Boletín n.º 155
Junio 28 de 2018
Maestros y maestras
No se está solo en esto
de estar resistiendo
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Conversación en torno a Débora Arango, Fabiola Lalinde, Estanislao Zuleta y Fernando González con la participación de Elizabeth Giraldo, Fabiola Lalinde, Marta Elena Bravo de Hermelin, Gustavo Restrepo y Marco Antonio Mejía Torres como moderador.
Jardín Botánico de Medellín
Auditorio Aurita López
Domingo 1.º de julio
Hora: 11:00 a.m.
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«En el corazón mismo de la mentalidad antioqueña, y del arte y el pensamiento como expresión de las ideas, ha prosperado una tradición de oposición a los valores regionales oficiales. Lejos de la oposición simplista entre los bogotanos atildados y prepotentes, y los gamonales paisas, hay un torrente de imaginación que nos une en una poderosa patria simbólica».
Pedro Adrián Zuluaga
Confiar Cooperativa Financiera realiza anualmente el «Bazar de la Confianza», evento que desde 1999 reúne a todos sus públicos en un día familiar de gozo y cultura. Además de los diversos espacios temáticos que ya son tradición, en la versión n.º 19 del bazar tendremos un homenaje especial a los «maestros y maestras», personas que con su actitud vital, pensamiento y obra han enaltecido al ser humano por encima del capital y el egoísmo.
Este año, bajo el concepto de «vivir a la enemiga», se exaltará el valor del pensamiento y la libertad recordando el legado de Débora Arango, Fabiola Lalinde, Estanislao Zuleta y Fernando González.
Busca a los «maestros y maestras» en el camino que conduce al Patio de las Azaleas y al Café Arte, y descubre que «no se está solo en esto de estar resistiendo…».
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¿Por qué afirmo que
vivo a la enemiga?Porque he luchado contra todo lo existente. No puedo tener amigos sino cuando mueran los colombianos de hoy y desaparezcan los intereses actuales.
Porque me odio mucho en cuanto soy persona, o sea, odio y lucho contra mis instintos. No he logrado aprobarme un solo día. Nada de lo que hice me parece bien. Es otra la vida que quisiera para mí. Quiero ser otro. Padezco, pero medito. Tengo abundancia de instintos.
Vivo pues, como hombre moral, en lucha conmigo mismo, derrotado casi siempre; hace cuarenta años que vivo derrotado, en angustia, amando a un santo que yo podría ser y siendo un trapo sucio; llamando a Dios y oliendo las ropitas de Toní. En realidad, soy un enamorado de la belleza, pero también hombre que persigue a las muchachas, que piensa a lo animal, etc., 99% hombre vulgar. Apenas si de vez en cuando puede mi alma mirar con hermosos ojos verdes a través de la inmundicia de mi conducta.
Y así como me odio a mí mismo, odio a la Colombia actual; y así como amo al santo que podría ser, amo a la Colombia que sueño. En consecuencia, mi lema será: Padezco, pero medito.
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Maestros y maestras
«¡Fui tan rechazada! ¡Tan condenada! […] Yo pintaba desnudos, montaba a caballo y usaba pantalones».
Débora Arango (1907-2005) expresó un relato de país en un lenguaje plástico contundente y renovador. «La vida con toda su fuerza admirable no puede apreciarse jamás entre la hipocresía y el ocultamiento de las altas capas sociales», afirmó. En una exposición en el Club Unión de Medellín en 1939 obtuvo el primer premio, lo cual causó conmoción por el hecho de ser mujer, pintar desnudos y competir con reconocidos pintores antioqueños. Se enfrentó a gente «necia, local, chata y roma», según la descripción que de los medellinenses hizo el poeta León de Greiff. Invitada por Jorge Eliécer Gaitán, expuso en el Teatro Colón de Bogotá en 1940, y el periódico El Siglo dijo sobre sus obras: «Constituyen un verdadero atentado contra la cultura y la tradición artística de nuestra ciudad capital». Estudió en México y España, donde colgó «una excepcional muestra de arte», según la prensa madrileña, que sin embargo fue censurada y desmontada el día siguiente por órdenes del general Franco. Tras años de silenciosa reclusión en Casablanca, la residencia familiar en Envigado, en 1975 se realizó una retrospectiva suya en la Biblioteca Piloto de Medellín, y en 1984 se le concedió en Antioquia el Premio a las Letras y a las Artes. Del mismo año es una retrospectiva en el entonces recién creado Museo de Arte Moderno de Medellín, entidad que ha hecho conocer su obra en Colombia y en el exterior, y desde entonces suscita un enorme interés. Según la reconocida artista Beatriz González, Débora Arango fue en Colombia «la gestora de la primera revolución estética». Su obra conmueve con el penetrante relato de nuestra historia.
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«La solidaridad es una fuerza arrolladora, no violenta, que nos permite alcanzar objetivos humanitarios imposibles de lograr por otros medios».
Fabiola Lalinde es la madre de Luis Fernando Lalinde, desaparecido el 3 de octubre de 1984. Durante los días y semanas siguientes, con el apoyo de su familia y de otros colombianos valientes, Fabiola buscó a su hijo, pero sin resultados. Sin embargo, no desfalleció: siguió buscándolo durante años decente y pacíficamente, con valentía y perseverancia. Esta actitud le permitió esclarecer la verdad, al menos parcialmente: hoy se sabe que su hijo fue capturado por unidades del Batallón Ayacucho del Ejército cuando realizaba una labor humanitaria en el marco del proceso de paz que el EPL adelantaba con el gobierno nacional. Fue torturado, asesinado y enterrado como NN. Gracias a su persistencia logró encontrar parte de los restos de su hijo en noviembre de 1996, después de más de doce años de búsqueda. Con agudo humor bautizó su lucha como «Operación Cirirí» (o Sirirí) en homenaje a esa pequeña pero valiente ave que es capaz de enfrentar a los gavilanes cuando amenazan a sus pichones. Sin afán vengativo, su vida representa la lucha permanente de la dignidad y la decencia contra el terror y la crueldad. En octubre de 2015 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad su archivo personal sobre la desaparición de Luis Fernando.
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«Es la libertad la que nos obliga a ser veraces en los juicios; como no podemos imponer una autoridad intocable, tenemos que aprender a discutir y a demostrar».
Estanislao Zuleta (1935-1990) fue un pensador y pedagogo colombiano, célebre especialmente en el campo de la filosofía, a la cual dedicó toda su vida profesional. Más allá de sus escasos escritos, ha sido apreciado por su oratoria, por la gran cantidad de conferencias que dictó y que han sido transcritas. Dedicado a la filosofía, la economía, el psicoanálisis y la educación en toda su extensión, dejó tratados sobre pensadores tanto antiguos como modernos y un pensamiento rico en análisis social e histórico de Colombia y América Latina. Fue asesor de organizaciones como las Naciones Unidas, el Ministerio de Agricultura, el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) y colaborador de la revista Crisis de Medellín. Recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Valle en 1980. A pesar de haber sido uno de los grandes maestros universitarios de Colombia, desde muy joven abandonó el colegio para dedicarse a estudiar por su cuenta. En palabras de su amigo William Ospina, así «llegó a ser un profundo explorador de las culturas y de las ciencias, comprendiendo como pocos en la historia de Colombia que no sólo podemos acercarnos a la tradición occidental sino asimilarla críticamente como nuestro legado, comprender que un colombiano es tan digno del universo como cualquier otro hijo del planeta, y que lo que permite las grandes aventuras del espíritu es la convicción de estar en el centro de un mundo y el no asumirse como alguien condenado a las orillas».
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«Cuando un joven comprende que el secreto no está en lo que haga, en lo que diga, en el vestido, etc., sino en la energía interior, está maduro para la filosofía».
Fernando González (1895-1964) fue un espíritu rebelde y pugnaz, pero al mismo tiempo hondamente amador de la vida y de la realidad colombiana que fustigó. A los veintiún años publicó su primer libro, Pensamientos de un viejo, tres años después se graduó en Derecho con la tesis El derecho a no obedecer y entre 1936 y 1945 publicó la revista Antioquia, desde la cual se convirtió en un crítico radical de la política y de la sociedad colombiana. A partir de la segunda década del siglo xx y hasta la del sesenta, el “Brujo de Otraparte” construyó una escritura en contravía de las instituciones políticas, educativas, filosóficas y literarias de un país en el que la mayoría de pensadores, políticos y creadores hacían lo posible por mantener una tradición conservadora y por mantenerse a sí mismos como parte de esa tradición que concentraba el poder económico, político y cultural en Colombia desde hacía tres décadas. Esa fue su labor de «maestro de escuela» en una sociedad que no lo comprendió pero que ahora empieza a redescubrirlo, y «aunque la moda no lo lleve hoy en la cresta de la popularidad», según escribió Alberto Aguirre, «ahí está como un tesoro, como acopio de armas y vituallas para el combate que algún día librará Latinoamérica por su libertad y su destino».