Ramiro González Restrepo
Mi hijo Ramiro era como mi columna. ¡Si viera cómo lo respetaba yo…! ¡Es hasta misterioso! Era serio, muy responsable y de una mente tan pura, que era mi padre. Y al irse él, ¿qué me quedó? Su ausencia es ahora mi realidad. Paso los días y las noches llamando a Cristo, a la madre y a Ramiro. Siempre había sentido a Dios en todas partes, y ahora no lo siento, como si me hubiera dejado. Oro, oro, llamo, grito y nada; siento como realidad la nada. Resumen: oscuridad, mucho miedo y orar continuo… pero como en el vacío. Amo más que nunca a Dios y los dioses (héroes), pero es como un amor que no agarra. Yo no sabía que Ramiro fuera en mi vida todo eso. Murieron hermanos, padres y amigos y yo quedé intacto. Con Ramiro quedé así: 4-5 = -1.
Fernando González