciliación y verdades)
En ocho horas copié lo anterior. Salí para donde el enfermo. Apunté el número de la libreta última, porque él las numera, y se trataba de la 535. Al copiar eso, entendí que iba decidido a robar nuevamente, siendo así que yo iba a confesarle el robo. ¡No puede uno confiar en sí mismo!
La casa estaba abierta. Cuando iba acercándome, salieron don Román, misiá Petronila y Felisa. ¡Eran ellos! ¡El aire de esa familia! En el corredor del patio estaban doña Berenguela, la muchacha que vi con el sacerdote joven en el atrio y Lucía. ¿Qué hacía allí esa joven hermosa?
—Que tenía momentos descansados y crisis; que el doctor Rincón decía que eran espasmos circulatorios; que en ese momento estaba «tranquilo», y me entraron.
Ahí mismo me confesé; que me había apoderado de esos dos cuadernos, y los coloqué sobre la mesita blanca.
—Sí, ya lo sabía. Todos somos ladrones, pero unos confiesan y otros no. Ahora lo aprecio a usted de verdad. Le dejaré todos mis apuntes. ¡Siéntese usted!
—Y ¿cómo sigue, Maestro?
—Anoche, muy mal: un dolor sordo, entristecedor en todo el árbol circulatorio, en forma de cruz: en el lado izquierdo del pecho, el centro; luego, hacia los hombros y brazos, y descendía a vientre y piernas… No agudo, sino sordo… y ausencia completa de seguridad. Tengo miedo, miedo sordo que va en aumento en mis noches.
«Pienso, luego soy». ¿Es un juicio? Despachurremos los vocablos tan solemnes. ¿Qué expresó Descartes en pienso, en luego y en soy? Él estaba bregando por dudar de todo. Pienso es, pues: estoy bregando por dudar de que yo sea algo, de que exista este cuarto, estas cosas… Luego, es lo mismo que igual, es lo mismo que «traduzco aquello por esto», y soy es lo mismo que estoy dudando, y Yo es conciencia, es lo mismo que…
Dijo en resumen: dudo, estoy dudando y lo sé: soy una duda sucediéndose y siendo consciente. Existo y soy consciente de que existo. El yo es un sucederse que se sabe tal.
¡Pero, qué miedo el que tengo a ratos, González!
Soy un sucederse que sospecha o presiente que va a terminar, y que grita llamando a la Intimidad y no la halla… «Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?».
Como somos sucederse consciente, cuando va acabando ya, la Intimidad se entrevé apenas en el sucederse; pues si éste va acabando más y más, y ya… ya… ya va a terminar, no se entrevé la Intimidad… casi nada… menos… ¡nada! «Y Cristo dio una gran voz y expiró».
* * *
—¡Tal es la vida del hombre en la tierra, González!
Estos días sólo un súpero me ha consolado: ¡Esperanza! Que Él me resucite así como resucitó… Pero, ¿cómo, si soy nada?
Por esta caverna fría y pegajosa en que habita el animalón inmundo, unto y bisunto de miedo pánico, y que se llama Nada, me estoy arrastrando solo, solo, abandonado más que niño parido en alcantarilla, y sale de mí en las noches una palabra que cada vez suena menos y que por instantes veo que va a apagarse: Esperanza…
La arterioesclerosis, González, es proceso lento. La mía va muy adelante en eso de mala irrigación sanguínea de órganos digestivos, pulmones, piel y mucosa, periostio, músculos… En posición horizontal (noches infernales) duele en forma de cruz, y el yo está ahí crucificado…
Aorta, aorta ascendente, cayendo de la aorta, aorta descendente… Por eso, en posición de acostado es como una cruz y en ella clavada la angustia… Mil veces me oigo exclamar: «¡Papacito…!». Es la niñez desamparada del viejo esclerótico que voló con alas de murciélago cegato…
¡Y váyase ya, González! ¡Llévese todo! ¡Todo es suyo…! Ya le expresé lo que tenía que expresar, y ya no me importa eso tampoco… ¡Váyase, váyase…! ¡Coja esto! Esto es lo que usted busca. (Y me entregó dos cuadernitos que tenía en la mesita).
Entonces comenzó «el monólogo loco», como dice doña Berenguela, pero que es realmente el monólogo escatológico que se apodera del hombre en el último período de la descomposición del Yo. Es la sima de las simas de la Nada, donde no hay «valores», y ante la conciencia de la nada de los valores, se les insulta crapulosamente, sádicamente… En fin, es el Cocito…, que precede a la Reconciliación.
Aquí se puso a decir nombres de cosas que llaman «inmundas», «palabras feas», dirigidas al abismo…
Fue entrando casi invisible la señora Berenguela; sentóse a su lado, en el lecho; puso una mano sobre la cabeza del furioso y se quedó ahí con los ojos cerrados, quieta. «Hijito…», murmuraba de vez en cuando. Se fue apaciguando, cerró los ojos también, y yo me retiré discretamente, con los cuadernos.
¡Era el viaje…! Un fisiólogo, un psico-fisiólogo, un cualquiera diría (y yo ya lo dije) que se trataba de ataque escatológico en un maniático místico, etc. Pero realmente era el viaje al Cocito, lugar de las tres furias, de Luzbel y de Judas. Durante los «momentos graves» se viaja con rapidez más que fulgurante, y los privilegiados llegan hasta el Cocito…, porque no se puede resucitar sin haber ido allá… «Deshacer los pasos». ¿Queréis pruebas? ¡Siempre pruebas de que dos y dos son cuatro! Ahí tenéis, por ejemplo, a un esquizofrénico… El doctor Stalk le pone inyección de insulina… y lo anonada, está muerto…, pero antes de que llegue al mineral, principia a darle poco a poco glucosa. Observad cómo viaja de vuelta al hombre…: pretende agarrar con cuatro manos los barrotes de la cama: es el homínido cuadrumano… Antes volaba, se arrastraba, hasta que aparece el hombre que sonríe… La ida fue fulgurante, hasta el mineral, pero la vuelta puede hacerse al relenti… Pues bien, en ese viaje se pasa también por el coleóptero, para el que «lo bello» y «lo bueno» son los excrementos, y en ellos hace cunas bellísimas y pone amorosamente a sus hijos; los excrementos le sirven de metro para los «valores»… «Los señoritos» y «señoritas» de la filosofía conceptual no podrán aceptar que durante nuestro viaje o representación hubo época en que las «mierdas» fueron lo «bueno» y «lo bello» y que entonces hubo Miguelángeles que trabajaron sus obras maestras con mierda, así como el otro, con mármoles: y que en su lenguaje de entonces, que pudo ser temblor de élitros, esos artistas supremos expresaron el mismo concepto de Buonarroti, así:
No hay idea que una mierda sola no circunscriba con su sobrante.
Ahora sí entenderéis lo que expresaba el maestro Lucas en su monólogo de la absoluta nada: «Yo soy aquel cuyo vivir consistió en ser falo parásito de vulva (algunos insectos); yo soy el que comía mierda; soy el antropófago, el estuprador, el asesino, el mentiroso… ¿Con que “puro, puro”? ¡Yo soy también ese pingofrío hideputa!».
Sencillamente Lucas de Ochoa, en su agonizar, pasaba por la vastísima región de Epicteto:
Nihil a me alienum puto.
Región o imperio por donde hay que pasar lentamente, en milenios, si se quiere llegar al Reino de Dios. Hay que reconocerla palmo a palmo y confesarse, reconocerse como siendo la región misma. El Reino de Dios y los infiernos están dentro de nosotros.
Eso es «verdadera confesión», sin la cual no se puede recibir al Hijo de Dios.
Cuando salía de la casa, llegó el sacerdote joven con el viático, en automóvil. Arrodilléme y vi pasar al Señor Jesucristo, al sacerdote joven y a la muchacha. ¿Qué misterio será el de esta muchacha tan hermosa? ¡Siempre por donde Él va a pasar…!
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Primera libreta regalada
Dedicada a: Gonzalo Arango
Viaje por el cuerpo y por otros lugares. Félix Ángel Vallejo y Gonzalo Arango. Nadaísmo. Refacción fisiológica. Dioses muertos y Dios vivo. En país altísimo. El miedo. La confesión. El estilo.
Viaje por el cuerpo y por varios lugares.
Vivencia hoy: separarme de mi cuerpo fisiológico y cuidarlo. No existe la enfermedad sino por «la ignorancia»…
He viajado mucho por un mundo sereno, de donde uno retorna descansado y sano… ¿Dónde estuve? En El Retiro. ¡Pero qué vuelo de ángel!
¡Y qué bien se ve! Y no hay temor, ninguna pasión. Estuve en las provincias vascongadas, en Castilla y León; en la carretera a Madrid; en esta ciudad, en Salónica, en casa de mi amigo el sefardita Israel López de Ochoa. ¡Su colección de piedras vivas, humanizadas, y de libros sagrados! Luego, hice el viaje por mis pulmones, hígado, intestinos y arterias. ¡Oh, Tú, nombre inefable, Presencia! Soy lo que tengo de tu anchísima presencia, de la realidad inagotable que hay en Ti partout y que, ay, no viví durante mis años mozos…
Félix Ángel Vallejo y Gonzalo Arango.
Félix Ángel me leyó un cuento de Gonzalo Arango: «Yo recojo mi cadáver», y su manifiesto del Nadaísmo. En mis viajes, pido ahora a los súperos, a Zaqueo, que venga donde Gonzalo, que ya está casi desnudo, el primer desnudado en esta pobrísima tierra colombiana, y que se confesó en su manifiesto y dice:
«¡Veintiséis años y no he nacido! ¡Esta es mi última oportunidad!».
Está en el pozo oscuro que precede al anonadamiento. En el punto de la infinita posibilidad doble: o de nada o de presencia.
Llamé a Zaqueo y vendrá.
Uno de pequeña estatura, muy rico, publicano, «hacía diligencias para conocerlo de vista» y, como fuera de pequeña estatura y había mucha gente, corrió y se subió a un cabrahígo del borde del camino por donde habría de pasar; al llegar allí, Jesús alzó sus ojos y lo llamó diciéndole: «Zaqueo, ven, porque conviene que esta noche me hospede en tu casa».
¡Ven donde Gonzalo!, que hace tiempo está haciendo diligencias para conocerte de vista, y está encaramado en su desnudez, gritando: «¡Nada! ¡Esta es mi última oportunidad!».
Nada. Nadaísmo.
Lo malo del idioma español es que en éste, como en muchos otros casos, es pobre, debido a lo imaginero de la mente meridional. Los franceses, y los idiomas que conozco, tienen dos vocablos… Los franceses: rien, que significa carencia de cosas, y néant, que es el no ser cosa, ninguna cosa, nada objetivo para la imaginación; lo que está en el todo y en cada parte, pero que no es la parte ni el todo, es decir, Presencia, Intimidad. Lo inefable, porque no es cosa.
Por eso, dicen casi todos que no existe Dios, y entonces, lo niegan… Y dicen verdad, que Dios no existe, pues no es cosa, pero como la gente es imaginativa… ¡Qué curioso! Y no hay nadie que no viva a Dios. Pues bien: todo eso lo traducen al español por nada. Un idioma que diga nada a lo que es apariencia y también a lo que es Presencia corresponde a la prehistoria del espíritu humano. El español fue hermosísimo y prometedor hasta Fernando de Rojas… Era idioma ágil, juvenil, sin repujos, preciso, directo y de grandísimo futuro. Pero llegaron esos ascendientes de Fernando el Católico, con sus posesiones italianas…, y el maridaje de Aragón y Castilla, y el Imperio en Flandes, en Italia y en América…; el Carlos v flamenco…, y el español se convirtió en esto farolón, repujado, desarticulado, que es el español de Góngora, Quevedo, Gracián y la revista ABC. Hasta tal punto, que España está muy bien, es providencial que haya vivido durante veinte años y viva pateada por el gallego Francisco Franco Bahamonde.
Olvidé algo grandioso de la inmortal España: El Lazarillo de Tormes, por Lázaro de Tormes.
Este idioma ostenta las siguientes obras, sin rivales en el mundo literario: El Libro del Buen Amor; La Celestina; El Lazarillo de Tormes y El Diálogo de los Perros.
* * *
Néant es el Padre, a quien nadie conoce sino el Hijo, que es La Epifanía (Jesucristo). El Espíritu Santo es la Sabiduría.
* * *
Por eso, se dice en el librito: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera revelárselo» y «Yo (el Hijo) soy el Camino, la Verdad y la Vida». Él vino a enseñar ejemplarmente y prometió enviar al Espíritu Santo «para que seáis instruidos en todos los misterios». Y este es el misterio de la Trinidad.
Decimos en español nada de la presencia que no tiene apariencia, y nada de la apariencia que no existe o desapareció. Un idioma pobrísimo que indica pobrísima experiencia interior. Basta con detenerse un poco a indagar por esos cardenales y obispos españoles de hoy, de Francisco Franco Bahamonde… Han llegado al culto religioso que merecen. Afortunadamente, estos cerdos tienen herencia de dioses.
De la apariencia coordenada decimos que existe; y del Néant decimos que no existe. El hombre que se busca y va viviendo que todo es en él apariencia mortal, llega a sentir que es nada en serie de coordenadas o mundos, y ya, anonadado, vive al Néant, o sea, la Intimidad, cuya epifanía era y es. Ya encontró al Padre, y acepta su Cruz, su nada o apariencia sucesiva, como camino.
El término nada (nihil) es engañoso y peligroso. Cuando lo usamos, en nosotros hay una presencia ausente, y a ella es a la que llamamos nada. Es, pues, el nombre de lo que existe en mí (imaginaciones de lo pasado) y a que da el carácter de ausente el mundo que se me presenta ahora. La nada es presencia negada por la presencia que se está sucediendo. O mejor, es el sabor de gerundio o de muerte de la existencia.
«En esta casa no hay nada». Indico lo que solía haber en la casa: muebles, seres, cosas… y que todavía están, pues son ellas, las cosas sucedidas, las que me producen la «desolación» de la casa vieja. Y esta desolación son ellas, las sucedidas ya…
Y es clarísimo, pues ¿para dónde se irían? Los muertos y los vivos, los existentes y los pasados son la existencia sucediéndose, representándose.
Sócrates decía que los vivos nacen de los muertos y los muertos de los vivos.
Así quedan reconciliados los conceptos vida y muerte, ser y no ser.
Ser y nada son términos que aplicamos al gerundio existiendo en su parte que llamamos pasado y en la que llamamos presente, porque el hombre tiene un yo, que es el calificador o mediador: conciencia de cantidad de presente. Podríamos decir: nada es el nombre que damos a la vida en su representación de ayer, porque la de hoy nos niega su presencia.
De suerte que nada y ser no son opuestos, positivo y negativo. Todo lo que tiene nombre es del existiendo.
Vacío, por ejemplo, no puede ser un sustantivo. Es adjetivo. Es no presencia de algo en algo. El vacío no es una cosa sino ausencia de cosas en algo. Vacío absoluto. Vacío sustantivo: es inconcebible. Se desvanece uno. Y nada es adjetivo igualmente.
Mucho ojo a esto, jóvenes, que cuando se habla de Nadaísmo se está hablando del sucediendo o Vida.
Nada, sustantivo, sería lo que no está de ningún modo presente, ni como sucedido, ni como sucediendo, ni como por suceder. Y eso no existe ni se concibe.
El valor de este mundo en que vivimos está en las Presencias.
Yo estuve casi sin presencia ninguna durante varios días. El lugar (mi Yo) fue ocupado entonces por la angustia.
Y aun Cristo, poco antes de morir, quedó sin presencia: «Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?».
¡Que Cristo nos libre de esto, lo que sólo puede padecer el Hijo de Dios!
Diréis que son pequeñas experiencias de un Yo pequeño. No hay Yo pequeño. Todo Yo se sabe centro del universo y de la vida. Todo enfermo siente que todo el universo está enfermo; todo mísero, ídem. Este es el egoísmo real, fundado en que todos somos solidarios. Tu delito es mi delito y tu virtud es mi virtud.
Así quedan reconciliados egoísmo y altruismo, dos conceptos.
Decía Nietzsche que en el acto más altruista veía el egoísmo. Le faltó el paso a la Intimidad para la reconciliación, y afirmar que todo egoísmo es altruismo.
Estos filósofos que no llegan al juicio de identidad, y a quienes el orgullo los encadena a las vivencias, quedan siempre en los opuestos, o unifican todo en la apariencia, que es la afirmación de las representaciones atomizadas hechas tiempos de verbos, o sustantivos, adjetivos sustantivos.
Por no intuir al Néant, quedan desesperados.
Refacción fisiológica.
Circula la sangre, este tejido líquido, y se hacen elásticas arterias y arteriolas.
Cuando venía para el café, en la plaza, me salí de mí, y me vi caminar y me rehacía fisiológicamente. ¿Quién va ahí? F. G. y lo observa y atiende Lucas de Ochoa: durante 27 años vivió con pequeños remordimientos, instantes de remordimiento grande y elaciones beatas; fue varios monstruos cuyas historias narraré.
¡Bendice, Señor, al viejo tronco!
* * *
En el librito de Heidegger que me trajeron de Bogotá acerca del ser y de la nada, veo que es conceptual y muy pretencioso (filosofía de «maestro consagrado»). Pero apenas lo he hojeado.
* * *
Lo de Heidegger es una carta para un libro editado en homenaje a otro «maestro» que cumplió 60 años. Me suena mal eso.
Noviembre 3
Dioses muertos y Dios vivo.
Desperté a las 4 a.m. sin la Presencia. Reclinada la espalda en la baranda de la cama: miedo, cobardía…, «¡no me dejes!». Luego sentí un dolor rápido, algo como entre hombro izquierdo y corazón. (¿Aorta? Pero fue horizontal el correr del dolor…).
Y fue llegando Ella en el misterio de la Cruz y la Intimidad. La tristeza o ausencia se encuentra cuando quedamos en un concepto expresado. Eso es muerto; es lo que se llama dios muerto o ídolo… Los conceptos valen algo si conservan el cordón umbilical con la Intimidad. Pero si son definitivos, circundantes, aisladores…, ahí mismo mueren y sirven para ídolos. Le sucede a uno entonces como al que está visitando una montaña, que, al ir por ella, penetra en valles, cañadas, bosques; sube a los altos…, y, en un momento cualquiera, entusiasmado, dice que va a pintar su visión; «la montaña es así» (describe lo que ha visto y vivido). Y se queda ahí prisionero de su montaña, pues la montaña se le muere, porque está gozando de su descripción y viviéndola. Vive en la nada y en la causalidad de la nada. Algo da a entender esta imagen.
Este misterio de la Intimidad que vivifica nuestras vidas es muy alto. Nunca separes de la Intimidad tus manifestaciones, ya sean literarias, mímicas, ya sea el comer, el caminar, el dormir. No separes nada del hilo, por decirlo así, unificador y vivificador de todo lo fenoménico; que todo quede con la graciosa indecisión y duda creadora que expresen el entreveramiento de toda manifestación con la Vida Una. Eso es lo grandioso y asombroso de las grandes obras de todas las artes: que están todas bañadas de misterio, posibilidad y eternidad; todas ellas nos sumergen como en océano invisible, indeterminado, pero vivo y actuante; todas son a un mismo tiempo inacabadas y eternas; siempre se están haciendo y revelando; siempre inconclusas y prognatas.
Si haces tu obrita con mucha diligencia, muy bien pintada, o escrita o cincelada, con todos los detalles, pues muy bien, hijo mío; pero es mortal, es tu obrita y no la obra de Dios. Pero si ejecutas tu obra a la desnuda, con mano de amor y terror, sin vergüenza, sin finalidad, pariendo nada más, pariéndote en urgencia grande, por debajo y por dentro de tu obra emerge el dios, hoy, mañana y siempre. Será eterna.
En país altísimo.
Y aquí, en este país tan alto, podemos entender regiones vastísimas: la Cruz y el Nihilismo, el Bien y el Mal, la Causalidad, la Dialéctica.
Cada tramo del camino es un mundo, con sus respectivas coordenadas, que son la fisiología determinada, el medio, el hábitat… Alrededor de esas coordenadas se forman las vivencias, y de éstas, la mente extrae los conceptos básicos: y ya tenéis el Bien y el Mal de ese mundo, y con ese bien y mal y coordenadas funciona la causalidad y aparece la necesidad.
Pero, como la Intimidad una y única vivifica y une los mundos todos…, funciona la dialéctica así: vive tus vivencias hasta llegar a la nada de ese mundo, y así lo trasciendes y pasas a otro. Vives entonces que ese Bien y ese Mal eran reales en esas coordenadas; que es un mundo real y que ya puedes visitarlo cuando lo necesites. Te libraste de él. Este es el misterio de «La Verdad os hará libres».
Si en cualquier mundo concienzamos nuestras vivencias, si las vivimos, padecemos y penetramos religiosamente, quedan consumidas en el conocimiento, en la Intimidad, y a Ella nos conducen. La Cruz es, pues, el Camino.
Para pasar de un mundo a otro más real o íntimo hay que desnudarse en absoluto hasta la nada; conocer la nada de la manifestación en tal mundo y el cómo de sus leyes y necesidad.
Porque siempre seremos creaturas, conocedores, y a los cielos se penetra crucificado en la Intimidad. Por lo menos, yo no conozco más. Hay infinitos cielos, pero yo conozco el del Crucificado.
«Coge tu cruz y sígueme».
Que los hay infinitos está implícito en «sígueme»…
Es porque el cielo es camino cada vez más glorioso al Padre, pero a Éste «no lo conoce sino el Hijo».
* * *
¡El Rojas Pinilla! Un golpe de cuartel, propiciado por odios y por el jaleo difícil que le precedió, lo llevó de oscura conciencia de soldado a presidente-dictador. Le quitaron la presión bajo la cual vivía. Le dieron rienda suelta a un alma oscura, y satisfizo omnímodamente sus pasiones contenidas. ¿Culpable? No hay nunca culpables. Sucedió lo que estaba sucediéndose hacía tiempos remotos. Las leyes se dictan para sujetar con ellas a los espíritus ciegos, que somos casi todos, y tengamos así libertad en las leyes. La verdad es la que liberta de las leyes. La Intimidad, Cristo, nos libertó, dice san Pablo, de la ley antigua. Esta es una de las islas bienaventuradas y que llamaremos La Verdad.
En esta isla podéis visitar estas regiones:
Cada verdad que viváis os hace libres en el espacio que ella comprende.
Se es tan libre en cuanto se viva en la Intimidad.
Sólo es perfectamente libre El Reconciliado.
El miedo.
¿Ha disminuido el miedo? ¿O sería que con esto de vender cuatro bultos de naranjas a estos dos muchachos que vinieron, se ocultó? El miedo ése es algo como de deudor… Es de ladrón inseguro al que van a coger, pero es él mismo o algo así el que se va a coger, y el asunto va a ser luego inenarrable.
El deudor no tiene miedo de ése. Es muy diferente en naturaleza; no se trata de grado. El idioma es pobrísimo; no hay miedo así, tan genérico. Hay muchos, innumerables sentimientos que producen sus efectos respectivos y para todos ellos no hay sino una palabra; y ni siquiera dos deudores sienten el mismo fenómeno; cada uno el suyo, pero se dice de ambos: miedo.
El secreto del artista es individualizar los fenómenos, y a un mismo tiempo hacer vivir el substractum (la intimidad), de tal modo que el deudor del artista nos haga vivir nuestras deudas y que nos digamos: «Se está refiriendo a mí este señor». Por eso se lee tanto al ruso Dostoyevski. En verdad, allá en el substractum, todas las deudas, robos, crímenes, son los míos. ¿Qué quiere decir eso? Algo así como que no hay sino individuos, y que no hay individuos; que yo me represento en los otros y ellos en mí y que lo sabemos. Nos sabemos sujetos y objetos y adheridos como siameses. El asesino y el asesinado son uno solo, pero son dos; y como el juez y los otros también son el asesinato, son todos y es uno solo. Hay que «castigarlos» a todos. Todos tenemos que padecer todo delito. ¡Y hay gente que odia al asesino y ama al asesinado! Pero eso es por vivir en mundo muy fragmentario, de pura imaginación, de figuras.
En todo caso, voy a confesarme, voy a narrarle a otro hombre lo que yo hice con la inocencia en muchos lugares y tiempos. Porque hoy llegué al mundo de la Madre y no me abrirá hasta que la luz ilumine lo que hice con esas criaturas, en Bilbao, en el lago Como…
El estilo.
Todo lo que está «muy bien escrito» es detestable. Cada cosa debe aparecer con el vestido que tenía mientras era vivida. El vestido y la música de su mundo propio.
— o o o—
Segunda libreta regalada
Teoría de los viajes.
Le daré varias formas, para ver si logro enseñar esto.
Primer tiempo: Es tomarse a sí mismo en su mundo en que vive.
Segundo tiempo: Es sorprenderse allí en un viaje pasional y hacerlo sin trabas.
Tercer tiempo: Viajar mentalmente a través del viaje pasional, para entenderlo; descubrir las coordenadas en que rige el «Bien» y el «Mal» de ese mundo pasional. Propiamente éste es el proceso de descomposición del yo. Es algo emparentado con el desnudarse, o eso que llaman nihilismo, pero aquí se toma como método creador.
Cuarto tiempo: Una vez vividas esas pasiones, ese Bien y Mal de que nacen y una vez ejecutado el viaje mental o de entender el condicionamiento y todos los secretos de ese mundo, se efectúa el viaje espiritual, que es un éxtasis y coloquio encendido con la Intimidad presentida.
Y así se continúa viajando; se va adquiriendo mucha agilidad, y el ascenso es cada vez más rápido y se llega a la descomposición y entendimiento de los cuerpos pasional y mental (por lo menos a la descomposición y entendimiento que nos es posible mientras vivamos en cuerpo fisiológico).
Todo este proceso se ejecuta en angustia y beatitud, y tenemos el segundo nacimiento de que le habló veladamente Cristo a Nicodemus.
Observación.
Generalmente, cuando no se llega a tener conciencia del asunto, o no se es maestro de esta teoría, los tres viajes aparecen mezclados, ocupado todo el campo por las pasiones, y representando a la mente algunos juicios sin vida, heredados, y funcionando la Intimidad apenas en la forma de oscuros e incomprensibles remordimientos, y, así, el segundo nacimiento se efectúa en milenios quizá.
Por eso, hay mundos llamados purgatorios. Lo que se llama muerte, en estos individuos, es apenas la corrupción del cuerpo fisiológico, pero no muere nada del pasional, y por eso son los muertos más longevos: quedan muy cerca, pasiones actuantes; son los espantos.
Por ejemplo, el usurero de esa casa lejana…: murió… ¡y ahí está…! El perro amarrado y hambreado que ladra de hambre, día y noche; la casa que se está cayendo a pedazos; los hijos, allí como fantasmas, que no la arreglan, no quieren gastar. El otro día entraron a la media noche los ladrones, y se asustaron. Todo, mantas viejas, camas, todo era como de más allá de lo apetecible… El viejo habita allí…
Y Hitler y Bolívar y todos los grandes pasionales viven y espantan. ¿Cuándo ha espantado Gandhi? Cuando «murió», no murió nada en él… En vida había consumido y entendido los cuerpos pasional y mental. Cuando estos hombres así «mueren» es que entregan la casa vieja. Nunca se ha oído que san Francisco de Asís haya espantado. Viven en cuerpo espiritual y viajan por todos los mundos, para «ayudar», pero son invisibles al ojo y no son audibles. Los que han desarrollado los otros ojos, los viven.
Si es el viaje pasional neto el que domina durante toda la vida, el hundimiento abismal es evidente día a día (estos son los poseídos por muchos demonios) y se hace necesario un infierno.
Nota
No he podido vivir (obsérvese que uso la palabra vivir y no el término saber, porque del que hacen repetir «dos por dos son cuatro», y lo aprende de memoria, dicen que sabe), no he podido vivir, repito, si este infierno es eterno; su eternidad contradice todo lo que he vivido, me parece. Pero la Iglesia sostiene tal eternidad, basándose en la letra de la frase de Cristo: «Id, malditos de mi Padre, al fuego eterno». Como no he vivido esto claramente y como Cristo es el Maestro, suspendo toda afirmación o negación.
Pero… ¿no usó Cristo de muchos términos así, para encarecer? ¿No querría encarecer la oscuridad aterradora a que conducen las pasiones?
Pregunta
¿Puede uno actuar en el mundo físico y psico-físico durante estos viajes? Sí. Con mayor efectividad que psico-fisiológicamente. Depende de la maestría del Mago. El cuerpo espiritual obra tan sin trabas, que resulta eso que llaman «milagros».
Así obran los ángeles, los santos, la Virgen y demás seres de otras regiones divinas. Y también los demiurgos, los demonios y los espantos. Y toda esta acción entrelazada es la Voluntad del Padre: la Representación.
Otra forma de la doctrina de los viajes.
1.—Todos vosotros estáis llenos de prejuicios heredados o impuestos. Esos prejuicios son términos, proposiciones y juicios hechos, vividos antaño con un sentido, pero legados y tenidos como ídolos: cascarones o formas vacías.
Con esto cubrís vuestras vivencias y os tapáis, y así vivís inútilmente; morís como nacéis.
Lo primero es descomponer en sentimientos y emociones las proposiciones, juicios y términos con que engañosamente tapamos lo vivo en nosotros (Dios en nosotros).
Ejemplo
«Creo en Dios». Tomemos al vulgo (y casi todos somos vulgo). ¿Qué expresáis con el término creo, y con la palabra Dios y con la proposición «Creo en Dios»?
El jornalero cree que el patrón le pagará mañana el jornal, porque siempre le ha pagado, está obligado a ello, es rico. Si el patrón dejó de pagarle un día, hace meses ya, su creo es más débil; cuando hace presente toda su historia con el patrón, se le hacen presente muchas veces en que él está ahí pagándole, y una sola vez, no pagándole. Si siempre le ha pagado, en su hacer presente al patrón no hay nada que niegue el pago y todo lo afirma… Por ejemplo, si otro patrón no pagó a su jornalero, y el nuestro llega a saberlo, al hacer presente la paga, ya su creo tiene un gusanillo de duda.
Un ejemplo mejor:
Al sol siempre, todos los días sin excepción, lo hemos visto salir: «Creo que mañana saldrá el sol» no tiene gusanillo de duda. El futuro se nos hace conciencia neta con el pasado. Un presente afirmativo neto.
Con lo anterior habéis visto que creer es la presencia de la realidad en el hombre: el futuro y el pasado están presentes. Es vivir.
Tomad ahora al fraile español que agarraba a un indio americano y le decía: «Repite, creo en Dios y creo en Jesucristo, su único hijo…, y si no, Gonzalo Jiménez de Quesada te cortará la cabeza».
Repetía el pobre indio americano, y el fraile gritaba: «¡Ya es cristiano, ya cree…!». Tal fue la conquista y la colonización de América por los españoles.
«Fe es la sustancia de las cosas que esperamos», dijo san Pablo. De modo que no hablo mal del cristianismo al lamentar que hayan venido y vengan los frailes de Francisco Franco.
¿Qué dice, pues, un americano; qué dicen casi todos en el mundo al decir creo? Pues que si no dicen creo, los matan, les va mal y se los lleva el diablo.
¿Y Dios? Es un señor que hizo el cielo y la tierra, que castiga a los malos y premia a los buenos.
Dios es pues un señor existente, que no se ve. «Fe es creer lo que no se ve»: así reza el catecismo para América.
«Yo creo en Dios». Afirmo que hay un señor invisible que, si el patrón no me paga, lo castigará en la «otra vida», y que si yo aguanto mi hambre y miseria sin protestar, me dará el cielo.
Hubo un tiempo, que con los últimos papas ha sido trascendido, en que ésta era la religión para el pueblo cristiano. El cristianismo siempre, y más en el Evangelio, trasciende todo y es la cumbre de la sabiduría. Pero la Iglesia militante acomoda a los tiempos la doctrina.
«Yo creo en Dios», afirma un Dr. el día en que pierde a un hijo. ¿Qué sentimientos y emociones expresa? Estos: «No puedo admitir que esté muerto. Tengo miedo, porque ahí está muerto. Yo necesito que viva. Exijo que viva y que no padezca. Yo tengo necesidad de que haya vida eterna para mi hijo y para todos los de la casa».
Eso es lo que dice en tal frase y nada más. Y si lo dice así, tiene a Dios dentro de sí mismo. En su vivencia está Dios. Y esa vivencia es verdad, es lo que vive, y, si la confiesa y se abre, pues ha comenzado el viaje.
«Creo en Dios», dice el obrero a quien no le pagan su jornal. ¿Qué dice realmente? Esto: «Eso no suena, no hay concordancia entre que yo trabaje y él se lleve mi trabajo. Tiene que haber música, medida, justicia».
Eso es lo que dice el jornalero, y si lo dice así, ya comenzó a vivir a Dios. Porque Dios no es un existente que se vaya a buscar allá o acullá, a otra vida. Dios está en cada hombre y es su Intimidad.
2.—Lo anterior, el librar de vocablos, proposiciones y juicios hechos y sin vida ya, es la tarea más difícil para el maestro de sabiduría. Mientras se esté en la conceptualidad muerta, el hombre no vive. Y muere sin haber vivido. Y es lo común, así como en los almácigos descuidados, que casi todas las plantitas perecen inútilmente.
Al despachurrar esos cascarones y obligar a cada cual a expresar lo que está viviendo, con absoluta honradez religiosa, se hace la misma obra que al trasplantar las plantitas del almácigo. Entonces se les dice: «Ahora, coge tu Cruz (tu vida tuya) y sígueme hacia la Intimidad». Este es el período de la vida filosófica que llamo desnudarse y darse.
3.—Amar, por sobre todas las cosas, a eso que se siente, se vive, en cada instante; y no mentir nunca, ni ocultarse a la mirada de la conciencia: eso es Dios en ti. Eso es lo que vivimos de la Verdad, y como es viva (Dios vivo), si lo negamos un instante…, ¡ay de nosotros!
Y así, estar alerta a toda hora, reverentes ante la Presencia.
4.—Una vez confesada una vivencia con honradez absoluta, se presiente la Intimidad: Dios en nosotros.
5.—Y brota un amor nuevo, irresistible y en aumento, a la Intimidad entrevista y que tiene fuerza creadora infinita.
Tal es la teoría de Los Viajes; en otros términos, del Camino, la Verdad y la Vida, o sea, Cristo.
Importantísimo
La reconciliación es el estado más alto a que puede llegar un existente. Es aquel estado en que uno se acepta a sí mismo y se manifiesta con absoluta verdad tal como es: vivencia sucediéndose en la Intimidad. (Es la primera reconciliación y el nacer de nuevo).
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Hallar la Intimidad en cada instante de su vida es vivir bien y es el cielo.
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De un manifestarse queriendo ser otro (el yo para los demás, o bien, el yo que uno quiere ser), o sea, del disfraz o mentira nacen la esperanza y el temor, el miedo y el placer, la angustia, y esto es el infierno.
Uno no es propiamente Intimidad en la Nada, sino Intimidad en el mundo creado que le corresponde en el sucederse (movimiento en el atributo divino de la extensión). Ese mundo es real, pero inteligible, o sea, transeúnte. El mal consiste en que el Yo, la conciencia, no llegue a la reconciliación de las apariencias con la Intimidad. (Ésta es la idea de Dios en el hombre).
Comienza la reconciliación cuando se abandonan los juicios, proposiciones y términos abstractos heredados o recibidos.
Las vivencias todas, si bien tienen la misma jerarquía de los mundos a que pertenecen, son siempre Dios en nosotros: cielos.
Ejemplo de un viaje pasional (una vivencia en determinado momento, manifestada con honradez), y del viaje mental a través de ella en el tiempo y el espacio, para hallar la Intimidad y la beatitud.
Viaje pasional.
Primer tiempo: Cuando salí, me detuve a limpiar con el bastón la reja de una alcantarilla de la carretera, y ¡zas…!: sentí y vi que me arrojaban un automóvil, que pasó rozando mis vestidos.
Intuí que fue adrede, que pretendieron matarme. Ira repentina, como el rayo que cayó anoche, en seco: me quedé mirando al fugitivo automóvil con mirada pugnaz y exclamando: «¡Hideputas, hideputas…!».
Comienza el viaje mental.
Segundo tiempo: En esos momentos, uno es homicida irresponsable. Me quedó cierto odio a los hombres. Hace ya una hora, y todavía estoy a la enemiga. Ese ataque repentino y tan inexplicable me hundió todo dentro de mis linderos.
Me siento yo en frente del mundo, yo contra los otros. Voy a observar cuánto tarda esto, qué produce y cómo va muriendo o diluyéndose…
¿Qué quería él o ella? ¿Darme un susto? ¿Sería un juguetón o una juguetona? ¿O sería malevolencia? ¿Por qué? Deben ser uno o una de esos que juegan a la pelota; que, para divertirse, incendian los rastrojos secos de las orillas de los caminos; que luego pasan a putos y putas ocultos…, y que ya, en la sima, juegan con un revólver que sólo tiene una bala en el tambor: lo hacen girar y disparan contra la sien: lo llaman ruleta de la muerte.
¿Quién sería y por qué? Nunca lo sabré, y yo estoy así, entrado todo en mis límites, en mi finquita corporal y pasional, porque al no poder determinar al enemigo, imagino como a tal a los hombres todos: choferes, tenistas, señoritas, riquitos industriales. Estoy misántropo. Odio al hombre en general, porque fue uno indeterminado el que me atacó.
Odio es el sentimiento (deseo de destruir) que acompaña a la presencia de nuestra destrucción o disminución, con la idea de un ser como causa de ello.
Como no sé quién me atacó, sino que fue un ser humano, tengo misantropía y la expreso así: «Hideputas negros choferes; hideputas señoritas hijas de ricos», etc. Si supiera quién me atacó, ése y nadie más sería el hideputa.
Como ese ser no puedo localizarlo, lo imagino como el hombre, la especie hombre. Estoy, pues, misántropo, a causa de mi ignorancia. Toda pasión procede de ignorancia. En verdad, si conociese todo el funcionamiento de este mundo, en sus detalles, sabría que eso fue necesario y no tendría pasión. Estaría en la beatitud. Leonardo da Vinci exclamaba cuando entendía: «¡Oh, divina necesidad!».
(Obsérvese cómo, durante el viaje mental, se digiere la pasión y se llega a la beatitud).
En pleno viaje mental.
Tercer tiempo: ¡Pero no me pasa! Algo apenas, por el anterior análisis y porque la sirvienta hermosa de la casa vecina acaba de entrar con el mercado y me sonrió muy agradablemente, como en entrega de su personita.
Aquí, asomado a una de las ventanas mostradores del café, está Uribito, atisbando a las mujeres que pasan; fuma y atisba. No las persigue ya. Las sigue, pero por dentro de sí mismo. ¡Debe saber mucho de ese mundo en que vive! Acepto que él sabe más de su mundo que yo del mío, pues es más dedicado, más natural de su mundo. Pero, ¡sí que hay mundos! Debe tener muchas alegrías y tristezas Uribito. Y cada uno se cree el más, y que los otros son bobos o locos imbéciles.
Pero aún subsiste en mí la angustia de la misantropía, menor ya, pero amarga. Acaba de pasar la hijita de Minga, Rosalba, y no quise darle los diez céntimos que suelo darle. Estoy gastando en actos a la enemiga la energía pugnaz que me apareció al sentir el ataque del automovilista…
Fin del viaje mental.
Cuarto tiempo: ¿Qué ha quedado del atropello que intentó conmigo el automóvil? Un sentimiento vago; eso se depositó en los complejos «El Mal», «Lo malo», «Los enemigos». Veo que un sentimiento de «malo», de «bajo», quedó formando con lo que llamaré mi concepto abstracto de automovilista, de cierta forma de automovilismo.
Si no llegara a entender bien esta vivencia pasional, eso quedaría como tinte en mis juicios sobre «chofer», «joven rico que conduce», etc., y me haría vivir en una necesidad conceptual, es decir, en la nada, un infierno.
Así es como se forman los conceptos abstractos de valor sobre las apariencias todas: agentes de policía, gobernadores, niño, joven, viejo, anciano, presidente, rico, pobre…
Pero mediante el viaje mental, uno descompone la trama y se liberta.
Conclusión espiritual o viaje espiritual: cada mundo tiene la nada conceptual resultante de las vivencias pasionales respectivas. De esa nada procede la angustia. La mente nos liberta y nos conduce a mundos superiores, a mayor Intimidad.
Por eso dijo Cristo: «La verdad os hará libres».
Corolarios
Sé íntimo, y en proporción a tu intimidad desaparecerá el miedo y toda nada. Pero mientras seas creatura…, «nadie puede ver mi rostro, que viva».
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La jerarquía de mundos se determina por el grado de intimidad.
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Puedes viajar libremente por tantos mundos, y ayudar a sus habitantes, cuantos hayas entendido.
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El valor de una existencia se mide por el grado de desnudez íntima que resultó de ella.
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Como la creatura no puede ser Intimidad, hay infinidad de mundos en jerarquía.
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Beatitud es el sentimiento que acompaña al tránsito a la Intimidad. En la tierra hay momentos de beatitud.
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Alegría, placer, dolor y tristeza son satisfacciones o contradicciones en el mundo pasional, en las vivencias pasionales. Y en esta tierra no es posible librarse de ello, porque son el material para el Viaje.
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Los conceptos abstractos, con sus juicios, resultan de la vivencia pasional. Quien no usa el cuerpo mental es víctima de ellos: vivirá en causalidad formada por ellos, lo cual se llama La Nada, o sea, el Infierno.
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El que pierde la Intimidad y queda prisionero de los conceptos nacidos del viaje pasional, es arrastrado en ese camino a los mundos inferiores y al «tormento eterno», el cual consiste en que el hombre siempre se sabe (más o menos) intimidad, y, en ese caso, intimidad perdida.
El gran riesgo de la libertad durante el viaje.
Nihil a me alienum puto. Los infiernos son siempre una ausencia posible, ausencia presente. Y si así no fuese, sin este riesgo siempre presente, no existiría la dialéctica o camino a la Intimidad. Esto es lo que entiendo por libertad humana: que somos posibilidad de nada o de dioses; y solos nacemos y morimos; un enfrentarse ante el Yo, la Intimidad y la Nada. Para este nuestro negocio verdadero estamos solos en el espacio infinito; somos libres ahí nada más.
En frases que suenan como paradojas, o como enigmas, diremos: tu posición privilegiada consiste en que vives para crear en ti a Dios o a la Nada. En esos dos caminos rige la necesidad, la ley. Pero en cada instante y lugar puedes crear a Dios o a la nada. Todos los seres creados envidian al hombre en los cielos por esta inefablemente única y peligrosa libertad, sin la cual no sería posible a nadie ser Hijo de Dios con Jesucristo.
En el universo todo aparece por ley, todo es necesitado, pero el hombre, por su intimidad y por su representación, a cada instante tiene dos posibilidades. Esto parece absurdo, pero no lo es, si se piensa que el hombre es eternidad en el tiempo. Síntesis de eternidad y de tiempo, consciente de ser síntesis puesta por la Intimidad.
La serpiente no engañó al hombre, pues a causa de la desobediencia paradisíaca apareció la posibilidad de ser dioses; quiso engañar al hombre, y resultó engañada.
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Lo anterior es toda la teoría de los viajes.
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Tercera libreta regalada
Teoría de la libertad
Viajes pasional y mental en que se explica la intimidad de «Mi finca», «Me van a robar mi finca», y el otorgar el Premio Nobel a Pasternak.
Anoche cayó un rayo por aquí, a cincuenta metros. ¡Qué estallido! No había tempestad. Llovía, y repentinamente… ¡pum! y se apagaron las luces. Noche de grandes y sordos dolores en el lado derecho. Ahora, a las 6 a.m., muy decaído, con miedo y disgustos que rumié toda la noche. Son: que Alberto sacará a mi finca el desagüe; que tengo ansia de cercar el ochave y temo disgustarlo; que los Tamayitos venderán la faja que hace parte física de mi finca, a otros. Me atormenta todo esto, y siento mal el hígado, el pulmón, el ciego y la circulación toda.
Yo quiero entender. Esto me produce siempre libertad. Lo mejor es no cercar el ochave. Todo este bunde es por haber ido ayer con el mayordomo a dar un rodeo a la finca. No. ¡Dame tu presencia a cambio de todo! Veo ahora que en mis relaciones con Alberto, que compró la finca de Ubaldino, al lado de la mía, un caminito de por medio, se han reflejado todos estos temores y deseos que dije, y que, quizá, le he hablado de modo de padecer en él mi tormento, de echarle la culpa, de vengarme en él… ¿Por qué le dije, como ingeniosamente, que bautizara su finca «El Hoyito de Ubaldino»? Sí. Es evidente. También la cantaleta interior de que «me harán un caminito de allá para acá». Tal es mi alma en esta mañana mojada, fea, fría, que tiene por fondo un color oscuro sucio, un sucio tenebroso, que es… miedo a la muerte, a ese estar acabando lenta y completamente la representación, pero en absoluto, un quitarme toda «La Huerta», todas mis costumbres, mis amores, mis pudores, mis vergüenzas… Ahí, meado, cagado, indefenso, opinado, como llevado a la guillotina. Sentimiento de «me van a llevar mañana, ahora, ya, ya, ya me llevan a la guillotina». ¡Pero si a eso nos están llevando siempre!
Eso de «cercar el ochave», «van a vender a otro los Tamayitos» y «mi hermano Alberto me va a echar el desagüe» nos oculta el ir a morir, ir a la guillotina. ¡Nos escondemos! Esto es lo que expresa Pasternak en su libro El doctor Zhivago…, y los yanquis, y socios, y rusos, no ven en él sino al enemigo de que «le echen el desagüe a su finca», o «le vayan a hacer un camino por la Huerta», y gritan: «¡Es enemigo del marxismo!»; «¡Démosle el Premio Nobel!»; «¡Fuera con él!».
Pero, señores, si él (Pasternak) sabe que esa es la representación, y no quiso defender a nada ni a nadie, ni ofender a nada ni a nadie. No quiere venir por aquí, al otro lado. ¿A qué? Ama a los suyos, con quienes se representa, y ya está viejo. ¿Criticar? ¿Reprobar? Eso no lo hace el que conoce la Intimidad. Si alguna amargura tiene Pasternak es el que lo tomen por bandera de imperialismo.
¡Buscarla en todo! Sólo Ella en todo, en eso que llaman «las miserias». ¡La Intimidad! ¡Le Néant!
Viaje pasional en que se acaba por vivir la libertad.
¡Qué noche! Principió con un hedor nauseabundo e inexplicable cuando fui a acostarme. Hedor como a ropa muy sucia, hedor grueso.
¿Qué podrá ser? Aún no lo sé. A las once cayó sobre mi vientre algo blando y rápido, y oí un chillido. Berenguela encendió la luz; ¡un gato! Apareció Lucía y me señalaba un gato, semejante al nuestro, allá en las escalas de su cuarto. Ella había cerrado la ventana para que no pudiera huir, pero ahora temía, porque el gato estaba allá amenazante. Abrí la ventana y a poco el gato salió huyendo. El piso de mi habitación tenía charcos de meado de gato, y el dolor a la derecha, debajo del hígado, no me abandonaba.
Me dormí. Estaba como en lugar vacío, que era yo; todos mis amigos se habían ido y estaba lleno de seres bajos, rastreros: llamaba a los súperos, seguro de que estos gatos y hedores eran los que me habitaron mucho tiempo.
¡Qué imbéciles estos locutores en esta mañana!
Estoy en lugar sucio. Sucio fuera. Sucio dentro. Sucios los locutores. El gato. Los gatos. Vicios solitarios. Viejas gordas, comedoras de cañón de marrano y de cremas. Hedor. Nada siento que no sea sucio y de hondo pantano. ¿Qué sucede? ¿Qué o quién se fue y qué o quién ocupó esta mi nada?
Lo único que me consuela es que no están en mí, no obran por mí, como otras veces. Esto es alegría. Soy como casa en que unos puercos se entraron, pero no se convirtieron ni pueden convertirse en la casa. Soy casa abandonada, pero que no quiere ser casa de marranos. Antes, fui casa de marranos.
Comienza la vivencia de la libertad.
Como somos doble posibilidad a cada instante, así como hay súperos, los hay infernales, y como es uno el que decide a cada instante, por eso quedamos realmente solos y ellos se presentan como posibilidades.
Anoche estuvo presente el abismo; sólo sentía el abismo, pero lo veía como tal, hediondo, repugnante, fuera de mí, y yo estaba vacío.
Realmente, lo de anoche no fue tentación, o atracción o entrega al abismo. Muchas veces yo viví eso y tuve las alegrías y dolores de eso, pero anoche no. Fue algo grandioso: visión repugnante de la sima. No había experimentado esto en mi viaje. Mirar al abismo desde la altura vivida. Es un gran momento de la Intimidad. Es lo que pedí a Cristo anoche, antes de eso: Dame vivencia de identidad.
Efectivamente, desde las siete a.m. ni hiede ni temo. Es un punto sagrado en el viaje. Al examinar mentalmente todo esto, hallé la Intimidad. Sin el examen mental, allí estaría en hoyo oscuro. Veo: podemos llegar a caminar por mundos inferiores, indemnes, sin quemarnos o ensuciarnos, pero con desagrado y deseo intenso de salir de allí.
Más intimidad. Mayor libertad.
Dije que fue visión del abismo, y no es así: fue visión de mí mismo, ya como camino, como morada, como caverna sucia. Dicen que todo viajero se detiene y mira el camino recorrido. ¿Será esto?
En todo caso, ya le hallé la dialéctica a mi noche de anoche. Como fue viaje pasional, funcionaron los conceptos del «Bien» y del «Mal» en que se desarrolla tal viaje: «hediondos», «asquerosos», «bajos», etc. Si no hubiera descubierto la Intimidad allí, me habría quedado pegado en el hueco por mucho tiempo. Por eso, la cautela, la atención, el examen (viaje mental) son andaderas preciosas. Algunos llaman a esto Vía de la Meditación. Hay también la oración y la obra. Pero, en definitiva, forman un solo camino. Oración es llamar a los maestros, y acción es imitar la forma de vida de los maestros, pues toda forma lo es de la idea y a ella conduce. La forma conduce al espíritu que en ella se manifestó. Un magistrado de Medellín solía decir: «La forma es sustancial, no hay derecho adjetivo; el procedimiento es derecho sustantivo». ¡Algo vería allí el maestro Duque Parra! Cristo se llamó a sí mismo El Camino, La Verdad y La Vida, y que había qué comulgar con Él: comer su cuerpo y beber su sangre. El maestro Duque Parra vivía este misterio.
Todo juicio verdadero es de identidad.
Como vivir en el Camino, o sea, luego de nacer de nuevo, es consumir la apariencia en la Intimidad, la Nada en la Intimidad, cuando uno muere queda la Intimidad y la nada que no haya consumido en ella.
(Mundos para purgar la nada restante).
Si no se consumió o reconcilió en la Intimidad la apariencia, sino que se vivió la apariencia, y ésta, con su causalidad, se apoderó del existente, al morir se es mayor nada. (Infiernos).
Si se vivió muriendo y se reconcilió toda la nada o apariencia en la Intimidad, pues nada muere, cuando dicen que murió el santo. (Los cielos).
En otras palabras:
a) Cuando dicen los circunstantes: «murió», si todo era nada sin reconciliación, queda toda la nada. (Estos son los demonios, los espantos, los muertos longevos y hasta los muertos inmortales o fuego eterno).
b) Si vivió uno muriendo, o sea, reconciliando su nada con la Intimidad y llegó al cabo de la obra, al morir es intimidad. (Los celícolas).
c) Y como todo existente es síntesis de tiempo y eternidad, de Intimidad y de Nada, es claro que hay infiernos, lugares de padecer la nada.
* * *
Y se consume la Nada mediante el viaje mental por los mundos pasional y conceptual, llegando así a la Intimidad.
¿Y qué es la Intimidad? La Verdad, y todo juicio verdadero es de identidad. Todo juicio verdadero es: sólo Dios es y somos por Dios y en Dios.
Veamos:
Todo juicio es de identidad.
En otras palabras, de intimidad.
En otras palabras, de eternidad.
En otras, conocer es eternizarse.
En otras, conocer es vivirse en Dios.
En otras, el que conoce va renaciendo en la eternidad.
En otras, la verdad es la libertad.
* * *
Cojamos ejemplos de las ciencias abstractas o en que se construye con conceptos abstractos o entes de razón.
2 + 2 = 4
Uno, dos, son conceptos abstractos así, por ejemplo: miro un prado y veo en él figuras que emergen y que llamo naranjos. La mente abstrae y dice: un naranjo, otro naranjo, aquel otro naranjo. Los abstraigo, pues cada objeto de esos realmente no puede concebirse sin la tierra en que está, el ambiente, el sol, el aire, la humedad. Al decir uno, lo abstraigo de todo lo que lo condiciona. Pero realmente no hay un naranjo: arranquémoslo y se seca; es forma imaginaria del infinito sucederse. Las matemáticas trabajan con abstracciones, basadas en número y cantidad.
Veamos, pues, ahora:
Un naranjo más un naranjo, igual a dos naranjos. ¿Qué expreso allí? Simplifiquemos: una nota más una nota, un golpe más otro golpe son dos golpes. Realicemos los golpes así: tan, tan, igual tan tan. Tan es uno, y tan tan es dos, y tenemos uno más uno igual dos… ¡Una tautología, un juicio de identidad; una traducción de un idioma a otro! Lo mismo que decir casa igual house.
Tan, tan = tan tan.
Y así, en el problema más complicado de matemáticas se trata de traducir en una proposición las proposiciones que constituyen los datos del problema; se trata de tautología o juicio de identidad:
Si J. ejecuta una obra en 12 horas, y C. en ocho horas, ¿en cuántas horas la ejecutan trabajando juntos?
Traduzcamos: decir que J. hace la obra en 12 horas es igual a decir que hace dos obras en un día; y que C. la hace en 8 horas es lo mismo que decir que hace tres obras en un día. Juntos en un día hacen cinco obras. Una, en un quinto de día. Si no fuera una traducción del enunciado, no se podría contestar. Se trata, pues, de llegar a la Intimidad, a la identidad.
Y lo mismo sucede en todo lo que se llama ciencias.
¡Qué absurdo aparece eso de los filósofos que disputan acerca de si los juicios matemáticos son sintéticos o analíticos!
¿Y de las apariencias existentes? Como son apariencias del sucederse, su origen está en el infinito sucedido, y por eso apenas puede presentirse qué son…, pero tomemos un existente sencillo, creado por mí con mis movimientos y una cuerda:
Clavo en el suelo una estaca; ato a ella una cuerda, de modo que pueda girar, y la hago girar alrededor de la estaca; en el otro extremo de la cuerda ato un punzón, y a medida que gira la cuerda formo una figura con el punzón. Resulta un círculo real. Pues ya tengo traducido a matemáticas lo que originó el círculo, lo cual es la esencia de esta figura. Como es la cuerda girando alrededor de la estaca, traduzco así: cuerda igual radio; dos cuerdas igual diámetro. Y tenemos: todos los puntos de la figura, o los radios, equidistan de la estaca (centro); dos cuerdas (radios) son iguales a diámetro (dos cuerdas). ¡Tautologías!
Lo anterior quiere decir que toda ciencia poseída es tautología. Para el que sepa ver…, indica que la dificultad única está en la manifestación, no en la Intimidad… Indica que sólo es la Intimidad y que la manifestación hay que traducirla en Intimidad. Y como la Intimidad está en uno, Dios vive en nosotros, y la brega, el vivir, es para reconciliar la nada con la Intimidad.
Resumen:
Juicios sintéticos y juicios analíticos son aquellos que se usan en las construcciones de la filosofía y ciencia conceptual, las que proceden a construir con entes de imaginación o de razón, que no son reales. No se conoce nada hasta que se tiene el juicio de Identidad, y éste es una tautología, así:
Intimidad igual intimidad, o Dios es…, y lo demás es apariencia en la Intimidad, o Dios creó el mundo de la nada.
Hay Dios vivo, cuya existencia es su esencia, ni grande ni pequeño, ni esto ni aquello, y que no tiene nombre, pero que al menos hemos llamado Néant o Intimidad. Y el resto son sus hijos, que hacen El Viaje al Juicio de Identidad.
Donde escribí nada póngase representación, porque aquel vocablo, que procede de la imaginación, ha sido muy manoseado y pervertido. Con él se han adornado en los últimos años esos a quienes el mundo llama filósofos y que en realidad son putería publicitaria.
Gran oración es la de Sócrates: «¡A cambio de todo, dame conocimiento!». (Conocimiento vivo, Intimidad, libertad).
* * *
Es la misma de nuestro señor Jesucristo: «Padre nuestro, venga a nosotros tu Reino…».
Más completa la de Cristo, porque expresa la solidaridad, el camino y la meta. Además, expresa el peligro de todo momento. En la de Sócrates no hay el progredere, no está la angustia de vivir y no está el puente.
¡Jesucristo está tan por encima de todos! Eso nos da de sopetón al leer su vida, pasión y muerte. Sólo Él hizo siempre y con Intimidad la voluntad del Padre, es decir, aquello para lo que fue enviado.
Dostoyevski: «Si me probaran que Cristo era mentira, entre esa ciencia (“la ciencia”) y Cristo, me quedaría con Cristo».
Esta paradoja es interesantísima, define la Fe, así: es más vivo, está más vivo en mí, Cristo que toda verdad adquirida por medios (razonamientos). Es lo mejor que se ha pensado, vivido y escrito acerca de la ciencia conceptual y la ciencia viva.
En otros términos: toda prueba de que Cristo es mentira es un juego de prestidigitación, pues Cristo vive en mí.
Fe es la verdad viva en mí. Y no necesita criterio de verdad, porque la verdad poseída implica seguridad completa. ¿Qué luz puede iluminar la verdad?
Todo lo que se haga para que la verdad viva en los hombres es poco. Las escuelas son para eso, y para lo demás, pero con ese fin también.
«Toma tu cruz y sígueme».
Uno es representación e intimidad. Si la representación no es padecida (vivida y reconciliada en la intimidad), no desaparece, sino que aumenta, pues entonces en vez de vivir la Intimidad se engendra representación.
Por eso es absurdo afirmar que se puede ascender de mundo sin realizarse (la Cruz). Rasputín abusaba de esta verdad o misterio para prostituir a las nobles de la corte de los zares: que pecaran, para arrepentirse.
Verdadera vida es padecer su representación, atento a la intimidad, velando y orando (viajes mental y espiritual).
Si la primera condición para entrar al Reino, que es «toma tu cruz», no se cumple, uno no vivió. Muere animal o nonato.
Si no se cumple la segunda condición, que es «sígueme» (sigue la Verdad, el Camino y la Vida que soy yo, Cristo), entonces lo coge a uno la dialéctica de la representación y lo lleva a mundos de dura representación.
Y como en todos hay intimidad, en todos está en cada instante y en todos los mundos la posibilidad de los Reinos, y como todos somos representación, también la posibilidad a cada instante de los infiernos.
Y entonces, ¿qué es libertad? Como somos representación creada por la Intimidad, de ésta viene «la gracia».
En el proceso no se ve ni aparece libertad: el proceso es espacio-temporal. La libertad está en la intimidad, que es eterna.
(«Lo que mi Padre me dio…, menos el hijo de perdición»).
Hay que vivir velando y orando, «bregando por conocerlo de vista».
El misterio de la libertad.
Diréis: «Entonces, el hombre no es libre. Su ascenso procede de fuera, con la gracia». ¡No! La Gracia es la Intimidad del hombre. («El Reino de Dios está en vosotros»).
Explicaciones:
Hay muchas proposiciones contradictorias, pero todas lo son apenas aparentemente, porque son unívocas en los términos y equívocas en el contenido, así:
1ª.—El hombre es lobo para el hombre.
2ª.—El hombre es dios para el hombre.
1ª.—El hombre obra por necesidad; no es libre.
2ª.—El hombre obra por necesidad, pero es libre.
Las dos segundas proposiciones dicen que el hombre es el sucesivo desarrollo de su representación; la primera traduce por «no es libre»; la segunda no traduce sino que añade otra característica del hombre, a saber, que es intimidad y la traduce por es libre.
Ambas proposiciones son verdaderas, pero la segunda comprende la primera. Es lo que llamaba Einstein «leyes provisionales sucesivas», que la superior comprende y explica las inferiores.
Si estoy conociendo al hombre y hallo que es representación más necesidad, me expreso en esta proposición:
Hombre igual representación necesitada.
Hallo luego que es síntesis de representación necesitada y de intimidad, de tiempo y de eternidad, lo expreso así:
Hombre igual intimidad, representación, necesidad.
La segunda es más comprensiva que la primera.
Las dos primeras proposiciones:
Respecto de cosas que no puedan ser poseídas sino por uno solo, como son los objetos externos, claro que el hombre es para el hombre un lobo; pero si se trata de la Intimidad, mientras más hombres lleguen a ella, mayor beatitud y mayor Intimidad hay, o sea, el hombre es una ayuda o un dios para el hombre.
¿Y qué es libertad allí? Dos y dos son cuatro. Una vez que viváis esto, ¿podéis concebir que dos y dos son cinco? No. Podéis afirmarlo verbalmente, pero no vivirlo. ¡Esa es la libertad en la Intimidad o en el juicio de identidad!
«La verdad os hará libres».
¿Y por qué buscamos la Intimidad? Por la seguridad, que es el sentimiento opuesto a la angustia. Nos sentimos en el sucederse y nace la angustia o falta de gravedad; entonces buscamos la Intimidad, que es la seguridad. Tal es la dialéctica. Buscar la Intimidad en todo es lo que conduce nuestra representación hacia arriba. Es lo que llaman Su Presencia.
* * *
«Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?». Cuatro noches llevo delirante con este grito de Cristo. ¡Abandonado de la Presencia…!
Aquiescencia: Libertad. La libertad está en la Intimidad, porque allí hay aquiescencia pura. El pleno juicio de identidad.
Otro aspecto de la libertad. La libertad la concibe el que está encadenado. El que está sin cadenas, no. Por eso, les dijo la serpiente:
«Desobedeced y conoceréis el Bien y el Mal; seréis como dioses, creadores». Y era verdad: creadores de representación.
Conciliación de los opuestos: libertad y necesidad.
En esto de la libertad y necesidad no hay sino las antinomias que resultan del construir con entes de imaginación, a lo cual llaman filosofía conceptual o racionalista. Ejemplo, la siguiente construcción:
Libertad es poder embriagarme o no embriagarme en determinado momento o circunstancias.
Aceptando todos los entes de imaginación abstracta que contiene esta frase, hay que construir esta otra, como respuesta:
Lo que haga en determinado momento y circunstancia, no pude haber dejado de hacerlo; el hombre no es libre.
Todos los libros que tratan de la libertad humana giran alrededor de este juego conceptual.
Lo que llaman razón es otro ente. Realmente es la actividad mental cuando convierte en ídolos los entes de imaginación pasional (politeísmo filosófico) y se da a construir.
Ya vimos que la organización terrestre son las coordenadas del hombre; que por ellas nacen sus opuestos para la conciliación: «Bien» y «Mal» y «Bello», «lejos» y «cerca», «pesado» y «liviano».
Por ejemplo, dada su duración media (70 años) y la duración media de los fenómenos que rodean su vida, su capacidad máxima de vivencia del «tiempo» es de unos ciento cincuenta años. Sucesos acaecidos antes de esos años lo afectan como acaecidos simultáneamente en un vago pasado… Sócrates y Cristo realmente ya no están en «nuestro tiempo». Y la vivencia es como de coetáneos en el «lejano pasado». En otras palabras: no alcanzamos a vivir el tiempo sino en cuanto nuestras coordenadas temporales nos lo permiten.
Un ejemplo afectivo (vivo, vivencia) será más convincente. Tu padre y tu tatarabuelo son ascendientes tuyos. Cuando murió tu padre, sentiste honda pena, la vida perdió su sabor, un terremoto en ti. Cuando tu abuelo murió, tu padre sintió un terremoto vital; cuando murió tu bisabuelo, tu abuelo sintió igual… Y dime, ¿cómo se llamaba tu tatarabuelo? ¿Te importa algo el que haya muerto tu tatarabuelo? Si resucitara, ¡sería una perturbación en tu bienestar!
Decididamente, cada coordenado o existente vive «su tiempo». El tiempo es categoría del existente.
¿Y el espacio? La iglesia queda a un kilómetro de esta casa. Vivo el cansancio de caminar un kilómetro: está lejos. Y las estrellas las vemos «allá lejos» todas en un mismo «lejos», y, sin embargo, leímos que unas están a millones de años de luz de otras.
Así, nuestro yo es la cantidad de presente que vivimos; la cantidad de pasado y futuro que nuestras coordenadas nos suministran como presencia.
De la vida no vemos, ni oímos, ni gustamos, ni olemos, ni palpamos sino sus apariencias afines a nuestras coordenadas. De ahí los conceptos de abstracción imaginativa que se llaman seres, instantes, muertes, nacimientos, toda la fenomenología, y, además, los conceptos de vacío, espacio vacío, yo hice, yo hago, yo haré, todas las palabras, que son nombres de entes, y todos los verbos, nacidos de la vivencia temporal.
Vamos, ahora sí, al juguete ese conceptual acerca de libertad humana.
Tiene estos entes de imaginación abstracta: «determinado momento», «circunstancias», «determinadas circunstancias», «yo» que «me embriago».
Vida atomizada en fragmentos circunscritos, independientes. Material para un alarife constructor de «otros mundos».
Como vimos ya, el yo nunca es determinado instante en determinado lugar y espacio, y en determinadas circunstancias. El Yo es conciencia (presencia) del pasado, con urgencia de futuro, o sea, un muerto vivo y un vivo enfermo de muertes y de nacimientos. Quiere decir: La Vida y nuestra vida no tienen instantes, ni pasado, ni futuro, sino que es la Presencia representada.
Hagamos ahora un viaje mental por el embriagándose.
¿No veis que la embriaguez era mi embriaguez, que no fue en determinado momento, sino que fue mi tatarabuelo que se embriagaba, y Noé que se embriagó a poco de desembarcar? ¡Pero no! No fue mi embriaguez sino «nuestra embriaguez» y no fue en «determinado momento y circunstancias» sino en todo el sucediendo. Fue el encontrarme con el amigo, nuestro conversar de recuerdos, nuestra comunión en el sucediéndonos… y fue el sucederse la vid y su virtud de aumentar nuestro sentimiento de poder.
Esa «mi embriaguez» es el sucediéndose íntegro.
Esa embriaguez apareció, eso sí, para nosotros, espectadores, presencias representadas, así como el avión que viene volando por allá a sesenta kilómetros, y que no te aparece…, y vuela… ¡y te aparece!
¿Y no veis que el hombre no tiene por dentro un muñequito que se llame el yo, sino que es un sucediéndose con una variable conciencia de ello? ¿Qué es eso de un muñequito, el yo, que se embriaga, no se embriaga, puede, no puede? ¿Y no veis que en el embriagando hay un viajando mental que va conciliando los opuestos angustiados en la Intimidad, o mejor, que va concienzando? El sucediéndose queda en eternidad.
¿No veis, por todo lo anterior de este libro, que el hombre es representación con intimidad, o eternidad manifestada y que de ahí nace la dialéctica, o camino, o viajes, o mundos?
Por consiguiente, el hombre es un libertándose, un reconciliándose, un encadenado que va siendo liberto por el conocimiento vivo, pero nunca será libertad, porque ésa es categoría de la Intimidad.
Cristo lo dijo claramente: «La verdad os hará libres». Leed bien: os hará, en sucediendo; en presente, sólo Dios es libre, porque la Presencia es su esencia. La Intimidad es libre. La manifestación se va libertando en la Intimidad. Et pas plus.
* * *
El hombre tiene la libertad en su intimidad.
Los viajes mentales concilian o libertan de los conceptos pasionales y así vamos hallando la libertad en la intimidad.
El hombre es un proceso de liberación.
Libertad humana es cada verdad vivida, cada reconciliación de opuestos.
* * *
La conciliación de libertad y necesidad es del siguiente modo:
No hay necesidad y libertad sino que la vida es sucediéndose – conociendo – libertándose. La vida en y por la Intimidad, se entiende, pues La Vida o Intimidad es libre…
Pongamos todo en estilo de catecismo:
P.—¿Qué es el hombre?
R.—Un existiéndose.
P.—¿Es libre?
R.—No. Es un existiendo con Intimidad. Se liberta.
P.—¿Cómo?
R.—Al padecer su existencia y reconciliarla con la Intimidad.
P.—¿Cómo se llama también a la Intimidad?
R.—El Padre.
P.—¿Cómo se llama también el existiendo?
R.—Tu Cruz, nuestra Cruz.
P.—¿Cómo se llama también a la intimidad en la representación?
R.—Espíritu Santo.
P.—¿Y quién nos reveló todo eso e hizo vivo en nosotros este conocimiento? ¿Quién fue El Salvador?
R.—Jesucristo.
P.—¿Quién es Jesucristo?
R.—Es la Intimidad o Padre, manifestado al hombre por el Espíritu Santo. Es la manifestación reconciliada con la Intimidad: el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.
Porque la representación es la Intimidad no reconciliada. Por eso, Cristo resucitó en cuerpo glorioso (reconciliado), y así nos mostró el camino, la verdad y la vida. Seremos representación reconciliada con la Intimidad, si cargamos la Cruz y lo seguimos.
P.—¿Cuál es la escuela, la única escuela, y el libro?
R.—La vida de Jesucristo y el Evangelio.
P.—¿Y cuál es la oración?
R.—El Padrenuestro.
P.—¿Y eso es todo?
R.—Es Dios vivo, único. Lo demás son apariencias de coordenadas, de mundos en que hay ausencia de conocimiento o Presencia.
P.—¿Cómo se debe vivir, pues?
R.—Aceptándote en tu suceder, vivir tu vida, meditarla en el recogimiento, llamando a la Intimidad. En palabras de este libro: haciendo con honradez absoluta tus viajes pasionales, mentales y de beatitud. No mentir nunca.
— o o o —
Cuarta libreta regalada
Viaje a la región de la desobediencia o pecado original. Conciliación de los conceptos «Yo» y «Tú», «Nosotros» y «Vosotros», «Nada» y «Ser», «Yo» y «No yo» en Intimidad y nada glorificada. Viaje pasional en que se vive todo esto y que se titula: Pío xii y la hermana Pascualina sucediéndose.
Todos los «pecados» son nuestros.
Vimos enantes que la vida y nuestra vida no tienen momentos, ni pasado ni futuro, sino que son la Presencia que se nos representa.
Por eso, dijo Cristo que si miro a una mujer con ánimo fornicario, ya forniqué. Quiere decir que si soy fornicario, miro fornicariamente y fornico, o que la fornicación se representa; es y se representa.
Recuérdese que el término ser no es temporal. Los demás verbos son temporales o de la representación; ser es sustantivo, verbo sustantivo y trata realmente de la Intimidad, cuya categoría es eternidad.
También dijo Cristo que «por sus frutos los conoceréis», que es lo mismo que lo dicho acerca del mirar fornicario.
También le dijo a Judas, luego de la Cena: «Lo que has de hacer, hazlo pronto». Judas es traición y la representa.
Esto significa claramente que la perturbación, el «pecado original», el que engendró nuestras actuales coordenadas en que vivimos, pues eso significa «original», fue en un cielo en donde la apariencia o cuerpo estaba glorificado.
Propiamente no fue en la eternidad, porque ésta es categoría de Dios. La existencia como esencia. Total existiendo presente. Todo Presencia.
El Paraíso no fue en esta tierra y bajo estos cielos, en estas categorías espacio-temporales. En todo caso, había la Presencia de La Intimidad en los cuerpos de Adán y Eva, o sea, eran cuerpos glorificados… Sus almas eran la idea de sus cuerpos glorificados en La Intimidad: veían a Dios.
No había el mismo sucederse (tiempo y espacio) que hay aquí. No había muerte. Otras coordenadas, otro mundo. Y lo mismo eran los elementos, minerales, plantas y animales: «Toda la creación espera angustiada la segunda venida del Hijo de Dios» (Pablo de Tarso). En nada había dolor, placer, bien y mal, sino participación de la beatitud, que es aquiescencia y contentamiento en La Intimidad.
En el Paraíso y en los cielos hay coordenadas en cada uno, lo mismo que en los infiernos. Algo equivalente a tiempo y espacio, más «eternizados», con mayor presencia en los cielos, por grados, y más densos, oscuros, en los infiernos.
La desobediencia no fue en nuestra tierra de hoy y bajo estos cielos. Fue donde no había esta muerte y este sucederse; el Yo tenía otras presencias también, pero ordenadas a La Intimidad. El hombre era libre en la Verdad.
Sucedió la Perturbación:
¡Ser dioses, intimidades, seres con la idea de sí mismos como alma! ¡Y lo fueron! Fueron coordenadas cuyas categorías son tiempo, espacio, «bien» y «mal». Todos nacemos en estas coordenadas y representamos el Pecado original.
Y Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo del Hombre, es en la Eternidad, y su representación fue en el tiempo, pero glorificándola. El gran maestro o Salvador que venció a la muerte.
Por eso hay que nacer de nuevo.
Los pasados y futuros delitos, los «pecados» todos son míos, nuestros, lo cual expresó Cristo al enseñarnos a orar: «… perdónanos nuestras deudas».
En una ciencia viva de criminología se enseñará pronto así: el ladrón y el robado son uno mismo; el homicida y la víctima son uno solo. Porque el robo nace de los conceptos «mío» y «tuyo» que no han sido conciliados en la Intimidad, y tales conceptos viven en las coordenadas en que caímos por el pecado original. Yo me represento en ti y tú en mí. Y tenemos que el juez, el carcelero, el verdugo, el homicida y el muerto representan el ente asesinato; lo crean y lo padecen. Son uno solo.
Un ejemplo vivo:
Tenemos al señor rico que vive con su señora; tienen al señorito y a la sirvienta joven. El señorito llega a la pubertad y no puede casarse porque no se ha establecido todavía. La sirvienta joven está en la edad de la figuración y no tiene dinero para adornos y trajes. Por medio de ellos, el señorito le compra la virginidad.
¿De dónde nacen, pues, la señora y la puta, la señorita y la ramera? De las coordenadas que se denominan régimen económico…; de la propiedad individual de los medios de producción nacen ricos y pobres; de estos opuestos nacen las clases económicas y los entes Señor y Obrero, Señora y Sirvienta, Señoritos y Verduleras, Cocineras, y ya tenemos la puta y la señora. La una condiciona a la otra…, y llega hasta eso que se ve en el Occidente que se llama cristiano, y que es la puta que pone tienda para vivir de la venta de sus órganos genitales. Un «moralista» escribió, para defender los lupanares, ¡que ellos eran la garantía de la virginidad de sus hijas!
En Rusia (las Repúblicas Socialistas Soviéticas) hicieron el experimento de socializar los medios de producción, por la fuerza, eso sí, pero en todo caso se comprobó que no aparece más la puta, sobre todo la puta de tienda.
Calumnia es imputar a otro un hecho falso y pecaminoso… ¿Cómo puedo imputar algo sin que me nazca? ¿Y cómo me puede nacer sin estar fecundado? ¿Cómo imputo el hecho, si no está en mí, en el hombre?
Ahora voy a dar el viaje pasional, el mental y espiritual por medio del cual llegué al misterio del pecado original o de la unicidad de los hombres en el pecado. Veamos cómo se concilian todos los opuestos enunciados antes.
Pío xii y la hermana Pascualina sucediéndose.
Ya enterraron el cadáver en una cripta muy honda. Lo descendieron con grúas rechinantes en tres ataúdes concéntricos.
Cadáver embalsamado por Galeazzi Lisi y un napolitano, con un método nuevo y secreto que lo conservará indefinidamente. La hermana Pascualina, ama de llaves de Pío xii por cuarenta años, oró durante quince minutos al pie del cadáver. Se llevó la jaula de los canarios, y ya deben haberle ofrecido los coleccionistas yanquis doscientos mil dólares por ella. Y sor Pascualina no les da ni una pluma cagada por un millón. Esto comprueba que es verdad la frase todo se vende, y que es verdad también que nada se vende, y es porque se trata de dos mundos de la Vida, pero de la misma Vida. Esto se llama el misterio de la contradicción reconciliada.
Otra cosa celestial que ocurrió: que Pío xii tuvo grandes amores con una mujer, amó y fue amado más, infinitamente más que un marido o amante.
Hermana Pascualina lo cuidaba, le preparaba los trajes, alimentos y medicinas; le humedeció los labios en la agonía; «murió» junto con él y sube al cielo con el santo.
Tenemos, pues:
1.—El sacerdote será célibe.
2.—El sacerdote es el único que puede amar y ser amado por las mujeres.
Las dos proposiciones son verdaderas, pero tratan de dos mundos de la Vida única. Así, nadie ha sido amado por mujer como Cristo por la Magdalena, y Cristo fue exento de pecado original. Se trata de amor inmortal, porque lo amado es la Intimidad. Las dos frases son verdaderas.
¿Por qué se usa llamar «padre» al sacerdote? Porque fue término usado en las primitivas iglesias para designar los «hijos» a quienes los habían engendrado de nuevo: «Hay que nacer de nuevo para entrar en el Reino de Dios».
Y es natural que quien sea padre en el nuevo nacimiento, no lo sea fisiológicamente. Se trata de paternidad en ambos casos, pero la una en las coordenadas de la apariencia… Un ejemplo vulgar: uno es el caballo de carrera y otro es el caballo de tiro… El caballo de carrera corre y el caballo de tiro corre, pero son dos carreras.
Así mismo, hermana Pascualina fue esposa, y Pío xii y ella se amaban.
Pero no vayáis a escandalizaros, creyendo que es la misma frase que se dice de vuestras cónyuges y mancebas. Hermana Pascualina «escogió la mejor parte». Hay un matrimonio aquí, otro allí, y otro allá, en diferentes mundos de la misma Vida.
* * *
La historia es: que hace 40 años, el cardenal Eugenio Pacelli conoció en un sanatorio suizo a sor Pascualina, que tenía 19 años. Entonces, Pío xi nombró como nuncio en Baviera al cardenal Pacelli y le dispensó la clausura a sor Pascualina, para que se fuera con él, de ama de llaves. ¡En todo era alto, luminoso, el cardenal Pacelli! Fue muy amoroso, tanto, que proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen a los cielos en cuerpo y alma, y la Virgen lo amaba mucho.
Un rudo dirá: «¿Y fue porque era amoroso?». No, por ser verdad. Entended que el fuego del amor aparece de la vivencia de una verdad. Pío xii vivió el dogma de la Asunción.
* * *
¿Por qué no incineran los cadáveres? Porque ¿cuándo está uno muerto? ¿No es progresiva la muerte real? El primer día, uno siente como si el cadáver estuviera vivo; el segundo, menos, et sic de coeteris. El dolor, la vivencia de la muerte, va envejeciendo al mismo ritmo con que progresa la descomposición del cadáver. Si incineran el cadáver, la vivencia, la intimidad, padece; incineran algo de uno con el cadáver. Hay que respetar la realidad. Las apariencias, tales como suelen suceder, son imágenes de la vida emotiva y espiritual. Y… ¿el cadáver no es la representación de la intimidad? ¿No es sustantiva la forma, como decía el magistrado Duque Parra?
La incineración la practican los que viven en el juego de la causalidad física y fisiológica, como única. Pueden hasta tener vivencia muy viva de que el muerto se acabó, pues, como cultivan este vivir, realmente sienten que se acabó, pero están inseguros con los muertos muy cercanos.
En verdad que hay varias estancias y que todas ellas tienen sus muebles; y en todas ellas se vive y la ley es la misma, pero las estancias son diferentes. Pero, como la ley es la misma y las estancias están en orden sucesivo de realidad desde la entrada de la casa, el que está viviendo en la n° 1 no conoce más; el que está en la n° 2, conoce también la n° 1, y en la n° 30, conoce también las 29 anteriores. Lo que pasa es que el que está en la n° 1 siempre presiente que hay otras, pero inseguramente, un presentimiento que le viene de vez en vez cuando se acerca al muro divisorio; por ejemplo, cuando muere un hijo. Por eso, no hay ni ha habido quien esté nítidamente seguro de que el muerto se acabó. Y en la estancia n° 2, ya el presentimiento de la 3 es más intenso, pues ya sabe que hay dos…, y en la número 30 ya casi es seguridad de que son infinitas las moradas.
En el siglo xviii progresó el conocimiento de la causalidad física, con el método inductivo y la experimentación. Entonces se establecieron muchos crematorios en los cementerios europeos, pero guardaban las cenizas…: «¡Las cenizas de mis padres!». Pero ni un solo día ha cesado la inseguridad. No ha nacido ni uno solo que se sienta tranquilo durmiendo con un cadáver. Siempre, en todo tiempo, los cadáveres asustan. El verbo asustar, de susto, «impresión repentina causada en el ánimo por sorpresa, miedo, espanto o pavor» dice la Academia. Estos vocablos son hijos del cadáver. El asustado está inhibido todo, como resultado de estos interrogantes repentinos: ¿Qué? ¿Qué se hizo? ¿Dónde está? No se puede incinerar el cadáver, porque es una cobardía que nos empequeñece: queremos probarnos que se acabó y eso no se logra.
—¡Bueno! ¡Espere! Hay que decir esto honradamente: muy bien que uno no pueda obrar ante el cadáver como si el hombre se hubiera acabado, pero tampoco obra como si continuara. Si digo: «Ya se acabó Pío xii», quedo con gran disgusto, despreciando mi proposición, y si digo: «Pío xii vive, está dormido», también. Es porque no está dormido. Pío xii murió realmente; tal como era Pío xii murió, se acabó. Entonces… ¿qué? Pues que ahí está el quid, la dificultad. Vivo como nosotros no está; no oye, ni ve, ni recuerda, no reacciona… y, si no lo hubieran embalsamado, hedería ya… Entonces… ¿qué?
Se trata de la Vida y de una síntesis de eternidad y de tiempo. Los que ya nacieron de nuevo, saben que la acción de Pío xii es más efectiva; que oye mejor y ve mejor y… el que no tiene ojos no puede ver.
* * *
Sigue el escandalito contra el médico homeópata del papa Pío xii. Muerto el que se representó en grande entre los hombres y sucesos de 50 años, el mundo pasional, los demiurgos, toman el au-dessus, disfrazados de primeros actores y de primas donnas. La Federación Médica Italiana, el Senado italiano, la democracia cristiana, la prensa (ésta es la prima donna), insultan al doctor Galeazzi Lisi porque narró para la prensa la agonía del Santo, y hoy anuncian que el colegio de cardenales decidió expulsar a Galeazzi de la ciudad del Vaticano.
Esto es lo que exigía el gran arte vital: el contraste, el claroscuro, la tache. Bacon lo expresó así: «No hay belleza perfecta sin cierta desarmonía en las proporciones».
En todo caso, ¿no vivimos los hombres buscando, y rebuscando y cavando para ver si hallamos documentos vivos de la vida y de la muerte del homínido que fue nuestro padre, y de la tierra y de las constelaciones? ¡Cuánto diéramos por un Galeazzi Lisi de Jesucristo!
21 de octubre 1958
Hoy me parece ver que el nuevo papa será el espíritu Wyszynski (Stefan), porque es el que unirá al cristianismo y hará triunfar aquello de que Él vino en busca de las ovejas perdidas y comía con publicanos y pecadores, y «¿acaso vine a repartir herencias?», y «¿qué tengo que ver yo con esa zorra?», y «dad al César lo que es del César», y «ve y toma un pez, y saca de su boca un denario y paga ese impuesto por ti y por mí», etc.
La dialéctica espiritual se cumplirá: no era posible eso en 1936; la misión de Pío xii fue otra, preparar la venida de éste que será pastor y nauta, es decir, que pasará el mar de formas económicas y sociales que separan los mundos de hoy.
Seguramente que será el espíritu Wyszynski; puede no ser su persona. Hace años que nos preguntábamos ya: ¿por qué no van a la URSS? Allá es donde hay trabajo, y para vivir el Evangelio es mejor allá. El Evangelio no se opone a ninguna forma social ni económica. En los presidios puede habitar el apóstol; y en los palacios, en las casas de usura, en los lupanares, en los presídiums, en los koljoses, dondequiera que el hombre agoniza…
* * *
¡El complejo publicitario! Los reporteros en Roma, fotografiando todo lo que pueden de la agonía, muerte y entierro. Sonsacaron de Galeazzi Lisi y de Gambarri los «secretos» de la agonía.
Fotografiar el cadáver y a sor Pascualina en todas las formas y circunstancias. Pero, como nada aparece, sólo un cadáver y una monja vieja ya… Y no aparece «secreto» en la agonía…
Por eso, el escándalo Galeazzi Lisi y el escándalo sor Pascualina: «¡Se robó el diario íntimo!»…
Estoy en San Pedro. La gran nave inmensa y sola; es la hora del almuerzo. Veo que llega una monjita vieja a orar a los pies del cadáver y que sale un fotógrafo yanqui de un escondite, y ahí está, fotografiando. Logró quedarse allí escondido, con propinas secretas.
Pero veo que se le acerca un señor alto y le susurra:
«Hay cosas que no caben en tus máquinas. Por más que lo bregues, no cogerás y no comunicarás eso que ahí se está viviendo en estos momentos… Sólo tendrás formas, una monja en su hábito y un cadáver como todos. ¿Qué te incita? ¿El negocio? Y como la curiosidad universal tiene su raíz en el presentimiento de que está sucediendo algo hermoso y vivo, jadean por verlo con los ojos que usan, y tú por cogerlo con tus máquinas, para venderlo. Te repito: ahí no cabe y eso no se ve… Sólo veréis este mundo con esos ojos y mediante tus máquinas. Os vais a desilusionar y diréis: “Todo es humano, demasiado humano”».
Mira esta fotografía de ayer. ¿Qué? Una monja vieja que lleva una jaula en una mano y una valija pequeña en la otra. Acércate a la monja y ofrécele muchos dólares por la jaula… ¡No…!, no…, no están calibrados tus ojos ni tus máquinas para coger lo que ahí vive, ni tus precios para esa mercancía…
No hubo salarios ni prestaciones. Esa mujercita camina como si fuera nadie: es nadie: mira tus fotografías… Lleva la jaula de los jilgueros de ése cuyo cadáver veis ahí, un cadáver como todos. Y la jaula es nada también: vieja, con cagarrutas y plumas sueltas. ¿Y un millón? No. ¡Es la locura de la Cruz!
Y desesperado, irritado al ver que son cadáver y mujercita como todo cadáver y como toda sirvienta que se va, en tu desilusión de que no haya nada y nada se cate, te pones a la enemiga y gritas: «¡La sirvienta se robó el diario íntimo del cadáver!».
Y así quedas preso en tus ojos, tacto, gusto y máquinas. Y cada paso en ese descenso, perfeccionará tus sentidos que usas y tu inteligencia que tienes ahora, y al final dirás: la monja era la amante del cadáver. Porque lo que se ve con los ojos que usas y lo que se vive en tu mundo es que siempre que una sirvientica no recibe paga y se va con una jaula de canarios, era la amante del cadáver.
Este es el drama de la agonía, muerte y entierro de san Pío xii.
Y tal frase es posible en la dialéctica vital, porque los hombres pasan sus vidas en las mismas formas, pero algunos ya habitan algo en otros mundos. Besa los pies de Cristo y todo su cuerpo el que lo ama; besa a su madre el hijo, porque la ama; besa a su manceba el amante. Siempre amar. Las palabras son continentes para varios contenidos. Pero obsérvese que los verbos son activos, llenos de futuro, matices de pasado y de futuro. Ahí está el quid.
Escándalo.
Berenguela se escandalizó con esto de sor Pascualina y entonces me quedó un remordimiento grande. Es tan oscuro eso a que se puede llegar, que imaginarlo como sucedido deja una mancha, un dolor. En mi intimidad tengo náuseas y vergüenza. He bregado por explicarme esto y no puedo arreglarlo. Es atrevimiento descarado y el sólo imaginarlo deja a uno sucio.
* * *
Sigo sucio. Bregando, bregando por ver en esa oscuridad a que descendí en ese pasaje, me pareció oír una voz que decía en mí: «Imaginar las bajezas es cometerlas, pues no se puede imaginar lo que no está en uno». Seguí buscando, y vi que esa bajeza la cometió algo muy hondo en mí el día en que leí la historia de la hermana Pascualina. Yo fui el autor, y no un reportero yanqui. El que imagina un adulterio o cualquier suciedad, ya lo cometió, o lo parió, o lo malparió. Y ahí, cobarde, orgulloso y vanidoso, se lo atribuyo a otro y yo me presento como muy ingenioso, y se lo leo a mi pobre mujer y ¡los ojos que puso! Fue como si en mí viera al diablo, y ella fue la que me hizo conocer el bizco hideputa que soy. ¿Y es que no somos el diablo? ¿No somos el mineral, la célula, el batracio?
* * *
Me fui al café con estas vivencias:
1.—Que soy yo, únicamente yo, el que tuvo ese pensamiento.
2.—Todo lo que uno sospeche o atribuya a otro vive en uno.
3.—Toda idea es uno mismo modificado por lo que lo afecta.
4.—Si no fuéramos microcosmos, amasados de barro (resultantes de toda la evolución), no podríamos conocer, pues toda idea es resultante del ser afectado y del afectante. Lo que no esté en uno no puede uno conocerlo. Algo parecido veía Berkeley, cuando afirmaba que «sólo lo semejante conoce a su semejante».
También esto: que en ese camino de las vivencias hacia la Intimidad absoluta, que es el vivir, cuando creemos que estamos juzgando desde la limpia intimidad… se trata de una vanidad que está predicando, pues, luego, más desnudos, lo vemos muy claramente.
Llegado al café, compré un diario y vi un retrato de la hermana Pascualina, bello rostro enérgico y de expresión profunda, cara ovalada, diferente de la larga y huesuda de Pío xii, y leí que el pueblo romano la llama ahora «la virgencita viuda», y me tranquilicé, y me dije: «Todos pensamos lo mismo, porque somos microcosmos». ¿Será muy suspicaz mi mujer? ¿Por qué no podían amarse? ¿Qué hay de malo en el amor? ¿Por qué ha de relacionarse siempre el amor de hombre y mujer con la unión carnal? Y aquí está un campo amplísimo para el que desee recorrer el bellísimo reino del amor… Es un gran país este del amor, y una de las principales obras filosóficas dramáticas de Platón se ocupa de él. También se ocupó del amor carnal el gran Ovidio.
En los tiempos modernos sólo hay tratados del amor sexual, fisiología del amor, el arte de enamorar. El Arcipreste de Hita tenía gran sabiduría para enamorar. Pero la totalidad del amor sólo ha sido expresada en los dos primeros mandamientos mosaicos: «Amar a Dios sobre todas las cosas y a las cosas en Él, y al prójimo como a nosotros mismos». Nada se puede ver en el amor que no esté aquí compendiado. Ahí está todo reconciliado. El amor sin ley, el perverso, resulta de que se ame a los seres y no a la intimidad en ellos.
Es, por consiguiente, país sagrado y de peligros, por donde se asciende rápidamente, pero en cualquier instante, aun a las puertas del cielo, se puede caer al abismo. No es para turistas que no lleven como guía interior al gran maestro del Amor o entrega total al Padre, Jesucristo.
Y como me sé incapaz, dije esa frase, no como calumnia sino como asombro, poco más o menos así: «Yo habría caído, porque la caída está tan en mí, que la veo real, como sucedida ya». ¿Estará bien expresado esto?
La capacidad de amar a los semejantes es una gran fuerza (virtud) que, como toda fuerza, puede emplearse para hundirnos con los amados o para elevarnos con ellos, si se ama a la Intimidad por encima de todas las cosas y a éstas en ella. Si se ama a los seres, revueltos y abrazados caeremos en las profundidades de la representación animal.
* * *
Sí. Veo que son sucesivas y entrelazadas vivencias o personalidades, todas con mayor o menor gusto o impregnación de Intimidad, pero a ésta, propiamente a ésta no la hallaré en mí. Ella es el Padre y «nadie puede verlo que viva» (Moisés). Y en todas esas personalidades (que llamamos rudas, bajas, inferiores, altas, etc.), que son como estancias o estados, hay lo que llamamos causalidad, o sea, que unas vivencias son las anteriores, evolucionadas, con más intimidad ya, y a eso lo llamamos causalidad y necesidad. Cuando se vive en cuerpo fisiológico —pasional— mental exclusivamente, sin experiencia del espíritu, aparece evidente la necesidad histórica.
Mientras haya diversidad, yo, tú y nosotros, e intimidad, se trata como de un traje y de desnudarse. Y llegando al Espíritu, al cuerpo espiritual, se presenta la gran pregunta: ¿y cómo podré ser yo, si entro a la Intimidad? ¿Desaparezco? Entonces la vida no es para mí… ¿El nirvana o desaparecimiento? Y son los gritos de agonía del yo, que se afirma siempre, que no puede negarse, y que es la inimaginable tragedia de la agonía…: ¡morir totalmente!… y… «esto es imposible para el hombre, pero posible para Dios».
* * *
Paranoicos, ciclotímicos, mitómanos, perversos, etc., son personalidades anormales. La que casi todos los ciudadanos tienen es la «normal», y la vida «normal» son las ideas, pasiones, acciones resultantes de la acción del mundo sobre esas personalidades normales. Son actitudes, huidas, pugnacidades y sentimientos que se suceden con lógica causal absoluta y a lo cual se llama «vida normal», «individuos normales». Mientras menos abunda determinada forma de personalidad, más «anormal» es considerada. Pero todo loco en su locura o manifestación procede con causalidad lógica cerrada. Lo que deseo deducir de esto es que todo «normal» tiene posible la anormalidad, y viceversa.
Y ahora: que no tengo la menor duda de que soy «anormal», tan anormal que me he dedicado a viajar y convivir con todas las personalidades, porque entendí que las tenía todas: del asesino, del cleptómano, del estuprador, del sacristán, del santón, del hipócrita, del ladrón, del perseguido-perseguidor, del coleóptero, del chacal, del Gandhi y del Buda.
A Félix Ángel Vallejo, que me dijo hoy que iba a traer unos jóvenes estudiantes, contestéle que no, que se enfermarían, que les dejara vivir su ilusión. Yo soy un «anormal» peligroso para la alegría y la tristeza de este mundo, y en este mundo viven ellos… Todos los que se me acercan enloquecen, y a esta casa no llegan sino locos. Yo soy —tienen razón a su modo los que lo afirman aquí— un corruptor de la juventud, de esta vida, tal como Anito calificó a Sócrates, con mucha agudeza, en el gran juicio que le hicieron en Atenas. Y la sentencia de muerte fue «justa», es decir, dictada para preservar el statu quo, que es el oficio de los jueces.
Nietzsche lo vio claramente, que Sócrates era la personificación de la muerte de Atenas. Era un loco y la sentencia fue «justa». También, y en grado infinitamente superior, fue «justa» la sentencia contra Cristo, y, por eso, Él exclamó cuando le hundían el primer clavo en el pie: «Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen». Lo cual equivale a decir: que ellos ejecutaban la sentencia «justa» que sería la ascensión del Hijo del Hombre.
¡Y vea usted! Ahí está ese monstruo de mi yo: ¡que yo me pongo como semejante al Cristo! Por eso dije y repito, refiriéndome a mí mismo: «¡Viejo loco hideputa!».
* * *
El médico Gustavo me contó ayer que en el hospital, alguien le dijo que el enojo con Galeazzi Lisi es porque en sus artículos periodísticos narró que el papa en su agonía pronunciaba nombres de mujeres… Que habían oído eso por radioemisora yanqui. ¿Y eso, qué? ¿Quieren que un moribundo no sea un moribundo? En su vivir tuvo siempre presente a «la llena de gracia», vivió en el Reino de ella. ¿Quieren que un delirante no sea un delirante? ¿Tres vírgenes no componían su hogar? El papa tenía que reconciliar toda su representación, como todos. Por eso, León xiii compuso este epitafio para su túmulo:
Hic Leo tertius decimus qui pulvis est.
Pero ¡quieren frases rimbombantes para la publicidad! Y los nombres de las mujeres son pecado para la gente. ¿Qué querían? ¿Qué exigen? Como en tiempos de Cristo, exigen ver cosas incomprensibles.
¿Qué hacer para no irritarme con los gritos destemplados de un niño egoísta? Ahí está jugando con su aro y dice: «¡Miren, miren!». Se acerca su hermanito para ensayar también, y ¡qué berridos! ¿Qué hacer para no irritarme? Mi sistema nervioso está como si le pasaran un serrucho, repitiendo: arritmia, dirritmia, polirritmia, remolino, contraste, van y vienen, chocan y se revuelven…; se pierde el señorío, cataclismo… Infierno. ¿Qué hacer para no irritarme?
Ser cadáver, y no soy cadáver. ¡Ánimo, santurrón hideputa envigadeño descalzo! ¡Cógeme ese trompo en la uña! ¡Y es lo mismo eso de Galeazzi Lisi…! ¿Qué dijo el agonizante? ¡Que el secreto profesional! ¡Que la ciencia, que la moral médica!, que la Iglesia… ¿Quiere la Iglesia que el papa se convierta en muñequito de nicho? ¿Que salga de sus labios un muñequito «puro», «puro» y que ése sea el espíritu? Sacristanes y beatas, ánimo, que esto no es como ir a cine; morir es cosa irracional. Vélez, el brujo, cuando lo llevaron borracho a la cárcel de La Estrella, se resistió e hizo un escándalo. Los amigos le reclamaron: ¿que cómo se había resistido y se hizo llevar arrastrado? «¿Y es que ustedes creen que me llevaban para cine?». Cuando es para la cárcel, hay un modo de ir; para el putarral, otro; para ser coronado papa, otro; y para agonizar, cada uno tiene su agonía. ¡Ésta sí es netamente individual! ¡Nadie se puede robar la agonía ajena, ni uno mismo puede robarse su agonía! La agonía es el arribo, por bien o por mal, ante la Intimidad desnuda.
Viaje mental por estas pasiones de la agonía de Pío xii.
«Amor es el sentimiento que acompaña el paso de una menor a una mayor realidad, con la idea de un objeto como causa de ello» (Spinoza).
Esta es la verdadera definición del amor, por ser la genética. Las otras que conozco dan propiedades del amor como definiciones: Deseo de poseer un objeto. El deseo de posesión o de presencia de lo amado es una propiedad apenas, pues si tengo la idea de algo como causa de pasar yo a más plenitud en mi ser o en parte de él, ¡claro que tendré deseo de su presencia continua!
Ahora bien, cada ser es una concreción o modo determinado de la extensión (su cuerpo), con la idea de ese cuerpo actualmente existente en acto (el alma). La amiba, el pez, el reptil, etc., cada uno es la idea o alma de su respectivo cuerpo existente…
Y así, por las coordenadas de su cuerpo, de que tiene idea, aparece la afirmación de sí mismo o conato. Y nace su Bien y su Mal. Cuando pasa a mayor perfección su cuerpo, ídem su alma o idea, y siempre acompañada con la idea de un objeto como causa. Así nacen «alegría» y «bien» como nombres de sentimientos y de los objetos causantes. Y si pasa a menor perfección, «tristeza», «dolor» y «mal».
Tal es el origen de la moral y de los entes psíquicos todos.
El caballo tiene conato de caballo: afirma su propio ser. Cuando tal afirmación pasa a perfección, está alegre; y triste, en el caso contrario. Y el mundo exterior que acompaña tales cambios es «odioso» o «amable», y tenemos su bien y su mal.
Y el hombre, alto en la escala de los existentes, complejo más que todos, hijo de todos, es microcosmos, y su alma o idea de su cuerpo complejísimo, que puede ser afectado por todos, es, por decirlo así, panidea: idea de todos los existentes. Por eso, puede cometer la animalidad toda y contemplar la Intimidad.
Tenemos un determinado hombre en que predomina el poder sexual procreativo… Se sentirá pasar a mayor realidad principalmente a la vista de mujeres y de accidentes y cosas atañederas al coito. Amará a las mujeres por su sexo y anejos. Tal será su amor. Como en él prima el sexo, su paso a mayor conato se deberá a circunstancias sexuales, y ese será su amor.
Uno de estos, que llegó a la impotencia de acto, le decía a su médico: «Si no me alivio, me suicidaré».
Tenemos otro en quien esté muy desarrollado el sentido de los colores, luz y sombra. Sentiráse pasar a mayor perfección o realidad, en ambiente propicio para la figuración y los juegos de luz; su amor serán las figuras y paisajes; será pintor.
Tomemos otro en quien predominen la abstracción y la construcción con conceptos abstractos: su amor serán las matemáticas o la filosofía racionalista.
Ídem, otro que perciba la Intimidad en las representaciones: su amor será la Intimidad o el conocimiento vivo.
Pero hay que advertir mucho que esta simplificación nunca se da en la realidad… Todos los hombres somos microcosmos, y en todos está el mineral, el vegetal, el animal, todo lo que precedió a su aparición como flor en el tallo que brota de la tierra toda. En tal sentido «el hombre es hijo de la tierra y del sol» (Giordano Bruno).
Tal es el amor, carro que conduce a la Intimidad. ¡Dime qué amas y te diré en qué mundo habitas! Donde está tu corazón, ahí habitas. Ese es tu mundo.
Y como somos síntesis de Intimidad y de representación, en el amor nuestro distintivo, habrá siempre llamadas de los amores todos que hubo y hay en el universo y de que fuimos amasados (tentaciones), y llamadas de lo que hay en nosotros de… futuro, porque el hombre es puente al superhombre y algo más. Y el mineral es puente al vegetal… y algo más.
Cuerpo elevado y receptor, llegó a la Intimidad por el camino de lo más alto que contiene la idea de mujer: amor a los niños, a los que padecen, a los enfermos. Desde niño fue amoroso Pío xii.
La conclusión es: el papa Pío xii tuvo como alma desde que nació la idea de la Virgen, actualmente existente en acto, y todo su conato iba acompañado con tal idea como causa de su alegría. Llegó a la Intimidad (Dios) por medio de la Virgen.
Por eso vivió rodeado y atendido por vírgenes, por Pascualina y compañeras. Tenía el sentimiento de pasar a mayor realidad (Dios) con la idea de ella como causa, es decir, amaba a la hermana Pascualina.
Esto es lo que llamo reconciliación. Ya no me escandalizo de que todos los que vivamos en mundos inferiores a los de Pío xii podamos vivir y pensar que la amaba así como nosotros la amaríamos, cada cual con su amor.
Ahora sí siento respeto por ese viejo pueblo romano que en su profunda sabiduría viva llama a sor Pascualina «la piccola vedova vergine».
Con esta idea madre para la biografía de san Pío xii, de que su camino fue la Virgen (su puente para Dios), se iluminan en unidad significativa todos sus actos, costumbres, agonías…:
1.—Sólo él pudo ser el papa del dogma de la Asunción. Vivía ese misterio.
2.—Su política universal, su actitud con los comunistas, sus devociones, están impregnadas de la Virgen de Lourdes y de las revelaciones secretas de la Virgen de Fátima.
3.—Esas dos apariciones de la Virgen llenaban casi su alma.
4.—Ese rey de reyes tenía su hogar así: tres vírgenes suizas alemanas; dos jesuitas jóvenes alemanes, un médico homeópata y dos jaulas con canarios que asistían a su rasurarse matinal y a su desayuno.
5.—Su artista predilecto (y quiso canonizarlo) fue Fra Angélico, cuya Anunciación es… un milagro.
6.—Las «princesas protestantes» lo visitaban y amaban mucho…; casi, casi logra la unión del cristianismo, sin proponerla. ¡Poderoso hombre de amor y comprensión!
7.—Toda su santidad, sabiduría, actividad, maneras y agonía están impregnadas de la Virgen.
¿Cómo extrañar que haya pronunciado nombres femeninos en su delirio agónico? ¿Cómo admirarse de que sus labios hayan sido humedecidos por sor Pascualina?
¿Y cómo admirarse de eso: «¡Sor Pascualina se robó el diario íntimo!»? Son frases de los mismos que no pueden vivir la Asunción.
En lo anterior, tan largo, está explicado eso que he llamado llegar a la Intimidad mediante viajes pasionales, seguidos de viajes mentales por el mundo pasional vivido antes. Y el criterio para saber que se llegó a la Intimidad es la reconciliación del Bien y del Mal, el juicio de identidad.
— o o o —
Quinta libreta regalada
Vivencia general del viaje. Ejercicios preliminares para hacerse viajero. Vivencia de algunos misterios. El de la Trinidad y el de la redención, etc.
* * *
(Esta libreta contiene las cosas elementales, verdades, ejercicios, etc., que preparan para viajar de este modo nuevo. Propiamente hace parte del segundo volumen, si se considera que tratan del camino, pero hace parte del primero, porque se refiere a ejercicios preparatorios).
* * *
Ayer le contaron a Berenguela que mi amigo Félix Ángel fue operado de la vesícula biliar (muchos cálculos grandes); que estuvo muy mal; que, vuelto a su casa, hubo que llevarlo de nuevo a la clínica; que está en la casa con un drenaje y que sigue muy enfermo.
Hoy iré a visitarlo. ¿Por qué no avisó? ¡Y yo que lo creía en eso de Rojas Pinilla! Pero sabía que estaba enfermo y no quise creerlo. Así me sucede siempre, porque vivo como hombre social y no como viajero.
De hoy en adelante no dudaré de lo que sé y puedo. Soy niño aún y me dejo engañar por el pensar social, que es pasional y de construcción conceptual.
Soy un amago apenas de viajero. Nunca me equivoco, pero no he aprendido a respetar lo que soy; no realizo en mí que soy Intimidad; vivo como representación. ¡No he nacido de nuevo!
* * *
Hacer el viaje Ignacio de Loyola. Y el de Schopenhauer (¡qué hombre poderoso y solitario!) Y el de Francisco de Asís. Y el de Pablo de Tarso (nadie viajará, si no vive a Pablo de Tarso; es el patrono de los viajeros). Y el de Timoteo, y el de Tito. Y el Lucas, sobre todo el Lucas. ¡Y Zaqueo! No hay documentos visibles de éste, sino eso mucho y poco de Lucas en su Evangelio.
* * *
¿Cómo terminaré las notas para el primer volumen? ¡Pues movido, movimentato, movido! ¡Y corto! En esa parte en que estoy, dar la crisis de una reconciliación de opuestos. Y luego, ensayos de viajes, ejercicios viajeros, trascender coordenadas, penetrar misterios. Y nada más. Y principiar el segundo volumen, del viaje que ni el ojo vio ni el oído oyó.
Regla del viaje a otros seres. Para saber su pasado y futuro.
Mientras se mira para saber, suspender el movimiento pasional y el mental. Estos son camino, y aquello, meta. Si uno sigue caminando, lo que percibe son caminos con bocacalles y lugares. El saber, el ver dentro, intuir, es en quietud, en la Intimidad. En quietud pasional, sobre todo.
Por eso supe, y no pude creer, que Félix Ángel estaba enfermo. Como su mujer es pariente de la mujer del Rojas Pinilla, y éste andaba en esos días resistiéndose a ser el culpable, y el statu pasional y mental colombiano exige que él sea el culpable, hubo un gran jaleo en Bogotá, y la gente y mi yo pasional me repetían: «Félix Ángel se fue para Bogotá…».
Y yo, mi presencia en mí, sabía que estaba enfermo y lo habían operado de la vesícula. Sí. Veo ahora claramente que lo sabía y no quería saberlo, y por eso era que pensaba, vivía su presencia enferma, con remordimiento.
Es porque eso de ser mago, o sage, o volver a nacer no es como soplar y hacer botellas. Me jacto de mago, y soy vulgar colombiano aún: hasta un 50 por ciento, por lo menos, vivo ese jaleo pasional del Rojas Pinilla, pobre sucediéndose en quien representarán todo el genocidio del sucediéndose Mariano Ospina, Gómez, López, Mussolini, Hitler, Franco Bahamonde… ¡Ah, hideputas! ¿No veis? Vivo pasionalmente.
Por eso supe lo que conté en otra libreta, que mi monedera estaba en la silla, entre el maderamen, y no pude hallarla. Por eso supe, y no pude creer, que Félix Ángel está enfermo.
Los vulgares no creen sino lo que saben por estos sentidos (estos que tiene todo mundo), y por autoridad, y por costumbre, y por deducir de conceptos y porque así suele suceder, que es la ciencia inductiva, como si eso fuera saber.
¡Y eso es lo que enseñan en eso que llaman universidades!
La intuición, saber algo porque ese algo es ya uno mismo, es un juicio de identidad. Como Félix Ángel ha llegado a ser Yo; como lo amo como a mí mismo, por consiguiente, yo lo veía, lo vivía enfermo, pero esas puterías pasionales colombianas me cegaron.
Y a pesar de que ya uno sea intuitivo, el hombre social, el yo para los demás, el vulgar, no puede creer que él sea así, como un dios, más que un ángel. Esto es lo que Cristo llamaba falta de fe, y enseñaba que con sólo tenerla como un grano de mostaza, se trasladaban montañas.
El hombre no puede (hay que ejercitarse mucho, muchísimo) creer que sea hijo de Dios. Hay que ejercitarse constantemente para realizar (ser consciente) de que sabemos y podemos estas cosas… y mucho más.
Primera regla del viajero.
Habituarse a obrar como si fuera eso que realmente es y que no lo cree. Esto es adquirir fe. Fe es la sustancia de las cosas que sabemos pero que nuestra representación no quiere saber. ¡Si eso somos! Pero, como desde el Paraíso aprendimos a taparnos, a ocultarnos, a tener vergüenza, a mentir, pues hasta olvidamos que somos lo que somos y vivimos como muertos que actúan en la nada con gran seguridad.
Los adivinos profesionales usan de objetos para fijar en ellos los ojos y ayudarse a suspender así los movimientos pasional y mental… Para eso, luego de impregnarse del ambiente pasional del cliente, por medios diversos, luego de trajinar por el material adivinable, fijan los ojos en una bola de cristal, en cartas de naipe, suspenden toda actividad aparente, se identifican con el asunto, y ven.
Ese don lo poseen algunos naturalmente, y no saben cómo obra ni qué sea. Hasta hoy se ha poseído naturalmente por algunos y ha sido asunto de tráfico y de engaños, credulidad, ferias… Así como el niño del hula-hula, que no sabe cómo es que hace girar el aro alrededor de su cuerpo. Y, al contrario, un maestro o sabio conceptual puede poner su atención conceptual en ese juego, y explicarlo por tiempos y movimientos, así: primer tiempo…, segundo tiempo, etc., y por conceptos: el cuerpo debe girar al mismo tiempo que el aro y conservar siempre un contacto con él, contacto que varía también circularmente… Y para demostrarlo, coge el aro, ensaya… y el aro se le cae.
Ahí vemos la diferencia entre sabiduría conceptual (pingofríos) y conocimiento vivo o identificación… Por eso dije antes: la suprema sabiduría es el juicio de identidad.
Yo = Universo.
Yo = La amiba.
Yo = El coleóptero.
Yo = Hijo de Dios.
Hay viajes a los mundos de cada semejante, y entonces, luego de trajinar por sus vidas, obras, ambientes, etc., se produce la identificación. Mientras no se produzca, no se puede entender o intuir (ver en uno mismo el mundo de ellos). Hay que llegar al juicio de identidad, y entonces decimos: viví el mundo de Schopenhauer, el mundo de Pablo de Tarso, el mundo de Platón… Por eso, aquellos apuntes míos que publicó Fernando González en 1930 se llamaron Mi Simón Bolívar. Pero en Colombia no entendieron lo que eso significaba.
Como veis por lo anterior, no son como estos viajes en que uno se traslada y entra en lugares. En estos, el país o mundo se revela en el microcosmos que es cada sucediéndose.
Que cada hombre no cambia; que el carácter es inmutable; que no hay nada nuevo bajo el sol… Toda esa cantaleta pesimista proviene de la relación del movimiento o vivir del hombre (70 u 80 años) con lo infinito del sucediendo. Un ejemplo: haga usted en cinta cinematográfica la vida de una hora de su hijito de tres años; pásela luego usted a una lentitud tan grande que dure un año, y usted dirá muy seguro: «Este niño no cambia, no crece…». En un año no vemos cambiar en nada el cuerpo de un hombre.
Respecto de presente, pasado y futuro: una polilla diminuta va trepando por una columna o por un muro de cien metros de altura. A medida que trepa, tendrá la sensación de que su mundo (el muro) va naciendo y va muriendo. Y para usted, toda la columna está ahí en presente.
Hay que habituarse a decir y a vivir esto: nuestro tiempo y espacio (o mejor nuestro sucediendo); el sucediendo de Juan; el de Pedro, etc. Porque no hay sino sucediéndoses y sucediendo e Intimidad, y todo es un solo Dios o Realidad. Esto es uno de los misterios en que iniciaban las viejas escuelas, así: la Intimidad, el Sucediendo, el Saberse Sucediendo-Intimidad, o sea, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios.
Y porque el Sucediendo es Infinito, aparece:
Infinito número de sucediéndoses-concienzándose en la Intimidad. O sea, las creaturas son a imagen y semejanza de Dios; son trinas.
Lo dijo el Señor así: que en su Reino todos seremos uno con el Padre y el Padre con nosotros.
Debemos, pues, ir acostumbrándonos a ser lo que somos, que fue con lo que principié estas notas, que yo sabía que Félix Ángel estaba enfermo y que no lo podía creer.
Todo eso es lo que significan las coordenadas, que no me cansaré de repetir. El primer ensayo serio de las coordenadas humanas lo hizo Emmanuel Kant en su Crítica de la razón pura. Encontró que tiempo y espacio son categorías de la mente humana. Pero su procedimiento fue conceptual, y muy restringidas las verdades que pudo vivir entonces. Por eso, negó la posibilidad del Viaje. ¿Cómo fue esto? Pues que en su tiempo no era aún posible conocer más, y mucho menos aceptando el mundo de los conceptos, juicios sintéticos, juicios analíticos, Yo y No Yo. Pero fue mucho el llegar a la noción de tiempo y espacio como categorías estéticas.
Por eso, por la limitación, negó los viajes, porque halló también categorías de la razón, o sea, llegó al asunto con la herencia conceptual de alma y cuerpo, «este mundo» y «otro mundo», en fin, politeísmo filosófico.
Pero el viejo era grandioso, y entrevió el camino y dijo en Crítica de la razón práctica: Veo… en mí…, en el cielo estrellado…, en mis profundidades y angustiosas exigencias…, que hay Dios, Eternidad… y que somos inmortales.
Es decir, entrevió la sabiduría viva.
¿Qué le faltó a Kant? Vivir que tiempo y espacio son las coordenadas de los infinitos sucediéndoses que hay en la Epifanía del Hijo; que cada uno, al sucederse con los otros en la totalidad del sucediendo, tiene su tiempo y espacio de que resultan su alto y bajo, bien y mal, quieto y movido, todos los valores (mundos); y… lo principal, que estos tiempo y espacio son modos de la Eternidad, que es Presencia Total, y que, por eso, cada existiéndose posee un presente, un Yo, que es la cantidad de pasado y de futuro posibles en sus coordenadas.
Y que cada existiéndose se existe en los infinitos otros, y el total existiendo es en la Intimidad, de lo cual resulta que las coordenadas también se van existiendo, y los Presentes o Yoes van devorando el pasado y el futuro.
Todo lo cual significa la posibilidad del Viaje, de la «metafísica» decía Kant en el idioma antiguo.
¿Por qué se detuvo Kant? Por las rémoras. Pues debe ponerse mucho ojo a lo siguiente durante la lectura de todo este libro de los Viajes: que la mente no es un ente, sino el procedimiento vivo reconciliador de los «valores»; es, por decirlo así, el que hace el viaje. En el libro se habla como de rémoras al tratar de los «conceptos», como advertencia para no estancarse en ellos, pues en sí son la materia conciliable, el material del camino, pero, si se toman como definitivos, son los ídolos y producen la muerte o quietud: rémoras.
Unos cuatro mil años de filosofía conceptual heredó Kant. Su hazaña, en tales condiciones, fue superior a la de Colón como navegante.
Los conceptos son limitaciones, entidades, nacidas de la imaginación sensual orgánica, del aparecer a los sentidos, y la «mente» los endiosa, y «la razón» construye con ellos juicios, razonamientos. Realmente no hay cuerpo, mente, razón; hay Intimidad, Sucediendo, Presencia, y en esa Trinidad que es una, hay número infinito de sucediéndoses.
Veamos uno de esos juicios, de esos que hasta llaman evidentes por sí mismos:
Una cosa no puede ser y no ser a un mismo tiempo.
Esto está construido con los conceptos «cosa», «una», «ser», «no ser». Un almacén de cosas determinadas. El tiempo, una cosa que es en sí; «cosa», otra sustancia en sí que está metida en «el tiempo»; «ser» en este caso es estar metido en «el tiempo»; «no ser» en este caso es no estar metida la cosa en la caja del «tiempo», y «a un mismo tiempo» significa que el tiempo son varias cajas; significa, pues, «en la misma caja».
Traduzcamos: un lucífero o cosa no puede estar metido y no metido en una caja.
Ahora, hagamos el viaje mental:
La hormiguita sube por el muro de doscientos metros de altura: la ventana, que está a cien metros, no existe para ella, no está presente cuando principia a subir… Se acerca…, se acerca… ¡y ya está presente…! ¡Y para mí estaba presente en el antes, el ahora y el después de la hormiga! Y yo tengo mi pasado y mi futuro y mi presente de mis coordenadas; y para un súpero todo eso está en presente. Resulta, pues, que la infinita y total realidad es Presente para la conciencia infinita, y que las cosas son y no son según las coordenadas.
¡Y ese principio de contradicción era la filosofía! ¡Eso era lo que llamaron filosofía durante milenios!
El tal juicio «evidente por sí mismo» sirvió de piedra angular para el edificio milenario de la Escolástica.
El verdadero juicio evidente, el que se intuye, es este:
La Presencia, aquello cuya esencia es la Presencia.
Los sucediéndoses, en participación de Presencia, somos la Epifanía o creaturas.
Y cuando un sucediéndose se detiene en una presencia (concepto) se hace idólatra y pierde la Presencia (mundos infiernos o inferorum).
Hay que ser viajeros, eternos viajeros al Padre, en beatitudes.
Mucho cuidado también con tomar a la letra eso de cuerpo pasional, mental y espiritual, como si hubiera tres cuerpos. No. No hay sino El Único y atributos de Él, que son lo que percibimos en Él. Por ejemplo, cuerpo espiritual es el que tiene aquél que llega a la reconciliación… La total es de Cristo. Lo nuestro es glorioso en grados, pues lo llamaremos glorioso desde que principien las reconciliaciones, a partir de nuestras coordenadas de ese momento, pero el viaje es infinito. Siempre, con respecto a Cristo, seremos representación e intimidad, cuerpo y espíritu, cuerpos más o menos gloriosos. Y por eso es la jerarquía celeste.
Sólo la Trinidad divina tiene Presente infinito, lo cual llaman eternidad, al mismo tiempo que tiene todos los presentes de cada existente, lo cual produce nuestra eternidad o inmortalidad y la dramática beatitud celeste. Los hindúes, por no intuir la Trinidad, conciben el desaparecimiento de los sucediéndoses en el Néant (Nirvana), y, por eso, su moral es negativa: suprimir la representación; yoga de inhibición; rechazar la cruz. Y así no hay dialéctica, camino ni vida.
Lo nuestro es beatitud en la Trinidad. Somos los hijos.
Beatitud es el sentimiento que acompaña al pasar de menor a mayor Presente o Presencia, con la idea de mi mente o intimidad como causa puesta por la Intimidad o Padre. Es pues contentamiento o amor en Dios.
Beatitud divina es lo que acompaña a la Presencia de la realidad infinita que se es: el Néant o Padre, el Hijo o Representación y el Espíritu Santo o Conciencia. Y en ésta está la Conciencia de los infinitos sucediéndoses en la Representación o Hijo. De esto último brota naturalmente un amor infinito de Dios a nosotros, y el amor de nosotros a Dios por sobre todos los sucediéndoses, y a estos como a nosotros mismos, porque nos sabemos o vivimos uno… Unicidad de los sucediéndoses en el Sucediendo o Hijo, y Fraternidad con el Hijo, en cuanto se hizo hombre y padeció y glorificó la representación o cuerpo, y resucitó en cuerpo glorioso. Es decir, «tomando tu cruz y siguiendo a Jesucristo», serás hermano suyo. Y como Él es uno con el Padre, todos seremos uno con el Padre y el Padre con nosotros.
Esto es la totalidad del Viaje infinito.
Y, si vives esto, has triunfado de la angustia, el animalón unto y bisunto de pesadillas. Ya no temerás perder tu Yo. Ya sabes que el Yo es la Presencia que hay en nosotros. Ya sabes también que la muerte es de las coordenadas, y no de la Presencia o Yo. Eternamente tendrás Yo en creciendo de realidad infinita. Las «muertes» son la apariencia que acompaña al paso a otras coordenadas. Dime: ¿perdiste el Yo de ayer, el Yo de hace un año? Pues en pequeño, en modos de tus coordenadas y de las coordenadas de determinada sociedad y de la humanidad toda, a cada instante se «muere»; cada acto tuyo, por pequeño que sea, cambia en algo tus coordenadas, y las del total social y las del universo.
El sucediendo no es fragmentario; es infinito, pues en Dios es Presencia. Pero para cada sucediéndose, lo aparente para él en sus coordenadas se le presenta protuberante y como «muerte». Jesucristo decía: «No está muerta, está dormida».
En nuestras coordenadas, «vemos» metamorfosis en la vida de los insectos, que ayudan a realizar (hacer vivencia una realidad vista con los ojos verdaderos, intuida, pero que es «visión» a que no nos hemos acostumbrado, por recién nacida), a realizar, repito, que no hay «muerte». Hay vida. Oruga – crisálida – ninfa. Son tres animales con coordenadas diferentes cada uno, y con la vida de un solo animal; la oruga se arrastra y come hojas; la crisálida es el gusano que se prepara el ataúd de seda, se envuelve en él y «duerme», «muere», va muriendo, muriendo, y la mariposa, habitante de las tibias brisas, que se alimenta de néctar, cuyos trajes no tuvo Salomón, dejó en el capuchón sedoso sus viejas coordenadas y resucitó en «cuerpo glorioso» con alas para viajar por los mundos floridos.
¿Cuándo, realmente, viviremos la reconciliación de estos conceptos duros, cerriles, nacidos de estos sentidos de carne densa y grasosa, vida y muerte?
Esta es la reconciliación: vida es Dios-Hijo, infinita realidad; y muerte es apariencia del viviendo y concienzándose en esa infinita realidad. Sin «muerte» constante y constante resurrección no hay viaje, no hay dialéctica, ni beatitud, ni vida, ni Dios. Muerte es categoría del Sucediéndose. Por eso, «Jesucristo triunfó de la muerte».
Todos estos pequeños ejercicios preliminares para Los Viajes tienen por fin el preparar a los viajeros, así como para la danza se requieren muchos ejercicios de ritmo, de música… Porque si no, uno no cree, tiene el asunto por imposible, le sucede eso de «yo sabía que Félix Ángel estaba enfermo, pero no lo pude creer» con que comencé estas notas.
* * *
¡Y no es tiempo perdido! Porque se trata de algo nuevo, verdaderamente nuevo, casi de darle otras coordenadas al hombre, casi de pasar de oruga a mariposa. O sin casi. ¿No veis? En ese casi se traiciona el que estas nuevas coordenadas de que trato, no son todavía las mías normales, en ese casi está aún lo de saber que Félix Ángel estaba enfermo y no poder creerlo. ¿O será por «humildad», por ese prejuicio de «hay que ser humilde»? ¡Qué cuentos de humildad! Esto que voy a enseñar, que estoy enseñando, no es de este Lucas de Ochoa, de este «viejo loco», de este «hideputa viejo loco», sino de la Presencia que hay en él, y que es su Dios vivo, Jesucristo. El tal Lucas de Ochoa, esas coordenadas Lucas de Ochoa, el que está casado con Berenguela, que bebe mucho café, que se siente derrotado por las muchachas, ese… ¡Me cago en la mar salada!
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Otra advertencia: el viaje o viajes serán largos y bellísimos, pero poco más o menos en nuestras coordenadas humanas o terrestres, a menos que los súperos nos permitan y ayuden. Porque no se puede pasar de las posibilidades que pueden dar de suyo las coordenadas cuerpo fisiológico, tierra, esta presión cósmica, etc. El asunto es infinito; para mundos «altos, altísimos», de luz glorificada, hay que «morir», y nacer con nuevos medios apropiados. En la vida terrestre hay un límite. Afortunadamente «la muerte» (que, si vive Jesucristo en nosotros, debemos anhelar), la «muerte», digo, llega a proporcionarnos nuevas tierras y cielos.
Cephas o Pedro dice en su epístola segunda, capítulo iii, versículo 13: «Bien que esperamos, conforme a sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra, donde habitará la justicia».
* * *
Lo que sí es verdad vivida y hecha presencia en mí es que, luego de una reconciliación de opuestos, el mago conoce al dedillo el mundo en que vivió antes, y puede entrar en él a voluntad y ayudar a los prisioneros o habitantes allí. Estos son los llamados maestros.
Los celícolas (conciencias superiores a nosotros) vienen frecuentemente a esta tierra, a nosotros, y actúan amorosamente. No los «vemos» ni «oímos», porque ellos comunican la desnudez de sus conciencias por medios que para nosotros son la desnudez misma, pero su operar es magistral y de eficacia «milagrosa» (eso es lo que llaman «milagros»: el operar de cada mundo con respecto al mundo inferior es llamado así en éste). Todo esto lo saben los que tienen «ojos», «oídos», y presencia ya muy preparada para el mundo que sigue en la jerarquía.
Luego, en el segundo volumen, viviremos la telepatía; ahora sólo quiero deciros que en los mundos de encima del nuestro, o mejor, en aquéllos que comprenden a éste (pues la imagen mejor es la esfera infinita, y el infinito número de mundos son concéntricos, por decirlo así, endomundos los unos respecto de los otros, en jerarquía…, y todos, la infinita realidad manifestada que es lo que denominan gloria de Dios), hay mucha beatitud.
Ahora sólo quiero decir que en los superiores muy altos, la visión es algo como la telepatía; como hay muchísimo menos de pasado y futuro, un mucho menos que para nosotros es un «no hay pasado ni futuro», ven lo que para nosotros está distante en el espacio y en el tiempo. No sobra advertir que espacio y tiempo es lo mismo, percibido por dos formas de sensibilidad, o por dos formas de resistencia a la Presencia.
¿Es «milagro» ver desde aquí, desde Envigado, desde mi lecho al frente de las Hermanas, a Abraham de Rojas y Ochoa, el sefardita descendiente de Fernando de Rojas, y que está ahora en Salónica, en su tienda de antigüedades, en la calle del Dios Desconocido, precisamente en la casa sobre las ruinas de la en que habitó Pablo de Tarso en las pocas semanas en que vivió en Tesalónica? ¿Y saber que está leyendo una carta de su hijo, director de las excavaciones que se efectúan ahora en el sitio donde fue Éfeso, para «buscar las ruinas o cimientos de la casa de Timoteo», para ver si hallan los pergaminos que Pablo le solicitaba desde Roma, ansioso, poco antes de ser sacrificado? ¿Y saber que Abraham acaba de tener el deseo vivo de llamarme a su tienda y a sus investigaciones paulinas?
Pues es «milagro» o imposible para una presencia pequeña, para una conciencia colombiana; mucho más para una envigadeña… ¿Cuál es tu patria? Dímelo, y te diré las cosas a cuyo aparecimiento puedes asistir como sobrenaturales, imposibles…, pero que son naturales para una ancha presencia.
Ancha presencia significa que alguien tiene mucho de la realidad como presente. Los antiguos aplicaban esas expresiones hermosas y tan justas, para designar a quienes les producían la impresión de señorío. Moisés, por ejemplo, era tartamudo, pero entre los humanos ha sido el que produjo la mayor impresión de anchísima presencia.
Así, pues, allá está Abraham de Rojas y Ochoa, el mago que ha sido como un padre para mí, el sefardita cristiano, escribiéndome una carta en que me llama para que participe en la gran busca y hallazgo de los pergaminos de Pablo de Tarso.
¿Ves tú ese pilar que está a tu lado? Sí. Ves lo que está en tu ámbito. Del mismo modo se ve a Abraham por uno que lo tenga en su ámbito.
Sólo que este ojo carnal ve y no sabe; es la mente la que sabe después. Y el otro ver es ver-saber-saberse consucediéndose. Es unificación consciente en que lo visto y el vidente se saben dos en uno. Nunca se pierde la conciencia del yo, y así siempre hay la beatitud.
Los súperos nos visitan y ayudan magistralmente. Violencia no hacen. En esta vida real todo crecimiento es de dentro para fuera. A nadie se puede ascender o descender por las malas, violando la ley. No se puede ir amarrado, llevado, por intrigas, etc. Es proceso vivo. «Dios no es Dios de muertos sino de vivos» (Jesucristo).
Estad atentos en la soledad y sabréis que no estáis solos: «mirad», y «veréis», «escuchad» y «oiréis». Llamad y se os abrirá, pedid y se os dará. Abríos de par en par y seréis poblados de presencias…
* * *
En todo caso, diez días he estado moribundo, y estoy sano. Una presencia ha venido y sé que voy a asistir al hallazgo de los pergaminos del Gran Maestro Saulo, en los cuales están sus notas acerca del viaje más lejano de los viajes asombrosos: al Paraíso, y hasta el tercer cielo.
* * *
Cap. iv – Vers. 13, de la segunda carta de Pablo a Timoteo, escrita desde Roma, por ahí el año 68, poco antes de su muerte gloriosa. Timoteo había sido dejado por Pablo en Éfeso, como obispo de esa iglesia:
«13. Cuando vengas, tráete contigo la capa que dejé en Troade en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos (el subrayado es mío)».
«21. Apresúrate a venir antes del invierno».
* * *
Capítulo xii de la carta de Pablo a los Corintios.
«2. Yo conozco un hombre en Cristo que hace ya 14 años fue llevado (si en cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe) hasta el tercer cielo.
3. Y sé que el tal hombre (si fue en cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe),
4. Fue raptado al Paraíso y oyó palabras inefables, las cuales no es lícito a hombre alguno proferir.
5. Y yo me gloriaré de ese tal, pero no me gloriaré de mí mismo sino en mis impotencias y debilidades».
En el segundo volumen haremos el viaje a san Pablo. Basta por hoy.
* * *
Al copiar lo anterior, caí en la cuenta de que yo he vivido el mundo a que alude Pablo al decir: «Y yo me gloriaré en ese tal (el hombre en Cristo), pero no me gloriaré de mí mismo sino en mis debilidades».
Cuando viví eso fue de este modo que copio de mis apuntes:
«¡Cómo no! ¿Unos muñequitos, los infinitos yoes, todos los yoes, eternos?
¿No es la Presencia lo eterno? A mí, a éste que estoy aquí, en esta cama; que estuvo vestido de camisita en donde las Hermanas; que donde los jesuitas vivió humillado y meado en la cama, asombrado por el padre Aguirre; y gateando y comiendo tierra en una casa de una calle de este pueblo… ¿En qué Yo de esos me van a eternizar? ¡Me cago en la mar salada!
Lo que muere en un sucediéndose es el pasado y el futuro, porque se van haciendo presente. Nada real muere. Muere es la ignorancia al venir la Presencia».
Por eso dijo Pablo: yo me glorío de Jesucristo que vive en mí; de mí no, sino que confieso que soy debilidad, nada vivificada por Cristo.
A la pregunta del doctor Manuel Jaramillo: «¿Nos acabaremos como se acaba una vaca?», hay que contestar: exactamente del mismo modo. Al morir, si hemos vivido concienzándonos, se acaba nuestra ignorancia, el tiempo y espacio nuestros, pasado y futuro, en tanto en cuanto nos hayamos concienzado.
El hombre se acaba en sus coordenadas. No queda sino la Presencia. Lucas de Ochoa, y la oruga, y el sapo, y el unicelular marino, y los elementos químicos, y los átomos y electrones que son toda la filogenia mía, pasan, porque son nada, apariencia, y queda la Presencia, Cristo en mí.
En estilo de catecismo
P.—¿Quiénes somos los sucediéndoses?
R.—Las creaturas de la Presencia, de Aquél cuya esencia es la Presencia.
P.—¿Cuál y cómo es la vida de los sucediéndoses?
R.—Un infinito conociendo a la Presencia, un infinito aumentando su presente a expensas de pasado y futuro, a lo cual llamamos concienzándose; por consiguiente, un infinito haciéndose beato.
P.—¿Qué somos, pues?
R.—Viajeros de viaje infinito e inenarrable por sus maravillas.
P.—¿Y dónde termina el viaje?
R.—El océano de la Presencia es infinito. El que no tiene fin, el Dios vivo, es el mundo del eterno viaje. Toda creatura es un conociendo – amando – beatificándose – haciendo presente la infinita Presencia.
P.—¿Y los mundos son reales?
R.—Sí. Son moradas de la casa del Padre.
P.—¿Y hay infiernos?
R.—Hay mundos en jerarquía de Presencia. En todos está Dios por presencia y potencia. Llamamos infierno a los mundos en que respecto del nuestro la Presencia es muy pequeña: casi todo es pasado y futuro desconocidos; el presente es como un punto, que para nosotros es como una eternidad. Y por eso dijo Cristo eso de «fuego eterno», pues a eso equivale en nuestro lenguaje.
En el lenguaje nuestro, con nuestros conceptos humanos, infierno es lugar en que no se tiene presencia, no se ama y se carece de beatitud.
Pero estos son juicios relativos, conceptuales. Para los dioses de ancha presencia nuestro mundo es un infierno. Para los de abajo, nuestro mundo es un cielo. En los de arriba hay beatitud; en el nuestro, placer y dolor, alegría y tristeza; en los infiernos, sentimientos diferentes, pero que esencialmente son alegría y dolor o tristeza de especie más ruda. Y en todos, sin excepción, hay perfecta justicia, perfecta balanza.
Y todos son creaturas de Dios. Y por eso le dijo el arcángel Miguel a Luzbel, cuando disputaban por el cadáver de Moisés: «Repréndate el Señor, que yo no puedo maldecirte porque eres su creatura».
P.—¿Y cuáles son los «coleros», los últimos?
R.—El sucediendo en sí es infinito, es el Hijo; eterno e infinito como el Padre y un solo Dios vivo con Él. Y la tercera persona es el Espíritu, o el saberse Presencia y Sucediendo. Y son un solo Dios. No hay últimos.
P.—¿Jesucristo es el Sucediendo o Hijo?
R.—Es el Sucediendo que se hizo un sucediéndose por gracia del Espíritu Santo, para enseñarnos a viajar en la Beatitud y enviarnos al Espíritu Santo para que nos revelara todos los misterios. Su venida fue a este mundo y a los infiernos, para buscar a los que estaban perdidos o encadenados, sin Presencia, si pudiera decirse eso de una creatura.
P.—¿Y son mundos castigo?
R.—Si por castigo entiendes que en una embriaguez alcohólica está presente el placer y el dolor, la charla loca y el vómito, etc., sí. Esos mundos son lo que uno está sucediéndose; son su existiendo, su casa, en absoluta justicia, sin que un plato de la balanza esté cargado más que el otro.
Si por castigo entiendes «venganza» de otro, o satisfacción de una pasión de otro en uno, sufrimiento echado desde fuera al existiéndose, no.
Los esclavos de la ley, los que no han nacido de nuevo en Cristo, no tienen conocimiento de Dios sino como un rey externo que los premia si le dan gusto y los castiga si no cumplen sus mandatos. Es concepto pasional de Dios. San Pablo los llamaba Esclavos de la ley y decía que Cristo nos había libertado de la ley. ¿En qué sentido? En el sentido de que los cristianos ejecutamos los actos y abstinencias que ordena la ley, pero no por ser ley, sino porque al vivir Cristo en nosotros, producimos los frutos de Cristo. Mientras que los esclavos de la ley son árboles que producen «pecados» y a quienes se les ordena que no los produzcan.
Y así es, pues el mismo Cristo dijo que había venido para que la ley se cumpliera.
P.—¿Y por qué habló una vez Cristo de «fuego eterno», y otra vez de «fuego que no se extingue»?
R.—«Fuego» se ha usado siempre para designar metafóricamente al mundo pasional, al placer y al dolor, los dos gemelos condicionados mutuamente que dominan como «demonios» en los mundos inferiores, y «eterno» se dice de aquel tiempo tan largo que no alcanzamos a actualizarlo dentro de nuestras coordenadas.
Allá, en aquel cuerpo celeste negro, denso, cuyo peso específico es la unidad seguida de muchos ceros (su densidad en comparación con nuestra tierra), un segundo nuestro es como miles de años de luz…; no se percibe el sucederse; la Presencia casi ni se sospecha… y sólo, si acaso, cada miles de años de luz cambia en un menos o en un más la sensibilidad de la pesadumbre.
Ese es un inferorum, y los hay más oscuros, más densos.
Allá, a los espíritus encadenados, bajó Cristo por tres días, antes de su resurrección. Tres días nuestros son… miles de años de luz por allá. San Pedro, en una de sus epístolas, dice que Cristo descendió a los infiernos a predicar a los espíritus encadenados, y el Credo de los Apóstoles lo dice también. La redención fue para todos.
¿O es que creéis que el Hijo de Dios vino sólo por vosotros, que sois el centro de la atención divina? ¿No sabéis, por ventura, que para los Súperos sois menos actualmente de lo que son el polvillo de la calle y los unicelulares para vosotros? ¿Y que ellos, para otros son lo mismo, et sic de coeteris porque Él es Infinito?
Lo que pasa con los seres de ancha presencia es que no desprecian, porque ya conciliaron todos los opuestos que conocemos, aprecio y desprecio, alto y bajo, y en todos vive la Presencia, la cual está toda en el Todo y toda en cada mundo, toda en el Sucediendo infinito y toda en cada sucediéndose.
Lo que pasa es que el hombre es un liberto reciente; que la inteligencia es un epifenómeno, un amago del ojo llamado intuición. Su filogenia es, sin embargo, infinita: por milenios fue elementos; por milenios, gases; por milenios, mineral; por milenios, unicelular, y pez, y lagarto, y lagarto volador, herbívoro, mamífero, homínido, hombre, y su latencia es tan infinita como su filogénesis. Por eso principia a tener el ojo-intuición.
* * *
¡Qué difícil esto de enseñar a viajar, de preparar viajeros!
¡Es peligroso viajar, hacer viajes, ya sean de cambio de lugar físico y de costumbres, ya sea leyendo, oyendo, conviviendo, estudiando, si no se está preparado, si no se ha nacido de nuevo!
Por ejemplo, un esclavo de la ley, uno que viva bregando en su aldea por cumplir los mandamientos que no vive, por ser «el bueno conceptual», si va a París y hace los paseos de «Paris la nuite», «Les secrets de Paris», etc., es como una pajuela que arrojáramos en un horno crematorio.
¡Pero no está mal! Quizá eso es la voluntad divina. Se incendió, porque el incendio estaba en él. Quizá despierte al actualizar el incendio latente que era. No olvidemos que toda creatura es intimidad en representación, y que, a la corta o a la larga, el triunfo es de la Intimidad.
¿Y qué es eso, Lucas, de despreciar los cabarets de París y la prostitución de París? ¿Allí no es precisamente uno de los lugares en que vive el Redentor?: «Yo vine en busca de los que estaban perdidos». ¡Si allá hay prostitutas santas y en esas prostitutas aparecen grandes santidades! ¿No fue una pobrísima ramera, una nochera, la santa que llevó al Raskolnikoff de Crimen y castigo a la reconciliación? Le dio un Cristo y lo hizo ir voluntariamente al presidio. Le hizo vivir la santidad, que es «toma tu cruz y sígueme». ¿O será la «señora del gerente», la que tomó el avión jet y se fue a París a pasear, la santa? ¿Por santa será por lo que desprecia a «la perdida»?
¡No, mil veces no! ¡No habéis vivido a Cristo los que así digáis! Cristo no siente asco sino por la vanidad, la mentira. Por eso, no se le ha visto nunca entre los «señores», los «prelados», en el alto mundo que dicen.
Todo sucediéndose que se crea «bueno», «por encima», «más cerca de Dios», es sencillamente un hideputa señor o señora.
Sólo será digno de viajar por el Reino de Cristo el que se sepa, se viva y se confiese como una nada, una nada redimida por Jesucristo y que el mérito de ello es de Jesucristo.
¡Alabado seas, Señor, porque hiciste que yo, un moco, escribiera el Libro de los Viajes!
— o o o —
Sexta libreta regalada
–La gran reconciliación–
El punto muerto: afirmación negativa o negación afirmativa.
Lo que sucede en el lugar o línea en que se nace de nuevo, que se llama la nada, es que en el desespero, porque el hombre no puede estarse quieto, es dialéctico, crea la nada, se rellena de afirmación negativa, o se revela la Intimidad, que es negación afirmativa.
La revelación.
Allí, a todos, la Intimidad se revela tan desnuda, que es uno mismo. Pero «si no os hacéis como uno de estos» (niños), la vanidad ocupa para siempre el lugar de la Intimidad.
Para verse como Intimidad o llegar al juicio de identidad hay que tocar al nadaísmo absoluto (muerte absoluta de la vanidad); de lo contrario, no hay renacimiento, sino que florece la nada existente aún (orgullo). Si se usa allí de conceptos (ciencias), lo que nace son construcciones conceptuales (nada).
Si uno no ha muerto, ¿cómo vuelve a nacer? Y el que quiere renacer de la nada, nada será. Será esa literatura existencialista, etc. ¡Otra vez la náusea! Van en busca de tesoros, impetuosos y juveniles, y vuelven con una muchacha de Montmartre.
Los filósofos alemanes del nihilismo y de la fenomenología.
Están ocupados buscando «el ente del Ser». El gran peligro es la filosofía conceptual, aunque aparentemente se reniegue de ella… Si hallan Ser, y ente del Ser, objetivan la Vida, y pierden la Vida y se quedan con la nada de «esta vida». Esa es la brega demoníaca por alejarnos de la Intimidad. A ésta la hallarás en ti mismo, en la perfecta muerte de tu vanidad, o en ninguna parte; y no la hallarás como «otra cosa», como «cosa», como «ente», como «Ser» o «No Ser», sino algo así como un puro e infantil juicio de identidad. Esa es la Nada Real.
Los alemanes (los filósofos alemanes) son muy militares y no pueden renunciar a lo oficial, a los conceptos y construcciones científicas, y La Sabiduría es una segunda, desnuda, purísima infancia, y su «posición» es la del feto en el vientre de «La Madre»: en forma de huevo.
Ante un «sabio», «sage», «mago», tendrás al principio esta impresión: «¿Es esto? Pero, ¡si es un imbécil!». El Procónsul, cuando oyó a Pablo delante de Berenice, exclamó:
«¡Tú estás loco, Pablo! Los muchos libros te enloquecieron. ¡Tú quieres demostrarme que un muerto resucitó…! Si no hubieras apelado al César, te soltaría…».
Viajes, viajes…
¡Voy a pasarme desde mañana a los reinos pasional y mental, ya liberado!
¡Los predios…! Ríos pedregosos; cañadas, cuevas, aguas subterráneas. Las plantas. Los animales. El homínido y su hembra. Viaje en cuerpo mental. En cuerpo pasional, por todos los infiernos o inferorum. ¡Los viajes a Cali, a El Retiro, a Salónica, a la Calle del Dios Desconocido, a casa de Abraham de Rojas y Ochoa, el sefardita amigo y maestro…!
Cuerpo pasional.
Cuerpo mental.
Cuerpo espiritual (tres cielos).
El Cristo resucitado pasea como Señor por todos los reinos (ínferos y súperos). Toda puerta se le abre; entrada y salida. Los genios le sirven, y los dioses también. Hasta el Cocito llega como Señor. Camina entre densidades, sin que nada lo afecte, sin que nada sea contra Él ni le pueda detener.
* * *
(Nota del editor: Esta libreta parece que fue vivida el día antes de partir).
En los mundos inferiores. Por allí hay penas, pero hay placeres. El dolor es esencia del placer y viceversa.
¡Qué alegrías y qué dolores! Pero la balanza queda siempre justa, compensada. No hay injusticia. ¿Qué, el pesimismo? ¿Qué, el optimismo? Visiones de abajo para arriba (de batracio).
Hay una época larga en que se quiere viajar con alas de murciélago, y entonces se habla de castigo exterior, y lo que hay es justicia.
Entonces es cuando aparece el animalón unto de la angustia, que es el que cierra la puerta de la reconciliación y del cielo. Pero eso se trasciende por el conocimiento, por el sistema de los viajes, y cuando uno no puede entrar a un mundo, no insistir. Si entonces se insiste, viene la desmoralización y la incomprensión, escollo que ha sido el de la mística oficial de las religiones oficiales.
Para el mago reconciliado, todos son reinos sagrados en que no hay una sola injusticia, reinos para el Superhombre, para que habite en toda la casa del Señor.
¿Cuál es el misterio que entonces se posee? Que la Nada existe, que es apartamento deleitable de la casa del hombre.
Sucede esto así:
Primero: Vivencia de que la Intimidad es trina: Ella; Ella manifestada; Espíritu Santo o conciencia de la Intimidad en la manifestación.
Segundo: Todas las cosas son nadas con Intimidad. Y siempre será así en todos los cielos y lugares inferiores.
Tercero: Todo sucediéndose es extensión (cuerpo), Intimidad (pensamiento) y conciencia de ello (Espíritu). Nosotros somos trinos también.
Cuarto: En este punto del camino humano aparece el superhombre en quien se reconcilian la intimidad y la nada, lo cual se expresa con esta conciencia suprema: eternamente soy nada con intimidad y puedo habitar libremente mi casa (los infinitos mundos).
Aparece Ariel, el alígero que recorre su habitación y es beato dondequiera, convive con todos y su nada es tan… ¡mucho más que la luz! Nada se le opone. Es el rey de los cielos y de los infiernos.
* * *
¡Nada de angustia! El animalón existe, pero es nuestro servidor.
Por eso se dice en el libro: «Resucitó de entre los muertos; descendió a los infiernos, subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre».
Resucitó en Extensión y Pensamiento. Resucitó en «cuerpo glorioso», es decir, nada reconciliada.
Porque el Nirvana es un absurdo. Sería infinito sin conciencia. Dios o Intimidad es trino y uno, así:
Intimidad (Néant o Padre).
Nada (Manifestación o Hijo).
Espíritu Santo (Conciencia de la Intimidad en la nada o creación).
Por lo tanto, resucitaremos y tendremos cuerpos gloriosos (nada entendida) e Intimidad. Será entonces la unicidad y la infinita variedad. El viaje que ni el ojo vio ni el oído oyó. En otras palabras, nunca jamás se perderá el Yo, tu yo.
Será tu yo en nosotros y en Él (Néant).
Por eso hace muchos miles de años que se dijo: como es arriba es abajo. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. El hombre es un sucediéndose trismegisto.
(Aquí terminan las libretas que me regaló).
— o o o —
Epílogo
Fernando de Rojas. Abraham de Rojas y Ochoa. Lucas de Ochoa.
Estuve copiando las anteriores libretas durante diez días, y una mañana me fui para la casa del moribundo (1).
Salió a recibirme el viejo médico homeópata Rincón, siempre como tan señor de sí mismo.
—¡Se fueron de viaje hace tres días…!
—¿Cómo?
—Se sintió bien… y se marcharon…
A mis muchas preguntas sólo respondió que no había nada admirable, sino en la apariencia; que había unos, casi todos, en quienes los procesos eran de fuera, causalidad fisiológica, y había otros pocos en quienes las crisis eran interiores y repercutían en la frágil apariencia. Que para estos, los remedios eran los sutiles (Hyoscyamus niger, belladona, fósforo, lachesis y crotalus). Que en el maestro Lucas se trataba de conflictos espirituales que aparecían al ojo como espasmos circulatorios. Luego agregó en ese estilo fragmentario común a todos los familiares de la casa vieja:
«Hay que apreciar o convivir con la realidad que se manifiesta en lo que llaman enfermedades. La enfermedad llama al remedio. La terapéutica se hundió o desapareció desde que fabricaron esa morbología conceptual. ¡Entidades morbosas…! Tuberculosis, arterioesclerosis, cáncer, gripe… Todo existente desarrolla su representación implícita en él. No hay enfermedades sino vidas. Todo existente es como curso de agua determinado por su lugar, y lo que llaman enfermedades son, las unas como los meandros de los ríos y sus correntones, y las otras como los obstáculos fortuitos (enfermedades crónicas y enfermedades agudas). El médico es atento vigilante que preside amorosa e inteligentemente el curso de la manifestación de sus hermanos, guiado en su práctica por la idea de que el curso termina siempre en “la muerte”, pero que él puede ayudar a que se cumpla en más o menos el ideal, que es la muerte natural, no la violenta a causa de conflicto no entendido o descuidado… El Maestro le dejó a usted conmigo esta mañana al partir este manojo de libretas y esta carta».
Leí:
«González: Estoy aliviado. He llegado a la reconciliación. Pero ésta es progresiva y estoy principiando. Por eso salimos ahora (Berenguela, la nieta de Ramón y yo) para Tesalónica (Salónica), la ciudad amada de Pablo de Tarso. Vamos a la casa de mi maestro y amigo Abraham de Rojas y Ochoa, el sefardita descendiente del inmortal Fernando de Rojas (“el divino” como lo llamara Cervantes). Habla el español de La Celestina, ama los pergaminos y las piedras antiguas. Está viejo y quiere compartir conmigo los tesoros de su tienda maravillosa situada en la calle del Dios desconocido, precisamente en el sitio en donde él sabe que habitó Pablo de Tarso, tejiendo noche y día para no ser gravoso a la nueva Iglesia. Quizá sea el mejor conocedor de la sabiduría paulina (el Evangelio según Pablo, dice Abraham). A esto voy, a buscar los misterios del mago de Tarso. Te dejo las libretas (203) que tanto te atraen. Al despedirme, es mi deseo grande el que llegue a revelársete el Camino, la Verdad y la Vida. Todo lo demás quedará lleno entonces». —Lucas de Ochoa
Y desde ese instante no me encuentro y todo me parece sueño. Estoy vacío y no entiendo muchísimas cosas sucedidas.
Apenas me recupere, y si este librito fuese leído por alguien, publicaré la biografía completa de L. de O. y todos sus escritos…, y quizá su muerte y entierro. Será el segundo volumen. Mientras tanto me adiestraré, pues para cualquiera de las artes se requieren dos maestrías: la de la concepción viva y la del dominio de los medios para la expresión formal; concebir y parir. Lo principal es la concepción, pues el que verdaderamente está preñado, pare. Pero siempre es necesaria la artesanía. Hay que practicar diariamente; escribir por escribir; enriquecer el léxico; vagar trabajando, describiendo, observando los mundos físico, mental y espiritual; personajes, sucesos, lugares, animales y plantas, pasiones y acciones. Y recordar siempre cómo todo vocablo es nombre de algo existente único o de una actividad única. El vocabulario es mucho en la artesanía. ¡Concepto sin nombre es preñez frustrada! La palabra es el aparecer del nacimiento y perfecciona a éste. En otras palabras, la forma justa es sustancial.
Arte es el modo de comunicar la desnudez de la vivencia.
Si el arte no es la forma exacta de la desnudez de la vivencia, es palabrería ruidosa, juego de palabras, de colores o de superficies. No puede haber nada sobrante ni falto. Arte es el modo manifestado de la concepción. Y cada concebido sólo tiene un traje: el que lo comunica. Lo sobrante no lo expresa; lo faltante, tampoco, y como toda concepción y vivencia es única, ¿cuándo y dónde no habrá necesidad de arte? Siempre existirá, porque el hombre, como Dios, es trinidad.
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(1) En el segundo volumen de esta obrita se verá muy claramente este «secreto familiar» que aquí se insinúa y que allí tendrá plena luz al tratar del misterio de la Identidad: filogénesis, «reencarnación», etc. Por las notas que he recibido del maestro Lucas acerca de sus peregrinaciones por Villa de Montalbán, por La Rioja, por Tesalónica y por la sagrada Éfeso, me parece que el Maestro ya está viviendo que su Libro de las presencias es «una segunda parte» o «segunda manifestación» de La Celestina. Termina así la última carta de Éfeso: «Es lo mismo aquella Celestina y este atisbar: es el camino del amor».
Fin del primer tomo
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Notas explicativas del
lenguaje de este libro
1.—«Hideputa».—Se emplea este vocablo para insultar a la mentira, que es la vanidad, la nada de una representación, con respecto a la superior en jerarquía. En el sucediéndose, al ir siendo glorificada la nada por la Presencia, la ignorancia por el conocimiento, aparece la emoción y se manifiesta por insultos a la nada.
No es porque el maestro Lucas desprecie a las putas ni a sus hijos, sino que en coordenadas inferiores y que también fueron él, porque la filogénesis es infinita, en tal vocablo se manifestaba el desprecio vivido para los productos habidos fuera de la «ley social», «la forma» reinante.
En las coordenadas actuales del Maestro, provisionales también, «la puta», por humillada que ha sido, por ser un padecimiento encarnado de su sucediendo social, es más desnuda, más intimidad que «la señora», la cual es una apariencia pintarrajeada de lo alabado por «el señor» y «el señorito». En otros términos, «señora» y «puta» son un sucediendo de que nacen los dos conceptos mentales, los opuestos. Son el demonio bicéfalo que reina en ese sucediendo y cuya reconciliación es «mujer». Cuando se trascienden las coordenadas de la propiedad, mío y tuyo, mueren la «puta» y la «señora», reconciliadas en «mujer». Ahora bien, la «señora» pintarrajeada, trajeada, casi no tiene intimidad. La «puta» es casi toda intimidad desnuda y clamante.
Y como el que se comunica tiene que hacerlo por representaciones, que son contrastes o conceptos, cuando durante el viaje se llega a las proximidades de una reconciliación de bien y mal, en este caso de «puta» y «señora», pero sólo al ir llegando, poco antes de que eso se reconcilie en mujer, al viajero le parece que la puta es la señora y la señora es la puta, y expresa su vivencia, y a la gente ignorante le parece que insulta.
En esos instantes de la angustia de morir unas coordenadas, y sólo entonces, como un último y desesperado intento de permanecer los opuestos, le salen al Maestro las mentadas «expresiones vulgares».
2.—«Hideputa viejo».—También cuando el viajero se ve en las coordenadas que ha venido siendo y que ya, ya va a trascender, le arroja a eso que va a dejar de ser los vocablos de «viejo hideputa». En la vida diaria podéis asistir a ese fenómeno, y es cuando alguien padece un dolor de muelas, que, al desaparecer, exclama: «¡Hideputa dolor!». Se trata pues de lo mismo, pero más sucedido, de lo que se dicen los que riñen (contrastan), cuando están en el clímax del enojo. Y dicen eso y quedan en paz. En la historia de las santidades muy altas, hallamos el mismo caso en Francisco de Asís, que, cuando padecía alguna debilidad (tentación), se decía a sí mismo: «¡Hideputa hijo de Pedro Bernardoni!». En las historias, en Las florecillas, han suprimido el primer vocablo, pero es porque las historias son escritas por escribanos de las fundaciones de los santos, que son gente social, parecidas al «señorito» y viven eso de que hay «palabras feas».
Si fuera necesario escudar al maestro Lucas con autoridades, bastaría con aquello del mismo Francisco el seráfico, cuando el fraile tentado con la tentación de la predestinación al infierno… Y fue que se le aparecía Luzbel en forma de Cristo y le susurraba que para qué aguantaba hambre y seguía al loco, si estaba predestinado al infierno… Y Francisco lo vio, vio o vivió que el fraile estaba tentado, y por diablo mudo…, y llamólo y díjole: «Cuando se te aparezca ese Cristo, dile: “¡Abre la boca, que me cago en ella!”». Obedeció, y el diablo se fue con mucho ruido.
3.—La retahíla de «palabras inmundas» que figuran en la parte última, al describir la crisis.—La retahíla de palabras inmundas que hay en la parte última, cuando el Maestro estaba en una grande agonía precedente a gran reconciliación, y que la señora Berenguela lo apaciguó con ponerle la mano encima y decirle «hijito», queda también explicada por lo anterior.
Yo, el editor, Fernando González, que soy «accionista» y muy perro o machucho, sé muy bien que esas palabras feas y sobre todo los nombres de cosas «inmundas» de la parte última, me causarán un desastre económico: ni una «señora», ni un solo «señor», ni siquiera un solo «señorito», o una sola «señorita», ni siquiera un «estudiante» de «universidad suramericana» comprará este libro ni volverá a visitarme. Los sacerdotes colombianos, tampoco. Los «gerentes», tampoco… ¡Un desastre editorial!
Pero afortunadamente y muy de mala gana, guiado como a la fuerza por el maestro Lucas, ya voy trascendiendo eso de propaganda, precio, éxito. Ya voy sabiendo que un libro viajero no es sino estímulo para el que ya casi va a ser el viaje mismo.
Y como soy machucho de usuras, compraventas y otros robos, editaré pocos ejemplares, para unos pocos de por acá y para algunos de Otraparte, que es precisamente el nombre del lugar en donde vivimos ahora. Antes era La Huerta del Alemán.
4.—¿Es católico Lucas de Ochoa?—Quiere ser un sucediéndose en el Hijo de Dios e Hijo del Hombre. La respuesta es mejor darla sucediéndose, y para ello copiaré algo de las 203 libretas que me regalara:
«Anoche pasé muy mal, con la región del hígado muerta y entresoñando con un continuo sucediéndose en que mis yoes eran el sucediéndose, y el sentimiento era desagradable, pues no se podía “fijar” mi yo.
¿Por qué será que me disgustan estos libros de “conversiones al catolicismo”, propaganda católica? ¡Es tan profanador de Cristo, de la Intimidad, como la propaganda comercial a los remedios! Sobre todo, cuando hablan con esa mucha seguridad, esa seguridad grasienta que tiene “la gente” de las cosas que ve, toca, huele, etc., porque la verdadera seguridad tiene las categorías de Fe y Esperanza, pues como se trata de Vida en otras coordenadas, son la sustancia de las cosas que sabe en nosotros la intimidad y que espera el actual existiéndose. No es como oler, palpar, gustar, oír una fritanga de tocinos.
Me sucedió lo anterior porque ahora en los regalos de Navidad, le dieron a Berenguela un libro de un sacerdote católico yanqui: un crimen y una conversión novelados, y lo hojeé y fue como tapar con hojarasca toda la Intimidad: estoy que no creo ni en el desayuno, a menos que sea con jamón chorreante y con huevos fritos grasosos. ¡Qué gente la que se mete a viajar! Si así fuera el Viaje, mejor sería ir a Cali o a Barranquilla a manosear a las muchachas mulatas que se salen de puro reales. ¡Hoy, con tal lectura, me cago en la leche!
¡Esos anglosajones, esos sacerdotes anglosajones, católicos y protestantes, son mucha carne y sangre organizadas! Son “buena gente”, sin estos venenos sutiles que tenemos los orientales y los del Mediterráneo, ¡pero huelen a verraco amarrado, cuando se hacen místicos! Hay un jesuita yanqui, uno de apellido español, uno que escribió un libro de estas cosas del Camino y dice en él que la oración es como quien tiene un depósito en un banco, y que la oración es el cheque y que se lo pagan con seguridad; que si pide desayuno con pan y mantequilla, se lo pagan; que a una niñita que oró así, se lo pagaron, y continúa con las palancas, y que la fe es una palanca, etc.
¡Pero no reneguemos! Es porque cada uno viaja montado en sí mismo. ¡No hay por qué criticar a estos verracos yanquis! Gold, God: ¡comienzan a viajar en la moneda!
Y “católico”.—¿Por qué será que siguen con esa bulla, como repartiéndose los mercados, los rebaños? ¡No hay sino cristianos, todos gusanientos, que tenemos ganas de conocerlo de vista y cada uno con su gusanera a cuestas!
¡Es facilísimo! Los papas son los obispos de Roma. Y como allí vivió y murió Cephas o Pedro, y lo sucedió Lino, etc., hasta Juan xxiii, y Cephas era la piedra y el pastor designado, pues es bueno y necesario que haya un pastor visible de todos. ¡Pero no más! ¿Cuándo terminará eso conceptual de católicos y cristianos? Eso indica que no se vive nada del Evangelio. Todo hombre que quiera vivir el Evangelio es cristiano. ¿O Gandhi y Buda no son cristianos?
Todo ser, oigan bien, todo sucediéndose que esté padeciendo, y entendiendo, y angustiándose y atisbando la Presencia, lleva su cruz y Le sigue, es decir, es cristiano. Et pas plus!
Cristianos son Adán, Anaxágoras, Sócrates, Agustín, Tomás, Spinoza, Kant, Hegel, Scheller, Heidegger, todos los que bregan por conocerlo de vista. ¡Y estos de los evangelios novelados yanquis son cristianos también! Cada sucediéndose es viajero montado en su pobre burro que es. La única condición, la sine qua non, es la verdad, que cada uno se monte en su Rocinante propio. Y el que lo hiciere es igual al que vaya montado en el mejor caballo, porque el mejor caballo para este viaje es la honradez absoluta consigo mismo.
Afortunadamente, el gran viejo Juan xxiii está montado en el mejor caballo, y durante su pontificado veremos la unidad, desaparecerá en mucho eso de mercados religiosos, reales puntas de lanza del imperialismo económico.
¿Quién es cristiano? Todo el que ame a la Intimidad y la busque y vaya realizándola en cada instante de su vivir. Gandhi ha sido el mejor en nuestros tiempos.
¿Y por qué parece que hubiera diferentes religiones? Porque todos los religiosos vamos en busca del Padre o Intimidad, pero cada uno con su respectiva cruz, o sea, padeciendo y entendiendo sus coordenadas y conciliando los conceptos que de ellas aparecen.
Cada pueblo, en cuanto los pueblos viven separados los unos de los otros, posee sus propias características coordenadas, y de ahí nace la variedad de cruces y, por lo tanto, de formas religiosas. Pero todas tienen como esencia el amor a la Intimidad (Dios) y el buscarla por medio de un vivir verídico y honesto. Esto es cristianismo.
Tomemos como ejemplo el curso o historia de la institución llamada Iglesia cristiana y veremos que necesariamente fue una al comienzo, fue múltiple en sus formas luego, y ahora va rápidamente a la unificación universal, coincidiendo todo con el proceso social, económico, etc. Pero en todas sus formas queda La Intimidad (El Padre) y Cristo (la glorificación del hombre por la Intimidad mediante el llevar su cruz).
La Iglesia, que es la forma establecida para hacer conocer el Evangelio o vida de Cristo, la Iglesia militante, nació cuando el Imperio romano había unificado el mundo conocido entonces. Un núcleo de unas treinta personas que oyeron, vieron y siguieron a Jesucristo en unos días de unificación y de paz de toda la tierra conocida, logró en corto tiempo ser reconocido como la forma religiosa del Imperio. Éste se descomponía social, económica y políticamente. Se hizo cristiano oficialmente. Los “bárbaros”, en su deseo de heredar el “Imperio”, se hicieron cristianos: tiempo de “emperador espiritual” y “emperador temporal”. Dos amos del mundo conocido; Edad Media. Pero invisiblemente todo envejecía y las “nacionalidades” se gestaban.
Todas esas nacionalidades, que se gestaban, se hicieron aparentes, fueron la tesis en tiempo de Carlos v, emperador. El obstáculo que no permitía que apareciera esa necesidad histórica de las nacionalidades eran el papado y el imperio universales. Por tiempos, no se sabía cuál era el papa y cuál el emperador. Eran uno solo.
Por eso fue el protestantismo. Lutero y los incidentes de su vida; ídem, Calvino; ídem, Enrique viii, fueron ocasiones, protuberancias vitales en que la imaginación encarna el contraste. Un papa rey y pastor universal era una traba para la evolución histórica de entonces.
Todo eso es pasado. Por el progreso de medios de comunicación e instrumentos de trabajo, la humanidad está unificada en sus coordenadas. Hay anhelo vehemente de unidad económica, política y social. El hombre está preparado para el universalismo religioso.
Un pequeño esfuerzo cristiano del papa Juan xxiii obtendrá la unificación religiosa muy completa del mundo, que ya padece angustia muy grande por las limitaciones ya trascendidas por la inteligencia.
Pero es preciso un gran atrevimiento cristiano, consistente en renunciar en absoluto al tinte histórico que tienen todas las formas religiosas, excepto la hindú, de ser consciente o inconscientemente aliadas de imperialismos económicos o sociales.
Porque en cuanto a Intimidad y Tomar su Cruz no hay ni puede haber antagonismo entre los hombres.
Con respecto a cualquier amor del hombre, por ser a cosas limitadas que sólo uno puede poseer, el hombre es para el hombre un lobo.
Pero con respecto al amor a Dios y a llevar su cruz con verdad, el hombre es para el hombre un dios. El día en que se establezca la unidad religiosa universal, todos seremos uno en todos y todos en uno. Seremos comunistas. El segundo volumen será el viaje a la hambre, cuyo rey es Carlos Marx, y también a varios otros mundos».
5.—Explicación del nuevo lenguaje usado en este libro.—Los medios de comunicación de la desnudez de las vivencias son en infinito número; cada mundo posee su lenguaje y sus artes. Para el Viaje hay que conocerlos, o mejor, al hacernos un mundo, implícitamente conocemos su modo de comunicación o arte. Hoy, desde 1895, en que las coordenadas humanas se acercan a una crisis, hay amago de aparecimiento de otro idioma y otras artes. Kant negó la posibilidad de la metafísica (el Viaje en lenguaje antiguo), porque en su tiempo trabajó con lo que tenía: conceptos o entes de imaginación y proceso racional o de construcción conceptual.
Puede decirse así: para cada sucediéndose es imposible todo aquello que él no se ha sucedido y cuyo sucederse está remoto. Posible es todo aquello que ya presiente que va siendo su sucediéndose, y real aquello que se ha sucedido o se está sucediéndose. En otros términos: posible, imposible y real son categorías del sucediéndose.
Eternidad es categoría de la Intimidad. Todo y el Único simultáneamente como sucedido y conciencia. Beatitud.
El Paraíso no fue en esta tierra y bajo estos cielos, en estas coordenadas y con estas categorías espacio-temporales. En todo caso, se tenía directamente la Presencia y directa comunicación con ella. No había muerte. Había cuerpo, pero glorificado, y el mundo, minerales, vegetales y animales, cayeron también… «Toda la Creación espera la segunda venida del hijo de Dios» (San Pablo).
No había placer-dolor. No había bien ni mal. Había participación de la Beatitud.
Jesucristo «murió», «descendió» a los «infiernos», resucitó de entre los muertos y subió a los cielos. Cephas (S. Pedro) dice: «Descendió a los infiernos a predicar a los espíritus encadenados».
Antes de resucitar en cuerpo glorioso, descendió a los infiernos, por tres días, a predicar a los espíritus encadenados.
Diréis: «¿Por qué tres días? ¡Muy poco!».
¡Tres días…! En los infiernos, tres días nuestros son millones de años luz… ¡Si esto se sabe! Hay lugares, hay cuerpos de tanta densidad, tan negrísimos, que lo que de ellos cupiera en una cajita de maleta de lucíferos pesaría miles de toneladas. Eso, esos están encadenados en la representación ciega, sin Intimidad, diríamos…, y un segundo nuestro en estas coordenadas son miles de miles de años en las nuestras.
Los infiernos son infinito número de mundos.
Jesucristo fue a los infiernos… y subió a los cielos. Infinito número también. Hay unos clarísimos, anchísima Presencia, diríamos nosotros que infinita. Y todos ellos pesan menos que un cabello tuyo, menos que éter, y así sucesivamente.
Son infinito número de cielos de infinitas presencias divinas. ¡Diríais que eran la Presencia! Por eso los llamados dioses. Pero la Presencia como esencia es categoría de Dios.
Por todo esto se entiende que Los Viajes son lo que el ojo no vio ni el oído oyó. O sea, que para comunicarlos, para compartirlos se necesita nuevo lenguaje y nuevas artes.
La palabra, este nuestro medio de comunicarnos hoy, sólo sirve para vivencias en nuestras normales coordenadas siglo xx. Para la metafísica hay que tener otros lenguajes o modos de convivir en la desnudez de las vivencias.
Así explicamos muy bien que el ilustre Emmanuel Kant, al hacer una crítica de la Razón Pura, la cual elabora por conceptos abstraídos del mundo pasional, haya concluido que la metafísica no estaba al alcance del hombre. Le faltó decir: del actual hombre, de este sucediéndose racional que somos. Por no saber que el universo es infinito, negó. ¡Claro! Si yo encuentro unos seres que no tienen alas, digo muy bien que no pueden volar.
¡Es posible! Y decimos bien, porque somos ya sucedidos y sucediéndonos en infiernos y cielos; sucediéndonos-concienzándonos en toda la filogenia y concienzándonos en toda nuestra latencia infinita. Y la prueba es que insensiblemente va apareciendo el nuevo lenguaje que expresa nuevas vivencias u Otrosmundos. Como ejemplo, tenemos estos términos:
Hombre (lenguaje de antes de 1900).
Perro (ídem), etc.
El sucediéndose que se sucedió en toda la filogenia y que va sucediéndose en toda su latencia (lenguaje de hoy).
Ser. (Lenguaje conceptual).
No-Ser. (Ídem).
Presencia. (Lenguaje de hoy).
Presencia sucediéndose, o con categoría de carencia o coordenadas. (Lenguaje de hoy para los seres).
Un existiéndose-concienzando es todo existiéndose, animal, vegetal, mineral…, y el hombre es la avanzada del existiéndose-concienzándose de la tierra.
El uso del gerundio ya es de por sí expresión de amago de vuelo fuera de lo conceptual imaginativo; un amago apenas, pero la gana de algo es ese algo en latencia. El que brega con Los Viajes, ¡pues los tiene en sucediéndose! ¡Claro!
El lenguaje humano de hoy y todas las artes de hoy son expresiones del animal medidor que somos en estas nuestras coordenadas. Para la metafísica o los Viajes aparecen necesariamente nuevas artes y lenguaje que comunican las vivencias de cada mundo. En los cielos, el lenguaje es casi la desnudez, pues allí se saben coexistiéndose; algo semejante a la telepatía y superior aún. Es comunismo en la beatitud.
Hasta hoy sólo se ha ensayado por místicos (Juan de la Cruz, Tagore, etc.) el lenguaje sugestivo o de locura lírico-mística, en que cierta música esencial tiene un algo de índice.
En todo caso, estamos en la edad del aparecimiento de medios apropiados para la convivencia (término manoseado por políticos de mala fe, imperialistas).
Se sabe que la forma es esencial; que cuando vivamos o seamos otrosmundos, ahí necesariamente estará su arte o modo de comunicar la desnudez de las vivencias.
El magistrado Duque Parra entrevió ese misterio cuando dijo: «La forma es esencial; el derecho adjetivo es sustantivo».
Permitidme una digresión: el magistrado Duque Parra al intuir este misterio se exaltó, y se dio a beber café y murió de ulceración intestinal, o bien, por abuso del café intuyó a la loca ese misterio y murió.
No estoy seguro de si fue de este modo, o de aquél, pero da lo mismo.
Fuente:
Libro de los viajes o de las presencias. Medellín, Aguire Editor, agosto de 1959.
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Ultima revisión en octubre 28 de 2019