Casa Museo Otraparte
Fotografía por Oliver Ehmig
Al maestro le llamaron la atención las palabras que tuve para sus libros, y me invitó a visitarlo unos dos días a la semana, en la tarde, con el fin de ayudarlo en su trabajo con la biblioteca de Otraparte. Examinaba los estantes, escogía un libro, y se sumergía en él sentado en su escritorio, tomando notas en una hoja que sacaba de un arrume que tenía en un extremo. Luego dejaba la hoja de notas entre las páginas consultadas, lo depositaba en una mesa, y hacía lo mismo con un libro diferente. Al caer la tarde, sobre la mesa quedaban cinco o diez libros. Mi trabajo consistía en transcribir la hoja que reposaba en cada libro, era un borrador con tachones, y luego regresar el libro a su lugar en los estantes. A veces tenía algo que decirle sobre esas notas, a lo que él respondía invitándome a escribir mi comentario como pie de página. Todo el tiempo la pasábamos escuchando los sonidos del silencio.
Gustavo Mejía