Los negroides
Fernando González
1936
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Fernando González encara en Los negroides lo que consideraba el problema fundamental de Suramérica: la vanidad. La define como «carencia de sustancia, apariencia vacía». Opone a ésta, como único medio de superación, la libre expresión de la personalidad, es decir, el orgullo, la egoencia: «El orgullo es fruto del desarrollo de la personalidad, por ende, contrario a la vanidad». Somos vanidosos en casi todo lo que hacemos, padecemos como pocos las consecuencias nefastas de la mediocridad y la indisciplina, ocultamos la verdad para quedar bien, vivimos del decorado, nos es imprescindible el barniz, el lavado, el toque de pintura, somos esclavos del qué dirán. Además, nos avergonzamos de nuestras raíces ancestrales, odiamos al indio y al negro que hay en nosotros, preferimos la imagen del europeo o la del gringo, en todo caso, la del blanco. Así somos la mayor parte de los colombianos, «sepulcros blanqueados», gentecilla hipócrita y vacía, aferrada a ideales y modelos ajenos. Y por eso es realmente un espectáculo grotesco, abyecto, este paisito nuestro.
La verdadera obra humana —dice F. G. en Los negroides— está en vivir nuestra vida y en manifestarnos. La cultura suramericana (copia de la europea) se ha encargado de crear individuos inhibidos que sienten vergüenza de autoexpresarse. Y la cultura debería tener una función particularmente formativa que le ayude al individuo, no a disfrazarse, sino a desnudarse y a librarse de lo que le impide su autoexpresión. Entonces, como pueblo suramericano, no tenemos identidad y nuestro pecado se llama vanidad. La vanidad está en razón inversa de la personalidad, y acto vanidoso es aquel cuyo fin es aparecer socialmente. Estos conceptos opuestos llevan a F. González a enjuiciar las instituciones sociales que favorecen la proliferación de seres vanidosos, manifestándose así una conciencia de «hombre suramericano» que no es propia de nuestro continente.
Dice Fernando González: «En Los negroides examiné dramáticamente, o sea, partiendo de mi personita, eso que se llama vanidad, mentira, estar poseído por el demonio de querer ser otro, el complejo colonial, etc.».
(Reseña basada en ensayos de Carlos Andrés Londoño y Juan Sebastián López Morales).
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«¿Qué me importan la moral y la ley, a mí, el predicador de la personalidad, de la auto-expresión, a mí, que amo a Jesús y al diablo, a Bolívar y a Gómez…? No amo sino a los honrados con su propia alma. No escribo para los suramericanos que tienen un metro que les impusieron los frailes españoles; no escribo para los bogotanos (y bogotanos son en Quito, Lima, Santiago y Buenos Aires), que nada han parido, que rezan como en Europa, legislan como en Europa y que orinan como en Europa».
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Primera edición: Medellín, Editorial Atlántida, mayo de 1936.
Segunda edición: Medellín, Bedout, 1970.
Tercera edición: Medellín, Bedout, 1973.
Cuarta edición: Medellín, Bedout, mayo de 1976.
Quinta edición: Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, abril de 1995. Prólogo de Ernesto Ochoa Moreno.
Sexta edición: Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit / Corporación Otraparte, colección Biblioteca Fernando González, febrero de 2014.